REFLEXIONES

1. PD/REACCIONES.

Quizá podría servirnos como pauta ante la Palabra de Dios lo siguiente: si, al oír su Palabra, nada se conmueve en nosotros, si no nos molesta en absoluto, si la encontramos muy natural..., entonces, o la hemos tergiversado o estamos oyendo otra palabra, pero no la de Dios. (O somos perfectos; y el que se crea perfecto, que nos lo haga saber, para aprender de él). Si, por el contrario, al escuchar esa Palabra suya, algo se conmueve dentro de nosotros, algo nos duele de nuestra vida, algo nos escuece dentro de nuestro ser; si descubrimos que todavía tenemos mucho camino por recorrer para hacer lo que nos pedía Jesús... entonces, en medio del sufrimiento que siempre conlleva el reconocer nuestros pecados y limitaciones, nuestros fallos y errores, podremos alegrarnos:

-Porque no seremos como ese pueblo rebelde que oye, pero no escucha; porque será señal de que seguimos despiertos y sintonizando en la "onda" de Dios.

-Y también porque, junto con la denuncia, sentiremos el abrazo cálido de Jesús que nos dice: "Yo estoy con vosotros", "ánimo, que yo he vencido al mundo"; y ésa es la garantía de que podemos lograrlo, de que podemos cambiar, de que podemos transformarnos nosotros y podemos transformar nuestro mundo.

DABAR 1982/37


2.

FE: UN ACTO PERSONAL

La expresión "creo-en-ti" es la forma original, la más completa, radical, comprometida y abarcante de la fe. Por supuesto, más profunda que la expresión "te creo".

Creer-algo es solamente una forma secundaria de fe. La fe no habla de una relación entre el hombre y las cosas, sino de una relación de persona a persona. La palabra latina "credere" significa "cor-dare", esto es, dar el corazón a otro, dar la persona entera. En esta entrega de la persona al otro se origina un conocimiento que procede de la voluntad, del amor. Esta fe en una persona exige creer necesariamente lo que el otro dice, lo que el otro quiere... La fe es un acto de la persona

BRUNO DREHER


3. MONICIÓN DE ENTRADA.

Dios no habla en vano. Su palabra se cumple y salva a quien la escucha con fe. ¡No cerremos hoy los oídos a la palabra de Jesús! Pensemos que la palabra de Dios, si no la escuchamos y la ponemos en práctica, se volverá contra nosotros como una acusación. Pensemos también que la palabra de Jesús nos llega siempre por boca de los hombres y que sólo el que está dispuesto a escuchar a todos los hombres, y en especial a los pobres, tiene también oídos para escuchar la palabra de Dios.

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Introducción

Hermanos: Domingo a domingo, la Palabra de Dios cae sobre nosotros como una lluvia fina, cargada de dinamismo generativo.

Sin embargo: ¿la recibimos? ¿Y cuáles son sus frutos? Hay una triste verdad sobre la cual hoy el Evangelio quiere volver nuestra mirada: los hombres que nos decimos creyentes y piadosos, resistimos a la Palabra de Dios para que caiga y resbale sobre nosotros; tenemos modos y formas para seguir tan campantes como si nada hubiera pasado, a pesar de que decimos venir a escuchar la Palabra de Dios para ponerla en práctica.

La liturgia de este domingo nos invita a descubrir nuestras propias trampas; iniciémosla, por tanto, con un corazón sincero, libre de prejuicios.

BENETTI-B/3.Págs. 117 ss.

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MONICIÓN DE DESPEDIDA.

Para escuchar a una persona, hace falta que ésta tenga sobre nosotros algún ascendiente. Por esa razón despreciamos muchas veces las palabras de la gente sencilla, de los que son como nosotros. Se ha dicho que a los pobres no les escucha nadie.

¿Será por eso por lo que no escuchamos a Dios? Porque Dios se complace en proclamar la verdad por la boca de los pobres.

EUCARISTÍA 1988/32


4. MEDIACION-HUMANA

-Ambigüedad de las mediaciones humanas (I lectura y evangelio)

La reacción de oposición o de indiferencia que mantenemos los hombres frente a las voces proféticas, obedece casi siempre al hecho de que el profeta nos aparece bajo apariencias demasiado humanas. Este hecho aparece claro a través de las lecturas de este domingo: la primera señala que Ezequiel es un "hijo de Adán", es decir, un hombre cualquiera, con todas las imperfecciones y deficiencias propias de la naturaleza humana, y por ello le será difícil conseguir que aquel pueblo le escuche, por su rebeldía, que presenta incluso frente al mismo Dios. El evangelio muestra claramente que el motivo de la indiferencia de los de Nazaret ante la predicación de Jesús es cabalmente el hecho de que Jesús sea tan semejante a ellos mismos, tan vulgar y corriente, cuyo origen y parentela son conocidos por todo el mundo. Si Ezequiel se hubiese presentado con el esplendor de un embajador divino, si Jesús hubiera aparecido maravillosamente en medio del pueblo, sin que nadie conociera su procedencia, con toda seguridad sus palabras habrían sido recibidas como verdaderos oráculos de Dios.

