24 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO
1-7

1.

Dios salva. El primer paso en la historia de Israel es el "éxodo" o salida de la esclavitud de Egipto. Por tanto, un paso hacia la libertad. Israel interpreta su historia como un proceso de liberación en el que Dios lleva la iniciativa. Confiesa que Dios le ha sacado de Egipto. El primer paso de la nueva vida es un paso hacia la libertad de los hijos de Dios, una salida de la esclavitud del pecado.

También aquí es Dios el que lleva siempre la iniciativa, pues todos necesitamos de la gracia de Dios. Y estando nosotros todavía sin fuerzas, cuando éramos pecadores, Cristo murió por nosotros y por todos los hombres. La iniciativa de Dios en favor de los hombres es la prueba de que nos ama y nos ama gratuitamente. ¿Acaso se puede amar de otra manera? No, si es Dios el que ama. Tampoco, si nosotros nos amamos mutuamente como hemos sido amados por Dios en Jesucristo. El amor auténtico que viene de Dios, el amor gratuito, libera, salva, vivifica...; pero hay amores que matan y esclavizan, amores que son un torpe disfraz del egoísmo.

Toda la vida de Jesús, y no sólo su muerte, todas sus palabras y obras son, por el contrario, la manifestación del amor auténtico que viene de Dios para los hombres. Jesús en persona es la condescendencia de Dios, la misericordia de Dios, la gracia de Dios para los pobres, para los pecadores, para todos los que no tienen nada que darle a cambio de lo que reciben. Jesús, al ver las gentes, se compadecía de ellas...

-La mision de la Iglesia: No es otra que la misión de Jesús: manifestar en el mundo el amor que viene de Dios, manifestarlo con obras y palabras de liberación, anunciando y realizando los valores del reino futuro.

Jesús no reunió a sus discípulos para apartarlos del mundo, para alejarlos del pueblo, sino para enviarlos como él mismo había sido enviado por el Padre. Si la vida de Jesús es inseparable de la evangelización, así también la vida de sus discípulos y la vida de la iglesia. De modo que seguir a Jesús no es otra cosa que continuar su misión liberadora. Cuando decimos que la iglesia es misionera, nos referimos, claro está, a todos los fieles y no sólo a los sacerdotes o a los misioneros que trabajan por el evangelio en tierras lejanas, pues la vocación cristiana es inseparable de la misión, y la comunidad de los fieles cristianos, la iglesia, es inexistente si no predica el evangelio y no lo verifica delante de los hombres y para todos los hombres.

-"Gratis habéis recibido..." Los discípulos de Jesús no hemos recibido sólo palabras, sino la misma palabra de Dios hecha carne. No hemos recibido sólo verdades sobre Dios, sino nada menos que al mismo Dios. Por tanto, no hemos recibido sólo una interpretación de la vida, sino una vida. El cristianismo no es una ideología. El mundo espera de nosotros lo que hemos recibido.

Espera la fe que mueve las montañas y subvierte los sistemas, la esperanza contra toda esperanza y contra todos los bloqueos de la esperanza, el amor fraterno que comparte la vida y todo lo que es mucho menos que la vida. Espera todo esto, si es verdad que los hemos recibido, para que se vea que Dios salva en Jesucristo.

-"...dadlo gratis". Porque no se puede dar de otra manera, porque lo hemos recibido para todos, porque sería un sacrilegio traficar con el Espíritu Santo, porque la verdad que se vende es sospechosa, porque sólo así podemos animar el proceso de liberación en el que están empeñados los hombres de buena voluntad..., y porque no daríamos nada, si no lo diéramos gratuitamente... En última instancia, lo que hemos recibido de Dios es amor. Y el amor sólo se puede dar gratis. Todo lo demás: el poder, el dinero, el prestigio... no lo hemos recibido de Dios. Todo eso no hay que darlo, hay que devolverlo.

EUCARISTÍA 1978/28


2. EV/GRATUIDAD:

-"Gratis habéis recibido..." Es decir, no habéis pagado nada por cuanto os he dado. Ni siquiera vuestras obras, pues el origen del Evangelio es el amor de Dios que justifica al impío y que nos amó precisamente "cuando nosotros estábamos sin fuerza". Esta misericordia de Dios que vive en el corazón de Cristo es la que le mueve a enviar ahora a sus Apóstoles: "Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas sin pastor". Y ese mismo amor gratuito y misericordioso es el que inspiró antes la llamada personal de Jesús a cada uno de sus discípulos: "Yo os he elegido, y os he enviado para que vayáis y déis fruto".

El Evangelio es Buena Noticia para los pecadores y para los pobres. Por eso es gratuito, de no ser así no podría llegar a sus destinatarios, a los amados de Dios, a los bienaventurados. Pues Dios ama a los pecadores que reconocen su pecado y a los pobres que, no teniendo nada, lo esperan todo de él. Si el Evangelio no fuera gratuito ocurriría lo de siempre: sería acaparado por los ricos de todo tipo, por los ricos en "buenas obras", seguros de "su justicia", y por los ricos en poder, en prestigio, en sabiduría, en dinero... Pero el Evangelio no puede llegar a ser nunca dominio de nadie, no puede ser acotado como propiedad privada para uso y abuso exclusivo. Si nadie puede comprarlo, pertenece a todos los que quieran recibirlo. Si bien es cierto que sólo los pobres y los pecadores lo reciben.

