COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 6, 61-70

 

1.

Comentario. 
La infinitud divina se encierra en los estrechos límites del cuerpo humano de Jesús y este cuerpo es alimento generador de vida sin término. En los dos domingos anteriores será la autoridad religiosa judía la que cuestionaba ambos hechos; hoy son los propios discípulos de Jesús quienes lo hacen. "Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?" Esta crítica no tiene necesariamente su origen en la mala voluntad humana, sino en la dificultad real de conciliar términos antitéticos (inmanente-trascendente; divino-humano). Esta conciliación es un verdadero escollo racional. "¿Esto os escandaliza?" (Mejor traducción que la litúrgica: "¿esto os hace vacilar?"). (Recuérdese lo escrito el domingo catorce a propósito del sentido etimológico de escándalo-escandalizar). El escollo se agranda a la hora de pensar en el retorno de Jesús a donde estaba antes. Esta misma problemática ya había aparecido en el diálogo con Nicodemo (cfr. Jn. 3, 11-13). La dificultad es real y su solución exclusivamente racional poco menos que imposible. Un claro reflejo de esto es el lenguaje del evangelista. Algo pasa, escribía el domingo pasado, que el lenguaje de Juan no acierta a expresar o que, si lo expresa, lo hace de manera contradictoria.

Compárense estas dos afirmaciones: "Mi carne es verdadera comida; la carne no sirve de nada". Con esta segunda afirmación el evangelista deja cumplida constancia de la validez y del peso de las críticas anteriores. La carne, es decir, la persona con toda su carga de ser efímero y perecedero, no puede, en efecto, ser generadora de vida sin término. Y, sin embargo, Juan sigue manteniendo la validez de la primera afirmación: "Mi carne es verdadera comida". ¿Por qué? Porque, para Juan, Jesús es simultáneamente espíritu. "El espíritu es quien da vida. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y son vida". Pero, una vez más, Juan insiste en la necesidad de la experiencia mística para poder descubrir, entender y aceptar esto: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Y no quisiera pecar de exagerado al afirmar que Juan da a esta experiencia el nombre de fe: "algunos de vosotros no creen".

Por primera y única vez en el cuarto Evangelio aparecen los doce. Lo hacen como grupo ya formado y cuya existencia se da por descontado. Juan los presente como los hombres de la experiencia mística: "¿A quién vamos a acudir? En tus palabras hay vida eterna. Nosotros creemos". Es Pedro quien habla por todos. Nos hallamos probablemente ante el equivalente de Mt. 16, 15-16. Dos formulaciones diferentes del mismo hecho: del descubrimiento del insondable misterio de Jesús, de su persona de carne y hueso. De ahí el carácter fundamental e insustituible de los doce. Pero ahora, querido lector, te invito a que leas Efesios 3, 14-19. Caerás en la cuenta de que a ese mismo descubrimiento, a esa insospechada y maravillosa experiencia mística estamos todos llamados.

ALBERTO BENITO
DABAR 1985, 43


 

2.

Texto. 
Comienza recogiendo la perplejidad producida por lo dicho por Jesús en los domingos anteriores. Enseñanza inaceptable: he aquí formulada la reacción de la razón, algo de lo que hasta ahora eran portavoces los judíos y de lo que ahora lo son los propios discípulos. De la perplejidad no queda, pues, exento nadie. Más aún, parece configurarse como reacción inevitable: "¿Y si vierais al hijo del hombre subir a donde estaba antes?" Imaginemos que este lugar fuera la cruz. ¿Acaso no sería inaceptable la pregunta? Pero, ¿y si la pregunta se estuviera refiriendo al amor como lugar de estancia de Jesús? Ahora bien, ¿no es acaso la cruz donde Jesús manifestaba su máximo amor? "El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos" (Jn 15, 13).

