COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Ef 4, 1-6

 

1. En las lecturas anteriores de esta carta a los efesios hemos visto el papel importante que juega en ella el tema de la unidad. Este tema vuelve de nuevo otra vez en este pasaje, más explícitamente aún que en otros.

Pablo describe esta fuente unificadora en tres hemistiquios que constan de tres elementos cada uno: el Espíritu que anima el Cuerpo de Cristo y la esperanza que hace nacer (v. 4); el Señor resucitado, la fe en esta resurrección y el bautismo que hace participar en ella (v. 5); finalmente, el Padre que está sobre todos, dentro de todos y en todos (v. 6).

Se trata, pues, de una fórmula trinitaria: en efecto, el secreto de la unidad de los hombres reside en la vida común de las tres divinas Personas. Pero la fórmula menciona al Padre en tercer lugar, en vez de hacerlo en el primero (cf. Ef 1, 3-14), porque se trata de una unidad que se va realizando progresivamente al ascender la Humanidad, con el Espíritu y Cristo, hasta el Padre mismo.

Para demostrar cómo lo que funda, no solo la unidad de la Humanidad toda, sino también de cada persona en particular es la vida divina, Pablo establece una relación entre cada una de las virtudes teologales y cada una de las personas de la Trinidad: el Espíritu alimenta la esperanza (1 Cor 12, 13; Ef 2, 18; Rom 8, 26-27), Cristo llama a la fe (Rom 10, 8-17) y el Padre está "en todos" para hacer nacer en ellos amor y comunión (2 Cor 13, 13; Fil 2, 1). La teología ha elaborado tantas explicaciones áridas del misterio de la Trinidad que no es difícil ya considerar la Trinidad como el fundamento de la vida cristiana y de la unidad de los hombres.

Sin embargo, la Trinidad proporciona su verdadero sentido a toda manifestación de amor, puesto que realiza la perfecta unidad entre personas que no dejan de ser perfectamente distintas. ¿No anhela acaso esta unidad toda persona cuando ama a otra persona? Participamos del misterio trinitario cuando entramos en un tipo de comunión con todos los hombres, en el que cada uno no puede ser feliz más que en relación con todos. Al relacionar las virtudes teologales con cada una de las personas de la Trinidad, Pablo afirma que el hombre participa de la vida trinitaria en tanto en cuanto vive su vida como un don de Dios proporcionado por Jesucristo.

TRI/RELACIONES-HMS: Sin la Trinidad, cualquier intento humano de unidad está condenado al fracaso, bien porque peca de individualismo, bien porque anula a la persona. Por el contrario, en la relación a la Trinidad el hombre puede llegar a ser él mismo. Será un testigo perfecto de la Trinidad el cristiano que se preocupe de que todos los que están a su alrededor, lejos o cerca, sean reconocidos por lo que ellos son y de que estén armoniosamente implicados en una comunión profunda. ¿No es debido, en parte, a una imperfecta comprensión de esta presencia de la Trinidad en el centro mismo de las exigencias cristianas el que la Trinidad se haya convertido en un dogma, el cual, ciertamente, aceptamos, pero sin alegría ni interés alguno?.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969. Pág. 203


 

2.

Estas pocas líneas denuncian la división de los cristianos y les exhortan a caminar en pos de la unidad, pagando un precio: humildad, dulzura, paciencia. Son también un grito de esperanza: la unidad se puede lograr porque, en el fondo, existe ya. La acción de Dios es invisible y todo lo que de gracia hay en el corazón de los bautizados, cualquiera que sea su Iglesia, proviene de una fuente única con vistas a un único proyecto. Dios está por encima de todas nuestras divisiones. El actúa a través de todos nuestros esfuerzos de reunión y El está en todos los que osan llamarse sus hijos.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1985, 39


 

3.EF/LIBRO:

La carta a los Efesios es menos una carta de circunstancias que una exposición lírica y didáctica de la fe cristiana. En este cap. 4 comienza la segunda parte de la carta (caps. 4-6) que se podría denominar como una "exhortación a los bautizados" para vivir una vida cristiana nueva basada sobre todo en la unidad.

Así, a la discordia (VV. 1-3) y a la herejía (vv. 14-16) que amenaza a la Iglesia, la carta opone las fuentes de la unidad: la presencia del Espíritu que actúa junto con Jesús y el Padre (vv. 4-6) y la actividad convergente de los ministerios (vv. 7-13).

