COMENTARIOS AL EVANGELIO

Jn 6, 1-15

Paralelos:
Mt 14, 13-21  Mc 6, 32-44  Lc 9, 10-17

1. 

En el v. 1-4 tenemos la presentación de las circunstancias. La gran multitud que suele seguir a Jesús es un elemento del cuarto evangelio; la fe de esta multitud está basada en la constatación de signos. La precisión de la Pascua es solo de Jn. Al cuarto evangelio le gusta poner los momentos mayores del ministerio de Jesús en relación con las fiestas judías. Aquí parece que el autor quiere poner de relieve la significación pascual y eucarística del milagro de los panes y del discurso siguiente de revelación. La Pascua antigua. la antigua multiplicación (cf. 1a. lectura) será reemplazada por la inmolación de Cristo y por la celebración de la eucaristía.

Ya hemos insinuado (cf 1a. lectura) las estrechas relaciones de esta pasaje con 2 Re 4, 42-44. Allí el alimento es llevado a Eliseo por un hombre de Baal-Salisá, aquí el alimento es llevado a Jesús por un niño (por los discípulos en los sinópticos). Allí llevan veinte panes de cebada más un "extra" (grano fresco), aquí se llevan cinco panes (de cebada en Jn) más un "extra, dos peces.

Allí Eliseo ordena a su servidor el dar a comer a la gente, aquí Jesús mismo da de comer, pero es una acomodación de la cena (en los sinópticos dan los discípulos). Allí la pequeña cantidad de alimento y el gran número de comensales conduce a una objeción del servidor, aquí la pequeña cantidad de alimento para tan gran número de comensales conduce a la objeción de los discípulos (en Jn dos discípulos, primero Felipe, luego Andrés). Allí Eliseo ignora la objeción y da la orden de que los comensales se sienten. Allí Eliseo pronuncia un oráculo de Yavhé, aquí Jesús levanta los ojos al cielo. Allí la gente come y queda un resto, aquí la gente come, se harta y se recogen cuidadosamente los restos. Allí no hay descripción del milagro propiamente dicho, aquí tampoco hay descripción del milagro. Allí la gente no reacciona delante del milagro, en los sinópticos la gente no reacciona, sí en Jn (6, 14). Sin sacar conclusiones precipitadas que es técnica común dentro de la literatura bíblica y judía el construir ciertos pasajes empleando otros ya escritos como "material literario" imprimiéndoles un nuevo sesgo o dándoles una idea nueva adquirida. Tal vez puede ser éste un caso.

Esta indicación propia de Jn tal vez quiera hacer de los panes de cebada, pan inferior (era el pan de la gente pobre), como un antitipo de la eucaristía: la multiplicación de estos panes es un signo material, mientras que el pan de vida es un alimento fundamental, espiritual (recordar la misma técnica en 4, 35). En el fondo lo que se da es la misma persona de Jesús.

En este verso 15 vemos la manifestación de la fe "al ver el signo": los galileos creen en Jesús por el milagro que se acaba de realizar; no lo perciben como "signo", como vehículo de revelación. La mala intelección de un mesianismo temporal, la ausencia de fondo de fe a una determinada concepción religiosa obstaculizaron el servicio de fe que pretendía el signo vital que es la persona de Jesús. Cuando las expresiones de fe se sobreponen a la fe misma, se corre el riesgo de ahogar toda posibilidad de encuentro con Dios.

EUCARISTÍA 1985, 35


 

2.

La lectura del evangelio de Marcos (precisamente cuando se llega a la multiplicación de los panes) queda interrumpida durante cinco domingos por la del capítulo sexto del evangelio de Juan sobre el pan de vida.

-"Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos": Como antes de la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús sube a la montaña y se sienta en actitud de enseñar. Se acerca la Pascua y la gente se aglomera alrededor de Jesús, que plantea una pregunta que se parece a la de Moisés para con Yahvé ante el pueblo hambriento en el desierto (Nm 11, 13). El evangelista, inmediatamente, nos aclara que en boca de Jesús la pregunta tiene sólo un valor pedagógico.

-"Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces": Un muchacho con la comida de los pobres, el pan de cebada más asequible y unos peces secos.

