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COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Si 15, 16-21

 

1. MAL/ORIGEN.

A modo de prólogo. El origen del mal y del pecado, tanto a nivel individual como colectivo, es un problema agudo que ha roído la mente humana en todas las etapas de su historia. De él se hacen eco tanto los relatos mitológicos más antiguos, vg. los babilónicos, como la literatura más actual. Problema muy humano y, por lo tanto, muy actual.

Y han sido los sabios, los filósofos, los que más se han preocupado por el tema. Sabio es el autor de Gn. 2-3, y sabio es Ben Sirah; pero el enfoque de uno y otro libro es muy diverso: mientras el primero se fija de forma especial en el origen del mal colectivo, Ben Sirah habla del individual.

Una advertencia: es necesario leer íntegra esta unidad literaria (Si/15/11-20) y no recortada como hace la liturgia.

Texto. La vida humana se asemeja a las películas del Oeste americano, en las que aparecen los buenos y los malos. La gran tentación humana ha consistido siempre en no querer cargar con la maldad que cometemos y echar las culpas a los demás. Adán se las carga a "esa mujer que tú me diste", y Eva, a la serpiente. El discípulo de Ben Sirah objeta: "...Mi pecado viene de Dios...", "...El me ha extraviado..." (vs. 11-12); pero el maestro responde tajante: no digas eso (vs.11-12), Dios "no mandó pecar al hombre" (v.20). El pecado humano es siempre fruto del libre albedrío, de su propia elección (v.14). El Señor es inocente, no saca ninguna utilidad engañando; más aún, odia toda maldad tanto de palabra como de obra. Y como música de fondo de este film suenan las palabras que pronunció el Creador al contemplar sus obras en Gn.1: "y vio Dios que era muy bueno".

Sólo el hombre, haciendo mal uso de su libertad, es responsable del mal de esta película (v.14). E. Fromm nos recuerda que el hombre es el único ser de la creación que puede decir "si" al bien, a la vida y, en consecuencia, llevar una auténtica existencia humana: pero es también el único ser que puede decir "no" al bien (cfr. v.17) y degradarse como los animales salvajes. A través de su libertad el hombre puede realizarse o degradarse. A veces podrá escoger entre dos bienes, pero otras veces deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es muerte. Y esta libertad no está exenta de responsabilidad: Dios está siempre atento a la elección humana (vs. 18 ss).

-Reflexiones. Y los hombres del siglo XX continuamos echando la culpa de los males a los demás, nos parecemos al discípulo de Ben Sirah. Los países occidentales se las echamos a los del Este, los blancos a los negros, los empresarios a los obreros..., y viceversa. ¿No es hora de que nos paremos a reflexionar y cargar con el mal que nos corresponda? ¡Ya va siendo hora! Toda la vida humana es un dilema: debemos escoger entre el bien-vida o el mal-muerte (cfr./Dt/30/15ss.). Elegimos la muerte si nos comportamos "como seres humanos separados, aislados, egoístas, incapaces de superar la separación con la unión amorosa". En la libertad el hombre se realiza, pero debe "gozar de una libertad no arbitraria sino que ofrezca la posibilidad de ser uno mismo, y no un atado de ambiciones, sino una estructura delicadamente equilibrada que en todo momento se enfrente a la alternativa de desarrollarse o caer, vivir o morir" (E.Fromm: "¿Tener o ser?", México, 1979, pp.122 y 163).

A. GIL MODREGO
DABAR 1987/15


2. P/LIBERTAD.

Esta enseñanza deja bien claro que el mal no procede de Dios, sino que tiene su causa en la libertad del hombre únicamente.

Dios no quiere jamás el mal. Si éste se da, lo castiga. Ante el hombre siempre está la posibilidad de la vida o la muerte (pecado). El hombre, si quiere, puede optar por la primera, pero, si elige el pecado, la responsabilidad es sólo suya.

Libertad y responsabilidad del hombre. Santiago en su carta (St/01/13) recordará la primera fase del presente discurso. Ya en Dt/30/15-20, Moisés decía a su pueblo: "Ante ti están la muerte y la vida; tú escogerás".

A veces, la Biblia parece decir que Dios impulsa al hombre a pecar para después castigarlo (cf. Ex/10/27; 2S/24/01); sin embargo, no hay duda de que el hombre es libre. Los israelitas estaban tan convencidos de que nada se hace sin Dios, que les costaba explicarse cómo un hombre puede pecar sin que ésa sea la voluntad de Dios. Pero, aunque les falten las palabras para explicarlo, consideraban siempre al hombre responsable de sus actos.

EUCARISTÍA 1990/08


3. MDTS/QUE-SON:

Mandato, mandamiento, precepto, obligación son palabras que nuestra sensibilidad, consciente o inconsciente, acusa como motivo de un cierto malestar. Nos molesta lo impuesto, aunque sea de Dios. Nos hemos educado en una "falsa conciencia" que dio por resultado el "aceptar" que lo molesto, lo duro y hasta lo imposible era signo de una "perfección, por otro lado también, casi imposible o reservada para los "santos".

Este hecho tiene su explicación y hemos de ser sinceros y escudriñar nuestro interior. La queja, tantas veces oída, de que los mandamientos de Dios eran negativos más que positivos es consecuencia de una visión incompleta y muy tosca del pensamiento bíblico. Escritor famoso hubo entre nosotros que dijo: "El Padrenuestro está muy bien escrito... los mandamientos no tanto".

