COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Ef 01, 03-14 

1. 

Actualmente está bastante extendida la idea de que Efesios no es una carta escrita por el propio Pablo sino por un discípulo. Y Colosenses también. Y hay no pocas razones sólidas para aceptar esa idea. Pero ello no es demasiado importante para comprender su contenido fundamental.

En el capítulo primero se encuentra el himno a Cristo, una de las cumbres de la literatura paulina. Pues si Efesios no fuera del propio Pablo, sin embargo recoge y desarrolla, culminándolas, algunas de las ideas del Apóstol. Y eso es lo que ocurre con este himno.

Se expone en él el sentido de Jesucristo en términos totalmente globales y que abarcan toda la historia. Estas líneas intentan nada menos que dar cuenta del plan de Dios respecto al hombre y del puesto y misión de Cristo en ese plan.

En la primera estrofa (vv. 3-6) se expone básicamente ese plan en un contexto de acción de gracias. Aparece la predestinación y elección del hombre por parte de Dios. Predestinación a ser hijo de Dios, no a ninguna otra cosa como luego entendieron los calvinistas. El destino a ser hijos es lo primero, aunque aparezca después, en el texto la santidad. Se destaca la libre, absolutamente libre, iniciativa de Dios.

Nada hay, sino su amor, que explique por qué ha puesto en marcha este plan. La segunda estrofa (7-10): la acción del Hijo. La constante repetición de fórmulas referidas a Cristo hacen ver la importancia de su persona. A través de Jesucristo se va realizando el proyecto.

Todo se va recapitulando hacia El. La cual recapitulación es el punto final del proceso comenzado por la iniciativa divina aún antes de la creación. Es hacer que toda la humanidad reconozca a Cristo como Señor, se someta a El y El a su vez la una con Dios, de forma que Dios sea todo en todas las cosas (I Cor, 15, 27-28). La última estrofa (11, 14), es una especie de aplicación concreta de esta gran construcción. El arco de bóveda abarca toda la historia, apoyándose en cada uno de sus extremos. Cristo no deja fuera a nadie ni a nada. La recapitulación es la manera de llegar a ser hijos. Nadie puede pensar que el plan divino no va con él.

Pero de hecho sucede a menudo, cada vez más. Cada vez hay más agnósticos. En gran parte es nuestra responsabilidad hacer que esto no suceda, no con imposiciones o predicaciones que todavía alejan a más gente y hacen más increíble este plan, sino con amor a la gente real.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1991, 36


 

2. HIJO-DE-D/ELECCION

El prólogo de la carta a los Efesios es un himno y a la vez una auténtica oración, una contemplación teológica de todo el plan salvífico de Dios. Ya la introducción es claramente trinitaria: el Padre, Cristo y el Espíritu, son los grandes agentes de la salvación.

El Padre no es el Dios de la creación, el trascendente e inaccesible, sino el Dios que se nos ha revelado como Padre de nuestro Señor Jesucristo: más aún, como nuestro Padre del cielo.

El nos ha elegido desde toda la eternidad para ser sus hijos en su Hijo, para que vivamos una vida de amor y de acción de gracias, para reproducir en nosotros la imagen de su Hijo querido. Cristo es así nuestro Señor y nuestro hermano: el que con su sangre borra nuestro pecado, y nos llena de la gracia y del favor del Padre. Y este Cristo, nuestro hermano, es la síntesis y el cumplimiento del plan de Dios: en El, todos nosotros y toda la creación somos una sola cosa; El es el centro de todo, y nosotros no podemos menos de girar en su órbita, y vivir en una segura esperanza de la herencia que nos está destinada.

Y el Espíritu Santo es la concreción de todas las bendiciones que hemos recibido, el gran don que nos da el Padre, por medio de su Hijo. Al aceptar en fe el mensaje evangélico, como palabra de auténtica salvación, el Espíritu Santo nos imprime un sello, una marca, como garantía de que somos propiedad peculiar de Dios; y al mismo tiempo, da un sentido a nuestra vida, orientándola hacia la consumación de la salvación, cuando estemos definitivamente con y en Dios.

Pero todo este plan de Dios no es una bonita teoría, sino una realidad tangible en nuestra celebración eucarística. En la Eucaristía, cuando hacemos de nuevo presente el sacrificio salvador de Cristo, el Padre nos salva de veras y nos une más estrechamente en la vida de amor; y el Espíritu nos da nueva fuerza para vivir nuestra vida de auténticos hijos de Dios.

DABAR 1976, 42


 

3. PLAN-DE-D/AZAR:.

¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? El "misterio" ha quedado revelado. No hay azar. Dios tiene un "plan": Dios ha creado para nosotros el mundo, casa abierta para los hijos de Dios. No vamos a la deriva, caminamos hacia una meta: todos los hombres reunidos en torno a Cristo formando un inmenso Cuerpo, la humanidad regenerada sentada en torno a la mesa familiar, el encuentro definitivo de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.

Esto no son sólo palabras bonitas, promesas sin garantía. Entre nosotros vive un hombre en quien se ha cumplido ya todo esto: Jesucristo, muerto para resucitar. Tenemos además en nosotros el fermento de la metamorfosis futura: el Espíritu Santo. Tenemos, más o menos arraigado en nosotros, ese espíritu filial de fe y confianza que ilumina a tantos corazones cuando penetran este misterio y entran en este plan.

Cada eucaristía recordamos este proyecto de Dios, participamos en él y esperamos que termine por ser realidad total. Cada día de la semana, cada acontecimiento de nuestra vida, es una etapa en el camino de Dios.

DABAR 1979, 41


4.

