26 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XIII
21-26
21.
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo
Nexo entre las lecturas
"Llamada y respuesta": dos palabras que resumen el contenido sustancial de las
lecturas del presente domingo. Jesús en su caminar hacia Jerusalén llama a
algunos a seguirle y a darle una respuesta radical (Evangelio). En esto Jesús
supera las exigencias del llamado y del seguimiento en el Antiguo Testamento,
particularmente en la vocación de Eliseo (primera lectura). Los gálatas -y todos
los cristianos en general- han sido llamados a la libertad del Espíritu, y por
consiguiente tienen que responder con su comportamiento a su nueva condición de
hombres libres, evitando caer otra vez en la esclavitud (segunda lectura).
Mensaje doctrinal
Los pasajes bíblicos de este domingo nos presentan algunas características
fundamentales de la respuesta a la llamada que Cristo hace a los hombres.
Características exigentes, nada convencionales.
1. Con Jesús hacia el Gólgota. Con el pasaje evangélico comienza Lucas la
gran marcha de Jesús desde el lugar del triunfo y del éxito (Galilea) hacia el
lugar de la muerte y de la derrota incomprensible (el Gólgota en Jerusalén).
Jesús inicia esta marcha "con firme decisión". Él camina por delante, el
primero, el abanderado de los designios del Padre, "para cumplir los días de su
asunción", es decir, los días de su martirio fuera de los muros de Jerusalén y
de su exaltación gloriosa mediante la resurrección. Los discípulos han dicho sí
a la llamada y ahora siguen sus pasos, sin entender muy bien a dónde van. Jesús,
en esta larga marcha hacia Jerusalén, les irá instruyendo y poco a poco captarán
que el camino termina en una cruz. Jesús habla claro, pero la ceguera de los
discípulos no es fácil de vencer. Necesitarán la luz de la Pascua.
2. Como Jesús, pasar haciendo el bien. Los hijos del trueno quieren
arrojar fuego y centellas sobre el pueblo que rechaza darles hospedaje.
Seguramente habían escuchado en la sinagoga que Elías había hecho caer fuego del
cielo (1 Re 18, 38) y ellos no querían ser menos que aquel gran profeta. Pero
Elías hizo bajar el fuego de Dios no sobre una ciudad y sus habitantes, sino
sobre el sacrificio en el monte Carmelo. Santiago y Juan como buenos discípulos
de Juan el Bautista van más allá, porque ellos han escuchado decir a su antiguo
maestro que "el Mesías quemará la paja con fuego que no se apaga" (Lc 3,17).
Lucas nos dice que Jesús "les reprendió con dureza". ¿Pero es que no se han
enterado que Jesús no ha venido para hacer el mal, sino sólo el bien? ¿No
entienden que Jesús camina hacia Jerusalén para vencer el mal con el bien sobre
el Calvario?
3. Tres actitudes para seguir a Jesús. Podemos formularlas así: Entrega
total, decisión absoluta, desprendimiento pleno. Hay que estar dispuesto a dejar
el pasado, a no mirar hacia atrás, sino a tender los ojos hacia adelante, hacia
la tierra que hay que labrar y que un día dará su fruto. En el seguimiento de
Jesucristo no se admiten condiciones, si éstas implican subordinar el llamado al
propio querer. Se pide radicalidad, porque el reino de Dios apremia y no puede
esperar: Eliseo pudo poner condiciones a Elías (ir a despedirse de sus padres),
pero el cristiano, si así lo requiere el Reino, ha de librarse de esta
preocupación por un bien urgente y superior. Finalmente, al discípulo Jesús pide
el poner exclusivamente en él su seguridad, renunciando a todo tipo de
seguridades materiales y humanas. Jesús no tiene nada, sólo a su Padre. El
discípulo habrá de estar dispuesto a no tener nada, sólo un camino y un
caminante que le va llevando hacia la cruz.
4. Seguir a Cristo con libertad. Antes del bautismo el cristiano era
esclavo de sí mismo y del Maligno. Cristo lo ha liberado, pero no para arrojarle
otra vez a una nueva esclavitud, sino para que viva siempre en clave de
libertad, bajo la guía del Espíritu Santo. Para un cristiano incircunciso, nos
enseña Pablo, el circuncidarse es perder la libertad del Espíritu y caer en la
esclavitud de la ley. Por otra parte, un cristiano, proveniente del paganismo,
pierde la libertad si vuelve a vivir como antes, siguiendo las apetencias de la
carne, como la idolatría, la fornicación, la discordia, las borracheras y, en
general, cualquier forma de libertinaje. El cristiano, liberado por Cristo, ha
de aceptar y vivir el riesgo y el reto de la libertad.
Sugerencias pastorales
1. Un camino y muchos senderos. Cristo es el único camino, un camino
sobre el que se extiende, poderosa, la sombra de la cruz. Este es el único
camino del seguimiento, de la misión, de la plenitud cristiana. Son, sin
embargo, muchos los senderos que conducen a este camino. Son muchos los modos y
tiempos con que Cristo llama a los hombres a caminar con él, junto a él. Está el
sendero de la fidelidad conyugal y el de la consagración radical, está el
sendero del sufrimiento y el de la entrega amorosa en el servicio a los
necesitados, está el sendero de la vida pública y el de la vida oculta en el
quehacer diario del hogar, está el sendero del espectáculo para descanso del
hombre y el de la escuela para su instrucción. Está el sendero de...Todos los
senderos pueden, deben encontrarse en el mismo y único camino: Jesucristo,
maestro de los hombres, redentor del mundo. Al entroncar nuestro sendero con el
camino de Cristo percibiremos que no llegamos desnudos al camino, sino que
portamos con nosotros nuestra cruz y nuestro calvario. Y nos convenceremos quizá
que la cruz de Cristo está hecha de millones de cruces, y el Calvario que
sostiene la cruz es un promontorio formado por muchos calvarios. Es el momento
de preguntarnos si el sendero de nuestra vida está entroncado al camino de
Cristo. Es el momento de suplicar al Señor que nuestros senderos confluyan
siempre en el camino de Cristo maestro y redentor.
2. Caminar sin entender del todo. En las cosas del espíritu no todo es
claro, ni todo evidente. Pero uno no puede quedarse paralizado, hay que caminar
aunque no se entienda todo ni del todo. Caminar mirando una estrella que un día
se vio, y que ahora quizá está cubierta por una densa nube. Caminar, como Jesús,
con paso firme, sin miedo, aunque la inteligencia quiera que detenga el paso e
incluso que retroceda ante la niebla del camino. Caminar en el claroscuro de la
fe, mirando siempre hacia adelante, hacia Jerusalén, la meta de nuestra
existencia. Caminar, caminar, caminar... ¿No nos sucede a veces que nuestra
inteligencia nos frena en el camino de la vida espiritual, del trabajo
apostólico? Camina iluminado por el corazón, porque el corazón tiene sus razones
que la razón no comprende. Y el amor difícilmente se equivoca.
22. DOMINICOS 2004
1.- Todos los hombres y todos los pueblos realizan
grandes esfuerzos por gozar de libertad, saliendo de cualquier clase de
esclavitud, salir de la represión a la libertad, como un derecho supremo y bien
absoluto del hombre. Se considera que la libertad está en la raíz de la propia
identidad como la mejor cualidad inherente a la dignidad de la persona humana.
2.- Al hablar de persona libre-libertad puede haber coincidencia de expresiones
y a la vez gran diferencia en los contenidos que queremos significar. Variantes
que incluso se dan dentro del mismo colectivo según sea la edad, la pertenencia
a grupos étnicos o políticos, condicionamientos religiosos, nivel social y
cultural, etc.
3.- El pueblo cristiano entendió de forma diferenciada la esclavitud-libertad a
través de los tiempos (imperio romano, edad media, moderna y en los nuestros),
al asumir en parte los criterios socio-culturales, y a la vez defender la
peculiaridad de la libertad cristiana donde siempre subyace la originalidad que
le presta ser esclavos en Cristo, como modelo y raíz de la verdadera libertad.
El cristianismo ofrece liberación total de ataduras y dependencias, liberación
regulada por el amor al prójimo: sin él faltaría el clima necesario para obrar
con verdadera libertad. Un esclavo puede pasar de un amo a otro, de una tiranía
o esclavitud a otra; el cristiano está llamado a gozar de la libertad de Cristo
que implica ante todo la liberación del egoísmo: Punto de partida y término de
otras liberaciones parciales.
4.- Somos esclavos por amor como respuesta a la llamada de Cristo: Un amor
exigente que deriva en austeridad para la propia vida y liberalidad comprensiva
con los demás. Libertad básica o fundamental que es principio y término de los
comportamientos; punto de apoyo y ayuda para triunfar en los ambientes
individuales/sociales que generan nuevas dependencias y ataduras: poder,
avaricia, drogadicción, sexo, etc.
Comentario Bíblico
El "seguimiento" como experiencia de libertad
Iª Lectura: 1Reyes (19,16-21): Eliseo "sigue" a Elías
I.1. La lectura nos presenta una narración que ofrece todos los indicios de la
mentalidad de una época, pero que pone de manifiesto esa ruptura que los
profetas expresan en sus vidas como ejemplo a seguir. En la narración aparece el
gran profeta Elías que, con el signo ancestral de su manto, capta a su discípulo
Eliseo para que le siga; porque, cuando Elías desaparezca, Eliseo debe mantener
viva la llama de la profecía, la voz de Dios. El signo del manto es el signo
evidente de para qué sirve un manto, para proteger, para acoger. El manto de
Elías es toda su vida, sus opciones por el Dios vivo, su defensa de la justicia.
I.2. Toda llamada implicará un cambio de mentalidad y una opción por lo que
merece la pena. Habrá que romper con ideologías de mentalidades ancestrales,
rutinarias, incluso familiares (no se refiere a los sentimientos, desde luego)
para seguir el proyecto de Dios.
IIª Lectura (Gálatas 5,1-18): Nuestra vocación es la libertad
II.1. La carta de la libertad cristiana, tal como es designada la carta a los
Gálatas, nos habla precisamente de ese don por el que luchó Pablo contra los que
se oponían al evangelio que se le había revelado. El Apóstol sabe que la
libertad puede malinterpretarse con el libertinaje; ¡todos lo sabemos! No
obstante, el evangelio es el don de la libertad más grande que el hombre tiene
que recuperar constantemente como don de Dios. El “apóstrofe” con que Pablo
reclama a los cristianos la consecuencia de su vocación a la libertad es de una
fuerza inaudita. Y deja claro que la libertad debe experimentarse en el amor.
Sin el amor, la libertad cristiana también estaría herida de muerte. No se trata
solamente de matices o de pura retórica: ¿De qué nos vale la libertad desde el
odio? ¿Dónde nos lleva la libertad sin reconciliación?
II.2. Durante toda la carta, Pablo se ha mantenido en una actitud irrenunciable
a los valores del evangelio que él predica, que recibió por revelación y por el
que da la vida. Ese evangelio es la experiencia más grande de libertad que jamás
hubiera podido soñar. Ahora, en la parte práctica de la carta (cc. 5-6) vuelve
de nuevo sobre el tema. La libertad verdadera es un don del Espíritu; el
libertinaje es una consecuencia del egoísmo (de la carne, como a Pablo le parece
bien decir). La carne es todo ese mundo que nos ata a cosas sin sentido. El
cristiano, como hombre que debe ser del Espíritu, está llamado a ser libre y a
no esclavizarse en lo que no tiene sentido.
Evangelio (Lucas 9,51-62): Seguir a Jesús: renuncia a la violencia y a
ideologías de muerte
III.1 La lectura del evangelio expone una ocasión clave de la vida de Jesús. Es
el momento de ir a Jerusalén; es el comienzo del “viaje hacia la ciudad Santa”
que en el tercer evangelista se recarga de un sentido teológico especial: porque
se intenta presentar, de la forma más efectiva, la actividad de Jesús como
profeta, a la vez que el evangelista se vale de la pedagogía de ese viaje para
enseñarnos a ser discípulos de Jesús. No están claras las referencias
geográficas del viaje (9,51-19,28). Nos encontramos con una insistencia clara en
que Jesús se dirige a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1). Estamos
casi en el centro del evangelio y Lucas, a diferencia de Marcos, quiere
privilegiar toda la “subida” a Jerusalén que será, en realidad, una “bajada” al
abismo de la condena y de la muerte. El texto de hoy está formado por dos
narraciones: la repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado. Él
no hizo discípulos enseñándoles una doctrina, como los rabinos, sino
enseñándoles a vivir de otra forma y manera.
III.2. La renuncia a la violencia que propugnan los hijos del Zebedeo porque no
ha sido Jesús recibido en Samaría es ya una declaración de intenciones. Lo es
también que el profeta galileo vaya a Jerusalén pasando por el territorio de los
herejes samaritanos para anunciarles también el mensaje del Reino. Son
rechazados y Jesús cuenta con ello, pero no se le ocurre incitar a la condena y
a la violencia. Éste es un aspecto determinante del “seguimiento” de Jesús según
Lucas. Merecería la pena comentar este episodio como paradigma de la actitud
básica de Jesús en su decisión de ir a Jerusalén.