¿Qué es el mandamiento, los mandamientos, en el pensamiento bíblico? ¿Cómo puede haber el gran "mandamiento" del amor? En esta lectura podemos encontrar el sentido del mandato y la superación de perspectivas cortas y hasta inexactas.

Para el pueblo de Israel, como más tarde para el pueblo cristiano, el mandamiento no tiene el sentido de "ley" de la mentalidad moderna. El mandamiento es una propuesta de libertad, aunque nos parezca paradójico. El Dios de la Alianza establece unos mandamientos que son cuestión de vida o muerte.

El cumplirlos es vivir, el olvidarlos es morir. Y el hombre tiene libertad para elegir entre la vida o la muerte. El mandamiento es el camino de la salvación. Y la salvación no se impone. Es convocatoria positiva.

Solamente una seria reflexión sobre el pensamiento bíblico nos revela el profundo amor del mandamiento como liberación de los peligros, de la muerte. Los mandamientos son el sendero para la realización de nuestro "mejor yo", de nuestro mejor "nosotros".

Descubrir en el mandamiento la vida, la auténtica vida, nuestra mejor vida, es entrar en el ámbito de la fe que es situar nuestra vida donde realmente está: ante Dios. Y ante Dios sólo hay una salida: la salvación. Pero todo esto "si quieres".

CARLOS CASTRO


4.

La enérgica afirmación de la libertad del hombre y de su posibilidad de libre determinación son el telón de fondo de estas sentencias. El hombre tiene ante sí dos vías: "ante ti están puestos fuego y agua... muerte y vida", el camino de la sabiduría o del pecado. El Eclesiástico afirma que escoger entre uno y otro y seguirlo es cuestión solamente de la decisión personal de cada uno: "echa mano a lo que quieras... le darán lo que él escoja". El Señor, después de crear al hombre, "lo ha dejado en manos de su decisión" (cfr. versículo 14) y desde entonces se mantiene al margen de las decisiones humanas y observando lo que cada uno hace. El no es en modo alguno la causa del mal o del pecado del hombre ("no mandó pecar al hombre").

Ciertamente, este Dios que nos presenta el sabio no se identifica totalmente con el que se ha manifestado en Jesucristo: el Dios-Padre que fue el primero en amar al hombre, entregándosele El mismo para que el hombre sea capaz de responder a su amor. Esto no sigue la lógica de los sabios del Antiguo Testamento.

J. ROCA
MISA DOMINICAL 1981/04


5.

- "Si quieres, guardarás sus mandatos": El contexto de esta primera lectura viene centrado en la reafirmaci6n de la libertad del hombre a la hora de elegir él mismo el camino de la sabiduría o el camino del pecado. El bien y el mal aparecen ante el hombre para que éste realice su opción.

- "Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo": Al lado de la afirmaci6n sobre la libertad del hombre encontramos la afirmación del poder de Dios. Un poder, pero, que no incapacita en absoluto al hombre para ejercer su libertad. El mal y el pecado no proceden de Dios, sino de la libre elecci6n del hombre. No hay lugar para una concepci6n fatalista de los acontecimientos.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1990/04


6. /Si/15/11-20

Hoy el Eclesiástico aborda el eterno problema humano de la responsabilidad del pecador y expone la forma en que a su juicio es posible resolverlo. Lo que no cabe es que el pecador haga responsable de sus pecados al Señor y le eche la culpa. El buen sentido dice que «el Señor aborrece la maldad y la blasfemia» (13). Por tanto, también han de aborrecerlas quienes lo temen. El responsable de sus culpas es el hombre, al que «el Señor creó y lo dejó en manos de su albedrío» (14). A partir de ese momento, es el hombre, y sólo él, quien debe escoger entre lo que tiene delante: agua y fuego, vida y muerte. Sin embargo, el Señor no lo pierde de vista, contempla qué hace y advierte quiénes lo temen y quiénes no, sin intervenir para nada en las decisiones humanas. La cosa parece clara y coherente, y está fundada en la experiencia personal de cada uno.

Sin embargo, ¿qué diría el Eclesiástico si nos oyera cantar el anuncio pascual "dichosa culpa, que nos ha merecido tan gran Redentor"? ¡Quién se lo hubiera dicho! Bien mirado, es posible que el AT no esté tan cerca del evangelio como suele creerse. Porque si la primera culpa puede recibir el calificativo de «dichosa», igualmente lo serán las de quienes hayan escogido el fuego y la muerte. Frente a la coherencia y la lógica del sabio, basadas en la experiencia, el amor de Dios (que ama antes que nadie le ame) parece ilógico e incongruente. También hoy es posible contemplar la vida de dos maneras: o desde la vieja coherencia y lógica de la razón humana, o desde el evangelio en cuanto buena noticia del amor de Dios. Lo que ocurre es que este amor de Dios no parece encontrar ninguna correspondencia luminosa en la experiencia de la vida. Vivir siempre como amado de Dios implica, al parecer, la renuncia a sentirlo. El Eclesiástico, el sabio resulta más humano, por eso juzga y condena. En cambio, el amor de Dios, que no juzga ni condena, puede parecer ahora una especie de locura. El hombre sigue teniendo ante sí dos maneras de vivir, aunque distintas de las de antes.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
 de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981
.Pág. 387 s.