COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 10. 25-37

 

1. SAMARITANO/MDA 

a)A rechazar una interpretación puramente moral de esta parábola nos inducen también algunos términos concretos. En el v.33, el samaritano "se mueve a compasión". Esta palabra en griego designa únicamente la misericordia de Dios, o la de Cristo (Mt 9.36; 14.14; Lc 7.13; 15.20). Designa, pues, un sentimiento divino que inspira al samaritano; él es, así: imagen de Dios, la revelación del amor de Dios por el hombre. Otro término revela un significado también muy preciso: en el v.35 se evoca el "retorno" del samaritano (épanerchesthai). Este retorno no tiene casi sentido si la parábola se limita a ser una historia con una conclusión edificante. ¿No se tratará quizá del retorno de Cristo al final de los tiempos? Tenemos un indicio de ello en el hecho de que esta palabra sólo se encuentra una vez en el N.T. y precisamente con esta significación (Lc 14. 21).

Finalmente, el esquema de nuestra parábola integra curiosamente el de la parábola del buen pastor y la del hijo del dueño de la viña (Jn 10.; Lc 20. 9-18). Del mismo modo que el buen pastor viene a salvar las ovejas despojadas, golpeadas y destinadas a la muerte (Jn 10. 10) y que el hijo del dueño de la viña se presenta después de los profetas enviados en vano, el buen samaritano llega después de los sacerdotes y los levitas que no han querido ni podido salvar al hombre herido. El samaritano revela el amor de Dios a la Humanidad; la cuida por los sacramentos del óleo y del vino y la confía al albergue de la Iglesia. La introducción de nuestro evangelio recobra entonces todo su sentido: los apóstoles son bienaventurados porque están asistiendo, por fin, a la manifestación del amor de Dios y porque van, a su vez, a revelarlo con más eficacia que los sacerdotes y levitas judíos.

b)Sin duda, hay que ver en esta parábola, además, un reflejo de la historia de la salvación, del mismo modo que en las otras grandes parábolas del Reino. Cristo viene, bajo la apariencia de un samaritano, es decir, de un despreciado (Jn 8.48), como el hijo del dueño de la viña, para revelar el amor de Dios allí donde las técnicas de salvación paganas y judías fracasaron.

c)Lucas ha precedido esta parábola con la discusión sobre el mandamiento más importante para mostrar que el deber de la caridad reviste nuevas exigencias después de Cristo. Amar al prójimo como a sí mismo no basta, hay que preguntarse cómo se puede ser el prójimo de los demás y amarlos como Dios los ama.

Esta es la intención del discurso después de la Cena en el que se da un mandamiento nuevo: amar a los otros como uno mismo ha sido amado (Jn 13. 34). Es importante, pues, tomar conciencia de la pertenencia a esta Humanidad herida, abandonada medio muerta al borde del camino, que Cristo ha venido a salvar. En este caso la caridad no se entiende como una simple obligación moral, sino como reflejo del amor de Dios, signo de los últimos tiempos en que la misericordia divina viene a reemplazar a los medios de salvación judíos. Al desplazar la discusión sobre el mandamiento más importante y hacerla desembocar en la parábola del buen samaritano, Lucas hace progresar la doctrina de la caridad (véase el contraste entre el relato de Lucas y Mt 22. 34-40; Mc 12. 28-31) y prepara la concepción de Juan.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 162


2.PROJIMO/MOLESTA 

Ante la pregunta del doctor de la ley -más propia de un examinador, que de uno que humildemente busca a Cristo-, responde Jesús dando un paso de la teoría a la "práctica".

No es lo importante tanto el conocer como el realizar. Los conocedores de la ley pasan de largo ante la realidad del prójimo; el ignorante, samaritano, se detiene y hace realidad el precepto del amor.

