COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 05, 12-15

Ver también 2ª lectura de CUARESMA 01A

1.

En el párrafo total de Rom. 5, 12-21 quiere Pablo destacar la importancia de la obra de Cristo destacando algunas de sus características que resaltan en comparación con el pecado de Adán. Para ello presenta rápidamente este pecado y pasa a ponderar el don de Dios en Cristo. Esto es lo realmente importante de la perícopa y menos, en cambio, la doctrina sobre el pecado original.

Los puntos que resaltan principalmente en esta comparación son: la universalidad de la gracia, su gratuidad, su totalidad. De la misma manera que el hombre se encuentra envuelto en la historia mal hecha por culpa del propio hombre, así mucho más está también en la historia de la salvación.

Protagonista principal, Cristo solidario con el hombre pecador. Lo esencial: no hay proporción entre pecado y gracia, sino esta última es siempre mucho mayor.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1987/34


2. J/ADAN.

No se debe olvidar que, como hizo en el capítulo anterior a propósito de Abraham (Rom 4, 18-25), Pablo reflexiona sobre Adán como teólogo y no como historiador (cf. también Rom 7): buscando las estructuras fundamentales de la existencia humana, realza la responsabilidad colectiva y el dominio de la muerte sobre toda la humanidad.

b) Los vv. 13-14 suponen que después del pecado consciente de Adán, la voluntad de Dios no se da ya a conocer hasta la revelación de la ley del Sinaí (situación que se prolonga fuera del judaísmo a las naciones en las que la ley no se conoce). Sin duda, ningún pecado personal es imputado a los miembros de esta humanidad sin ley, sin conocimiento de Dios (v. 13e), pero la muerte cae, sin embargo, sobre sus hombres, ignorantes de su pecado (v. 14) Para comprender cómo ha podido Pablo escribir estos versículos hay que representarse la distinción bíblica entre faltas conscientes e inconscientes. Los pasajes de Núm 15, 22-16, 35, son muy esclarecedores en este tema: el pecador que obra deliberadamente (Núm 15, 30) y con conocimiento de causa debe ser exterminado, sin remisión posible, mientras que la multitud que participa de su falta, por inconsciencia o inadvertencia, puede escapar a la muerte ofreciendo un sacrificio por su pecado (cf. Lev 4). El caso de Coré ilustra muy bien esta legislación: él es exterminado con su familia (Núm 16, 31-34), pero la "comunidad" que le ha seguido en el mal es perdonada (Números 16, 22).

Volvamos a la situación de los hombres que, no habiendo conocido la ley, pecan sin saberlo arrastrados por la solidaridad humana.

Ciertamente, mueren (de muerte natural o espiritual)... mientras que no es ofrecido el "sacrificio por el pecado" presentado por Cristo en la cruz (Rom 5, 6, 8, 11). La fiesta de la Expiación, en Israel, fue concebida precisamente para reponer la falta personal cometida por error y destruir la extensión comunitaria de la falta de uno solo (Lev 4, 1-3); después, el Siervo paciente ha tomado el revelo de este ritual en su propia persona (Is 53, 10); Cristo, finalmente, lo ha realizado sobre la cruz, verdadero "sacrificio por el pecado" de los que participan más o menos inconscientemente de la falta de uno solo.

El ritual de la expiación, tan a menudo utilizado en el Nuevo Testamento para representar el sacrificio de la cruz, está, pues, en el último lugar del pasaje de Pablo y permitiría distinguir dos tipos de pecado: el pecado formal personal de uno solo (es decir, Adán), que conduce sin tregua a la muerte, y el pecado por ignorancia o por solidaridad que puede ser repuesto por la expiación y sus sacrificios y por el siervo paciente.

No hace falta pedir al apóstol la razón de esta solidaridad entre Adán y el pueblo; para él, en el clima del ritual de la expiación, esto se da por supuesto. Pero la originalidad de su pensamiento viene de la proclamación de la remisión de este pecado colectivo por el sacrificio de la cruz.

c) La continuación del pasaje está construida en forma de antítesis entre Adán y Cristo. (...) Este paralelismo entre Adán y Cristo no confiere, sin embargo, la misma importancia a los dos personajes. Es preciso antes que nada guardarse de ver en Cristo solamente a Aquel que ha podido encaminar a una Humanidad desorientada desde Adán: la obediencia y el sacrificio de Cristo no borran solamente la desobediencia de Adán y la falta de la multitud; Cristo se ha convertido en el Señor de la vida escatológica (cf. el "mucho más" del v. 17): hay algo más que un simple enderezamiento o que una simple expiación: es la entrada efectiva en una nueva economía.

d) Esta última constatación es capital para la antropología cristiana. Si Cristo ha reparado simplemente el desastre provocado por Adán, es que Adán es anterior, porque no podemos comprender a Cristo sino a partir de Adán. Pero si lo que aporta Cristo (la "vida") es radicalmente diferente a lo que podía aportar Adán entregado a él mismo, entonces debemos comprender a Adán a partir de Cristo y no a la inversa: "Adán no es más que la figura del que había de venir" (v. 14b); Adán y Cristo no están, pues, uno enfrente del otro como dos hombres de igual dignidad, como si el pecado del uno y la justicia del otro se equilibraran.