III.3. Por eso, inmediatamente después de la decisión de Jesús, se nos presenta
el conjunto de las llamadas de Jesús a seguirle. La forma y la manera es
distinta de lo que sucede entre Elías y Eliseo. Aquí es la palabra directa de
Jesús, o la petición de los que quieren ser discípulos, o los que quieren
informarse, como si fueran candidatos. Pero la radicalidad es la misma. Es una
llamada para seguir a Jesús que ha decidido jugarse su vida como portavoz de
Dios delante de los jefes y señores de este mundo que están en Jerusalén. Lucas
quiere que los discípulos también tomen conciencia de lo que es este viaje, este
proyecto y esta tarea. ¿Para qué seguir a Jesús? ¿Por qué romper con las
ideologías familiares? ¿Por qué no mirar hacia atrás? Porque la tarea del Reino
de Dios exige una mentalidad nueva, liberadora. Los seguidores de Jesús tienen
que estar en camino, como Él; el camino es la vida misma desde una experiencia
de fraternidad.
III.4. Los textos del seguimiento que Lucas ha tomado del evangelio de
itinerantes, probablemente galileos radicales (Q), no tienen por qué ser
caracterizados como los de los filósofos cínicos. Desde luego, Jesús no lo era,
ni lo podía ser. Pero en esos dichos se refleja toda la crítica hacia las
instituciones sociales y el desapego, incluso, de lazos familiares que puedan
desviar la atención de las exigencias de Reino de Dios. No se trata de odio
familiar, pues eso estaría contra el amor a los enemigos que Jesús defendió
expresamente (Lc 6,27ss). Es, más bien, poner las cosas en su sitio cuando se
trata de sacar adelante el proyecto de Dios, que puede no coincidir con
intereses religiosos institucionales e incluso familiares. El discípulo de Jesús
se abre a un horizonte nuevo, a una familia universal, a una religión de vida y
no de muerte. Las palabras del seguimiento son rupturistas, pero no angustiosas;
son radicales, utópicas si queremos, porque van a la raíz de la vida y porque
son las que transforman nuestra vida y nuestro entorno social y religioso. Jesús
quiere que le sigamos para hacer presente el reinado de Dios en este mundo. Y el
Reino de Dios es lo único que puede traer la libertad a quien la anhela.
Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org
Pautas para la homilía
"La llamada al seguimiento en la verdadera libertad"
Ama y haz lo que quieras
Esto decía san Agustín, como resumen del mensaje cristiano. El valor del amor
manifestado por Jesús, en sus palabras y en su vida, es excelente y capaz de
orientar de manera eficaz cualquier acción humana; amor afectivo de caridad, que
se traduce en amor efectivo en obras de misericordia.
Una interpretación radicalmente distinta tiene esta afirmación en el lenguaje de
hoy, dentro de una cultura asediada por propaganda erótica y sometida a
manipulaciones egoístas. Amar y comportarse en la vida desde esos criterios
induce superficialmente a relaciones sexuales de cualquier tipo, parejas de
hecho, abusos y violencias. Pasar de una cultura de represión a una cultura de
libertad implicaría en tal contexto la superación de las normas éticas, en que
con facilidad domina o se impone el abuso de libertad, libertinaje por carencia
de criterios éticos. Equivale a decir que nada es malo y todo queda permitido.
Todos estamos llamados a vivir en libertad y nos mostramos gozosos por asumirla
como el valor por excelencia de la vida, tanto a nivel personal como
comunitario. El cristiano se considera doblemente libre: su vocación es la
libertad en Cristo al descubrir que entrega su vida por amor y llega a ser
“esclavo” de los otros por o para ayudarles a conseguir en plenitud su propia
libertad. Es capaz de elegir bienes permanentes, excelentes, universales a los
que puede llegar saliendo de cualquier clase de esclavitud o tiranía.
¿Qué nos dice la Sagrada Escritura?.
La vocación profética se presenta como un nuevo nacimiento.
Eliseo es un rico agricultor que se desprende de todo con prontitud, se despide
de la familia sin demoras y sigue al profeta. Al recibir el manto de Elías
recobra suficiente personalidad para lanzarle a la misión: Queda convertido en
hombre de Dios en el mundo del hombre. La fuerza del espíritu le capacita para
secundarla, sin negarse radicalmente; antes por el contrario cooperando con
libertad. A la voz de Dios hay una respuesta que le lleva a romper generosamente
con el pasado y asumir un nuevo género de vida al servicio de la misión.
En el relato de San Lucas aparecen varias vocaciones al discipulado, cuando
Jesús marcha camino de Jerusalén, que no son del todo entendidas por los
oyentes. La austeridad exigida al discípulo en el seguimiento está encaminada a
conseguir una libertad y disponibilidad mayor que le ayude a anunciar con nueva
transparencia el Reino de Dios. Se trata de cultivar la exigencia en el ámbito
de los propios intereses conjugada de manera admirable con la comprensión hacia
quienes se manifiestan “diferentes” en las ideas o respuestas al anuncio
liberador. Que baje fuego del cielo, en todo caso, para quemar los propios
egoísmos, pero no para destruir a los adversarios o ajenos a la propia
mentalidad.
Despego de los bienes y comodidades, ruptura con el pasado (incluso con el
presente familiar) en pro del seguimiento. Todo para que pueda darse el nuevo
nacimiento de la persona creyente cuya conciencia va a actuar en libertad desde
la obediencia a la voluntad de Dios, manifestada por Jesucristo.
La fe ilumina de tal modo la conciencia, que las exigencias de fidelidad a sus
mandatos están por encima de aquellos que se refieran a las leyes de la
sociedad: es la justicia del Reino en defensa de los pobres, humildes y
necesitados que ya anunciara el profeta Isaías la que impone sus exigencias. Va
precedida de una conversión del corazón que atañe no sólo a cada individuo en
particular, sino también a la comunidad plena.
Discernimiento en nuestras acciones pastorales
1.- Hay quien se entusiasma por la fama de Jesús. Uno se decide a seguirle a
cualquier parte que vaya, quizás sin descubrir los propios intereses que anidan
en ese seguimiento. Nadie puede fabricar un cristianismo según sus cálculos,
beneficios o comodidad.. Jesús no tiene nada que ofrecer… fuera de la liberación
plena y salvación gozosa.
No basta hoy con estar bautizados; no es suficiente que nos autodenominemos
discípulos y que caminemos por cuenta propia, porque pueden quedar soterradas
segundas intenciones en muchas tareas apostólicas. Es una invitación a
interiorizar la fe, a liberarla del follaje o lastres culturales y personales
que impiden descubrir el verdadero rostro de la fidelidad.
2.-El segundo de los casos referidos por el evangelista puede aludir a su apego
al pasado, que en definitiva (como en el caso de Eliseo) debe quedar atrás y
pertenece a otros. Al iniciar el seguimiento cotidiano de Jesús nos
comprometemos a abandonar unos “restos” que deben morir; algo que es preciso
superar por lo que tiene de atadura, auténticas bridas, que impiden avanzar con
libertad de espíritu por el camino de las bienaventuranzas.
¿Cuántos apegos o adherencias actúan como auténtico lastre en nuestro vuelo?
3.- El tercero tiene bastante similitud con el anterior y puede concretarse de
alguna manera con el mundo afectivo: quien se siente llamado intenta despedirse
de los suyos. Jesús no está en contra del cuarto mandamiento, pero sí quiere que
seamos capaces de mirar la vida con los ojos del corazón, con una mirada de
eternidad basada en otros estilos amorosos.
Fr. Manuel González de la Fuente, OP
mgfuente.dominicos@telefonica.net
23. I.V.E.
Comentarios Generales
I Reyes 19, 16. 19-21:
Elías y Eliseo han recibido de Dios el carisma profético. Ellos responden con
docilidad y generosidad a la elección. Constituyen un modelo que deberán imitar
cuantos reciban del cielo carisma de apostolado:
¾ Siempre la elección y la vocación es don gratuito de Dios. En el caso de
Eliseo, Elías es el intermediario que transmite el plan de Dios al elegido. Al
mismo tiempo le significa con una acción simbólica cual es el sentido de la
vocación de Dios: Elías echa su manto sobre Eliseo; con esto le indica que Dios
quiere de él que prosiga la tarea de Elías, con su mismo espíritu y su misma
plenitud de poderes.
¾ La respuesta de Eliseo al plan de Dios, que acaba de conocer por boca de
Elías, es altamente ejemplarizante. Inmediatamente hace renuncia de todo y se
entrega del todo a su nueva vocación. Abandona la familia, deja sus propiedades.
La renuncia es tan sincera que en testimonio y como sello de la irreversibilidad
de sus propósitos ofrece en sacrificio sus bueyes y quema todos sus aperos. Se
pone incondicionalmente a las órdenes de Elías. Y será en Israel, ante los reyes
y ante el pueblo, el gran defensor del culto de Dios frente a toda idolatría y
corruptela.
¾ Estos dones carismáticos los sigue otorgando Dios. En la Nueva Alianza, sin
duda duda con mayor profusión y riqueza que en la Antigua. El concilio nos dice
acerca de la respuesta que ha de dar a Dios aquel lo recibe: “Estos carismas
(proféticos) hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo” (LG 12).
Agradecimiento y gozo porque con estos dones de Dios puede el que los recibe
ayudar mucho a sus hermanos. De ahí esta otra norma conciliar: “De la recepción
de estos carismas procede a cada uno el derecho y la obligación de ejercitarlos
en la Iglesia y en el mundo”. San Pablo, rico como nadie en el carisma
profético, consciente de este derecho y de este deber decía: “Pues el anunciar
el Evangelio no es para mi ningún pretexto de gloriarme. Es una obligación que
me ha sido impuesta. Porque ¡ay de mi si no predicare el Evangelio! (I Cor
9,16).
Gálatas 4, 31-1. 13-18
San Pablo nos explica la libertad de los hijos de la fe en contraposición a la
servidumbre de la etapa de la ley Mosaica o de la Vieja Economía:
¾ Al contraponer Fe y Ley (Obras de la ley) no contrapone Dogmas y moral, sino
situaciones o estados. En el estadio de la Ley Mosaica (Antiguo Testamento) todo
era provisional, umbrátil y prefigurativo. Es Cristo la plenitud, la realidad,
la Verdad, la Vida. Quedarse ahora, tras la venida de Cristo, en la Ley Mosaica
es agarrarse a una sombra. Es una locura suicida, pues con ello se rechaza la
salvación que nos traer el único Salvador: Cristo.
¾ Libertad de la Ley no significa desenfreno o libertinaje: “Habéis sido
llamados a la libertad: solo que no sea esta libertad pretexto para vivir según
las pasiones”. Liberados de la Ley Mosaica; liberados para pasar al servicio y
amor de Cristo: “Yo, que no estoy sin la Ley de Dios; yo, que estoy ligado a la
Ley de Cristo...” (I Cor 9,21).
¾ La Ley de Dios, la Ley de Cristo, la que nos hace de verdad libres y a la vez
nos encadena como ninguna otra pueda hacerlo, es la Caridad. Y es asimismo el
Espíritu Santo; efectivamente, “Libres en Cristo” significa: al servicio de la
Caridad: “Antes bien, por la caridad haceos los unos servidores de los otros”.
“Libres en Cristo” significa: al servicio del Espíritu: “Os, digo, además:
Caminad según el Espíritu y no seréis esclavos de las apetencias de la carne...
Si sois conducidos por el espíritu ya no estáis bajo la Ley” (Mosaica). Dado que
la fructificación del Espíritu Santo es: Caridad, gozo, paz, longanimidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, castidad, es evidente que la Libertad del
Evangelio equivale a mayor fructificación del Espíritu en nosotros: a mayor
santidad: También sobre los fieles laicos deposita Dios la vocación y la
confianza de llenar el mundo de frutos del Espíritu Santo.
Lucas 9, 51-62:
El Maestro nos deja ejemplo de como se cumple una misión o una vocación señalada
por Dios:
¾ Emprende el viaje a Jerusalén. Este viaje tiene como termino la crucifixión.
Jesús lo sabe. El Enviado del Padre va consciente y valiente a cumplir su
misión. “Puso firme su rostro”, dice textualmente Lucas. Llega el tiempo de su
“termino”. Lo hace frente. Se encamina a Jerusalén.
¾ Es la ocasión para que Lucas nos recuerde las condiciones que exige el Maestro
a quien tienen la vocación y misión de ser los continuadores de su Obra
Salvífica. La lección se nos da escenificada en tres tipos de llamados al
apostolado. Y en cada uno se acentúa una renuncia.
Al primero le recuerda Jesús la existencia de la pobreza y desprendimiento
total. Al segundo, entrega sin reservas. El Apóstol de Cristo es Mensajero de
luz y Vida. Y eso es lo importante para él. Dar a todos la luz y la vida divina.
Ningún lazo, ni siquiera los efectos de familia, pueden serle trabas en el
cumplimiento de esta misión. Al tercero se le exige renuncia a toda distracción.
Con la alusión a Eliseo, que del cultivo de sus campos pasó al servicio
exclusivo de Dios, enseña Jesús la exclusividad e intensidad que exige la
vocación apostólica
*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F.),"Ministros
de la Palabra", ciclo "C", Herder, Barcelona 1979.
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CArd. D. ISIDRO GOMA Y TOMAS
Jesús sube a Jerusalén: es rechazado en Samaría. Tres candidatos al discipulado.
