COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

1 Co 15, 45-49


1. RS/FORMA:

Una de las razones por las que los corintios dudaban de la resurrección era la imposibilidad de imaginársela. El problema del cómo. Este aspecto de la cuestión es tan importante hoy para nosotros como podía serlo para los griegos de aquel tiempo. Al igual que estos últimos, también el hombre actual está inclinado a admitir un cierto género de resurrección, pero no, desde luego, en un sentido corporal (puede consultarse como ejemplo típico el libro de Roger Garaudy, Palabra de hombre).

Los versículos de hoy forman parte de la sección en que Pablo aborda este problema del cómo. Su argumentación nos resulta difícil, entre otras razones, por el empleo de binomios tales como primero-después, terreno- celestial, hombre de la tierra-hombre del cielo. Nosotros, herederos de la cultura griega, tenemos la tendencia a contraponerlos espacialmente. En la cultura bíblica no se trata de oposiciones espaciales, sino de dos niveles de la realidad. Uno es el nivel de Adán y otro el de Cristo. Adán y Cristo son personas físicas, pero funcionan en calidad de tipos de dos modos de ser personales. Con Jesús se ha hecho realidad un nuevo modo de ser, espiritual lo llama Pablo.

Si alguien quisiera preguntar dónde está exactamente este comienzo, si en la encarnación o en la resurrección, la respuesta no sería fácil. En efecto, para Pablo la realidad espiritual de Jesús llegó a su expansión plena sólo en la resurreción; pero no por eso excluye ya esta realidad en la encarnación. Lo que Jesús era ya para sí mismo desde la encarnación, se hace participable a todos los casos sólo a partir de su resurrección.

En la resurrección se manifiesta una corporeidad totalmente nueva. Una corporeidad que no está hecha de átomos, partículas y moléculas, sino que trasciende el actual orden cósmico visible. No olvidemos que lo visible no constituye la única dimensión de la realidad.

DABAR 1977, 17


2. MU/REENCARNACION:

La resurrección de los muertos no será una reanimación general de cadáveres. No será un salto para atrás, sino un salto hacia adelante, a una nueva condición. El fragmento anterior al que hemos leído decía que una cosa es lo que sembramos y otra lo que recogemos: el cuerpo natural, que tenemos en esta vida, comparado con el que tendremos, es tan distinto como la semilla lo es del fruto. Existe tanta diferencia como entre los hombres mortales creados por Dios y Jesucristo glorificado. O como entre el aliento de vida con que Dios animó el barro de su primera criatura y el Espíritu Santo con que ungió a Jesús e inundó a los apóstoles. Jesucristo es el hombre nuevo, realmente hombre, pero que no tiene un origen meramente terreno, sino que, siendo Dios, ha bajado del cielo. Nuestra resurrección no será volver a entrar en el seno materno (como decía irónicamente Nicodemo) y reencarnarnos en otro hombre de polvo mortal, como en el primer nacimiento, sino que será llegar a ser semejantes a aquel otro hombre que es Jesucristo resucitado, que ya no muere, y vive siempre para el Padre.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 4


3.

Tras haber argumentado la realidad de la resurrección corporal de los muertos (cf. los dos dom. anteriores), Pablo pasa a explicar en qué consistirá esta resurrección corporal. Es el tema de los vv. 35-44, que no están en el leccionario. En ellos, Pablo destaca especialmente, no con teorías físico-químicas sino con imágenes y metáforas, el hecho de que, si bien el hombre que vive ahora en este mundo será el mismo hombre que vivirá en la vida glorificada, existirá también una gran diferencia entre lo que es ahora y los que será después: la diferencia que va de la corrupción a la incorruptibilidad, de la vileza a la gloria, de la debilidad al vigor. La diferencia, en resumen, entre los "hombres terrenos" y los "hombres celestiales".