-"Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió...": La acción de gracias se refiere a la bendición judía, pero la expresión de repartir los panes él mismo, recuerda la última cena de la narración sinóptica. No es extraño: la narración de la multiplicación de los panes en todos los evangelios, al relacionarse estrechamente con el alimento que recibe la nueva comunidad (la Eucaristía) recibió el influjo de su lenguaje. Las referencias mutuas entre multiplicación de los panes y Eucaristía están patentes en el arte cristiano de los primeros siglos.

-"Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada": Eco de la recogida del maná y también de los sobras del pan eucarístico. También se ha visto simbolizada en la recogida, la reunión de la Iglesia y, en las doce canastas, la obra de cada apóstol.

-"Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo": Una primera relación que se establece entre Jesús que da aquel alimento del pan es con Moisés, por cuya intercesión el pueblo recibió el maná. Pero también es posible la relación con el profeta Eliseo por el episodio de la multiplicación de los panes leído en la primera lectura. Seguramente que en las expectativas populares las figuras mesiánicas se mezclaban, por eso no es extraño que, a continuación, se hable de que querían "proclamarlo rey". Aquí hay una identificación entre el profeta parecido a Moisés y el Mesías rey. Jesús es visto por la gente de Galilea como aquel que viene a dar cumplimiento a las expectativas de salvación prometidas en el AT y, muy a menudo, representadas por medio de un banquete abundante.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1988, 16


 

3. 

Texto. El domingo pasado Marcos nos ofrecía la imagen de Jesús como pastor solicito, en previsión y preparación del siguiente relato de la multiplicación de los panes y los peces. Pero el relato que hoy leemos no está tomado de Marcos, por lo que no nos sirve de nada el marco del domingo pasado. Deberemos, pues, leer el relato dentro de las coordenadas trazadas por Juan.

Estas coordenadas nos hablan de la cercanía de la Pascua. Desde Jn. 2, 13-16 sabemos que Jesús ha adquirido la categoría de Templo. De ahí que el autor nos presente ahora a la gente acudiendo a celebrar la Pascua no en el templo de Jerusalén, sino allí donde está Jesús, quien representa para la gente un nuevo espacio religioso, amplio y abierto, donde nadie se pierde.

Pero aún hay más: desde Jn. 1, 29-36 sabemos también que Jesús es el Cordero de Pascua. Observando con atención el texto descubriremos en él un detalle significativo que no se encuentra en el paralelo de Marcos o de los otros sinópticos: Jesús mismo es quien distribuye el alimento, significándose con ello como alimento pascual.

La lectura pascual del relato abre éste a otra posible lectura de liberación, la representada por el nacionalismo judío. También de ella se hace eco el texto al final, aunque para rechazarla. Esta lectura, en efecto, llamaba la liberación a sólo los judíos, cuyo símbolo es el templo de Jerusalén, donde hay segregación y discriminación.

Comentario. Deformaríamos el sentido del texto, que ve en Jesús el nuevo templo y el alimento liberador, si entendiéramos la liberación de Jesús como algo interior frente a la exterior, representada por el nacionalismo judío, que el texto rechaza. También la de Jesús es exterior, sólo que no es reductora o limitada a unos (los vencedores, los primeros, los buenos) con exclusión o subordinación de otros (los vencidos, los advenedizos, los malos). Todo el texto rezuma lozanía (hierba) y amplitud (aire libre). La extrañeza que sin duda nos causa la exclusiva mención de hombres desaparece apenas caemos en la cuenta que el autor está describiendo una verdadera liturgia pascual, en la que eran los hombres quienes recogían en el templo el cordero sacrificado.

Todo el texto está presidido por la grandiosa figura del Cordero de Dios, dueño y señor de los acontecimientos, consciente de ser el alimento que Dios ofrece a su pueblo, el cual no es reducible en absoluto a unos pocos privilegiados.

A. BENITO
DABAR 1991, 38


 

4.

