REFLEXIONES

1. PALABRA/COMUNICACION/DOMINACION

INSTRUMENTO DE DOMINACION.

La palabra es medio de comunicación, es decir, medio para compartir cultivado el mundo que nos ha sido dado en estado bruto. Sin embargo, hemos mercantilizado también la palabra, despertando la codicia de todos. Y unos pocos, los fuertes, se la han apropiado, sumiendo a la mayoría en el proletariado del silencio. Ya no es medio de comunicación, sino de dominación.

Unos tienen la palabra. La mayoría tiene que aguantarse.

Cuando la propiedad privada de la palabra está repartida tan inicuamente como la de los bienes, la palabra es objeto de especulación y entra por el peligroso camino de la inflación. Ya no hay equivalencia entre la palabra y la vida, entre lo que decimos y lo que hacemos. ¿Qué valen tantas palabras -discursos, programas, radio, prensa, televisión- cuando el pueblo no tiene la palabra? Sólo pueden servir para dominar o para escamotear la realidad, para engañar.

Ante esa avalancha de palabras de los otros, optamos por callar y acabamos por no escuchar. La mayoría silenciosa se convierte en mayoría conformista, primero. Luego deviene progresivamente indiferente, escéptica, cínica e hipócrita. Ya no escuchamos la palabra que se nos dice; nos limitamos a repetir las palabras que oímos. Pero no intercambiamos nada, salvo sonidos. La palabra se trueca así en medio de incomunicación. Jugamos a decir palabras, pero no nos jugamos la vida. Y eso ya no es hablar.

Hablar es decir y decirse, decidir. Es interpretar el mundo que tenemos y soñar en voz alta el mundo que deseamos, para hacer posible el cambio y la transformación de lo que mortifica nuestra vida. Por eso, el mismo que nos ha dado el mundo para que lo trabajemos, nos ha dado la palabra para que lo mejoremos. Pero preferimos engañarnos. Compartimos el mundo de palabra, es decir, de mentirijillas; pero no compartimos el mundo por la palabra, es decir, de verdad.

EUCARISTÍA 1975/34


2. ORA/ALIENACION MARTIN LUTHER KING
 

"La idea de que el hombre espera que Dios lo haga todo, conduce inevitablemente a un mal uso, perverso, de la plegaria. Porque, si Dios lo hace todo, entonces el hombre lo pide todo, y Dios se convierte en algo parecido a un "servidor cósmico" a quien llamamos por cualquier necesidad, incluso las más triviales...

Estoy convencido de que necesitamos rezar para obtener ayuda y guía de Dios... pero nos equivocamos totalmente si creemos que ganaremos esta lucha (por la integración) solamente con oraciones. Dios que nos ha dado la inteligencia para pensar y el cuerpo para trabajar, traicionaría su propio propósito si nos permitiese obtener por medio de la plegaria lo que podemos ganar con el trabajo y la inteligencia. La plegaria es un suplemento maravilloso y necesario para nuestros débiles esfuerzos, pero es un sustituto peligroso. Cuando Moisés se esforzaba por guiar a los israelitas hacia la Tierra Prometida, Dios le dijo claramente que no haría por ellos nada de lo que pudiesen hacer solos: "Y Dios dijo a Moisés: ¿A qué esos gritos? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha" (Ex, 14, 15).

Debemos rezar constantemente por la paz, pero también debemos trabajar con todas nuestras fuerzas por el desarme y la suspensión de las pruebas de armas. Debemos utilizar nuestra inteligencia rigurosamente para planear la paz como la hemos utilizado para planear la guerra. Debemos rogar apasionadamente por la justicia racial, pero también debemos utilizar nuestras inteligencias para desarrollar un programa, organizarnos en acción de masas pacíficas y valernos de todos los recursos corporales y espirituales para poner fin a la injusticia racial.

Debemos rezar infatigablemente por la justicia económica, pero también debemos trabajar con diligencia para llevar a término aquellos planes sociales que produzcan una mejor distribución de la riqueza en nuestra nación y en los países subdesarrollados del mundo.

