COMENTARIOS AL SALMO 33


1.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL 

* Salmo alfabético. Cada versículo comienza con una letra del alfabeto hebreo. ¿De quién habla este salmo? ¿Qué categoría es invitada a dar gracias? Los "pobres", los "Anawim". "Oiganlo y alégrense hombres humildes". Sí, los "desgraciados", los "humildes", los "corazones que sufren", son proclamados "dichosos", ¡en tanto que los ricos son tildados de "desprovistos"!

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

** "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos" comprendemos mejor, en salmos como éste, hasta qué punto Jesús estaba impregnado de la oración de su pueblo... Como María, de quien reconocemos aquí el "Magnificat". La acción de gracias, la alabanza, era el clima dominante del alma de Jesús. Una de sus oraciones es de igual tonalidad que este salmo: "Padre, te doy gracias porque revelaste estas cosas a los pobres y humildes y las ocultaste a los sabios y prudentes". (Lucas 10,21).

El evangelista San Juan cita explícitamente este salmo cuando al explicar que se atravesó el costado de Jesús en la cruz en lugar de romperle las piernas como se hizo con los otros crucificados dice: "esto sucedió para que se cumpliera la escritura que dice: no le romperán ni uno solo de sus huesos" (Salmo 33,21; Juan 19,36)

He aquí una paradoja ¡Jesús, el pobre por excelencia, nos invita a escuchar su "acción de gracias" porque el Padre "vela sobre El y guarda cada uno de sus huesos". Vemos una vez más, que la Biblia nos invita a hacer una lectura más profunda. La promesa de felicidad que llena este salmo no puede comprenderse en sentido literal, inmediato, materialista. Hay que pensar en Jesús al escuchar al salmista que dice, como la cosa más natural: "las pruebas llueven sobre el justo, pero cada vez el Señor lo libra y vigila sobre cada uno de sus huesos... Ni uno solo de ellos será roto". Tan sólo la resurrección dará final cumplimiento a esta promesa.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** "Un desgraciado gritó: Dios lo escucha". Una corriente de opinión cada vez más fuerte se abre paso en las sociedades modernas. Se pide una mayor igualdad social en favor de los más pobres. Mediante toda clase de leyes se trata de ayudar a las clases menos favorecidas. Esta corriente aunque no sea lo suficientemente eficaz, es un "signo de los tiempos". Quienes en esta época no quieren escuchar el "grito de los pobres" se colocan abiertamente fuera del plan de Dios. "Un pobre ha gritado, y ¡Dios lo escucha!" Por decir eso lo acusan a uno de "hacer política". Esto es ignorar totalmente la revelación religiosa de la Escritura. Quien no está con los pobres, contra las injusticias y las desigualdades, no puede llamarse realmente un hombre religioso. Ante esta toma de posición global, no hay alternativa posible. Caben opciones diferentes únicamente en los "medios concretos", para realizar este fin, en la selección de tal o cual política. Y tratándose de estas cuestiones sociales candentes no olvidemos que el verdadero y gran problema del siglo XX, no se sitúa solamente dentro de los sistemas occidentales, sino en todas las sociedades industrializadas (que han vencido el hambre), y los países del tercer mundo (¡que gritan de hambre!). Releyendo el salmo 33 en esta perspectiva, toma una fuerza extraordinaria de "oración en el corazón del mundo".

Invitación a la acción para "liberar", "salvar", "abolir el mal". ¿Cómo podríamos sin hipocresía decir: "óiganlo y alégrense hombres humildes" si al mismo tiempo no nos comprometemos de veras para que de alguna manera esto sea realidad?

Promesas de felicidad. Quien quiere ser feliz debe "huir del mal", "practicar el bien", "adorar a Dios", "buscar a Dios". ¡Ingenuidad! dirán ciertos espíritus fuertes. ¡Y si esto es verdad! ¡Si los únicos felices son aquellos de quienes habla el salmo! Hagamos la experiencia.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 88-91)


2.