Efectivamente la pregunta objeto de perplejidad se refiere a la cruz como lugar de estancia anterior de Jesús. Nada de esto hace, sin embargo, sentido, si no se está en la onda de Dios. Estar en la onda de Dios puede ser una formulación inteligible de lo que el texto afirma en los vs. 63-65. No es posible entrar en detalle en el análisis de estos versículos, en los que, entre otras cosas, el término "carne" está empleado en contraposición a "espíritu" y, consiguientemente con un matiz distinto al que tenía el domingo pasado. Carne, en efecto, no designa aquí tanto lo sensible y perceptible del ser humano, cuanto su dimensión perecedera y corruptible; por contraposición, espíritu designa lo imperecedero, lo incorruptible. Así, por ejemplo, desde el diálogo con Nicodemo el lector sabe que "Dios es espíritu" (Jn. 4, 24).

Estar en la onda de Dios no es, sin embargo, algo impositivo. El texto de hoy reduce el número de discípulos a un mínimo e incluso éste, cuestionable y reducible. Pero es en este mínimo donde se da la interpretación de lo que Jesús es y significa.

Comentario. 
Este texto, con el que se cierran las reflexiones sobre el signo de la multiplicación de los panes y los peces, formula la única actitud capaz de entender ese signo. Se trata de una actitud a la que hay que calificar de espiritual, por cuanto que es capaz de descubrir el espíritu de Jesús, es decir, lo consistente e imperecedero que hay en él.

Este descubrimiento lleva a relativizar todo lo que hasta ese momento parecía ser fundamental. En lugar de todo ello emerge Jesús, su persona, su palabra, iluminándolo todo con una luz nueva. A la luz de Jesús hay cosas que dejan de tener interés y valor, otras que surgen y otras que cobran nuevo sentido. La sed de búsqueda de lo absoluto se sacia y lo relativo pierde la premura e importancia que a menudo se le da. De ninguna dificultad queda eximido el creyente, pero ninguna puede sobre él.

ALBERTO BENITO
DABAR 1991, 42


 

3. 

Texto. 
El comienzo remite al contenido de los tres domingos últimos calificándolo de inaceptable. En esta ocasión la crítica proviene del propio campo de los discípulos de Jesús.

En su respuesta comienza Jesús previendo un nuevo escándalo, a añadir al ya producido por sus palabras: "Si esto os escandaliza, ¿qué será cuando veáis al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?" (la traducción litúrgica ha evitado el verbo escandalizar). Si las afirmaciones de los domingos pasados escandalizaban, el ver al Hijo del Hombre volver a su lugar natural escandalizará todavía más.

En los vs. 63-65 aborda Jesús la cuestión de la raíz o causa de este escándalo. Como ya sucedía hace dos domingos, esa raíz la sitúa en un posicionamiento inadecuado: falta de sintonía con el Padre o, lo que es lo mismo, falta de fe. Al posicionamiento adecuado Jesús lo llama espíritu: al inadecuado, carne. Estos términos no expresan componentes de la persona, sino comportamientos o actitudes de la persona. Si ella está en sintonía con el Padre es espíritu; si no lo está es carne.

En el vs. 66 el autor da cuenta del abandono del seguimiento de Jesús por parte de muchos discípulos. Aunque la traducción litúrgica no lo refleja adecuadamente, este abandono está concebido como una vuelta a la observación de la Ley. En nombre del grupo, Pedro hace profesión de abandono de la ley y de adhesión a Jesús como fuente de bienestar, libertad y vida.

Comentario. Una palabra o un hecho son escandalosos en la medida en que rompen los esquemas, hábitos o comportamientos de los individuos o de los grupos. El grupo que hoy se escandaliza ya no es el de los maestros de Israel, sino el de los discípulos de Jesús. Se sienten más seguros siendo observantes que siendo creyentes. Prefieren el estado de vida orientado por la Ley al estilo de vida orientado por la fe, el estilo de vida carnal al estilo de vida espiritual. Es importante insistir en esta acepción de los términos carnal y espiritual, porque se trata de términos que suelen ser fuente de graves equívocos. En cuanto opuesta a espíritu, carne no tiene nada que ver con pasión o desenfreno. Más bien es al contrario: una persona carnal es alguien meticulosamente observante, debido a que ha hecho de la Ley el norte y guía de su comportamiento. A diferencia de la persona carnal, la persona espiritual es la que se entiende a sí misma desde una relación con el Dios manifestado por Jesús.

