28 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO
14-23

14.

Frase evangélica: «vosotros sois la sal y la luz»

Tema de predicación: LA MISIÓN EN UN MUNDO NO CREYENTE

1. Decía un proverbio romano que «nada hay más útil que la sal y el sol». La sal, que da sabor y ayuda a conservar, es símbolo de alianza, gusto y permanencia. Está en función de los alimentos a los que da sabor o conserva; está al servicio de los otros, de la tierra, del mundo entero. También se usaba la sal en los pactos y alianzas. La luz (el sol), que ilumina y calienta, es símbolo de buenas obras y del esplendor de la gloria de Dios. Está en función de la revelación divina, de la manifestación de un mundo renovado.

2. Según el Vaticano II, «el pueblo mesiánico, aunque no incluya actualmente a todos los hombres y con frecuencia parezca una grey pequeña, es, sin embargo, un germen segurísimo de unidad, esperanza y salvación para todo el género humano. Cristo, que lo instituyó para que fuera comunión de vida, de caridad y de verdad, se sirve también de él como instrumento de la redención universal y lo envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra» (LG 9).

3. Los cristianos y la Iglesia son la sal y la luz cuando hacen presente en el mundo al Dios del reino y el reino de Dios. Se da un testimonio gustoso (sal) y luminoso (luz) del Señor y de su señorío cuando se practica la justicia, se hace el bien, se ayuda a reconciliar, se erradica el mal y se defiende la dignidad de los pobres y de los pueblos marginados. De este modo se evangeliza, al mismo tiempo que se acrecienta la Iglesia y se acelera la venida del reino.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Somos «sal de la tierra»?

¿Actuamos como «luz del mundo»?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 133 s.


15.

LA VIDA ES UNA ORTOPRAXIS, NO UNA ORTODOXIA

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para ponerla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa».

Un pueblo se configura por una serie de factores: raza, lengua, fronteras, tradiciones, cultura... El pueblo de Israel se configura por su Tradición, (la Ley, la Tora, los Profetas), que es conocida por sus miembros. Jesús, en el fragmento anterior, habla en clave de Tradición: «Vosotros sois la luz. . .» Recuerda a Isaías al decir que: «Cuando partas tu pan, hospedes al pobre o vistas al desnudo, romperá tu luz. . .»

Cuando dice: «Vosotros sois la sal». Está hablando en clave de cultura. La sal es algo que no se puede negar a nadie en una cultura de desierto. Está diciéndoles a sus discípulos que la entrega ha de ser total, de toda su persona, de todo su ser y su servicio ha de ser universal. No se deben a nadie en particular y no pueden hacer acepción de personas por razón alguna. Está proclamando más que una doctrina un estilo de vida, una praxis, una ética.

«Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».

La predicación que demanda el evangelio es la propia vida, los ejemplos de vida. La religión que presenta Jesús es eminentemente ética, la relación con Dios está en función de la relación con el prójimo, en especial con el más pobre y desvalido. Según él a Dios se llega por el prójimo.

El mensaje se contagia, nunca se impone, se propone nunca se impone. No es una ortodoxia es una ortopraxis. Cuando la fe se entibia, no inspira ni alienta tus acciones, es como la sal que no sazona.

En este fragmento del evangelio Jesús hace a los cristianos depositarios de la «Sal» y de la «Luz». Implícitamente está diciendo que han de ser generadores de sal y de luz: factores de cambio y transformación social.

La transformación que Jesús espera será fruto de un cambio personal y en profundidad en los hombres y en sus corazones. No vendrá por un cambio de estructuras socio-politico-económicas, ni como resultado de un cambio ideológico o de los cuadros que ostentan el poder y la representación social.

Jesús está llamando a la conversión como testimonio de cambio radical. (A ser sal no en el salero sino esparcida). Nuestro lugar no es estar pasiva y receptivamente en la Iglesia, sino en el mundo.

Dios en Jesús se hace hombre, se encarna, para que aprendamos el modo de alcanzar la plenitud, la realización y la salvación. Desde que se hizo hombre ya sabemos cómo hay que hacerlo para «ser como Dios manda». Tomando sus costumbres de vivir cambiaremos nuestro corazón y nuestro actuar, y ayudaremos a reorientar la marcha de otras personas. Seremos «Sal y Luz» porque tendremos autoridad, seremos depositarios del carisma de la autoridad aunque nunca alcancemos el poder. Seremos autoridad en la vida de los que nos rodean cuando nos vean vivir en pobreza, en servicio, en austeridad, en profecía. Cuando siendo muy exigentes con nosotros mismos, siempre en búsqueda de la mejor autenticidad, seamos tolerantes con las debilidades de los demás. Cuando prestemos nuestra corporeidad a Dios para que se haga presente en este mundo, para que diga o haga lo que conviene que el hombre sepa o viva. Por esto mismo no podemos aspirar nunca al poder porque ser profeta, que es a lo que estamos llamados, y estar en el poder es una gran hipocresía. Desear el poder de un emperador y la autoridad de un profeta es una gran contradicción.

Si queremos ser consecuentes y llegar hasta el fondo de la cuestión, si nos tomamos en serio el ser «Sal y Luz», nos veremos sumergidos en un mundo de contradicciones y disgustos; pues mientras las gentes interpretan el dinero como luz que aclara el futuro y la pobreza como gran oscuridad, (tener o no un futuro negro), el cristiano utiliza otros parámetros como el amor, la generosidad y la pobreza, (¡malos negocios a ojos humanos vista!) Y. frente a un sistema de seguridades y competencias optamos por la comunicación, la confidencia y la generosidad.

Para acabar: Nadie puede tomarse en serio a Dios y su voluntad si no se entrega por completo al servicio del prójimo, si no trata al prójimo como a Dios. La humanización de nuestro ser personal es el presupuesto del verdadero servicio a Dios. Al hombre que sólo piensa en sí mismo no se le puede dar la felicidad por añadidura. Quien busca la felicidad o la santidad tendrá que hacerlo fuera de sí mismos, en el prójimo.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 38-40


16.

La vida del cristiano es consecuencia de la comunicación. Dios, que, a través de Jesús, entró en comunicación con nosotros para abrirnos un nuevo futuro y una nueva esperanza, para darnos la visión del Reino que él desea para nosotros. Fruto de esa comunicación, acogida y recibida en nuestros corazones, es nuestra respuesta.

