COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 55. 6-9

1.

* Contexto: El poeta que denominamos Isaías II (cap. 40-50), recibe la misión de ser el mensajero del consuelo para el pueblo desanimado del destierro. Por eso el prólogo de su obra comienza con estas palabras: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios... (cf. 40. 1-11). Pagado el crimen con el destierro, el Señor se acuerda de su pueblo y le ofrece el camino del retorno, de la liberación.

Pero el profeta tiene sus profundas dudas, ya que la gente que vive en el destierro se parece a una flor marchita. Por eso, con cierto aire de escepticismo, objeta a su llamada: ¿Qué debo gritar? (v. 6) ¿Es que acaso puede surgir una nueva vida de un pueblo totalmente desmoralizado y descorazonado? La respuesta a su objeción se nos da en 40. 8; frente a la veleidad de la palabra humana, "la palabra de nuestro Dios permanece para siempre". Y basado en esta palabra estable, Isaías puede y debe anunciar el mensaje de consuelo y de esperanza. El desánimo no debe cundir entre los desterrados ya que lo que el Señor promete siempre se cumple.

* Texto: Is 55. 6-11 es la conclusión al libro del consuelo de Isaías, en estrecha relación con el prólogo. Por eso nuestro texto también empieza con unos imperativos que recalcan la urgencia con que debemos afrontar lo ordenado: "Buscad al Señor", "invocadlo" (vv 6-7). Y las razones que nos da tienen su fundamento: en la perennidad de la palabra divina, en el hecho de que los planes y caminos divinos en nada se parecen a los de los mortales (vv. 8 ss.). Y por si faltara algo, el poeta nos recuerda cómo la palabra de Dios es siempre fructífera, como agua que cae sobre los campos (vv. 10 s.).

¿En qué se diferencian los planes divinos y los humanos? Los planes y caminos de Israel, a consecuencia de la grave situación en que se encuentra, son los de la duda, falta de fe, escasa confianza en sí mismos, en los otros... "¿Por qué andas hablando, Jacob, y diciendo, Israel: Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa?" (40. 27). Y si leemos con detención 40. 12-31 nos percataremos de un interesante diálogo entre un pueblo falto de fe y lleno de amargura, por un lado, y el profeta que intenta inyectar esperanza, por el otro: "... se cansan los muchachos..., los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse" (40. 31).

Y porque la palabra divina es siempre eficaz, Is II urge a los suyos, mediante dos imperativos, a buscar al Señor; no ha muerto sino que se halla muy cerca de aquél que le busca (v. 6). En el AT "buscar al Señor" puede denotar una llamada cúltica: acudir al santuario con sacrificios y oraciones, pero no se agota aquí su sentido. Ya desde los tiempos de Amós, la búsqueda del Señor no consiste en hacer numerosos sacrificios de vacas y de ovejas, ni en peregrinar a los grandes santuarios de Guilgal, Betel, Berseba (Am 5. 4 ss.; Os 5. 6; Jr 29. 12 ss.). Buscar al Señor es hacer caso de la palabra profética que Is II está dirigiendo a su pueblo: a Dios se le puede encontrar en el desierto, ahora mismo..., sólo se exige la conversión (v. 7).

* Reflexiones: La palabra profética siempre sonó y tronó en Israel, pero muchas veces su mensaje cayó en el vacío, porque el pueblo no quiso hacer caso. Basándose en ella, Is II pudo dirigir a su pueblo este precioso mensaje de consuelo y de esperanza, ya que el castigo nunca es definitivo en las páginas de la Biblia. Y esta palabra profética sigue resonando en nuestro s. XX. ¿Dónde? ¿A través de quién? Es necesario saberla captar. Muchos intentan sofocarla porque es molesta, pero nunca puede caer en saco roto. A la larga obtendrá el fruto apetecido, aunque no sepamos cuándo ni cómo. Los planes y caminos humanos son de bajo vuelo; siempre andamos tropezando con la duda, el desconsuelo, la desesperación...

Necesitamos, como el comer, la esperanza, la confianza, ese fiarnos de la palabra profética para que nuestro vuelo coja altura y evitemos el cansancio, el desmayo. Practicar el culto no se identifica con la búsqueda de Dios.

Necesitamos un buen correctivo a nuestras clásicas concepciones religiosas. Por eso no es raro que nuestras liturgias, nuestras misas, produzcan desazón, sequedad, incredulidad... en vez de liberarnos y de ofrecernos fortaleza y vida.

A. GIL MODREGO
DABAR 1990/47


2.

El cap. 55 de Is prolonga el cap. 54: después de haberse dirigido a Jerusalén, el profeta se vuelve ahora hacia los fieles que se preparan a repoblarla y precisa la naturaleza y las condiciones de este privilegio. En relación con el conjunto del segundo Isaías el cap. 55 constituye su epílogo. Lo mismo que el prólogo (40, 1-11) insiste de nuevo sobre la trascendencia de Dios, la eficacia de la Palabra y el brillo esplendoroso del nuevo éxodo. Una de las condiciones de este nuevo estado de cosas es "buscar al Señor", ponerse en un estado de acercamiento a Dios, de conversión. Podría entenderse el verso en un sentido causal: "buscad al Señor porque se deja encontrar" (como en 50,1; 53, 5:57, 17). La conversión no es una utopía inalcanzable sino que está al alcance del que tiene verdadero interés de cambio.

Se presenta a Dios perdonador con un acento particular de perdón total. Es el único empleo del término en todo el libro de Isaías.

Además, en el AT, esta forma verbal solamente tienen por sujeto a Dios. El perdón que Dios da al que hace lo posible por vivir de acuerdo con la exigencia de la fe es un acto de una misericordia que no tiene parangón entre los hombres. Pero es necesario el requisito de cambiar de planes. Una experiencia así solamente es comprensible desde una óptica de pura fe.

La era mesiánica que se anuncia es de características tan radicalmente nuevas que los planes del hombre apartado de Dios no tendrán cabida en ella. En esta dualidad Dios-hombre, en esta incomprensión del actuar de Dios generoso es donde el hombre tiene que afirmar su fe. Solamente el que tiene corazón agradecido y admite la evidencia de lo maravilloso de la generosidad de Dios puede comprender esto (cf. 3a. lectura).

Imaginería cósmica para corroborar la actuación gratuita y escandalosamente diferente del actuar de Dios. En último término la actuación de Dios no es pura arbitrariedad sino un criterio de fidelidad y de amor (cf Sal 103, 11-12). No se puede reprochar a Dios su manera de actuar cuando sabemos que en el fondo late el amor y respeto más profundo a la debilidad del hombre (cf evangelio del día).

EUCARISTÍA 1978/44