SUGERENCIAS

 

1.

-SITUACIÓN LITÚRGICA.

La clave de interpretación de la parábola -exclusivamente lucana- del buen samaritano puede hallarse aún en el contexto del camino hacia Jerusalén: los elementos negativos -el hombre medio muerto, el sacerdote, el levita- "bajan! de Jerusalén; el samaritano está simplemente "en camino". La pregunta del letrado es en función de "la vida eterna". Se diría que es un eco de la palabra de Jesús, en la invitación al seguimiento: "que cargue con su cruz cada día..." El seguimiento de Jesús no implica una búsqueda imposible de actitudes nuevas e inesperadas, como si fuera necesario inventar constantemente la vida cristiana.

Es algo mucho más inmediato; "está muy cerca de ti..." De ahí que la respuesta de Jesús se refiera al Shemá Israel, muy próximo a los labios de todo israelita piadoso. La contraposición se hace entre las actitudes de los que "bajan" de Jerusalén -se diría que satisfechos de haber estado allí para celebrar el culto del templo, pero sin haber captado que "la misericordia es mejor que los sacrificios"- y la del samaritano que se encuentra "en camino" y es capaz de darse cuenta de lo que realmente hay en el camino: un hombre medio muerto. En definitiva, se trata de ser "próximo", y no distanciado.

-CONTENIDO DOCTRINAL Y ACTUALIZACIÓN. Podríamos definir los dos planteamientos de la homilía como "planteamiento antropológico" y "planteamiento cristológico". En el sentido siguiente: El planteamiento antropológico se hace a partir del sentido mismo de la parábola. Para el hombre que conoce la Ley, y la cree, no tiene que ser difícil sacar las consecuencias, puesto que hay algo en la base de esta fe: estar abierto a la realidad humana, ser capaz de pensar en el otro... Podríamos decir que la parábola es una llamada al realismo frente a la elucubración sofisticada, a la interpretación de escuela... Por ello se presenta la antítesis del samaritano, que reacciona con una actitud de hombre a hombre, y se convierte de este modo en realizador de la misericordia de Dios.

En este planteamiento, la parábola se convierte en una fuente de consideraciones sobre las actitudes fundamentales que "abren" o "cierran" el corazón del hombre, y sobre la peculiar relación que esto tiene con la Ley y el Evangelio: el cristiano, rodeado de la Palabra de Dios, de los sacramentos de Cristo, de la comunidad eclesial, ¡no tiene excusa si no ejerce la misericordia! El planteamiento cristológico es el de bastantes Padres de la Iglesia comentando este texto: Cristo es el buen samaritano que se compromete con el hombre medio muerto, lo atiende, lo cura, lo conduce a lugar seguro y le garantiza su retorno. El misterio de la encarnación y el misterio pascual hallarían una representación sugerente en esta parábola. Podríamos decir que este planteamiento tiene una dimensión mistérica: Cristo sigue ofreciéndonos su proximidad en la Iglesia, y especialmente en los sacramentos; la penitencia, como recuperación vital; la Eucaristía, como alimento; la unción, como auxilio corporal y espiritual... Así, la obra de Cristo es una revelación de la misericordia de Dios para con el hombre, una "proximidad" decisiva de Dios al hombre, en el mismo camino de la historia de los hombres. (Nótese que san Pablo aplica el texto de la primera lectura de hoy a la fe en Cristo resucitado, en Rm 10,8-9: la palabra que está "muy cerca de nosotros" es la fe que proclamamos).

Los dos planteamientos no deben estar necesariamente alejados. Para el cristiano, la posibilidad y el mandamiento de amar se basan precisamente en la fuerza que viene del Espíritu de Jesucristo.

Una adecuada actualización de esta parábola podría hallarse en la dimensión de "solidaridad" con el sufrimiento de los hombres, que ·JUAN-PABLO-II ha acentuado como una de las características espirituales del año de la Redención: "La redención nos abre el magnífico libro de nuestra solidaridad con Cristo paciente, y en él nos introduce en el misterio de nuestra solidaridad con los hermanos que sufren... Los sufrimientos humanos son patrimonio común de todos... Crece en el mundo, a pesar de las apariencias, el número de los que pueden hacer una gran penitencia cristiana, porque toda su vida es una gran penitencia" (Discurso de Navidad, n.6; merece la pena leer íntegro este párrafo. Véase Ecclesia, n.2.108, pp. 16-20).

