COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Za 12, 10-11


1.

-Contexto.

Las fulgurantes victorias del gran estadista griego Alejandro Magno en el mundo entero pudieron servir de modelo al profeta para describirnos la gran victoria de Dios al establecer la era mesiánica.

El autor de estos últimos capítulos de Zacarías (9-14) espera con ansiedad ese "Día del Señor", día de la implantación de la era mesiánica. Muchas cosas acaecerán en "aquel día" ("leit-motiv" que se repite con insistencia en los caps. 13-14, y que está orientado hacia ese momento culminante del "Día del Señor". 14, 1); pero la victoria que se describe en el cap. 14 sólo se logrará a través de grandes sufrimientos y purificaciones (cap. 12-13).

-Texto.

En los vs. 9-10 suena, por quinta vez, la machacona expresión "aquel día". El pueblo de Jerusalén será protegido por el Señor contra cualquier nación, pequeña o grande, cercana o lejana, que intente atacar a la Ciudad Santa (v. 9). Si en otro tiempo pasó la "ira divina" sobre la ciudad arrasando sus muros y dejándola huérfana (cf. Libro de la Lamentaciones), ahora suena la hora del desquite, de su protección: Dios se pone de parte de su pueblo frustrando el asalto de los invasores (vs. 2-8).

Si Dios castigó a la ciudad no fue por capricho; la verdadera y auténtica causa de su destrucción fue el pecado del pueblo. El Señor sació su cólera a causa de los crímenes cometidos por sus habitantes al derramar por la calle sangre inocente (Lam. 4, 11-13). Y para que llegue esa hora del desquite se requiere en el pueblo un acto de conversión, un cambio de actitud como fruto de una pausada reflexión. Por eso el v. 10 nos dice que el Señor va a derramar (término frecuente en relatos escatológicos: cf. Hech. 2, 17.33...) sobre ellos un espíritu de compunción y de pedir perdón (traducción más exacta que la litúrgica: "de gracia y de clemencia").

El profeta se fija en un hecho muy concreto: el pueblo llora sus pecados al contemplar a un personaje matado por ellos, víctima de la ira popular. Se trata de una acción pasada ("traspasaron") con relación al autor. ¿A qué personaje se refiere? No lo sabemos.

Los responsables del crimen y sus descendientes se lamentarán amargamente como si se tratara del primogénito, hijo único. El duelo será amargo y universal (vs. 11-14: el luto en Hadad Rimón quizá aluda a algún rito conocido por ellos, pero desconocido para nosotros).

-Reflexiones.

En sentido literal no puede aplicarse este oráculo al Mesías ya que se habla de una acción en el pasado. ¿Se refiere a Jeremías, Zacarías...? No lo sabemos. Sólo en un sentido figurado, y por su similitud con el siervo de Isaías (cf. 52, 13-53, 12), puede aplicarse el oráculo a Jesús de Nazaret, traspasado en la cruz por nuestros delitos (Jr. 19,37; Apoc. 1,7), y la contemplación de este personaje humillado ha provocado, sigue provocando y provocará un llanto amargo y universal.

El pueblo de Israel al meditar su historia pasada siente remordimientos por sus malas obras, y llora sus pecados. La serena reflexión conduce al cambio, a la conversión. Y nuestros pecados personales y comunitarios continúan traspasando no sólo a Jesús sino a muchos hermanos nuestros que caen víctimas de nuestras guerras, injusticias, violencias...

El "día del Señor", el desquite, el triunfo de la verdad nunca se logrará por el gatillo, la violencia..., sino por la reflexión, el lloro, el arrepentimiento y el perdón.

A. GIL MODREGO
DABAR 1989/34


 2. /ZA/LIBRO

La segunda parte del libro de Zacarías (caps. 9-14) fue muy citada en la primitiva predicación cristiana, que leyó en ella una serie de oráculos de la Pasión (9,9: el Mesías que entra en Jerusalén montado en un pollino; 11,13: las treinta monedas; 13,7: "Heriré el pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" =Mt 26,31). El oráculo de 12,10 sobre el Mesías traspasado, que todos mirarán, es aplicado a Jesucristo por Jn 19,37 y Ap 1,7.

Toda esta segunda parte, aunque ya no hable de Josué ni de Zorobabel como los primeros ocho capítulos, contienen un mesianismo muy interesante, y especialmente en los capítulos 12-14 (que algunos denominan el "Tercer Zacarías") se habla, en un lenguaje apocalíptico, de la Jerusalén de los últimos tiempos, que tendrá que pasar por tribulaciones pero que obtendrá una gran gloria. Se habla del restablecimiento, en estos tiempos de salvación, de la casa de David (12,8) y de la destrucción de las naciones enemigas(12,9), pero también del "espíritu de gracia y de clemencia" que se derramará abundantemente no sólo sobre la descendencia de David, sino sobre todos los habitantes de Jerusalén (12,10).

