COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
2 R 4, 8-11. 14-16a

 

1. 

Este es uno de los numerosos relatos del nacimiento milagroso del seno de una madre estéril.

-El interés especial de este relato es el de acreditar al profeta como portador de la Palabra, auténtica y poderosa de Dios. Lo que los ángeles realizaron en Sara y en las otras mujeres estériles al darles la fecundidad, es capaz de realizarlo también la Palabra, en beneficio de una pagana. El profeta es, pues, depositario real de la Palabra creadora y vivificante de Dios.

-Es sabido que una mujer que no tiene hijos propios proyecta sobre un extraño su afecto maternal. Eliseo, que ha abandonado su familia para ponerse al servicio de Dios, es aquí el beneficiario de esta bondad. Así, el complejo psicológico se convierte en actitud de hospitalidad y de acogida.

Pero acoger a una persona insignificante significa acoger a Dios mismo (Mt 10. 40): la mujer experimenta este hecho beneficiándose de la visita de Dios. Al poner todo su ser al servicio de la hospitalidad, esta mujer descubre en Dios el secreto de su bondad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 105


2.

-Datos biográficos del profeta.- Eliseo es el continuador de la misión profética de Elías. Por eso el ciclo de su actividad comienza con un traspaso de poderes: al recoger el manto de su maestro recibe la "alternativa", queda investido de su mismo poder (2, 13ss). Al dividir las aguas (2, 15), el nuevo Josué =(Eliseo) sucede al nuevo Moisés (=Elías); cfr. Jos. 3, 7; 4, 14. La muerte de Eliseo se describe en 13, 20.

-El recuerdo del trabajo misionero de este profeta se conservó en los círculos de las escuelas de los profetas. Estos círculos recalcaron el "poder milagrero" de Eliseo tratando de demostrar que Eliseo no era un profeta inferior a Elías. Así los milagros que le atribuyen parecen calcos perfectos de los realizados por Elías; no debemos centrarnos en ellos, ya que la escuela de los profetas lo único que intenta afirmar es que Eliseo continúa la obra de su maestro.

-Su relación con el texto evangélico. A simple vista da la impresión de que la liturgia nos propone en este domingo la lectura de este texto veterotestamentario por la gran similitud con los dichos de Mateo del Evangelio de hoy: "El que os recibe a vosotros, me recibe a mí... el que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua..., no perderá su paga..." (Mt 10, 40ss). Así nos podemos explicar el recorte que experimenta la lectura de Reyes: sólo se recoge el relato del hijo de la vejez, recompensa del profeta a la mujer sunamita (vs. 8-17) y se elimina la escena de la muerte y resurrección del niño (vs. 18-27).

-Texto. El relato del nacimiento, muerte y resurrección del hijo de la sunamita es una historia llena de delicadeza, de ternura y de amor. Las promesa de un hijo a unos padres ancianos, como recompensa por su hospitalidad, es un género literario denominado "saga" que ya aparece en las narraciones patriarcales (v. g., promesa a Abraham y a Sara: Gn. 18, 1-15O y también en el NT. (v. g., la promesa de Juan el Bautista hecha a Isabel). Pero vamos a dejar de lado estos decadentes problemas "historicistas" y, con ojos sencillos y profundos, saquemos la riqueza teológica del relato, ya que la historicidad no corre pareja con su importancia para la vida. Sólo voy a fijarme en dos breves escenas que se presentan a nuestra consideración:

-Hospitalidad de la sunamita (vs. 8-11): Sunem pudo ser un santuario israelita situado al Sur del Tabor, no lejos del Carmelo, y probablemente habitado por una comunidad de profetas.

Eliseo no se hospeda en su comunidad, sino en el hogar de la sunamita, prototipo de todo ser humano capaz de descubrir a Dios en la persona y obra del profeta. Tal vez los suyos no lo hubieran recibido... La mujer le prepara una cama, mesa, silla..., todo un superlujo para cualquier israelita habituado como estaba a dormir en la sala común sobre una dura esterilla que se desenrollaba al caer la noche. Recibir al profeta es un gran honor para la sunamita, pero para ser como ella necesitamos una mente muy abierta para saber discernir el dedo de Dios que pasa haciendo el bien. No abrir su casa a Eliseo hubiera sido cerrarla al Señor, cerrarla al futuro de las bendiciones. Pero abrirla a otros muchos que se presentan como los "oficiales" del Señor hubiera supuesto abrirla a unos chantajistas que juegan con Dios. La actitud adoptada por la sunamita no era nada fácil.