La introducción a la carta de san Pablo a los cristianos de Efeso que leemos hoy como segunda lectura, es un solemne himno -redactado según las fórmulas judías de bendición- que canta el plan divino de la salvación. El núcleo teológico de este magnífico fragmento paulino se halla en el convencimiento de que los hombres no somos un fruto del azar sino de un plan de amor trazado por el mismo Dios: "La humanidad no va a la deriva, va avanzando hacia su perfeccionamiento y consumación: todos los hombres reunidos en torno a Cristo y vinculados a él (v. 10) en un cuerpo inmenso irrigado por la vitalidad divina, la humanidad regenerada, sentada a la mesa de familia, los reencuentros definitivos de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. Esto no es una palabra en el aire, promesa sin garantía. Entre nosotros, un hombre realizó ya el cambio venidero: Jesucristo, muerto para resucitar. Hay ya en nosotros el fermento de la metamorfosis futura: el Espíritu Santo. Hay ya -más o menos anclado en nosotros- ese espíritu filial de fe y confianza que ilumina a tantos corazones cuando penetran este "misterio" y entran en este "plan". (La Biblia del Domingo, Herder, Barcelona 1972, p 689).

Cuando celebramos la Eucaristía damos gracias al Padre precisamente por haber realizado en nosotros este plan de salvación. Debemos tener conciencia de este motivo central de nuestra acción de gracias, que nada tiene que ver con ninguna comprobación egoísta de unos beneficios recibidos, sino que provoca una actitud desinteresada de alabanza. Porque lo que agradecemos no es directamente nuestra exaltación, sino la manifestación en nosotros del amor y la bondad de Dios. La gloria de Dios se manifiesta en la glorificación de Cristo, de la que nosotros por gracia participamos. Esto es lo que hace nacer de nuestros labios el cántico de acción de gracias, lo que nos convierte en "alabanza de su gloria".

JOAN LLOPIS
MISA DOMINICAL 1973, 3B


5.

Siete fragmentos escogidos de la carta a los efesios se leen durante los domingos 15 al 21 del ciclo B. El fragmento de hoy y el del domingo próximo forman parte del grandioso prefacio de la carta (caps. 1-3). Prefacio en sentido literario, y también en sentido litúrgico.

Un lenguaje difícil de entender, e incluso de interesar, al fiel que desde un banco de la Iglesia "oye la misa" del domingo. Pero sin un esfuerzo para entrar en la problemática y el vocabulario de Ef 1-3 es imposible comprender el canon o plegaria eucarística.

Las ideas claves de este prefacio, y de la plegaria eucarística, son: la iniciativa del Padre, como punto de partida de todo; el misterio de Cristo, como cumbre del plan divino; la Pasión (la "sangre"), como camino histórico concreto de nuestra salvación; la praxis sacramental -más o menos explícitamente mencionada- como actualización del misterio pascual e hilo conductor de la vida de la Iglesia; el itinerario de nuestra inserción en la economía divina: escuchar la Palabra, en ella y recibir el Espíritu Santo, que es "prenda de nuestra herencia"; la oración del creyente, que tiene dos expresiones principales: la actitud de alabanza o bendición (doxologías) y la súplica insistente y vehemente, en petición no de favores particulares sino del cumplimiento total de la voluntad salvífica del Padre. Nótese la exposición dinámica del misterio trinitario, en el que el centro de interés no es lo que es o de donde procede cada persona, sino lo que cada una de ellas hace para nuestra salvación, querida por el Padre, realizada por el HIjo, consumada en el Espíritu.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1976, 14


 

6. Ef/01/01-14

El escrito de Pablo que empezamos hoy, conocido como carta a los Efesios, se abre, como de costumbre, con un saludo (v 1s) al que sigue un himno introductorio, probablemente de origen litúrgico, que canta el misterio de Dios oculto desde la eternidad y manifestado ahora (3-14).

En el saludo, las palabras «por designio de Dios» expresan la comprensión que Pablo tiene de sí mismo como cristiano: es lo que es sólo porque Dios lo ha querido así y por obra suya. Esta comprensión de sí mismo en Pablo es fundamental, ya que orienta toda su vida. El pensamiento cristiano, que ve el designio de Dios en la totalidad de la propia vida, manifiesta la insuficiencia de un humanismo que cree que lo que el hombre es y puede llegar a ser está totalmente en su mano.

En cuanto a la segunda parte, el himno, para entenderlo es preciso que lo escuchemos como dicho para nosotros, hasta llegar -en cierto modo- a cantarlo nosotros mismos. Sólo con esta actitud, y no por la curiosidad de examinar la "realidad" de que se habla, podremos comprender que Dios nos bendiga con su bendición (3). El mundo y la vida que se cantan en el himno parecen extraños a la vida y al mundo nuestro de aquí. Pero no es así, ya que, aunque apenas se alude, en realidad nos abre a una nueva forma de comprendernos a nosotros mismos, lo que supone una nueva manera de vivir en relación con nosotros y con los demás. No seremos los mismos -para con nosotros y para los demás-, ni nos comportaremos de la misma forma, si nos consideramos todos bendecidos (3), elegidos de antemano para ser santos (4), escogidos en orden a una filiación adoptiva por parte de Dios (5), redimidos, perdonados (7), llenos de gracia por obra del Señor, rebosantes de sabiduría e inteligencia (8). Lo que se ha realizado en Cristo no es sólo para la salvación de unos cuantos; el designio de Dios es «hacer la unidad del universo en Cristo, de lo terrestre y de lo celeste» (10). Y, al final, en nuestro interior, tal vez caeremos de rodillas ante el misterio del hombre, que no es otro sino el de ser el lugar del misterio de Dios, donde llega a hacerse realidad la obra de Dios en Cristo.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 715 s.