Texto. A partir de hoy y durante varios domingos habremos de olvidarnos del evangelio de Marcos y centrarnos en el de Juan. El lugar del que parte Jesús es Jerusalén, en donde ha estado con ocasión de una fiesta judía (Jn. 5, 1). Con anterioridad había estado también allí con ocasión de la Pascua (Jn. 2, 13). La gente le sigue "porque habían visto los signos que hacía con los enfermos". Signo es cualquier cosa, acción o suceso que evoca otra o la representa. Para Juan lo relevante del milagro no está en la acción milagrosa, sino en lo evocado a través de ella. El relato se enmarca en el monte, a ojos vista de la Pascua. El monte con artículo es uno concreto, pero ni el texto ni el contexto lo determinan. A diferencia de Jn. 2, 13, en esta ocasión Jesús no va a Jerusalén para la pascua. Todo lo anterior, vs. 1-4, es ambientación, preparación del relato propiamente dicho. Este arranca de la constatación que hace Jesús de que el gentío está acudiendo a él. Es la misma expresión empleada en Jn 3, 26 por los discípulos del Bautista refiriéndose a Jesús (todos acuden a él) por el narrador en Jn. 4, 30 a propósito de los habitantes de Sicar (acudían a él). La constatación motiva el diálogo con Felipe primero y la intervención de Andrés después. De ambos ha hablado ya Juan en el cap. 1 y ambos han usado las mismas palabras palabras refiriéndose a Jesús: "Hemos encontrado" (Jn 1, 41-45). Lo sorprendente en el diálogo es la interrupción-aclaración del autor: "Jesús lo decía para ponerlo a prueba, pues bien sabía él lo que iba a hacer". Constatemos de momento esta aclaración del narrador. Luego Jesús manda acomodar al gentío, da gracias a Dios por la comida que van a hacer y, finalizada esta, manda recoger lo sobrante para que nada se pierda. Es la misma expresión empleada por Jesús en Jn. 3, 16 (para que ninguno de los que creen en el Hijo de Dios se pierda), por Caifás en Jn. 11, 50 (conviene que muera uno sólo por el pueblo y no que toda la nación se pierda) y por Jesús en Jn. 17, 12 (ninguno se perdió).

El gentío interpreta el signo realizado por Jesús a la luz de las palabras de Moisés en Dt. 18, 15: "Un profeta de los tuyos, de tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios; a él escucharéis". La interpretación determina la vuelta de Jesús al monte, esta vez en solitario. ¿Rechaza o acepta Jesús la interpretación? En Jn. 1, 49-50 la ha aceptado calificándola de acto de fe. En el texto de hoy creo que el autor deja deliberadamente la cuestión en suspenso.

Comentario. Ante cualquier texto de Juan hay que contar siempre con que está escrito a dos niveles y con que su sentido depende en gran medida de las relaciones con otros textos dentro del conjunto.

Hacia atrás, el texto de hoy marca una ruptura. La Pascua ya no tiene lugar en Jerusalén, sino allí donde está Jesús. El símbolo es el monte, lo mismo que los judíos tienen su monte y los samaritanos el suyo (lee Jn. 4, 21). Yendo hacia adelante descubriremos que el monte de la Pascua cristiana es la cruz. De ahí su concreción (el monte) a la vez que su indeterminación a estas alturas de la obra. Lo mismo que estaba indeterminado el lugar donde moraba Jesús en Jn. 1, 35-39. Eran sobre las cuatro de la tarde, concluía entonces el autor. La hora precisamente de la matanza de los corderos pascuales. Será en esa hora cuando Jesús es proclamado rey. Por eso deja hoy Juan en suspenso la proclamación de Jesús como rey.