-Pero los pensamientos de Dios no son los mismos que los de los hombres A lo largo de la economía de la salvación, Dios se ha querido comunicar con los hombres a través de instrumentos humanos, a menudo débiles e imperfectos, pero que, precisamente por eso, han sido capaces de mostrar toda la fuerza de Dios. No obstante, esta ley de la economía salvífica presenta una serie de ambigüedades que hay que superar constantemente. Por parte de quienes reciben el mensaje de Dios a través del instrumento humano de la voz del profeta, existe el peligro de cerrar voluntariamente los oídos a la voz de Dios, precisamente porque suena demasiado como una voz humana. Deben hacer un esfuerzo de purificación interior y captar, prescindiendo de las imperfecciones del altavoz, el sentido total del mensaje. Por parte del mismo profeta, existe el peligro de verse tan indigno que ello le conduzca a rehusar la función de portador de la voz de Dios; o bien, de asustarse hasta tal punto ante las reacciones contrarias de los demás hombres, que dimita fácilmente de su misión. Todo profeta (y todos los cristianos somos profetas), debe escuchar la exhortación que Dios hace a Ezequiel: "A ellos te envío.. te hagan caso o no te hagan caso", y actuar como Jesús, el cual aunque no pudo hacer ningún milagro en su pueblo, no dejó por ello de recorrer las demás ciudades y enseñar en ellas, como dice la última frase del evangelio de hoy (nótese que en la versión castellana falta esta última frase). En una palabra: debemos ser conscientes de que, según el plan de Dios, la Salvación la recibimos por medio de unos hombres y pese a las deficiencias de estos mismos hombres.

JOAN LLOPIS
MISA DOMINICAL 1973/2B


5. Lo cotidiano COSTUMBRE

Los latinos repetían una frase -quotidia vilescunt- que refleja la precariedad que transmite a todo, incluso a lo más grande, la estrecha capacidad humana de estar atento a todo y en cada momento con la intensidad que se merecen las cosas y las personas.

En este sentido, hablamos con frecuencia de "deformación profesional" cuando constatamos la frialdad con la que son tratadas realidades humanas tan impactantes como la enfermedad o la muerte en cuanto salen del ámbito afectivo de la familia o amistad. Si pasamos a la esfera de lo religioso no es difícil constatar que también se envilecen las realidades más sagradas al contacto con nuestra casi congénita incapacidad de estar a la altura de las circunstancias.

Así les ocurrió a los nazaretanos. Habían tenido en medio de ellos la presencia espléndida de Jesús durante treinta años. Se habían acostumbrado a Él y le habían minimizado lo suficiente como para poderlo encuadrar en sus esquemas. Por eso no se podían creer lo que sus ojos veían y sus oídos oían, aquel sábado en la sinagoga. Todas las preguntas que se hacían es la constatación de que ni querían, ni podían salir de sus prejuicios y se quedaban con el Jesús al que estaban acostumbrados. Por eso no aceptaron la propuesta que les hacía su paisano.

Es fácil dar el paso que nos introduzca en nuestra experiencia de fe. También cabe en ella una cierta "deformación profesional" que nos hace indiferentes a la permanente novedad de Cristo que con su Palabra intenta arrancarnos de lo cotidiano y orientarnos hacia la asignatura pendiente de estar atentos a su presencia, siempre provocadora.

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 216 - Año V - 6 de julio de 1997


6. EL ESCÁNDALO DEL PROFETA

Este puede ser el título emblemático (tiene un significado que va más allá del episodio), que resume el contenido de los textos bíblicos que se leen en la eucaristía este domingo decimocuarto ordinario.

La primera experiencia escandalizante es la de Ezequiel (primera lectura). Se narra la vocación de este profeta en clave de meditación sobre la dramaticidad de la misión profética en un mundo incomprensivo y hostil. El profeta es un mártir en el doble sentido de "testimonio" y de "hombre inmolado". Israel es un pueblo testarudo y obstinado, pero que no podrá hacer callar ni ignorar la voz del profeta, que habla con firmeza de parte de Dios. En la segunda lectura escuchamos un trozo de la carta a los Corintios, que es una autobiografía de San Pablo, apóstol contestado, incomprendido y rechazado. Su ministerio pasa por muchas pruebas y se desarrolla en medio de debilidades, insultos privaciones, persecuciones y dificultades. De igual suerte, el cristiano, que en todo momento debe ser profeta de la fe y del amor en un mundo en el que la incredulidad y el egoísmo avanzan con fuerza esterilizante, ha de estar dispuesto a superar la debilidad congénita del pecado y la humillación del rechazo.

El punto culminante es la narración evangélica del rechazo de Jesús en su patria. Al retornar a Nazaret después de haber iniciado su ministerio público, lo hace no como el simple carpintero de meses anteriores, sino como maestro que habla con autoridad y llama a la fe auténtica. La escena se desarrolla en la sinagoga, centro local del culto y de la oración. Podemos imaginarnos la expectativa y curiosidad de los nazaretanos. el resultado fue una nueva sabiduría, y una imposición de manos curativa sobre los enfermos que circundaban la sinagoga. Jesús no fue escuchado en su patria entonces ni ahora su evangelio es bien recibido e interpretado, porque el hombre prefiere seguir viviendo en la tiniebla en vez de la luz, que presenta la novedad de Dios, el cambio de mentalidad y de vida.

Andrés Pardo