Prójimo no es el que yo busco, es el que se mete de improviso, sin ser llamado, en mi vida. Todos caminamos por la ruta del mundo cargados de bellísimas teorías de paz, amor, justicia; pero la humanidad, el hombre sigue tirado al borde del camino, apaleado y casi muerto. ¿Por qué? Buscamos lo grande, lo llamativo, y el prójimo, ¡es tan pequeño!; queremos dirigir la mirada lejos y el prójimo es tan cercano que le pasamos por alto. No son las teorías las que liberan al hombre, sino las obras. Los teóricos pasan de largo ante lo concreto, que es lo único real, se sumergen en su idealismo y nunca se manchan con la realidad. Lo que salva es vivir y obrar como prójimo, no las teorías sobre la projimidad. El herido es un hombre, sin nombre, sin apellidos, sin pertenencia religiosa o política; y esto basta. Lo único que importa es que nos necesita. "Vete y haz tú lo mismo". No es pensar lo que importa, es hacer.

COMENTARIOS BIBLICOS 5.Pág. 531


3.PROJIMO/QUIEN-ES:

Texto. Lucas interrumpe la dinámica de apoteosis paradisíaca del domingo pasado con la introducción de un personaje en actitud hostil. Se trata de un especialista e intérprete de la Ley o Carta Magna judía, conocida con el nombre de Pentateuco. Aunque Lucas indica la intención del personaje, nada dice sin embargo del alcance o los motivos de la misma. El desarrollo siguiente del texto deja bastante claro que el móvil de Lucas no es polémico, sino constructivo.

El centro de atención lo acapara la palabra prójimo. Tres veces aparece el término: en cita de Levítico 19, 18, en labios del letrado y en labios de Jesús. En base a la cita de Levítico el letrado quiere saber quién es su prójimo. La contestación de Jesús empieza con una historia (un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó...) y termina con una contrapregunta (¿cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo?). Tenemos, pues, la siguiente secuencia: Amarás al prójimo como a ti mismo (Levítico) - ¿quién es mi prójimo? (letrado) - ¿quién se portó como prójimo? (Jesús). A poco que nos fijemos caeremos en la cuenta que la palabra prójimo no tiene el mismo sentido en toda la secuencia.Por un lado van Levítico y Letrado; por otro, Jesús.

La historia que Jesús cuenta desempeña una doble función: por un lado, no responder en los términos de la pregunta; por otro lado, preparar la contrapregunta. El significado de este procedimiento parece bastante evidente: el planteamiento del letrado no es adecuado y debe ser sustituido por otro. La pregunta ¿quién es mi prójimo?, debe dejar paso a esta otra: ¿soy yo capaz de hacerme prójimo de los demás?

Comentario. El caminar cristiano entra hoy en una dinámica de transformación social. Transformación silenciosa, como las verdaderas revoluciones. ¿Hemos pensado cómo sería la sociedad si las personas fuéramos samaritanos? Ser cristianos es ser samaritano. Prójimo es la persona que está junto a mí; prójimo soy yo en la medida que salgo de mí y me aproximo al otro.

Lo cristiano no es amar al prójimo; lo cristiano es hacerse prójimo. Amar al prójimo tiene el riesgo de dividir a las personas en superiores e inferiores; sólo el hacerse prójimo evita ese riesgo.

ALBERTO BENITO
DABAR 1989, 37


4.

Texto. Un intérprete de la Ley de Dios y Jesús frente a frente.

Lucas atribuye la conversación a segundas intenciones del letrado. A la pregunta de éste responde Jesús pidiéndole que sea él mismo quien opine en base a la Ley en la que es especialista.

Así lo hace el letrado y Jesús no tiene nada que objetarle. Todo lo contrario: Bien respondido. Pero el letrado quiere justificar su primera pregunta (la traducción litúrgica es inexacta) e insiste formulando la auténtica objeción: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús le cuenta entonces una parábola, es decir, una narración simbólica de la que se deduce una enseñanza. La enseñanza la encauza Jesús en los siguientes términos: ¿Cuál de estos tres te parece que se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Ante la respuesta del letrado, concluye Jesús: Haz tú lo mismo. Esta es la enseñanza.

