37 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO
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25-37)

 

25. 2004

Fuente: es.catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo

Nexo entre las lecturas

Tanto la primera lectura como el Evangelio hablan del libro de la Escritura. Esdras, en la primera lectura, lee el libro de la Ley ante todo el pueblo, "aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura". En la sinagoga de Nazaret, Jesús se levanta, un día de sábado, para hacer la lectura del volumen del profeta Isaías, que le fue entregado por el sacristán de la sinagoga (Evangelio). Para dar vida a la Escritura y hacerla real, Dios puso en la Iglesia los apóstoles, los profetas, los maestros, el don de lenguas, el don de interpretación..., de modo que la Palabra de Dios sea viva, vivifique y permanezca para siempre.


Mensaje doctrinal

1. La Escritura, libro del judaísmo. Se puede decir que el judaísmo, el cristianismo y el islamismo son en cierta manera las religiones del Libro. Los judíos tienen la Torah (Revelación de Dios en el AT), los cristianos el Evangelio (Antiguo y Nuevo Testamento), los musulmanes el Corán. Para un pío judío del tiempo de Jesús dos eran sus puntos fundamentales de referencia religiosa: el templo y la Torah. En ambos está presente Yavéh con su benevolencia y su amor. En ambos dialoga con el hombre como un amigo con sus amigos, como se ve en la primera lectura en que el pueblo entero hizo un gran festejo "porque había comprendido las palabras que les habían enseñado". Ambos son camino de salvación no sólo para los judíos, sino para todas las naciones. En el templo estaba permanentemente encendido el candelabro de los siete brazos para señalar la providencia de Yavéh sobre su pueblo. Cada día, cuando el judío oraba, cubría su frente y sus brazos con filacterias para tener siempre presente algunos textos fundamentales de la Torah: Ex 13, 1-10 (ley de la Pascua); Ex 13, 11-16 (consagración de los primogénitos); Deut 6, 4-9 (amor a Dios sobre todas las cosas); Deut 11, 13-21 (cumplimiento de los mandamientos). Cuando en el año 70 d.C. fue destruido el templo de Jerusalén, el pueblo judío se quedó únicamente con la Torah como punto de referencia religiosa y como centro de unificación y de identidad de los judíos dispersos. La Escritura es libro del judaísmo, porque es Palabra de Dios, y porque es el código fundamental de su identidad religiosa y cultural.

2. Jesús, el Libro y el cristiano. Jesús, como buen judío, escuchó y leyó la Torah, escrita y oral, en múltiples ocasiones y celebraciones religiosas. Estaba familiarizado con ella, porque en ella se había educado durante treinta años y en ella se veía reflejado, en virtud de la conciencia que tenía de sí mismo. Por eso, podrá decir sin titubeo alguno en la sinagoga de Nazaret: "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír" (Evangelio). Después de la ascensión de Jesús a los cielos, los primeros cristianos, gracias a la mayor comprensión del misterio de Jesús por obra del Espíritu, hicieron de Jesús el libro viviente, el evangelio de nuestra salvación. De este modo, el cristianismo no es principalmente la religión del libro, sino la religión de la persona de Jesucristo, libro siempre vivo que revela a los hombres las vicisitudes y los tortuosos caminos de la historia. En la Escritura cristiana (Antiguo y Nuevo Testamento), se hace presente y viva la persona de Jesús para todos los creyentes. Por eso, los primeros cristianos, tanto provenientes del judaísmo como del mundo pagano, no predican la Torah, sino el Evangelio. Por eso, desde los inicios del cristianismo hay carismas relacionados con el libro de la Escritura: los apóstoles que predican el Evangelio que es Jesús, los maestros que enseñan la continuidad, discontinuidad y superación del Evangelio respecto al libro de la Torah, los profetas que leen los acontecimientos de la vida y de la historia a la luz del Evangelio, libro viviente de Jesús, etc. (segunda lectura). A lo largo de los siglos y milenios, los cristianos se han inspirado y continúan inspirándose en el Evangelio (AT y NT), libro viviente de Jesús, que es para ellos la guía inequívoca de su ser y de su actuar como creyentes.