Esta unidad se realiza en el dinamismo de un crecimiento (vv. 12- 13, 15-16). La exigencia de concordia en la comunidad hace como un eco de la reunificación del universo entero (cf Col 1, 20), junto con la incorporación de los judíos y los paganos en un único pueblo de Dios. Aquí la iglesia es considerada como algo más universal que las comunidades concretas: es ese signo vivo y universal de la verdad de Cristo. Por eso una comunidad dividida y basada sobre el ansia de divismo que anida en todo corazón humano puede ser un verdadero peligro, algo que corroe lo más nuclear de la fe.

La "esperanza" significa aquí aquello que se espera (cf Col 1, 5; Ef. 1,18): designa menos el hecho de esperar que el contenido mismo de la espera (como en castellano decimos "tengo esperanzas"). En el fondo esa esperanza queda concretada en una sola persona, la de Jesús. Todo lo que hace lo más puro de la fe, aquello que se guarda como un tesoro, nosotros lo vertemos en el molde del Jesús de la historia. De ahí parte todo para la iglesia que cree y ahí quiere terminar todo para bien de los que esperan.

Los vv. 4 al 6 forman una breve aclamación litúrgica con predominio de ritmo ternario. En su origen era probablemente una confesión de fe bautismal, modificada sin duda por el autor de la carta. La insistencia sobre "uno solo, una sola" recuerda un poco el estilo de confesiones de fe israelitas. La influencia de este pasaje sobre el símbolo de Nicea es evidente. El v. 6 se acaba con una doxología inspirada en fórmulas de la corriente estoica. Tampoco podemos excluir de este pasaje un cierto tono polémico o apologético. Ya hemos dicho que el escrito tiene un cierto aire doctrinal. No viene nada mal al creyente el tener quien le recuerde, por medio de la lectura de la Palabra, estas bases de la fe cristiana.

EUCARISTÍA 1985, 35


 

4.

En el capítulo cuarto comienza la parte moral de este escrito, que dura hasta el sexto. Se basa en la cristología y eclesiología expuestas en la primer parte. Lo primero es una exhortación muy general y que sirve de base a las siguientes: el cristiano tiene un modo de ser, llamado vocación en estas líneas (v. 1), una forma de vivir y existir que ha de traducirse en conductas y manera de proceder concretas. Esto es importante. El cristiano vive con ética y moral no para lograr determinados fines, por ejemplo salvarse, sino porque tiene una raíz a la que no puede negarse: su ser en Cristo. Ello puede parecer demasiado teórico, pero no lo es. Se trata de ver cómo es uno mismo y procurar vivir coherentemente con ello para evitar esquizofrenias y divisiones en el propio yo.

Los vv. 2-3 son exhortaciones generales, también muy características de la ética paulina que no se mete a detalles porque concede a la conciencia y adultez de los cristianos su justo puesto. Los últimos versos, en cambio, ponderan la unidad de la comunidad, su fundamento. Es un auténtico cántico total de la unidad cristiana. Pero fijémonos en qué consiste esa unidad.

No es en formas externas, en conductas uniformes ni uniformadas sino en temas principales, totales, tanto humanos (fe, esperanza, bautismo, comunidad...) como divinos (un Espíritu, un Señor Jesucristo, un Padre Dios). Teniendo presente esto último podemos dar cabida en la iglesia a todo tipo de gentes y modos de proceder. Porque en Dios cabe todo lo que El mismo ha creado. Sólo deja de entrar lo que se opone a El, pero ¿quiénes somos nosotros para dictaminar lo que se opone a Dios fuera de nuestra propia conciencia, de la conciencia personal? En esta determinación la iglesia, jerarquía incluida, suele pecar de audacia y falta de prudencia, en último término de soberbia. La unidad no es igualdad y, mucho menos, atenerse a lo ya conocido. Está mucho más en lo hondo. En el amor a todos.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1991, 38


 

5.

-Un solo cuerpo, una sola fe, un solo Señor, un solo bautismo (Ef 4, 1-6) La vida cristiana no se reduce exclusivamente a la práctica de los sacramentos, sino, por el contrario, éstos dan a los cristianos su estatuto de vida. El cristiano, pues, debe comportarse de acuerdo con lo que ha recibido, y la unidad entre los miembros de la Iglesia no es sólo una moral, sino que es la epifanía de aquello en lo que se ha convertido cada cristiano; es la traducción de la transformación sacramental fundamental de toda su persona, es la nueva criatura que aparece tal cual es. Humildad, dulzura, paciencia, ayuda mutua en el amor, deseo de paz... todo esto no son virtudes añadidas a la vida, sino transparencia normal de quien está soldado a un mismo Cuerpo y en un solo Espíritu.