EL "MAGNIFICAT" DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Presentación

El Salmo 33 es un canto de acción de gracias. Son muchos los beneficios que el salmista ha recibido del Señor y se ve en la necesidad de agradecérselos. En tantos momentos, especialmente en las pruebas de la vida, ha visto la mano bondadosa de Dios, su fidelidad, su solicitud, que ahora quiere expresar en un canto estupendo toda su gratitud al Dios providente de Israel.

Las pruebas que Dios permite no superan nunca las fuerzas del justo, de modo que las fuerzas del mal no parecen romper el equilibrio de la fidelidad.

El salmista tiene experiencia de esta protección y solicitud de Dios y por eso le agradece su bondad y al mismo tiempo comunica a los demás su vivencia, exhortándolos a la fidelidad y a la confianza, invitándoles incluso a que ellos mismos tengan esa experiencia de la providencia y de la cercanía de Dios.

Por esto este salmo tiene igualmente un cariz sapiencial y exhortativo. Como muchos salmos de tipo sapiencial, el salmo 33 tiene en su original hebreo forma acróstica o alfabética.

La estructura del salmo (dividido en dos partes en la Liturgia de las Horas) la podemos fijar así:

a) Introducción: el salmista se exhorta a sí mismo y a los demás a agradecer y bendecir al Señor: vv. 2-4.

b) Motivación: la bondad y la condescendencia de Dios: vv. 5-8.

c) Invitación a la confianza en Dios: vv. 9-21.

d) Conclusión: resumen de la enseñanza de todo el salmo.

Introducción

Alabanza y agradecimiento sinceros: el salmista alaba incesantemente, en todo tiempo, al Señor; su alabanza está siempre en sus labios. En Dios tiene puesta su gloria: su orgullo y su felicidad es Yahvé, su todo. Este inicio nos recuerda el comienzo del Magníficat de María: también la Virgen se sentía dichosa y feliz viendo las maravillas del Señor. Salmo: "Bendigo al Señor en todo momento... mi alma se gloría en el Señor..."

Magníficat: "Proclama mi alma la grandeza del Señor,
                 se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador..." 

El autor invita a los humildes a que le escuchen y se alegren, y también ellos se sumen a su alabanza: "Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre": él se siente insuficiente para aclamar y agradecer al Señor, y por esto recurre a sus fieles para que le acompañen en su alabanza.

La vida interior intensa, la experiencia de Dios se traslucen siempre, se irradian espontáneamente, se comunican. Es como la lámpara que arde e ilumina.

Motivación: bondad y condescendencia de Dios

El salmista invocó al Señor, y Dios se inclinó hacia él, le escuchó, y respondiéndole le libró de todas sus ansias, de todos sus males y angustias. "Yo consulté al Señor y me respondió". Su confianza en Yahvé se vio correspondida. Dios no desatiende jamás las súplicas de aquellos que le invocan. Por esto de nuevo el autor exhorta: "Contempladlo y quedaréis radiantes": mirar a Dios es mirar la luz y por tanto, reflejarla (como Moisés y Esteban). Quien camina en la luz se halla iluminado, irradia él mismo luz, luz de alegría, de confianza, de seguridad. La frente de los justos no tiene de qué avergonzarse, puede ir siempre alta.

"El ángel del Señor acampa en torno a los fieles": manera poética de expresar la protección divina y su providencia. Donde los otros caen, tropiezan o se encallan, el justo lo supera sin dificultad. Aquello que es insoportable e inexplicable para los demás, resulta ligero y suave para él: porque el ángel del Señor está con él, lo defiende y ayuda. Lo dirá también Jesús: "Mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11,30).