A continuación, como si se tratase del precio que hay que pagar por este don, habla de uno que habrán traspasado, por el cual harán llanto como por la muerte de un hijo único o un primogénito. Compara aún este llanto con la lamentación que se hacía por Hadad-Rimón, que era probablemente el Dios de la vegetación, que se consideraba muerto durante el invierno y, después de llorarlo ritualmente, resucitaba con la primavera. El valle de Meguido (v.12) es, además, lugar de luto por haber sido allí derrotado y muerto el rey Josías, en quien tantas esperanzas religiosas y patrióticas se habían depositado.

Allí se reunirán, según Ap 16,16, todos los reyes de la tierra para la lucha definitiva contra Dios.

H. RAGUER
MISA DOMINICAL 1977/12


3.

El texto forma parte del contenido central del libro de Zacarías y del profetismo postexílico. Se refiere a la salvación de Jerusalén. La fuerza de los habitantes de Jerusalén está en su Dios. La salvación llegará a través de la transformación interior de la comunidad.

El rasgo escatológico queda claramente determinado. Dios derrama sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia.

¿Quién es esa persona respecto a la cual han cambiado los sentimientos? No lo dice ni se puede deducir de la fórmula redactada en estilo apocalíptico: mirarán a quien traspasaron.

Ha de ser una gran personalidad por la lamentación fúnebre en su honor; se compara la intensidad de la lamentación fúnebre con los ritos salvajes con que se celebraban las fiestas de Hadad-Rimón, la divinidad de la vegetación.

¿Se puede referir a la casa de David que viene mencionada de manera particular? ¿Se relaciona con el siervo de Yavhé, típico del Deuteroisaías? En el NT, Juan, cita este texto en el evangelio -19, 37- y en el Apocalipsis -1,7- Juan no formula pregunta alguna, pero pone el texto en un contexto claro. El traspasado es Cristo. Los espectadores son los soldados y los judíos. Es la interpretación que ha seguido la Iglesia. Históricamente la liberación se obtiene por el Mesías crucificado.

Zacarías habla de una experiencia, la efusión del espíritu, que provoca el cambio de mentalidad en la casa de David y en los habitantes de Jerusalén. La fuerza que ha determinado el cambio es el espíritu y la consecuencia que se deriva es el conocimiento del Mesías.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986/13


4. /Za/12/09-14: /Za/13/01-09

También esta perícopa es difícil de interpretar, entre otras cosas por los problemas textuales. Tras haber anunciado la victoria sobre los enemigos y una nueva efusión de la gracia divina, el profeta habla de un enigmático duelo por un personaje ultrajado. ¿De quién se trata? Hay un cambio inesperado de la primera persona a la tercera: "Al mirarme traspasado por ellos mismos, harán duelo por mí..." (12,10). Dejando otras lecturas más o menos fundadas en la crítica textual, podemos dar la siguiente interpretación: ellos volverán a mí (arrepentidos) porque han profanado mi nombre. Es decir, la Jerusalén de los tiempos mesiánicos no olvidará su antigua idolatría y hará penitencia de ella. Siguiendo esta perspectiva mesiánica, el NT ve ahí una clara alusión a la crucifixión de Jesús (Jn 19,37; Ap 1,7).

El luto de Jerusalén se compara con el que se hace por la muerte de un hijo único y con el de Hadad Rimón, localidad de la llanura de Megiddo donde murió Josías, acontecimiento que fue muy sentido en el pueblo. También este duelo será compartido por todo el país, representado por cuatro de sus principales familias.

Al duelo de arrepentimiento seguirá la purificación del pecado, descrita con la imagen ya conocida de una fuente. El reino mesiánico estará libre de toda maldad, especialmente la idolatría y el profesionalismo profético. Los profetas de profesión, que habían tenido gran prestigio, caerán en el descrédito hasta el punto de que les dará vergüenza llevar sus vestiduras características. Incluso buscarán excusas para explicar las cicatrices de las heridas producidas por las incisiones con que se habían autolesionado en momentos de frenesí.

Una vez más, hay que entender también el ideal mesiánico-escatológico realizado en nuestro tiempo: estamos ya en él, pero todavía no lo hemos realizado plenamente. Falta mucho para que todo pecado sea purificado y todo ídolo suprimido de entre nosotros. Y todavía hay quien no se avergüenza de ser profeta de profesión.

J. ARAGONÉS LLEBARIA
BIBLIA DIA A DIA.Pág. 326