COMENTARIOS AL SALMO 146


ALABAD AL SEÑOR QUE LA MÚSICA ES BUENA

Alabad al Señor, que la música es buena; 
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. 

El Señor reconstruye Jerusalén 
reúne a los deportados de Israel; 
él sana los corazones destrozados, 
venda sus heridas. 

Cuenta el número de las estrellas 
a cada una la llama por su nombre. 
Nuestro Señor es grande y poderoso, 
su sabiduría no tiene medida. 
El Señor sostiene a los humildes, 
humilla hasta el polvo a los malvados. 

Entonad la acción de gracias al Señor, 
tocad la cítara para nuestro Dios, 
que cubre el cielo de nubes, 
preparando la lluvia para la tierra; 
que hace brotar hierba en los montes, 
para los que sirven al hombre; 
que da su alimento al ganado, 
y a las crías de cuervo que graznan. 

No aprecia el vigor de los caballos, 
no estima los músculos del hombre: 
el Señor aprecia a sus fieles, 
que confían en su misericordia. 


1.

* Con este cántico, el Salterio se hace eco del sentimiento lírico y musical de toda la  humanidad. Que la música es buena quiere decir que resulta idónea para la alabanza  divina; el medio, quizá, expresivo y comunitario. Cristo mismo -en cuyo Nacimiento cantaron  los Ángeles (Lc 2: 13)- habló de la música en varias parábolas: la de los muchachos que  tocan la flauta en la plaza (Mt ll: 17), la del hijo pródigo, en cuya fiesta hay música y danza  para manifestar la alegría (Lc 15: 20). 

Este salmo -uno de los más hermosos y líricos del Salterio- supone un regalo para nuestra  oración de esta mañana que nos presenta el camino escogido por Jesús de continua  alabanza por las obras de su Padre y de fidelidad a su amor. No es de extrañar que el  Señor, evocando quizá este himno, dijera: 'Yo hago siempre lo que es grato a mi Padre' (Jn  8: 29).436  La glorificación perfecta y eterna de Dios en el Cielo será el gozo pleno de los Elegidos y  como una sonrisa de toda la creación.437 En la liturgia terrena este salmo de hoy expresa el  sentido de admiración amorosa que eleva el espíritu y lo pone a punto y en trance de  alabanza. Esa alabanza que la soberbia humana, durante la jornada de hoy, pretenderá  negarle. 

A este propósito añade Agustín:438 "Un salmo es ciertamente un cántico, pero no un  cántico cualquiera, sino acompañándolo con el salterio. Y cuando concluimos este cántico,  ¿cesa la alabanza divina? No; tu lengua alaba por un tiempo, tu vida debe alabar para  siempre." 

** La restauración de Israel, después del desastre del año 587 y la cautividad de  Babilonia, constituye una pálida imagen que anuncia una ulterior restauración -esta vez  mucho más hermosa- que el Padre realiza con la Iglesia por medio de Cristo. Ésta podría  ser la reconstrucción que consideraba Jesús cuando recitaba este salmo y en ella  podemos también meditar nosotros con É1.439 

*** Alrededor de la hora Sexta, debido a la fatiga acumulada a lo largo del camino, Jesús  está sentado sobre el pozo. Un gesto que vale por un discurso. Y para saciar la sed  propone a la samaritana 'un agua que será en ella una fuente que salte hasta la vida eterna'  (Jn 4: 14). E1 Espíritu que escapa del costado abierto de Cristo es la nueva fuente de vida  que nos lleva hasta el manantial de Dios Padre, 'Fons totíus Trinitatis'.440  Alabemos, pues, al Señor, Dios providente, que prepara la lluvia para los hombres  pecadores: el agua viva del Espíritu Santo, "pedagogo de la fe del Pueblo de Dios en su  Liturgia y artesano de las obras maestras de Dios, que son los Sacramentos.''441 Y  entonemos un canto de acción de gracias a Cristo, que nos ha conducido a la fuente de la  que sabemos «do tiene su manida».442 

....................

