COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 03, 21-25a. 28

 

1. A-D/ASOMBRO

Este texto sigue a un largo razonamiento de Pablo sobre la situación de los hombres (judíos y griegos) antes de Cristo (cfr. Rom. 1, 18-3, 20). Cuadro sombrío, recargado sin duda por Pablo para hacer resaltar mejor la extraordinaria novedad que ha supuesto Cristo para la humanidad. Gracias a Cristo sabemos que las relaciones de Dios con los hombres no son de tipo comercial.

Dios actúa según las reglas de un amor que no pone un tope a su ofrecimiento. Dios no ofrece según las reglas de la oferta y la demanda. Dios se da por entero y sin medida. ¿Pretendemos capitalizar este amor con la moneda devaluada de nuestras buenas acciones o con el tráfico de nuestras prácticas religiosas? ¿Se puede comercializar el amor? No, el amor se acoge en el temor, en el asombro y en la respuesta desinteresada. Es entonces cuando se produce el milagro: yo y el Infinito sintonizamos.

DABAR 1978/34


2.

Pablo ha expuesto en 1, 18-3, 20 cómo la humanidad, de por sí sola, está sin salida ante Dios. Y en 3, 21-4, 25 va a descubrir ese maravilloso proceso de rehabilitación que se ha "inventado" Dios en la muerte de su Hijo. Este "ahora" no establece una conexión lógica con lo anterior y tiene un sentido meramente temporal: se ha inaugurado la nueva era, la que sustituye con el cumplimiento de la promesa a la ley y a la misma circuncisión. Es el "ahora" escatológico, el de los tiempos finales.

De algún modo, el AT estaba en condición privilegiada para preparar esta manifestación de la justicia de Dios (cf. Gál 3, 24-25: "La Ley fue nuestra niñera hasta que llegase Cristo y Dios nos aprobara por la fe"). La construcción gramatical está indicando que aún hoy día sucede así. De hecho, dirá en el c. 9, Dios no ha renunciado a su antiguo plan de salvación, sino que, para ser consecuente con él, ha propuesto la justificación por la fe en Cristo. Nosotros, seguidores de Jesús, somos el pueblo de siempre.

Cristo es la manifestación de la justicia de Dios; y el hombre, por su fe en Jesús, se apropia de esa justicia. Nos situamos evidentemente en un plano de absoluta visión de fe: Jesús es el que permite la rehabilitación. Esta es la mediación. Aquí cobra coherencia toda la historia de la salvación. Lo incomprensible de la limitación del hombre, el por qué de ser hombre, y al decir hombre estamos diciendo limitación, tiene aquí su solución.

El acto gratuito de Dios que justifica al hombre crea en él una vida nueva; comunicando al hombre la justificación gratuita, Cristo inaugura en él la vida nueva, la del espíritu (Rom 8, 2; 12, 1). El justificado se pone al servicio de la justicia, es decir, de una vía según la mentalidad de Jesús y aprobada por el querer salvador de Dios (Rom 6, 13-20), y da frutos para la gloria de Dios mismo (Rom 7, 4; Flp 1, 11). Estamos tocando el núcleo de la fe cristiana; celebrar la fe es ponerse al servicio de la justicia.

No se desprecia la actuación concreta del cristiano, ya que la renovación inmediata de la vida es la consecuencia de la justificación. Pero toda obra y actividad proviene en el creyente de este saberse salvado por Jesús (cf. Rom 12). Celebrar la fe en Jesús es vivir con los criterios de Jesús.

EUCARISTÍA 1978/26


3.

"Ahora", es decir, en el día inaugurado con la venida de Jesús al mundo, se manifiesta la "justicia de Dios", la que desciende de Dios para los hombres que creen en Jesucristo y que no es otra cosa que la "verdad y la gracia" de cuya plenitud hemos recibido (cfr. Jn 1, 16s). La "ley y los Profetas" es una expresión que designa todo el A.T., en el que Pablo ve una profecía y una promesa que ahora se cumple en Jesucristo.

La manifestación de la "justicia de Dios" se ha realizado sin la ayuda de la Ley. Pablo se refiere a todo el orden legal del judaísmo y a la teología rabínica de la justificación del hombre por las obras de la Ley. El culto a la Ley de nada aprovecha sin la gracia de Cristo. Más aún, todo el orden legal y legalista de los judíos sólo sirve para descubrir nuestro pecado y convencernos de la necesidad de la gracia de Dios. Esta es la función pedagógica de la ley.