-Agradecimiento del profeta (vs. 12-17): Eliseo se pregunta: ¿Qué podríamos hacer por ella? (v. 14). Agradecido, el profeta quiere recompensarle ofreciéndole en primer lugar una recomendación de tipo político (v. 13: ¿una exención fiscal o militar? No seamos malos, esta oferta no llega a tráfico de influencias). Ante una negativa de la mujer, le anuncia a la anciana el nacimiento de un niño... Sara no se lo creyó, la sunamita también recela...

Reflexiones.-Todo ser abierto a lo alto, a Dios... suele captar al verdadero profeta y a su mensaje, y se muestra hospitalario con él. No busca, como la mujer del relato, recompensas, pero su generosidad la conlleva (cfr.Evangelio). Es cierto que a veces somos ciegos, pero otras muchas, las más, estamos escarmentados ante tanto desaprensivo que se cree el "portador" de la divinidad, y les cerramos con razón la puerta. El hombre abierto a lo alto... suele tener buen olfato.

-Muchas veces, bajo esta capa superficial de riqueza-bienestar-felicidad (v.8) se esconde una gran desgracia, en nuestro caso la carencia de hijos (v. 4). La realidad desnuda y cruda es que todo ser humano está lleno de limitaciones que nos hacen ser infelices. Reconocer estas desgracias no se lleva en nuestro mercado, y tratamos de ocultarlas tras las pomposas apariencias sociales..., pero el mal nos va corroyendo las entrañas y en cuanto escarbamos un poco las pompas se deshacen.

El profeta sabe descubrir la necesidad y promete un hijo. Los nuevos mensajeros del Señor también deben saber escarbar en esa ciénaga humana para saber diagnosticar, ser útiles a la humanidad y no perderse en discursos hueros, de teología de calderilla..., que ni siquiera ellos mismos se la creen.

Eliseo, como profeta, no es un ser aséptico abierto sólo a la trascendencia y cerrado a los problemas humanos. Esta postura suele ser siempre falsa, al menos fruto de espejismos. Eliseo es el profeta de la com-pasión (cum-pati, padecer con..., y de verdad) que pasó por el mundo haciendo el bien, al igual que Jesús de Nazaret. Por eso es inconcebible una actitud profética sin compromiso social.

A. GIL MODREGO
DABAR 1990/35


3. /2R/04/08-37

Cuando Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta, aquella mujer le decía: Ahora veo que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor que tus labios anuncian es verdad (1 Re 17, 24). Todas las narraciones sobre los milagros de Eliseo que leemos al principio del segundo libro de los Reyes tienen un significado parecido: no son únicamente obras benéficas y salvadoras del poder del Señor, sino que también acreditan al profeta como enviado de Dios, como antes habían acreditado a Moisés o Elías y acreditarán más tarde a Jesús. Así, el libro del Éxodo, después del milagro del Mar Rojo, hace notar que todo el pueblo, al ver la gran obra de Yahvé, creyó en él y en Moisés, su servidor (Ex 14,31). Y el Evangelio de Juan acaba diciendo que los milagros-señal escritos en aquel libro han sido escritos para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (Jn 20,31).

Dentro de la enseñanza común a todas estas narraciones cada cual tiene su peculiar significación. Aquí encontramos que aquella mujer de Sunán, antes de ver el milagro, ya ha ofrecido a Eliseo una hospitalidad generosa porque ha reconocido en él a un hombre santo de Dios. Feliz ella, diría Jesús, que ha creído sin haber visto.