-REFERENCIA SACRAMENTAL Y LITÚRGICA. Según haya sido el planteamiento doctrinal, puede hacerse la referencia sacramental. En un planteamiento antropológico, se habla de la Eucaristía como la gran "proximidad" de Dios a nosotros que, a pesar de ello, no puede quedar sin consecuencias para la vida cotidiana. Desgraciadamente es posible que, a pesar de la participación en el memorial del sacrificio de Cristo "por todos los hombres", los cristianos pasamos por el mundo sin darnos cuenta de los hombres. En un planteamiento cristológico, la Eucaristía es la actualización de la acción única y definitiva del "buen samaritano-Jesucristo" ofrecida constantemente a la Iglesia para que cada cristiano aprenda y al mismo tiempo se fortalezca en el ejercicio de la misericordia.

PERE TENA
MISA DOMINICAL 1983, 14


2. PROJIMO/QUIEN-ES

Para Jesús lo importante no es saber quién es mi prójimo (aclararse las ideas), sino hacerse uno prójimo de los demás, acercarse, aproximarse, ayudar al otro. Y, cuidado: no se es prójimo así como así, sino que tenemos que hacernos prójimo unos de otros y en especial del caído y maltratado (la praxis que dicen hoy). Porque está claro que tenemos la tentación todos de perdernos en disquisiciones verbales e intelectuales mientras el hermano se puede morir desangrado en el camino o en el tajo, y también tenemos todos la tentación de aislarnos, y ojos que no ven, corazón que no siente, o aunque hayamos visto, pasar de largo. Porque no siempre entre nosotros, que nos llamamos cristianos, el puro, el pío y el clérigo (que por cierto quiere decir separado, segregado) son los primeros en acercarse al hermano y ayudarle, no siempre han sido los más sensibles al amor y a la justicia.

DABAR 1977, 42


3. MARGINADOS:

Hagamos el recuento de los hombres y mujeres de hoy que han caído en manos de bandidos: prostitutas, drogadictos, enfermos del sida, delincuentes, personas que nunca han conocido una vida de familia "normal", encarcelados en unas instituciones inhumanas, parados, multitudes hambrientas, pueblos expoliados de lo que es suyo y reducidos a esclavitud (económica)... Son "mi prójimo", a los que debo amor. Si no damos el primer paso -"le dio lástima"-, nunca haremos nada. Sólo después el estudio nos facilitará los instrumentos y los caminos más idóneos para practicar la misericordia, para que sea una ayuda real, eficaz, y no sólo fruto de un impulso del corazón que se agota en sí mismo, una práctica que implicará luchar contra los bandidos, que siguen desnudando, moliendo a palos y dejando medio muertos tantos infelices que bajan por el camino de la vida y que demasiado a menudo sólo son objeto de estudios, clasificaciones, congresos y publicaciones brillantes y caras. Jesús nos llama a una acción eficaz: "Anda, haz tú lo mismo".

Este amor a los demás es una misma cosa con el amor al Señor "con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser". ¿Cómo es posible que alguien haya puesto a Dios frente a los hombres? Antes de criticar y de suponer mala fe en aquellos que así se han expresado, hagamos nuestra autocrítica: ¿qué imagen hemos ofrecido de Dios? El mismo Jesús nos invita a la autocrítica con la triple figura del sacerdote, el levita y el samaritano.

JOSÉ M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1989, 15


4. A/REALIZACION-HT:

El amor es, por consiguiente, la realización de la historia. Frente al paganismo que instituye procedimientos religiosos para huir del tiempo y del acontecimiento, frente al escatologismo judío que se apoya hacia nuevos cielos y una nueva tierra, frutos exclusivos de la intervención de Yahvé, Cristo ha sido el primero en llevar hasta el extremo la confrontación con el acontecimiento. A este respecto, es el primero en valorar plenamente la historia. Pero el crisol donde se elabora tiene un nombre: el amor de Cristo obediente hasta la muerte donde se manifiesta su amor filial del Padre y la fraternidad universal que instaura.

Por su bautismo, el cristiano recibe la competencia requerida para revelar, en la historia misma de los hombres, el amor que hace de ella una historia de la salvación. Siente gran placer en ver lo que los profetas hubieran querido ver (v.23). El buen samaritano nos muestra cómo valorar plenamente la historia de los últimos tiempos: reconoce lo esencial donde existe, estando disponible de forma radical para un encuentro imprevisible con su hermano. Ningún obstáculo hay en este encuentro, ni siquiera el hecho de que el herido sea un enemigo. El verdadero amor no hace excepción con nadie; se ejerce hasta el don total de sí.

En un mundo que pretende tener el sentido de la historia y que desafía al propio acontecimiento, el cristiano adopta aún la única actitud que no aliena al hombre. La reforma de las estructuras políticas, el reglamento de la paz, la justicia social solo serán etapas hacia un universo concentracionario si no naciera un mundo de hombres libres en el que se reconozcan los unos y los otros en el misterio de su alteridad. Así, pues, el cristiano se habilita especialmente para proponer una promoción humana hecha de su encuentro con el prójimo en la experiencia de la diversidad en la fraternidad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 117


5. 