Comentario. La pregunta inicial que hace el letrado a Jesús es de orden práctico: ¿Qué tengo que hacer? Y de este mismo orden es la conclusión final de Jesús: Haz tú lo mismo. Pero entre una y otra va a ocurrir algo significativo. Tratándose de un problema práctico probablemente la intención provocadora que Lucas atribuye al letrado sea también de este orden y no de orden doctrinal. Ahora bien, muy poco habríamos avanzado en la solución del problema práctico si Lucas no hubiera decidido dar entrada por segunda vez al letrado para que formule, en esta ocasión sin segundas intenciones, la verdadera dificultad. Esta no es otra que el alcance del término prójimo. ¿Qué se quiere decir con esta palabra? ¿A quién abarca? ¿Sólo a los connacionales y no a los extranjeros? ¿A los observantes de la Ley pero no a sus infractores aunque fueran judíos? En efecto, mientras no conozcamos con exactitud el alcance del término, no sabremos si cumplimos o no el mandamiento que dice amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Un hombre baja de Jerusalén a Jericó, es asaltado y queda medio muerto. Lo de bajar se debe a la distinta altitud de ambas ciudades. Jerusalén está a unos 740 metros sobre el nivel del mar y Jericó a 350 metros bajo ese nivel. Junto al malherido pasan un sacerdote, un levita y un samaritano. Los dos primeros son por profesión judíos observantes de la Ley de Dios; el samaritano es un medio gentil, separado de los judíos por un viejo odio nacional. Nada nos dice la parábola acerca de las motivaciones del comportamiento de los tres. Sencillamente presenta dos comportamientos opuestos: desentendimiento y compasión. Esta, por cierto, con toda profusión de detalles y atenciones. El samaritano no parece tener fondo en su capacidad de inventiva compasiva. Surge entonces la pregunta de Jesús al letrado: ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo? Comparémosla ahora con la pregunta del letrado a Jesús: ¿Quién es mi prójimo? La evidente diferencia de formulación no es sino expresión de la diferencia de planteamiento que subyace a ambas. La pregunta del letrado es una pregunta por el otro; la de Jesús es una pregunta a uno mismo.

Preguntar por el otro es preguntar por su persona, sus circunstancias, sus defectos y sus virtudes. Lleva, en definitiva, a un juicio de valor sobre los demás, fruto del cual uno decide desde su propia campana de cristal que le protege de quedar contaminado por esos demás a quienes ayuda. Preguntarse a uno mismo, en cambio, es invitarse a la sinceridad, a la transparencia, a la sencillez, a la espontaneidad de la actuación. Entre el orden práctico del letrado y el de Jesús media un cambio de categorías: para el letrado, prójimo es un concepto legal; para Jesús, prójimo es una relación que uno mismo deber ir creando. El alcance, pues, del término prójimo depende exclusivamente de cada uno.

Si ahora tratamos de leer este texto dentro del contexto, no nos será difícil descubrir un nexo de unión con la alegría de Jesús en los vs. precedentes. "Bendito seas, Padre, Señor del cielo y tierra, porque, si has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla". Da la impresión de que en el texto de hoy Lucas ha querido poner un ejemplo de gente sabia (sacerdote y levita) y de gente sencilla (samaritano).

ALBERTO BENITO
DABAR 1986, 38


5.

Sentido del texto. Resaltan dos cambios o desplazamientos significativos operados por Jesús en los planteamientos del letrado. Primero: relación comportamiento-merecimiento (v.25). El letrado hace un planteamiento de merecimiento (heredar, conseguir). Jesús renuncia a toda mención de merecimiento. Léanse sus respuestas en vs. 28 y 37. El comportamiento no es una hoja de servicios ni una cuenta corriente a la que uno se esclaviza para engrosarla. El comportamiento es una autorrealización gracias a la cual uno vive a gusto y en plenitud. El futuro del v. 28 es un futuro lógico por cuanto depende y es consecuencia del comportamiento.

Segundo: concepto de prójimo. Es distinto en el letrado (v.29) y en Jesús (v. 36). El letrado pregunta desde un planteamiento jurídico: prójimo es quien está cercano a mí. Jesús cambia el planteamiento haciéndolo existencial: prójimo soy yo en la medida en que salgo de mí mismo y me acerco al otro. El letrado habla de prójimo; Jesús habla de hacerse prójimo, de la sensibilidad y la fantasía para saber ver al otro en su situación concreta y remediarla.

Un tercer aspecto llamativo del texto son los personajes escogidos por Jesús para su historia: profesionales de Iglesia (sacerdote, levita) y un proscrito por la Iglesia (samaritano).