La "fe" es la respuesta del hombre a la "justicia de Dios" que se manifiesta en Jesucristo, un reconocimiento y una aceptación de esa justicia. Tal respuesta de todo el hombre, y no sólo de la inteligencia o de la voluntad, tiende espontáneamente a realizarse en las obras y a proclamarse por la palabra, es confesión delante de Dios y de los hombres.

Todos los creyentes, unidos por la fe en Jesucristo, constituyen el verdadero pueblo de Dios en el que ya no hay distinción entre judíos y gentiles. Se crea así una solidaridad de salvación que no se funda en los vínculos de la carne y de la sangre. Los verdaderos descendientes de Abrahán son los que tienen la fe de Abrahan, no los que tienen su misma sangre. El orgullo nacional de los judíos, el orgullo de la sangre y de la Ley, queda definitivamente superado por el universalismo del espíritu cristiano.

La "gloria de Dios" es la plena manifestación de "la justicia de Dios". Si todos pecaron, tanto judíos como gentiles, todos están igualmente desposeídos de la gloria de Dios. Y si lo que justifica no es la Ley sino la gracia, no hay razón ninguna para que Dios no ofrezca igualmente su justicia a cuantos creen en Jesucristo, su enviado, aunque hayan vivido al margen de la Ley.

v. 25a: Pablo quiere decirnos que Dios ha pasado por alto los pecados de los hombres porque Jesucristo ha pagado por ellos con su propio sangre, de manera que todos los que creen en esta redención operada en Cristo alcanzan la salvación. Las palabras "mediante la fe" no se refieren a la fe de Jesucristo, sino a la fe en Jesucristo, sin la cual Jesucristo no sería para nosotros el sacrificio propiciatorio; es decir, que la fe es el único modo de apropiarnos los beneficios de la redención.

FE/OBRAS: v. 28: Pablo no defiende una fe sin obras, con lo cual entraría en abierta contradicción con Santiago (2, 4-26). Lo que hace Pablo es declarar que el cumplimiento de la Ley y las obras de la Ley no es camino que conduzca a la justificación, pues ésta es don gratuito para el creyente. Pablo polemiza contra los que buscan la salvación sólo con su esfuerzo y desprecian la gracia de Dios en Jesucristo. Pero es evidente que la fe se verifica en las obras de fe y que la justicia graciosamente recibida se acredita operativamente en una conducta conforme al evangelio.

EUCARISTÍA 1975/34


4. Rm/LIBRO

Empezamos la lectura de Romanos, que seguiremos a lo largo de 15 domingos. Esta carta, de importante contenido teológico, es un desarrollo de la reflexión misionera del apóstol, que se centra en el descubrimiento de lo que significa que en este momento, gracias a JC, la posibilidad de la salvación llegue a todos los hombres: tanto los judíos que con la Ley se encontraban en continua transgresión, como los paganos, lanzados a un comportamiento contrario al que naturalmente podían descubrir como bueno. De este modo, pues, la carta se convierte en una exaltación del amor de Dios que conduce gratuitamente a los hombres hacia la salvación, si los hombres lo aceptan por la fe en JC. La carta empieza con una exposición negativa del tema; sin el Evangelio, la ira de Dios se manifiesta para con todos los hombres, tanto judíos como griegos, puesto que todos han pecado y viven lejos de lo que Dios quiere. Y a partir de ahí, comenzando por nuestro texto, presenta de qué modo con la venida de JC ha empezado una nueva etapa de la historia humana, puesto que esta venida es una manifestación de la justicia y fidelidad de Dios. El Evangelio, que proclama esta venida y sus efectos, es, pues, "el poder de Dios para salvar a todo el que tiene fe" (1,16).

"Ahora, la justicia de Dios..." Con el adverbio "ahora" Pablo indica el comienzo de la nueva etapa, en contraste con la anterior etapa de la ira. Esta nueva etapa, la de la justicia de Dios (=bondad y salvación con que Dios libera a su pueblo, poniéndolo en la correcta relación para con él), se realiza sin que la Ley intervenga para nada, porque se ha demostrado suficientemente que era inútil para la salvación. Sin embargo, la nueva etapa está "atestiguada por la Ley y los Profetas": el AT estaba en condición privilegiada para dar testimonio de la nueva etapa, puesto que Dios se había revelado en él preparándola; y Dios no ha renegado de esta revelación.

