COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Is 49, 14-15

 

1. D/MISERICORDIA   D/MADRE.

Contexto:

- El profeta anuncia la buena nueva de la vuelta del destierro: "Consolad, consolad a mi pueblo..., que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen..." (40, Is). Y esta vuelta de Babilonia es inminente y alegre: "súbete a un monte elevado, heraldo de Sión, alza fuerte la voz..., di a las ciudades de Judá: Aquí está tu Dios... el Señor llega... Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres" (40, 9-11).

- Is. II comunica a los pobres e indigentes desterrados que buscan el agua de su felicidad, de su libertad: "...yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Alumbraré ríos en cumbres peladas..., transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua..." (41, 17-20). Pero Sión no se siente con fuerzas para compartir el mismo júbilo, y se lamenta acusando a su dueño y Señor.

Texto:

v. 14.-Es el grito desgarrador de un pueblo desolado, casi sumido en la desesperación. La ciudad "Sión" no es una entidad geográfico-material sino el símbolo de la comunidad israelita que se lamenta porque su "dueño" (=su marido) le ha abandonado. La ciudad ya había quedado estéril y sin hijos (49. 21), ahora se queda también sin compañero. Sión es la viuda que se siente abandonada y solitaria, que "...pasa la noche llorando, le corren las lágrimas por las mejillas..." (Lm 1.). Y en estos momentos de zozobra y oscuridad surgen el lamento, la acusación y la desesperación.

Dios sale al encuentro del hombre desesperado. En el v. 15a el mismo Señor, a través del profeta, responde al pueblo mediante una pregunta retórica: "¿puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas?". La respuesta lógica es un "no" o un "jamás". Y aunque esto ocurriera, hecho no probable, el Señor nunca podría abandonar a sus hijos, a su pueblo (v. 15b). El amor divino es amor de madre: no es interesado, egoísta... Así como el hijo sale de las entrañas (Rehem) maternas, símbolo del amparo y cobijo amoroso y desinteresado, de la misma manera el sentimiento de amor hacia los suyos que brota de las entrañas divinas se llama amor o misericordia (Rehem). Es un sentimiento instintivo, espontáneo..., y siendo así, ¿cómo puede Israel hablar de abandono? Aunque una madre abandone a su hijo, Dios nunca abandonaría a su pueblo.

Así Sión debe despojarse del traje de la desesperación y vestirse de gala porque Dios está muy cerca (50. 1-10). El encuentro entre la madre y sus hijos es inminente (52. 12). -Reflexiones. Al seráfico y malogrado Juan Pablo I se le ocurrió un buen día llamar a Dios "madre". Sus coláteres, machistas empedernidos, elevaron su grito al cielo. Ignoraban, hecho frecuente, que ya Is II llamaba al Señor de esta manera. Dios es padre y es madre. ¿Y qué mejor imagen podemos usar los mortales para indicar el amor "entrañable" divino? El silencio divino también nos abruma a los hombres del siglo XX. En nuestro caminar cristiano se suceden muchas etapas de oscuridad, zozobra, miedo... ¿Quién será capaz de infundirnos alegría y esperanza? No ciertamente esas voces cavernosas, oscurantistas, medievales, anatematizadoras... tan frecuentes en nuestra Iglesia. Is II con su mensaje de alegría y esperanza son muy pocos; y nuestro deber es saber escucharle ya que el amor materno, entrañable, de Dios, jamás puede fallar.

A. GIL MODREGO
DABAR 1987/17


2. AMOR DE DIOS: 1/Jn/04/16.

El c. 49 de Is perteneciente al "libro de la Consolación" (c. 40-55) hace referencia directa a ésta, ya que se trata de unos hermosos versos de consuelo que Is dedica a Sión, Jerusalén. Los oráculos que lo componen, aunque pudieron ser pronunciados independientemente, forman literalmente un todo, que puede repartirse en tres secciones; los vv. 14-26 forman la tercera sección.

Dios refuta las objeciones que Jerusalén le va poniendo:

a)la que se creía olvidada, volverá a estar repleta de hijos (vv. 14-20);

b)la que se creía sola, tendrá el consuelo y la compañía de sus propios hijos (vv. 21-23);

c)la que se creía condenada a cadena perpetua, será liberada (vv. 24-26).

Entonces todo el mundo verá que efectivamente el Señor ha estado de parte del dolorido y oprimido. Mensaje de consuelo y esperanza.

El olvido y el abandono de Dios es un tema bíblico que, aunque con no mucha fuerza, expresa maravillosamente la situación de desolación en que se halla el pueblo desterrado (cf. Sal 89. 39-52; Lm 5. 20-22). La profunda crisis de fe que el israelita sufrió en Babilonia se plasma en expresiones como ésta. La vida del creyente experimenta muchas veces ese abandono "teológico", el no saber qué valor tiene su vida ante Dios. Jesús mismo ha sentido ese abandono (/Mc/15/34).

Tenemos aquí quizá la más aguda expresión del amor de Dios en la Biblia: JC transferirá esta idea a la paternidad de Dios (3. 16) y de ahí pasará a la espiritualidad cristiana. Al mismo tiempo se nos ofrece una imagen del amor divino, tan por encima de cualquier amor humano, que realmente constituye el gran misterio de la fe (1 Jn 4. 16) Este "revolverse las entrañas" es suficientemente plástico como para indicar lo que supone de hondo cambio de actitud este desasosiego de Dios mayor que el de la madre por el hijo. Si el israelita piensa que es muy difícil que Dios pueda hacer cambiar su suerte, que se acuerda de este hecho de vida: Dios tiene una capacidad mayor que el de la madre más maravillosa.