Invitación a la confianza en Dios

El conocido versículo: "Gustad y ved qué bueno es el Señor" es una enseñanza en que pretende el salmista que tengamos una experiencia de Dios se diría incluso física, material, de tan conocida, de tan probada. Dicen los entendidos que esta expresión hebrea derivaría de una más antigua de la literatura ugarítica que rezaría así: "Comed y bebed qué bueno es el Señor", el Dios de nuestra fe, que debería ser algo tan conocido, tan cercano, tan experimentado como el comer o el beber. Feliz mil veces el hombre que a este Dios se acoge, que tiene en él puesta su entera confianza, que acude siempre a él, cuyo primer pensamiento es Dios y su primera invocación, el nombre del Señor.

Nada falta a aquellos que le temen, los que le buscan no carecen de nada. Dios vela por ellos y se preocupa de su vida y de sus cosas (Mt 6,25-34). De nuevo el paralelo con el Magníficat.

Salmo: "nada les falta a los que le temen, 
           los ricos empobrecen y pasan hambre, 
           los que buscan al Señor no carecen de nada". 

Magníficat: "A los hambrientos los colma de bienes 
                 y a los ricos los despide vacíos". 

Sigue la exhortación: "Venid, hijos, escuchadme"; el salmista agradecido se hace ahora sapiencial: enseña a sus hijos, y les enseña el temor de Dios, el camino de la vida, el recto sendero para caminar con confianza en presencia del Señor.

LENGUA/GUARDARLA: En su enseñanza hace una pregunta, la más existencial para un hombre: "¿Hay alguien que ame la vida?" y él mismo la responde mostrando el camino: "Guarda tu lengua del mal, apártate del mal, obra el bien, busca la paz": instrucción sabia, fruto de la experiencia. El salmista sabe bien que la lengua es con frecuencia motivo de conflicto, de crítica, de falsedad, cosas que originan luego sinsabores o enemistades, odios y abismos entre las personas.

Luego da el otro gran principio: "apartarse del mal", resumen de toda buena conducta, evitar el mal, rehuir el pecado, mantenerse limpio de las faltas que más tarde pesan y oprimen, no cometer el mal, no sembrar tristeza, no fomentar intrigas o injusticias. Y, el aspecto positivo: "hacer el bien", caminar por un sendero de bondad como Cristo que "pasó por este mundo haciendo el bien" (Hch 10,38), donde se encuentra la paz y la alegría, la amistad y el buen nombre, la auténtica vida. Nos dice también el salmista: "busca la paz y corre tras ella": porque sin paz no se puede vivir; sin paz en el corazón, en la vida, el corazón sangra y se ve envuelto en sombras y en temores. La paz del corazón rige la auténtica vida. Por esto se nos exhorta a buscarla y a no cejar hasta encontrarla, esa paz que luego se comunica, se regala espontáneamente y por esto es tan preciosa.

"Los ojos de Dios están puestos en los justos", Dios se complace en ellos. Sus oídos están siempre atentos a las peticiones y a las súplicas de sus fieles. Cuando uno clama a Dios, lo escucha y lo atiende, le libra de sus angustias, porque el Señor está cerca de los atribulados, de los abatidos y perseguidos, y él les devuelve la vida y la esperanza. El salmista insiste en la confianza, en la idea de la pronta intervención de Dios. El justo está bajo las alas protectoras del Señor y nada le puede afectar.

Conclusión

La lección dada por el autor del salmo con su fina intuición del corazón y de la vida, la cierra ahora con un resumen de la misma.

La maldad conduce al malvado a la perdición. El mal sólo puede crear el mal, la violencia, la violencia, y no pueden tener otra recompensa que el mal. Otro sabio del Antiguo Testamento ha escrito: "El que cava una fosa caerá en ella, el que deshace una pared es mordido por el áspid" (Eccl 10,8).

Y para terminar, en un tono optimista, el autor engloba en el último versículo la actuación de Dios respecto al justo: Dios lo salva y lo redime liberándolo de todo peligro; quien se acoge a él no será jamás confundido: la fidelidad del Señor es eterna, su bondad sobre los justos no conoce el crepúsculo.