Explicación. — SUBE JESÚS A JERUSALÉN. — A pesar de la negativa de Jesús a los
requerimientos de sus parientes, que le invitan a subir a Jerusalén para la gran
fiesta de la Dedicación, a fin de manifestarse en público como Mesías, tenía el
Señor resuelto en su interior emprender el viaje, aunque no clamorosamente, en
la forma que sus parientes hubiesen querido, y en realidad lo emprenderá así que
se hayan aquellos ausentado, a pesar de los peligros que le amenazan: Mas,
después que sus hermanos hubieron subido... El viaje será lento, y dará lugar a
una serie de hechos y discursos que nos refiere casi exclusivamente San Lucas
(9, 51-10, 42). Ya no volverá el Señor a la Galilea durante su vida mortal,
aunque sí después de su resurrección. La solemnidad con que refiere el
Evangelista el propósito de Jesús de subir a la fiesta, responde a la situación
psicológica del Señor en el momento de dejar el país donde pasó casi toda su
vida, para arrostrar todas las consecuencias de la visita a la gran ciudad,
donde le esperan sus encarnizados enemigos: Y como se acercase el tiempo de su
asunción, el tiempo designado por el Padre en que debía Jesús subir a los
cielos, y en ello va comprendido todo que debía precederla, su pasión y muerte,
determinó, con semblante resuelto, ir a Jerusalén, resolvió firmemente, dando
impertérrito la cara a todo suceso futuro, ir a la gran ciudad, que estaba en
fiestas. Y a la ciudad fue, no con pompa solemne, como hubiesen querido los
suyos, y entre las expansiones de la gran fiesta, sino ocultamente, con el
designio de sembrar en la ciudad su divina doctrina: Subió también a la fiesta,
no en público, sino como en oculto. La ejecución del propósito del Señor da
lugar a estos episodios: Los samaritanos no le dan paso (52-26); Tres
pretendientes al discipulado (57-62).
JESÚS RECHAZADO EN SAMARIA. — Para ir a Jerusalén, el camino más breve es por
Samaria. Jesús intenta tomarlo, y, para ello, envió delante de sí mensajeros.
Viajaba el Señor con sus Apóstoles, y probablemente con varios discípulos; era
una medida de prudencia asegurar, en un viaje que debía durar varias semanas,
posada y vituallas para todo el séquito: Ellos fueron, y entraron en una ciudad
de los samaritanos, no la misma Samaria, sino algún pueblo colindante con
Galilea, para prepararle (posada).
Aquellos vecinos supieron que la comitiva subía a Jerusalén para asistir a la
fiesta; eran los samaritanos, como se ha dicho ya, enemigos de los judíos y de
su culto religioso; quieren que sea Dios adorado en su monte Garizim: Y no le
recibieron, por cuanto hacía semblante, se proponía, de ir a Jerusalén.
Indignáronse por el ultraje inferido a su Maestro los Hijos del trueno, Santiago
y Juan, e inspirándose en celo ardiente, quizá demasiado humano, desean vengar
al Señor: Y cuando lo vieron Santiago y Juan, sus discípulos, dijeron: Señor,
¿quieres que digamos, porque si tú lo quieres nuestra palabra será eficaz, que
descienda fuego del cielo y los acabe? Pocas semanas había que vieran a Elías en
el monte de la Transfiguración, y así lo había hecho el profeta (4 Reg. 1,
10-12) con los judíos: ¿cuánto más lo hará el Hijo de Dios con los samaritanos,
enemigos de aquéllos? Mas él, que iría al frente del grupo, volviéndose hacia
ellos, les riñó, diciendo: No sabéis de qué espíritu sois: ellos deben estar
informados de su propio espíritu, que es de misericordia y caridad; este
espíritu fue el que determinó su encarnación, el que informó toda su vida: El
Hijo del hombre no ha venido a perder las almas, sino a salvarlas. Y se fueron a
otra aldea, fuera de país samaritano.
TRES CANDIDATOS AL DISCIPULADO. — En el suceso anterior se encierra una lección
de prudencia en el ejercicio del apostolado; en éste, otra sobre el criterio que
debe presidir la elección de los mismos llamados a ejercerlo. Y aconteció que
yendo ellos por el camino, acercándose, dijo un escriba a Jesús: Maestro, yo te
seguiré adondequiera que fueres. La calidad de escriba del pretendiente
demuestra que hasta en este rango Jesús se había hecho adeptos. El Maestro no le
rechaza ni le admite; en su respuesta va al fondo del espíritu del escriba, en
el que quizás haya visto deseo de lucrarse con las obras milagrosas que hacen
los discípulos de Jesús. Jesús le dijo, dejándole ver la sombría perspectiva de
la abnegación y pobreza voluntarias de los verdaderos Apóstoles: Las raposas
tienen cuevas, y las aves del cielo nidos: mas el Hijo del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza: tal es la pobreza del Señor.
La vocación al discipulado de Jesús exige la pobreza; ahora añade Jesús otra
condición: la del pronto seguimiento, dando de mano a todo lo demás: Y a otro
dijo: Sígueme: no es el discípulo que pide, sino el Maestro que llama. Y él
respondió: Señor, déjame ir antes a enterrar a mi padre; la petición es justa,
para cumplir un natural deber de piedad. Por otra parte, el llamado se revela
humilde, obsecuente, dispuesto a seguir a Jesús. Y Jesús le dijo: Deja que los
muertos entierren a sus muertos: mas tú, vé, y anuncia el Reino de Dios: es
decir, deja que los allegados cumplan con este oficio; tú no eres necesario;
estás llamado a cosa muy superior, de orden espiritual. Pudo comprender el nuevo
discípulo el alcance de la respuesta del Señor, porque entre los judíos, los que
por razón especial estaban consagrados a Dios, el pontífice, los nazarenos, no
podían siquiera visitar ningún muerto, aunque fuese el propio padre. Mayor es la
dignidad espiritual de los nuevos apóstoles.
No sólo debe obedecerse con prontitud el llamamiento del Señor; es necesaria la
perseverancia, lo que aparece en el ejemplo del tercer candidato: Y otro le
dijo: Te seguiré, Señor: más primera-mente déjame ir a disponer de lo que tengo
en mi casa, poner en orden mis negocios, despedirme de mis deudos, etc. Jesús le
dijo: Ninguno que pone su mano en el arado, y mira atrás, es apto para el Reino
de Dios; el arador que no está encorvado sobre el arado, hincándolo en la
tierra, no cumple su oficio: si mira atrás, se torcerá el surco: en lo que
expresa que en la obra de Dios debemos emplear continua atención y energía.
Lecciones morales. —Determinó, con semblante resuelto, ir a Jerusalén... — Sabe
Jesús que en Jerusalén le aguardan los tormentos y la muerte; a pesar de ello,
con libertad absoluta, con voluntad decidida e impertérrita, sube a la fiesta,
porque sabe que aquella es la voluntad del Padre. Tal debe ser nuestra
disposición de espíritu, tan pronto se hace en él presente la voluntad de Dios.
La convicción de la inteligencia y la firme resolución de la voluntad son el
resorte de las grandes acciones, y la explicación de las vidas provechosas. La
miedosa aprehensión de la carga a llevar, de la meta a alcanzar, de los trabajos
a sufrir, esterilizan los deseos mejor concebidos. Ser los mismos, y ser
fuertes, cuando vamos a un buen fin: la gracia de Dios no nos faltará.
B) — Subió también a la fiesta, no en público, sino como en oculto. —Va a la
fiesta Jesús, no para buscar su gloria ni para padecer, que no ha llegado su
hora, sino para enseñar a los hombres y prepararles a la eterna fiesta, dice San
Agustín. Y va como en oculto, aunque hubiese podido ir con pompa y frustrar los
planes de perderle que sus enemigos abrigaban; ya para confirmarnos en la verdad
de su Encarnación, ya para que aprendamos a evitar con prudencia el choque con
nuestros enemigos, si así lo reclama nuestro bien y el de los demás.
c) — No sabéis de qué espíritu sois. — El espíritu de Jesús es de caridad,
paciencia, longanimidad, misericordia, porque le informa el Espíritu Santo. Tal
debe ser nuestro espíritu. En esto, el Cristianismo ha mudado la psicología y
las costumbres de los pueblos que lo han abrazado y lo han comprendido. «Sé
implacable con tu adversario», decían los antiguos; ahora, no: la mansedumbre,
el espíritu de paz y de perdón son ley de nuestra vida. No siempre debe exigirse
al pecador según la justicia, dice San Ambrosio, porque muchas veces aprovecha
más la clemencia. A más de que, en este caso, los samaritanos, porque habían
sido prontos en creer, debieron ser tratados con menor rigor. Las buenas obras
son, hasta cierto punto, compensación de las malas.
D) — Las raposas tienen cuevas... — Pensó el escriba hacer negocio en el
seguimiento de Jesús; y Jesús le muestra, en metáfora de realismo tremendo, la
vida paupérrima que voluntariamente ha abrazado. Uno de los más terribles
pecados que puedan cometerse en el ejercicio del apostolado, cualquiera que sea,
es buscar una equivalencia de los esfuerzos en forma de miserables dineros.
Judas y Simón Mago son cabeza en que debieran escarmentar todos los que, al
colaborar con Jesús y al manejar las cosas de Jesús, buscan con afán
enriquecerse. Si Dios condena en los simples cristianos el espíritu de codicia,
¿qué sentirá de un apóstol avariento y codicioso?
E) — Ninguno que pone su mano en el arado, y mira atrás... Te llama el oriente,
dice San Agustín, y miras al occidente; te solicita la luz de Cristo y sus
ejemplos, y vuelves el rostro de tu alma de la parte de la oscuridad. Si miras a
lo que has dejado, dice San Beda, te sucederá lo que a la mujer de Lot, que no
pudo hacer su camino: tampoco lo harás tú. Tiene la naturaleza demasiada fuerza
sobre nuestra vida, para que, si la miramos, no nos solicite de nuevo al mal.
Los actos hacen hábitos, y los hábitos engendran una segunda naturaleza, que
dificilísimamente se destruye.
(Card. Gomá, El Evangelio Explicado, vol. II, Ed. Acervo, 6ª ed., 1967, p.
92-96)
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P. Carlos miguel buela, Ive.
Te seguiré adonde quieras que vayas
"El Señor les propone metas más elevadas y los llama
a entregarse a ese amor sin reservas.
Descubrir esta llamada, esta vocación
es caer en la cuenta de que Cristo tiene los ojos fijos en ti
y que te invita con la mirada a la donación total en el amor.
Ante esa mirada, ante ese amor suyo,
el corazón abre las puertas de par en par
y es capaz de decirle que sí".
(Asunción, Paraguay, 19-06-1988).
Jesucristo realmente vale la pena.
Jesucristo es el gran cautivador. Es el enamorado más grande de toda la
historia. El enamorado más ardiente por toda la eternidad. Es el gran cautivador
de corazones.
Jesucristo vale la pena. Él merece la entrega de toda una existencia. Y mucho
más.
¿Por qué? ¿Qué es lo que, de hecho, en el fondo, mueve a tantos jóvenes a
entregarse incondicionalmente a su seguimiento, a seguirlo a donde quiera que
vaya?
Según algunos es la Resurrección. No es correcto. No. Con la resurrección
difícilmente se despierte alguna vocación, porque creerán que uno está haciendo
propaganda, al estilo de esas instituciones que por televisión hacen "jingles"
pegadizos: "Si al escuchar esta música tu corazón late más aprisa, entra en la
Escuela de..., tendrás un gran porvenir...".
Según otros se trata de un "susto" con el infierno; o de algún fracaso amoroso;
o de algún "lavado de cabeza", o del fruto de una coacción. Verso. Si un joven o
una joven llega a intentar consagrarse por esos motivos, no dura ni dos horas.
Pura mentira.
Me crean o no, a mi modo de ver la vocación al sacerdocio y, en general, a la
vida consagrada, es producida por la CRUZ DE CRISTO. Se trata de que "me amó y
se entregó por mí" (Gal 2,20), y de que "el amor todo lo soporta" (1Co 13,7),
menos una cosa: que se le pongan límites. Se trata de que por eso Cristo amó
hasta la muerte; se trata de que jamás un joven le podrá reprochar que no lo amó
lo suficiente. Y eso mueve. Eso llama. Eso quema. Eso atrae. Eso enardece.
El llamado no es, entonces, otra cosa que un llamado a compartir radicalmente
los dolores de Cristo. No es un llamado a pasarla bien, sino a pasarla mal, como
enseña el Espíritu Santo: "Hijo, si te acercares a servir al Señor Dios, prepara
tu alma para la prueba" (Si 2,1). Es un llamado a "morir cada día" (1Co 15,31).
Es un llamado a "crucificarse con Cristo" (Gal 2,19). Es un llamado a ser "como
condenados a muerte"[1]. Es un llamado a subir al Calvario.
Lo dijo de algún modo Jesucristo, en general; y creo que puede entenderse de la
vocación, en particular: "Cuando yo sea elevado a lo alto –es decir, a la cruz–,
atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32).
Si un joven o una joven está realmente dispuesto a ser elevado a lo alto con
Jesucristo, es posible que tenga vocación. Si se asusta ante esto, probablemente
no la tenga. El que tiene vocación está dispuesto a hacer cosas grandes,
heroicas, incluso épicas por Cristo y su Iglesia.
Muchas personas, ignorando la naturaleza de la vocación –otros, directamente,
con mala intención–, han buscado evitar con falsas razones la concreción de la
vocación de muchos chicos y chicas que realmente se sintieron llamados. Por eso
quisiera detenerme brevemente a considerar algunas de las más comunes objeciones
para mostrar, con la autoridad de los santos, que esas objeciones no tienen
ningún fundamento real.
1. Sublimidad del estado de vida consagrada
La entrada misma a la vida religiosa representa, evidentemente, un bien mejor, y
quien duda de esto, dice Santo Tomás, "contradice a Cristo"[2], que la hizo
objeto de un consejo evangélico. En otra parte enseña el Angélico que es
"injuriar a Cristo"[3] no darse cuenta que la vocación consagrada es un bien
mayor. De ahí que diga San Agustín: "te llama el Oriente", es decir Cristo, "y
tú atiendes al Occidente"[4], es decir, al hombre mortal y capaz de error[5].
