COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 Co 7, 32-35

 

1. MATRIMONIO/VIRGINIDAD: AMBOS NECESARIOS EL UNO PARA EL OTRO COMO LA VIDA LO ES PARA EL RITO Y EL RITO PARA LA VIDA.

Este capítulo está dedicado todo él a los estados de vida del cristiano. Pablo ha hablado sucesivamente de los esposos que, viviendo juntos (1 Co 7, 3-5. 10), se preguntan qué representa para ellos la continencia de los esposos que viven separados (v. 11), de los que viven juntos, pero no comparten la misma fe (vv. 12-16). Estudia después el caso de los cristianos que no están casados y, entre ellos, las "vírgenes", de uno y otro sexo (vv. 25-35), de los prometidos que reflexionan sobre su próxima cohabitación (vv. 36-38). Considera finalmente la situación de los célibes y de las viudas (vv. 39-40).

Mas en todo este esquema simple y lógico, el mismo Pablo introduce el desorden: habla de la continencia (y de la suya propia) en pleno discurso a las personas casadas (vv. 6-7) y de matrimonio en el corazón mismo del discurso a las personas todavía disponibles (vv. 27a, 29b, 33). Esta mescolanza en la exposición refleja, sin duda, la tensión que reina en la comunidad de Corinto, en donde se propugna a la vez la continencia encratita (1 Co 7, 1-5) y la libertad sexual más desvergonzada (cf. 1 Co 5, 1013; 6, 12-20). Pablo trata de que se mantenga al mismo tiempo la indisolubilidad del matrimonio y por el carisma de la continencia, y expone cómo lo uno y lo otro tiene al Señor como fuente.

A veces da la impresión de que Pablo infravalora el matrimonio; en realidad lo que hace es otorgar derecho de ciudadanía complementario a un estado nuevo, el de la continencia, a la vera de un estado conocido ya y considerado hasta entonces como la única posibilidad.

Los abundantes consejos a las personas casadas (las "vírgenes" del v. 25 designan tanto a los jóvenes como a las jóvenes) en favor de la continencia se apoyan en una motivación esencial: la "miseria de los tiempos presentes" (v. 26) o "las pruebas en la carne" (v. 27). No se trata tan solo del tráfago de la vida ordinaria, especialmente de la vida conyugal: el sentido de la palabra "thlipsis" es esencialmente escatológico y cabe interpretarla como de una especie de contrastación del significado del tiempo. En efecto, el tiempo no tiene ya el mismo sentido que antes de JC, cuando, generación tras generación, avanza hacia su término final. Hoy ese término se ha alcanzado ya prácticamente, puesto que Dios está presente en todos. Por consiguiente, el matrimonio no es ya un estado tan absoluto como antes y los esposos se deben a la vez a Dios presente en ellos y a su cónyuge respectivo. Puesto que Dios está ahora presente con su eternidad, el tiempo se hace más precario (vv. 29, 31), y una institución como el matrimonio, intensamente anclada en la temporalidad, queda relativizada en virtud de la aparición de los últimos tiempos (vv. 33-34).

A partir de JC, cada individuo vive la presencia de Dios en él y el cristiano deposita su vida entera en ella. Pero no puede vivir sino en relación con los acontecimientos y con los demás hombres.

El estado de matrimonio, aun cuando llegue a perder su papel exclusivo de perpetuar la raza, sigue siendo el punto por excelencia en que se vive la presencia de Dios en la relación interpersonal. De todas formas, esa presencia es implícita; no se hará explícita sino en el Reino, cuando Dios sea todo en todos. Y el caso es que no se puede vivir de implícito. Por eso las personas casadas necesitan encontrarse a veces solas ante Dios, y por eso San Pablo manifiesta sus preferencias por la virginidad.

Este intercambio entre implícito y explícito es fundamental en la vida cristiana. Cristo está presente en la vida del cristiano que le ofrece el sacrificio espiritual previsto en Rm 12, 1-2. Pero ese culto debe fundamentarse en el que Cristo ha tributado y esa referencia de lo implícito a lo explícito se realiza en el culto eucarístico. La vida de la Iglesia se encuentra repartida entre el culto en lo profano y culto en la Eucaristía, entre implícito y explícito. Y lo está también entre matrimonio y celibato, ya que para San Pablo las dos funciones no se excluyen mutuamente, sino que se complementan, puesto que la segunda trata de vivir en lo explícito lo que la primera vive en lo implícito. Ambos estados son tan necesarios el uno para el otro como la vida lo es para el rito y el rito para la vida.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 131


2.

Expresiones como "tener el corazón dividido" o "ser una cosa más noble" pueden sugerir que el esposo (o la esposa) reclaman un pedazo de nuestro corazón que podríamos dar al Señor, o que la soltería es más digna que el matrimonio. Algunos hablan de "vocaciones de especial consagración", a veces para justificar la ley del celibato sacerdotal, vocabulario que también tendríamos que revisar. No olvidemos cómo inicia Pablo este apartado ("No tengo ningún precepto del Señor, pero doy mi opinión") y cómo lo acaba ("He hablado según mi criterio. Y creo tener también el espíritu de Dios"). Parece, pues, claro que se trata de una opinión de Pablo y no de una palabra de Dios. Hay cuestiones de las que no se puede hablar a la ligera, ni por alusiones.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1991/03


3.