La comunidad cristiana se funda en esa actitud, generosa y abierta a la presencia de Dios, por parte de cada uno de sus miembros. A pesar de todos nuestros defectos y debilidades, hemos escuchado la voz de Dios y hemos seguido su palabra. Ahora, en el Evangelio de hoy, Jesús nos pone delante un nuevo desafío que no es más que otra simple consecuencia de la comunicación: el mensaje recibido debe ser pasado a otros, debe ser entregado como un precioso tesoro para que otros lo puedan conocer y dar a su vez su propia respuesta.

Así es como la Iglesia ha ido creciendo y expandiéndose a lo largo de su historia. Las palabras de Jesús: "Ustedes son la sal de la tierra, (...) ustedes son la luz del mundo" han resonado en los oídos de generaciones de cristianos como una invitación a transmitir la buena noticia recibida a aquellos que no la conocían. Y ahora somos nosotros los responsables de esa comunicación. La pregunta que surge es: ¿cómo?

Las dos primeras lecturas nos dan la clave cristiana de respuesta. La comunicación de la buena nueva no se basa en discursos hermosos de humana sabiduría. San Pablo se convenció por experiencia propia (Hch 17, 16-33): el hermoso discurso que había preparado para los atenienses -hombres inteligentes conocedores de la filosofía, exponentes del pensamiento clásico- no sirvió para nada. Sus palabras no llegaron a tocar los corazones ni las vidas de los atenienses. Desde entonces supo, como hoy insiste en la lectura de la primera carta a los Corintios, que sólo la sabiduría de Cristo crucificado -el testimonio más claro del amor de Dios para con nosotros- puede facilitar la transmisión de la buena nueva y hacer que llegue a los corazones de las personas. Precisamente ahí donde es difícil, por no decir imposible, que lleguen los discursos. Con San Pablo aprendemos que la humana sabiduría no lo es todo.

Por su parte, la lectura de Isaías nos centra decididamente en el contenido de lo que debe ser el testimonio cristiano. Con Isaías descubrimos que el testimonio de vida es la más importante forma de anunciar la Buena Nueva y la que da base y fundamento a cualquier palabra que pronunciemos. Ese testimonio no se centra en ir muchas veces a la iglesia y rezar muchas horas en frente del Santísimo. Eso también es necesario, pero el lugar esencial de la comunicación cristiana, del anuncio de la Buena Nueva, no está en el culto, sino en el mundo, en la calle, en la familia, en el trabajo, en la sociedad toda. Allí es donde hay que compartir el pan con el hambriento, abrir la casa a los sin techo, vestir al desnudo y no volver la espalda al herman o.

Evitar todo lo que sea explotación y opresión y tratar a los demás como verdaderos hermanos y hermanas nuestras hará que ellos puedan entender fácilmente el mensaje de Jesús: todos somos hermanos e hijos del mismo Padre que está en los cielos… y en la tierra, a través de ese amor nuestro que hace palpable el Suyo. La vida cristiana se traduce así en actos y hechos concretos que transforman la sociedad en que vivimos. "Nuestra luz surgirá como la aurora", primero lentamente, pero luego, sin que nada se pueda oponer a ella, con fuerza y decisión. La luz del Día llegará. Hoy somos nosotros la sal y la luz de este mundo. No es tiempo de escondernos en las iglesias sino de salir a las plazas, calles y caminos de nuestras ciudades y pueblos para allí hacer presente la luz de Dios. Para que todos conozcan que Dios es Padre de todos y todas.

Para la revisión de vida:

La palabra, sin el testimonio de vida, es increíble. Pero el testimonio de las obras, sin la palabra que interprete el testimonio, puede ser ininteligible. Palabra y testimonio mutuamente se necesitan. ¿Cómo va en mi vida ese binomio de palabra y testimonio? ¿Qué predomina? ¿Se conjuntan y apoyan mutuamente?

Para la reunión de grupo:

-¿Cuáles de los métodos qué hoy tenemos para conservar los alimentos existían en tiempos de Jesús?

-¿Era grande el valor que los antiguos daban a la sal? ¿Por qué?

-¿Por qué la expresión "negar el pan y la sal"?

-¿Qué puede querer decir Jesús al hablar de que sus discípulos deben ser "sal de la tierra"?

-¿Qué decir de la luz?

Para la oración de los fieles:

-Para que los cristianos, como la sal con los alimentos, estemos en contacto con el mundo y no nos aislemos, roguemos al Señor...

-Para que, como la sal, demos sabor a lo que nos rodea...

-Para que "brillen nuestras obras ante los hombres" y mujeres...

-Para que la palabra de la Iglesia vaya avalada por su compromiso...

-Para que el compromiso de los cristianos sea interpretado correctamente mediante la confesión explícita de la fe...

Oración comunitaria:

Dios Padre nuestro y Madre nuestra, que en Jesús nos has invitado a difundir la Buena Nueva que él nos trajo; haz que los cristianos hagamos valer socialmente los valores del Evangelio en los que creemos, para que a nuestros hermanos les sea más fácil reconocer la presencia que ya tú tienes en todos ellos y ellas y así cumplamos la consigna que nos dejó tu hijo de ser sal y luz de la tierra. Por el mismo J.N.S.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


17.

Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo. Jesús, en el evangelio de hoy, quiere exponer a sus discípulos, nos quiere exponer a todos nosotros, cuál es el papel del cristiano en el mundo. Y para hacerlo, como tantas otras veces, utiliza unas comparaciones, unos ejemplos, que nos ayuden a entenderlo. Sin duda, las imágenes que Jesús ha escogido en el texto de hoy son muy sugestivas: el cristiano tiene que ser sal de la tierra y luz del mundo. Sal y luz. Sin duda dos elementos que forman parte de la vida cotidiana, dos elementos importantes, necesarios para nuestra vida.

- Sal de la tierra

La sal sirve para dar sabor a la comida. Una comida sin sal es insípida, no tiene sabor. Pero la presencia de la sal en la comida es una presencia discreta, ya que se disuelve en los alimentos y no se nota. Por eso la sal resulta un adecuado simbolismo, de gran riqueza expresiva, para indicar cuál es la misión del seguidor de Jesús en el mundo. El cristiano tiene que ser como la sal, que aporta a la vida, a menudo aburrida e insípida para tanta gente, el buen sabor de la fe, el sabor de los valores del evangelio. Pero que lo hace de un modo humilde y discreto, sin buscar protagonismo. El peligro consiste en que la sal pierda el sabor, el peligro está en que los cristianos nos diluyamos en medio de la sociedad y perdamos nuestra identidad. Si la sal se vuelve sosa, no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Procuremos mantener el sabor auténtico de la fe para poderlo contagiar a nuestro alrededor.