Respondiendo a la siguiente objeción, "si es aconsejable entrar en la vida
religiosa sin antes haber pedido el parecer de muchos y haberlo pensado por
mucho tiempo", responde Santo Tomás que: "...el que pide el ingreso no puede
dudar de que su vocación venga de Dios, de quien es propio 'conducir al hombre
por caminos rectos' (Sal 142,10)"[6].
Por eso enseña San Juan Bosco: "El estado religioso es un estado sublime y
verdaderamente angélico. Los que por amor de Dios y de su eterna salud sienten
en su corazón el deseo de abrazar este estado de perfección y de santidad,
pueden creer, sin duda alguna, que tal deseo viene del cielo, porque es
demasiado generoso y está muy por encima de los sentimientos de la
naturaleza"[7].
2. Temor de que falten fuerzas
Santo Tomás dice, haciendo alusión al miedo de que falten las fuerzas necesarias
para perseverar en la vocación: "Tampoco hay aquí lugar a duda ya que los que
entran en religión no confían en sus fuerzas para perseverar, sino en la ayuda
divina. Así, dice Isaías: 'Los que esperan en el Señor recibirán nuevas fuerzas;
andarán y no sentirán fatiga' (40,31)"[8].
"El temor de algunos de no llegar a la perfección entrando en la vida religiosa
es irracional y refutado por el ejemplo de muchos. ...dice San Agustín[9]
'...tantos niños y niñas, innumerable juventud y toda suerte de edades, viudas
reverenciales y ancianas que envejecieron en su virginidad. Se burlaban de mi
con cariño y decíanme con ironía: ¿Y tú no podrás lo que pudieron éstos y éstas?
¿Acaso éstos y éstas lo pudieron por sí mismos y no en su Dios y Señor? Confías
en ti mismo y por eso dudas"[10].
Don Bosco afirma al respecto: "Y no teman, los candidatos, que les falten las
fuerzas necesarias para cumplir con las obligaciones que el estado religioso
impone; tengan por el contrario, gran confianza, porque Dios, que comenzó la
obra, hará que tengan perfecto cumplimiento estas palabras de San Pablo: 'El que
comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo'
(Flp 1,6)"[11].
3. Prontitud en seguir la vocación
Santo Tomás se pregunta si es aconsejable entrar en la vida religiosa habiendo
antes pedido el consejo de muchas personas y luego de haberlo pensado por mucho
tiempo. Y responde que es aconsejable lo contrario, o sea, no pedir consejo a
muchas personas, ni dejar pasar mucho tiempo.
El consejo y la deliberación se necesitan en las cosas de bondad dudosa, pero no
en ésta, que es ciertamente buena, porque es aconsejada por el mismo Jesucristo.
De lo cual nos dieron ejemplo los Apóstoles: San Pedro y San Andrés, a la
llamada de Jesús, "inmediatamente, dejadas las redes lo siguieron" (Mt 4, 20); y
San Pablo contando su vocación dice que respondió: "...al instante, sin pedir
consejo ni a la carne ni a la sangre,..." (Gal 1,16). Comenta San Juan
Crisóstomo: "Cristo nos pide una obediencia tal, que no nos detengamos ni un
instante"[12].
a- Los hombres mundanos
Comentando esta doctrina dice Don Bosco: "¡Cosa singular! Los hombres del mundo,
cuando alguno quiere entrar en un instituto religioso para darse a una vida más
perfecta y más segura de los peligros del mundo, dicen que se requiere para
tales resoluciones mucho tiempo, a fin de asegurarse de si la vocación viene
verdaderamente de Dios y no del demonio"[13].
b- Aun en la hipótesis que fuese una tentación del Diablo.
"Pero no hablan ciertamente así cuando se trata de aceptar un cargo honorífico
en el mundo, en donde hay tantos peligros de perderse. Lejos de pensar así,
Santo Tomás dice[14] que la vocación religiosa debería abrazarse aunque viniese
del demonio, porque siempre debe seguirse un buen consejo aunque nos venga de un
enemigo. Y San Juan Crisóstomo asegura que Dios, cuando se digna hacer
semejantes llamamientos, quiere que no vacilemos ni un momento siquiera en
ponerlos en práctica"[15].
c- Razones para no dilatar la decisión
"En otro lugar dice el mismo santo que, cuando el demonio no puede disuadir a
alguno de la resolución de consagrarse a Dios, hace cuando menos todo lo posible
para que difiera su realización, teniendo por gran ganancia si logra que la
difiera por un solo día y hasta por una hora. Porque después de aquel día y de
aquella hora vendrán nuevas ocasiones y no le será muy difícil obtener más larga
dilación, hasta que el joven llamado, hallándose más débil y menos asistido de
la gracia, ceda del todo y abandone la vocación"[16].
d- Peligros de la dilación
"Por esto San Jerónimo, a los que son llamados a dejar el mundo, les da este
consejo: 'Te ruego que te des prisa, y antes bien cortes que desates la cuerda
que detiene la nave en la playa'. Con esto quiere decir el santo que, así como
si uno se hallase atado a un barco y en peligro de sumergirse, no se
entretendría en desatar la cuerda, sino que la cortaría; así el que se halla en
medio del mundo debe inmediatamente librarse de él, a fin de evitar cuanto antes
el peligro de perderse, lo cual es muy fácil".
e- Aceptar el primer movimiento de la gracia
"Véase lo que escribe nuestro San Francisco de Sales en sus obras sobre la
vocación religiosa: 'Para tener una señal de verdadera vocación, no necesitáis
experimentar una constancia sensible; basta que persevere la parte superior del
espíritu; por esto no debe creerse falta de verdadera vocación la persona
llamada que, antes de realizarla, no siente aquellos afectos sensibles que
sentía en un principio; sino que, por el contrario, siente repugnancias y
desmayos que acaso le hagan vacilar, pareciéndole que todo está perdido.
No; basta que la voluntad siga constante en no querer abandonar el divino
llamamiento, que quede algún afecto hacia él. Para saber si Dios quiere que uno
sea religioso, no es necesario aguardar que el mismo Dios hable o que desde el
cielo envíe un ángel para manifestar su voluntad. Ni tampoco es necesario un
examen de diez doctores para resolver si la vocación debe o no seguirse; lo que
importa es corresponder a ella y acoger el primer movimiento de la gracia sin
preocuparse de los disgustos o de la tibieza que puedan sobrevenir; porque,
haciéndolo así, Dios procurará que todo redunde a su mayor gloria'[17]".
4. Principales enemigos
Los principales enemigos en materia de seguirlo a Cristo en la entrega total
suelen ser los padres carnales. De ahí que enseñe en términos generales San Juan
Crisóstomo: "Cuando los padres impiden las cosas espirituales, ni siquiera deben
ser reconocidos como padres"[18].
Santo Tomás respecto a esta cuestión responde: "Así como 'la carne tiene
tendencias contrarias a las del espíritu' según dice el Apóstol (Gal 5, 17),
también los amigos carnales son contrarios al progreso espiritual. Así, se lee
en Miqueas (7,6): 'Los enemigos del hombre están en su propia casa'". Por eso
dice San Cirilo, comentando a San Lucas (9,61): 'Esta preocupación por avisar a
los suyos deja entrever la división del alma, pues informar a los parientes y
consultar a gentes contrarias a la justa estimación de las cosas indica un ánimo
poco esforzado y retraído'. Por eso respondió el Señor: 'Nadie que ponga su mano
en el arado y vuelva su vista atrás es apto para el reino de Dios' (Lc 9,62). Y
mirar hacia atrás es buscar dilación para poder volver a su casa y consultar con
los suyos"[19].
La vocación es una flor tan delicada que mucho debe cuidarse. San Alfonso,
preguntándose qué se requiere en el mundo para perder la vocación, responde:
"Nada. Bastará un día de recreo, un dicho de un amigo, una pasión poco
mortificada, una aficioncilla, un pensamiento de temor, un disgusto no
reprimido. El que no abandona los pasatiempos debe estar convencido de que
indudablemente perderá la vocación. Quedará con el remordimiento de no haberla
seguido, pero seguramente no la seguirá..."[20]. ¡Nada!...en el mundo o también
en un seminario o convento donde no reina el espíritu de Cristo, sino el
espíritu del mundo, no el Israel espiritual, sino el Israel carnal. Porque "el
mundo no puede recibir el Espíritu de la Verdad, porque no le ve ni le
conoce"[21].
5. Dudas sobre la vocación
Sigue enseñando Don Bosco: "El que se consagra a Dios con los santos votos hace
uno de los ofrecimientos más preciosos y agradables a su divina majestad. Pero
el enemigo de nuestra alma, comprendiendo que con este medio uno se emancipa de
su dominio, suele turbar su mente con mil engaños para hacerle retroceder y
arrojarle de nuevo a las sendas tortuosas del mundo. El principal de estos
engaños consiste en suscitarle dudas sobre la vocación, a las cuales sigue el
desaliento, la tibieza y, a menudo, la vuelta a este mundo, que tantas veces
había reconocido traidor y que, por amor a Jesucristo, había abandonado.
Si, por acaso, amadísimos hijos, os asaltare esta peligrosa tentación,
respondeos inmediatamente a vosotros mismos que, cuando entrasteis en la
Congregación, Dios os había concedido la gracia inestimable de la vocación, y
que si ésta os parece ahora dudosa es porque sois víctimas de una tentación, a
la que disteis motivo, y que debéis despreciar y combatir como una verdadera
insinuación diabólica. Suele la mente agitada decir al que duda: Tú podrías
obrar mejor en otra parte. Responded vosotros al instante con las palabras de
San Pablo: "Cada uno en la vocación a que fue llamado, en ella permanezca" (1Co
7,20). El mismo Apóstol encarece la conveniencia de continuar firmes en la
vocación a que cada uno fue llamado: "Y así os ruego que andéis como conviene en
la vocación a que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con
paciencia" (Ef 4,1s). Si permanecéis en vuestro instituto y observáis
exactamente las reglas, estáis seguros de vuestra salvación.
Por el contrario, una triste experiencia ha hecho conocer que los que salieron
de él las más veces se engañaron. Unos se arrepintieron, perdiendo la paz para
siempre; otros cayeron en grandes peligros, y hasta hubo alguno que llegó a ser
piedra de escándalo para los demás, con gran peligro de su salvación y de la
ajena.
En tanto pues, que vuestro espíritu y vuestro corazón se hallen agitados por las
dudas o por alguna pasión, os recomiendo encarecidamente que no toméis
deliberación alguna, porque tales deliberaciones no pueden ser conformes a la
voluntad del Señor, el cual, según dice el Espíritu Santo, no está en la
conmoción[22]. En estos trances os aconsejo que os presentéis a vuestros
superiores, abriéndoles sinceramente vuestro corazón y siguiendo fielmente sus
avisos. Sea cual fuere el consejo que ellos os dieren, practicadlo y no
erraréis; que en los consejos de los superiores está empeñada la palabra del
Salvador, el cual nos asegura que sus respuestas son como dadas por él mismo,
diciendo: 'Quien a vosotros oye, a mí me oye' (Lc 10,16)".
6. Conclusión
Cada vocación es una obra maestra de Dios. El divino orfebre, quien desde la
eternidad ha elegido a determinados hombres y mujeres para su servicio, desde
mucho tiempo antes de que hubiéramos decidido seguirlo más de cerca, nos va
preparando a través de los padres y madres que nos da, de los demás familiares,
por la educación, por los dones, talentos, carácter y temperamento,
circunstancias y acontecimientos, etc. La misma decisión vocacional es un
maravilloso filigranado de la gracia. Los que ignoran, desconocen o niegan que
la vocación a la vida consagrada consiste principalmente en el llamado interior:
"...voces interiores del Espíritu Santo... el impulso de la gracia... por
inspiración del Espíritu Santo ..."[23], a pesar de toda la propaganda exterior
vocacional que puedan hacer, desalentarán, demorarán, trabarán, e incluso, en lo
que de ellos dependa, impedirán que los candidatos concreten la vocación. Pues,
quien busca impedir la vocación o quien no la decide, se le aplica lo de Santo
Tomás: "quien detiene el impulso del Espíritu Santo con largas consultas, o
ignora o rechaza concientemente el poder del Espíritu Santo"[24].
En el fondo siguen vivas dos herejías: la de Joviniano en Roma (406) que
equiparaba el matrimonio a la virginidad; y la de Vigilancio en la Galia
(370-490), que equiparaba las riquezas a la pobreza. Ambas herejías tienen un
común denominador: ¡apartar a los hombres de lo espiritual esclavizándolos a las
cosas terrenas! Es lo que Satanás hace por medio de hombres carnales, impedir
que los hombres sean "transformados en vistas a la vida eterna"[25].
El malvado intento de querer, de mil maneras y con toda astucia, alejar a los
hombres y mujeres de la vida religiosa tiene un antecedente en la actitud del
Faraón que reprendió a Moisés y a Aarón que querían sacar de Egipto al pueblo
elegido: "¿Cómo es que vosotros... distraéis al pueblo de sus tareas?" (Ex 5,
4).
