COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 55. 1-3


1. PD/DESEO.

Contexto.-El tema de la eficacia de la palabra divina, "leit-motiv" de todo el segundo Isaías: cap. 40-55, ilumina la lectura litúrgica de hoy.

Todo el poema intenta levantar los ánimos de los desterrados con la esperanza de la inminente vuelta del destierro. Ante la pertinaz incredulidad de su gente, el poeta se ve obligado a recurrir a la palabra de Dios (cap. 55): el Señor siempre cumple sus promesas (40. 8), su palabra se realiza (55. 4), nunca vuelve vacía (45. 23).

Texto.-La imagen de los vv. 1-3 es sumamente sencilla. Un vendedor ambulante ofrece su mercancía, trigo, agua, vino y leche, a hombres hambrientos y sedientos (v. 1). Esos productos alimenticios no están reservados a ricos y poderosos sino a todo ser humano, ya que son absolutamente gratuitos; el único requisito exigido es tener ganas de comer y beber.

Y esta imagen tan sencilla está cargada de un profundo significado:

-El vendedor es el profeta que habla en nombre de Dios. El producto que ofrece es de tal calidad que no se le puede poner precio. Por eso es gratuito.

-Los hambrientos y sedientos son los exiliados, todos ellos privados del alimento primordial de la libertad. ¿Dónde encontrar ese alimento? Los exiliados andan un tanto despistados y tratan de comer y de beber algo que nunca puede calmar su hambre y su sed: "¿por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura?" (v. 2; cf. 41. 17; 48. 21; 49. 10...).

Resecos por la aridez del camino intentan buscar fuentes, pero no las encuentran... Sólo el Señor es el verdadero aljibe, sin agrietar, de aguas cristalinas (/Jr/02/13) que son capaces de empapar la tierra sedienta y hacerla germinar (55.10ss). Sólo Dios es el que puede derramar su agua sobre todo lo sediento y vivificarlo. Y el agua que da vida a lo reseco es símbolo del espíritu o aliento divino que reanima al pueblo deportado (cf. el paralelismo existente en 44. 3: "derramar agua sobre los sedientos"= "derramar mi aliento sobre tu estirpe").

El trigo evoca no un pan cualquiera sino el pan de la palabra divina: "...el hombre no vive sólo de pan sino de todo lo que sale de la boca de Dios" (Dt 8. 3; Mt 4. 4). Por haber despreciado tantas veces este pan de la palabra, Amós nos recriminará: "Mirad que llegan días... en que enviaré hambre al país: no hambre de pan, sino de oír la palabra del Señor" (8. 11).

-El vino y la leche, alimentos a los que se compara la palabra de Dios son enumerados con mucha frecuencia en la Biblia como bienes elementales y, a la vez, insuperables (Is 60. 16; 66. 11...; Ct 5. 1...).

-El profeta nos invita a participar en el banquete de esta palabra, fuente de vida, en acudir al Señor (cf. paralelismo entre "acudid por agua":v. 1 y "venid a mí": v. 3a). El bien que se ofrece es gratuito, la liberación del pueblo (52. 3). Si el ser humano se abre escuchando la palabra (v. 3A) obtendrá la vida (idea muy frecuente en todo el Dt, cf. además Ez 20. 11/21...).

-Reflexiones.-¿Por qué nos empeñamos en gastar dinero en lo que no alimenta? El bienestar, el nivel de vida, nuestra posición social... ¿puede calmar nuestra hambre y nuestra sed? Más bien, todo lo contrario: tedio, aburrimiento prematuro, refugio en el alcohol y droga, suicidios... ¿Seremos capaces de emplear bien nuestro salario?...

Los hombres estamos hambrientos y sedientos... y buscamos pan y agua. ¿Dónde están los vendedores ambulantes a los que podamos acudir? A algunos escuchamos pregonar su mercancía, por esos andurriales de Dios, entre los más hambrientos y más necesitados de la tierra, pero son voces muy, muy aisladas. El "buen" vendedor no puede mezclarse con esos desalmados..., porque está mal visto, porque... Preferimos montar nuestro tenderete entre "gente bien" que sepa agradecernos nuestra oferta, y que incluso nos la pague. ¿Puede ser ésta el agua que riega el páramo, el espíritu o viento divino que infunde consuelo y esperanza? ¿Pueden ser éstos los verdaderos vendedores de la palabra de Dios? Difícil es la respuesta. Lo único es que la humanidad continúa con hambre y sed de la palabra de Dios..., y los nuevos pregoneros de la palabra ni la ofrecen a los más hambrientos, ni la ofertan de forma gratuita.