En el texto de hoy, como explicación final de la diferencia entre los dos tipos de hombre, presenta la conocida contraposición entre Adán y Cristo. El modelo del "hombre celeste", que no sabemos cómo será, es el cuerpo resucitado de JC, el "segundo hombre". A partir de la imagen de Gen 2,7, en la que se dice Dios puso en Adán el aliento de la vida, y a partir de este aliento nació la vida natural, Pablo presenta la resurreción de JC como el momento en que él recibió también el aliento de la vida, pero de una vida distinta, que da origen a la vida nueva de los hombres mediante la donación del Espíritu Santo. Es este el significado de las dos expresiones contrapuestas: "se convirtió en ser vivo" - "se convirtió en espíritu que da vida".

BAU/RS:Los dos últimos versículos parecen presentar una contradicción: "son los hombres celestiales" - "seremos imagen..." Por el bautismo participamos ya de la resurrección ("somos"), pero nos hallamos en el camino que lleva a la plena imagen de JC resucitado, en la parusía ("seremos").

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1974, 3


4. J/ADAN.

Dentro del contexto general de la resurrección y vida eterna de los cristianos, causada por la Resurrección de Cristo o por Cristo Resucitado, aparece esta frase que es un tanto la clave de esa influencia. La tesis paulina de este capítulo es que lo que le ha ocurrido ya a Cristo en su Resurrección le ocurre y ocurrirá también a los creyentes. Aquí expone un tanto cómo y porqué es posible eso.

Es preciso tener muy presente la mentalidad semítica de Pablo en la que tiene un papel fundamental la solidaridad entre los hombres. No una solidaridad consciente y querida, como la que nosotros entendemos actualmente, sino, por así decirlo, ontológica. La unión y dependencia de unos hombres de otros, especialmente de los que se consideran cabeza de grupo, es algo evidente para él. Y ello, por cierto, no es sólo un rasgo de una mentalidad primitiva sino expone el rasgo de vinculación interhumana que las ciencias modernas como la psicología, sociología, etc. también subrayan.

Naturalmente el caso más patente es la relación de cada hombre con el primer hombre. Igual que Adán (¡figura simbólica!) es modelo y causa de la existencia humana, así también lo será Cristo, que es el segundo Adán. Es algo que también dice en el capítulo 5 de Romanos. Lo importante para él es la certeza de su unión. La existente entre Adán y nosotros le resulta evidente. Del mismo modo es la de Cristo, pero en un grado todavía más fuerte. Y con una finalidad superior. Igual que Cristo supera infinitamente a Adán, la vida que El proporciona es también del todo superior a la mera existencia humana.

Lo importante es creer en esa transformación que nos espera -y ya ha comenzado- en todos y cada uno de nosotros. Seremos -y somos- como El es, del mismo modo que El se hizo igual a nosotros.

F. PASTOR
DABAR 1992, 16


5.

-Somos imagen del hombre celestial (1 Co 15, 45-49)

San Pablo escribió a los Corintios lo que pensaba acerca de la resurrección. Evidentemente, no se mete en averiguaciones sobre su forma y manera. Pero aquí le interesa puntualizar lo que él considera esencial en el hecho de la resurrección, al que vincula nuestra fe.

Su explicación empieza con un paralelo entre los dos Adán: el primer Adán, un ser humano que recibió la vida; el último Adán, Cristo, un ser espiritual que da la vida. El primer Adán viene de la tierra; el segundo, del cielo. Pero por la intervención salvífica de Cristo, los hombres amasados de tierra pertenecen ahora al cielo. Nosotros somos semejantes al que fue hecho de tierra, pero también seremos imagen del que viene del cielo.

Admirable y sencilla exposición de la doctrina de nuestra resurrección; somos una doble entidad, amasados de tierra a imagen del Adán terreno, convertidos en espirituales en Cristo y formados a imagen del hombre celestial. El Cuerpo de Cristo resucitó glorioso, también nosotros resucitaremos gloriosos como Cristo.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 180


6.