De manera particular, en esta época gnóstica, que busca reducir el cristianismo
de acontecimiento a idea[26], tarea en la que está empeñado el llamado
progresismo cristiano, se vacían los seminarios y noviciados, porque los jóvenes
no se sienten demasiado movidos a entregar su vida por una idea; pero sí por una
Persona. El nominalismo formalista, el abandono del ser, no entusiasman a nadie
y son infinitamente aburridos. Esto es análogo a lo de aquel párroco que hizo la
procesión del Corpus sin llevar el Corpus, porque Cristo está en el pueblo. O
sea, Cristo sin Cristo y el pueblo adorándose a sí mismo. Seminarios y
noviciados vacíos porque se olvidaron del Acontecimiento, se olvidaron de Cristo
y adoran sus ideas acerca de Cristo; pero siguen aferrados a las mismas a pesar
de constatar sus frutos nocivos.
No solamente muchos tratan de impedir las vocaciones a la vida consagrada, sino,
lo que es peor, muchos de los responsables no saben cuáles son las causas de la
falta de vocaciones, ni cuáles son las causas de las defecciones. A veces,
incluso, se convierten en ocasión de defección cuando argumentan que hubo falta
de vocación; pero, ¿acaso, cuando la Iglesia llama por medio del obispo o del
superior religioso, no está por ese mismo acto confirmando que se está frente a
una verdadera vocación divina? Enseña San Pablo, y es de fe, que: "Los dones y
la vocación de Dios son irrevocables" (Rom 11,29). Y así, los responsables, por
ignorancia crasa o supina, son incapaces de poner remedio.
Si no se solucionan estos problemas será muy difícil la Nueva Evangelización.
Pensar que pueda haber Nueva Evangelización sin evangelizadores, es tan absurdo
como el vaciamiento gnóstico de la procesión del Corpus sin Corpus. Por eso
decía Juan Pablo II en Santo Domingo: "condición indispensable para la Nueva
Evangelización es poder contar con evangelizadores numerosos y cualificados. Por
ello, la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas... ha de ser una
prioridad de los obispos y un compromiso de todo el pueblo de Dios"[27].
(P. Carlos M. Buela, Jóvenes hacia el tercer milenio,
Ed. Del Verbo Encarnado, Sanrafael, 1998, pp. 193-203)
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[1] Cf. 2Co 4,11.
[2] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10: "...derogat Christo...".
[3] Santo Tomás, Contra la pestilencial doctrina de los que apartan a los
hombres del ingreso a la religión, Ed. Desclée, Buenos Aires, 1946, p. 80: "...iniuriam
facit Christo...". (En adelante Contra la pestilencial doctrina...)
[4] San Agustín, De verb. Dom., serm. 100, c.2; ML 38, 604.
[5] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10.
[6] Ibídem, ad 1.
[7] San Juan Bosco, Obras fundamentales, Ed. B.A.C., Madrid, 1979, 2ª. edición,
p. 644, (resaltado nuestro).
[8] Op. cit. (resaltado nuestro).
[9] San Agustín, Confesiones, l. VIII, c.11.
[10] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10, 3, (resaltado nuestro): "...est
irracionabilis"
[11] Idem.
[12] Super Mt, Homilia 14; MG 57, 219; Cf. Santo Tomás, S.Th, 2-2, 189, 10.
[13] Op. cit., pp. 644-645.
[14] Santo Tomás, Contra la pestilencial doctrina..., pp. 95-96: "Pero aun
suponiendo que el mismo Demonio incite a entrar en religión, siendo esto de suyo
una obra buena y propia de ángeles buenos, no hay ningún peligro en seguir en
este caso su consejo... Con todo se debe advertir que si el Diablo –aun un
hombre– sugiere a alguien entrar en religión para emprender en ella el
seguimiento de Cristo, tal sugestión no tiene eficacia alguna si no es atraído
interiormente por Dios... Por consiguiente sea quien fuese el que sugiere el
propósito de entrar en religión, siempre este propósito viene de Dios".
[15] Op. cit.
[16] Op. cit.
[17] Op. cit.
[18] Op. cit. p. 646.
[19] Santo Tomás, S.Th., 2-2, 189, 10, 2.
[20] Op. cit., pp. 647-648.
[21] Cf. Jn 14,17.
[22] Cf. 1Re 19,11.
[23] Op. cit., pp. 83-84.
[24] Op. cit., p. 87.
[25] Op. cit. p.16.
[26] Cf. Vox Verbi, 1 de abril de 1996, Año 3, nº 60, pp. 30-32.
[27] Discurso inaugural en Santo Domingo, 12-10-92, nº 26; citado en Documento
de Santo Domingo, Conclusiones, nº 82.
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catena aurea
Dice San Cirilo
Cuando llegó el tiempo en que convenía que el Señor subiese a los cielos, una
vez terminada su pasión, determinó ir a Jerusalén; por lo que dice: “Y como se
acercase etc.
Envió delante de sí mensajeros, para que preparasen alojamiento a Él y a sus
discípulos, los cuales, habiendo ido a tierra de Samaritanos, no fueron
recibidos; por lo que prosigue: “Y envió delante de sí mensajeros, y yendo,
entraron en una ciudad de los Samaritanos para prevenir posada, y no los
recibieron.
Dice San Juan Crisóstomo.
Pero el Señor que sabe todas las cosas antes que sucedan, sabía que sus
emisarios no habían de ser recibidos por los Samaritanos, y les mandó, sin
embargo, que fuesen; porque acostumbraba hacer todas las cosas para instrucción
de sus discípulos. Subía a Jerusalén cuando se aproximaba el tiempo de su
pasión; y para que no se escandalizasen cuando le vieran padecer, considerando
que también ellos debían ser pacientes cuando los ultrajasen, hizo preceder,
como cierto preludio, la repulsa de los Samaritanos. Pero les aprovechó de otro
modo: habían de ser los doctores del mundo y habían de recorrer las ciudades y
aldeas predicando la doctrina evangélica, y les había de ocurrir que algunos no
recibiesen la sagrada predicación, como no permitiendo que Jesús permaneciese
con ellos. Les enseñó, pues, que cuando anunciasen la celestial doctrina, debían
estar llenos de paciencia y mansedumbre, no demostrarse hostiles, ni iracundos,
ni vengativos contra sus perseguidores; pero aún no estaban dispuestos para
ello, e incitados por un celo indiscreto, querían que bajase fuego del cielo
sobre ellos.
Sigue comentando San Cirilo:
Aun cuando el Señor de todos es altamente generoso, no concede sus gracias
simple e imprudentemente a cualquiera, sino sólo a aquellos que son dignos de
recibirlas, esto es, a aquéllos que apartan su alma de las manchas del pecado, y
esto es lo que nos enseña la palabra evangélica, cuando dice: “Y aconteció, que
yendo por el camino, dijo uno a Jesús: Yo te seguiré,” etc. Primeramente se
acerca con mucha tibieza, después se manifiesta que estaba lleno de pretensión;
pues no pide simplemente seguir a Cristo, como otros muchos del pueblo, sino que
aspiraba a las dignidades apostólicas, cuando dice San Pablo: “ Ninguno tome
para sí este honor, sino el que es llamado por Dios “.
No sin razón le hace también recusable de este modo; pues debía tomar su cruz
para seguir al Señor y renunciar a todas las afecciones de esta vida, y esto es
lo que el Señor reprendió en él, no censurándole, sino corrigiéndole. Prosigue:
“Las raposas tienen cuevas “, etc.
En sentido místico, llama zorras y aves del cielo a las astutas y malas
potestades de los demonios, como diciendo: Cuando las aves y las zorras
encuentran habitación en tu alma, ¿cómo podrá Cristo descansar en ti?
Y finalmente comenta San Cirilo, el ver. 62: Esta oferta es admirable y digna de
alabanza; sin embargo, querer disponer de lo que está en su casa, para renunciar
a ello, muestra que está, en cierto modo, dividido en el servicio de Dios el que
todavía no se haya propuesto en su mente el odio cabal de estas cosas. Porque el
querer consultar a sus parientes, que no han de consentir con este propósito, es
mostrarse vacilante. Por esto el Señor desaprueba su ofrecimiento: y prosigue:
“Ninguno, que pone la mano en el arado y mira atrás, es apto para el reino de
Dios “. Pone la mano en el arado quien se encuentra dispuesto a seguir al Señor;
pero mira hacia atrás el que pide tiempo para encontrar ocasión de volver a casa
y conferenciar con sus parientes.
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Juan Pablo II
El seguimiento de Cristo
La vida según el Espíritu, cuyo fruto es la santificación (cf. Rm 6, 22; Gál 5,
22), suscita y exige de todos y de cada uno de los bautizados el seguimiento y
la imitación de Jesucristo, en la recepción de sus Bienaventuranzas, en el
escuchar y meditar la Palabra de Dios, en la participación consciente y activa
en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, en la oración individual,
familiar y comunitaria, en el hambre y sed de justicia, en el llevar a la
práctica el mandamiento del amor en todas las circunstancias de la vida y en el
servicio a los hermanos, especialmente si se trata de los más pequeños, de los
pobres y de los que sufren. (Christi Fideles Laici, 1, 16).
La experiencia de novedad vivida en el seguimiento de Cristo exige que sea
comunicada a los demás hombres en la realidad concreta de sus dificultades y
luchas, problemas y desafíos, para que sean iluminadas y hechas más humanas por
la luz de la fe. Ésta, en efecto, no sólo ayuda a encontrar soluciones, sino que
hace humanamente soportables incluso las situaciones de sufrimiento, para que el
hombre no se pierda en ellas y no olvide su dignidad y vocación. (Centesimus
Annus, 6).
La experiencia de una Iglesia llamada a la «nueva evangelización» por su
fidelidad al Espíritu que la anima y por las exigencias del mundo alejado de
Cristo, pero necesitado de él, como también la experiencia de una Iglesia cada
vez más solidaria con el hombre y con los pueblos en la defensa y en la
promoción de la dignidad personal y de los derechos humanos de todos y cada uno,
abren el corazón y la vida de los jóvenes a ideales muy atrayentes y que exigen
un compromiso, que puede encontrar su realización concreta en el seguimiento de
Cristo y en el sacerdocio. (Pastores Dabo Vobis, I, 9).
Este discernimiento evangélico se funda en la confianza en el amor de
Jesucristo, que siempre e incansablemente cuida de su Iglesia (cf. Ef 5, 29); él
es el Señor y el Maestro, piedra angular, centro y fin de toda la historia
humana 17. Este discernimiento se alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu
Santo, que suscita por todas partes y en toda circunstancia la obediencia de la
fe, el valor gozoso del seguimiento de Jesús, el don de la sabiduría que lo
juzga todo y no es juzgada por nadie (cf. 1 Co 2, 15); y se apoya en la
fidelidad del Padre a sus promesas.
De este modo, la Iglesia sabe que puede afrontar las dificultades y los retos de
este nuevo período de la historia sabiendo que puede asegurar, incluso para el
presente y para el futuro, sacerdotes bien formados, que sean ministros
convencidos y fervorosos de la «nueva evangelización», servidores fieles y
generosos de Jesucristo y de los hombres.
Mas no ocultemos las dificultades. No son pocas, ni leves. Pero para vencerlas
están nuestra esperanza, nuestra fe en el amor indefectible de Cristo y nuestra
certeza de que el ministerio sacerdotal es insustituible para la vida de la
Iglesia y del mundo. (Pastores Dabo Vobis, I, 10).
La Iglesia, como comunidad de los discípulos de Jesús, está llamada a fijar su
mirada en esta escena que, de alguna manera, se renueva continuamente en la
historia. Se le invita a profundizar el sentido original y personal de la
vocación al seguimiento de Cristo en el ministerio sacerdotal y el vínculo
inseparable entre la gracia divina y la responsabilidad humana contenido y
revelado en esas dos palabras que tantas veces encontramos en el evangelio: ven
y sígueme (cf. Mt 19, 21). Se le invita a interpretar y recorrer el dinamismo
propio de la vocación, su desarrollo gradual y concreto en las fases del buscar
a Jesús, seguirlo y permanecer con él. (Pastores Dabo Vobis, IV, 34).
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Catecismo de la Iglesia Católica
El seguimiento de Cristo
520 Durante toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo. El es el "hombre
perfecto" que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su
anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la
oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las
persecuciones.
916 El estado religioso aparece por consiguiente como una de las maneras de
vivir una consagración "más íntima" que tiene su raíz en el bautismo y se dedica
totalmente a Dios. En la vida consagrada, los fieles de Cristo se proponen, bajo
la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios
amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la caridad en el
servicio del Reino, significar y anunciar en la Iglesia la gloria del mundo
futuro.
918 "Desde los comienzos de la Iglesia hubo hombres y mujeres que intentaron,
con la práctica de los consejos evangélicos, seguir con mayor libertad a Cristo
e imitarlo más de cerca. Cada uno a su manera, vivió entregado a Dios. Muchos,
por inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad o fundaron familias
religiosas, que la Iglesia reconoció y aprobó gustosa con su autoridad".
923 "Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, [las
vírgenes] son consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito litúrgico
aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se
entregan al servicio de la Iglesia". Por medio de este rito solemne, "la virgen
es constituida en persona consagrada" como "signo trascendente del amor de la
Iglesia hacia Cristo, imagen escatológica de esta Esposa del Cielo y de la vida
futura".
932 En la Iglesia que es como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento
de la vida de Dios, la vida consagrada aparece como un signo particular del
misterio de la Redención. Seguir e imitar a Cristo "desde más cerca", manifestar
"más claramente" su anonadamiento, es encontrarse "más profundamente" presente,
en el corazón de Cristo, con sus contemporáneos. Porque los que siguen este
camino "más estrecho" estimulan con su ejemplo a sus hermanos; les dan este
testimonio admirable de "que sin el espíritu de las bienaventuranzas no se puede
transformar este mundo y ofrecerlo a Dios".