"Por la fe en Jesucristo". JC es la manifestación concreta de la justicia de Dios, que sólo pueden entender los que tienen fe; y es por la fe que los hombres se apropian esta justicia así manifestada. Pablo insiste en la universalidad por encima de la Ley: Dios hace justos a todos los creyentes, "sin distinción alguna".

"Pues todos pecaron...". Pablo sintetiza aquí su exposición del capítulo anterior: tanto los judíos con la Ley como los griegos sin ella, ninguno de ellos había podido seguir la voluntad de Dios y obtener, por tanto, por su cuenta, aquello a que estaba destinado: "la gloria de Dios", que en el AT significaba la proximidad salvadora del Dios todopoderoso en medio de su pueblo.

"Son justificados gratuitamente...". La misma idea de antes: la nueva época consiste en la justificación gratuita de Dios. Ello tiene lugar "mediante la redención de JC": el término "redención", que tiene resonancias de liberación de un esclavo, designa aquí la nueva y total liberación obrada por JC que lleva a término el sentido de la liberación de Israel en el Éxodo. Esta liberación ya ha tenido lugar en la muerte-resurrección de JC, pero se cumplirá plenamente en la parusía.

"Sacrificio de propiciación". No se trata del aplacamiento de un Dios airado, sino de que JC se ha convertido en el medio de dispensación de la gracia divina, como lo era en el AT el propiciatorio del "sancta sanctorum".

"El hombre es justificado por la fe". Resumen y síntesis de la teología expuesta, y que desarrollará a lo largo de la carta.

Dios salva gratuitamente, y el hombre no puede presumir de nada: el hombre debe tener fe, es decir, aceptar la acción salvadora de Dios.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1975/11


5.

Pablo ha terminado de pintar el cuadro pesimista de la Humanidad entregada a sí misma. Esboza ahora la parte positiva de su carta: la revelación de la salvación de Jesucristo (Rom 3, 21). Está constituida unas veces de observaciones kerigmáticas, otras de análisis y de demostraciones. Los primeros versículos (Rom 3, 21-31), de donde está sacado el pasaje de este día, son, evidentemente, en cuanto al estilo y a las ideas, una "proclamación solemne", aun cuando algunas intervenciones entrecortan el discurso. Es decir, que se puede esperar encontrarse en este pasaje con expresiones y nociones muy importantes, pero no necesariamente desarrolladas: justicia (vv. 21-28), redención (v. 24), propiciación (v. 25), fe sin obras (vv. 27-28).

a) La justicia de Dios es, en primer lugar, un acontecimiento ("y ahora", v. 21). Ya en el Antiguo Testamento ("Moisés y los profetas" del v. 21) la justicia de Dios designaba no tanto su juicio sobre los buenos y los malos como su fidelidad a la Alianza y su preocupación porque esta triunfe, aunque sea por misericordia y perdón. Así comprendida la justicia de Dios (v. 21) se opone a su cólera (Rom 1, 18), que no sería más que destructora de la Alianza. Pero "ahora", es decir, en la era escatológica en que vivimos, la justicia se ha manifestado definitivamente en Jesucristo, el primer hombre testigo de la "justicia" de Dios y que supera, gracias a ella, sus límites de muerte y de egoísmo; siguiendo a Jesús, todos los que creen en El pueden vivir de la misma justicia (v. 24).

b) Esta justicia de Dios se manifiesta en Cristo en la cruz (vv.24-25) y más especialmente en la redención llevada a cabo en esa cruz. La redención es la forma mediante la cual Dios ha manifestado ya su justicia "rescatando" a los hebreos, a pesar de ser pecadores, de su cautividad en Egipto (Dt 5-6), "rescatándoles" después del destierro en Babilonia adonde les habían llevado sus faltas (Is 41-14). Pero todo eso ha sucedido en el pasado (vv. 25-26a); hoy Dios acomete la empresa de rescatar al hombre de la muerte misma, lo mismo que Jesús resucitado (Rom 8, 23), y del pecado, proporcionándole, en la comunión con Cristo, la posibilidad de vencer al pecado (Col 1, 13-14ñ; Ef 1, 7). De hecho, la redención corresponde a la justicia de Dios, que es ese acto de Dios que lleva al hombre a la superación de sí mismo, de sus límites y de sus alienaciones, de su pecado y de su muerte, a la que puede pretender alcanzar desde que vive con el Dios de Jesucristo.