La promesa de la asistencia de Dios es un tema del tiempo de exilio (cf. Is 44. 21; Jr 31. 20). El que ha puesto su confianza en Dios, aun en momentos de extrema gravedad, sepa que tiene asegurado el consuelo de la fe y el coraje para la vida. Un agobio largo y excesivo no es cristiano (cf. 3a lectura).

EUCARISTÍA 1987/11


3.

¡Equivocada Sión! Llegó a pensar que su Dios le había abandonado. Pero ¿puede una madre olvidarse del hijo que amamanta abrazado a sus pechos? Pues aunque ella se olvidara, Yahvé NO. Nunca en el A.T. volveremos a encontrar una expresión tan profunda, íntima y expresiva de la ternura y amor divinos. Dios es una madre. S. Juan trasferirá la idea a la paternidad de Dios. Y es que Dios no tiene sexo, aunque en su simplicidad infinita tenga que hablar al hombre con las limitaciones de éste y a la medida de su comprensión.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 659


4. A-D/PERDON:

El porvenir que el Segundo Isaías se esfuerza por describir a sus contemporáneos para consolarles en su exilio debía ser en términos simbólicos, para no despertar sospechas del enemigo opresor. Con respecto a ello, la imagen del hijo repudiado por su madre y que vuelve a encontrar su amor y su felicidad era tranquilizadora: ¿qué pagano, ya que ignoraban la Escritura, hubiese podido desvelar la promesa de una nueva alianza? Para un hebreo, por el contrario, la imagen era particularmente densa: el profeta Oseas había osado comparar la infidelidad de Israel a la de una esposa adúltera (Os 2. 4-15), pero ya a sus ojos, el castigo no podía ser más que pasajero y no tenía otro fin que el de hacer volver a la infiel (Os 2. 16-25). Así el amor de Dios es fiel y la crucifixión de ese amor reside en él mismo: amor loco, que se dirige a un ser que no es digno de él, simplemente por amar. Más allá de los siglos, el Segundo Isaías ha tomado esta descripción del amor fiel de Dios perdonando a su esposa o a su hijo (Is 47. 1-3; 50. 1; 51. 17-52. 2; 54. 1-5; 49. 17-22). La vida, pues, puede volver a reanudarse y la alianza volver a encontrar su clima de amor y de fecundidad.

La teología del Segundo Isaías y su fe monoteísta da a este tema de los encuentros del esposo y de la esposa, del hijo y de su madre, un aspecto particularmente nuevo. Cuando un esposo repudiaba a su mujer, no podía volver a aceptarla; no le quedaba más que ir a aquellos que la habían seducido; la ruptura entre padres e hijos era igualmente reversible y las maldiciones pronunciadas en esta ocasión, indelebles. Pero la esposa no puede ir a otros maridos, ya que Dios es único, y el niño no puede ir hacia otra madre, ya que Dios es su única madre. Es necesario, por tanto, para que continúe la vida, que Dios perdone a su esposa, porque es el único esposo posible. El perdón de Dios es, por decirlo así, necesario, ya que Dios es único y que no puede enviar a su esposa y a sus hijos a otros que no sean Él. Por su perdón, el Dios único manifiesta de nuevo su superioridad sobre los dioses paganos.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 314


5. /Is/49/14-26:/Is/50/01:

El profeta habla de Jerusalén-Sión desolada, postrada entre ruinas, semejante a una viuda sin hijos. Los desterrados viven en la desesperación porque parece que la catástrofe no podrá ser evitada y el rechazo por parte de Yahvé será definitivo. Isaías II mueve a los exiliados a la confianza; les asegura que todavía Yahvé ama a Sión, que será reconstruida y libertada de los enemigos. Toda la dispersión de Israel se reunirá de nuevo en la antigua tierra natal.

El profeta dialoga con los que tienen poca fe, con los que se sienten abandonados por un Dios que a veces es un Dios oculto (45,14s), que parece lejos de su camino: «Sión decía: Yahvé me ha abandonado, mi dueño se ha olvidado de mí» (49,14). Es en este momento cuando Dios se baja tan profundamente, como no lo había hecho jamás, para hacer la confidencia más atrevida de un amor sin comparación: «¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré» (49,15). En ningún otro lugar del AT hay una confesión de amor tan intensa. Es un amor que no solamente no destruye la trascendencia divina, sino que la constituye o, al menos, la manifiesta: Si Dios es Dios, lo es porque por un lado crea lo que no podría hacer el hombre y por otro ama más que el hombre y la madre. Para no perder de vista a su amada la ha tatuado en sus manos como el novio oriental grababa en su piel el nombre de su amor: «Mira, en mis palmas te llevo tatuada» (16). Y la vida se multiplica en Israel más allá del poder y de las esperanzas humanas.

Dios hunde a Babilonia y levanta a Jerusalén para hacer posible que «toda carne», es decir, toda la humanidad, descubra al Dios verdadero. Está la convocatoria de todos los pueblos a la edificación de la familia mesiánica. El «Indomable de Jacob», es decir, el Dios poderoso de Israel, ha cumplido sus promesas de alianza con el mundo.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 41 s.