El texto habla de un segundo escándalo a propósito del lugar al que Jesús va a subir. Espontáneamente pensamos en el cielo. Pero entonces no se entiende como el cielo pueda ser presentado como motivo de escándalo. El enigma se despeja si, en vez de pensar en el cielo, pensamos en la cruz. ¡La cruz como morada del enviado de Dios! Esto sí que de verdad rompe nuestros esquemas de concebir a Dios y por ello mismo puede resultarnos escandaloso.

Pero ¿ha estado antes Jesús en la cruz? En el cuarto Evangelio la cruz es el lugar por excelencia donde se manifiesta el amor de Dios. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Jn 15,13). Si algo define a Dios en el cuarto Evangelio, eso es el amor. Este es el espacio natural de Dios, donde El siempre ha estado y estará siempre.

A. BENITO
DABAR 1988, 44


 

4.

La actividad de Jesús en Galilea entra en una situación crítica:

Después de rechazar Jesús la concepción mesiánica popular con todo su exacerbado nacionalismo, el entusiasmo de las multitudes se va enfriando y llega un momento en que, escandalizadas éstas por las palabras de Jesús, lo abandonan. La desilusión penetra incluso en el interior del círculo de los más adictos, en el grupo de los "discípulos" (más amplio que el de los "Doce", cfr. Lc 10,1). Pero Jesús, a pesar de este fracaso, anuncia ya la victoria de su resurrección y la gloria de su ascensión a los cielos.

Los que permanezcan hasta el fin tendrán un día experiencia de este misterio y conocerán la existencia gloriosa del Señor ascendido a los cielos. Entonces se acabarán todas las vacilaciones y serán confirmados en la fe. Comprenderán también que Jesús, por su ascensión a los cielos libre de todas las limitaciones naturales, poseerán para los creyentes un cuerpo espiritualizado; esto es, un cuerpo bajo la acción del Espíritu Santo y capaz de dar vida a cuantos lo reciban.

Ya ahora, las palabras de Jesús son espíritu y vida. El Espíritu de Dios da a las palabras de Jesús un sentido y una fuerza divina capaz de dar a cuantos las escuchan con fe. Pero no todos quieren escucharle, no todos creen en él. Estos no pueden entender nada y se escandalizan.

Muchos discípulos abandonan a Jesús, y aun entre los "Doce" que se quedan con él, hay un traidor. Sin embargo, Pedro responde a la pregunta de Jesús haciendo en nombre de sus compañeros una sincera profesión de fe. Ellos creen que Jesús tiene palabras de vida eterna y que es el Mesías o "Santo de Dios" por otra parte, como dice muy bien Pedro, la cuestión no es sólo seguir o dejar a Jesús, sino encontrar a otro que tenga como él palabras capaces de dar vida eterna.

EUCARISTÍA 1976, 48


5.

El discurso de Jesús es visto como "duro", difícil para la razón humana. Jesús se ha movido en el terreno sapiencial y sacramental. En el fondo se ha propuesto él mismo, y no sólo su mensaje, como lo único válido de todo lo que existe en este mundo: es el único que puede dar vida. Choca a sus contemporáneos el hecho de que un hombre se coloque como gozne de todo el universo. Es también la situación de nuestros contemporáneos: el Evangelio es un mensaje bonito y hasta interesante, quizás uno de los más interesantes, pero ¿¡el único proyecto de vida válido, entre todos los que nos ofrece el pluralismo social actual!?

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 1991, 12


 

6.

Las reacciones de la gente y de los apóstoles cierran este inciso joánico en el interior de la lectura continua de Marcos.