436 J.M. VERNET, Salmos para vivir, en Dossiers CPL, 22 Barcelona, 1990 p 51 ss  437 LITURGIA HORARUM, Himno 'O lux', II Vísp, Dom II y IV: 'Te nostra supplex gloria per cuncta laudet  sacula.' (Que esta súplica sea una incesante alabanza de tu gloria) (F. AROCENA, Los himnos de la Liturgia de  las Horas, Madrid, 1992 p 73). La expresión supplex gloria resulta especialmente concisa y densa y sirve para  calificar la alabanza con la que celebramos la majestad de la Trinidad beatísima. En el cielo sólo reinará la  glorificación perfecta mientras -sobre la tierra-, como canta este himno, supplex gloria. 

418 S AGUSTIN, Enarraciones in psalmos, 146 1 

439 P. GUICHOU, Les psaumes commentés par la Bible, III, París, 1958, p. 219. 

440 A. APARICIO - J.C. REY, Los salmos, oración de la comunidad, Madrid, 1991. p. 466.

441 PROYECTO DE CATECISMO PARA LA IGLESIA UNIVERSAL, Texto provisional, Libreria Editrice  Vaticana, 1989, n 2039 

442 S JUAN DE LA CRUZ, Poesías, VIII, 1: 'Que bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche.  Aquella eterna fonte está escondida, que bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche.'

FÉLIX AROCENA
EN ESPÍRITU Y VERDAD
Edic. EGA. Bilbao 1995.Págs. 203-205


2.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL 

* Toda la piedad popular judía (y muchas gentes de todas las civilizaciones) se expresa  en este himno que enumera algunos de los atributos divinos, que mueven a decir "gracias",  a "alabar". Notemos la aparente mezcla desordenada de temas "históricos" (intervenciones  de Dios en favor de su pueblo: regreso de los deportados, reconstrucción de las murallas  de Jerusalén, protección de los pobres, ruina de los impíos) y temas "cósmicos"  (intervención de Dios en la naturaleza: estrellas, nubes, vegetación, animales, hombre). 

Este aparente desorden da la impresión de que el poeta, en una inspiración lírica, no sabe  cómo callarse: las maravillas de Dios chocan unas con otras en su espíritu. En el texto hebreo, los verbos en participio suenan como un alegre carillón en la unidad  de un mismo movimiento indefinidamente repetido: Yahveh... -reconstruyendo a Jerusalén -  devolviendo a los deportados... curando los corazones - curando las heridas... contando las  estrellas - llamando a cada uno por su nombre - exaltando a los pobres - humillando a los  impíos - preparando la lluvia - cubriendo el cielo de nubes - haciendo germinar la hierba -  dando el forraje.

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS 

** Llama la atención la semejanza entre este lenguaje sencillo, casi ingenuo, sobre Dios...  y la manera de hablar de Jesús sobre el Padre, "que hace salir el sol y caer la lluvia"  (Mateo 5,45)... "Que da su alimento a los pajarillos" (Mateo 6,26). Recordemos que Jesús  se alimentó con estos poemas. De ahí que utilice casi las mismas palabras.

Por sobre todo, Jesús "vino" a realizar algunas de las "acciones" divinas cantadas por  este salmo: El "reconstruyó" la humanidad... El "reunió" a los que estaban dispersos... El  "curó y perdonó" a los corazones afligidos... El "beatificó" a los humildes y pequeños... El  "humilló" a los orgullosos... El "se da en alimento" para darnos vida...

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO 

*** Hacerse un alma de niño para admirar. Hay en nosotros, hombres modernos  occidentales, algo que se resiste a este tipo de lenguaje: lo encontramos demasiado  ingenuo y optimista. Junto a las maravillas de la naturaleza, somos sensibles a sus  fracasos. Será necesario quizá que las crisis de nuestra civilización nos acerquen a la  naturaleza y nos devuelvan la capacidad de maravillarnos. Puesto que vivimos en un  cuadro artificial, no "disfrutamos" la frescura de la lluvia que hace reverdecer los campos, ni  la caricia del sol que hace germinar las plantas, ni la abundancia de semillas que crecen a  profusión para los pajarillos. Será quizá necesaria una catástrofe para que comprendas, en  la escasez y el racionamiento, hasta qué punto estábamos hartos con mostrarios llenos de  legumbres y frutas. Los pueblos que padecen el hambre, que son la mayoría, tienen algo  que decirnos a este respecto. No seamos como los niños "mimados", digamos  sencillamente: "gracias".