Y esta oferta al banquete de la palabra nos evoca la invitación al banquete definitivo, instaurado por Jesús. Banquete gratuito, universal, sin distinción de personas, sin... Banquete que colma todas las ansiedades y preocupaciones humanas (Mt 22. 2ss; Ap 21. 6; 22. 17...).

(A. GIL MODREGO
DABAR 1990/40


2.

Dos preguntas que hace Isaías a sus contemporáneos y que nos gritaría a nosotros si viviera en nuestro momento: ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? Son dos preguntas espléndidas que nos tendríamos que hacer cada uno en la parte que nos corresponda y que se pueden dirigir, desde luego, a los grandes "triunfadores" de nuestro mundo, a aquéllos que lo tienen todo y que, sin embargo, es posible que estén aquejados de muchísimas hambres. Y no es ganas de estropear la fiesta, sino la constatación de un hecho demasiado repetido a nuestro alrededor, donde hombres y mujeres en plenitud de fuerzas, belleza y poder económico se nos muestran moviéndose frenéticamente de un sitio a otro absolutamente semejante, embarcadas en un movimiento que no conduce a ninguna parte y ocultando apenas un vacío que asustaría si se manifestase desprovisto del brillo de las lentejuelas con las que se cubre.

Es evidente que hay muchas clases de hambre entre los que no tienen hambre física. Quizá podríamos constatar el hambre de compañía, de una compañía auténtica que da la amistad o el amor, amor -no el mero deseo-, y que no lo proporciona la relación nacida de la frivolidad o del interés, que deja a los humanos palpando eso tan terrible que es la soledad; hay hambre de fidelidad, de poder confiar tranquila y sosegadamente en la persona que hemos elegido, confiar más allá del éxito o del fracaso; hay hambre -¿por qué no?- de Dios, de ese Dios que es capaz de despertar lo mejor que hay en el fondo del hombre y al que apenas le concedemos sitio en esta tecnológica sociedad del bienestar, en la que, al prescindir de Él, el hombre busca -chocantemente- a los adivinos y a los echadores de cartas. Son hambres diversas que tienen un solo origen perfectamente apuntado por la primera lectura de hoy: gastamos el dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura. El resultado no puede ser más lamentable: el hombre pierde su auténtica grandeza y se convierte en sujeto de la sociedad de consumo y no en señor de la misma, como es su obligación y su misión.

Quizá a los que tienen hambre física estas otras hambres les parecerán "de lujo". Y tendrán razón. Pero son también hambres terribles que están inutilizando a grandes zonas de la humanidad, inutilidad de la que no nos escapamos los cristianos, que tantos motivos tenemos para no tener hambre y para calmar la que pueden padecer otros hombres.

ANA MARÍA CORTES
DABAR 1987/40


3. H/INSATISFECHO

Este texto del profeta Isaías está cargado de verdad: escuchándolo, ¡cómo nosotros también le daremos la razón! Cuando el Señor nos ofrece lo mejor, sin pagar nada, nosotros vamos anhelosos de aquí para allá y tiramos y tiramos el dinero -y la vida- comprando un pan que no alimenta y unos manjares que no satisfacen. Todos buscamos disfrutar tanto de la vida... Y no nos damos cuenta, con todas las consecuencias, de que nuestro corazón es demasiado grande para que pueda saciarlo nada ni nadie, excepto aquel que nos ha creado. San Agustín lo dijo con frase memorable: "Nos creaste para Ti, Señor, y nuestro corazón estará siempre insatisfecho mientras no descanse en Ti".

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/15


4.