-"Dadlo gratis". Es decir, no lo retengáis ni reservéis, no lo escondáis ni domestiquéis, sino predicadlo y publicadlo, que llegue a todos. Decid en las plazas lo que se os ha dicho al oído, que corra como un rumor entre las gentes. Y dad lo que habéis recibido, no otra cosa. No se trata de un producto del que tengáis que hacer propaganda para colocarlo a gusto o a disgusto; por lo tanto, no lo adulteréis para sacar ventaja. Dad lo que habéis recibido; es decir, sed fieles a la Tradición. Pero esto no tiene por qué entenderse como una entrega mecánica y una repetición literal de palabras muertas, pues habéis recibido también el Espíritu y mis palabras son palabras de vida. La fidelidad a la Tradición es dar curso libre a la palabra viva de Cristo y no impedir la fuerza del Espíritu que sopla donde quiere.

El único servicio conveniente a la verdad es siempre el servicio desinteresado. El que hace su negocio dice lo que le conviene, y su palabra no es de fiar. El que predica el Evangelio no puede exigir ninguna recompensa, aunque espera, ¡cómo no!, que se cumpla también para él la promesa que anuncia. El que predica ha de saber que su palabra si es palabra evangélica sólo puede suscitar el amor o el odio, dos respuestas igualmente gratuitas.

EUCARISTÍA 1972/37


3.

-Estar con el pueblo. Acabamos de escuchar como Jesús, al encontrarse con el pueblo extraviado y sin esperanza, se compadecía de él.

También nosotros en repetidas ocasiones, ANTE UNA NECESIDAD COLECTIVA o algún problema urgente, habremos reaccionado favorablemente para con las personas afectadas por aquellas situaciones, y más en los momentos actuales en que se respira una atmósfera propicia a las causas populares y los animadores sociales esgrimen a menudo este motivo.

Pero ya sabemos que no es nada fácil DESPRENDERSE DE LOS PROPIOS INTERESES para hacer frente a los problemas más generales, y sobre todo a los que sufren los más débiles. Y no escasean -todos conoceremos casos- los que, tras haber hecho gala, durante un tiempo de idealismo, de una consagración laborista y social, luego han hecho marcha atrás y se han movido sólo por su provecho personal.

-Jesús apasionado por el pueblo. A lo largo del evangelio de San Mateo hay un diálogo constante. El pueblo es presentado como UNA CORONA DE GOZO, DE GLORIA Y DE ESPINAS PARA JESÚS. La multitud se siente atraída pertinazmente hacia Jesús, y Jesús se entrega a ellos, dándoles la salud y la doctrina, y también pan cuando desfallecen por falta de alimento. El a veces se escapa de la gente para poder aislarse, pero siempre vuelve a encontrarse con ellos. El pueblo, que presiente la personalidad de Jesús, lo admira y glorifica. Es la multitud que celebra su triunfo, si bien, después de un período de indiferencia desconcertante, llega a posponerlo a Barrabás e incluso impreca sobre sí la responsabilidad de su sangre.

-Es necesario que alguien haga de puente. La presencia sensible de Jesús, sin embargo, se realiza en un espacio y un tiempo muy reducidos: unos pocos años de ministerio y aún en un territorio pequeño (Palestina). Pero para que su obra salvadora se extienda todo a lo largo de la historia, hemos visto que Jesús crea UN PUENTE DE CONTINUIDAD ENTRE EL Y EL PUEBLO: los apóstoles y los demás pastores, como servidores de la comunidad. Algo semejante al caso de Josué, y sobre todo de Moisés, que hemos leído en la primera lectura, en el libro del Éxodo. Ha sido precisamente en este diálogo Jesús/pueblo cuando Jesús nos ha presentado la vocación de los Doce, enviándolos por los pueblos y ciudades de Palestina, con el poder de devolver la salud a los enfermos y enseñar.

La verdad es que nuestro tiempo no es desde luego de los más fáciles para aceptar estos mediadores. Nos imaginamos más bien un hilo directo con Jesucristo, el Padre y el Espíritu, un hilo sin cortes, y un poco nos volvemos de espaldas a la mediación de la Iglesia y de los pastores.

Pero la actuación de Jesús queda clara: escoge a algunos -humanos, desde luego- y LOS ENVÍA PARA ESTRUCTURAR Y VERTEBRAR LA COMUNIDAD CRISTIANA, con la preocupación, eso sí, de poner todo cuanto tienen al servicio del pueblo: "Gratis habéis recibido, dad gratis".

-¿Y nosotros...? Me parece que esta pasión de Jesús por el pueblo nos dice mucho a nosotros. Sin darnos cuenta nos vamos encerrando, cuando en realidad NUESTRA COMUNIDAD DEBERÍA ESTAR TOTALMENTE ABIERTA: desde saludar a todo el mundo (también a los que vienen por primera vez) hasta sentir una gran responsabilidad para con los demás miembros, contando con los más jovencitos y los mayores.... todo sencillamente, sin protocolos, siguiendo el estilo de la mejor vecindad. Sólo es un ejemplo, ya lo véis. Esta pasión popular, también debemos ejercerla hacia fuera. Hace un mes que en las entradas de las iglesias colgamos un cartel con motivo del Corpus. Como en un tablero de ajedrez estaban fotografiados doce casos de marginación con cifras que ponían la carne de gallina: un millón de parados, tres millones y medio de viejos, dos millones y medio de alcohólicos, diez mil presos.. A mi francamente ese cartel me impresionó. Y me pregunté SI LOS CRISTIANOS, COMO JESÚS, SENTIMOS PASIÓN POR LA GENTE, especialmente la más necesitada. Y eso también es sólo un ejemplo.