- Luz del mundo

La otra imagen es la luz. Vosotros sois la luz del mundo, nos dice Jesús. Y si la sal era importante, la luz todavía lo es más. Sin luz la vida seria imposible. La luz es la que nos permite ver las cosas en su realidad y andar por el camino correcto. En cambio, si vamos a oscuras, lo más normal es que nos caigamos o causemos destrozos. La luz tiene una gran fuerza simbólica: en todos los tiempos y culturas el ser humano ha buscado la luz de la verdad, ha buscado poner luz a los interrogantes más profundos de la existencia. La fe en Jesús Resucitado es la luz que puede dar respuestas a todas las inquietudes del hombre. La imagen de la luz nos es familiar, porque a menudo es usada en los evangelios. Pero nosotros estamos acostumbrados a aplicarla a Jesús. En efecto, él mismo nos dice en otro texto: Yo soy la luz del mundo, y el que me sigue no anda en tinieblas. Aquí, en cambio, no se nos dice que Jesús es la luz del mundo, sino que nosotros somos la luz del mundo. Se trata, por tanto, de darnos cuenta de que todos nosotros, los seguidores de Jesús, estamos prolongando la acción de Jesús en cuanto damos testimonio de él. Nosotros seremos la luz del mundo si somos capaces de aportar a nuestra sociedad la fe en Jesús. No podemos ocultarnos, no podemos disimular nuestra fe. Jesús lo dice claramente: No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Del mismo modo nosotros debemos ser luz para los demás; es la misión evangelizadora que todos los cristianos tenemos encomendada.

- Las obras de la luz

Lo de ser luz es ciertamente una imagen expresiva y sugerente. Sin embargo, nos podríamos preguntar: ¿Y en qué consiste eso de ser luz? Las otras lecturas de este domingo nos pueden ayudar a concretarlo. San Pablo, en la segunda lectura, se dirigía a la comunidad de Corinto diciéndoles: Mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu. Es decir, que lo de la evangelización, lo de dar testimonio de nuestra fe, no se trata de hacerlo con grandes discursos o bellas palabras, sino de otro modo más auténtico y convincente. ¿Y cuál es ese modo? Nos lo dicen muy claro la primera lectura y el salmo. El profeta Isaías nos decia: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo. Entonces romperá tu luz como la aurora. Ésa es la verdadera luz que podemos vivir y transmitir. Si vivimos en nuestra vida los valores de la caridad, el amor desinteresado, la justicia, la solidaridad, entonces brillará la luz en las tinieblas. Lo mismo nos decía el salmo: En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. En def initiva, será por nuestras obras como podremos ser sal de la tierra y luz del mundo. Será por el modo de vivir como podremos mostrar a los demás la luz que ilumina nuestra vida. Será por los valores que vivimos como podremos contagiar la fe, seremos testigos evangelizadores para las personas que nos rodean. Tal como concluía Jesús sus palabras en el evangelio de hoy: Para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1999/02-45


18. CR/SAL-LUZ

- QUIÉN Y CÓMO SOMOS LOS DISCÍPULOS DE CRISTO

Una vez situados, los discípulos de Cristo, ante la responsabilidad de vivir de acuerdo con lo que les hará conseguir la bienaventuranza divina, san Mateo pasa inmediatamente, podríamos decir, a definir "quiénes son" los discípulos de Cristo. Por dos veces escuchamos hoy "vosotros sois". Pero la definición que sigue al "sois" viene dada a través de imágenes ("la sal de la tierra", "la luz del mundo"), que nos hace dar cuenta, a través del "cómo son", de quien tiene Jesús por discípulos suyos.

En la expresión de Jesús hay, por otro lado, una cosa sorprendente. Es el tono afirmativo del "vosotros sois". No dice "deberíais ser". Los discípulos de Cristo "somos" así: sal y luz. Esta es nuestra gran responsabilidad. Por ser discípulos de Cristo somos, de hecho, de esta manera. Aunque también es cierto que, después de la afirmación categórica, se ponen las condiciones para que la realidad de lo que somos sea, en todos los casos, lo que debe ser. Por eso, después de sentirnos confortados al escuchar hoy que Jesús nos dice "quiénes somos", conviene fijarnos en cómo debemos ser sin rebajar nuestra condición de cristianos.

- SAL DE LA TIERRA

Habitualmente, al hablar de ser "sal de la tierra" nos referimos al uso más común de la sal: un elemento que da sabor a los alimentos o que sirve para conservarlos, para que no se echen a perder. Primera aplicación: los cristianos deben hacer que la tierra conserve el amor y la bondad con que Dios la creó y así sea tierra fértil que acoja los dones de Dios.

Segunda aplicación: la sal nos hace encontrar el gusto de los alimentos. Esto nos hace considerar -haciendo una trasposición espiritual- que el verdadero alimento del hombre es toda palabra que sale de la boca de Dios. Por eso los cristianos deben ser la sal que ayude a los hombres a encontrar el gusto de la palabra, de la ley, de los mandamientos de Dios. Evidentemente, podrán hacerlo si han probado este mismo gusto ellos mismos, si han gustado la verdadera sabiduría: la del misterio de Dios, tal como nos ha sido revelado en Jesucristo (cf. 2. lectura).

SAL/SABIDURIA: Es en esta dimensión del saber gustar de las cosas de Dios que la sal se usaba en la liturgia para hablarnos de la verdadera sabiduría. Recordemos la pizca de sal que se hacía gustar a los que debían recibir el bautismo, diciéndoles: "Recibe la sal de la sabiduría: la que te dispondrá para la vida eterna". De esta sabiduría que viene de Dios es también de la que nos habla la carta a los Colosenses cuando dice (4,6): "Que vuestra conversación sea siempre amena, sazonada con sal", es decir que en nuestra habla se note que tenemos la sabiduría de quien busca "las cosas de arriba" (Col 3,1). Usando esta sal, la de la sabiduría que no viene de los hombres, habrá paz entre nosotros (cf. Mc 9,50). Debemos tener presente aún otro aspecto: el uso purificador de la sal. Así se nos presenta en la bendición de la sal que debe ser mezclada con el agua que será bendecida. En este caso se hace referencia a la acción de Eliseo, que purificó con sal las aguas de Jericó (cl 2R 2,19-22). La vida santa de los cristianos debe ser un elemento de purificación de todo lo que hay de mal y de pecado en nuestro mundo.

