COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 05, 01-11

 

1.PD/ABSURDA  MIGRO/PESCA

Texto. Entre el texto del domingo pasado y el de hoy Lucas nos presenta a un Jesús buscado insistentemente por la gente. De esta situación parte precisamente el texto. El marco no es ya la sinagoga, sino el lago Genesaret. La gente escucha la Palabra de Dios.

La expresión es típica de Lucas y define la propia enseñanza de Jesús, aunque no se especifica su contenido. El autor espera probablemente que no perdamos de vista la enseñanza de los domingos anteriores en la sinagoga de Nazaret.

En este contexto genérico resuena explícita la Palabra de Dios a través de Jesús. Sacad la barca lago adentro y echad vuestras redes para la pesca. Pedro replica constatando lo descabellado, absurdo incluso, de la propuesta de Jesús. La pesca tiene sus horas propicias, fuera de las cuales es inútil intentarlo. Pero, puesto que tú lo dices, echaré las redes. Es decir, la Palabra de Jesús adquiere para Pedro rango de valor superior a la lógica de la situación. Pedro acoge, hace suya esa Palabra. Se fia más de ella que de la lógica de la situación. Los dos versículos siguientes, 6-7, reflejan el resultado de la acogida de la Palabra de Jesús. Un resultado imprevisible, impensable incluso, desde la lógica de la situación previa. La escena recuerda la de María e Isabel y las palabras de ésta: ¡Dichosa tú, que has creído que se cumpliría lo que te había dicho el Señor! (Lc. 1,45).

La escena final tipifica la reacción de Pedro en términos que recuerdan lo escuchado en la primera lectura de Isaías. Es la reacción humana ante lo imprevisible-impensable desde la lógica de la situación previa. Asombro, pasmo, temor, autocuestionamiento de la propia persona que se experimenta a sí misma como indigna, poca cosa. Señor, apártate de mí, que soy un pecador. Pero la Palabra de Jesús disipa temores e introduce al que se ha fiado de ella en una novedad de vida. Una vez más la escena nos lleva a Isabel y María en Lc. 1,26-56 y a las palabras, en este caso, de María: Desde ahora, todos me llamarán feliz, pues ha hecho maravillas conmigo Aquél que es todopoderoso (Lc. 1, 48-49).

Resumiendo: En su línea de profundizar en la instrucción cristiana, Lucas ha elaborado un relato cuyo tema central es la Palabra de Dios o, que para él es lo mismo, la Palabra de Jesús.

Una Palabra desconcertante, absurda incluso, si se mide desde el pragmatismo y la lógica de las situaciones. Pero una Palabra de maravillosas consecuencias inéditas, si se acoge y acepta con confianza. A su vez, la vida del que se ha fiado de la Palabra de Jesús entra en una dinámica nueva. Nos hallamos ante un relato gráfico de invitación a aceptar la Palabra de Jesús.

Comentario. Lucas incide en una temática que ya había desarrollado ampliamente en /Lc/01/26-56, y que comentábamos con ocasión del cuarto domingo de adviento. Frente a la lógica de la situación, del pragmatismo y del realismo, nos invita a hacer nuestra la Palabra de Jesús.

Fiarse de esa Palabra hace posible que acontezca lo impensable o, lo que es lo mismo, la utopía, la cual jamás será posible desde la lógica del pragmatismo. Fiarse de la Palabra de Jesús introduce además a la persona que lo hace en una dinámica nueva para sí mismo y para los demás. A sí mismo lo limpia de jactancias más o menos inconfesadas, por lo general más bien inconfesadas o no conscientes. Para los demás es una referencia de ilusión y de esperanza.

A. BENITO
DABAR 1989, 12


2.

Comentario. En su propósito de relatar relacionado de acuerdo a un orden, Lucas da hoy un paso adelante muy importante dentro del ordenamiento conceptual de su obra.

Comienza con la gente agolpándose alrededor de Jesús. Es el telón de fondo del que hablábamos hace dos domingos. Pero el domingo pasado veíamos que este telón de fondo está estropeado por la cerrazón y el exclusivismo. Lo lógico es, pues, sustituirlo por otro que ofrezca vistas y aires nuevos. Esta tarea de sustitución la emprende Lucas con el texto de hoy. Lo hace sirviéndose de los pescadores de dos barcas atracadas a la orilla del lago Genesaret. Pero antes, y aunque no sea más que de pasada, es obligado dejar constancia del exquisito arte descriptivo de Lucas en los versículos iniciales. ¡Cómo va enfocando la escena desde la retina de Jesús! ¡La figura erguida de Jesús a orillas del lago, sobresaliendo sobre la anónima muchedumbre! Son pinceladas, retazos, con una enorme capacidad de sugerencia y de evocación.