Por último, quiero añadir que debemos querer vivir en ESTA IGLESIA, que es la que hay, vertebrada por los apóstoles, los demás pastores, los profetas, etc. haciendo hincapié eso sí, en que todos debemos querer participar, porque no somos un pueblo muerto, sino despierto y vivo.

Hermanos, que el don que ahora vamos a recibir gratuitamente, en la celebración eucarística, lo hagamos llegar después, también gratuitamente, a los demás miembros de nuestro pueblo que encontraremos en nuestro camino.

J. TORRELLA
MISA DOMINICAL 1978/12


4.

Veíamos en el evangelio del domingo pasado que el Señor nos llama, a todos, a cada uno: "Sígueme". Y decíamos que la fe cristiana se identifica con acoger la invitación de JC y seguirle por un camino de hechos de amor.

El evangelio que escuchamos hoy AYUDA A SITUAR todo esto en nuestra realidad humana actual. Porque la llamada del Señor no es una vocecita mística que uno oiga milagrosamente ni el seguimiento de JC podemos realizarlo a nuestro antojo, sin la ayuda de otros hombres que también sigan el camino de JC. El evangelio de hoy nos ayuda a valorar la importancia -diría más: la necesidad- de la COMUNIDAD CRISTIANA, la importancia de la Iglesia. No porque así esté establecido, sino porque sólo así es posible escuchar la llamada de JC y seguirle. Veámoslo recordando las palabras evangélicas que leímos.

-JC pide nuestra colaboración C/I/MISION: Decíamos el domingo anterior: JC nos llama a todos: "Sígueme". Y hoy hemos escuchado el afán que tiene JC de que esta llamada llegue realmente, concretamente, a cada hombre. Un afán que se traduce en un reconocimiento del Señor: para que así sea -para que su llamada llegue a todos- NECESITA DE NOSOTROS.

"Al ver JC a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas..." No podemos pretender que la cosa haya variado mucho. TAMBIÉN AHORA, nuestra sociedad, nuestra humanidad, es como aquella multitud "sin pastor". Aunque lo intentemos disimular, aunque nos presentemos como gente segura y satisfecha y que sabe dónde va. Pero no es difícil rascar un poco y descubrir que ello es pura apariencia. El hombre continúa esperando hallar el camino de vida, el camino de verdad. Quizá busque, quizá haya abandonado desilusionado. Sea como sea, difícilmente desaparece un fondo de esperanza. Pero la pregunta sigue sin hallar respuesta: ¿dónde hallar el camino?.

JC dice: "Sígueme. Pero para que este ofrecimiento de camino llegue a cada hombre, necesita de nosotros. SOMOS NOSOTROS QUIENES DEBEMOS COMUNICAR este ofrecimiento de JC. Aunque de hecho seamos muy poco este canal transmisor del amor de Dios que quiere hacerse presente en cada hombre. "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies".

Pedirlo significa SENTIRSE AFECTADO por esta tarea. Sería jugar con trampa pedir que lo hagan otros y no querer hacerlo nosotros. Todos los que creemos en Jesucristo hemos de querer transmitir su camino a los demás. Pero, al mismo tiempo, pedirlo es TAMBIÉN reconocer que lo necesitamos nosotros: todos necesitamos de otros cristianos que nos hagan descubrir cada vez más la llamada de JC. No es contradictorio que debamos a la vez comunicarla y que necesitemos que nos la comuniquen a nosotros. Es una consecuencia de lo que decíamos al principio: seguir a JC sólo es posible si le encontramos vivo, en los cristianos. Es decir, en la Iglesia.

-Colaboración en la Iglesia:CR/MISION:

Hemos leído en el evangelio que inmediatamente después de proclamar JC esta necesidad de "trabajadores" llamó a sus discípulos y estableció lo que podríamos denominar la semilla de la Iglesia. Y esto es importante: desde el primer momento no se trata de hombres aislados, cada uno por su cuenta, sino de UNA COMUNIDAD. Es lo que vimos también, durante los domingos de Pascua, a través del libro de los Hechos de los apóstoles: la Iglesia nace formando comunidades.

Y esta es la respuesta a la pregunta que planteábamos: ¿COMO SEGUIR AHORA A JC? La respuesta se halla en la comunidad de los cristianos. Porque para seguir a JC NECESITAMOS AYUDARNOS mutuamente, complementarnos, corregirnos. Entonces su Espíritu está en nosotros -a través de esta ayuda fraternal- como luz y fuerza que permite aquí y ahora seguir a JC.

Y sólo con este apoyo, con esta base de comunidad cristiana, podremos nosotros comunicar a los que no creen en JC, la invitación que El les dirige. De otro modo muy fácilmente sería palabra sólo nuestra; si se apoya y si conduce a la comunidad cristiana, será más fácilmente palabra del Espíritu.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1975/12


5.

-Escogidos y enviados a las ovejas perdidas. Este pasaje del evangelio de hoy es fundamental para determinar la fisonomía que la Iglesia deberá tener en los siglos que restan hasta la segunda venida de Cristo. Esboza las grandes líneas de la misión de los Apóstoles y de la Iglesia.