Así pues, no es porque sí la clara exhortación a no ser aquella sal sosa que se vuelve inservible. Porque entonces ni ellos son lo que deben ser, ni sirven al mundo manteniendo vivo el sentido de Dios.

- LUZ DEL MUNDO

Si la sal nos habla de transformación interior del cristiano y del mundo, la luz nos habla de la dimensión más visible de la fe del discípulo. El discípulo recuerda que Jesús, el Maestro, se ha presentado a si mismo como "la luz del mundo" (cf. Jn 8,12) y, por eso, están llamados a ser testigos de la luz -ante los más lejanos y ante los más próximos- con su fe y su vida.

Salidos de las aguas bautismales, el sacramento que les ha abierto los ojos del alma a la luz nueva de Cristo, los neófitos reciben un cirio encendido y se les dice: "Habéis sido transformados en luz de Cristo. Caminad siempre como hijos de la luz" ("Iniciación cristiana de adultos", n. 226). A partir de aquel momento, a todos los cristianos se pueden aplicar las palabras del apóstol: "Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día" (lTe 5,5). La manera concreta de llevar a la práctica esta manera de ser del cristiano se pone claramente de manifiesto en la primera lectura y el salmo de este domingo: viviendo en justicia y santidad, manifestadas en su solicitud por los demás, por los más necesitados, es decir, en su caridad, en la práctica del amor fraterno. Es así cómo el cristiano se transforma, en Cristo, en la luz del mundo.

- EL ALMA DEL MUNDO

Sal de la tierra y luz del mundo. Así debemos ser y así tenemos la responsabilidad de comportarnos los cristianos. Dos maneras que manifiestan la naturaleza del ser cristiano y que se encuentran bien expresadas en las palabras de la Carta a Diogneto, 6, recogidas por el Vaticano II (LG 38): "Lo que el alma es en el cuerpo, eso han de ser los cristianos en el mundo". Una realidad que se transforma en un reto para nuestra vida cristiana de cada día.

JOSEP URDEIX
MISA DOMINICAL 1999/02-41


19.

1. La impresión que tantas veces experimentamos los creyentes ante el silencio de Dios, es pensar que Dios ni nos ve, ni se entera de lo que sufrimos, de lo que trabajamos, y oramos y de las luchas que sostenemos. Es un silencio aparente el de Dios, y la impresión de su ausencia es falsa. Pero a veces puede ocurrir que a los hombres les suceda lo que a los judíos llegados del destierro que ayunaban y sentían que Dios no les escuchaba. Y se quejaban a Dios: "¿Por qué vamos a ayunar si tú no lo ves, por qué mortificarnos, si tú no te enteras?" (Is 58,3) Y "Dios responde: El día de ayuno oprimís a todos vuestros jornaleros, ayunáis entre disputa y riña, golpeando con el puño" (Ib 4). Vuestro ayuno es formalista y egoísta: Por eso no llega al cielo. "El ayuno que yo quiero es que desatéis las cadenas injustas, dejéis libres a los oprimidos, rompáis todos los yugos, partáis vuestro pan con el hambriento, hospedéis a los pobres sin techo, vistáis al desnudo y no os cerréis a los hermanos. Cuando hagas esto yo te diré: Aquí estoy!. Cuando destierres de tí la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, y sacies el estómago del pobre, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía" Isaías 58,7.

2. Santiago escribirá más tarde: "Pedís y no recibís, porque pedís mal, para obtener satisfacción de vuestras pasiones" (4,3). La raiz del silencio de Dios, está en la injusticia. La sensación que tienen los judíos es que es igual ayunar, que no ayunar; orar que no orar. Dios no les escucha porque en el fondo está el egoismo: la codicia, el homicidio, la envidia, la guerra. El egoismo exige la satisfacción de las pasiones, y se reza incoherentemente. Unas veces se piden cosas que no convienen a la salvación, y que si Dios las concediera tendríamos un alma menos en el cielo (Santa Teresa); y otras veces se pide en condiciones indebidas y tal vez, enemistados con Dios. ¿Quien se atreve humanamente a pedir un favor a alguien con quien está enemistado, o a quien acaba de ofender, sin reconciliarse con él de antemano?

3. Se puede tener la idea de que a Dios se le puede engañar como se trata de engañar a los hombres. A los hombres se pretende engañarles con actitudes políticas y falsas, y se intenta hacer entrar a Dios en el mismo juego, y eso no vale.

4. Cuando se realiza el programa marcado por el profeta, cuando hacemos el bien a los demás, y experimentamos que Dios nos oye y que nos responde por la paz que inunda nuestra conciencia, que es su voz, se cumple el anuncio de Isaías: "Brillará tu luz en las tinieblas", que coincide con el del salmista: "El justo brilla en las tinieblas como una luz" Salmo 111. Luz tanto más esplendorosa y visible y necesaria, cuanto más oscuras las tinieblas del mundo.

5. La luz que resplandece en el justo es la misma luz del Señor, que vive en él y se trasluce, hasta el punto de convertirse en luz del mundo: "Vosotros sois la luz del mundo" (Jn 8,12). Una vidriera en la que reverbera el sol de mediodía queda transformada en el mismo sol, hasta llegar a parecer sol. Los cristianos, incorporados a Cristo son su mismo cuerpo y su misma luz, cuando viven lo que prometieron, viviendo como Cristo y así se convierten en luz del mundo cumpliendo sus deberes morales y humanos con el prójimo. Tuve hambre y sed, estuve desnudo, triste y abandonado...y me socorristeis. Es decir, la Religión debe ser interior, en espíritu y verdad, y consecuente. La sal, la luz, la ciudad en alto, son Signos cósmicos, que hacen pensar en la creación primera del universo, y nos urgen a comenzar la nueva creación, abandonando el cristianismo burgués de mínimos, que muchos viven,

6 La sal se usa para condimentar los alimentos. Los judíos "sazonaban con sal sus ofrendas", para que fueran agradables a Dios. Los cristianos, debemos ser sal en el mundo, escondidos en la tierra, para, invisibles y sin apariencia, dar sabor nuevo de Dios al mundo, quitándole la sosez y la vulgaridad de quien ha perdido los valores, y para influir en él como fermento, ayudándole a descubrir el sentido de la vida, para que no quede atrapado por sus tendencias y aspiraciones rastreras.

