COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
1 S 26, 02. 07-09. 12-13. 22-23

1.

Este capítulo -que debiéramos leerlo íntegro, aunque nos cueste tres minutos más nuestra celebración de la palabra- nos presenta el último encuentro de David con Saúl. Las relaciones entre estos dos ilustres personajes se nos descubre a los largo de 1 Sam. 16-2 Sam. 1. David, ungido rey por Samuel, entra al servicio de Saúl; su triunfo sobre el gigante Goliat y su éxito en todas las incursiones militares que se le encomiendan, provocan la celotipia y envidia de Saúl, que intentará quitárselo de enmedio.

Acusado por su rey, David huye de la corte llevando una vida errante y refugiándose entre los filisteos, quienes le dispensarán de salir a la lucha contra Saúl. Enterado de la muerte de su rey, David entonará un lamento o canto fúnebre.

A la luz de este contexto, en este capítulo nos encontramos con otro gesto de caballerosidad y de bien hacer de esta figura que casi roza la leyenda. Su recuerdo ha quedado consignado por este autor que recopila tradiciones diversas. Por eso no son raras las repeticiones a lo largo de este ciclo; concretamente, el cap. 26 guarda mucha semejanza con el cap. 24.

La gran talla humana de David nos atrae. El es el hombre polifacético: político, músico, etc, pero, sobre todo, él es el elegido fiel que sabe obrar según el querer de Dios. Como todo ser humano, tiene sus fallos, pero también sabe levantarse a tiempo. Como paralelo contrapunto, el autor nos pone al réprobo y mezquino Saúl, quien, instigado por los envidiosos que van siempre sembrando discordia, sale en persecución de David (vs. 1-3). Con estas aclaraciones, el texto es muy fácil de entender.

Sólo me fijaré en algunos detalles.

-Saúl está a merced de David (v. 7). Varias veces, Saúl intentó atravesar, con su lanza, a David contra la pared (cfr.18,11; 19, 9 s; 20, 23). Este, pudiendo ahora matarlo con la misma lanza, no lo hace. El atentado no puede fallar (v. 8), pero David devuelve bien por mal (vs. 9-11; cfr. 24, 7-8a).

-Saúl, a pesar de sus tres mil soldados (v. 2), se halla desatendido. Esto es demasiado inverosímil, por eso el v. 12 hace caer sobre ellos un letargo enviado por el Señor. El autor juega con la ironía: el que no es custodiado por sus amigos, debe ser protegido por el enemigo (vs. 13-16).

-David apela al tribunal del Señor. El dará a cada uno según sus acciones. (vs. 22-23). Así, la venganza personal queda excluida.

Nadie puede demandar la sangre de su hermano, aunque sea culpable (Gn. 4), "al hombre le pedirá cuentas de la vida de su hermano", dice el Señor en Gn. 9, 5. Y nuestras actitudes, ¿son tan elegantes y caballerosas como las de David? ¡Y eso que nos llamamos cristianos! ¿De verdad?.

DABAR 1977, 17


2.

El relato de David perdonando la vida a Saúl en 1 Sam 26 es muy semejante al de 1 Sam 24: en el primer caso, en el desierto de Zif, David se acerca al campamento donde dormía Saúl, le coge la lanza y desde lejos se la muestra para darle a entender que podía haberle asesinado impunemente; en el capítulo 24, Saúl entra en la cueva de Engadí donde se habían refugiado David y sus hombres y, sin que Saúl se dé cuenta, David le corta la orla del manto, que luego le muestra para que vea que lo habría podido matar. En ambas narraciones David proclama, contra los que le animan a liquidar al enemigo, que el Ungido del Señor es inviolable (creencia que, más adelante, será de gran utilidad para el propio David y sus sucesores), y también en ambos lugares el relato concluye con la profecía de Saúl de que David reinará. Son dos narraciones de un misma hecho del mismo modo que en 1 Sam se encuentran dos versiones de la institución de la monarquía, de la reprobación de Saúl por parte de Samuel, de la venida de David a la corte de Saúl, de la huida de David y de su refugio en Gat.