El discurso de Jesús arranca de la compasión que el mismo Jesús siente por la multitud. No es la primera vez que un relato importante comienza por esta situación, y ya encontramos esto en Marcos (6, 34), con ocasión de la multiplicación de los panes. El Señor constata las necesidades de la multitud y se conmueve. Esa multitud tiene necesidad de guías; es una buena simiente y podría dar frutos. Pero faltan obreros. Ante esta situación, Cristo recomienda orar, a fin de que el dueño de la mies envíe obreros a su mies.

Y es este el momento escogido por Jesús para designar a un grupo de hombres que serán esos obreros de primera fila. De este modo, la elección de los apóstoles, su misión y la misión de la Iglesia que va a nacer tienen como punto de partida la infinita compasión de Jesús por la multitud.

Jesús ve a esa multitud abatida, fatigada y sin pastor. El pastor, el guía, es una imagen frecuente en el Antiguo Testamento, sumamente sensible a la experiencia de un pueblo desamparado. El libro de los Números nos presenta a Moisés frente a la angustia que le ocasiona la visión del pueblo abatido y sin guía, y suplica al Señor que suscite un guía que se ponga a la cabeza de dicho pueblo (Num 27, 17). El profeta Zacarías describe a ese pueblo que emigra como ovejas sin pastor (Zac 10. 2). Jesús, pastor por excelencia, se conmueve y anhela el envío de guías y obreros a la mies. Hay pocos obreros, lo cual debe animar la oración de los apóstoles, a fin de que acudan obreros a ofrecer sus servicios. Sabemos que la imagen de la siega no es infrecuente ni en el Antiguo Testamento, donde sirve más bien para referirse al último día (Jer 51, 33; Joel 4, 13), ni en el Nuevo, donde dicha imagen sirve para designar el trabajo que hace germinar y la discriminación entre el grano bueno y el malo, al Señor que siembra personalmente la buena semilla y, por último, los últimos tiempos y el juicio final (Mt 13. 30: 13, 39). Pero es preciso orar para que se realice la siega. Orar, porque es el Señor quien, en definitiva, es el dueño de la mies. Cristo escoge entonces a los primeros segadores. Llama a los Doce y les inviste de poderes, poderes que se determinan con toda precisión en el texto. Poderes, por otra parte, que pueden extrañarnos: expulsar los malos espíritus, curar todo tipo de enfermedad y de dolencia. Atribuciones extrañas a primera vista. Y sin embargo, cuando leemos a San Mateo, vemos que esta actividad misionera fue en primera instancia la actividad de Cristo. "Recorría Jesús toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mt 4, 23); "Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9, 35). Por eso, los Doce son enviados con el poder de curar toda enfermedad y toda dolencia y expulsar demonios. Cumplen la misma función que Cristo. A nosotros, sin embargo, se nos invita a trascender el nivel de las enfermedades físicas. Según San Mateo. los discípulos son llamados para hacer lo que ha hecho Cristo. Ahora bien, Cristo, en cumplimiento de la profecía de Isaías que recoge Mateo (8, 17), "tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Is 53, 4). El misionero es el servidor de Dios; por consiguiente, debe llevar la carga de los otros. Tiene el papel de anunciador del reino: por eso expulsa a los demonios y cura las enfermedades. Inmediatamente después, Mateo da la lista de los Apóstoles escogidos de ese modo por Jesús.

Por último, el Señor les da unas instrucciones bien concretas: No deben dirigirse a los gentiles ni a los samaritanos; deben dirigirse más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Nos hallamos en los primerísimos momentos de la misión de los Apóstoles, antes incluso de que Jesús hubiera acabado de realizar la tarea que culminaría en el misterio pascual. En consecuencia, limita el trabajo de los Apóstoles a Israel: después de Pascua, los misioneros serán enviados a "instruir a todas las naciones" (Mt 28, 19).

Las actividades apostólicas consisten sobre todo en anunciar la presencia del reino. Por eso, como hemos visto, curan las enfermedades, resucitan a los muertos, limpian a los leprosos, expulsan a los demonios, signos todos ellos de la presencia del reino. Han sido llamados por concesión gratuita de Cristo, sin haber hecho el menor mérito y, por consiguiente, deben dar de modo gratuito.

-Un reino de sacerdotes (Ex 19, 2-6)

Lo que el Señor hace por sus apóstoles, el Dios de Israel lo había hecho, en cierto modo, por todo su pueblo. Todo su pueblo debía ser misionero, anunciar a las naciones el carácter único de su Dios y su Alianza con él. El pueblo de Israel no podía ser, pues, un pueblo cerrado en sí mismo. Si es un pueblo privilegiado, debe demostrarlo: ha de hacer conocer a las naciones este testimonio de la Alianza.

Es en este sentido como hay que entender la expresión "un reino de sacerdotes". No se trata ya de pensar que todo Israel pertenece a una clase sacerdotal. Hay que pensar más bien, en el ministerio de todo el pueblo que, por una parte, participa de la realeza de Dios y, por otra, debe comportarse de una manera sacerdotal porque ha sido segregado y tiene que orar, interceder por las otras naciones, ofrecer el sacrificio, hacer conocer al Señor. El pueblo es, consiguientemente, un pueblo santo, es decir, un pueblo que vive en intimidad con el Señor; su misión consiste, sobre todo, en anunciar esta intimidad a las naciones. Así, del mismo modo que Moisés fue enviado para decir al pueblo abatido que era un pueblo, un reino de sacerdotes, una nación santa cuya misión particular consiste en anunciar su intimidad con Dios, del mismo modo escoge Cristo a sus apóstoles y los envía a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

Estas dos lecturas son ricas en enseñanzas para nosotros, y ello a dos niveles. En primer lugar, al nivel del universalismo. Si Mateo nos transmite palabras de Jesús que se refieren a la primera etapa de la misión de los apóstoles -etapa que pronto será superada por el anuncio del reino a todas las naciones-, si la lectura del Éxodo nos muestra a un pueblo escogido, la redacción del texto parece abrirse ya a un cierto universalismo. El pueblo de Israel debe dar testimonio de que es una nación santa. La misión está abierta a todos los pueblos. Lo mismo sucede con la Iglesia, que nunca puede cerrarse en sí misma, sino que su vocación misionera y su apostolado entre todas las naciones forman parte de su misma definición .