¿Cómo no admirar la espontaneidad y sencillez del abordaje de la barca de Pedro por Jesús? Pero volvamos a los pescadores. Ellos son el nuevo material para sustituir al viejo, cerrado y exclusivista. ¿Cómo deberá ser este nuevo material? ¿Qué características deberá tener? Sigamos leyendo el texto.

Jefe, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, en base a tu palabra, echaré las redes. Reconstruyamos la secuencia lógica subyacente: si en el tiempo propicio no hemos cogido nada, menos cogeremos en el tiempo no propicio. Pero Pedro sustituye la lógica por la palabra de Jesús, dándole a esta palabra el rango de valor supremo. Se fía de ella, la acoge y la hace suya. Pedro se sitúa pues, por encima de la lógica de lo posible-imposible, va más allá de ella. Esta lógica puede tener otros nombres: realismo, cálculo, prudencia, pragmatismo. Pedro se sitúa más allá de todos ellos, en la palabra de Jesús. Esta es la característica por antonomasia que según Lucas debe tener el nuevo telón de fondo. El resto es ya lo imprevisible, lo asombroso. Primero, la red reventando de peces. Segundo, el miedo. Tercero, los nuevos hombres. ¿Recuerdas, lector, las palabras de Isabel a María en Lc. 1,45? Dichosa tú por haber creído en el cumplimiento de lo que Dios te ha dicho. Esto mismo es lo que Lucas desarrolla en este relato. Sólo me resta formular un deseo como comentario final. ¡Ojalá nos fiemos, acojamos y hagamos nuestra la palabra de Jesús! El resto será lo imprevisible, lo asombroso. Pero, no temas. Serás un maravilloso ser nuevo.

A. BENITO
DABAR 1986, 14


3. PD/CONFIANZA:

Uno de los caminos más seguros para descarriarse en exégesis es el de aislar un texto del contexto literario. Los capítulos 3-6 tienen todos ellos un denominador común: son catequesis programáticas. Dentro de este contexto, Lc. 5, 1-11 es una instrucción sobre las características del discípulo. Hay que advertir que, en Lucas, discípulo es sinónimo de cristiano. Más claro; discípulo no se identifica con obispo o sacerdote. Lc. 5, 1-11 responde a la siguiente pregunta: ¿cómo tiene que ser el discípulo? Evítese, pues, interpretar este texto como un relato de vocación, sea ésta genérica (vocación cristiana) o específica (vocación sacerdotal).

Una primera respuesta a la anterior pregunta es de carácter negativo. No se es discípulo por el solo hecho de acudir a Jesús.

Lucas distingue entre gente que se agolpa alrededor de Jesús y discípulo. De la gente que acude a Jesús ha hablado el autor en la precedente catequesis (4, 14-44). En 5, 1-3 vuelve Lucas a mencionarla, pero sólo como enmarcación literaria y como contrapunto a su catequesis sobre el discípulo.

Primera característica del discípulo (vs. 4-5). Fiarse de Jesús aun cuando las evidencias empíricas estén en contra. Un pescador profesional sabe que la petición de Jesús (que no es un profesional de la pesca) es descabellada porque va contra la evidencia de la experiencia. Lucas recalca intencionadamente esto para que resalte más el elemento central: pero, por tu palabra.

Esta característica no es nueva en lo que va de evangelio. Veíamos ya que la visita de María a su prima (Lc. 1, 39-45) estaba redactada bajo esta óptica. Y lo mismo que entonces, fiarse de la Palabra de Dios vale la pena (vs. 6-7; cfr. Lc. 1, 45: ¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumple.

Segunda característica (vs. 9-10a). Fiarse de Jesús es descubrir a alguien tan sensacional que el discípulo no se siente merecedor de su compañía. El descubrimiento de Jesús lleva al discípulo a someter a crítica su propia vida.

Tercera característica (vs. 10b-11). Fiarse de Jesús genera una nueva situación, un nuevo presente (desde ahora). Una situación libre de miedos y falsos temores, abierta a los demás. Ser discípulo de Jesús implica una función de cara a los otros. ¿Cuál es el contenido de esta función? Lucas no lo especifica aquí; lo aclarará más adelante cuando explique cuál es el programa del Reino (Lc. 6, 20-49).

DABAR 1977, 15


4.

Lucas agrupa en este pasaje tres acontecimienos distintos, sacrificando un orden cronológico en aras de un orden pedagógico.