DABAR 1980, 39


6.

Un perito de la ley pregunta cómo puede heredar la vida eterna. Jesús remite a las palabras de la ley que dicen: "Amarás al Señor, tu Dios... y al prójimo como a ti mismo" (10, 27). Iluminado por toda la experiencia de la historia de su pueblo, el letrado sabe amar a Dios. Desconoce, sin embargo, el contenido del amor al prójimo y por eso plantea nuevamente su pregunta (10,29). La respuesta de Jesús, formulada sobre un plano de parábola, supera todo lo que el hombre podía conocer sobre la vida. Los rasgos de la parábola son perfectamente conocidos. La manera de amar al prójimo consiste en ayudar al marginado o al que sufre cualquier tipo de dolencia. Ciertamente, el texto alude a un hombre al que asaltaron de camino los bandidos. Pero, dentro del contexto general, no importan las razones de ese asalto. El hombre es simplemente un símbolo de todas las personas que padecen con justicia o sin justicia, con razones o sin ellas. Jesús está diciendo que el buen prójimo no gusta de razones ni preguntas. Simplemente se percata de que existe una miseria y ofrece su asistencia. El carácter, funciones o responsabilidad del que se encuentra herido son problemas totalmente marginales. La ley que rige en todo es el descubrimiento de la necesidad ajena y la presteza en ofrecer ayuda.

Después de haber mostrado la espina dorsal de la parábola, queremos ocuparnos de algunos elementos marginales que ayudan a entenderla:

1) Sorprende el aire antirritual que se respira en el relato. El sacerdote y el levita, representantes oficiales del "amor de Dios" en la estructura religiosa israelita, pasan de largo ante el herido (10, 31-32). Su misma actitud demuestra que ese amor de Dios que representan es mentira y toda su existencia religiosa es un engaño.

2) El relato nos introduce en la secularidad de la vida. La realidad de nuestro amor al prójimo se juega en el campo de las relaciones simplemente interhumanas. Es allí donde tiene que penetrar el mandamiento de Dios y transformar nuestra existencia.

3) Al convertirse en norma de conducta, la parábola del buen samaritano puede ser el fundamento de un nuevo concepto de la humanidad. En esa humanidad se han superado las barreras fundadas en la raza o religión de las personas. Lo que importa es el amor comprometido. Recuérdese que nuestra escena ha suprimido las diversas emociones de los hombres que en ella participan. Pudiera pensarse que el sacerdote ha compadecido profundamente al herido, mientras que el samaritano se siente molesto por tener que ayudarle. Lo que importa en realidad es el amor que engendra comunión (ofrece ayuda).

4) Dentro del contexto del evangelio, la parábola recibe un matiz profundamente cristológico. El samaritano es Jesús. En su amor se manifiesta (y se realiza) el gran amor que Dios tiene por los hombres. De esa manera, el amor al prójimo que aquí se recomienda viene a interpretarse como una continuación de amor que Dios nos ha ofrecido.

5) Todo esto nos sitúa, finalmente, dentro de la exigencia de la misión. El mensaje de la iglesia ofrece ante los hombres el misterio del amor de Dios y les invita a comportarse de manera consecuente. Allí donde los hombres aman, como el buen samaritano, se supera a Satán y se introduce a Cristo en nuestro mundo.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1322 ss.


7.

El buen samaritano. Sólo hay una ley importante: el amor. Cristo nos libera del peso agobiante de las leyes, las normas y los ritos. Una sola obligación: amar. Lo más gratificante, pero también lo más crucificante.

El amor tiene dos dimensiones: Dios y el prójimo. Pero en realidad viene a ser lo mismo. No hay lugar a tensiones y esquizofrenias. Cristo unifica el amor; nos dice que Dios no está en el templo del sacerdote y del levita, sino en el herido del camino. Quien ama a Dios se volcará sobre el herido, como el samaritano. Quien ama de verdad al prójimo, encuentra a Dios. Dios no está lejos, está ahí, en el otro, en ti. ¿Dos amores? Sí, el verdadero y el falso. Siendo verdadero, sólo hay un amor.

CARITAS
RIOS DEL CORAZON
CUARESMA Y PASCUA 1993.Pág. 122


8.