Esto viene a decir que la antropología cristiana está esencialmente basada sobre el hombre en Jesucristo, prometido a la "vida"; Adán no aparece sino como el motivo de una mirada hacia atrás, simple imagen de la antigua realidad. Adán no tiene ningún título para definir la Humanidad tal como un cristiano la ve; únicamente Cristo -y no solamente el de la cruz, sino también el que se ha convertido en Señor- posee la llave del misterio del hombre. Así, la comparación entre Cristo y Adán parte de Cristo y la descripción de la situación religiosa anterior será más bien una apreciación teológica de ésta, ligada a las representaciones literarias de la época.

Este texto, el más difícil de la carta a los romanos, es también uno de los más importantes de su teología. Existe, ciertamente, una similitud entre Cristo y Adán: tanto uno como otro disponen de un vínculo extraordinario con la multitud. Pero no hay uno antiguo y otro nuevo, un primero y un segundo. Existe solamente Jesucristo y sus figuras que, como tales, no encuentran su sentido sino cuando llega lo que anuncian. Los dos términos de la antítesis Adán-Cristo resultan de tal manera distintos en su comparación, que finalmente importa muy poco a la fe cristiana que la ciencia demuestre un día el poligenismo o desvele el ambiente pretendidamente mítico en el que podría haber estado sumergido San Pablo al hablar de Adán. La única cosa importante es que la Humanidad no pueda desvelarse a sí misma el sentido de su existencia más que a la luz del señorío de Cristo. ¡Poco importa de dónde viene la Humanidad, si al menos sabe adónde va!.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 86


3. 

Los vs. 12-14 trazan el cuadro sombrío de la humanidad siguiendo la interpretación que los rabinos daban al texto del Génesis. No nos presentan propiamente una explicación del origen del pecado, sino el señorío universal del mismo desde que el hombre es hombre. Este proceso se tipifica en Adán como primer hombre imaginable.

A este cuadro histórico sombrío Pablo contrapone el cuadro histórico luminoso de la gracia, es decir, del empeño salvífico de Dios. Esta decidida voluntad de salvación se llama Jesucristo.

Ambos cuadros presentan en forma antitética una analogía de señorío universal (así como... así también); pero desde el primer momento la analogía se rompe, por superación, del lado de la gracia (si... mucho más). Dios no sería Dios si no hubiera sido capaz de superar el poderío del mal introducido por el hombre.

¿Puede acaso tener menos consistencia el plan de Dios para el hombre que la realidad de pecado de que éste se rodea? Jesús es el iniciador y el prototipo de la nueva humanidad, contrapuesto a Adán, iniciador y prototipo de la vieja humanidad. Pero para Pablo el punto de partida no es Adán, sino Jesús. No es Jesús quien se comprende a partir de Adán, sino a la inversa, Adán a partir de Jesús. Esto significa que nosotros nacemos ciertamente en un mundo de pecado, pero sobre todo nacemos en un mundo de salvación y de gracia.

DABAR 1978/37


4.

-Donde hay pecado abunda la gracia (Rm 5, 12-15)

Toda la fuerza de este pasaje está en peligro grave de verse debilitada por nuestra mentalidad contemporánea y por las investigaciones teológicas cuyos resultados, todavía no seguros, han llegado a alcanzar a muchos fieles haciéndoles escépticos en su manera de comprender el pecado original. El paralelismo que traza S. Pablo entre el único Adán y Cristo nos parece hoy muy frágil, aunque sólo sea por el hecho de que la palabra "Adán" no designa de por sí a una persona sino al hombre de un modo general. Nuestras traducciones no lo dejan traslucir, pero en muchas ocasiones la Escritura para designar al hombre en general utiliza precisamente la palabra "Adán". Sin meternos aquí en discusiones teológicas que hasta ahora no han conseguido verdaderas soluciones y aun creyendo que es difícil no seguir pensando en el pecado de un solo hombre, a pesar de todas las teorías que hoy se difunden sobre el pecado del mundo, creo que la comparación del Apóstol conserva todo su valor. Aun suponiendo que desde el punto de vista histórico pueda venirse abajo, conserva toda su fuerza, si prescindimos de lo que no sería más que una imagen y nos centramos en la realidad que expresa.

Todo el pasaje que se nos proclama hoy se resume en esta comparación muy sencilla. Se trata de poner en paralelo el don gratuito de la gracia y el pecado. La falta de uno solo ha herido a toda la multitud de hombres. La gracia que se nos ha dado por medio de un solo hombre, Jesucristo, ha colmado a la multitud; el don de Dios y la falta, no tienen, pues, las mismas dimensiones.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 139