COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 14, 7-9

 

1.COMPRENSIÓN/JUICIO   LOS "FUERTES" DEBEN SER COMPRENSIVOS CON LOS "DÉBILES".ESTOS NO DEBEN JUZGAR A LOS PRIMEROS.

Pablo da unas orientaciones prácticas para que en la comunidad cristiana reine siempre el respeto mutuo y el amor. Los "fuertes" de espíritu más abierto y menos atados a las viejas tradiciones del judaísmo deben ser comprensivos para con los "débiles" que todavía guardan dichas tradiciones escrupulosamente; pero éstos, a su vez, no deben juzgar la conducta de los primeros (v. 1-4).

En cualquier caso, unos y otros deben atenerse a su propia conciencia (v. 5) y no condenar al que se comporta de manera distinta. Pues todos somos del Señor y nadie es esclavo del prójimo para que éste pueda juzgar y decidir sobre su vida (v. 4). El Señor es el que juzga y a quien debemos atenernos tanto en la vida como en la muerte. A él sólo pertenecemos, ya que sólo él murió para destruir nuestra muerte y resucitó para darnos vida abundante.

EUCARISTÍA 1990/43


2. PLURALISMO/I: LOS CRISTIANOS VAN A ENCONTRARSE FRECUENTEMENTE SEPARADOS ENTRE SI POR CUESTIONES PROFANAS-RELIGIOSAS. NO HAY QUE MANTENER UNA UNIDAD ABSOLUTA.

El problema que san Pablo estudia en este capítulo es el de la caridad entre cristianos que en determinados puntos, tienen opiniones divergentes, opiniones que afectan concretamente a prácticas religiosas; observancia de los días (de ayuno?) o la abstinencia de carne y de vino. De hecho, algunos cristianos ("los fuertes") estiman que su fe les hace libres respecto a esas prácticas; otros, más timoratos ("los débiles"), creen deber seguir sus escrúpulos.

Los versículos recogidos por el leccionario recuerdan un principio absolutamente fundamental. Que en toda circunstancia cada cual actúe para el Señor, que es el Señor de los vivos y de los muertos. Ahora bien: en materia de vida y de muerte todos comparten una condición común. ¿Qué importan, entonces, las divergencias en cuestiones de ascesis o de práctica con tal que en todo quede asegurado al servicio del mismo Señor? Pablo no aspira a que los fuertes y los débiles compartan las mismas opiniones: no es ese el nivel en que debe realizarse la unidad, sino mucho más profundamente: en la conciencia de cada uno está el ser servidor del mismo Dios.

La sociedad moderna se orienta cada vez más hacia el pluralismo: es decir, que los cristianos van a encontrarse frecuentemente separados entre sí no sólo en torno a cuestiones profanas, políticas o sociales, sino incluso en torno a temas morales, religiosos o litúrgicos. ¿Hay que lamentarse de ello, considerar esa evolución con inquietud y querer mantener hacia y contra todo una uniformidad absoluta? Esa actitud correría el peligro de perder de vista que la unidad cristiana está en otro nivel y olvidaría hacer todos los esfuerzos posibles en un nivel en que sólo la fe esta comprometida y en que la gloria de Dios es lo único a lo que se sirve?

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág.62 s.


3.TENSIONES/UNIDAD. CADA UNO DEBE RESPETAR LOS COMPORTAMIENTOS DE CADA UNO EN SU MARCHA HACIA DIOS POR LOS CAMINOS DE LA FE.

Dentro de la tónica de consejos generales de esta parte de la carta a los romanos, en este capítulo 14 aborda Pablo un problema específico de la comunidad de Roma: las tensiones internas por tendencias ideológicas opuestas. Es un caso concreto donde se ha de aplicar la regla del respeto, de la comprensión y del perdón.

