COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 Co 9, 16-19. 22-23

 

1.

El contexto de esta perícopa es el capítulo 9, donde Pablo expone su actuación apostólica personal como modelo para los corintios. Modelo en cuanto renuncia de propios derechos en orden a ayudar a los demás.

En esta parte central del capítulo ofrece las motivaciones profundas de su actividad apostólica. El se dedica a ello no por una pura elección personal, ni tampoco primariamente por una necesidad objetiva por parte de los evangelizandos, sino por un impulso interior, dado por el Señor y recibido por el Apóstol.

San Pablo vive tan profundamente el misterio de Cristo que no puede callarlo. El dedicarse a predicarlo es el propio premio por el convencimiento y persuasión de que esa actividad es la mejor a que puede dedicarse el hombre, a imitación del propio Señor. Es el servicio a la continuación de lo que Jesús hizo en su vida.

Para ello es condición imprescindible estar traspasado del Señor y de su escala de valores. Así pues, es algo que viene de dentro a fuera y no al revés. No se trata tanto de ganar méritos por medio de la dedicación a un noble ejercicio, ni tampoco que los paganos necesiten imprescindiblemente que algunos vayan a predicarles, sino que el cristiano, convencido del valor del don recibido, siente el impulso de comunicarlo a los otros. Es no guardar el tesoro sólo para uno, sino darlo a conocer a otros, hacerlos participantes de él, dentro de nuestras posibilidades.

Puesto este presupuesto, es lógico que no haya otros condicionamientos distintos de los derivados directamente de la predicación. Por eso el Apóstol explica en los versos 19-23 su libertad en el ejercicio de la predicación. No se siente atado por nada en particular, sino a Cristo. Puede comportarse de la forma más conveniente para ejercitar el apostolado. No se dan prejuicios, comodidades, respetos humanos, etc. Puede renunciar al ejercicio de su misma libertad. ¡Buen ejemplo hoy día!

DABAR 1982/14


2. LIBERTAD/A-H

Entre las consultas hechas a Pablo por la comunidad de Corinto había una relativa a la conducta a seguir respecto de la carne sacrificada a los ídolos. Pablo responde que la cuestión es en sí misma un falso problema ya que un ídolo no representa nada (1 Cor. 8, 4). No es la comida lo que nos recomienda ante Dios: ni por privarnos de algo somos menos, ni por comerlo somos más (1 Cor 8, 8). Pero puede suceder, dice Pablo, que esta libertad del cristiano maduro sea un obstáculo para el cristiano inmaduro y todavía no liberado de este tipo de problemática menuda, hasta el punto de provocarle un auténtico drama y desastre personal (1 Cor 8, 8-11). En beneficio de su hermano inmaduro el cristiano maduro deberá saber no abusar e incluso renunciar a sus propios derechos de hombre liberado. Para expresarlo con una formulación paradójica: el cristiano no debe ser esclavo ni siquiera de su propia libertad. Este es el ejemplo de Pablo: renuncia a sus derechos para no poner obstáculo al evangelio. Lo importante es que el evangelio sea proclamado (vs. 16-18). La finalidad de la libertad no es la libertad en sí misma, sino el bien del hermano (vs. 22-23). ¡Claro, que para esto se requiere una gran flexibilidad de espíritu y una enorme liberación interior!

DABAR 1976/15


3.

Uno de los temas principales de la primera carta a los Corintios es la consulta que le hacen sobre si se puede comer carne sacrificada a los ídolos o no (8, 1-11). Pablo responde con un criterio general: hay que tener libertad en ese problema, siempre que el hermano no salga dañado por el escándalo. Para ilustrar esto, Pablo se pone a sí mismo como ejemplo: aunque tendría ciertos derechos por su trabajo apostólico ha sabido renunciar a ellos para que no se malinterprete su actitud (cap. 9). En esta línea enuncia lo que para él es el bien al que se orienta toda su vida: predicar limpiamente el evangelio. Todo lo ha supeditado a esto.

v. 17: Lit.: "es una carga que se me ha impuesto". La expresión evoca al intendente (cf. 4, 1), que era un esclavo y que no recibía ningún salario por un trabajo que estaba obligado a realizar; Pablo, al contrario, ha aceptado esta situación por su opción evangélica. Por eso, todo el que sigue el camino del evangelio, tiene que estar dispuesto a ceder de su derecho cuando está en juego el bien del hermano. Solamente puede ser entendida una postura así desde la óptica de la fe. De lo contrario resultaría ridículo.

