REFLEXIONES

1.MONICION/ENTRADA.

Nos hemos reunido en el templo. Y lo estamos haciendo en silencio y con recogimiento para expresar el respeto que nos merece la presencia de Dios aquí. Sin embargo, hermanos, el verdadero templo de Dios somos nosotros: "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?" El Señor está en nosotros y con nosotros, que nos hemos reunido en su nombre para celebrar el memorial de su muerte y resurrección. Por eso, esta celebración debe ser expresión del respeto y amor que nos debemos los unos a los otros. Y de otra parte, la eucaristía debe ser el punto de arranque para llevar al mundo el calor y el testimonio del amor cristiano, amor que debe llegar incluso al enemigo.

EUCARISTÍA 1987/10


2. GRATUIDAD/A:

En una sociedad utilitarista y de mercaderes, como es la nuestra, las cosas sólo parecen tener sentido si responden satisfactoriamente a preguntas como "¿qué saco yo con esto?" o "¿para qué sirve esto?" Lo gratuito es difícilmente comprendido.

La amistad, el juego, la fiesta, Dios, e incluso el amor, se pretende que respondan a esta especie de cuestionario obligatorio. Si no tuviesen respuesta, habría que modificar esa vivencia hasta lograrla. Sólo se legitima la existencia de lo útil o lo provechoso. Las cosas gratuitas se identifican a las que no tienen sentido, a lo absurdo. Y sentido tiene hoy lo que sirve para mi mejora material.

El calificativo "amigo", por ejemplo, ha venido a significar cualquier relación, por superficial que sea, con tal que exista la posibilidad de necesitar la ayuda de esa persona. Ya no tiene lugar aquello de "compañero y, sin embargo, amigo". La amistad se convierte en agarradero para subir en la vida. El buen "trepa" debe tener amigos que, con sus recomendaciones y enchufes, faciliten su labor escaladora. Asimismo, la fiesta se convierte en mera vacación o en motivo de atracción turística. El amor sirve para tener hijos o satisfacciones de diverso tipo. El deporte se convierte en trabajo (¿Hay algo más contradictorio que hablar de un "deportista profesional"?). Todo debe servir para algo. Y no es que a las realidades antes citadas no se les pueda encontrar una finalidad pero lo cierto es que no se definen por ello, no son instrumentales.

Sin embargo, sin comprender lo gratuito, lo que no lleva consigo una contraprestación, es imposible entender mínimamente lo que puede significar el amor que Dios nos tiene o el que se nos pide que tengamos a los demás, incluso a los enemigos. Con el amor o con Dios no se comercia, ni siquiera honradamente, como hacían los fariseos. Dios y su actuar son gracia. Múltiples los pasajes del A.T. en los que se expresa la idea de que el amor que Dios tiene a su pueblo es absolutamente inmerecido.

Otra característica que tiene el amor es la de ser impagable. Se espera y se desea que al amor se responda con amor. Pero el amor, ni siquiera con amor se paga. Ni devolvemos amor, ni amamos para que nos lo devuelvan. Es algo bien distinto al trabajo de unas relaciones públicas. No es mandar regalos a los clientes para conservarlos y sacarles provecho comercial.

El Espíritu de Jesús nos llama, no sólo a emplear ningún tipo de violencia contra el hermano, sino a perdonarlo e, incluso, a no defendernos vio- lentamente ante su injustificado ataque y, lo que es más, a amar a los enemigos. La justicia humana queda así superada al introducirse en uno de los platillos de la balanza que la significa el peso del amor.

Y el motivo creyente de todo ello no es la utilidad personal o social que esta actitud pueda reportar o lo que pueda tener de táctica para, finalmente, vencer al otro. Lo decisivo es una experiencia de Dios en la que se le contempla como el ser gratuito, el que se da sin pedir nada a cambio. Así nace el sol sobre buenos y malos y el Hijo de Dios muere por sus enemigos descartando castigos y represalias. El emblema de la Inquisición decía: "Levántate, Señor, y defiende tu causa". No fuimos capaces de entender que "su causa" es la causa de los pobres. Los cruzados gritaban sin fundamento: "¡Dios lo quiere!". En guerras bien modernas hemos oído lo de "Dios está de nuestra parte". Pero Dios siempre estará de parte del hombre y no contra él. Pretender lo contrario es negar su palabra.

Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto quiere decir, en versión de Lucas, sed misericordiosos como lo es vuestro Padre. La palabra misericordia significa en labios de Jesús amor gratuito, a fondo perdido. Una verdadera paz no será posible si el desarme no es tan profundo que llegue al corazón del hombre. Los fusiles no se disparan solos ni los dedos o las lenguas se mueven solos.

Un breve poema de Lichtwew es ilustrativo en este tema. Un rey tenía tres hijos y, entre todas sus posesiones, lo más valioso era un brillante sin par. Perplejo a la hora de repartir sus bienes, reservó el diamante para aquel que cumpliera la hazaña más valerosa. El mayor dio muerte al dragón más peligroso y célebre del país. El segundo mató a diez hombres con una minúscula daga. El tercero partió una noche y, al amanecer, volvió y habló así a su padre: He encontrado a mi mayor enemigo durmiendo al borde del acantilado y lo he dejado seguir durmiendo. Y el rey entregó el diamante a su hijo menor.

No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien (/Rm/12/21)

EUCARISTÍA 1990/24


3.ENEMIGO/QUIEN-ES:AMOR AL ENEMIGO.

Dado que he de amar a los enemigos, tengo también el deber de saber quiénes son mis enemigos. Intentemos, pues, enumerar algunas categorías de enemigos.

-El otro/ENEMIGO. O sea, el diferente. Diferente totalmente de mí. El que no tiene mis gustos, mis ideas, no comparte mis puntos de vista, mis esquemas. Aquel con quien me resulta imposible un entendimiento pasable. No nos podemos "aguantar" (sin que haya mala voluntad). Entre nosotros se da incompatibilidad de carácter, de mentalidad, de temperamento. Nuestra cercanía es fuente de continuas incomprensiones y sufrimientos. -El adversario. El que esta siempre en contra mía, en postura hostil de desafío. En cualquier discusión, siempre se me pone en contra. Todo lo que hago, lo que propongo, encuentra infaliblemente su crítica inexorable y terca. Su tarea específica es la de contradecir todas mis iniciativas, mis ideas. No me perdona nada. No me deja pasar una. Es un muro compacto de hostilidad preconcebida.

-El pelmazo. Es la persona que tiene el poder de irritarme hasta la exasperación. El que se divierte haciéndome perder el tiempo. El que se mete en medio en el momento menos oportuno y por los motivos más fútiles. Pedante, pesado, entrometido, curioso, petulante, indiscreto. Me obliga a escuchar peroratas interminables y confusas. Me embiste con un torrente de palabrería para contarme una bobada que me sé de memoria. Me cuenta sus minúsculas penas que dramatiza hasta convertirlas en tragedias de proporciones cósmicas. No tiene el más mínimo respeto a mi tiempo, a mis obligaciones, a mi cansancio. Es más, encuentra una especie de gusto sádico en tenerme prisionero en la viscosa tela de araña de sus tonterías.

-El astuto. Es el individuo desleal, especialista en bromas pesadas, de doble juego por vocación. Me arranca una confidencia para ir inmediatamente a "venderla" a quien tiene un interés por ella. El individuo que se me muestra afable, benévolo, cordial, sonriente, y después me da una puñalada por la espalda. Me dice una cosa, piensa otra y hace una tercera. Me alaba de una manera exagerada. Pero después, en mi ausencia, me destruye con la crítica más feroz. En suma, el clásico tipo de quien uno no se puede fiar. Astuto, solapado, falaz, calculador, acostumbrado a tener el pie en veinte espuelas a la vez... -El perseguidor. El que, intencionadamente, me hace mal. Con la calumnia, la maledicencia, la insinuación molesta, la celotipia más desenfrenada. El que goza humillándome. El que no me deja en paz con su malignidad.