Las "estrellas" y la "vida". El lenguaje popular y casi infantil de este salmo, a pesar de  su apariencia, está lleno de sabiduría e inteligencia. Hay dos campos en que el hombre  evidentemente no es el señor: los astros y la vida. No será de la noche a la mañana... que  el hombre hará una estrella, una sola. Y las hay por millares, allá arriba, muy en su lugar.  Innumerables, para nosotros. Imposible contarlas. Pero, como dice el salmista, Dios sabe su  número y las conoce individualmente, cada una por su nombre... Esto no es infantilismo. Es  científicamente cierto. El más grande astrofísico del mundo no sabe el número exacto de las  estrellas. Y quien quiere pasar por astuto ante este cosmos innumerable, está haciendo el  ridículo y peca de infantilismo. El apasionado por Dios tiene la razón: "El es grande, es  fuerte, nuestro Señor". Miremos por la noche el cielo estrellado, admiremos su grandeza.

El dominio de la "vida" está también fuera de nuestro alcance. La célula más pequeña  que contenga clorofila es más poderosa que nosotros, es capaz de hacer la fotosíntesis de  proteínas, mediante elementos minerales... En otras palabras, esto quiere decir que hace  "materias orgánicas", vivientes, mediante elementos inorgánicos... Cosa que no hace  ningún animal. Y nosotros, seres tan inteligentes, si no comemos proteínas, moriremos. Sin  conocer esta verdad científica, el salmista tenía de ella una cierta idea y apuntaba que "las  plantas están al servicio del hombre". Hoy sabemos que sin "vegetales" toda vida "animal"  desaparece... Esto es más radical que lo que él había observado. Para orar, no hace falta  renunciar a nuestros conocimientos. Inclusive, podemos servirnos de ellos para dar nuevo  vigor a las observaciones "ingenuas" de nuestros antepasados. Eran quizá más  conscientes que nosotros de la dependencia del hombre respecto a las estaciones. a la  lluvia, al sol... de Dios.

Este Dios tan poderoso, se ocupa de los pequeños y de los débiles. Es ésta una  de las más bellas intuiciones del pueblo de Israel, en su doble perspectiva: el Dios  grandioso, dueño de todo, trascendente, cuyo poder brilla en el universo sideral y en las  profundidades de la biología... Es el mismo Dios que se interesa por los "Anawim":  "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios". El mismo que sabe el  número de las estrellas, se inclina hacia los corazones adoloridos. La muchachita triste no  escapa a su mirada. El adolescente decaído, que vaga por los caminos de la soledad  porque su padre lo ha rechazado; parte el corazón de Dios. Cualquier hombre o mujer que  sufre una herida remueve el cielo. A toda herida en el corazón del hombre corresponde una  herida en el corazón de Dios. Dios ama. Dios es vulnerable. Y ha querido asociarnos,  hacernos responsables. Envió a su Hijo, Jesús, para curar los corazones destrozados" e  invitarnos a hacer lo mismo: "Como Yo os he amado, amaos los unos a los otros".

¡A Dios no le impresiona la fortaleza! Es admirable la vigorosa ironía con que el  salmista se burla de aquellos que pretenden pasar por "vivos" ante Dios: "No se complace  en la fuerza de los caballos ni en el vigor de los guerreros". De nada sirve exhibir la  musculatura ante Dios. ¡Es algo ridículo! La salvación no es cuestión de jarretes. ni de  bíceps. No se conquista a Dios: se le recibe... puesto que El se da". El Señor se complace  en aquellos que confían en su Amor". He aquí una palabra clave de toda la Biblia: entre  Dios y el hombre no hay una relación de fuerza, sino una relación de "Hessed"... En Dios  sólo hay amor.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 244-247


3.