Este fragmento nos reporta la crisis final del ministerio de JC en Galilea, que la tradición sinóptica también recuerda, y el paso a una dedicación más plena al grupo de los doce fieles. En efecto, un buen número de gente que le seguía, ante el mensaje que Juan ha concentrado en el discurso que hemos leído en estos tres días, dejó de tener interés por JC y lo abandonó. Y el motivo no fue sólo, ciertamente, el malentendido sobre el comer la carne y el beber la sangre. El "modo de hablar inaceptable" es todo el proceso que JC les ha marcado: aceptar que lo que merece la pena no es el pan material que JC pueda dar (milagros, bienestar, fuerza política), sino algo más permanente, este pan capaz de dar vida eterna es JC mismo, aquel hombre normal que pretende haber bajado del cielo; aceptar, finalmente, que la participación de la vida de JC se hace realidad en una carne y una sangre que el hombre puede comer.

Muchos de los seguidores "vacilan" ante este mensaje, y como respuesta JC les anuncia una nueva vacilación (un nuevo escándalo), aún más definitivo: el de la cruz, donde el Hijo del hombre se manifestará glorificado no sólo como un hombre normal, ¡sino en la situación de un hombre fracasado! Por eso solamente quien quiera situarse más allá de "la carne" (=el modo de ver las cosas que el mundo tiene) y aceptar la guía del Espíritu es capaz de creer y colocarse en la órbita de la vida. Porque -repite JC- el hombre no puede, por sí mismo, aceptar a JC y caminar hacia él: es un don del Padre que el hombre acoge.

Así, muchos de los seguidores no quieren entrar en este juego y aceptar a JC como fuente de vida. Entonces JC se dirige a los doce y tiene lugar aquella escena que los sinópticos nos sitúan en Cesarea de Filipo. JC, con un tono que deja adivinar su amargura (en los sinópticos esta amargura no está tan destacada pero también está: allí, después de constatar que la gente no ha comprendido quien es, JC quiere comprobar si los discípulos lo entienden), quiere saber si aún queda alguien con ganas de emprender el camino que él ha venido a traer. Y Pedro responde, de un modo también más emotivo que en los sinópticos, expresando ante todo una viva adhesión personal y vital ("¿A quién vamos a acudir?"), aceptando después que las palabras (la revelación) de JC dan la vida eterna, y profesando finalmente la fe en su mesianidad.

JOSÉ LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1979, 16


 

7.

Muy característica del estilo joánico es la autocita del v. 65: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mi si el Padre no se lo concede" (cf. v. 44). Misterio de la gracia y la libertad: ir a Jesús, o sea creer en él, es fundamentalmente un don del Padre, pero al propio tiempo es un acto libre, y el que libremente no corresponde al don del Padre es personalmente responsable de su no correspondencia. Sin esta noción de libertad y responsabilidad personales no tendría ningún sentido el final del episodio, que contrapone la retirada de la mayoría de los discípulos a la fidelidad de Pedro y los doce. Ante las defecciones, Jesús acorrala a los que siguen a su lado, apela a su libertad y los exhorta a optar libremente, pero radical- mente (recordemos el tema de la opción que hemos subrayado en las dos lecturas anteriores).

La confesión de Pedro (v. 69) equivale sensiblemente a la confesión de Cesarea según Mt 16, 16 y, como ésta, expresa la fe pospascual, reflejada también en las palabras del v. 62: "¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes?". Se han escandalizado al decirles Jesús que ha bajado del cielo. Más van a escandalizarse luego los que oigan predicar a los apóstoles que el crucificado ha subido glorioso al cielo.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1979, 16


 