La predicación de Jesús, el milagro de la pesca y la decisión de abandonarlo todo para seguir al Maestro, marcan tres momentos psicológicos en el proceso de la vocación de los apóstoles. La "señal" o el milagro refuerza las palabras de Jesús y aumenta su credibilidad ante los que van a ser sus discípulos en adelante.

La invitación a internarse en alta mar conlleva el riesgo a afrontar los temporales tan frecuentes como inesperados en el lago de Tiberiades o de Genesaret. Toda la tradición exegética se ha recreado glosando este pasaje, interpretando la barca de Pedro como figura de la iglesia de Cristo. En este sentido resultan sugerentes las palabras de Jesús: "Rema mar adentro y echa las redes para pescar". El riesgo de la pesca de altura, en medio del temporal, viene compensado por la abundancia de la pesca. Así le ocurre a la iglesia cuando anuncia el evangelio donde están los conflictos, cuando lleva la palabra de Dios a los problemas concretos y no se queda en vaguedades y en abstracciones que no significan nada y no comprometen a nadie.

Pedro conocía bien su oficio, sabía que la noche y no el mediodía era el tiempo propicio para la pesca. Con todo se fia más de la palabra del Maestro que de su propia experiencia.

Dios se manifiesta en un prodigio inesperado. Ante este milagro Pedro, lo mismo que Isaías ante la revelación de Dios, se siente sobrecogido y descubre su propia indignidad. Lucas hace notar que los compañeros de Pedro participan de los mismos sentimientos de temor y de asombro ante el milagro. Pero las palabras de Jesús confortan a Pedro y le capacitan para la misión que ha de recibir. Pedro y sus compañeros, seguros en el que los envía, podrán aceptar responsablemente la vocación de ser en adelante "pescadores de hombres". Esto no debe entenderse en un sentido proselitista, de "echar el gancho" o de servirse de tretas para que la gente "pique". Echar las redes tiene aquí el sentido de sembrar o de anunciar generosamente la palabra de Dios, confiando en la virtud de esta palabra y en Dios que es el que da el incremento y la cosecha.

EUCARISTÍA 1986, 8


5.

-"Rema mar adentro y echad las redes para pescar": La escena de la pesca milagrosa seguida de la llamada a Simón, tiene un gran parecido con la de Jn 21, 1-11, situada después de la resurrección. Parece que se trata de dos narraciones de un mismo hecho que habría que situar en el contexto postpascual: notemos cómo Pedro se dirige a Jesús llamándolo "Señor" y cómo el reconocimiento de su pecado tiene que ver con su negación durante la Pasión. Lucas ha situado el cuadro narativo al principio del ministerio público de Jesús, para ilustrar la llamada a Pedro, el primer testigo del resucitado.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 3


6. MAR/PESCA  CR/PESCADOR

Se comprende mejor la importancia del episodio de la pesca milagrosa si se tiene en cuenta que el judío considera el agua, sobre todo el mar, como morada de Satanás y de las fuerzas contrarias a Dios. Hasta la venida del Salvador, nada podía hacerse -salvo un milagro del tipo del del mar Rojo- para salvar a quienes la mar enemiga engullía; pero desde que Él está aquí, se pueden pescar hombres en abundancia y sustraerlos a las garras del imperio del mal. Ese es, por otro lado, el sentido profundo de la bajada a los infiernos (inferi=aguas inferiores) en /1P/03/19, en donde Cristo desciende precisamente para salvar a quienes habían sucumbido bajo las aguas del diluvio. Ser pescadores de hombres es, pues, participar en esa empresa de salvamento de todos cuantos se han visto absorbidos por el mal; ya Jr 16, 15-16a preveía esa función.

San Lucas considera, pues, a la Iglesia como la institución encargada de salvar a la humanidad de la sumersión que la amenaza. Para garantizar la realización de esa misión hay hombres encargados de una misión apostólica particular dentro de esa Iglesia. Pero sólo a Cristo le deben las fuerzas con que cuentan para llevar a buen término su "pesca" y el ardor que ponen en conseguirlo.

El misionero será un pescador de hombres en la medida en que salve seres humanos mediante la administración del bautismo. El cristiano será pescador de hombres en la medida en que multiplique a su alrededor las conversiones e introduzca en la Iglesia a muchas almas. Este concepto individualista no corresponde quizá del todo con la manera de pensar de Lucas y ni siquiera con la mentalidad moderna. Bajo apariencias místicas, el relato de la pesca milagrosa parece tener otro alcance: la humanidad es presa de potencias que la absorben y la anegan; Cristo se reserva a Sí y a sus discípulos una misión liberadora que frene y contrarrestre ese deslizamiento hacia la catástrofe.