Además de sazonar e impedir la corrupción, los discípulos de Cristo poseen la "sal de la sabiduría de la Palabra". Con su difusión, sobre todo encarnada en la vida, dan sabor al mundo, y ayudan a que la corrupción vaya disminuyendo y el mundo se vaya purificando. Podríamos añadir que hemos de ser como antibióticos que van destruyendo el campo de las bacterias. Pero si nosotros estamos invadidos ¿cómo vamos a ser antibióticos? "Si la sal se vuelve sosa, ¿con que la salarán?". No hay sal para sazonar la sal. "Sólo sirve para tirarla fuera". A la calle. ¿Fuera del Reino? Por lo menos "para ser despreciados por los hombres" (Lagrange).

7 "Sois la luz". Dice Isaías: "los pueblos caminarán a tu luz" (Is 60,3). Es lo que dice también Simeón con el Niño Jesús en brazos (Lc 2,32). Por ello dirige Paul Claudel su repetido apóstrofe a los cristianos: "¿Qué habéis hecho de la luz?".

Porque los cristianos no podemos ser cuerpos opacos, pero tampoco cuerpos con luz propia. Nuestra luz es la del Señor a quien, hechos nosotros sencillos y transparentes, traslucimos. Cuanto más limpio el cristal, mejor trasluce la luz de la verdad, del bien, de la belleza.

8. Los que comienzan a conocer a Dios sienten deseos de comunicar lo que ellos empiezan a gustar. El deseo es normal y bueno, pero puede ser contraproducente. Lo que a los principiantes les nace es enseñar, más que aprender; corregir, mejor que corregirse, más que orar, hacer cosas. Por eso San Juan de la Cruz enseña que "más quiere Dios de tí el menor grado de pureza de conciencia, que cuantas obras puedas hacer". Ahí encontraremos la raiz de por que haciendo tantas cosas los cristianos, cunde la tibieza en unos, la frialdad en otros y, en general, el poco ímpetu de espíritu amoroso. Dispuestos a lanzar la red, sobre todo, en el puerto y ante fotógrafos y cámaras de televisión, mas remisos en conseguir limpieza de intenciones y de corazón. Cuando se hace poca oración y la poca que se hace es vocal y no se practica la mental, y menos se alcanza la "tercera agua de río o de fuente", (Santa Teresa) no podemos esperar que la acción de los cristianos brille, convenza, avasalle, convierta, transforme. No es la acción, sino el amor con que se hace, con limpieza y desprendimiento de intereses y de ganga de pasiones, pecados y defectos, lo que hace crecer el Reino de Dios, la gracia, la santidad que, a corto plazo no se van a ver. Y por eso no se hace, porque no se va a ver, no te lo van a tener en cuenta, ni a catalogar en tu "curriculum". ¿Quién se cree que el acto de recoger un papel del suelo por amor puro de Dios, puede obrar la conversión de un alma? Teresa del Niño Jesús se lo creía y lo alcanzaba. Mientras no consigamos formar esa conciencia en la Iglesia, viviremos sumergidos en el déficit y en la inflación. Muchas hojas, poco fruto. Como la higuera maldecida por Cristo (Mt 21,19).

9. Elevando los ojos Jesús cuando predica el sermón de la Montaña, muy bien podía ver tres ciudades: Hippos, Safet Séfforis, que le pudieron inspirar El texto: "No se puede ocultar una Ciudad puesta en lo alto de un monte". "Jerusalén está construída como ciudad bien trazada" (Sal 121): Los discípulos de Jesús son la Jerusalén nueva. Descendamos: Un compañero y otro y otro...han visto tu ordenador y tu escáner y tu página en Internet y, sin comentar nada, al poco tiempo se lo han instalado y lo usan. Es el poder de la imitación, de la ejemplaridad. Una ciudad ordenada es un reclamo a la imitación. Por eso la Iglesia, antes que dedicarse a reformar el mundo, tiene que ordenarse y reformarse ella, para ordenar el mundo, que lo hará fascinado por su hermosura, como Cristo quiere a su esposa, "sin mancha ni arruga". Le ocurrirá al mundo lo que a la reina de Saba cuando, atraida por la fama de Salomón, fue a visitarle, y comprobó que su sabiduría, puesta de manifiesto en su orden y en su gobierno, superaba lo que le habían dicho, y exclamó: "Felices tus gentes" (1 Rey 10,1)

10 Tampoco se enciende la vela para ponerla bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que ilumine a todos. En tiempos de Cristo se alumbraban con grasas encendidas: para apagar la luz, se tapaba con una especie de cubo, que extinguía el oxígeno y apagaba la luz, y se evitaba el humo y el hedor de la grasa quemada.

11. La luz no debe apagarse. Debe iluminar siempre, con las buenas obras, realizadas para que glorifiquen a Dios, y no para la propia ostentación y vanidad. Pero no hay que dejas las obras ni por falsa humildad, ni por pereza, ni por cobardía. Mientras San Bernardo predicaba, le sugirió el diablo: -¡Qué bien lo haces! –"Ni por tí lo comencé, ni por tí lo dejaré", contestó el santo.

12. La Carta a Diogneto dice de los cristianos del Siglo II: "No se distinguen de los paganos por su vestido, comidas y hábitos de vida. Cada uno tiene su patria, pero se juzga peregrino; todo les es común con los demás. Toda otra región es su patria, aunque en toda patria se encuentran peregrinos. Como todos, tienen sus mujeres, crían hijos, pero detestan los abortos. La mesa les es común, mas no el lecho. Son de la carne, pero no viven según la carne. Habitan en la tierra, pero su ciudad es el cielo. Lo que el alma es en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo... Tan noble es el puesto que Dios les ha asignado, que no les está permitido desertar de él".

13. Así son -debemos ser- para todos los hombres, visibles, como la ciudad puesta en lo alto, y como la luz espléndida del mediodía, o invisibles, con acción callada, pero eficaz, como la sal. Como la Eucaristía que silenciosamente va transformando nuestras vidas y el mundo. Como una inmensa transfusión diaria de sangre salvadora y fecunda.

J. MARTI BALLESTER


20.

1. Lecturas en la Misa

Isaías 58, 7-10 : "Parte tu pan con el hambriento... y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora.."