El optimismo bíblico sobre la creación da a veces la impresión de que todo el universo es  como un inmenso coro o una gran orquesta que canta y toca para el Creador. Todo es  como una infinita melodía que ensalza al supremo Hacedor. 

Innumerables son las citas donde se nos habla de alabanza, de himnos, de cantos, de  acciones de gracias, y se mencionan con frecuencia toda suerte de instrumentos musicales  con los que acompañar esta alabanza. 

Así, la Biblia hace un eco magnífico al sentimiento lírico y musical de toda la humanidad. 

Parece que desde las épocas más remotas el hombre ha conocido y apreciado la música, a  veces producida por instrumentos muy rudimentarios (así se pueden ver escenas de música  y danza en pinturas rupestres primitivas), y la tradición de muchísimas tribus y pueblos  antiguos (aun en nuestros días) ha sido intensamente musical, con danzas, melodías y  ritmos que expresan su cultura y su sentido de la religión y del arte. 

Ya en el capitulo 4° del Génesis se nos habla (como remontándolo a los orígenes) de  Yubal, el inventor de los instrumentos musicales: instrumentos de cuerda (lira) e  instrumentos de viento (flauta) (Gn 4,21). 

El rey David ha pasado a la mente de todos y a las artes plásticas con su arpa en las  manos alabando al Señor delante del arca santa. 

Los instrumentos citados por la Biblia son de diverso género: 

—instrumentos de viento: el cuerno, la trompeta, la flauta, el órgano; 

—instrumentos de cuerda: la citara, la lira, el arpa, el laúd; 

—instrumentos de percusión: el tambor, el címbalo, los platillos, etc. 

Se nos citan cantos entonados o compuestos por Lamec, Moisés, David Ezequías,  Débora, Ana, Judit... Melodías en las anotaciones de los títulos de los salmos refiriéndose a  ritmos o tonadas conocidas. Los levitas eran cantores que tenían su maestro de coro y  hacían esplendorosa la liturgia del templo: los cantos de esta liturgia iban siempre  acompañados de instrumentos musicales. 

Jesús mismo (en cuyo nacimiento cantaron los ángeles según san Lucas: 2,13) habló de  la música en varias de sus parábolas: la de los muchachos que tocan la flauta en la plaza  (Mt 11,17), la del hijo pródigo, en cuya fiesta hay música y danza para manifestar la alegría  (Lc 15,20). 

El salmo 146, salmo de alabanza

Los salmos recurren frecuentemente a la música y al canto. Más de la mitad de ellos son  salmos de alabanza y acción de gracias (Paul Beauchamp). Uno de los salmos que exalta  la música y la utiliza como medio para alabar al Señor es el salmo 146 (que en el texto  hebreo forma una unidad con el salmo 147). 

Este salmo, uno de los más hermosos y líricos del salterio, es un canto a la creación de  Dios, a la bondad y providencia divinas con respecto a sus obras y especialmente con  respecto a Jerusalén y el pueblo de Israel, enalteciendo su generosidad y magnanimidad. 

Se reza en Laudes del jueves de la IV semana. 

La naturaleza, la vida y la historia son los lugares donde resplandece esta acción  creadora y providente de Dios, y forman como una unidad maravillosa y múltiple brotada de  las manos del Creador que ahora en coro universal alaba al Señor con alegría y  espontaneidad. 

Estructura del salmo 146

La división de nuestro salmo la podemos hacer en orden a estos pensamientos: 

- introducción (v. 1); 

- acción de Dios en Jerusalén, Israel y humildes de corazón (2-6); 

- nueva invitación a alabar a Dios por las obras de la naturaleza (7-11). 

Invitación a la alabanza (v. 1)

El salmo 146 es uno de los varios salmos que comienzan con la aclamación: ¡Aleluya!  (que significa: Alabad al Señor). Invitación a alabar al Señor. A continuación se dirá la  motivación, que se ha entendido de diversas maneras: "que la música es buena", es decir,  adecuada para la alabanza divina, o que es buena y hermosa en sí misma; otras versiones  traducen "porque es bueno" (el Señor). Con todo, parece que el pensamiento original del  autor era hacer mención de la música porque es un medio excelente para la alabanza del  Señor creador y providente, tal vez el más expresivo y comunitario. 