El gesto de perdón de David recuerda el tópico del bandolero generoso, que por razones de prestigio perdona a alguno entre los que mata o regala parte de lo que ha robado. ¡Qué contraste con el testamento de 1 Pe 2! Según este pasaje -probablemente de otro escritor-, David, en su lecho de muerte, aconseja a su hijo Salomón emprender una auténtica purga estaliniana, para eliminar a los mismos que antes había perdonado; Salomón cumplió fielmente el encargo "y el reino se consolidó en manos de Salomón" (1 Re 2, 46).

La importancia del perdón de David no es sólo psicológica -un rasgo de su noble personalidad- sino teológica: la figura sagrada de Ungido de Yahvé, y también la aproximación -todavía imperfecta- de la política de David a la manera de gobernar que tiene Dios, que es un rey misericordioso y compasivo, Dios de gracia y de perdón, que perdona incluso a los que no lo merecerían, según se reveló a Moisés en el Sinaí: "Concedo gracia a quien la concedo, y tengo misericordia de quien la tengo". (Ex 33,19, citado por Rm 9,15, que comenta: "En consecuencia, la cosa no está en que uno quiera o se afane, sino en que Dios tenga misericordia... Dios tiene misericordia de quien quiere y deja endurecerse a quien quiere"). Cf.el versículo responsorial: "El Señor es compasivo y misericordioso".

H. RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 4


3.

David ha abandonado la corte de Saúl y se ha convertido en jefe de banda. Al país le falta todavía unidad y el gobierno central es todavía demasiado débil como para tener a raya a esas tropas armadas de mercenarios que circulan por el país; tienden emboscadas a las tropas regulares, pero rehuyen los enfrentamientos en regla. Todos los países nuevos pasan por estas situaciones, y no es raro ver al poder central derribado un buen día por una u otra banda.

* * * *

En la psicología del jefe de banda se da frecuentemente un espíritu caballeresco que le sitúa muy por encima de la mentalidad de sus soldados, que con harta frecuencia no son más que viles oportunistas o repugnantes traidores (como Abisal, v. 8). Parece que esa característica no les pasó desapercibida a los biógrafos de David, puesto que dos tradiciones diferentes han recogido ejemplos de su grandeza de alma (1 Sam. 24; 1 Sam. 26).

En aquella época, perdonar a su enemigo no era necesariamente un gesto caritativo o un acto de perdón y podía significar simplemente que el héroe estaba tan seguro de su fuerza que podía permitirse dar la impresión de debilidad y de falta de organización. Pero David está ciertamente por encima de esa contingencia, puesto que el móvil de su perdón está en Dios (v. 9). Prepara así la motivación teológica que los cristianos imprimirán a su amor (Heb. 6, 27-36).

* * * *

¿Por qué la Biblia, que es la historia de la salvación, conserva estas anécdotas pertenecientes a la vida de caudillo cuyos sentimientos, cierta- mente caballerescos, están todavía lejos de ser verdadero perdón y amor? Es que Dios no está tan solo presente allí donde hay virtud cumplida y amor perfecto; se encuentra ya allí donde todavía no hay más que cimientos de amor y preámbulos de fe. La actitud del biógrafo de David es muy benévola; descubre en su héroe una actitud que Dios puede transfigurar y llevar a la perfección. Por eso ve en la actitud caballeresca de David un llamamiento al respeto de los demás en cuanto imágenes de Dios (v. 9). En este sentido, el acto de David pertenece realmente a la historia de la salvación porque Dios hará que camine hacia su cumplimiento.

La simpatía que el cronista antiguo siente por ese guerrillero que era entonces David coincide con la que en algunos medios se siente hacia guerrilleros modernos como Camilo Torres o Che Guevara. Las situaciones vividas por estos héroes son ciertamente ambiguas, ¿pero lo eran menos las que vivía David? Conservar las manos limpias, respetar a la persona, aunque sea la del enemigo, dar la vida por algo más grande que uno mismo cuando otros sufren a su alrededor, son acciones que bien pueden considerarse como auténticas cimentaciones del Reino, dignas de un respeto profundo. Es el precio que pagó David para merecer que pudiera elaborar algún día un esbozo del Reino de Dios. ¿No pueden aspirar un Torres o un Che Guevara a realizar esa misma misión, aun por encima de la muerte?