* * * *

Salmo sencillo, reiterativo, pero de una lección grande, siempre actual y necesaria. Composición poética fruto de una experiencia religiosa riquísima. La confianza en Dios, la fe perseverante y la confianza en el Dios de la salvación que nunca falta, y se obtiene de él más aún de lo que se le pide.

Si durante tres mil años este salmo ha ido dando su lección a los corazones de los fieles, tal vez en nuestro tiempo es cuando esta lección se hace más apremiante. El mundo moderno parece alejado de Dios, inmerso en la inquietud, en la angustia, en la inseguridad. La confianza parece ausente, y la paz como desterrada de un mundo lleno de convulsiones y de guerras.

Pues sobre este mundo resuena una palabra de esperanza, de confianza: es el salmo 33, magnífica lección que alimenta el corazón del hombre creyente, y estupendo preludio a la gran doctrina de Cristo, que nos enseñó el sermón de la montaña y la oración del padrenuestro.

J. M. VERNET
DOSSIERS-CPL, 22


3.

Oración con el salmo 33

GUSTAD Y VED

Dejo que las palabras resuenen en mis oídos: «Gustad y ved qué bueno es el Señor». Gustad y ved. Es la invitación más seria y más íntima que he recibido en mi vida: invitación a gustar y ver la bondad del Señor. Va más allá del estudio y el saber, más allá de razones y argumentos, más allá de libros doctos y escrituras santas. Es invitación personal y directa, concreta y urgente. Habla de contacto, presencia, experiencia. No dice «leed y reflexionad», o «escuchad y entended», o «meditad y contemplad», sino «gustad y ved». Abrid los ojos y alargad la mano, despertad vuestros sentidos y agudizad vuestros sentimientos, poned en juego el poder más íntimo del alma en reacción espontánea y profundidad total, el poder de sentir, de palpar, de «gustar» la bondad, la belleza y la verdad. Y que esa facultad se ejerza con amor y alegría en disfrutar radicalmente la definitiva bondad, belleza y verdad que es Dios mismo.

«Gustar» es palabra mística. Y desde ahora tengo derecho a usarla. Estoy llamado a gustar y ver. No hay ya timidez que me detenga ni falsa humildad que me haga dudar. Me siento agradecido y valiente, y quiero responder a la invitación de Dios con toda mi alma y alegría. Quiero abrirme al gozo íntimo de la presencia de Dios en mi alma. Quiero atesorar las entrevistas secretas de confianza y amor más allá de toda palabra y toda descripción. Quiero disfrutar sin medida la comunión del ser entre mi alma y su Creador. El sabe cómo hacer real su presencia y cómo acunar en su abrazo a las almas que él ha creado. A mí me toca sólo aceptar y entregarme con admiración agradecida y gozo callado, y disponerme así a recibir la caricia de Dios en mi alma.

Sé que para despertar a mis sentidos espirituales tengo que acallar el entendimiento. El mucho razonar ciega la intuición, y el discurrir humano cierra el camino a la sabiduría divina. He de aprender a quedarme callado, a ser humilde, a ser sencillo, a trascender por un rato todo lo que he estudiado en mi vida y aparecer ante Dios en la desnudez de mi ser y la humildad de mi ignorancia. Sólo entonces llenará él mi vacío con su plenitud y redimirá la nada de mi existencia con la totalidad de su ser. Para gustar la dulzura de la divinidad tengo que purificar mis sentidos y limpiarlos de toda experiencia pasada y todo prejuicio innato. El papel en blanco ante la nueva inspiración. El alma ante el Señor.

El objeto del sentido del gusto son los frutos de la tierra en el cuerpo, y los del Espíritu en el alma: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza. (Gal 5,22). Cosecha divina en corazones humanos. Esa es la cosecha que estamos invitados a recoger para gustar y asimilar sus frutos. La alegría brotará entonces en nuestras vidas al madurar las cosechas por los campos del amor; y las alabanzas del Señor resonarán de un extremo a otro de la tierra fecunda.

«Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza siempre está en mi boca. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989. pág. 67s.