Acción de Dios en Jerusalén, Israel y humildes de corazón (2-6)

El salmista considera primero la acción de Dios en favor de Jerusalén: Dios mismo la  está edificando, llevando a ella los deportados de Babilonia. Esta es una anotación  cronológica que permite situar la composición del salmo en la época postexílica, en tiempo  de los profetas Ageo y Zacarías (así lo anota la versión de los Setenta).  Dios, amador del hombre, cura las heridas de la historia, borra los recuerdos de aflicción  y de tristeza, suaviza los traumas que han destruido el corazón, venda las heridas del  pasado y las sana restituyendo vida y juventud. Dios es el autor de la vida y lo que él toca  resplandece de vitalidad y de resurrección. 

Este Señor providente es el que ha creado las estrellas y las conoce a todas por su  nombre: su grandeza no tiene limites y su poder es infinito hermanado con el detalle de  conocer a sus criaturas una por una, a las cuales ha dado él mismo su nombre. El Dios de  la creación es el Dios de las pequeñas cosas. 

Y este mismo Dios es quien se preocupa de los humildes que confían en él, y les ayuda  y favorece. Por el contrario es él quien derroca a los soberbios, aquellos que perjudican a  los otros, que afligen al hombre, que son como una nota discordante en el gran concierto  de la creación. 

Nueva invitación a alabar a Dios por las obras de la naturaleza (7-11) El versículo 7 comienza otra invitación: ahora es de acción de gracias acompañada de la  cítara. Acción de gracias por las obras de la naturaleza encaminadas al bien del hombre y  de los animales. 

Enumera las obras del mundo físico, vegetal y animal: las nubes y las lluvias, la hierba y  el alimento del ganado, los polluelos del cuervo, símbolo de los seres indefensos y  necesitados de todo, de los cuales se cuida el Señor no dejando ninguna de sus obras  abandonada y olvidada. 

Todo lo atiende el Señor, todo recibe abundantemente de manos de Dios lo que  necesita para su vida, y todo se convierte en un clamor de alabanza y acción de gracias  hacia el Dios creador y bienhechor. 

Al final del salmo hay una reflexión de tipo sapiencial, como si el salmista nos quisiera  mostrar qué es aquello que más agrada al Señor, qué es aquello que en definitiva puede  darle más alabanza. Y con un paralelismo antitético muy expresivo valora lo que llega al  corazón de Dios. 

No se agrada el Señor en la pura fuerza física de los caballos o en la agilidad y astucia  del hombre, algo que queda fuera del alcance del corazón. No es la fuerza o el poder del  ingenio o del ejército aquello que complace al Señor. Es algo más valioso, más interior. 

Y aquí el salmista hace una observación psicológica y teológica profunda: va al núcleo  del corazón humano: allá donde reside el hombre todo, donde está la voluntad, el  sentimiento, la confianza, la capacidad de saltar de la realidad de este mundo al mismo  corazón de Dios. Y esto es lo que a Dios agrada. 

El que el hombre tema a Dios, camine según su voluntad, se aparte de todo aquello que  le pueda ofender, y luego, la confianza absoluta en la bondad de Dios, en su providencia,  en su atención más que paternal, en su solicitud infinita. 

Porque esto supone conocer a Dios en algo muy íntimo y maravilloso: su amor, su  corazón, y manifiesta haber tenido experiencia de esta bondad divina. Esto solo ya es una  alabanza y un testimonio de la bondad del Creador. 

Esta reflexión, muy acorde con los pensamientos de Oseas, del Deuteronomio y de  Jeremías, es una lección magnifica de riqueza interior, del valor del corazón humano  cuando ha sabido captar la grandeza y la bondad del corazón de Dios. 