San Pablo. II Cor 2,1-5 : "Nunca entre vosotros me precié de saber otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado"

Ev. según san Mateo 5, 13-16 : "Vosotros sois la sal de la tierra..., la luz del mundo.. Alumbre vuestra luz a los hombres"

2. Palabras para ser dichas y vividas

2.1. El manjar que hoy se nos ofrece en la liturgia de la Palabra es realista, integrador, comprometido. No permite lanzar palabras al vuelo sino que enseña a encarnarlas en la vida. Jesús dijo un día a sus discípulos, hablando de los maestros de la ley : haced lo que os digan, que es bueno; no hagáis lo que hacen, pues no es coherente con la palabra.

Nuestro deber, nuestra honestidad estará en armonizar palabras y vida.

2.2. Las tres lecturas de nuestra celebración poseen unidad y se complementan en lo que enseñan. Isaías mide nuestra calidad de palabra y vida por los gestos de solidaridad, caridad, justicia, liberación. Pablo añade que en su predicación él no ha pretendido otra cosa sino mostrar el amor oblativo de Cristo en su entrega a los demás. Y Mateo nos transmite la reflexión de Jesús a sus enviados y testigos por el mundo: sabed a qué estáis llamados y enviados, y no andéis en tinieblas sino como luceros de la mañana.

3. Cómo el pan compartido es luz de vida

3.1. Sigue llamándose Isaías al autor del capítulo 58 del Libro que comentamos. Escribe y habla a los israelitas por el año 500 antes de Cristo, en el periodo de regreso del destierro de Babilonia.

En ese capítulo 58 el profeta pone la mano en la llaga de las incoherencias y equívocos humanos: en la vida se dice y no se hace, se finge espíritu noble y se actúa con bajeza, se presume de rica interioridad compasiva y luego no se convida al pobre a nuestra mesa, o se habla de ayunar en el espíritu para agradar a Dios y no se cultiva la caridad fraterna ....

3.2. Por reacción contra esas incoherencias, y para promover una vida testimonial en israelitas y cristianos, es muy interesante observar el ritmo que imprime a sus palabras el profeta. Sus palabras responden perfectamente a cuanto en la psicología religiosa actual se reclama:

-Si quieres ser fiel y coherente, comienza partiendo tu tan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo y viste al desnudo; es decir, comienza actuando externamente con humanidad, con entrañas de amor y misericordia, pues ése es el mejor preámbulo a la vida en fe.

-Luego, reflexiona sobre lo que haces y observa cómo, en la medida en que das amor, en que rasgas tu propia carne, tus egoísmos e intereses, y te abres gozosamente a los demás, te vas gratificando a ti mismo en el mejor espíritu. Llevas el premio contigo.

-Finalmente, observarás que ese comportamiento crea en ti una actitud virtuosa que te hace pronto y solícito en el favor a los demás; y en ese contexto descubrirás cómo se hace o enciende una luz nueva para ti, la luz que alumbra y da calor : en caminos o sendas de justicia, benevolencia, disponibilidad, apertura al misterio de Dios que se esconde y hace presente en todas partes ...

4. Coherencia y vida en Cristo, y en su cruz

4.1. Pablo es uno de los grandes testigos de nuestra fe. Lo es desde su singularidad psicológica, cultural y religiosa. Él, como los demás, es único, y responde desde sí mismo con absoluta coherencia y conciencia responsable. Él, como Juan, no es el que esperábamos por Mesías, sino su servidor humilde, dispuesto a soltar las sandalias de sus pies.

4.2. En el párrafo que hoy leemos de su Carta a los corintios se contienen ricas enseñanzas, tanto de doctrina espiritual como de pedagogía humana y de pastoral misionera:

-Doctrina espiritual: Pablo ha pasado de ser "enemigo de Cristo y de la cruz de Cristo" a persuadirse de la verdad y grandeza de su persona y revelación; y ha alcanzado tal calidad de vida en su identificación con el ideal del Maestro que ya no quiere saber ni predicar otra cosa "sino a Cristo, y a éste crucificado". Se siente salvado por Cristo, y necesita proclamarlo..

-Pedagogía humana: los misterios de Dios, la comunicación de la fe, la enseñanza de la verdad revelada en Cristo, no se exponen "con sublime elocuencia o sabiduría", con magisterio universitario ejercido desde archivos y pergaminos viejos, sino desde la debilidad, desde el santo temor, desde la humildad, cercanía y experiencia de fe ...Quien vive comunica vida, contagia vida.

-Pastoral misionera: Pablo se siente llamado con enorme fuerza interior a proclamar el misterio de Dios en Cristo; y no de cualquier forma sino siguiendo el camino de la cuna a la cruz, y asumiéndolo en la propia existencia personal. Además, con realismo evangélico, no haciendo del propio pensamiento humano el objeto o tema de predicación sino concediendo ese honor exclusivamente a la presentación y proclamación de Cristo y del misterio de Dios .... Y todo ello, por el poder del Espíritu que es quien mueve a la fe y nos mantiene en ella.

5. Misión iluminadora y saludable del cristiano

5.1. Ser cristiano es equivalente a "ser discípulo de Cristo" , pues solamente adhiriéndose a él y caminando sobre sus huellas se da cumplimiento al injerto del sarmiento en la cepa de la vid, a la incorporación de cada uno como piedra viva en el templo eclesial, al flujo de la gracia desde la humanidad-divinidad de Cristo a nuestras almas ....

5.2. Las dos imágenes con que el evangelio de hoy caracteriza al discípulo de Jesús son éstas: ser luz o foco de luz y ser sal o salvaguarda en el cuerpo místico, para que no se corrompa. Las dos imágenes son de coherencia humana y en la fe:

-Ser luz: Cristo y el cristianismo son luz entre nieblas de errores, horizonte salvífico en medio de un mundo desconcertado, experiencia del reencuentro de Dios y el hombre como personas que se necesitan y aman, ejemplo de vida en la tierra con la mirada en el cielo ...Si en el cristianismo se apaga la lámpara con que iluminaba al mundo, esto significaría que ya no es necesario, que ya no se le busca, que ya no vale la pena cultivarlo, que ya ha muerto ...

-Ser sal: Cristo y al cristianismo tienen que colaborar de forma importante en la misión de hacer más humana a la humanidad, más robusta su salud, más incorruptible y fructífera su doctrina en el decurso de la historia evolutiva ...

6. Aplicación

Seamos los cristianos caritativos y así iluminaremos y salvaremos a los hombres; seamos testigos de Cristo, incluso hasta la cruz, y desde su altura iluminaremos a una sociedad que mira demasiado a la tierra; seamos servidores de los hermanos y amigos-adoradores de Dios, y así viviremos con coherencia en la carne y en el espíritu...