Por consiguiente, no debemos tener nunca la sensación de que Dios, valiéndose de cualquier milagro o de un solo movimiento de su mano, eliminará el mal del mundo. Mientras creamos esto, rezaremos oraciones que no tendrán respuesta y rogaremos a Dios que haga cosas que no veremos realizar nunca. La creencia de que Dios lo hará todo en lugar del hombre es tan insostenible como lo es creer que el hombre puede hacerlo todo por sí mismo. También es una señal de falta de fe. Debemos saber que esperar que Dios lo haga todo mientas nosotros no hacemos nada, no es fe, sino superstición". 

MARTÍN LUTHER KING
"La fuerza del amor"


3. PALABRA/VIOLENCIA

No hace demasiados años nuestros mayores sellaban sus tratos con un apretón de manos y con su palabra. La palabra era para ellos algo más que un fonema, algo más que un signo. Toda la persona estaba detrás de la palabra empeñada, sosteniéndola, avalándola, llenándola. Aquéllos se decían "hombres de palabra".

Posteriormente, como si la palabra no bastase, había que adjetivarla: "palabra de honor", "palabra de caballero, "palabra de sacerdote".

Hoy, las palabras se han mercantilizado -como casi todo- y se han deshumanizado. El hombre está detrás, no para sostenerla, sino para ocultarse. Una vez que la palabra ha sido pronunciada -o escrita- y ha producido el supuesto efecto estimulador en los oyentes, el orador hace mutis olímpicamente por el foro.

Así se explica la alegría con que se tipografían las palabras en cantidades industriales en los rotativos de todos los países. Así se explica la creciente inflación de las palabras, generosamente vertidas a raudales en discursos pronunciados con cualquier pretexto o por cualquier motivo. La palabra se ha convertido en un instrumento más de manipulación en manos de la élite dominadora. Se habla, se escribe, se pronuncia, se profetiza, se otea el futuro, se promete..., pero con palabras tácticas. Los hechos son el mentís más evidente a la vaciedad de la palabrería moderna. Se habla de paz, pero se hace la guerra. Se habla de justicia, pero se toleran y fomentan las injusticias. Se elogia la igualdad, pero se practica la discriminación. Se habla de corresponsabilidad, pero se exige la sumisión ciega. Se habla de la grandeza del trabajo, pero se lo prostituye al mínimo vital. Se habla de participación de la base, pero se la aplasta. Y así sucesivamente.

Claro que el hombre sin voz, el hombre obligado a sólo escuchar, sin permitírsele jamás expresarse, termina por hacer oídos de mercader. O, desconfiando de la eficacia de la palabra, recurre a la eficiencia de las acciones. Así surge la violencia. Es ciertamente curioso que la violencia crece en proporción directa a como crecen las palabras y en proporción inversa a como las palabras se degradan.

EUCARISTÍA 1972/35


4. /Mt/10/42.

COSAS PEQUEÑAS.

En otro lugar de la Escritura se nos indica el gran valor positivo y creador de nuestras pequeñas obras cuando son signo de la fe, cuando son algo más que una palabra puramente oída. Un simple vaso de agua, un trozo de pan, algo en fin que ayude al prójimo se convierten en la prueba de nuestra fe. No basta decir "Señor, Señor", sino cumplir con obras y de veras la voluntad del Padre.

Lo pequeño se hace grande. Lo que no tiene importancia por sí mismo se hace decisivo. No es que nuestra obra consiga lo que no puede conseguir. Es que nuestra vida ha sido transformada y ha sido instalada en un nuevo plano.

Si tuviéramos -y tenemos- que valorar nuestra vida en su cotidianeidad se nos habría de aparecer como una ambivalencia de pequeñez y de grandeza. Pequeñez porque nada vale ante Dios. Grandeza porque ha sido elevada a la categoría de una misteriosa "sumisión" que todo lo transforma.

Y es que hemos sido sustituidos por Cristo en lo que no podíamos hacer nada para hacerlo todo tras sus huellas, más allá de toda Ley. Una fe en la obra de Cristo nos hace encontrar el sentido de la obra de todos los días, del afán constante que llamamos "ansias de vivir".