2053 A esta primera respuesta se añade una segunda: "Si quieres ser perfecto,
vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los
cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19,21). Esta res puesta no anula la primera.
El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es
abolida, sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su
Maestro, que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios
sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la
obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada
con el llamamiento a la pobreza y a la castidad. Los consejos evangélicos son
inseparables de los mandamientos.
2466 En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. "Lleno de gracia
y de verdad" (Jn 1,14), él es la "luz del mundo" (Jn 8,12), "la Verdad" (Jn
14,6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas. El discípulo de Jesús,
"permanece en su palabra", para conocer "la verdad que hace libre" y que
santifica. Seguir a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" (Jn 14,17) que el
Padre envía en su nombre y que conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13). Jesús
enseña a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: "Sea vuestro
lenguaje: «sí, sí»; «no, no»" (Mt 5,37).
2708 La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y
el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de
fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a
Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar "los misterios
de Cristo", como en la "lectio divina" o en el Rosario. Esta forma de reflexión
orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el
conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con El.
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EJEMPLOS PREDICABLES
La vocación de Antonio y sus primeros pasos en la vida ascética
Después de la muerte de sus padres quedó solo con su única hermana, mucho más
joven. Tenía entonces unos dieciocho a veinte años, y tomó cuidado de la casa y
de su hermana. Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba, como
de costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba iba meditando y
reflexionaba cómo los apóstoles dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4, 20;
19, 27); cómo, según se refiere en los Hechos (4, 35- 37), la gente vendía lo
que tenía y lo ponía a los pies de los apóstoles para su distribución entre los
necesitados; y qué grande es la esperanza prometida en los cielos a los que
obran así (Ef 1, 18; Col 1, 5). Pensando estas cosas entró en la iglesia.
Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el Evangelio, y escuchó el pasaje
en que el Señor dice al joven rico: “Si quieres ser perfecto, vende lo que
tienes y dáselo a los pobres; luego ven, sígueme, y tendrás un tesoro en el
cielo” (Mt 19, 21). Como si Dios le hubiera puesto el recuerdo de los santos y
como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió
inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasadas:
trescientas “aruras”, tierra muy fértil y muy hermosa. No quiso que él ni su
hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendió todo lo demás, los bienes
muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida,
dejando sólo un poco para su hermana.
Pero de nuevo, otra vez que entró en la iglesia, escuchó aquella palabra del
Señor en el Evangelio: “No se preocupen del mañana” (Mt 6, 34). No pudo soportar
mayor espera, sino que fue y distribuyó a los pobres también esto último. Colocó
a su hermana donde vírgenes conocidas y de confianza, entregándosela para que
fuera educada. Entonces él mismo dedicó todo su tiempo a la vida ascética,
atento a sí mismo y viviendo una vida de negación de sí mismo, cerca de su
propia casa. No existían aún tantas celdas monacales en Egipto, y ningún monje
conocía siquiera el lejano desierto. Todo el que quería enfrentarse consigo
mismo sirviendo a Cristo, practicaba la vida ascética solo, no lejos de su
aldea. Por aquel tiempo había en la aldea vecina un anciano que desde su
juventud llevaba la vida ascética en la soledad. Cuando Antonio lo vio, “tuvo
buen celo por el bien” (Gl 4, 18), y se estableció inmediatamente en la vecindad
de la ciudad. Desde entonces, cuando oía que en alguna parte había un alma
esforzada, se iba, como sabia abeja, a buscarla y no volvía sin haberla visto;
sólo después de haber recibido, por decirlo así, provisiones para su jornada de
virtud, regresaba.
Ahí, pues, pasó el tiempo de su iniciación y afirmó su determinación de no
volver a la cas de sus padres ni de pensar en sus parientes, sino de de dedicar
todas sus inclinaciones y energías a la práctica continua de la vida ascética.
Hacía trabajo manual, pues había oído que “el que no quiere trabajar, tampoco
tiene derecho a comer” (2 Tes 3, 10). De sus entradas algo guardaba para su
manutención y el resto lo daba a los pobres. Oraba constantemente, habiendo
aprendido que debemos orar en privado (Mt 6, 6) sin cesar (Lc 18, 1; 21,36; 1
Tes 5, 17). Además estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se
le escapaba: retenía todo, y así su memoria le servía en lugar de libros.
Así vivía Antonio y era amado por todos. Él, a su vez, se sometía con toda
sinceridad a los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender
aquello en que cada uno lo aventajaba en celo y práctica ascética. Observaba la
bondad de uno, la seriedad de otro en la oración; estudiaba la apacible quietud
de uno y la afabilidad de otro; fijaba su atención en las vigilias preparadas
por uno y en los estudios de otro; admiraba a uno por su paciencia, a otro por
ayunar y dormir en el suelo; miraba atentamente la humildad de uno y la
abstinencia paciente de otro; y en unos y otros notaba especialmente la devoción
a Cristo y el amor que se tenían mutuamente.
Habiéndose así saciado, volvía a su propio lugar de vida ascética. Entonces
hacía suyo lo que había obtenido de cada uno y dedicaba todas sus energías a
realizar en sí mismos las virtudes de todos. No tenía disputas con nadie de su
edad, pero tampoco quería ser inferior a ellos en lo mejor; y aún esto lo hacía
de tal modo que nadie se sentía ofendido, sino que todos se alegraban por él. Y
así todos los aldeanos y los monjes con quienes estaba unido, vieron qué clase
de hombre era y lo llamaban “el amigo de Dios”, amándolo como hijo o hermano.
(San Ambrosio, Vida de San Antonio, Apostolado Mariano, cap. 1)
24. 2004. Comentarios Servicio Bíblico
Latinoamericano
Estudio de los textos
(Algunas indicaciones generales sobre los libros de los Reyes se ofrecen en el
comentario del lunes anterior.)
La primera lectura de hoy se ubica casi el final del primer libro de los Reyes.
Al llegar a Ajab de Israel aparece Elías. Con este rey y su sucesor el narrador
ofrece una semblanza de la vida y los hechos del profeta, que ha de enfrentarse
a ellos por ser de los que obraban mal a los ojos de Yhwh. Ya en el segundo
libro de Reyes, aparece la actividad del profeta Eliseo. Después que Elías
profetiza a Ajab años de sequía en el país, huye al torrente Querit, luego se
dirige a Sarepta, de ahí parte para encontrarse de nuevo con el rey a quien,
tras el sacrificio del Carmelo, anuncia la llegada de la lluvia. Una vez que la
esposa del rey le amenaza de muerte por la matanza de los profetas de Baal, se
dirige al Horeb donde tiene un encuentro con Dios. al bajar del monte y
siguiendo la orden divina nombra sucesor suyo a Eliseo. El hilo narrativo se
corta con la referencia a las guerras arameas, aunque se retoma después con la
historia de la viña de Nabot. Finalmente se relatan algunos enfrentamientos de
Ajab con reyes vecinos hasta llegar a la muerte del rey en circunstancias que ya
había anunciado el profeta.
Elías y Eliseo son el centro de la narración. El llamado ciclo de Elías se
desarrolla en 1Re 17-19; 21 y 2Re 1-2 (su ascensión al cielo pertenece ya al
ciclo del profeta Eliseo). En estos capítulos hallamos relatos (la sequía, el
juicio de Dios en el monte Carmelo, la vocación de Eliseo aquí narrada, la viña
de Nabot, etc.), anécdotas milagrosas (el prodigio en Sarepta, resurrección del
hijo de la viuda, etc.) y episodios relacionados con el rey. Aunque los
investigadores distinguen distintas etapas en la formación de este material,
además de influencias del ciclo de Eliseo, se trata de tradiciones muy antiguas
(del siglo IX a.C.) que posteriormente fueron reelaboradas e insertadas en Reyes
por círculos deuteronomistas. La actividad de este profeta se desarrolla durante
los reinados de Ajab (871-852 a.C.) y de su hijo Ococías (852-851 a.C.). Omrí,
el padre de Ajab había establecido alianzas con el rey de Tiro a través del
matrimonio de su hijo con la hija de este rey, Jezabel. Esta política, orientada
a resistir las amenazas sirias, impulsó los círculos religiosos cananeos en
Israel. Elías se presenta como campeón del yahvismo, es un profeta asceta (viste
un manto de piel ceñido por un cinturón de cuero), sin residencia fija, no se
refugia en santuarios, camina por el desierto y en la montaña Dios se le revela
de manera distinta a como lo hacían las divinidades del momento (algunos textos
lo presentan como un nuevo Moisés en el Horeb).
La literatura posterior, a partir del relato de su ascensión al cielo,
multiplicará leyendas en torno a él, como ocurre con Henoc (Gen 5, 24),
formándose un halo de misterio y de esperanza mesiánica (cfr. Mal 3, 23-24; 2Cro
21, 12). El ciclo de Eliseo lo encontramos en 2Re 2-13. Su actividad aparece
ligada a los también perversos Jorán (851-845 a.C.), Jehú (845-818 a.C.), Joacaz
(818-802 a.C.) y Joás (802-787 aC.), reyes de Israel. Los relatos referidos a
este profeta son menos homogéneos que los del anterior (unos provendrían de
tradiciones populares, otros de cronistas, y otros de hagiógrafos deseosos de
conservar los recuerdos del profeta, presentando en muchos momentos un carácter
más artificial), no siguen un orden cronológico y muchos de ellos, tanto en la
forma como en el contenido, están relacionados con los de Elías. Se pueden
distinguir varios tipos de narraciones. Por un lado episodios maravillosos sobre
la vida del profeta afines a los de Elías que pudieron ser transmitidos en
determinados círculos (los de "los hijos de los profetas"), como la
multiplicación del aceite (2Re 4, 1-7). También hallamos prodigios de carácter
edificante como la desintoxicación de la olla envenenada (2Re 4, 38-41) o la
curación de Naamán el sirio (2Re 5, 1-27). Otros textos están relacionados con
la intervención del profeta en la vida política, por ejemplo, la descripción de
las guerra arameas (2Re 6, 6-7, 20).
Finalmente, los relatos de la usurpación de Jehú (2Re 9, 11-21) y la historia de
Atalía (2Re 11-12) pudieron ser derivados de los archivos del templo. En algunas
de estas narraciones del tiempo de Jorán el profeta se presenta como amigo de
los sirios y enemigo de Israel. En época de Jehú adopta la postura contraria,
poniéndose favor de su revolución. La compilación de todos estos elementos
habría sido llevada a cabo por círculos proféticos hacia la mitad del siglo VIII
a.C. Eliseo, a diferencia de Elías, llevó una vida en común con otros profetas
que reunió a su alrededor (2Re 9, 1-10), siendo acompañado casi siempre por su
criado Guejazí y estuvo dotado de dones como la presciencia (2Re 5, 26; 6,
12.32; 7, 1s.; 8, 12) y el éxtasis (2Re 3, 15). Aunque tampoco estuvo ligado a
ningún santuario, desarrolló su ministerio en lugares como Jericó, Betel,
Samaría o Moab. Tuvo un papel preponderante en los asuntos políticos de su
tiempo, inspiró la caída de la dinastía de Omrí, esperanzado en la figura de
Jehú, se convirtió en el gran impulsor en la lucha contra los arameos (2Re 6,
8-7, 16), se mantuvo firme durante el asedio asirio (2Re 5-6) y cuando Israel
sufrió reveses militares se convirtió en el alma de la resistencia (2Re 13, 14).
En Eliseo tenemos el otro gran exponente de los defensores del yahwismo, desde
donde denunció los problemas morales, las alianzas políticas o las hostilidades
militares.
Pasemos ahora a analizar algunos detalles de interés. El texto comienza
recogiendo el mandato que el Señor dirige a Elías en el Horeb donde le
encomienda la unción de Jazael, rey de Aram, de Jehú de Israel y de Eliseo como
su sucesor, él será quien lleve a cabo las dos misiones anteriores (2Re 8, 13;
9, 1ss.). El marco ideológico está en paralelo con Ex 19, la teofanía del Sinaí:
Israel ha de volver a las fuentes de su religión, pues aún queda todavía un
resto numeroso (cfr. Is 10, 20-22; Am 5, 15; Miq 2, 12-13). El término "unción"
aplicado a los profetas es extraño, en la Biblia se reserva exclusivamente a los
reyes (1Sam 9, 26), aquí se usa seguramente por afinidad a los anteriores
encargos. A continuación se narra la elección de Eliseo, primera conclusión de
los encargos que el profeta recibe del Señor. Destaca en primer lugar el gesto
de echar el manto, probablemente se trate de una acción mágica, por la
significación que más adelante adquirirá (2Re 2, 8). El manto de pelo que usaban
los profetas era un signo distintivo (2Re 1, 8; Zac 13, 4) que al echarlo sobre
alguien equivalía a una investidura y una iniciación. De este modo se transmite
la personalidad y función de su dueño (Rut 3, 9), como ocurre, por ejemplo, en
la relación entre Josué y Moisés (Ex 24, 13; 33, 11). A continuación Eliseo pide
a Elías despedirse de sus padres. La respuesta de éste es enigmática, habría que
interpretarla, a diferencia de la de Jesús (Lc 9, 61-62), simplemente como la
expresión "haz primero lo que tengas que hacer y luego vuelve". En el acto se
organiza un banquete sacrificial al que se invita a la gente. Se destruyen los
elementos de trabajo para significar la renuncia a la vida anterior y el
seguimiento de su nueva vocación como discípulo de Elías (cfr. 1Sam 6, 14; 2Sam
24, 22-23), hay que recordar al respecto la figura del ayudante que encontramos
en otros textos, como Josué respecto a Moisés (Ex 24, 13), o a Guejazí que el
mismo Eliseo tendrá más adelante (2Re 4, 12). Esta situación debía incluir
ciertas prerrogativas en la sucesión del ministerio. Curiosamente en los relatos
posteriores no aparecen juntos (a excepción del momento de la desaparición de
Elías, que, como ya hemos dicho, pertenece al ciclo de Eliseo), lo cual
significa que las tradiciones de uno y otro fueron en su origen independientes y
más tarde se conectaron a través del relato de la vocación.