En segundo lugar, al nivel del "sacerdocio". El Concilio Vaticano II, en su constitución Lumen Gentium, quiso poner de relieve con toda precisión el carácter sacerdotal del nuevo pueblo de Dios que somos nosotros. Después de afirmar que el único sacerdote, de hecho, es Cristo, muestra como su sacerdocio es participado de dos maneras esencialmente diferentes. Si todo el pueblo de Dios es sacerdotal, sin embargo hay que matizar esta afirmación. No es que el sacerdocio de los fieles sea únicamente analógico: es un verdadero sacerdocio. Pero es esencialmente diferente del sacerdocio ministerial conferido por la ordenación. Todo el pueblo de Dios está llamado a ser misionero, a interceder, a ofrecer el sacrificio. Pero su actividad no es la del sacerdocio ministerial, que significa una participación particular en el sacerdocio de Cristo, en un grado más elevado y con un poder esencialmente diferente: el sacerdocio ministerial está encargado de actualizar en el presente los misterios de la salvación; el sacerdocio de los fieles puede participar íntimamente en estos misterios actualizados por el sacerdocio ministerial. Esta precisión del Concilio y esta vuelta al sentido sacerdotal de todo el pueblo de Dios es importante. Porque la Iglesia no es sólo una institución, un cuerpo jerárquico, sino que es "una sola cosa", lo cual no suprime las distinciones y la organización. Cada miembro tiene su lugar y su función misionera, orando, enseñando y ofreciendo el sacrificio según el rango que le haya sido otorgado.

Cada fiel es invitado, de este modo, a controlar su propia manera de concebir la Iglesia y su propio papel dentro de la misma, debiendo aceptar el hecho de que no puede ser verdaderamente cristiano si no cumple su misión de enviado y de "escogido" según el designio de Dios.

El salmo 99, que se utiliza como responso de la primera lectura, canta nuestro reconocimiento al Señor por lo que ha hecho con nosotros: Sabed que el Señor es Dios; que él no hizo v somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 34-37


6.

1. Situación del pueblo

En los últimos versículos del capítulo 9 nos describe Mateo la situación lastimosa del pueblo de Israel a los ojos de Jesús. Nos narra su labor incansable en las sinagogas y fuera de ellas. Cura a todos los enfermos como señal de la plena salvación que el reino de Dios ofrece a los hombres.

El pueblo que sigue a Jesús no está "extenuado" por el cansancio de ir detrás de él, sino a causa de las doctrinas que le imponen sus dirigentes religiosos. Unas doctrinas que le han llevado a un total "abandono" al carecer de ideales verdaderos que orienten su vivir. Es el abandono que se experimenta cuando se vive sin amor, sin ser amados por nadie, y encima estar obligados al cumplimiento de una serie interminable de normas y de preceptos.

Ante la enorme tarea que se le presenta ante la vista, Jesús les dirige a sus discípulos unas palabras que probablemente sean un proverbio que Mateo aplica aquí a una situación religiosa: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos". En el Talmud (libro de los judíos escrito después de la destrucción de Jerusalén del año 70 de nuestra era, y que recopila los preceptos, tradiciones, doctrinas y ceremonias enseñados por sus doctores más autorizados) se lee una sentencia muy semejante: "El día -de la vida terrestre- es corto; el trabajo, considerable; los obreros son perezosos; el salario, grande, y el dueño de la casa -Dios- apremia".

"La mies" son las muchedumbres que cita Mateo. Están "como ovejas que no tienen pastor", porque "los trabajadores son pocos". Hace falta multiplicar su número para poder continuar la obra de Jesús.

¿Qué hacer para ello? Jesús nos da la respuesta: "Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies". Necesita colaboradores para llevar la doctrina de su reino al mundo entero (Mt 28,19-20). Por eso no sólo enviará ahora a los Doce, sino a sus setenta y dos discípulos (Lc 10,1-2). No podrá ir cualquiera, pues la llamada es un don del Padre, aunque creo que son muchos los que se hacen los sordos. Pedir al Padre que envíe trabajadores a su "mies" es la gran oración misionera por el reino.

2. Envío de los Doce

El capítulo 10 de Mateo puede ser considerado como el documento fundamental de la misión de la Iglesia y de la vida apostólica para todos los tiempos futuros. Está dirigido a los doce apóstoles, que son el ideal de todo verdadero discípulo de Jesús. En él deben inspirarse siempre la Iglesia y todas las comunidades cristianas si queremos ser fieles continuadores del Maestro.

Suprimo aquí la lista de los Doce por haberla colocado ya en su probable lugar histórico: al comienzo del sermón de la montaña. Marcos y Lucas nos cuentan el momento y el modo como los elige (Mc 3,13-19; Lc 6,12-16). Mateo sólo nos dice, incidentalmente, el hecho de que había doce apóstoles, cuyos nombres da (Mt 10,24). Formarán con él una comunidad de vida, de bienes y de acción, y continuarán solos la misión de Jesús cuando éste sea asesinado.