v. 18: Hacemos notar la paradoja que propone Pablo: "el salario es precisamente no recibir ningún salario". Esta actitud se inscribe en la ley del despojo evangélico, necesario para llegar a comprender lo íntimo del reino. Quien no esté dispuesto a dar su brazo a torcer en favor del evangelio no es verdadero apóstol, ni verdadero creyente.

v. 22: Como en 1 Cor 8, 7-13 y 10, 14-33, Pablo pide que cada uno actúe según sus propias convicciones personales, evitando que los fuertes juzguen a los débiles. La clave para interpretar situaciones conflictivas es el amor mutuo, el amor que construye la comunidad. Esa es la medida del avance de fe que tiene una comunidad. Cuando la división por criterios religiosos se instala en la comunidad de creyentes, entonces es cuando se aprecia la debilidad de la fe de esa comunidad. La razón de ser de la fe cristiana es la unidad y la paz.

v. 23: El móvil de toda la actuación apostólica de Pablo es el evangelio. Y esto con una gran intensidad: "para ganar, como sea, a algunos" (v. 22). Paradójicamente, dando es como se recibe. Y el trabajo del apóstol redunda en beneficio propio cuando de ese trabajo se beneficia toda la comunidad. Solamente el que ha comprendido que la fe es dar y darse, es cuando recibe él también el gozo de creer.

EUCARISTÍA 1979/07


4.

A propósito de la renuncia a los propios derechos, exhortando a los corintios fuertes a seguir su ejemplo, Pablo ha comenzado a hablar de su propia manera de dedicarse al apostolado. En esta parte central del capítulo 9 llega a uno de los puntos centrales también de su vivencia apostólica.

Es preciso tener en cuenta el tono personalísimo de estas líneas. No sería justo extrapolarlas sin más para todos los apóstoles y el mismo Pablo cae en la cuenta de que es algo personal suyo y sabe que otros evangeliza- dores viven el ministerio con matices diferentes. Pero en todo caso aquí tenemos uno de los mejores ejemplos de lo que es una vivencia de alguien que se dedica enteramente al anuncio del Señor Jesús y, en su tanto, todos podemos examinar a esta luz nuestra conducta evangelizadora.

En primer lugar Pablo afirma que se dedica al Evangelio no tanto por una elección deliberada sino porque se le ha impuesto. No se trata de que los evangelizandos necesiten que Pablo, u otro cualquiera, vaya a contarles cosas, sino que Pablo tiene un impulso tan grande en su interior de hablar de Cristo que no puede callarse. Es algo que viene de dentro hacia afuera y no al revés. No lo hace por merecer un premio, sino por otro motivo. Es simplemente que uno no puede guardarse el tesoro para sí mismo, sino es llevado a comunicárselo gratuitamente a otros.

Con estos presupuestos, que en el fondo no son sino la experiencia de la acción del Espíritu en uno mismo, no es raro que hable Pablo a continuación (vs. 20-22) de que él procede en su actividad apostólica con total libertad. No se siente atado por nada, sino sólo a Cristo. Solemos entender estas frases de los condicionamientos humanos, de la pobreza, lazos familiares, etc., y es cierto. Pero también valen sobre la libertad de estructuras eclesiásticas, dogmáticas, prejuicios, etc. Hoy día nos son más necesarios modelos sobre esta segunda parte. Porque lo que impide la libertad de los evangelizadores suele ser la propia Iglesia, sus formas de vida concretas, su jerarquía, etc., cosas todas ellas necesarias, pero en gran parte humanas y puros medios que uno ha de usar tanto cuanto sirvan para el fin pretendido, pero sin sentirse atado a ellos. Lo cual, como es claro, no suele ocurrir. Más bien lo contrario: cuanto más oficial es el evangelizador, menos libertad tiene. Pablo no era así.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1991/13


5.

El capítulo 9 de esta carta, contexto de esta perícopa, es la exposición por parte de Pablo de su actuación apostólica, para animar a ciertos grupos de corintios a renunciar a ciertos derechos, o a su ejercicio, en orden a ayudar a los demás.