Uno de los discípulos que habían ido a ver dónde moraba Jesús era Andrés, quien después de informar a su hermano Pedro informó a Felipe. Andrés y Felipe son los introductores de los que se sirve Juan para ir conduciéndonos hasta Jesús, hasta lo que él sabe que va a hacer y que a ellos les costó bastante comprender. De nuevo tiene el autor puesta su mirada en la cruz del cordero Jesús. Cuando Juan escribe la sorprendente aclaración del v. 6 lo hace pensando en la cruz, desde donde Jesús es alimento. En la concepción del autor, el relato de hoy es sencillamente un anticipo de la cruz, y lo que Jesús sabe que va a hacer no es el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, sino el milagro de ser alimento desde la cruz. Sucede a menudo en el cuarto evangelio que las frases sólo adquieren sentido más allá de la situación en la que se encuentran. La famosa ironía de Juan. Esto es también lo que le ocurre a la frase "para que nada se pierda". Esta frase expresa la razón de ser de Jesús: que nada se pierda, que todos estén alimentados y tengan vida. La Ley era alimento de pocos; Jesús lo es de todos, judíos y gentiles, piadosos y no piadosos. Por eso acuden a él alejándose de los montes donde la religión se ha institucionalizado oprimiendo y haciendo seres inválidos (Jn. 5, 3). Pero con Jesús "ha llegado la hora en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre con espíritu y verdad" (Jn. 4, 23). Donde está Jesús crece la hierba y el espíritu se esponja.

A. BENITO
DABAR 1988, 40


 

5.

Juan complementa muchas veces sus relatos con una explicación doctrinal. Así, en el capítulo 6 de su Evangelio, el relato abarca los vv. 1-25, y la explicación los vv. 26-66. Basta comparar la versión de Juan de la multiplicación de los panes con las de los sinópticos para descubrir sus temas esenciales. Los tres primeros evangelistas colocan la multiplicación al término de un día de predicación; San Juan, por el contrario, le asigna todo el espacio y da a entender que la multitud acude para comer. Sea lo que fuere, Jesús se presenta entonces como quien da de comer (v. 5), mientras que en los sinópticos distribuye el pan a falta de otra solución (Mt 15, 32-33).

a) Primer tema, el maná, y de una manera más general, la experiencia del desierto. El diálogo entre Cristo y Felipe recuerda la conversación que tuvo lugar entre Moisés y Yahvé antes que este último multiplicara hasta la saciedad el alimento reclamado por el pueblo (Núm 11, 21-23). Juan es igualmente el único que destaca el entusiasmo de la multitud después de la comida (v. 15) y el descubrimiento que hace en Jesús del "Profeta" anunciado para los últimos tiempos como un nuevo Moisés (Dt 18, 15-18).

La recogida de los restos (v. 13), al contrario que en la versión sinóptica, contrapone el maná corruptible (Ex 16, 16-21) con el pan de Jesús imperecedero (Jn 6, 27, 31) y signo de eternidad.

Ya en el Antiguo Testamento (Dt 8, 2-3; Sab 16, 28), el maná no era considerado como un simple elemento corporal, sino como el signo de la Palabra viva de Dios y como una llamada a la fe. Lo mismo sucede con el maná nuevo presentado por Jesús: el discurso que sigue lo demostrará (Jn 6, 30-33).

b) Segundo tema del relato, el banquete escatológico. La pregunta formulada por Jesús en el v. 5 hace pensar en la comida de los pobres (Is 55, 1-3; 65, 13), puesto que el pan bendecido por Jesús era un pan de cebada, alimento habitual de los pobres (un detalle que solo recoge San Juan). Este elemento escatológico prepara las nociones de pan de vida y de pan de inmortalidad (Jn 6, 27-50) desarrolladas en el discurso que viene a continuación.

Jesús anuncia así el cumplimiento del designio de Dios de comunicar su vida a los pobres.

c) En este relato, es Jesús quien dirige el diálogo (vv. 5-10) y reparte los panes (v. 11). De esta forma quiere Juan llamar la atención sobre la persona misma de Jesús. Pero cuando esa persona está expuesta a ser mal comprendida, Juan se apresura a devolver a Jesús a su misterio (v. 15).

El discurso que sigue adopta también esa perspectiva multiplicando las afirmaciones "Yo soy", de Jesús (Jn 6, 35, 48-50, 51). El banquete servido por el Mesías va, pues, destinado a iniciar a los discípulos en la inteligencia del misterio de la personalidad de Cristo.

d) Las características exodíaca, escatológica y personal de la multiplicación de los panes encuentran su síntesis en la perspectiva eucarística de ese banquete. La alusión a la proximidad de la fiesta de Pascua es una primera señal de ello (v. 4). Además, la fórmula de bendición de los panes es la que los sinópticos traen a propósito de la Cena (v. 11; cf. Lc 22, 19). Mediante esas alusiones eucarísticas, Juan prepara la explicación clara de los vv. 53-56.

