COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Lv 13, 1-02.44-46

 

1.

Contexto: -Capítulo encuadrado dentro del Código de Pureza Ritual (caps. 11-15). El hombre se preocupa del prójimo diagnosticando y previniendo contagios para defensa de la comunidad religiosa.

-El Evangelio de hoy habla de la curación de un leproso. Este debe de ser el motivo de poner estos versículos como primera lectura de hoy, pero la elección no es muy afortunada, ya que Lv. 13 no trata de la lepra, sino de enfermedades de la piel (los antiguos conocían la enfermedad de Hansen, pero los síntomas descritos en los vs. 2-44 no se refieren a ella).

Texto: -Las cláusulas condicionales introducen los síntomas de la enfermedad. Se ignoran las causas del mal, y para diagnosticar el sacerdote se fija en los síntomas externos y en su repetición.

Oficio del sacerdote no es poner los remedios médicos oportunos, sino pronunciar el veredicto sobre lo puro y lo impuro y, en consecuencia, aplicar las medidas cúlticas oportunas: aislamiento o incomunicación total.

-Todas las medidas tomadas por los sacerdotes tenían una finalidad de tipo higiénico: evitar el contagio; pero la finalidad más importante era de tipo cúltico, ya que las afecciones descritas deforman la presencia externa del hombre. La no integridad física los hacía incompetentes para el culto. La persona declarada impura (vs. 45 ss.) era alejada de la comunidad. El pueblo, propiedad de Dios, es santo y la impureza atenta contra esa santidad (cfr. 11, 44ss). Andará harapiento y despeinado (signos clásicos de luto), con la cara embozada (¿para no ser reconocido por los misteriosos poderes que revolotean a su alrededor?, cfr. Ez. 24, 17-22). El grito de "impuro" sirve de aviso para que los otros miembros de la comunidad no se le acerquen. Vivirá solo hasta que sea declarado puro por el sacerdote.

Reflexiones: -El cristiano no puede entender este texto. Y el cristiano tampoco podía entender aquellos cánones del antiguo Código de Derecho Canónico -en uso hasta hace muy pocos días- que hablaban de los defectos corporales que inhabilitaban para ser ministros del culto. Con estas perspectivas no resulta chocante que un ilustre profesor de esa materia escribiera al final de su Código: "Iesus autem tacebat.".

-Estos versículos del Levítico debemos leerlos siempre a la luz del Evangelio cuando nos dice que no es lo que viene de fuera lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca y del corazón (Mt. 15, 10-20): "...porque del corazón salen las malas ideas: los homicidios, los adulterios, inmoralidades, robos, testimonios falsos, calumnias. Eso es lo que mancha al hombre; comer sin lavarse las manos, no". Y en la Iglesia, ¿qué es lo que contamina al cristiano? Ustedes lo dirán.

DABAR 1988/15


2. LEPRA/MARGINACION

En los capítulos 13 y 14 del Levítico tenemos codificado lo referente a la "impureza" ocasionada por la lepra. En todas las religiones primitivas se abordan temas semejantes acerca de la pureza e impureza y se legisla abundantemente sobre este particular. La legislación bíblica sobre lo puro y lo impuro toma muchos rasgos del mundo circundante y no está exenta de algunos tabúes ancestrales. Notemos, en primer lugar, que los conceptos de "puro" e "impuro" se definen en relación al culto y, de suyo, no tienen nada que ver con la virtud moral de la pureza y con el vicio opuesto de la lujuria. Se llamaba puro a cuanto se declaraba conveniente a la santidad de Dios y al culto divino y, por extensión, al templo, a los sacerdotes y a toda la comunidad cultual; el resto se declaraba impuro y debía mantenerse alejado de lo puro por inconveniente e incompatible. Con frecuencia se consideraba impuro lo que constituía un peligro para la salud pública, p. e. la lepra; pero, sobre todo, lo que podría ser vehículo de contaminación religiosa con los cultos idolátricos. De esta manera, la legislación sobre la pureza cultual, a la vez que recordaba constantemente a los fieles que Yavé es el enteramente otro, funcionaba como un sistema de defensa para la salud espiritual y corporal de la comunidad santa, del pueblo elegido y separado por Yavé para su servicio. Cuantos habían incurrido en impureza bien sea por contacto físico con lo impuro, o por otras causas, debían someterse a unos ritos de purificación antes de integrarse a la comunidad santa y participar en el culto.