* * * * * * *

Breve salmo, pero lleno de una atmósfera lírica y religiosa que tanto bien nos puede  hacer en este mundo indiferente y egoísta, que aprecia la fuerza y la violencia, utilitarista y  estéril. El salmo 146, síntesis de historia salvífica y de vivencia espiritual es un regalo para  nuestra oración, para nuestra vida cristiana, que nos presenta el camino escogido por  Jesús, de continua alabanza por las obras del Padre y de fidelidad a su amor. Por esto,  haciendo eco a la reflexión del salmo, Jesús pudo decir un día: "Yo hago siempre lo que es  grato a mi Padre" (Jn 8,29). 

J. M. VERNET
DOSSIERS-CPL/22


4. CORAZONES Y ESTRELLAS


«El Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre».

Tu poder, Señor, se extiende del corazón del hombre a las estrellas del cielo. Eres Dueño del hombre y Dueño de la creación, y aquí proclamo los dos reinos de tu poderío en una sola estrofa y abrazo con un solo gesto todo el inmenso territorio de tu dominio. El latir del corazón del hombre y las órbitas de los cuerpos celestes, la conducta humana y las trayectorias astrales, la conciencia y el espacio. Todo está en tu mano. Y a mí me alegra pensar en ello. Al cantar tu poder, canto mi alegría.

Si sabes manejar las estrellas, ¿no vas a saber manejar también mi corazón? Encárgate de él, Señor, por favor. Tiene una órbita bastante loca; no es fácil saber hoy lo que hará mañana; puede escaparse en cualquier momento por la tangente, como puede estacionarse y negarse a avanzar con tozuda torpeza. Guíalo suavemente hasta la órbita justa, Señor; vigila su curso y cuida su camino con providencia suave y eficacia firme. Que sea estrella para alegrar el cielo nocturno sobre el mundo de los hombres.

Yo descanso, Señor, en tu sabiduría y tu poder. El firmamento es mi hogar, y me paseo alegremente por toda tu creación bajo tu mirada cariñosa. Llámame por mi nombre, Señor, como llamas a las estrellas del cielo y a tus hijos en la tierra. Llámame por mi nombre como el pastor llama a sus ovejas. Me alegra saber que conoces mi nombre. Usalo con toda libertad, Señor, para llamarme al orden cuando me aleje, y a la intimidad cuando me acerque con intimidad filial. Y úsalo un día, Señor, para llamarme a tu lado para siempre.

«Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS
Ed. Sal Terrae. Santander 1989, págs. 264


5. Catequesis de Juan Pablo II. Poder y bondad del Señor

1. El salmo que se acaba de cantar es la primera parte de una composición que comprende también el salmo siguiente -el 147- y que en el original hebreo ha conservado su unidad. En la antigua traducción griega y en la latina el canto fue dividido en dos salmos distintos.

El salmo comienza con una invitación a alabar a Dios; luego enumera una larga lista de motivos para la alabanza, todos ellos expresados en presente. Se trata de actividades de Dios consideradas como características y siempre actuales; sin embargo, son de muy diversos tipos:  algunas atañen a las intervenciones de Dios en la existencia humana (cf. Sal 146, 3. 6. 11) y en particular en favor de Jerusalén y de Israel (cf. v. 2); otras se refieren a toda la creación (cf. v. 4) y más especialmente a la tierra, con su vegetación, y a los animales (cf. vv. 8-9).

Cuando explica, al final, en quiénes se complace el Señor, el salmo nos invita a una actitud doble:  de temor religioso y de confianza (cf. v. 11). No estamos abandonados a nosotros mismos o a las energías cósmicas, sino que nos encontramos siempre en las manos del Señor para su proyecto de salvación.

2. Después de la festiva invitación a la alabanza (cf. v. 1), el salmo se desarrolla en dos movimientos poéticos y espirituales. En el primero (cf. vv. 2-6) se introduce ante todo la acción histórica de Dios, con la imagen de un constructor que está reconstruyendo Jerusalén, la cual ha recuperado la vida tras el destierro de Babilonia (cf. v. 2). Pero este gran artífice, que es el Señor, se muestra también como un padre que desea sanar las heridas interiores y físicas presentes en su pueblo humillado y oprimido (cf. v. 3).