DOMINICOS
Convento de San Gregorio. Valladolid
Orden de Predicadores - Familia Dominicana


21. COMENTARIO 1

Y DIOS, ¿ES BUENO?

Este domingo viene a caer casi siempre en febrero, mes en el que se celebra la Campaña contra el Hambre en el Mundo, circunstancia que puede favorecer el que muchos, al tomar con­ciencia de la terrible realidad del hambre en nuestro planeta, hayan pensado de esta manera: ¿Cómo es posible que Dios permita tanto dolor? ¿Cómo es posible que, siendo bueno, no acabe con tanto sufrimiento? ¿O es que Dios no es tan bueno? ¿O es que Dios no existe?


Y DIOS, ¿DONDE ANDA? ¿Y ES BUENO?

¿Se habrá olvidado Dios de nuestro mundo? ¿Dónde está Dios? ¿Dónde encontrarlo?

Al tomar conciencia de las miserias que se acumulan a lo ancho y largo de este mundo, del hambre, la enfermedad, la incultura...; al ser testigos de los sufrimientos tan inhuma­nos a que se ven sometidos tantos millones de seres humanos, una pregunta se plantea en la mente de muchos: ¿Quién ha dispuesto las cosas tan mal?

No podemos negar que conocer nuestro mundo, cuando se posee un mínimo de sentido crítico, deja un amargo sabor de boca: en la actualidad se están matando los hombres unos a otros en unas treinta guerras, hay quince millones (15.000.000) de leprosos en todo el mundo, muchos de ellos con deficiente atención sanitaria, y son decenas de millones de hombres los que mueren de hambre cada año en el mundo...

¿Manifiesta este mundo la bondad de su Creador? No nos escandalicemos por la pregunta: la historia nos asegura que son muchos los que han dejado de creer en Dios porque no han sido capaces de superar el escándalo de un mundo que re­bosa sufrimiento.


SAL DEL MUNDO

En la antigüedad, en el entorno cultural de Israel, cuando se hacía un pacto entre dos pueblos, una vez de acuerdo en los términos de la alianza, se solía celebrar un banquete, con el que quedaba sellada; en ese banquete se usaba la sal, dán­dole una gran importancia simbólica: la sal hace que los ali­mentos se conserven sin corromperse; pues eso es lo que de­bían procurar quienes establecían aquella alianza, mantenerla en vigor permanentemente. Los pactos que se hacían según ese rito los llamaban «pactos de sal».

Dios ha querido hacer una nueva alianza; los términos de la misma los acaba de explicar Jesús: son las bienaventuran­zas. Dios estará presente en medio de los hombres que elijan ser pobres para construir un mundo en el que no haya pobres, y en el que los hombres sean solidarios, y honestos, y compro­metidos en la construcción y el mantenimiento de la paz; y fie­les hasta el final a sus compromisos, a pesar de los conflictos y de las persecuciones que su estilo de vida les pueda aca­rrear...

Es una alianza que Dios quiere establecer no con un pue­blo en particular, como antes, sino con toda la humanidad, con todo el mundo a quien promete la felicidad, la dicha: «Di­chosos. . . »

Dios será fiel -siempre lo fue- a esa alianza; pero los que tienen la misión de hacer que se mantenga viva son los dis­cípulos de Jesús: ellos son -nosotros debemos ser- «la sal de la tierra».


LUZ DEL MUNDO

Y ellos -los discípulos, que hoy somos nosotros- son los que tienen que hacer que sea patente, que se vea con cla­ridad la presencia de Dios en el mundo de los hombres: «vos­otros sois la luz del mundo».

Porque Dios no se hace visible en los fenómenos terribles de la naturaleza -el trueno, el rayo, el terremoto-, como se creyó en un tiempo; Dios se hace visible en la vida de los hombres y, en concreto, en la vida de la comunidad cristiana que lleva a cabo con fidelidad el programa de las bienaven­turanzas.

Hubo un Hombre que se comprometió a dar su vida para que los hombres pudieran ser felices; entonces se abrió el cielo y se restableció la comunicación entre Dios y la humanidad. En adelante, cuando un pedazo de esa humanidad, un grupo de hombres y mujeres, de ancianos y de niños, asuman juntos ese compromiso, Dios se hará presente y su luz brillará con fuerza en medio del mundo.


SI LA SAL SE VUELVE SOSA...

Mil millones.

No. No se trata de dinero. Se trata de personas que dicen que son discípulos de Jesús de Nazaret, que dicen que son cristianos. Personas que, al menos teóricamente, deberán estar comprometidas en construir un mundo en el que no hubiera sufrimiento. Personas cuya actividad debería ser manifestación de la bondad de un Dios que es amor hasta la exageración... ¿No se habrá vuelto sosa la sal?


22. COMENTARIO 2

v. 13 Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pisotee la gente.

. La sal, que asegura la incorruptibilidad, se usaba en los pactos como símbolo de su firmeza y permanencia. En particular, todo sacrificio debía ser salado, como señal de la permanencia de la alianza (Lv 2,13; cf. Nm 18,19: «una alianza de sal es perenne»; 2 Cr 13,5: «El Señor... con pacto de sal concedió a David y a sus descendientes el trono de Israel para siempre»). «La tierra» significa la humanidad que la habita. Según este dicho de Jesús, los discípulos son la sal que asegura la alianza de Dios con la huma­nidad; es decir: de su fidelidad al programa de Jesús depende que exista la alianza, y que se lleve a cabo la obra liberadora prometi­da. Si la sal pierde su sabor, con nada puede recuperarlo; si los que se llaman discípulos de Jesús, y tienen delante su ejemplo, no le son fieles, no hay donde buscar remedio. Esos discípulos son cosa inútil, han de ser desechados, arrojados fuera, y merecen el desprecio de los hombres, a cuya liberación debían haber cooperado.

vv. 14-16 Vosotros sois la luz e mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte; 15ni se en­ciende una lámpara para meterla debajo del perol, sino para ponerla en el candelero y que brille para todos los de a casa 16Empiece así a brillar vuestra luz ante los hom­bres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.