En esa iglesia, los tradicionalistas se abstenían de carnes, quizá de bebidas alcohólicas y respetaban el calendario litúrgico legal. Otros se amparaban en la libertad de los hijos de Dios para justificar su conducta más liberal frente a estas prescripciones. Unos y otros se acusaban mutuamente de laxismo moral y de infantilismo espiritual, respectivamente. Para salvar la unidad, acude Pablo no a un principio teológico, sino a un principio pastoral: la fe nos hace libres, pero cada uno debe respetar los comportamientos de cada uno en su marcha hacia Dios por los caminos de la fe, para edificar en lugar de destruir, tendiendo siempre a ver más lo que une que lo que separa. Porque el hecho de la unión con Cristo es más profundo que las discrepancias en la forma de unión. La pertenencia al Señor en la vida y en la muerte está por encima de todos los puntos de vista individuales. Este consejo es siempre válido frente a todas las tensiones dentro de la Iglesia.

GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/A
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1986.Pág. 160


4.

En medio de la parte exhortatoria y práctica de la carta hay repentinamente un recuerdo de las razones o motivaciones profundas para toda la conducta cristiana. Es muy propio de Pablo. Fundar el modo de proceder, aquí el tener cuidado y respeto de los hermanos más débiles (Rom, 14, 1-6) recordando las raíces profundas de ese modo de actuar. Por un lado se nos dice la total pertenencia del hombre a Cristo.

No somos islas ni dueños totales de nosotros mismos, aun en acciones como el vivir y morir que parecerían individuales y sólo individuales. Somos y pertenecemos al Señor Jesús. Nuestro centro está en El y no en nosotros. Es un recuerdo del absoluto señorío de Cristo sobre los hombres. Pero no de forma extrínseca o impositiva, sino porque le hemos entregado con la fe y el amor, nuestro ser y somos suyos.

Se trata también de una cuestión de sentido. Todo lo tiene cuando lo vemos desde él, con sus criterios, su modo de vivir, su enseñanza. Por eso nos hemos de estar acordando de esta pertenencia.

Importante la frase del v. 9: Pablo habla de la Muerte y Resurrección de Cristo como fundamento de su señorío. Es decir, que no se trata de algo sólo suyo sino también para nosotros. Que funda toda una forma de vivir de los hombres, y por tanto, también de sus conductas. Es un resumen de toda la soteriología de Pablo en el contexto ético que es el de esta parte de la carta. El ser Señor de Cristo significa que tenemos relaciones totales con El, las cuales determinan toda nuestra existencia. Porque se ha creado un vínculo de amor y de unión con El. Esta es la base de la ética cristiana. Ni el temor ni ninguna otra cosa. Nunca nos cansaremos de recordarlo en contra de cualquier otra visión autoritaria venga de quien venga.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1990/46


5. /Rm/14/01-23

Sorprende que Pablo, que ha hecho de la fe el camino real de la salvación, utilice ahora el lenguaje de la fe para decir que uno «cree» que puede comer de todo y otro «cree» que sólo puede comer verduras. Y esta «fe» no parece menos importante que nuestra adhesión fundamental a Cristo, ya que -al final del capítulo- se nos dice que «todo aquello que no proviene de la fe (es decir, de la convicción personal de cada uno) es pecado» .

Con estas frases, tan contrarias a un progreso poco respetuoso con las personas, Pablo saca consecuencias de unas verdades admitidas por todos: que la fe es una realidad personal y penetra toda la vida de un hombre. Precisamente porque penetrará en vidas muy diferentes, las consecuencias que uno saque de su propia fe resultarán incomprensibles para la fe de otro.

Pablo exhorta a los «fuertes» (los hombres de ideas claras entre los que se cuenta él mismo) a descubrir los valores positivos de la fe de los demás, colocándose en el punto de vista del Señor: precisamente porque el Señor está por encima de esas pequeñeces (¡quizá no caen en la cuenta de esto los que se ríen!), recoge con toda pureza la fe profunda que las inspira.

También exhorta a los fuertes a ceder en la práctica ante los débiles: porque la libertad que tienen (en este caso, de comer de todo) cesa cuando está en peligro la obra de Dios en los demás, cuando un don de Cristo comienza a destruir la obra de Cristo. A los débiles -o escrupulosos-, Pablo no les dice gran cosa, precisamente porque son débiles. Les aconseja no condenar a los demás, cosa que les resultará muy difícil. Y los llama «débiles», es decir, gente que debe madurar en su fe para sacar las consecuencias que han sacado los apóstoles.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 501 s.