En esta parte del capítulo el apóstol expone las motivaciones profundas de esta actuación. El se dedica al apostolado no por pura elección personal ni tampoco primariamente por una necesidad objetiva de los evangelizandos, sino por un impulso interior, dado por el Señor y aceptado libremente por el apóstol. El dedicarse a predicar el Evangelio es, en sí mismo, la mayor satisfacción y, al mismo tiempo, el hacer honor a la propia responsabilidad, una vez que alguien ha recibido ese impulso de Dios. Es el servicio a imitación de cuanto Jesús hizo en su vida. Para ello es condición indispensable estar traspasado del Señor y de su escala de valores. Es algo que viene de dentro a fuera y no al revés. No se trata de ganar méritos por medio de la dedicación a un noble ejercicio, ni mucho menos la elección orgullosa de algo por encima de los demás mortales ("gloriarse"), de la mejor actividad humana; como tampoco es que los paganos necesitan imprescindiblemente que algunos vayan a predicarles. Es que el apóstol, convencido por su experiencia del valor del don recibido, siente el deseo y la obligación de comunicarlo a otros. Es no guardarse el tesoro sólo para uno, sino querer darlo a conocer a los demás, poner la propia parte a disposición, a pesar de que ello a menudo sea costoso en ciertos niveles.

Con este presupuesto es natural que no haya otros condicionamientos que los derivados directamente de la predicación. Por ello el apóstol empalma con la exposición de su propia libertad en el ejercicio de este servicio. No se siente atado a nada sino al Señor Jesús. Puede comportarse de la forma más conveniente para el ejercicio del apostolado. No se dan prejuicios, comodidades, respetos humanos, eclesiales... Puede llegar a renunciar el ejercicio de derechos como el de la propia libertad.

DABAR 1985/13


6.

-El deber de anunciar el evangelio (1 Co 9, 16...23)

Pablo se presenta como todos los profetas: no puede renunciar a anunciar la Palabra. Y no puede renunciar no sólo por tratarse de una elección hecha por Dios, sino también por razones relativas a los demás. Porque predicar el evangelio significa ser el servidor de todos para ganarlos en el mayor número posible; también significa hacerse todo a todos para salvar así a algunos a cualquier precio. Ya se ve: la predicación es todo eso; consiste en definitiva en poner a los hombres en contacto con Dios, con la salvación.

Por lo tanto, predicar el evangelio no es ante todo enseñar una doctrina, enseñar algo; es enseñar a otros de tal manera, que se establezca el contacto íntimo entre los que reciben la Palabra y el Señor que la pronuncia. Para realizar eso, Pablo ha querido ser absolutamente libre y ponerse al servicio de todos. Ha querido vivir para los demás, lo cual le ha llevado a vivir con ellos haciéndose semejante a ellos en su manera de ser. No es, por tanto, un maestro que permanece al margen o por encima de aquellos a quienes enseña, sino que enseña una vida y la vida se comunica por compenetración: hacerse todo a todos.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 175


7.

El fragmento de hoy y el del domingo próximo de la primera carta a los Corintios forman parte de una sección en la que se habla de un tema que creaba conflictos en Corinto: la posibilidad de que los cristianos comiesen o no carne sacrificada a los ídolos. Los cristianos "fuertes", como tenían muy claro que los ídolos no son nada, pensaban que podían comer la carne sacrificada a ellos con toda tranquilidad; los "débiles", en cambio, se escandalizaban por ello porque creían que era una manera de entrar en una cierta comunión con la idolatría. Pablo dice que, efectivamente, como los ídolos no son nada, no pasa nada si se come esta carne; pero que por encima de esto hay un principio más importante, que es el de no escandalizar a los "débiles", de modo que más vale no comer de ella.

En el fragmento de hoy, Pablo pone ejemplos de su vida para mostrar como él aplica este criterio cn las cosas que hace. Y el ejemplo básico es que él tendría derecho a que los Corintios lo mantuvieran, ya que les dedica la vida para anunciarles el Evangelio, y en cambio no se lo reclama, sino que se mantiene por él mismo, trabajando.

Y eso le lleva a la gran afirmación: Pablo ha sido arrastrado por Dios a hacer lo que hace, y todo, absolutamente todo, queda en segundo término de cara a responder a esta llamada. Y no escatimará ninguna renuncia para cumplirla. Y no para obtener recompensas, ni para ser bien visto, ni por otros objetivos espúreos. Simplemente, ¡es que Dios le ha tocado y no sería capaz de plantearse la vida de otro modo!

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994/02