Este hermoso texto, muy claro, pero teológicamente sólido y profundo, debe ser meditado con frecuencia. Sin esta sólida base, el cristianismo se decolora, corre el peligro de caer en el mito y en la práctica supersticiosa de un ritualismo mágico. Ahora bien, los sacramentos no tienen nada de magia; los sacramentos comprometen, como es el caso del bautismo, que nos une en un mismo Cuerpo por el poder del Espíritu. En consecuencia, sólo hay un comportamiento posible para el cristiano.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979. Pág. 154


 

6. Ef/04/01-16

Con el pasaje de hoy comienza la sección llamada parenética o exhortativa de la carta a los Efesios. En ella encontramos recomendaciones orientadoras sobre la vida de los creyentes. Naturalmente, éstas no tienen más que un carácter general, ya que corresponde a la prudencia de cada uno el intuir cómo aplicarlas a casos y momentos concretos. Con todo, hay que subrayar que estas orientaciones del obrar cristiano no aparecen fundamentadas en el mero saber adquirido en la experiencia de la vida, sino que en el pensamiento paulino derivan de la comprensión que el Apóstol tiene del misterio de Cristo realizado en los creyentes. Es preciso que los cristianos actúen en consecuencia de lo que son, es decir, según la vocación a que han sido llamados (v 1). Esta vocación invita a la humildad y mansedumbre en el comportamiento, a la paciencia y caridad en soportarse unos a otros (2). En realidad, esta forma de sentir y de hacer, al comportar la renuncia a los deseos de autoafirmación es la que correspondería con toda coherencia a los que consideran que este mundo no es sino obstáculo para el encuentro tan deseado y que para ellos es todo: Cristo. Por otra parte, la unidad y paz mismas no se mantendrán en la convivencia entre ellos sino por el afán y esfuerzo de cada uno en vivir de acuerdo a las enseñanzas de Pablo.

Ahora bien: el que sean uno en un solo cuerpo y Espíritu, en la esperanza y vocación, en un solo Señor, una sola fe y bautismo -porque todos son hijos de un solo y mismo Padre, Dios (4-6)-, no quiere decir que todos sean iguales. Hay entre ellos diferencias, sin embargo, que también provienen de Dios, que ha hecho a unos apóstoles, a otros profetas, evangelistas, pastores o maestros (11). Pero todos estos dones no los han recibido para provecho personal, sino en vistas al servicio de todos, a su perfeccionamiento, que a su vez comporta la edificación del cuerpo de Cristo (12), y significa para el creyente caminar hacia la madurez cristiana, hacia "el hombre perfecto", para quien el conocimiento del Hijo de Dios (13) representa el criterio para valorar y discernir la fragilidad y caducidad de cualquier otra doctrina humana.

LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 721 s.


 

7.

La segunda parte de la carta a los Efesios se centra en la exhortación práctica. Y empieza con un aire casi patético: Pablo se presenta como prisionero por el Señor. La fidelidad a la misión recibida en la visión del Resucitado en su conversión lo ha conducido a este estado. Por ello puede exhortar a sus lectores a que también ellos continúen fieles a la vocación que han recibido y que obren coherentemente.

"Andar" es una imagen bíblica que describe la conducta moral del creyente. Las exigencias que presenta Pablo (humildad y amabilidad, comprensión y amor) tienen una finalidad común: garantizar la unidad en el seno de la comunidad. A partir de una fórmula bautismal ("un Señor, una fe, un bautismo') que en griego juega con el adjetivo "uno" en los tres géneros (masculino, femenino y neutro, respectivamente), Pablo la prolonga formando un trío de tríos: cuerpo-Espíritu-esperanza / Señor-fe-bautismo / trasciende-penetra-invade. El primer trío está centrado en el espíritu, el segundo en Cristo, el Señor, y el tercero en Dios Padre. Un juego completo, que quizás conocían sus lectores, para remarcar la unidad básica en la pluralidad.

La comunidad cristiana está llamada a una vocación de unidad, y al realizarla se convierte en imagen de la Trinidad que impregna la Historia de la salvación.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 10,10