A la luz de la inminente venida del Señor, Pablo quiere iluminar las diferentes situaciones humanas y los estados de la vida. Se ha referido ya a los viudos y a los solteros (v. 8) y les ha recomendado que sigan su propio ejemplo y no se casen; pero no les ha impuesto ningún precepto y ha respetado su libertad. Desde la misma perspectiva escatológica, dirige su palabra a las "vírgenes", esto es, a las mujeres que todavía no han contraído matrimonio. Pablo confiesa abiertamente que "respecto a la virginidad" no tiene precepto del Señor" (v. 25a.); pero se atreve a dar un consejo personal, consciente de que él es "digno de crédito por la misericordia de Dios" (v. 25b.): Teniendo en cuenta la premura del tiempo (v. 29) y la venida del Señor que está al caer, sabiendo que "la figura de este mundo pasa" (v. 31) y "a causa de la inminente necesidad" (v. 26a), aconseja "que cada uno se quede como está" (v. 26b); es decir, que los casados no busquen la separación y los solteros el matrimonio. Porque lo importante en esta situación es que todos se mantengan alejados de preocupaciones e inviertan su tiempo y su libertad en promover el asunto del Señor que viene.

Pablo reconoce que los célibes tienen una ventaja respecto a los casados. Mientras éstos se complican la vida y están atados a su cónyuge y andan divididos entre muchas preocupaciones, se puede suponer que los célibes están más disponibles para ocuparse exclusivamente de los asuntos del Señor.

Pablo secunda la opinión de aquellos que prefieren la virginidad al matrimonio. Pero sólo en atención a la venida del Señor, que cree inminente, y para estar más disponibles al servicio del Evangelio. Por supuesto que no estima en nada una soltería fundada en el egoísmo. Recordemos también que la virginidad es para Pablo un carisma, un don de Dios que ha de acreditarse en la plena dedicación a Cristo y a la comunidad. Si tal estado llegara a ser una preocupación que absorbiera casi todas las energías espirituales para mantenerse a sí mismo, ya no tendría razón alguna y habría que escuchar el otro consejo de Pablo: es preferible casarse que abrasarse (v. 9). Tampoco tiene sentido librarse de las ataduras del matrimonio para casarse después con los poderes de este mundo y las estructuras que pasan.

EUCARISTÍA 1988/07


4. CELIBATO.

En el contexto de la inminente espera de la parusía o segunda venida gloriosa de Cristo se comprende mejor esta apología de la virginidad/celibato, ciertamente poco matizada y completa. Las razones paulinas son interesantes aun fuera de ese contexto, si bien necesitan precisarse mucho a la luz de otros textos bíblicos.

En primer lugar, aquí se plantea un cierto problema de inspiración, porque Pablo parece apelar a su criterio personal distinguiéndolo un tanto de la Revelación en sí, de la cual suele ser intérprete. Pero aun en este caso hay que considerar el escrito como inspirado, si bien los puntos de vista personales del autor no quedan canonizados "ipso facto" en todos los aspectos.

Los argumentos que Pablo emplea para ensalzar la virginidad/celibato son de sentido común y de experiencia. No apela aquí a grandes principios ni mucho menos dice que sea un estado más perfecto que el de pareja. Lo importante -ha dicho poco antes (1 Cor 7, 17)- es que cada uno siga con la vocación recibida, en lo cual consiste la propia perfección y no en un hipotético estado "de perfección" que no existe en sí mismo. De hecho, para ponderar la soltería consagrada dice cosas relativamente obvias, experiencias -máxime si él había estado casado y era en el momento de escribir la carta viudo- que todo el mundo puede entender con tal que no las absolutice ni las lleve al extremo y que, por otra parte, las complete con otros pasajes del propio Pablo en que habla más positivamente del matrimonio.

Hay que matizar. Ni todos los célibes, aun los teóricamente consagrados al Señor, se dedican del todo a El, como quiere ese texto, ni todos los casados están divididos. Son afirmaciones genéricas las que Pablo hace y como orientaciones o enfoques generales de los diferentes modos de vivir. Y en teoría lo que dice cualquiera lo puede experimentar.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1991/12


5.