¿La Iglesia de hoy sigue multiplicando los panes para quienes tienen hambre? Más concretamente, ¿frente al problema del hambre en el mundo, su misión es algo más que recordar continuamente a sus miembros sus obligaciones individuales y colectivas? Jesús sació a hombres que tenían hambre y reveló su misterio a partir de una realidad terrestre. El pan que repartió no era solo sobrenatural: no es posible revelar el pan de la vida eterna sin comprometerse realmente en las tareas de solidaridad humana. El amor a los pobres, lo mismo que a los enemigos, es el test por excelencia de la calidad de la caridad. Reconocer a los pobres el derecho a recibir el pan de vida es comprometerse hasta el final con las exigencias del amor y materializar en una nueva multiplicación de los panes a escala del planeta el gesto alimenticio iniciado por Cristo.

La Eucaristía distribuye el pan de vida en abundancia como revelación de la persona de Cristo, signo escatológico y sacramento de la Pascua. Pero no puede darse una verdadera recepción de ese pan de vida sino mediante una disponibilidad absoluta que hace de cada participante un hermano de los más pobres entre los hombres.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969. Pág. 61)


 

6. J/MOISES.

"Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades)". Hay un éxodo, un paso a través del mar hacia una tierra donde abunda el amor y la generosidad de Dios. Jesús es este nuevo Moisés, que hace a su pueblo capaz de andar y de seguirle en esa travesía.

"Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos". Este acontecimiento se realiza cuando se acerca la Pascua, la fiesta que conmemoraba el antiguo éxodo. Aquél es figura de éste. "Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos". Con motivo de la Alianza, Moisés subió al monte dos veces: la primera, acompañado por los notables (Ex 24. 1-2/9/12); la segunda, después de la idolatría del becerro de oro, subió solo (Ex 34. 3). También en este episodio subirá Jesús dos veces al monte: una, al principio, donde aparece acompañado de sus discípulos; la segunda, después del intento de proclamarlo rey, él solo.

El "monte" representa el lugar donde reside la gloria de Dios. Jesús subió al monte. Está en su lugar propio, la esfera divina. Y se sentó allí. Es su actitud permanente. Él es para los hombres el lugar donde la gloria de Dios reside y se manifiesta. "Jesús entonces levantó los ojos y al ver que acudía mucha gente...". Jesús, al otro lado del mar, representa una alternativa, que el evangelista hace presente ahora a los hombres de todo lugar y tiempo que se acercan a Jesús. "...dice a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman estos? (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer)".

La escena tiene detalles que recuerdan los del Éxodo. Como allí en el desierto, se plantea el problema de la subsistencia, que había sido una tentación para los israelitas, haciéndoles desear la esclavitud de Egipto. La época de Israel en el desierto fue un tiempo en que hubo de demostrar su fidelidad a Dios: el pueblo pone a prueba a Dios, pero, con más frecuencia es Dios quien pone a prueba al pueblo.

En esta situación de éxodo, Jesús pone a prueba a Felipe, el discípulo a quien él mismo ha invitado a seguirlo, y por eso, en cierto modo, prototipo de todos los que él llama. Jesús enfrenta a Felipe y con él, a la comunidad, con la realidad que tiene delante: personas que quieren seguir a Jesús, que quieren verse libres de su pasado... y que no pueden bastarse por sí mismas.

Jesús para poner a prueba a Felipe, a la comunidad, aborda directamente la cuestión del dinero como medio para satisfacer esa necesidad. Es interesante la pregunta de Jesús porque es la pregunta que la comunidad se hace a sí misma: ¿con qué "compraremos" panes para que coman "estos"? No es un diálogo entre Jesús y la comunidad. Es la misma comunidad, en cuyo interior se percibe la presencia de Jesús, la que se pregunta cómo va a solucionar los problemas del mundo.

"Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo". El denario, el jornal de un obrero. Doscientos denarios, más de medio año de trabajo, para que a cada uno le toque un pedazo. Ateniéndose a los principios de este mundo, resulta imposible a los discípulos satisfacer la necesidad de la gente. Felipe, que no ve más horizonte, confiesa su impotencia. Para Felipe, el éxodo fracasa. "Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" El lugar donde está el muchacho es donde están los discípulos. Representa, por tanto, al grupo de discípulos que está con Jesús, en su condición de debilidad y su pobreza de medios. Andrés habla de los panes y peces como de algo de lo que puede disponer pero que cree insuficiente.

Por su edad y por su condición, el muchacho, es un débil, física y socialmente. Lo más desproporcionado que pueda encontrarse como solución a la magnitud del problema. El muchacho significa también a la comunidad en cuanto servidora de la multitud: el muchacho de la tienda, la muchacha de servicio. La comunidad se presenta ante el mundo como un grupo socialmente humilde, sin pretensión alguna de poder ni dominio, dedicado al servicio de los hombres. 5+2=7:La totalidad. El alimento es poco, pero es todo lo que tienen.

"... dijo la acción de gracias". Dar gracias a Dios significa reconocer que algo que se posee es don recibido de él y, como tal, muestra de su amor, y alabarlo por ello. En este caso se le dan gracias por la existencia de los panes, producto de su obra creadora, ayudada por el trabajo del hombre. Al reconocer su origen en Dios, como don suyo, se desprenden de su poseedor humano, el niño-grupo de discípulos, para hacerse propiedad de todos, como la creación misma. La señal que da Jesús, o el prodigio que realiza, consiste precisamente en liberar la creación del acaparamiento egoísta que la esteriliza, para que se convierta en don de Dios para todos.

Según Andrés, no se podía repartir porque no bastaba lo que se poseía; cuando ya no se posee, por haberlo hecho de todos por la acción de gracias, se demuestra que había más que suficiente.

Jesús mismo distribuye el pan y el pescado. Al restituir a Dios, con su acción de gracias, los bienes de la comunidad, Jesús restaura su verdadero destino, que es la humanidad entera. Con su acción, Jesús enseña a sus discípulos cuál es la misión de la comunidad: la de manifestar la generosidad del Padre, compartiendo los dones que de él se han recibido. Se convierte este signo en una celebración de la generosidad de Dios a través de su Hijo que, en la comunidad, multiplica lo que ésta posee al ponerlo a disposición de los hombres. Aparece así el sentido profundo de la Eucaristía que, de expresión de amor entre los miembros de la comunidad, pasa a ser signo del amor de Dios al mundo, continuación del don de su propio Hijo.

"La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo". Hay quienes piensan en hacerlo rey. Un propósito que está en abierta contradicción con la actitud que él ha adoptado antes, poniéndose a servir a los comensales. La fuente de abundancia que Jesús ha abierto, es el amor de Dios, capaz de multiplicar lo que parece desproporcionado al objetivo. Pero ellos pretenden cambiar su programa mesiánico, hacerlo rey, conferirle el poder que él rechaza.

Ante esta perspectiva, Jesús huye; se aleja de aquellos que pretenden deformar su mesianismo. Se retira solo, como Moisés subió solo al monte después de la traición del pueblo. El monte representa la esfera divina, la gloria y amor de Dios. El paralelo con Moisés muestra la gravedad de lo sucedido. Al intentar hacer de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría cometida por los israelitas en el desierto. Allí quisieron adorar a Dios, pero bajo la imagen que ellos mismos se habían hecho de él. Ahora éstos están dispuestos a reconocer a Jesús, pero según la idea que ellos mismos se han forjado.

Esta idea del Mesías era común en la esperanza del pueblo y esta idea causará el rechazo de Jesús por parte del pueblo y la actitud de Pedro en el huerto, que lo llevará a negar a Jesús. La subida de Jesús al monte está en relación con la cruz. Es allí y de esa manera como Jesús será rey. Entonces, sus discípulos lo dejarán solo. La soledad humana de Jesús es el abandono de los discípulos.


 

7.

Pan... la cosa más corriente, nuestro alimento común. Pan... por lo que los hombres trabajan... El pan es toda la vida de los hombres. Para encontrarse con el hombre en el corazón de su vida. Jesús eligió el pan. Se hizo pan. Sí, una misteriosa complicidad se ha establecido entre Dios y el pan. Dios entra en la vida de los hombres bajo el signo del pan, en Belén -"la casa del pan"-; Dios permanece para siempre en la vida de los hombres desde que, en el atardecer de su vida, Jesús toma el pan al abandonar este mundo.