Para continuar el estudio:
BUIS, P., El libro de los Reyes, (Cuadernos Bíblicos 36) Verbo Divino, Estella
1995.
Esta obra tiene la ventaja, como todos los cuadernos bíblicos, de estudiar de
forma sencilla y completa los libros de los reyes. En una primera parte hace un
estudio de los principales textos y después presenta líneas teológicas más
importantes. El cuaderno contiene también cuadros explicativos y orientaciones
para continuar el estudio.
BUSTO SÁIZ, J.R., Los orígenes de las teologías históricas de Israel, (Curso
Cómo leer el Antiguo Testamento 3) Fundación Santa María, Madrid 1990.
Es un librito de 39 páginas, pero muy profundo en el análisis que hace. Utiliza
un lenguaje académico. No obstante, puede ser trabajado en grupos de reflexión,
dada su brevedad, en orden a familiarizarse con este tipo de lenguaje.
GONZÁLEZ LAMADRID, A., Los libros de los Reyes, en A. GONZÁLEZ LAMADRID, A. –
CAMPOS SANTIAGO, J. – PASTOR JULIÁN, V. – y otros, Historia, Narrativa,
Apocalíptica, (Introducción al estudio de la Biblia 3b) Verbo Divino, Estella
2000, 169-216.
La parte que este volumen dedica al estudio de los libros de los Reyes nos
presenta tres formas de acercamiento a los mismos, la dimensión literaria, la
histórica y la teológica, además hace un recorrido por la historia de la
investigación del texto. Al final ofrece algunas indicaciones orientadas al
estudio personal que bien pueden ser aprovechadas para el trabajo del texto en
las comunidades.
Tras la lectura del libro de los Reyes la liturgia de hoy recoge casi en su
totalidad el salmo 15 (que corresponde al 16 en la Biblia Hebrea). Este salmo es
un canto de confianza en Dios desarrollado de forma individual en torno a dos
temas, la sabiduría que es instrucción, oposición bien- mal, y búsqueda del
camino de la vida (cfr. Prov 15, 13; Gen 2-3), y la heredad, con una posible
referencia a los levitas (cfr. Nm 18, 20; Deut 10, 9; 18, 1; Jos 17, 5; Sal 11,
6; Miq 2, 5), por esto algunos investigadores creen que sería recitado por el
sacerdote el día de su consagración. Contiene 11 versículos de los que 2-4
presentan grandes dificultades para su traducción. En su totalidad el salmo se
puede estructurar en dos partes, la primera (vv. 2-6) es una meditación sobre la
relación entre el salmista y Yhwh que le hace estar separado de los idólatras, y
en la segunda (vv. 7-11) se encuentra una exposición de confianza absoluta en
Dios. En cuanto a la época de composición, parece reflejar la situación del
Tercer Isaías, estaríamos, por tanto, en el postexilio (a partir del 538 a.C.).
Detengámonos a continuación en los elementos más significativos de los
versículos propuestos para hoy.
El comienzo es un motivo recurrente en el salterio, tal vez se pueda referir a
la función del templo como lugar de refugio (Sal 61, 5). A continuación nos
encontramos con una profesión de fe: “Tú eres mi bien”, se recoge de este modo
la idea de Yhwh dador de todos los bienes (Jer 31, 12.14; Sal 65, 12; 68, 11), o
el sumo bien (Os 3, 5; Sal 25, 7; 145, 7) que posteriormente evoluciona hasta el
concepto de inmortalidad. Los términos “lote” y “heredad” se pueden estar
remontando a la distribución de la tierra en tiempos de Josué (Jos 14, 1ss.) y
también a la parte asignada a los levitas (Nm 18, 20), no obstante, estas
palabras pueden ser interpretadas de manera más espiritualizada, habría que
entender la plena presencia y comunión con Dios. La copa, por otra parte, está
relacionada con el culto al Dios verdadero (cfr. Sal 11, 6). La imagen siguiente
es realmente significativa y literariamente cuidada, en el momento de la
oscuridad, aunque también en el ámbito de la intimidad, el orante se siente en
la presencia de Dios. Si a ello unimos las palabras siguientes (“tengo siempre
presente al Señor...”) queda expresada totalmente la experiencia del salmista
que se acerca a Dios mentalmente en su interior, al respecto se puede recordar
la intimidad con Dios de algunos profetas o de Job (Am 3, 7; Job 29, 4). Como
desarrollando este tema se pasa ahora a una expresión de alegría que es
consecuencia de sentirse en posesión total de Dios. Porque nada puede
contrarrestar su poder, ni siquiera la muerte, el orante se regocija en lo
profundo de su ser. ¿Se está pensando en la vida después de la muerte, en la
resurrección? Así lo entiende el NT (Hech 2, 25-31; 13, 34-37). Lo más prudente
es pensar que la experiencia de la intimidad con Dios ha llevado al salmista a
descubrir la incorruptibilidad, la inmortalidad (como sucede, por ejemplo, en
Sal 73 y tal vez en Sal 49, 16). El último versículo (“me enseñarás el camino de
la vida...”) puede ser una alusión a la conducta moral correcta, tan presente en
la literatura sapiencial (Prov 2, 19; 5, 6; 6, 23; 15, 24), aunque, una vez más,
el orante parece transcender dicho significado para situarse en un ámbito
espiritual, a pesar de la vida íntima que vive con Dios, se siente todavía en
camino.
Para continuar el estudio: Puede consultarse la bibliografía del domingo
anterior.
(Algunas indicaciones generales sobre la carta a los Gálatas se ofrecen en el
comentario del domingo anteerior.)
La segunda lectura nos presenta un texto de la carta de San Pablo a los Gálatas.
Recordemos que el tema central de este escrito es la relación entre la Ley y la
fe en Jesucristo. La lectura está compuesta de dos partes, un versículo
introductorio que establece el tema a tratar, y el desarrollo posterior, que es
una viva exhortación, de ahí que debamos situar el texto dentro de la parte
exhortativa o parenética (5, 2-6, 10), con la que se llega al final de la carta,
aunque tome un verso de la sección doctrinal (3, 1-5, 1). Con un lenguaje vivo y
duro en muchas ocasiones, Pablo desarrolla su exhortación descendiendo al
terreno práctico en torno a la libertad del cristiano, que no es un pretexto
para vivir libertinamente ni le exime de ser puesto a prueba. El contexto nos
presenta una dura crítica a los que predican y siguen practicando la
circuncisión, para él esta práctica, dado que no tiene valor para quien espera
la total justificación, expresa la ruptura con Cristo y la búsqueda de la
justicia en la ley (Gal 5, 1-12). A estas palabras le sigue el texto de hoy,
desarrollado en torno a conceptos fundamentales, libertad en oposición a
esclavitud y Espíritu contrario a carne. El escrito continúa precisando los
frutos de cada uno de los términos de esta última oposición.
El verso inicial que sitúa el tema de Gal 4, 31b-5, 1.13-18, es también un buen
resumen del mensaje doctrinal de toda la carta, la verdadera libertad no es
libertinaje, sino libertad de la Ley, de sus prescripciones (4, 5.31), que
concede la fe en Cristo (Rom 6, 1ss.). ¿En qué consiste esta libertad de la Ley?
Lo tenemos desarrollado a continuación, vamos por ello a analizar los conceptos
principales que aparecen. La primera expresión con la que nos encontramos es el
precepto del amor. No nos debemos dejar llevar por la primera impresión, en el
texto no es central, aunque sí importante. Pablo no se está refiriendo al amor
de Dios (como tampoco en Rom 13, 8-10), más bien al precepto levítico (Lev 19,
18), si bien, para Pablo este mandamiento no tiene validez en cuanto que la
distinción judío-gentil no cuenta. Tal vez recoja un habitual resumen rabínico,
o está haciendo un resumen de Cristo (Mt 7, 12; Mc 12, 31 y par.). En todo caso
la sentencia apoya uno de los significados de la libertad, la esclavitud de unos
y otros por amor. La categoría central es el Espíritu. Se explica desde su
función de guía y de camino, abarcando el ámbito interior y exterior de la
persona, comencemos por ésta última. “Caminar según el Espíritu” hay que
entenderlo en sentido semítico, es decir, como comportamiento, el Espíritu es el
principio de actividad del cristiano (Rom 8, 14). La guía del Espíritu es el
principio interior del creyente. La explicación queda todavía incompleta, hemos
de comprender para ello el sentido de la categoría opuesta, la carne. Al ser
suprimida la Ley por la libertad del Espíritu, Pablo evidencia que el cristiano
está todavía en lucha con lo que se opone a Dios (Rom 7, 15-23) y subraya que no
puede abandonarse a una conducta terrena, ha de ser una libertad de servicio
fundada en el amor, libertad para los demás.
Para continuar el estudio: Puede consultarse la bibliografía del domingo
antereior.
(Algunas indicaciones generales sobre el evangelio de Lucas se ofrecen en el
comentario del domingo anterior.)
El relato evangélico de hoy pertenece a la cuarta sección de la obra de Lucas
(9, 51-19, 28). Aquí el evangelista se separa, en el plan general de su obra, de
Mateo y Marcos (inserta material propio, aunque también se encuentran
narraciones comunes con los otros dos sinópticos), tal alteración obedece a su
preocupación por destacar la ciudad de Jerusalén como la culminación del
misterio de Jesús y el punto desde el que arrancará la historia de la Iglesia
narrada en el libro de los Hechos (recordemos que la ciudad era el lugar a donde
peregrinaban los piadosos para encontrarse con la presencia divina en el templo,
cfr. 2Sam 5-7; 1Re, 8; Sal 122; 125; 147). La sección está dominada por el
acontecimiento de la pascua, desde donde se comprende el misterio de la
revelación de Dios y se describen las exigencias del discipulado. Como vemos, el
interés del evangelista es principalmente teológico, lo demuestran la agrupación
artificial de detalles como las controversias (11, 14-14, 25), los dichos (12,
1-12; 14, 25-35; 16, 16-18), o las agrupaciones de relatos en forma ternaria. No
están claras las referencias geográficas, aunque insiste en que Jesús se dirige
a Jerusalén (9, 51-57; 10, 38; 18, 31.35; 19, 1). Estamos en el centro del
evangelio (para los otros evangelistas este viaje no presenta tan claros
objetivos como para Lucas), el punto de llegada de las promesas
veterotestamentarias, el culmen de la revelación y el inicio del anuncio de
salvación de la Iglesia. El texto de hoy está formado por dos narraciones: la
repulsa de Jesús en Samaría y las exigencias del discipulado, ambas escenas
evocan acciones realizadas por Elías. La primera se relaciona con 2Re 1, 10ss.
cuando los emisarios de Ococías fueron a consultar al profeta sobre el destino
de la vida del rey. Éste había sufrido un accidente y envió mensajeros al
profeta para que le dieran razón del estado de su salud. Elías hizo bajar fuego
del cielo que consumió por dos veces a los enviados. Estas acciones fueron el
resultado de la venganza divina ya que el rey se había dirigido en un primer
momento al dios de Ecrón. La segunda escena, como ya hemos visto, tiene su
paralelo con la vocación de Eliseo.
La primera parte del evangelio se inicia como la anterior sección de Galilea (4,
14-30) con la repulsa de Jesús, adelanto de lo que sucederá en la pascua. Tres
elementos son los más significativos: la decisión de ir a Jerusalén, el
desprecio de la aldea de Samaría y la reacción de los discípulos. El verso
inicial pone en sintonía al lector con el motivo central de la narración. La
decisión de Jesús parte de la proximidad de “ser llevado al cielo”, expresión
que se aplica también a la asunción de Elías (2Re 2, 9-11), a la exaltación del
siervo sufriente (Is 42, 1) y a la misma ascensión de Jesús (Hech 1, 2.11). Su
vida se contempla como una ascensión a la gloria (Mc 16, 19). Del destino
glorioso, expresado en el simbolismo teológico de la ciudad, se pasa a
describir, con el segundo elemento de la narración, el camino de sufrimiento y
rechazo del mesías. Los samaritanos eran, a juicio de los judíos, un pueblo
originariamente gentil, descendían de los extranjeros asentados en el reino del
Norte tras la deportación del 722 a.C. (2Re 17; Esd 4, 1-3; Neh 4, 1-9). Las
relaciones entre ambos pueblos eran tensas (Jn 4, 9), de ahí que los peregrinos
que se dirigían a la ciudad santa prefiriesen rodear por la costa o por la
cuenca del Jordán (Mt 10, 5). La reacción de Santiago y Juan por el incidente
sitúa a Jesús en paralelo con Elías y da razón del apelativo “hijos del trueno”
con que a ellos se refiere Marcos (Mc 3, 17). Se cierra esta primera narración
con la descripción de la reacción de Jesús (“se volvió y les regañó”), el mesías
que se dirige a Jerusalén asume su destino que aún no han comprendido sus
seguidores. La segunda parte del relato evangélico se compone de tres diálogos
que expresan las condiciones y urgencia del seguimiento. El primero puede
referirse a la pobreza extrema, aunque por el contexto parece aludir más bien a
la situación de soledad, el discípulo no tiene un lugar propio. Los términos con
que el texto se refiere a Jesús (hijo del hombre) hablan de gran dignidad y
exaltación. En el segundo nos encontramos con un juego de palabras que puede
aludir a la piedad filial de hondo arraigo en el judaísmo (Gen 49, 28-50, 3; Ex
13, 19; Tob 4, 3; 6, 15). Puede ser interpretado en sentido simbólico (que los
espiritualmente muertos entierren a los físicamente muertos), o como una
invitación a la reflexión. El lenguaje del último diálogo nos lleva a la primera
lectura de hoy, se trata de las exigencias del seguimiento y la respuesta del
discípulo. La imagen del arado expresa la exclusividad del seguimiento, no se
puede mirar atrás sin que la tarea se vea mermada.