Ahora bien, ¿cómo debo comportarme con estos enemigos (o algunos otros?). Lo primero, hace falta localizarlos, reconocerlos. Lúcidamente. Honesta- mente. Sólo marcando exactamente el campo enemigo, señalo al mismo tiempo el campo de mi amor. En efecto, el amor cristiano debe internarse también hasta territorio enemigo. No puede quedar parado en el "próximo".

Además no aceptar esta situación de enemistad como definitiva. No cristalizarla. Es más, comprometerse a hacerla evolucionar, a removerla, encaminándola en otra dirección. Rechazo considerar esta situación como inmutable. Por eso estoy dispuesto a pagar personalmente para darle la vuelta y transformarla en una situación de amor y amistad. Y si, en ciertos casos, me siento atrapado por un sentimiento de desánimo, porque la empresa me parece desesperada, entonces miro a la cruz. Y caigo en la cuenta de que, a través de la cruz de Cristo, entró en el mundo una posibilidad infinita de reconciliación. También mi enemigo es uno de aquellos por los que murió Cristo.

En un film apareció este aviso en la última secuencia. "A trescientos metros de distancia el enemigo es un blanco. A tres metros es un hombre".

Nosotros podemos completarlo de esta manera: cerca de la cruz, el enemigo es un hermano de sangre (la sangre de Cristo).

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO A
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1986.Pág. 133


4.AMOR.

Sólo la fuerza del amor es capaz de tranformar el mundo. Esta es una verdad en la que los cristianos creemos firmemente; pero, por alguna extraña razón, nos cuesta ponerla en práctica.

El día que seamos capaces de convertirnos sinceramente al Dios amor, daremos testimonio ante todos los hombres de que ni las armas de los militares, ni la violencia de los fuertes, ni el comadreo de los políticos, ni el dinero de los opulentos, van a dar respuesta a sus interrogantes e inquietudes.

Es cierto que del amor hablamos todos: todos estamos de acuerdo en señalar su conveniencia y su necesidad; todos lo alabamos, lo imploramos, lo pedimos y, al menos de boca, lo ofrecemos. Pero lo que nuestro mundo necesita es que lo practiquemos, que lo vivamos.

Dios es amor y nos llama al amor; si queremos ser discípulos suyos no tenemos otra alternativa: amar a Dios y amar al prójimo.

DABAR 1987/16


5. A/EGOISMO:

El amor debe liberarse de las comunidades naturales en las que se manifieta espontáneamente o en nombre de leyes sociológicas y psicológicas y adquirir las dimensiones de toda la humanidad, comprendido el enemigo y el adversario. Cristo libera, pues, la práctica del amor de toda unión con el espacio sagrado de la nación, con la sangre sagrada de la familia. El amor lleva en él mismo su propia sacralización, no tiene por qué sacar de los valores sagrados preestablecidos lo que puede ser por él mismo.

Dios no está en la familia, ni en la raza, ni en la nación; está únicamente en el acto de amar (/Mt/05/48; /Lc/06/36). Es lo que dice el evangelio hablando de "imitación de Dios" en el mismo acto de amar, por encima de las comunidades naturales y sagradas en las que vivimos. Es el mismo acto de amar el que se constituye en acceso y camino para Dios y no la calidad sagrada del objeto amado.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 286


6.

Sería un error centrar la homilía en la oposición entre el Antiguo Testamento/Nuevo Testamento. Aparte de no ser interesante para los oyentes, fácilmente se caen en simplificaciones erróneas (¡lo que se afirma hoy en la 1. lectura es fundamentalmente coincidente con lo que se dice en el evangelio!) Tampoco parece un lenguaje comunicativo el que algunas veces usamos hablando de la "moral del mundo" en oposición a la "moral del cristiano" (oposición que tampoco es fiel a lo que dice Jesús: no critica en este texto a la "otra" moral sino que quiere que sus discípulos capten "otro" talante moral: el de ponerse en comunión con el Padre).