Una misteriosa complicidad une a Dios y al pan, pues Dios quiere ser de la misma pasta que nosotros. "¿Dónde compraremos panes para que coman éstos?". Los hombres se encuentran en pleno desierto. Después de haber probado todos los alimentos, después de haber comido en todos los pesebres, están desarmados: "Danos nuestro pan de cada día". Dios tomó el pan, la vida común de los hombres, la cosa más sencilla. Para ser de la misma pasta que nosotros, se hace carne de nuestra carne, nuestro pan de todos los días. "Estaba próxima la Pascua"... Jesús sabe que para multiplicar el pan tendrá que pagar un precio. Para Dios, el signo del pan es inseparable del signo de la cruz. El Jueves Santo Jesús celebrará de antemano lo que llevará a término en su pasión. No hay más que pan partido, roto, entregado. "Jesús les hizo sentar"; mañana será él quien se tienda sobre el madero de la cruz. El pan se hace para ser comido. "Esto es mi carne para la vida del mundo".

Para Dios, el pan tiene desde entonces un precio inestimable: para hacerse pan ha entregado a su Hijo. Dios ha pagado tal precio que ya no podrá olvidar el gusto del pan. "Cinco panes y dos peces... pero ¿qué es eso para tantos?". ¿Qué es una Palabra de salvación frente a todos los interrogantes de los hombres? ¿Qué es la vida y la muerte de un hombre frente a la vida y la muerte de miles de millones de hombres? "Danos el pan de cada día...". Pero ¿en qué puede modificar el hambre de los hombres la existencia de Jesús de Nazaret? Sólo hay pan compartido. Si el pan no es multiplicado hoy para tantos hombres que mueren de todo tipo de hambres, no es que Dios falte a la humanidad, es que el hombre falta a los hombres, es que el hombre se falta a sí mismo.

Sólo existe el pan para saciar. Sin embargo, para nuestra desgracia, hemos conservado el pan y hemos acumulado reservas. En el desierto hemos creído habernos atiborrado: la fe se ha convertido en una respuesta excesivamente fácil a nuestras hambres y a nuestras preguntas. El pan es para el hambre, y para el hambre que corroe. La multitud creyó haber encontrado en Jesús al Gran Profeta, por él se fue a la montaña, porque él es distinto y conduce a un lugar diferente. No hay más pan saludable que el que permite proseguir el camino en el que se agranda el hambre. Si Jesús multiplica el pan, es para producir hambre de Dios.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 151


 

8.

Interrumpimos la lectura continuada de Marcos, que, por su extensión demasiado breve, no llega a completar un ciclo anual de lecturas, para leer y desgranar el capítulo 6 de Juan.

Juan en el capítulo del pan de vida, completa las reflexiones que sobre el misterio de Jesús había iniciado en el capítulo 2 sobre el vino de las bodas de Caná, y el 4, en el que Jesús se presenta como el agua de la vida.

El evangelio de Juan tiene en su trasfondo el relato del Éxodo: la travesía del pueblo hebreo por el desierto, bajo la guía de Moisés, hacia la tierra prometida. El relato de la multiplicación de los panes marca, por otra parte, sus distancias con el Antiguo Testamento. Desde el desierto nos trasladamos a la ribera fértil del lago, de Moisés a Jesús, de una multitud que huye a otra que busca.

Dos datos importantes: la proximidad de la Pascua y el carácter profético del signo de Jesús. El hecho de que el milagro suceda en una de las tres Pascuas que menciona Juan en su evangelio y las palabras de Jesús: "Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados" nos invitan a una interpretación eucarística del signo. La reacción de la gente reconoce en Jesús al Profeta "como Moisés" que esperaba el pueblo judío (véase Dt 18,15.18); es más, intentan proclamarlo rey. El carácter mesiánico del misterio de Jesús se revela en la multiplicación de los panes.

Jesús, como Eliseo, se muestra profeta de un Dios capaz de saciar el hambre de fe de cada generación humana.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 10,10