Mas tarde, los profetas hablarían de la pureza de corazón aludiendo a un comportamiento moral por encima del simple comportamiento ritual, pues lo que desea Yavé no son sacrificios y holocaustos, sino que corra la justicia como un río (Am 5, 21-24; Is 1, 11-20; Jer 7, 21-23, etc). Jesús, que enseñó que el amor es la plenitud de la ley, criticaría duramente el comportamiento de sacerdotes y levitas, más atentos a la pureza cultual que a las necesidades del prójimo (recuérdese, por ejemplo, la parábola del buen samaritano). La lepra de la que habla el Levítico comprende muchas más enfermedades aparte de la que hoy denominados con esta palabra.

No sólo es lepra en sentido bíblico cualquier enfermedad de la piel, sino incluso el deterioro que padecen los vestidos y hasta los muros de las casas. Y en principio, cualquier enfermedad que se manifestaba ostensiblemente en el cuerpo constituía una impureza que incapacitaba legalmente a los pacientes para tomar parte legalmente en el culto. Los sacerdotes no trataban terapéuticamente la lepra y se limitaban a declarar impuros a los leprosos, así como a purificarlos ritualmente en el caso de una supuesta curación (14, 31).

Los leprosos tenían que habitar fuera de las ciudades y vivir al margen de la comunidad, llevaban barba tapada y se vestían de andrajos, avisaban de su presencia a cuantos sanos y "puros" se les acercaban... Estas medidas eran necesarias para evitar que la comunidad santa o "pura" se contaminase de impureza y se hiciera inhábil para el culto.

La marginación de los leprosos y su reintegración, una vez curados, a la comunidad, constituía un proceso semejante al que ya en Israel, más tarde en la iglesia, se sometía a los penitentes. Aunque una cosa es la enfermedad y la impureza cultual y otra distinta el pecado y la impureza del corazón, se veía entre ambas realidades una cierta conexión. No sólo se creía que las enfermedades eran con frecuencia una secuela del pecado, sino que la misma enfermedad se interpretaba como un mal objetivo en tanto se oponía al poder vivificante del Dios de Israel. Por eso se anunciaba como una de las grandes señales mesiánicas la curación de los leprosos, que debía ser la señal de una purificación del corazón.

EUCARISTÍA 1988/09


3.

El capítulo 13 del Levítico es una minuciosa descripción de diversos síntomas y enfermedades que se conocían bajo el nombre de "lepra" pero que no eran la lepra que nosotros conocemos con este nombre, sino muchos otros tipos de enfermedades de la piel, algunas benignas, otras mortales. Vale la pena leerse el capítulo entero para ver cuán duro debía ser encontrarse con cualquier enfermedad en unas épocas en que se desconocía casi todo de la ciencia de la medicina y se vivía bajo el temor del contagio de cualquier cosa que pudiera parecer peligrosa.

Todas estas enfermedades que podían ser consideradas "lepra" o que hacían temer que terminaran siéndolo, eran consideradas impurezas rituales, de modo que los que las padecían debían quedar al margen de la vida social (es durísimo: ni se menciona en ningún momento cómo se alimentaban estos marginados), para no contaminar ritualmente a los demás. Y con el fin, también (aunque el texto no lo dice, pero ya se entrevé que es el miedo latente), de evitar todo peligro de contagio.

Una observación: se ha añadido por error un versículo que no tendría que figurar, el 44. Es el fragmento que va desde "Se trata de..." hasta "...en la cabeza". Sería mejor suprimirlo.

El salmo (31) habla del pecado y el perdón. La lepra y su curaci6n por Jesús ha sido tomada tradicionalmente como una imagen del pecado y su perdón. Pero en el momento actual no tendríamos que limitarnos a este tipo de aplicaciones: es importante resaltar que Jesús se acerca a enfermos y marginados reales, físicos. Y además, puede resultar un tanto ofensivo para los leprosos actuales, si no se explica bien, este tipo de aplicación.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/03)