. «La luz» es la gloria o esplendor de Dios mismo, que, según Is 60,1-3, había de refulgir y brillar sobre Jerusalén. La in­terpretación de Is 60,3 aplicaba la frase a Israel; también a la Ley y al templo (cf. Is 2,2) y a la ciudad de Jerusalén (cf. Is 60,19), siem­pre como reflejo de la presencia de Dios en ellos. Esta presencia radiante y perceptible se ha de verificar en adelante en los discí­pulos; ellos son el Israel desde donde refulge Dios, la nueva Jeru­salén donde él habita. Esa luz ha de ser percibida: la comunidad cristiana no puede esconderse ni vivir encerrada en sí misma. La gloria de Dios ya no se manifiesta en el texto de la Ley ni en el local de un templo, sino en el modo de obrar de los que siguen a Jesús. «Vuestra luz» son las obras en favor de los hombres, des­critas en 5,7.8.9, en las que resplandece Dios: la ayuda, la sinceri­dad y el trabajo por la paz, es decir, la constitución de una socie­dad nueva. Al nombrar a Dios como Padre de los discípulos, Mt alude a la calidad de hijos de que éstos gozan por su actividad, que continúa la del Padre (5,9). Así, «los hombres» glorificarán al Padre, es decir, conocerán al único verdadero Dios.

Estos dos dichos de Jesús confirman la creación del Israel me­siánico: los discípulos son los garantes de la alianza y en la comu­nidad resplandece la gloria de Dios. Es la comunidad de los que han elegido ser pobres (5,1), se mantienen fieles a este compromi­so (5,10), ejercen las obras propias de los hijos de Dios (5,7-9) y dan así ocasión a la liberación de la humanidad (5,4-6). Es la presencia del reinado de Dios en la tierra (5,3.10).


23. COMENTARIO 3

Pareciera que las decisiones verdaderamente importantes concernientes a la historia y la vida de los seres humanos se toman en los grandes centros de poder. Una comunidad alejada de dichos centros está expuesta a una doble tentación. Hundirse en el pesimismo de su impotencia o refugiarse en la intimidad de su vida comunitaria para, de esa forma, experimentar su valor. Los tres textos de la liturgia de este domingo salen al encuentro del peligro de ese doble tipo de reacción por parte de la comunidad.

Para ello el evangelio presenta a los integrantes de la comunidad desde la comparación con dos elementos esenciales a la vida de los seres humanos: la sal y la luz. Gracias a ella busca manifestar el valor de la vida y acción de los seguidores de Jesús. De esta manera se busca recrear la conciencia de la propia dignidad desde la misión universal e ilimitada que la comunidad está llamada a realizar. La sal de la que se habla es para toda la tierra, la luz es para el mundo.

La última de la imágenes conecta directamente con el proyecto “luz de las naciones” elaborado a partir del Exilio por obra de los discípulos y discípulas de Isaías. A la vuelta de Babilonia, los dirigentes judíos creen que la única forma de conservar la identidad del pueblo, perdido en la inmensidad del imperio persa, consiste en el recurso a la insistencia en el ámbito cultual y legal. De esta forma se produce una reducción de la misión de Israel a espacios más cercanos a los individuos y, por tanto, más controlables por éstos. En oposición a esta opción de la dirigencia postexílica, la primera lectura se abre a horizontes que engloban la construcción de un nuevo tipo de relación entre los miembros de toda la humanidad, especialmente de la que afecta a los necesitados: hambrientos, sin techo, desnudos, explotados.

Este proyecto engloba todos los elementos de la vida de la nación y coloca el culto en el ámbito de una búsqueda de un auténtico encuentro con Dios por medio de la realización de la justicia, en que está en juego no sólo la vida del mismo pueblo sino también la de toda la humanidad

Siglos después, la acción de Jesús se inscribe en la continuación de este proyecto de realización de la justicia de la que depende no solamente la existencia del pueblo de Israel sino también la suerte de todas “las naciones” de la tierra.

Mateo, para una comunidad enfrentada con el poder del imperio y del judaísmo oficial, recupera esa memoria de una luz universal que, por su propia naturaleza, tiende a difundirse. Los poderes civiles y religiosos de la época buscan, gracias al mecanismo de transferencia de culpabilidad, sumir a los cristianos en la conciencia de su impotencia que impida la realización de las transformaciones requeridas o que conduzca a reducir esas transformaciones a un ámbito reducido de la existencia.

La imagen de la luz del mundo impide una y otra de esas soluciones y, se expande en dos direcciones: la de la visibilidad de una ciudad situada sobre una montaña y el lugar en que se sitúa toda lámpara que se enciende.

La ciudad sobre una montaña es un punto de referencia para todos que no puede ser ocultada. Las imágenes de una Jerusalén centro de atracción para todos los pueblos de los discípulos de Isaías se transfiere a la existencia de la, a simple vista impotente, comunidad de seguidores de Jesús.

El lugar de la colocación de la lámpara, prolonga ese universo de imágenes. De esa forma se reafirma el sentido del designio de Dios que por su misma naturaleza quiere iluminar “a todos los de la casa”.

Se enmarca así la misión de la comunidad frente a todos los de la casa, que el versículo siguiente determina como frente a “todos los seres humanos” y, por consiguiente, la íntima unión de la gloria del Padre con la práctica de la justicia desde la que se debe entender toda tarea y obra comunitaria.

De esta forma, la comunidad es llamada a comprender su ser y su actuación no hacia sí misma sino en la realización de una justicia universal. La imagen que precede a la de la luz (v.13) presenta las mismas características de universalidad misionera. La comunidad es “sal” y sal de “la tierra”. A esta condición está ligada su existencia ya que una respuesta inadecuada a esta cuestión la convierte en superflua: sólo sirve “para echarla a la basura o para que la pise la gente”.

La revalorización comunitaria, desde esta perspectiva, se realiza sin disminuir en lo más mínimo las exigencias requeridas. Está en juego en ellas no sólo la propia existencia sino la suerte universal de la humanidad ligada a esta pasión ilimitada por la justicia.

De la práctica comunitaria depende la glorificación de Dios, el Padre de los seres humanos. Esta condición, agudamente sentida en todo el sermón de la montaña, presenta a Dios íntimamente ligado a la actuación comunitaria y, a través de ella, al bien de la humanidad. La glorificación de Dios se presenta como el contenido programático que sólo puede manifestarse plenamente en la búsqueda apasionada de la justicia, es decir del querer divino.

Sólo desde la experiencia de debilidad del discípulo se puede, paradójicamente revelar el poder de Dios como enseña Pablo en la I carta a los Corintios. El carente de la humana sabiduría puede convertirse en expresión de la fuerza de Dios y de su poder.

1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.

3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).

HOMILÍAS 15-20