PRIMERA LECTURA

En el diálogo con Dios, aprende el verdadero profeta cuál es su misión. Luego puede expresarla por la imagen del vigía, atento sobre las murallas al peligro que acecha a la ciudad. Ceñido a la escucha de la palabra infinita, cumple su cometido traduciendo y trasmitiendo la llamada de Dios. Su salvación está en ser fiel mensajero del Dios que busca salvar. Pero él no salva a sus destinatarios. Con el impulso de la llamada, cada uno debe tomar el camino de la vida por sí mismo.


Lectura del Profeta Ezequiel 33,7-9.

Esto dice el Señor:

A ti, hijo de Adán,
te he puesto de atalaya
en la casa de Israel;
cuando escuches palabra de mi boca,
les darás la alarma de mi parte.

Si yo digo al malvado:
«Malvado, eres reo de muerte»,
y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado,
para que cambie de conducta;
el malvado morirá por su culpa,
pero a ti te pedirá cuenta de su sangre.

Pero si tú pones en guardia al malvado,
para que cambie de conducta,
si no cambia de conducta,
él morirá por su culpa,
pero tú has salvado la vida.