Sugerencias pastorales

1. Lectura cristiana de la Biblia. Toda la Biblia es cristiana. El Antiguo y el Nuevo Testamento son los dos pulmones con los que respira la fe, la moral y la piedad de los cristianos. Marción, en el siglo II, quiso suprimir el Antiguo Testamento del cristianismo, pero su posición fue rechazada por la Iglesia como herética. En la historia del cristianismo, ha habido creyentes o comunidades cristianas que en ciertos campos de la fe y de la moral se han quedado en el Antiguo Testamento; por ejemplo, en la concepción de Dios o de la justicia, en el rigorismo de la ley, etc. Como no hay alma sin cuerpo, tampoco puede haber Nuevo Testamento sin el Antiguo. Por eso, es muy necesario que los cristianos, ya desde niños, desde la educación básica, nos familiaricemos con toda la Biblia: con el Antiguo y con el Nuevo Testamento. A la vez, es urgente que sepamos leer el Antiguo Testamento "con ojos cristianos", en cuanto que en él ya está presente, en forma velada, el Nuevo Testamento. Porque "toda la Escritura es un solo libro, y ese libro es Cristo", nos enseña Hugo de san Víctor. ¡Qué labor tan grande tienen entre manos los catequistas que preparan a los niños para la primera comunión o para la confirmación! ¡Qué importante que los catequistas de jóvenes y adultos sepan guiarlos hacia una lectura cristiana de la Biblia!

2. La Biblia me lee e interpreta. La Biblia es un libro sagrado, que norma nuestra fe y nuestra vida. Por tanto, no puede ser un libro de pasatiempo o de lectura superficial, no comprometida. La Biblia no es un libro que se lee para conciliar el sueño por la noche. La Biblia es Palabra que Dios me dirige personalmente a mí cuando la leo. Y desde el texto la Palabra de Dios me interpela, me lee y me interpreta. Me interpela, buscando una respuesta a lo que me dice mediante la lectura del texto. Me lee, desentrañando los secretos de mi corazón, y suscitando el deseo de cambio. Me interpreta, dando una orientación segura a mi existencia: a mi modo de ser, de pensar, de vivir, de actuar en el mundo, y moviendo mi voluntad a seguirla. En el supermercado de las interpretaciones, no pocas de ellas deshumanizantes, el hombre corre el riesgo de hacerse con una u otra interpretación equivocadas y dañinas. Es un imperativo, por tanto, para nosotros, los cristianos, dejarnos interpretar por la Palabra del Dios vivo, pues Ella es la interpretación más genuina y auténtica del hombre, en cualquier tiempo o lugar en que éste se encuentre. Los domingos, en la liturgia de la Palabra, ¿escucho la Palabra de Dios con la conciencia y el deseo de ser leído e interpretado por Ella? Como sacerdote, ¿me dejo interpretar por la Palabra de Dios antes de explicarla e interpretarla para la comunidad?


26. 2004 SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

En el libro de Nehemías se nos cuenta de una lectura pública y solemne del libro de la ley de Dios, el que nosotros los cristianos llamamos Pentateuco y en cambio los judíos designan como "Torah", Ley. Estamos a finales del siglo V AC, los judíos hace pocos años que han regresado del destierro en Babilonia y a duras penas han logrado reconstruir el templo, las murallas de la ciudad, sus propias casas. Enfrentan la hostilidad de muchos vecinos envidiosos que los emperadores persas les hayan permitido regresar. Les hace falta urgentemente una norma de vida, una especie de "constitución" por medio de la cual puedan regirse en todos las aspectos de la vida personal, social y religiosa. Esdras, un líder carismático, respetado por todos y considerado levita y escriba, es decir, sacerdote y maestro, les da esa ley, esa constitución que necesitan, proclamando solemnemente, ante todo el pueblo reunido, la santa Ley de Dios. Ya vimos como respondió la gente: comprometiéndose a cumplirla y guardarla, llorando sus infidelidades y, a instancias de sus líderes, celebrando una fiesta nacional: la fiesta de la promulgación de la Ley divina. Desde ese remoto día, quinientos años antes de Jesucristo, hasta hoy, los judíos ordenan sus vidas según los mandatos de la Torah o Pentateuco.

El texto de Lc 4, 14ss era un texto sin relevancia en la vida práctica de la comunidad cristiana hasta hace sólo 50 años, un texto olvidado, como tantos otros que hoy nos parecen fundamentales. Fue la teología latinoamericana la que puso de relieve este texto como capital. Lucas lo pone al inicio de la vida pública de Jesús. Puede que no corresponda a algo que aconteció realmente al principio (Juan de hecho pone otros pasajes como comienzo de su evangelio), pero lo fue en su significación. O sea, tal vez no ocurrieron las cosas asi (ni es posible saberlo históricamente), pero Lucas tiene razón cuando sitúa esta escena en su evangelio como un inicio programático que contiene en germen ya toda su misión.

Jesús, sin duda, tuvo que interpretar muchas veces su propia vida con estos textos proféticos de Isaías. Parece obvio que Jesús vio su vida como el cumplimiento, como la prolongación de aquel anuncio profético de la “Buena Noticia para los pobres”. La misión de Jesús es el anuncio de la Buena Noticia de la Liberación. La "ev-angelización" ("eu angelo" = buena noticia) no es más que una forma de la liberación, la "liberación por la palabra".