En este capítulo se distinguen dos partes: la primera (vv 5-16) se refiere a la misión que deben ejercer en Israel; la segunda (vv 17-42) tiene un horizonte más amplio: mira a la labor que deben realizar fuera de Palestina. Veremos ahora la primera, que también nos narran Marcos y Lucas, pero de forma más resumida que Mateo.

Es difícil saber el momento histórico en que tiene lugar esta misión. Los tres sinópticos la colocan en momentos distintos. Es posible que sea Marcos el que responda con mayor fidelidad a él.

Se pueden considerar en el texto cuatro partes o temas: les da poder sobre todo mal, deben limitar su misión a Israel, anunciarán el reino de Dios y lo harán con la máxima pobreza.

3. Les da poder sobre todo mal

Para esta misión, a la que Jesús les envía "de dos en dos" (Marcos), les otorga poder sobre todo mal. Se lo anuncia comunicándoles el poder general que les da de curar todas las enfermedades, destacando los dos casos más graves de ellas: podrán "resucitar muertos y limpiar leprosos". Además, "arrojar demonios".

La misión es una lucha contra el maligno, contra todo lo que destruye la posibilidad de ser hombre verdadero: el egoísmo, la injusticia, la comodidad... Donde llega la palabra del discípulo, el mal no tiene más remedio que dar la cara y retroceder... Saldrá a la luz la mentira, la ambición, la hipocresía... Por ello deben contar con la oposición y con la resistencia. Oposición que tiene una razón muy profunda: Jesús no invita únicamente a cambiar de conducta en cosas sin importancia, sino a modificar sustancialmente la manera de pensar y de vivir; a convertirse.

Les exige que el poder que reciben lo ejerzan gratuitamente, lo mismo que lo han recibido. Es posible que Jesús quiera evitar que imiten la costumbre de los rabinos de cobrar estipendios por la doctrina que transmitían.

Por otra parte, el apóstol tiene derecho a un sustento, ya que su trabajo le absorbe todo el día. Y es ese sustento el que deben recibir de sus oyentes.

4. Se limitarán a Israel

Les ordena que se le limiten a Palestina. No deben ir a los gentiles ni a las ciudades de los samaritanos. Ya les llegará el momento después de su muerte y resurrección. Jesús había sido enviado a proclamar el reino de Dios directamente a Israel. Sólo como excepción evangelizó a algunos paganos y samaritanos. Pero en el plan de Dios estaba que Israel tenía el privilegio, como pueblo elegido y transmisor de las promesas mesiánicas, de que comenzase por él la predicación del evangelio. Era la forma de dar cumplimiento al anuncio del reino mesiánico hecho por los profetas; un reino que se extendería a todas las naciones a través de Israel.

Deben dirigirse "a las ovejas descarriadas de Israel" a causa de la actitud de sus jefes religiosos ante Jesús y de las prescripciones o falsas interpretaciones rabínicas, que impedían a las gentes aceptarlo como Mesías. Los apóstoles van a tratar de deshacer este equívoco con su misión. Lo harán cuando ellos mismos se convenzan, que no será antes de la muerte y resurrección de Jesús.

5. Tema de la predicación: el reino de Dios

El tema de la predicación será el anuncio de la cercanía del reino de Dios. La misma que Jesús. Misión directamente mesiánica, que implicaba un cambio total de mentalidad y de vida. Debían liberar al pueblo de las deformaciones mesiánicas ambientales, que los rabinos les habían enseñado.

"Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca". En esta frase estaba sintetizado todo. Lo absoluto es el reino de Dios: la presencia misteriosa de Dios en medio de los hombres. Jesús quiere que los suyos introduzcan en el mundo la experiencia de su amor. No irán a los abandonados para compadecerlos, sino para comunicarles que hay alguien que los ama gratuitamente: el Padre del cielo.

6. Deben hacerlo en pobreza

El cuarto punto es el espíritu de pobreza con que deben conducirse en su labor misionera. No deben llevar monedas de ningún tipo, ni saco de viaje con las provisiones necesarias, ni dos vestidos, ni bastón, porque "bien merece el obrero su sustento". Deben dar la enseñanza gratuitamente y aceptar el hospedaje que les brinden. Si se dedican totalmente a la predicación del reino, tienen derecho a que sus oyentes provean a su manutención.

Si confrontamos los textos de Mateo y Lucas con el de Marcos, notaremos diferencias. Marcos es menos radical en lo que deben llevar. Pero todos vienen a decir lo mismo: Jesús pretende inculcarles el espíritu de pobreza que debe guiar toda su vida. Espíritu que Mateo y Lucas narran con una mayor radicalidad; pero los tres quieren decir que se limiten al mínimo necesario para una vida material digna.

Un discípulo cargado de equipaje -bienes materiales- se hace sedentario, conservador, incapaz de captar la novedad de Dios y demasiado hábil para encontrar mil razones para considerar como irrenunciables las cosas en que se ha instalado y de las que no quiere desprenderse. Es una experiencia muy fácil de tener y de observar.

No se hospedarán en cualquier casa. Buscarán una que esté acorde con el mensaje que proclaman, en la que la honestidad de sus moradores sea patente, ya que pocas cosas comprometen más el fruto apostólico que la falta o sospecha de dignidad en los mensajeros.