8. FE/ESCANDALO:

Los oyentes califican de "intolerable" el discurso de Jesús. Es un discurso que, sobre todo por la conexión que se establece entre el discurso del pan y el discurso de la eucaristía, plantea a los oyentes una grave exigencia, como exigencia de la fe en Jesús y también como exigencia de una concreción de esa fe en la participación en la mesa del Señor. Ello pone de manifiesto una vez más que la fe no es algo autónomo e independiente, sino más bien una decisión personal, que incluye la aceptación personal de Jesús por parte del hombre. Jesús no priva a los oyentes de su decisión. Así lo demuestra la pregunta: ""¿Esto constituye un tropiezo (o escándalo) para vosotros?" Jesús articula con ello el asentimiento del círculo de los oyentes, que comprende también a quienes hasta ahora han pertenecido al grupo de los discípulos de Jesús. También ellos, como antes los judíos, empiezan a murmurar, con lo que manifiestan su mala disposición para creer. El "tropiezo", o el escándalo como antes se prefería decir, no se puede evitar. "La posibilidad del escándalo es la encrucijada o significa lo mismo que hallarse en un cruce de caminos. Uno se inclina hacia el escándalo o hacia la fe; pero jamás se llega a la fe sino a través de la posibilidad del escándalo" (·Kierkegaard).

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN. 04/1A
HERDER BARCELONA 1983.Pág. 414


 

9.FE/ESCANDALO/EU:

El discurso de Jesús sobre el pan de vida y más aún las palabras eucarísticas de que es necesario comer su carne y beber su sangre decepcionan y escandalizan a la mayoría de los oyentes.

"Muchos discípulos de Jesús al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?".

Las palabras de Jesús plantean a los oyentes una grave exigencia. La fe no es algo autónomo e independiente sino más bien una decisión personal que incluye la aceptación de Jesús por parte del hombre.

Jesús no priva a los oyentes de su decisión personal. "Esto os hace vacilar?". También muchos discípulos, como antes los judíos, empiezan a murmurar, con lo que manifiestan su mala disposición para creer. El tropiezo o el escándalo no se puede evitar.

"La posibilidad del escándalo, dice Kirkegaard, es la encrucijada, o significa lo mismo que hallarse en un cruce de caminos. Uno se inclina hacia el escándalo o hacia la fe; pero jamás se llega a la fe sino a través de la posibilidad del escándalo".


 

10 ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna

Estamos ante el final del discurso sobre el pan de vida. El evangelista, después de habernos presentado a lo largo del discurso la fe en la palabra de Jesús y la participación sacramental en su cuerpo como el auténtico alimento para la vida humana, nos propone dos tipos distintos de reacción entre el auditorio: la incredulidad (v 60-66) y la fe de los doce (v 67-71), entre los cuales se halla un traidor.

El discurso de Jesús es juzgado como "duro", difícil para la razón humana. Jesús se ha movido en el terreno sapiencial y sacramental. En el fondo se ha propuesto a él mismo, y no sólo su mensaje, como lo único que es válido de todo lo que existe en este mundo. Sólo él puede dar la vida. Sorprende a sus contemporáneos el hecho de que un hombre se coloque como pivote del universo entero. Es la misma situación de nuestros contemporáneos: el Evangelio es un bello mensaje, incluso interesante, quizás uno de los más interesantes, pero ¡que pretensión ser el único proyecto de vida válido, de entre todos los que nos ofrece el pluralismo social actual!

Los vv. 68-69 constituyen la versión juánica de la confesión de Pedro de Mc 8,27-30 y paralelos. En los cuatro evangelios aparece Pedro como portavoz de la fe de la primera generación cristiana. La respuesta del apóstol recupera la expresión del mismo Jesús: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida", esto es, constituyen la única orientación que puede dar sentido pleno a una vida. Los discípulos aceptan la propuesta de Jesús, a pesar de las dificultades ambientales y a pesar de la paradoja del mismo mensaje. Su respuesta constituye una opción de fe en favor de Jesús.

"Nosotros creemos y sabemos" (cf. también 17,8 y Ju 4,16): la fe, entendida como adhesión personal a Cristo, conduce a un mayor conocimiento de su mensaje y de su persona. Pero también se da el moviomiento a la inversa: conocer a Jesús, reflexionar su mensaje, asimilar sus actitudes, conduce a una mayor madurez en la fe.

MISA DOMINICAL 2000, 11, 14