Eliseo siente el deber de corresponder a su generosidad, pero ¿qué podrá darle? Esta mujer no ambiciona nada ni necesita influencia delante de las autoridades, tiene bastante con vivir como una de tantas en medio de su pueblo. Pero cuando el Señor le coge el hijo que ella no había pedido, sí que reclama; ni ella ni Eliseo entienden nada. Es la queja suplicante que encontramos tantas veces en la plegaria de hombres y mujeres en la Biblia: ¿Había pedido un hijo a mi Señor? También Elías exclamaba: Señor, Dios mío, ¿hasta a esta viuda que me acoge habéis de afligir cogiéndole el hijo? Una queja que sale del amor de una madre o de un amigo no puede ofender al Señor ni desagradarle. La madre, que ahora es exigente, no tiene suficiente con que el profeta envíe a Guejazi con su bastón, y le jura que no lo dejará. El Señor, pues, le devuelve el hijo por la plegaria, el contacto y el calor personal del profeta. Pero el profeta ¿habría forzado de esta manera al Señor si no lo hubiera exigido el amor de la madre?

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 707 s.


4.

Según parece, Eliseo acostumbraba a pasar por Sunem, especialmente cuando iba del Carmelo a su tierra natal. En estos casos detenía su viaje para descansar en casa de esta buena mujer, que lo recibía amablemente y con todo el respeto que merece un hombre de Dios.

Eliseo quiere corresponder a tantas atenciones y propone a esta piadosa mujer interceder por ella y su esposo ante el rey. Pero ella le dice que no necesita nada y que, si fuera este el caso, ya tiene a su familia que no la abandonará (v. 13, omitido en esta lectura). No es desaire, es simplemente un detalle de su desinterés y de sus pocas ambiciones.

Pero el criado del profeta advierte a su señor que esta mujer no tiene ningún hijo y que su marido es varón anciano. ¿No será esto lo que más desea? En efecto, para una mujer hebrea no existía pena mayor que la de no dar a su marido un descendiente varón. El primogénito era el futuro de la familia, y las familias de Israel vivían para el futuro, en el que iban a cumplirse las promesas hechas a Abrahan.

Eliseo, que no pensaba al principio hacer milagros, le anuncia proféticamente que a la vuelta de un año tendrá el hijo deseado. Lo mismo que Sara, la madre de Isaac, esta mujer recibe el anuncio con escepticismo. Pero también ahora se va a cumplir la palabra de Dios, la palabra del profeta. En ambos casos, el nacimiento del hijo prometido será una recompensa de Dios a la hospitalidad prestada a sus enviados. Siglos más tarde, Jesús establecerá esta ley de retribución: "Quien reciba a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta" (evangelio de hoy).

EUCARISTÍA 1993/31


5.

La obra deuteronomista nos presenta los ciclos de los profetas Elías y Eliseo. Tanto el uno como el otro no tienen una finalidad estrictamente biográfica, sino tipológica: captar el estilo y la autoridad del profeta a través de su acción y del cumplimiento de sus predicciones. En el caso del ciclo de Eliseo, al que pertenece la primera lectura de hoy, no encontramos en su composición ningún orden cronológico y el material narrativo, evidentemente, no ha pasado por la criba de una crítica histórica. Como en las vidas de los santos antiguos, se recogen en el mismo muchos elementos de carácter legendario.

- "Un día pasaba Eliseo por Sunem ...": Nos encontramos en concreto con el episodio de la sunamita rica que acoge al profeta en su casa, e incluso prepara en el piso superior de la casa una habitación para él. Es un ejemplo de acogida.

- "Dijo a su criado Guiezi: ¿Qué podemos hacer por ella?: La hospitalidad para con el profeta debe hallar una recompensa. En los versículos que no se leen en la lectura de hoy, Eliseo ofrece a la mujer una intercesión ante el rey en favor de ella. Quizás porque se vea aliviada de impuestos o bien para velar por su futuro, pues su marido ya es mayor. La mujer de ningún modo lo acepta: vive en medio del pueblo y ya tiene suficiente. El segundo ofrecimiento del profeta es el que es objeto de lectura: "El año que viene, por estas mismas fechas abrazarás a un hijo". El don de la posteridad es en todo el Antiguo Testamento la máxima bendición de Yahvé.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1987/13