Deben quedarse en ella hasta su marcha. La razón es la gratitud y cortesía oriental con los que los han alojado. El cambio sin motivo indicaría en ellos ligereza e ingratitud. Sólo lo harán a la vista de la descortesía de los que los habían recibido.

Al entrar en la casa desearán la paz a todos sus moradores. La paz -Shalóm-, en la concepción semita, es un término que expresa todo tipo de bienes espirituales y temporales. Aquí se refiere a los mesiánicos que ellos proclaman, a la paz que concede la fidelidad al reino.

Si no les reciben o no les escuchan, al salir de la casa o del pueblo deben sacudir el polvo de los pies. Si esto sucedía, era fácil que fuera ocasionado por las influencias que hubieran ejercido sobre ellos los letrados y los fariseos, sus encarnizados enemigos. Todo judío que venía de tierras paganas estaba obligado a sacudir cuidadosamente sus vestidos y su calzado para quitar de ellos el polvo "gentil" antes de entrar en Israel. Mejor suerte tendrán Sodoma y Gomorra "en el día del juicio que aquel pueblo". La catástrofe de estas dos ciudades (Gén 19,1-29) había quedado en la historia de Israel como la máxima manifestación del castigo divino y como imágenes clásicas de la maldad humana.

¿Obtuvieron un gran éxito los discípulos con esta misión? No se nos dice nada sobre ello, pero la continuación del relato evangélico (Mt 10,16-25) nos hace pensar más bien en un fracaso o, al menos, en que no hubo una cosecha abundante de fe, como Jesús deseaba. Pero no importa: el discípulo tiene que proclamar el mensaje y jugárselo todo por él, dejando el resultado en manos de Dios. Las opiniones y deseos del pueblo no responden a las esperanzas del Maestro, por lo que Jesús se irá retirando cada vez más de las masas.

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET - 2
PAULINAS/MADRID 1985.Págs. 323-327


7.

1. La Iglesia, puente entre el Reino y los hombres

La reflexión de hoy se enlaza con la del domingo anterior, y la completa. Sabemos ya que lo absoluto, desde el punto de vista de la fe cristiana, es el Reino de Dios; es esa presencia misteriosa de Dios en medio de los hombres, presencia no atada a las estructuras de los hombres, aunque condicionada en gran medida por ellas.

A muchos pudo habernos quedado la duda de si hace falta una Iglesia, o sea, una comunidad organizada de fieles, dada su relatividad. También podemos preguntarnos cuál pueda ser la finalidad de esta comunidad desde la óptica del Reino.

Pues bien, el Evangelio de hoy parece responder a estos interrogantes. Si bien es cierto que el Reino puede manifestarse en cualquier lugar, también lo es que la humanidad vive en una crisis profunda. Jesús la interpreta como crisis de «abandono», la más terrible en el hombre desde el momento que el abandono de los demás significa lisa y llanamente la muerte. Es muerte lo que siente un bebé cuando su madre lo abandona o cuando cree que es abandonado.

Es verdad que existen estructuras sociales, políticas y religiosas que brindan amparo al hombre; mas la experiencia de éste es que más bien las estructuras ahondan su soledad en lugar de paliarla. Los "pastores" se transforman en lobos y el hombre se siente como una simple pieza de un monstruoso engranaje que lo ignora y lo sobrepasa.

Sin embargo, la situación no es desesperada. Si cada hombre no puede por sí mismo salir de su abandono, sí puede ayudar a otro y ser ayudado por otro. Es ésta la experiencia más positiva en la historia humana: la liberación es un proceso dialéctico que se da entre los mismos oprimidos. No existe en el aire como una panacea mágica.

Se da cuando se establece entre los hombres una relación de amor. Fue así como Jesús llamó a algunos de los que lo seguían y los invitó a trabajar en favor de los demás hombres. Ningún apóstol tenía dotes mágicas ni especiales poderes. No eran los salvadores de la humanidad; no eran más perfectos que los demás. Pero fueron invitados a interpretar su vida como una relación entre un Dios que interviene en favor de unos hombres abandonados. Si es importante la elección de los apóstoles, mucho más lo es comprender el sentido de esa elección y el modo como debían ejercer su misión. Decíamos que el abandono es la experiencia de vivir sin amor, o sea, sin ser amados por nadie. (Como ovejas sin pastor). Jesús llamó a los Doce con la delicada misión de que introdujeran en el mundo una experiencia pura de amor. No irían a los abandonados para compadecerlos ni para reclamar después determinada recompensa material o espiritual. No. Su cometido era que los abandonados experimentaran que alguien los amaba, y que los amaba gratuitamente. Por eso los apóstoles recibieron gratis su carisma apostólico. Bien les dijo Jesús: «Gratis habéis recibido; dad gratis.» En otras circunstancias Jesús les dijo que debían servir a los hombres. El amor desinteresado es el servicio que la Iglesia debe brindar al mundo. Al recorrer los pueblos, los apóstoles no hacían una campaña proselitista. Todo era más simple y más ingenuo: curar enfermos, limpiar leprosos, liberar a los posesos.

Quizá por esto mismo son enviados en primer lugar a sus paisanos, los judíos: como signo de la gratitud de su elección. Eran los judíos los que mejor podían comprender el testimonio de unos hombres, pobres de por sí, pero llenos de algo nuevo. Había otros más preparados y más religiosos, pero no le brindaban al pueblo «eso nuevo» que ahora recibían.