c) ¿Cómo ha realizado Dios esa "redención" de los hombres? Pablo responde a esa pregunta en el v. 25 haciendo de Cristo el "instrumento de propiciación". No se sabe si Pablo piensa de manera explícita en el ritual de la fiesta de la Expiación, en la que el sumo sacerdote derramaba la sangre de la víctima sacrificada sobre el "propiciatorio" del Arca (Lev 16, 13), o si entiende la palabra "propiciatorio' en sentido general de aplacamiento de cólera de Dios. De hecho, parece que, so pena de hacer de Dios un ser sanguinario, cuya cólera no se aplaca sino a la vista de la sangre, hay que inclinarse por la primera de las dos posibilidades. En el día de la expiación (DIA-EXPIACION) el pecador era "rescatado" porque la sangre (símbolo de la vida de la víctima era puesta directamente en contacto con Dios sobre el propiciatorio. En cierto modo se daba una especie de cambio de vida y de renovación de la vida del pecador al contacto con Dios.

J/PROPICIACION:Cristo es propiciación no porque se ofrece a la cólera de su Padre, sino porque es el lugar propiciatorio en que la sangre (la vida) humana está en contacto permanente con Dios ¡comprendida la muerte! La idea de Pablo no es que Dios haya detenido su cólera a la vista de la sangre de su Hijo, sino que no ha revelado plenamente su justicia (es decir, su perdón) hasta el día en que la vida del hombre se ha unido a la de Dios en el Hombre-Dios. La sangre del v. 25 no es, en primer lugar, signo de muerte, ni tampoco signo de venganza divina duramente saciada: es, lo mismo que en el Antiguo Testamento, signo de vida renovada por Dios, restaurada y perdonada.

d) Esta redención o esa expiación se realiza de manera absolutamente gratuita. Eso es lo que explica Pablo al oponer las obras de la ley a la fe sola (vv. 27-28) para responder a la pregunta sobre la forma en que el hombre puede beneficiarse de la manifestación de la justicia de Dios en Jesucristo.

Para comprender esa posición hay que recordarse de que Pablo disocia justificación y salvación (cosa que no hacía el judaísmo).

JUSTIFICACION/SALVACION: Para él, la justificación se ha producido ya en Jesucristo, mientras que la salvación (y el juicio de Dios) está reservado para el final de los tiempos (Rom 5, 9). Para beneficiarse de la justificación, no sirve ninguna obra de la ley; solo la fe permite llegar hasta ella (v. 30; cf. Gál 2, 16; Rom 4, 5). Por el contrario, para beneficiarse de la salvación final son necesarias las obras (Rom 8, 3-4; 14, 10; 2 Cor 5, 10; Col 3, 25; cf. 1 Cor 15, 9-10ñ; Ef 2, 8-10). La vida cristiana es, en efecto, una actividad rica en obras gracias a la compenetración de la acción divina y de la acción humana, compenetración que garantiza la gratuidad de la salvación, pero de una forma distinta de la gratuidad absoluta de la justificación.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 10


6. /Rm/03/21-31

Los mismos judíos se habrían inquietado más de lo que puede parecer si se les hubiera preguntado si la «gloria de Dios» se había posado realmente en el templo de Herodes, como en el Sinaí o como en el templo de Salomón. Había muchos indicios -comenzando por la figura de Herodes- para sospechar lo contrario. Más dudas habría suscitado la pregunta, hecha a cada judío, de si en él reposaba la gloria de Dios como en un templo.

Para Pablo, esta pregunta no es dudosa: «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios». Pero mucho más cierta es la existencia de un nuevo templo en el que todos pueden entrar: en el tiempo presente, Dios ha manifestado su bondad por medio del sacrificio de Cristo. Si en el templo antiguo hizo levantar el propiciatorio (la parte superior del arca) como lugar de encuentro con su pueblo y ordenó la aspersión de la sangre como signo de la vida común propia del pacto ahora ha hecho levantar la cruz de Cristo como signo de reconciliación y ha dispuesto que la sangre del Hijo nos lleve a una participación mucho más real de la vida divina.

El camino para llegar a este don admirable no es otro que la fe: la fe en Jesucristo, como portador de la salvación; la fe como abandono en las manos del único que nos puede salvar. Si somos salvados por la fe, ya no hay "derechos adquiridos" en virtud de los cuales Dios tenga que acogernos; ya no cuenta nada la diferencia entre judíos y paganos. Y es lógico, porque el creador del cielo y de la tierra no puede ser sólo Dios de los judíos. El pagano y el judío encontrarán en Cristo, anunciado por el AT, toda la sustancia expresiva de la historia de Dios con su pueblo, y Cristo no significará la abrogación de la ley, sino su plenitud.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 487 s.