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 280 s.


4. /1S/26/02-25

Si las lecturas de los días pasados han hablado de la amistad y el amor (o los amores) de David, la de hoy nos presenta otra faceta de su perfil humano: la grandeza de ánimo, manifestada en el perdón y la renuncia a la venganza.

Dos narraciones presentan a David perdonando la vida a Saúl: la primera (c. 24) en una cueva del desierto de Engaddi; la segunda en el desierto de Zif. En la primera es Saúl quien entra en la cueva donde se habían escondido David y sus hombres; en la segunda es David quien, acompañado de Abisay, se infiltra en el campamento de Saúl. Fuera de estas diferencias, el esquema de las dos narraciones es el mismo: denuncian a Saúl que David se esconde en tal lugar del desierto de Judá; Saúl reúne tres mil hombres escogidos y va allá para atraparlo; en un momento de la persecución, sin saberlo, Saúl y sus soldados consiguen alcanzar a David y los suyos, y Saúl queda, indefenso, a merced de David. Los acompañantes de David creen que es la ocasión de poner término a la vida de quien implacablemente los persigue; David no se lo permite, porque, dice, no quiere poner la mano sobre el ungido de Yahvé; toma tan sólo una prenda -un trozo del manto de Saúl (c. 24) o su lanza (c. 26)- y después, desde una distancia prudente, le llama y le muestra la prenda que hace ver que podía haberlo matado. En ambos relatos dice David que es Yahvé quien le hará justicia, es decir, quien matará a Saúl; Saúl se emociona, llora y reconoce que ha obrado mal con David; por último, Saúl se va de allí en una dirección y David en otra. El paralelismo de ambos relatos es demasiado calcado para ser real. Seguramente se trata de un mismo hecho, transmitido según dos versiones, o bien fueron realmente dos hechos, en cuya narración uno sufre la influencia del otro.

La intención teológica se revela en la conclusión de ambos relatos. Como en tantos otros puntos de la historia de David, la providencia hace que las contrariedades se conviertan para David en factores de prosperidad. En este caso, el que había salido a matar a David acaba bendiciéndolo: «¡Bendito seas, David, hijo mío!» (26,25). En el primer relato la bendición es todavía más extensa, porque, después de decir «Que Yahvé te pague lo que conmigo has hecho hoy» (24,20), un redactor posterior añadió una profesión de fe en boca de Saúl sobre la realeza que Dios tiene ya concedida a David y, tal como había hecho Jonatán, pide humildemente a David que, cuando él, Saúl, haya muerto, no extermine a su familia, sino que la proteja, cosa que de hecho tendrá David la generosidad de hacer (24, 21-23- cf. 20,12-17.41-42; 23,15-18). Una vez más, como en la amistad y en el amor, los buenos sentimientos de David resultan a la larga la mejor política.

H. RAGUER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 674 s.


5.

Perseguido por Saúl, que teme que le arrebate el trono, David huye y organiza un grupo armado de unos cuatrocientos hombres (cf. 22,1-2) que se dedica a recorrer los territorios vecinos de Israel y lucha, según sus conveniencias, al servicio de los reyezuelos de aquellos territorios.

Saúl, cada vez que logra averiguar dónde se encuentra, sale a buscarle con intencin de eliminarle. Y. entre estas vicisitudes, el primer libro de Samuel presenta dos relatos muy parecidos (cap. 24 y 26) que narran dos oportunidades que tiene David para eliminar a Saúl y como David le perdona la vida en ambas.

En el fragmento abreviado que figura en el leccionario (el capítulo entero tiene tonos más dramáticos), lo que destaca sobre todo es la compasión y el perdón de David, en contraste con la voluntad de Saúl de hacerle la vida imposible y matarle. Hay que subrayar, no obstante, que este perdón y esta compasión no son el puro amor a los enemigos del que hablará Jesús en el evangelio de hoy, sino que incluye el temor a tocar al que el Señor ha ungido: en Saúl, a pesar de todo, se da una especialísima presencia del Señor, y por eso sería gravísimo atentar contra él.

MISA DOMINICAL 1995, 3