Para entender esta parábola se debe saber que en el siglo I judíos y samaritanos se odiaban mortalmente. Los segundos fueron excluidos del culto de Jerusalén, se les echa en cara "que no cumplen ni un mandamiento, ni aun los residuos de un mandamientos, y en la práctica se les trata como a paganos [50,20lsl. De modo que la comparación de Jesús, tras hacer ver la dureza de corazón del sacerdote y del levita, en la obra de misericordia del samaritano expone el amor efectivo y práctico al prójimo. El samaritano recoge a aquel hombre indefenso sin tener en cuenta para nada límites nacionales o religiosos. Su amor no conoce fronteras, y en ello se corresponde con el amor de Dios, al que alude Jesús para fundamentar su precepto de amar al enemigo: amad a vuestros enemigos, Dios lo hace también, hace salir su sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos (Mt 5,44par).

Con su pregunta: ¿Quién es mi prójimo? el escriba quiere saber cómo se debe entender, según Jesús, el precepto veterotestamentario del amor (Lev 19,18), qué límites tiene, a quién se debe tratar como prójimo y a quién no. ¿A quién debo considerar objeto de mi amor? Detrás de esta pregunta late la idea (evidente tanto entonces como hoy) de que el precepto del amor obliga al hombre en una ordenación diríamos concéntrica de importancia: hay una progresión gradual en vistas, por ejemplo, a los connacionales, a los familiares, a los vecinos; los que están ya lejos y los enemigos quedan excluidos, fuera de este círculo.

La parábola de Jesús "fuerza" otra concepción: se sitúa al lado del asaltado por los bandidos, y mira con los ojos del molido a palos; al oyente, se le exige un fundamental cambio de perspectiva. La pregunta final se corresponde con el planteamiento: ¿Quién de'estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de salteadores? De modo que Jesús no acepta una pregunta acerca del objeto del amor que aparte de este objeto, una pregunta así ha sido ya convertida en imposible de una vez para siempre. Jesús trata del sujeto (que ama o que, precisamente, rehúsa amar): ¿quién se ha comportado como prójimo? -Para quién soy el prójimo? Y tal pregunta, sometida a tal transformación, pone muy en claro que la exigencia de amar me afecta incondicionalmente; nada tiene que ver con ella el hecho de que el prójimo me parezca merecer o no merecer mi amor. Soy yo quien debo convertirme en prójimo incluso para mi enemigo. Lo cual no me está mandado, sino narrado en la parábola como una posibilidad estimulante y fuente de vida auténtica.

La ética de Jesús no es, radicalmente, una ética imperativa, sino una ética narrativa. La peculiaridad de su exigencia no radica en el contenido, la cosa es clarísima (incluso el precepto del amor a los enemigos se documenta en el antiguo testamento, y fuera del cristianismo), sino en la coordinación complexiva de la palabra y la obra de Jesús con una forma verbal y una estructura que las relacionan dentro de su contexto. Jesús rodea a sus oyentes con historias que pintan y describen lo que exigen, e incluso encarrilan aquello de que hablan. El que oye es atraído, es inducido a identificarse, se contempla a sí mismo, sin intermediarios, en la escena, y se ve confrontado con el papel que te ofrecen; este papel le libera y le acucia hacia una conducta nueva; la narración le da el lugar y el tiempo necesario para ello.

Así la ética narrativa está en situación de preservar la secuencia y el paralelismo de indicativo e imperativo, y no tornarse así "legalista". En la parábola del buen samaritano, por ejemplo, se narra siempre en este sentido como posibilidad real una posibilidad que ha fallado repetidamente. Aquí no hay ni imperativo ni un duro "tú debes". Aquí hay estímulo y atracción. La parábola presupone una posibilidad y le da alas: no pretende mandar amar, sino describir el amor como cosa posible y con ello hacerlo verdaderamente posible.

En último término lo que ocurre en el camino de Jerusalén a Jericó es el gozo del seguimiento al que llama Jesús, es la respuesta a la experiencia de la bondad infinita de Dios, es la fiesta del amor cumplido al prójimo.

ECKART OTT
FIESTA Y GOZO. Págs. 166-167