Con éste es ya el tercer domingo que venimos hablando de la resurrección de los creyentes, que creaba dificultades y de alguna manera era cuestionada en la comunidad de Corinto.

Hoy abordamos un aspecto con el que topaban los Corintios: una concepción demasiado materialista de la resurrección. Sobre todo en ambientes judíos se especulaba mucho sobre cómo sería el cuerpo resucitado, y se imaginaban unos paraísos que sin duda tenían que repugnar a gente formada en determinadas filosofías helénicas que consideraban el cuerpo como la cárcel del alma. Esta repugnancia acentuaba, ciertamente, el rechazo de determinados miembros de la comunidad de Corinto ante la idea de una resurrección corporal.

RS/CUERPO: En un texto que ahora puede continuar teniendo vigencia para determinadas mentalidades cristianas que tienden a imaginar un cielo muy material (y que no saben dar una respuesta, por ejemplo, cuando alguien les pregunta de quién serán los órganos que han sido trasplantados de un cuerpo a otro, o qué sucederá con los cuerpos incinerados), Pablo acumula ejemplos para explicar que no se debe imaginar la resurrección del cuerpo como una resurrección del cuerpo material que ahora tenemos, sino que será un cuerpo diferente: un cuerpo "celestial", en contraste con el actual cuerpo terrenal.

Eso lo explica Pablo en 15 ,35-53 . Y de todo este largo fragmento, leemos únicamente cinco breves versículos que constituyen como una síntesis, hecha a partir de los dos modelos de hombre: el hombre terreno es el hombre que continúa la descendencia de Adán; el hombre celestial es el que se realizará en la resurrección, por obra del Espíritu del último Adán, Jesucristo. Así pues, más vale ahorrarse especulaciones: en la resurrección seremos nosotros mismos pero con un cuerpo y una vida como los de Jesucristo; y no necesitamos saber más.

MISA DOMINICAL 1995, 3


7.

Continuando la lectura de este importante capítulo, y después de haber afirmado la influencia de Cristo Resucitado en la resurrección y vida perdurable de los cristianos, Pablo aclara un tanto la razón de esa influencia considerada desde un determinado punto de vista. Aquí expone algo de por qué es posible y cómo se lleva a cabo esa relación. Para ello establece un paralelismo entre el primer hombre, Adán, y Cristo, segundo o último Adán. Lo importante es percibir que, en la mentalidad semítica de Pablo, la solidaridad entre los seres humanos tiene un papel fundamental que ya aparece, por ejemplo, en Rom. 5,14 y sigs. La unión y dependencia de unos hombres y otros hace que lo que a unos ocurre, también a otros les afecte. No porque voluntariamente se haga una opción de dejarse afectar, sino por la unión ontológica entre los seres humanos. Lo cual no es un rasgo de una mentalidad primitiva, sino un haberse dado cuenta de la íntima relación de unas personas y otras.

Este rasgo se hace más claro en lo relativo a la cabeza de la humanidad, Adán, que no ha de entenderse tanto como persona individual, sino como representante simbólico de los demás hombres. El primer ser humano es comienzo y causa de los demás y de su determinada condición humana. Sus características son universales y previas a las opciones individuales que los seres humanos hagan.

Esto supuesto, Pablo dice que Cristo es para los hombres lo mismo, y más aún, que lo que fuera Adán. Esta afirmación implica que, en nuestro caso, el futuro destino glorioso de los hombres en Cristo es tan cierto como la participación en la humanidad adamítica. La frase, un tanto compleja de que el segundo Adán, Jesucristo es «espíritu que da vida» no debería comprenderse en el vulgar sentido «espiritual» sino, conforme a la antropología/cristología paulina, como la persona total de Cristo como manifestación, revelación y realización del plan divino hada nosotros en la línea de hacernos posible una vida total, sin fronteras ni limitaciones.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1995, 14