Saquemos una primera conclusión: cuando Jesús elige a los Doce, no se puede hablar propiamente de «Iglesia», tal como hoy la consideramos; y es mejor que sea así para que el mensaje de hoy nos llegue con más claridad. Lo esencial de esta comunidad que iba integrando Jesús era ese grupo de gente que debía introducir en el mundo la experiencia de un amor puro y desinteresado por los demás hombres. Todas las instrucciones que les da Jesús (no llevar dinero ni provisiones, hospedarse en casas de familia y bendecirlas, curar a la gente, etc.) ponen de relieve este solo aspecto. Su organización es mínima y elemental, pero muy exigente es la forma como deben llevar a cabo su cometido. Efectivamente, Jesús ensaya con ellos la posibilidad de tender un puente entre el Reino de Dios y los hombres.

2. Poner en evidencia el amor de Dios

A-D/RD La primera indicación importante que les da Jesús, casi como resumen y síntesis de su tarea, es ésta: "Anunciad el Reino de Dios". O, si se prefiere: "Anunciad que el Reino de Dios está cerca". Esta expresión podemos traducirla más o menos así: Anunciad que Dios está interviniendo en favor de los hombres; proclamad que llega como Salvador. Mirad que comienza un tiempo nuevo para vosotros...

La breve frase de Jesús fue el catecismo de aquel pequeño grupo. No iban a enseñar alta teología ni complejas doctrinas. Más que como maestros, fueron enviados como testigos de una evidencia: están sucediendo en el mundo cosas nuevas; miradlas: ya no sois los abandonados de Dios y de los hombres... Se os ama, y mirad cómo...

Efectivamente, los llamados «milagros» no eran más que los signos evidentes de la presencia del Reino. Eran los signos que en aquella época podían interpretarse como muestras de que Dios estaba interviniendo; poco importa, por ahora, si esos son los signos que el hombre de hoy puede interpretar como huellas del paso de Dios.

I/QUÉ-ES: Con estos elementos ya podemos ir respondiendo a nuestra inquietud de cuál pudiera ser el cometido de la Iglesia. Es una pena que la palabra «iglesia» tenga para nosotros ciertas connotaciones, si no peyorativas, al menos excesivamente ligadas al poder de la jerarquía y a ciertos hechos históricos en gran medida alejados del pensamiento evangélico. Por eso este Evangelio puede resultarnos como «algo no vivido ni visto». En tal caso, motivo más para que descubramos hasta qué punto nuestras discusiones religiosas suelen estar mal planteadas desde el comienzo. De acuerdo con el Evangelio, son «iglesia» las personas que se sienten «llamadas» para poner en evidencia el amor salvador de Dios a los hombres abandonados, con palabras, sí, pero sobre todo con una vida generosamente entregada al servicio de los demás.

Es esta presencia salvadora o Reino de Dios la que justifica la presencia de la Iglesia en el mundo. De todas las demás justificaciones, aunque puedan tener mucho valor histórico para un país u otro, podemos prescindir perfectamente. Y es mejor que prescindamos...

Imaginemos el relato evangélico de hoy (relato en el que coinciden los tres sinópticos) fuera del contexto del Reino de Dios: ¿Qué queda de él? ¿Qué queda de los apóstoles? ¿Qué queda, en definitiva, de la Iglesia? En estos últimos años la Iglesia ha emprendido un intento de reforma de sí misma. La historia dirá hasta qué punto es válido o no. Lo cierto es que, en líneas generales, podemos entender la reforma de la Iglesia desde dos variantes: --O como un esfuerzo por mejorar su influencia en el mundo, capacitando mejor a sus miembros, analizando sus errores, actualizando sus posturas, reformando sus estructuras para que se adecúen a los tiempos nuevos...

--O bien como una rectificación de su postura interior, entendiéndose a sí misma pura y exclusivamente desde el ángulo del Evangelio: servir a los hombres con el solo y exclusivo propósito de que el amor salvador de Dios sea un hecho en la historia.

La primera variante reformista no dejaría de ser un intento más de oportunismo; podría, incluso, prolongar la presencia de la Iglesia en el mundo, pero, como en toda enfermedad que no se cura a tiempo, ahondaría la distancia entre lo que Jesús pensó y lo que los cristianos realizan.

Es muy difícil, por el momento, predecir qué sucedería si la segunda variante se realizara; sabemos sí que, cuando se efectúa en escalas más o menos pequeñas o grandes, las resistencias son durísimas y los argumentos teológicos, jurídicos e históricos que se esgrimen nos apabullan. Mas, a fin de cuentas, todo esto no debe ser motivo de desaliento. Lo sería si la Iglesia debiera anunciarse a sí misma como única manifestación de la salvación divina.

Felizmente el Reino de Dios, sin dejar de presionar en el interior de la Iglesia para que viva en sí misma lo que proclama oficialmente (el Evangelio del Reino), tiene múltiples y misteriosos caminos para introducirse en la historia humana y en el corazón de cada hombre.

Haber descubierto en este conflictivo siglo esta elemental verdad del Evangelio, bien compensa el vivir en esta hora. Sentir que Dios nos ama y que no nos tiene abandonados a pesar de todas las apariencias, pudiera ser la mejor conclusión de las reflexiones de este domingo...

SANTOS BENETTI
CRUZAR LA FRONTERA. Ciclo A.3º
EDICIONES PAULINAS.MADRID 1977.Págs. 80 ss.