A Martín Lutero King, en los momentos más difíciles de su durísima lucha por los derechos de los negros en los Estados Unidos, cuando recibía amenazas de muerte, le gustaba reconfortarse leyendo está parábola. Y se la aplicaba de una forma sencilla: Yo tiendo a preguntarme "qué me sucederá a mí si hago algo por mis hermanos". Jesús me invita a preguntarme "qué les sucederá a los hermanos si yo no hago nada". La primera formulación es la del sacerdote y el levita. La segunda, la del samaritano.

Adolfo Chércoles, un jesuita que trabaja en la recolección con algunos grupos de gitanos, suele contar cómo una vez oyó comentar a una espabilada gitana sobre una persona: "Ese es honrado, pero no es bueno". Magnífica intuición. El sacerdote y el levita también son honrados, porque cumplen la ley. No matan, no roban, no adulteran. Quizá incluso por ser demasiado honrados y cumplir a rajatabla la ley, no se acercan al moribundo. El samaritano no es honrado, es bueno. Se solidariza, se próxima, se arriesga por el hermano. Pues bien, la sociedad moderna nos pide ser honrados: no quebrantar las leyes. Jesús nos pide ser buenos. Nuestro Padre no es honrado, es bueno. ¿Quiénes se hacen próximos/prójimos? No los honrados, sino los buenos. Los honrados se preguntan: ¿Qué me sucederá a mí si no cumplo la ley? Los buenos piensan: ¿Qué le sucederá al hermano si no me acerco?

J. Mª ALEMANY
DABAR/92/37


6.

¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

En el camino de la vida el hombre se pregunta quien es su prójimo y la Palabra de Dios le responde que el problema es otro: hacerse y sentirse en toda circunstancia próximo o prójimo de los demás. La maravillosa parábola del buen samaritano, que se lee en este domingo, es un reflejo de cómo hay que vivir en concreto la ley del amor a Dios y a los hombres.

Conviene recordar que Dios ha sido el primero que se ha hecho próximo al hombre a través de su palabra y de la manifestación de su poder. La Biblia está salpicada de diálogos con el hombre ya desde las primeras páginas del Génesis. Pero sobre todo Dios se ha hecho próximo en su Hijo, mediador único y universal, de quien proviene todo y es fuente del amor misericordioso del Padre. Cristo es el verdadero Buen Samaritano, que antes de enseñar la parábola, la hizo realidad en su vida acogiendo a todos, amando a los pobres, perdonando a los pecadores, defendiendo a los marginados, curando a los enfermos, salvando hasta entregar la última gota de su sangre en la cruz.

En un mundo en que se acercan las distancias y se incrementan a todos los niveles las comunicaciones, muchos hombres no logran estar próximos a otros porque las actitudes interiores diversas no van en consonancia con la proximidad física. ¡Cuántos están solos en medio del barullo de la gran ciudad! Reciben codazos al andar entre la multitud y no reciben ninguna muestra de amor.

Andrés Pardo


7. Para orar con la liturgia

Jesús, nuestro Redentor, 
en su vida terrena, 
pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano, 
se acerca a todo hombre 
que sufre en su cuerpo o en su espíritu,
y cura sus heridas 
con el aceite del consuelo 
y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, 
incluso cuando nos vemos 
sumergidos en la noche del dolor, 
vislumbramos la luz pascual, 
en tu Hijo muerto y resucitado.

Prefacio común VIII


8. 

¿Y QUIEN ES "MI" PRÓJIMO?
NADIE... SI LO PREGUNTAS
CUALQUIERA... SI LO AMAS

La pregunta con que el fariseo trata de justificar su falta de amor delante de Jesús sigue abierta en el desamor de tantas y tantos que hoy pretenden justificarse delante de Dios.

Por eso la parábola del buen samaritano es una respuesta a la pregunta que el egoísmo nos impide formular, al mismo tiempo que es un mentís a la hipocresía latente en nuestra pregunta. El prójimo no es nadie para el que sólo pregunta porque la pregunta misma levanta una muralla de separación, al despersonalizar al prójimo y reducirlo a objeto de curiosidad. Para el que se conforma con la pregunta el prójimo no está próximo, sino lejos, al otro lado de nuestra curiosidad.

En cambio el amor aproxima y nos hace descubrir al prójimo. Por eso para el que ama, cualquiera es prójimo. El prójimo es sólo y siempre aquel a quien tenemos que amar, mejor dicho, aquel a quien ya amamos.