Comentario teológico
Partamos en nuestro comentario teológico de las distintas formas literarias que
nos encontramos. Sin ser muy exhaustivos podemos decir que la primera lectura y
el evangelio pertenecen al tipo narración, la lectura de Gálatas es una
exhortación y el salmo responsorial un canto. Analicemos desde esta perspectiva
los textos.
La narración de la vocación de Eliseo y de la marcha de Jesús hacia Jerusalén
tratan un tema común el seguimiento, aunque con lenguaje distinto. Decía von Rad
en su obra Teología del Antiguo Testamento, que una buena teología bíblica no
debe comprender sencillamente el NT como superación del AT, sino que el teólogo
ha de hacer el esfuerzo por situarse desde el concepto en la realidad cultural
del texto. En este caso se trata de dos narraciones distintas que presentan de
forma diferente algunas características del seguimiento. Desde este punto de
vista la vocación de Eliseo, inspira la última de las historias del evangelio.
Mientras que aquella no hace uso de figuras literarias significativas, la
historia del evangelio forma parte de otras dos construidas desde la clásica
hipérbole tan común en los discursos y acciones de Jesús. Aquella desarrolla el
tema desde la disponibilidad y la consiguiente ruptura con la vida que el
llamado llevaba hasta el momento, mientras que ésta lo hace desde la urgencia y
exclusividad bajo tres perspectivas que corresponden a las tres historias que ya
analizábamos anteriormente, la pobreza o soledad, el servicio al Reino y la
adhesión total. Además hay que tener en cuenta el incidente en Samaría que narra
el evangelio y que añade una nueva característica, el sufrimiento (la repulsa de
Jesús en la aldea) e indirectamente la misericordia (Jesús rechaza la propuesta
de los discípulos). La carta a los Gálatas es una exhortación. Se plantea un
mensaje de salida de sí o “descentramiento”, que da lugar a la libertad,
comprendida no como libertinaje sino como exigencia para hacer realidad la
salvación de Cristo. En el análisis decíamos que la categoría central es el
Espíritu que es quien capacita para la superación del egoísmo, ahora desde la
perspectiva comunitaria, que es precisamente el ámbito del mensaje dirigido al
lector. Por último el canto nos abre a los sentimientos. Al comprender a Dios
como sumo bien, brotan la fe y la consiguiente alegría. Además ofrece una nueva
dimensión dentro de este mismo ámbito, la vida como misterio (las sendas de la
vida).
La ficción creada por los textos nos lleva ahora a la reflexión teológica desde
tres ámbitos distintos que se corresponden a las formas empleadas: historia,
acción y misterio. La narración del seguimiento de Eliseo o del discípulo de
Jesús nos ha situado en la dimensión histórica personal. El creyente es el
llamado por Dios, desde aquí comprende su vida en movimiento, y desde entonces
aquélla es la historia de Dios. El norte, lo acabamos de decir, lo marca Dios,
al creyente le toca la tarea de hacer de su vida un servicio a sus planes, tarea
que no está exenta de dificultades, sufrimientos, repulsas, etc. (nNo hay que
olvidar que la vocación no se da en abstracto, los mismos textos dan prueba de
ello). La lectura de San Pablo nos lleva a la comunidad. La fe en Jesús conlleva
unas actitudes concretas dentro del grupo al que se pertenece, aparece muy bien
resumido en una de las frases de esta lectura “sed esclavos unos de otros por
amor”. La comunidad cristiana no lo es por la sola fe, ésta se ha de traducir en
acciones, tampoco la identidad del grupo garantiza su acertado comportamiento,
esto conlleva aprovecharse de la situación. Ha de distinguir y, sobre todo,
potenciar aquello que la construye sobre la libertad otorgada por el Espíritu.
Por último el salmo 15 nos devuelve al ámbito individual y, desde los
sentimientos, presenta la vida del creyente como misterio en las manos de Dios.
Dos aspectos son importantes, primero que la última palabra sobre la vida no la
tiene el creyente, sino Dios, y en segundo lugar, que ésto, lejos de
incertidumbre, provoca admiración, alegría y confianza absolutas.
En toda esta historia, acción y misterio la constante que aparece es la dinámica
de salir de sí para encontrarse con otro: Eliseo rompe con su vida anterior,
Jesús invita a los discípulos a abandonar todo y a ponerse sin dilación al
servicio del Reino, el salmista reconoce que en Dios está su refugio, su bien.
Como vemos esta dinámica afecta tanto a la persona individual como a la
comunidad (“no una libertad que se aproveche del egoísmo; al contrario, sed
esclavos unos de otros”), el centro es el otro en el amor, porque así es el modo
de actuar de Dios, para mostrarse a sí mismo se hace hombre, y el hombre Jesús,
para mostrarse como Dios, ha de caminar hacia la entrega de su propia vida
Para la revisión de vida
- Desde las características que presenta la vocación en la primera lectura y el
evangelio, ¿cuál es la misión a la que Dios me llama? ¿Qué es lo que me está
exigiendo que cambie?
- En el camino de Jesús a Jerusalén aparecen elementos negativos que en ningún
momento le hacen desistir de su decisión, ¿cuáles son esos elementos que yo
percibo en mi itinerario de acercamiento hacia Dios?
- Entendidas de manera simbólica las tres llamadas que encontramos en el
evangelio, ¿de qué me cuesta más “deshacerme” para llevar a cabo la misión que
Dios tiene sobre mí? ¿Evito de alguna manera escuchar la voz de Dios?
- ¿Cómo reconozco a los “enviados de Dios”?
- En la comunidad a la que pertenezco, ¿cuáles son las acciones que realizamos
desde la libertad del Espíritu y cuáles desde la esclavitud o desde la “carne”?
¿De qué manera debo contribuir a la exhortación “ser esclavos unos de otros por
amor”?
- ¿Es mi oración confiada como la del salmista? ¿Qué cosas o personas deben
estar presentes en ella?
Para la reunión de grupo
- Uno de los puntos de interés de las lecturas de hoy es el seguimiento, o la
vocación, ¿qué características tiene en la Persona de Eliseo? ¿Cómo ha de ser el
seguidor de Jesús tal como aparece en el evangelio? Y dado que la vocación o la
llamada de Dios es siempre para algo, ¿cuál es la misión de estos personajes?
(Para responder a las preguntas es necesario fijarse en los elementos simbólicos
empleados por los textos.)
- Comparar la primera parte del evangelio con 2Re 1, 10ss., ¿cuáles son los
elementos comunes de ambos textos? ¿Qué sentido tiene lo de “enviar fuego” para
Reyes y para el relato de Lucas? ¿Por qué son reprendidos por Jesús Santiago y
Juan?
- La segunda lectura se centra en la vida de comunidad, ¿qué significa que una
comunidad viva en la libertad de Cristo y cómo se traduce esto en la actualidad?
¿Qué es vivir en el Espíritu y vivir en la carne? ¿Qué significa la Ley y en qué
se puede ver reflejada en la vida de nuestras comunidades?
- Analizar el vocabulario del Salmo 15, para ello se pueden tomar por un lado
las expresiones que el salmista dirige a Dios (le pide que lo proteja, dice que
lo tiene siempre presente, etc.) y por otro lado las que se refieren a lo que
Dios hace en el orante (me aconseja, me enseñarás, etc.). ¿Qué significan unas y
otras? ¿Qué ámbitos de la persona abarcan? ¿Qué tipo de lenguaje se utiliza, de
sabiduría, de admiración, de alabanza..?
- ¿Qué frase puede resumir el mensaje del Salmo 15?
Para la oración de los fieles
- Te pedimos, Señor, por las comunidades cristianas de todo el mundo, que seamos
fieles a la misión que Jesús nos encargó de hacer realidad el Reino de Dios.
También te pedimos para que se promuevan en las comunidades los distintos
estados de vida a los que estamos llamados.
- Señor, que los gobernantes de las naciones colaboren en los procesos de
libertad de los pueblos.
- Te pedimos también, Señor, que estemos dispuestos a quitar los egoísmos de
nuestras vidas y tengamos los oídos atentos para escuchar la voz de Jesús
presente en nuestras situaciones cotidianas.
- Que en nuestra comunidad, Señor, nos comprometamos en el rechazo de las obras
egoístas y en la promoción de la libertad y el crecimiento en el amor que nos da
el Espíritu.
- Que el Señor nos conceda su gracia para admirarnos, como hace el salmista,
ante sus obras, sus consejos, o sus enseñanzas, y que lleguemos a comprenderlo
como el bien de nuestra vida.
Oración comunitaria
Señor, ayúdanos a ser fuertes y valientes para hacer realidad tu Reino en
nuestra tierra. Que no huyamos de la vocación a la que Tú nos llamas, y que no
nos den miedo los desprecios que encontramos en el camino. Tú que eres el Señor
de la vida, concédenos tu fuerza para desprendernos de las cosas que nos separan
de Ti y de nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Por Jesucristo Nuestro
Señor.
25. 13 Tiempo ordinario (C) Lucas, 9, 51-62
SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRAS
JOSÉ ANTONIO PAGOLA,
vgentza@euskalnet.net. SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 23/06/10.- Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo
esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas
describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio,
tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e
inaplazable.
Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las
conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le
sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas
necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿qué relación
queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?
Primera escena. Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que,
antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas».
Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen
madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».
Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o
bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es "vivir de
camino", sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la
religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo
mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.
Segunda escena. Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con
la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar,
pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La
respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus
muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».
Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la
tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener
o frenar. Los "muertos", que no viven al servicio del reino de la vida, ya se
dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios
y su justicia.
Tercera escena. A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo,
Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el
reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible
abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto
del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para
caminar tras los pasos de Jesús. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la
difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
26. Autor: SS Benedicto XVI
La libertad encuentra su sentido en el amor
¿Quién es el más libre? ¿Quien ahorra todas sus posibilidades por miedo a
perderlas o quien se entrega “decididamente” al servicio?
Hoy meditemos acerca de libertad y seguimiento de Cristo. El evangelista Lucas
narra que «cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús
se encaminó decididamente hacia Jerusalén» (Lucas 9, 51). En la expresión
«decididamente» podemos entrever la libertad de Cristo. Él sabe que en Jerusalén
le espera la muerte en la cruz, pero obedeciendo a la voluntad del Padre se
ofrece por amor.
En esta obediencia al Padre Jesús realiza su propia libertad, opción motivada
conscientemente por el amor. ¿Quién puede ser más libre que Él, que es
omnipotente? Él no vivió su libertad como albedrío o dominio. La vivió como
servicio. De este modo, «llenó» de contenido la libertad, que de otro modo se
hubiera convertido en una posibilidad «vacía» de hacer no de no hacer algo.
Al igual que la vida del hombre, la libertad encuentra su sentido en el amor.
¿Quién es el más libre? ¿Quien se ahorra todas sus posibilidades por miedo de
perderlas o quien se entrega “decididamente” al servicio y de este modo se
descubre lleno de vida por el amor que ha entregado y recibido?
El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Galacia, en la actual Turquía,
dice: «hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa
libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a
los otros» (Gálatas 5, 13).
Vivir según la carne significa seguir la tendencia egoísta de la naturaleza
humana. Vivir según el Espíritu, por el contrario, es dejar que las intenciones
y obras sean guiadas por el amor de Dios, que Cristo nos ha dado.
La libertad cristiana, por tanto, no es ni mucho menos albedrío; es seguimiento
de Cristo en el don de sí hasta el sacrificio de la cruz. Puede parecer una
paradoja, pero el Señor vivió la cumbre de su libertad en la cruz, como cumbre
del amor. Cuando en el Calvario le gritaban: «Si eres el Hijo de Dios, ¡baja de
la cr uz!», él demostró su libertad de Hijo quedándose precisamente en ese
patíbulo para cumplir hasta el final con la voluntad misericordiosa del Padre.
Esta experiencia la han compartido otros muchos testigos de la verdad: hombres y
mujeres que han demostrado ser libres incluso en la celda de una cárcel o bajo
las amenazas de la tortura. «La verdad os hará libres». Quien pertenece a la
verdad nunca será esclavo de ningún poder, sino que sabrá siempre hacerse
libremente siervo de los hermanos.
Contemplemos a María santísima. Humilde esclava del Señor, la Virgen es modelo
de persona espiritual, plenamente libre, pues es inmaculada, inmune al pecado y
totalmente santa, entregada al servicio de Dios y del prójimo. Que con su
materna atención nos ayude a seguir a Jesús para conocer la verdad y vivir la
libertad en el amor.