-La mujer soltera y los asuntos del Señor (1 Co 7, 32-35)

Presentado como aquí está, fuera de contexto, el dicho de san Pablo sobre la consagración de la vida puede parecer unilateral, y que el Apóstol no tiene en cuenta un sacramento, el del matrimonio, del que sin embargo él mismo escribió: "Este sacramento es grande". No es difícil reponer en su contexto lo que oímos leer hoy. San Pablo se dirige a aquella comunidad de Corinto con la que la carta nos ha puesto ya en contacto. Nos es conocida toda su riqueza; sabemos también que a veces tiene dificultades: sus reacciones no siempre corresponden a la riqueza de sus dones. En una comunidad cristiana joven, como era aquella, no podía por menos de aflorar el problema sexual. No pierde el tiempo san Pablo ante situaciones graves en las que no cabe otra actitud que la de una condena: incesto, fornicación (5, 1-5.6, 12-19). Como siempre, en medio de una licencia de costumbres y en una Iglesia entusiasta de su fe y de su vida, puede nacer una actitud excesiva en sentido contrario. San Pablo ha recibido una carta por la que parece que un grupo ha elegido una actitud que, sin matizar, se pronuncia por la abstención del matrimonio: "Es bueno para el hombre abstenerse de la mujer" (7, 2). San Pablo matiza y examina la situación de los casados, de los viudos, de los solteros, etc. Pero es evidente que él otorga su preferencia a la vida consagrada, según la expresión empleada hoy frecuentemente.

¿Supondría esto en Pablo, cierto menosprecio del matrimonio, o una visión negativa de ese estado de vida al que consideraría única y exclusivamente desde el punto de vista de la salvaguarda del equilibrio: "Es mejor casarse que abrasarse"? (7, 9). Al contrario, la impresión es de que san Pablo es consciente de lo que, desde el Génesis, quiso Dios que fuera el camino natural y normalísimo de la vida de la humanidad. Por otra parte, san Pablo recomienda a los esposos el uso del matrimonio (7, 5). Pero, de atenerse a esta carta, me parece difícil subrayar la manera positiva que tiene san Pablo de entender el matrimonio.

Para esto hay que ir a su carta a los Efesios (5, 21-33). Allí podemos leer la admiración de Pablo por el sacramento del matrimonio, del que hace el símbolo eficaz de la unión entre Cristo y la Iglesia, atribuyendo a los esposos un papel primordial en la construcción y en la extensión del Reino.

En la lectura de hoy, san Pablo se centra más en una visión escatológica de la vida del cristiano. Desearía ver a los cristianos verdaderamente liberados, no con una liberación egoísta sino con una liberación que permita una unión más directa y más constante con Dios, y que favorezca el servicio a los demás. Esta liberación de todo, proporcionará a la mujer que se consagre esa posibilidad de estar dondequiera que el Señor la movilice. Esta carta primera a los Corintios, junto con la carta a los Efesios, ofrece una doctrina fundamental sobre el matrimonio y la virginidad. A esta última se la presenta como un carisma y una renuncia a una vía prevista por Dios en su Providencia. Es una respuesta a una elección hecha por Dios y un paso dado en lo desconocido de las circunstancias humanas, pero con la convicción de que en él está Dios que guía a la que El escogió, El punto de partida sigue siendo siempre delicado: ¿existe ciertamente ese carisma en tal persona? Existen señales que lo excluyen; por lo demás, Pablo no ha recibido mandato del Señor, y no quiere atrapar a nadie en el lazo. La humildad, la oración, la caridad, la dedicación a los demás iluminarán para descubrir la elección hecha por Dios.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 172 s.


6.

El célibe se preocupa de las cosas del Señor. Los corintios habían heredado de su propia flosofía (Platón sobre todo) el dualismo filosófico según el cual la materia es mala y el cuerpo es como un sepulcro del alma: soma-sema. Por tanto, el cuerpo no merece más que desprecio. De este principio teórico deducían paradójicas consecuencias prácticas. Unos derivaban hacia el libertinaje, dado que el cuerpo no podía contaminar al alma. Otros se iban hasta el extremo opuesto de considerar malas las relaciones conyugales dentro del matrimonio. Pablo pone las cosas en su punto desde la perspectiva de la teología de la revelación. El matrimonio es santo ontológicamente y debe ser santificado moralmente. Suena como a herejía considerar el matrimonio como un manjar fuerte para el paladar plebeyo de la «tropa» cristiana. Modernamente se ha elaborado y desarrollado una positiva y rica espiritualidad conyugal. Sin embargo, el matrimonio no es el único estado de vida posible, sino que, a la luz de las enseñanzas de Cristo, existen otros valores superiores como lo es la virginidad consagrada como signo del reino de los cielos.

El Vaticano II, en PC 12, cita este pasaje de Pablo sobre la virginidad como un testimonio profético. No se elogia la virginidad negativamente, sino como virtud positiva fruto de una elección libre de amor preferencial a Cristo. "Por bueno que sea el amor conyugal, referido al amor absoluto de Cristo, no es necesariamente el mejor» (G. Martelet). La virginidad consagrada es un medio y el amor que la inspira y hace posible (Cristo) es el fin. Es un estilo de interpretar la vida, pero ya el evangelio previene que no todos entienden este lenguaje (Mt 19, 10). Es un anticipo del estado de después de la resurrección, donde los elegidos serán como los ángeles de Dios (Lc 20, 34). Por eso tiene valor profético.

GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/B
EDIT. VERBO DIVIN0 ESTELLA 1987.Pág. 104