Lo que probablemente sea más comunicativo e incisivo es proponer una dialéctica entre lo que "espontáneamente" nos sale de hacer -y de convertir de algún modo en nuestro talante moral- y el "plus", el "más", que representa saltar a un nivel distinto (porque es el Dios Padre, el que nos revela y realiza Jesús de Nazaret). Este es el nivel "cristiano", irreducible a ninguna serie de normas codificables (lo que dice el texto evangélico en el primer párrafo de la lectura de hoy es un claro ejemplo de esto: no son normas, pero tampoco son palabras al viento porque son propuestas para alcanzar -cuando el salto nos sea posible- un nivel, un talante moral distinto).

Quizá la segunda parte del texto de hoy sea especialmente claro para esta línea de predicación: el amor reducido a los "nuestros" y el amor que se abre a los "otros" (o, dicho de otro modo, el círculo de los "amigos y el magma de los "enemigos"... que hoy, especialmente en ambientes urbanos, es muchas veces el de los "desconocidos"). Con una posible llamada de atención: el amor a los "nuestros" (familia, amigos, etc.) sólo rompe y supera sus elementos de egoísmo que es amar a los otros no como "a nosotros mismos" sino como parte de nosotros, por lo que tienen de "mío"... si estamos abiertos y practicamos el amor a los "otros", a los que no son "nuestros", el amor arriesgado y difícil que practica el Padre.

Sea como sea, la homilía de hoy debe pronto ir a concluir en lo que es lo más original y fundamental de la enseñanza de Jesús (y está ya insinuado en la 1. lectura: "Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo"). Se trata de dejar claro que lo que nos propone Jesucristo es un intento de vivir a imagen y semejanza de Dios Padre ("así seréis de vuestro Padre que está en el cielo", "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto"). Y que ello no se alcanza con un intento de ser perfectos en el cumplimiento de muchas normas, sino a través de la comunión de talante con su amor.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1987/04


7.

VISIÓN GLOBAL

1. Hemos escuchado el principio fundamental en el que la Ley basaba el comportamiento de los israelitas: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". La misma medida que hemos encontrado en el evangelio: "Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo. Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". También san Pablo recordaba a los corintios (y nos recuerda a nosotros) que somos templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en nosotros.

2. No debe extrañarnos que Jesús coloque muy arriba el listón. La ley del talión no era en ella misma una ley "bárbara", sino una norma "civilizada", que ponía coto al afán desmesurado de venganza que todos llevamos en nuestro interior y que expresa claramente el canto de Lamec ("Caín será vengado siete veces, pero Lamec, setenta y siete: cf. Gn 4,24). La reparación debe ser proporcional a la ofensa y no puede llevarse más allá: ojo por ojo, diente por diente, sí; pero no más. En cambio, el discípulo de Jesús no puede contentarse con este rasero: "Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia; a quien te pide, dale...". El discípulo de Jesús debe arrancar de su corazón el sentimiento de venganza y debe estar dispuesto a hacer más de lo que está estrictamente obligado: presentar la otra mejilla, dejarse cortar la capa, no esquivar a los que piden.

3. El discípulo debe llegar, incluso, a amar a los enemigos. Es decir, no debe tener enemigos, como no los tiene el Padre celestial. Jesús lleva la Ley a su perfección: el "prójimo" que debemos amar son todos los hombres, sin excepción. Jesús nos da ejemplo de lo que predica: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc23,31). Y el primer mártir, Esteban, murió orando: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado!" (Hch 7,60).

4. Ante este ideal de vida, reaccionamos como los discípulos en una ocasión: "Quedaron impresionados: Así, pues, ¿quién podrá salvarse?, dijeron. Jesús se les quedó mirando y les dijo: Para los hombres es imposible, pero Dios lo puede todo" (Mt 19,25-26). El es capaz de arrancarnos nuestro corazón de piedra y darnos uno de carne (Ez 36,20). Medimos demasiado según nuestros raseros. Contamos demasiado con nuestras posibilidades. Dejemos que el Espíritu Santo mueva nuestros corazones y guíe nuestro comportamiento: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" (2. Iect.).

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1993/03