Demos la palabra a san Agustín, el cual, en la Exposición sobre el salmo 146, que pronunció en Cartago en el año 412, comentando la frase:  "El Señor sana los corazones destrozados", explicaba:  "El que no destroza el corazón no es sanado... ¿Quiénes son los que destrozan el corazón? Los humildes. ¿Y los que no lo destrozan? Los soberbios. En cualquier caso, el corazón destrozado es sanado, y el corazón hinchado de orgullo es humillado. Más aún, probablemente, si es humillado es precisamente para que, una vez destrozado, pueda ser enderezado y así pueda ser curado. (...) "Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas". (...) En otras palabras, sana a los humildes de corazón, a los que confiesan sus culpas, a los que hacen penitencia, a los que se juzgan con severidad para poder experimentar su misericordia. Es a esos a quienes sana. Con todo, la salud perfecta sólo se logrará al final del actual estado mortal, cuando nuestro ser corruptible se haya revestido de incorruptibilidad y nuestro ser mortal se haya revestido de inmortalidad" (5-8:  Esposizioni sui Salmi, IV, Roma 1977, pp. 772-779).

3. Ahora bien, la obra de Dios no se manifiesta solamente sanando a su pueblo de sus sufrimientos. Él, que rodea de ternura y solicitud a los pobres, se presenta como juez severo con respecto a los malvados (cf. v. 6). El Señor de la historia no es indiferente ante el atropello de los prepotentes, que se creen los únicos árbitros de las vicisitudes humanas:  Dios humilla hasta el polvo a los que desafían al cielo con su soberbia (cf. 1 S 2, 7-8; Lc 1, 51-53).

Con todo, la acción de Dios no se agota en su señorío sobre la historia; él es igualmente el rey de la creación; el universo entero responde a su llamada de Creador. Él no sólo puede contar el inmenso número de las estrellas; también es capaz de dar a cada una de ellas un nombre, definiendo así su naturaleza y sus características (cf. Sal 146, 4).

Ya el profeta Isaías cantaba:  "Alzad a lo alto los ojos y ved:  ¿quién ha creado los astros? El que hace salir por orden al ejército celeste, y a cada estrella la llama por su nombre" (Is 40, 26). Así pues, los "ejércitos" del Señor son las estrellas. El profeta Baruc proseguía así:  "Brillan los astros en su puesto de guardia llenos de alegría; los llama él y dicen:  "¡Aquí estamos!", y brillan alegres para su Hacedor" (Ba 3, 34-35).

4. Después de una nueva invitación, gozosa, a la alabanza (cf. Sal 146, 7), comienza el segundo movimiento del salmo 146 (cf. vv. 7-11). Se refiere también a la acción creadora de Dios en el cosmos. En un paisaje a menudo árido como el oriental, el primer signo de amor divino es la lluvia, que fecunda la tierra (cf. v. 8). De este modo el Creador prepara una mesa para los animales. Más aún, se preocupa de dar alimento también a los pequeños seres vivos, como las crías de cuervo que graznan de hambre (cf. v. 9). Jesús nos invitará a mirar "las aves del cielo:  no siembran ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta" (Mt 6, 26; cf. también Lc 12, 24, que alude explícitamente a los "cuervos").

Pero, una vez más, la atención se desplaza de la creación a la existencia humana. Así, el salmo concluye mostrando al Señor que se inclina sobre los justos y humildes (cf. Sal 146, 10-11), como ya se había declarado en la primera parte del himno (cf. v. 6). Mediante dos símbolos de poder, el caballo y los jarretes del hombre, se delinea la actitud divina que no se deja conquistar o atemorizar por la fuerza. Una vez más, la lógica del Señor ignora el orgullo y la arrogancia del poder, y se pone de parte de sus fieles, de los que "confían en su misericordia" (v. 11), o sea, de los que abandonan en manos de Dios sus obras y sus pensamientos, sus proyectos y su misma vida diaria.

Entre estos debe situarse también el orante, fundando su esperanza en la misericordia del Señor, con la certeza de que se verá envuelto por el manto del amor divino:  "Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar su vida de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. (...) Con él se alegra nuestro corazón; confiamos en su santo nombre" (Sal 32, 18-19. 21).

(©L'Osservatore Romano - 25 de julio de 2003)