El caso es que la humanidad actual se mueve en la cuerda floja y bastaría muy poca cosa para que se hundiese a sí misma sin necesidad de otras fuerzas demoníacas que su propio egoísmo y su afán de poder. Ser pescador de hombres consiste, por tanto, hoy, en participar en todas las empresas que quieren evitarle al hombre esa perdición y colaborar, mediante una mayor igualdad, una paz más estable y una mayor posibilidad para los humildes de promoverse a sí mismos, a sacar a la humanidad del océano que la sumerge. Dejarla fuera de estos movimientos es condenar a la Iglesia a no revelar su identidad y su misión entre los hombres.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 183-184


7.

El evangelio de hoy es la expresión gráfica de lo que la solemnidad litúrgica obra. Estamos en torno al altar, lo mismo que los discípulos se congregaban en torno a Cristo, fatigados por inútiles trabajos: "Toda la noche hemos estado fatigándonos y nada hemos cogido". Podemos decir también nosotros: "Hemos trabajado toda la semana al servicio del Señor y ¿qué hemos conseguido? ¿Qué podemos presentar a Cristo? Mas, ahora está El entre nosotros; le tenemos presente en la palabra del Evangelio, en su cuerpo sacrificado, en la sangre de su sacrificio. El es la víctima por nuestros pecados y "su debilidad -en la cruz- constituye nuestra fortaleza" (1). Al verlo, nuestra fe se aviva y el amor vuelve a tomar con alegría el peso de la vida. Sí; Cristo está aquí, está en nosotros por el santo sacrificio y el banquete eucarístico. ¿A quién temeremos? Nos eleva El del orden natural del ser, incapaz de redimirse a sí mismo, hasta el orden sobrenatural, puro y libre, de la gracia.

"No temas, dice a su Iglesia, de hoy en adelante serás pescador de hombres". No temas, por más que tus miembros sean hombres mortales, débiles e inclinados al pecado. ¡No temas! Mientras te parece que te esfuerzas en vano para santificar a tus hijos, Yo estoy contigo, como Salvador de mi propio cuerpo. Sano a mis miembros, vengo constantemente y me hago presente en ti por el misterio de la celebración del santo sacrificio. "Guía mar adentro"; echa tu red en las profundidades de la fe y de los misterios; reúne a tus hijos alrededor del altar. Cuando estén en mi presencia, llenos de amor y de abandono, vendré y los santificaré; realizaré en ellos lo que ellos no pueden verificar a pesar de sus redobles esfuerzos.

Debes esperarlo todo de mí. Si has trabajado en vano toda la noche, me presentaré ante ti a la madrugada y en un momento haré cuanto necesitas y te conseguiré la salvación tan ansiada. Bueno es que tengas conciencia de tu debilidad; así crece tu fe en mi poder. ¡No temas, Iglesia mía! ¡Pide sin cesar mi presencia! ¡Llámame! No te hace falta nada más; de lo demás me ocupo yo. Duc in altum, "guía mar adentro", penetra profundamente en la fe y busca tu salvación en el divino abismo del misterio. Incluso cuando creas trabajar sin ningún resultado durante todo el curso de tu existencia terrena, aun cuando veas a los tuyos sumidos en la flaqueza del pecado, por más que el mundo se levante contra ti y haga de ti mofa diciendo: "¿Dónde está tu Dios?", aunque te veas impotente para atraer a ti los que se han alejado... ¡no temas! ¡no temas en ningún caso! Me verás, es cosa cierta, en la aurora de la eternidad y tu red entonces estará llena hasta rebosar.

J/PEZ: Ya hoy, al finalizar la solemnidad litúrgica puedes hechar una mirada a tu red. ¿Está, quizá, vacía? No; está llena. Deo gratias!, respondemos nosotros. Nuestra red está llena, sí, pues dentro de ella se encuentra un gran pez, el Ichthys, Jesucristo (2). Le hemos recibido en el banquete eucarístico y se ha convertido en nuestro alimento. Alimenta la paciencia de su Iglesia, a fin de que bajo el yugo, pero esperando, pase por encima de los "dolores de este tiempo" al encuentro de la "gloria venidera".

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(1) San Agustín, a Jn 4, 6 (Tratado 15, 8)

(2) Estas palabra griega signifia "Pez". Las letras que la componen son las iniciales, en griego también, de la frase: Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador. Por esto entre los antiguos cristianos el pez era el símbolo de Cristo.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 252 s.