El texto de Isaías comprendido entre los capítulos 40 y 55, ambos inclusive, constituye una unidad, bien diferenciada por su estilo y contenido. Se le ha dado el nombre de "Libro de la consolación de Israel" y se supone con razón que fue escrito ya en los tiempos del destierro y estando próxima la repatriación decretada por Ciro. La presente lectura pertenece al epílogo de esta pieza literaria. En ella toma la palabra el mismo Yahvé, el Señor que sacó de Egipto a Israel y que ahora lo sacará de Babilonia en un segundo éxodo, e invita solemnemente a los desterrados para que reciban con gozo la salvación que se aproxima.

Hay agua para los sedientos, y vino, y leche; hay trigo para los hambrientos y para todos los pobres que no pueden comprarlo. Nadie tiene que pagar nada, todo corre a cuenta del Señor que invita.

Comida y bebida es el símbolo de la salvación esperada. Comida y bebida en abundancia es señal de una vida abundante y libre de cualquier necesidad o penuria. Claro que Israel esperaba también una prosperidad material sin precedentes cuando llegaran los tiempos de la salvación prometida. Pero estaba convencido de alcanzar la salvación si sentía ante todo el hambre y la sed de justicia y de la comunión con Dios. El A. T. sabía que el hombre no vive sólo de pan, sino de toda la palabra que sale de la boca de Dios (Dt 8,3; cf. Mt 4,4).

EUCARISTÍA 1993/36


5. BANQUETE/SIGNO:

A menudo encontramos en la Biblia la imagen del banquete para describir el amor de Dios: la salida de Egipto se celebra con un banquete, así como la alianza del Sinaí; también se utiliza el banquete para expresar la abundancia de los tiempos mesiánicos; el libro de los Proverbios habla del banquete que ofrece la Sabiduría.

Aquí, el profeta invita al banquete divino, como una llamada a participar de los bienes de la nueva alianza de Dios con su pueblo, que pronto podrá volver del exilio. En esta llamada resuena la teología de los "pobres de Yahvé" (cf.Is 51, 21). Los sedientos, los pobres, podrán saciarse de balde.

El hambre y la sed materiales son imagen, real por otro lado, del hambre y la sed de Dios.

Por eso, el profeta exhorta a escuchar (tema típicamente deuteronómico) la palabra de Dios, que puede llenar totalmente la vida, porque es portadora de vida. La referencia a David es única en el Segundo Isaías, que no ve la nueva alianza como una restauración de la monarquía. Para él, la nueva alianza consiste en volver a escuchar con atención la palabra del Señor y hacer caso de ella.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993/10


6.

Cuando escribe el Deutero-Isaías, el fin del destierro ya es un hecho palpable; pero la instalación en la tierra de Israel es todavía muy precaria. Con todo, el profeta levanta la mirada hacia el horizonte y contempla una Jerusalén llena de la gloria mesiánica. Es precisamente al final de los cantos que celebran la Jerusalén futura, donde hallamos esta invitación a la alegría del banquete de los tiempos mesiánicos que es la lectura de hoy.

- "Oíd, sedientos todos, acudid por agua...": Los invitados son todos, pero les falta una condición: deben tener sed de Dios. La invitación se dirige a los que se sienten pobres, a los que no buscan la salvación en los bienes materiales. Los tiempos mesiánicos de la salvación son presentados mediante imágenes del primer Éxodo: el agua que brota en el desierto, la tierra prometida que mana leche, el banquete pascual que inauguró la liberación de Egipto, el que selló la alianza en el monte Sinaí..., y el vino, signo de la abundancia del tiempo mesiánico en la predicación profética. Notemos que encontraremos el uso de estos temas en el NT.

-"Inclinad el oido, venid a mi: escuchadme y viviréis": El primer anuncio de la Jerusalén mesiánica termina con una invitación que recuerda el tono de la predicación del Deuteronomio. Israel debe escuchar a Dios, pues encontrará en su palabra la fuente de vida, los beneficios de la Alianza. Aquí el profeta toma como punto de referencia la alianza hecha con David. ¿Por qué? El hecho de que, precisamente, después del destierro no haya una continuidad dinástica de la monarquía davídica, y la expresión "sellaré con vosotros alianza perpetua", hacen pensar en una visión de la Alianza como don unilateral y gratuito de la salvación de parte de Dios.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1987/15