Quizá por eso, porque no amamos al prójimo, no acabamos de enterarnos de que el prójimo es el otro: el rico para el pobre y el pobre para el rico, el débil para el poderoso y el poderoso para el débil, la izquierda para la derecha y la derecha para la izquierda, el católico para el ateo y éste para el católico, el hombre para la mujer y la mujer para el hombre.

No amamos al prójimo y así indagamos antes sobre las buenas cualidades del prójimo para cerciorarnos de si es o no digno de nuestro amor. ¡Como si no fuera el amor el que hace al prójimo amable a nuestros ojos!

El mandamiento de Jesús nos invita a amar pero no nos autoriza a juzgar al prójimo. Y la conclusión de la parábola del buen samaritano no es como podría esperarse la indicación de quién es el prójimo sino la recomendación a conducirnos coma prójimos, es decir, la invitación al amor.


9.

Toda la palabra de Dios es hermosa, sin embargo el texto del evangelio de hoy es un hermoso resumen de toda la enseñanza de Jesús, porque amar al hermano es lo propio y característico del discípulo de Cristo.

La práctica indiviscible del amor a Dios y al prójimo sin restricciones es lo que define la doctrina de Jesús, continuamente nos envía al mundo en misión de amor, un amor que da vida.

El amor crea vida para el que ama y es amado. Lo que cuenta para Jesús es el amor que se compromete con Dios y con los hermanos: "Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado". "Vengan benditos de mi Padre". "Lo que ustedes hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi me lo hicieron"; "si alguno dice: amo a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso. Pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve". Esa es la lección de la fraternidad universal, la aventura radical de un amor indivisible y sin fronteras, que nos enseña Jesús con la parábola del buen samaritano. De ahí que San Pablo resumiera: "Amar es cumplir la ley entera".

Es necesario caer en la cuenta de que perdemos el tiempo si buscamos a Dios tan sólo en las prácticas religiosas y en largos rezos, si estamos alejados de la vida y de ls hermanos; ambos deben complementarse y el encuentro con Dios en la oración nos debe llevar necesariamente al encuentro con ls hermanos.

MONICIONES

1. ¿Cuál es la ley del Señor? ¿Qué espera él de nosotros? La lectura del Antiguo Testamento quiere prepararnos para comprender lo que Jesús nos enseñará en el evangelio de hoy.

2. Durante cuatro domingos escucharemos la carta de san Pablo a los cristianos de Colosas, y, a lo largo de todo el escrito, nos hablará sobre quién debe ser Jesucristo para nosotros, cuál es la salvación que nos ha dado y qué clase de vida debemos llevar para ser fieles a esa salvación.

3. En el evangelio de hoy escucharemos esta pregunta: ¿quién es mi prójimo? La respuesta de Jesús es clara: cualquier hombre o mujer, especialmente el más necesitado, aunque no sea de los nuestros; ese es nuestro prójimo, nuestro hermano.

C. E. de Liturgia
PERU


10.

"Abel, dónde está tu hermano?"

No, no está confundido el titular. Ya sé que el libro del Génesis, al narrar el primer conflicto humano que terminó con la muerte del bueno, Dios le hace la famosa pregunta precisamente al malo: "Caín, donde está tu hermano?".

El relato desarrolla una lógica que va muy en consonancia con un criterio legalista, según el cual, a quien hay que pedir responsabilidades es al delincuente y que solamente este es quien actúa contra la ley.

Con estas ideas preconcebidas, el ciudadano normal no tiene que preocuparse de que le pidan responsabilidades de nada, pues, siguiendo el dicho popular, puede decir: "yo no mato, ni robo".

Quizá fuera esa mentalidad la que tenían en sus cabezas tanto el sacerdote como el levita que, al ver al herido a la vera del camino, no se sintieron interpelados por la situación. Realmente, ellos no estaban en el caso de Caín, así que Dios no les podía pedir responsabilidades.

La parábola del buen samaritano cambia totalmente toda esta mecánica defensiva que el egoísmo humano ha creado. Así vivimos tranquilamente a pesar del mal que existe a nuestro alrededor.

Efectivamente, Jesús presenta al samaritano como el único que actuó responsablemente ante la desgracia del herido. No porque hubiese tenido algo que ver con el atropello -él no tenía la culpa de lo que habían hecho los bandidos- sino porque su corazón estaba tocado por el amor al prójimo.

Quizá ahora se entiende mejor el interrogante del titular. Según Cristo, el cristiano, aunque no sea causante del mismo, debe sentirse interpelado ante el mal que sufre cualquier hombre y ayudarle como hermano.

Antonio Luis Martínez