Las aplicaciones son muchas, y bastante directas:
-La misión cristiana hoy, continuando la misión de Jesús, tiene que ser... eso: "continuación de la misión de Jesús", en sentido literal y directo. Ser cristiano, en efecto, será «vivir y luchar por la Causa de Jesús», sentirse llamado a proclamar la Buena Noticia de la Liberación, entendiéndolo en su literalidad más material también: la "Buena Noticia" tiene que ser «buena» y tiene que ser «noticia». No se puede sustituir semánticamente por el «catecismo» o la «doctrina». Jesús no vino a enseñar "la doctrina"; la "evangelización" de Jesús no fue una catequesis eclesiástico-pastoral…

-La misión de Jesús no puede pretender ser neutral, "de centro", "para todos sin distinción", no inclinada ni para los ricos ni para los pobres… como pretenden tantas veces quienes confunden la Iglesia con una especie de anticipo piadoso de la Cruz Roja. Lo peor que podría decirse del evangelio es que fuese neutral, que no se pronuncia, que no opta por los pobres. La peor ideología sería la que ideologiza el evangelio de Jesús diciendo que es neutro e indiferente a los problemas humanos, sociales, económicos y políticos, porque se referiría sólo a "lo espiritual"…

-Puede ser bueno recordar una vez más: Jesús está lejos de la beneficencia y del asistencialismo… No se trata de "hacer caridad" a los pobres, sino de inaugurar el orden nuevo integral, el único que permite hablar de una liberación real… Es importante caer en la cuenta de que muchas veces que se habla de opción “preferencial” por los pobres se está claramente en una mentalidad asistencial, muy alejada del espíritu de Lc 4, 14ss.

-La palabra evangelizadora, o es activa y práctica en la praxis de liberación, o es anti-evangelizadora. La palabra evangelizadora no es palabra de teoría abstracta. Es una palabra que hace referenca a la realidad y la confronta con el proyecto de Dios. "Evangelizar es liberar por la palabra" (Nolan). Una palabra que no entra en la historia, que no se pronuncia, que se mantiene por encima de ella o en las nubes, que no moviliza, no sacude, no provoca solidaridad (ni suscita enemigos)… no es heredera de la pasión del Hijo de Dios.

Albert NOLAN tiene unas páginas muy bellas sobre el texto de Lucas de hoy, en su libro ¿Quién es este hombre? Jesús antes del cristianismo, Sal Terrae 1981, capítulo 6 sobre "El Reino de Dios" (pág. 75-83 en nuestra edición).

Los hermanos LOPEZ VIGIL, en su obra Un tal Jesús -ahora ya también en CD- dramatizan este texto de Lucas en su capítulo 22, resultando ser un buen material pastoral sobre el que montar una sesión de estudio bíblico. Los jóvenes pueden incluso representarlo tratralmente o como teatro leido. El "discurso" que los autores ponen noveladamente en boca de Jesús tiene una elaboración teológica muy fina. La interpretación que proponen al "Hoy se cumple esta Escritura" ("hoy nos ponemos en marcha") es muy sugerente. En su libro del mismo título (Lógez Ediciones, Salamanca, 2ª ed. de 1984, pág. 153-160) ofrecen un bello y atinado comentario a este episodio 22. En los Servicios Koinonía se puede encontrar referencia del lugar donde los audios de Un tal Jesús están siendo puestosn en línea (http://servicioskoinonia.org/untaljesus).


Para la revisión de vida

-Las palabras de Isaías que se aplicó Jesús no son sólo para el Hijo de Dios, sino para todos los hijos de Dios. ¿Se cumplen en mí? ¿Me siento enviado a dar la buena noticia a los pobres…? ¿Es mi vida una buena notica para los pobres?


Para la reunión de grupo

- ¿Qué significa hoy anunciar la Buena Noticia de la liberación en un mundo donde los pobres son multitudes en los barrios periféricos de las grandes ciudades, un océano de pobreza en marea creciente, y están desanimados, desmovilizados, resignados, alienados, soñando diariamente con la vida burguesa que la telenovela les ofrece cada tarde?

- ¿Qué pueden anunciar de utopía de esperanza (buena noticia para los pobres) quienes en el fondo están convencidos de que estamos en el "final de la historia", o sea, de que el neoliberalismo no tiene alternativa, de que no se puede hacer nada, de que estamos en “el mejor de los mundos”, y que los problemas que hay son solamente "accidentales"? (Esto es lo que de hecho piensan -muchas veces sin habérselo confesado a sí mismos- muchos cristianos y muchos agentes de pastoral).
- Tomar el capítulo 22 de Un tal Jesús, escucharlo y comentarlo.
-

Para la oración de los fieles

-Por todos los hombres y mujeres del mundo que todavía esperan la buena noticia de su liberación: para que haya también hoy profetas que se la anuncien, roguemos al Señor.

-Por todos los que, consciente o inconscientemente, piensan que la historia llegó a su final, porque creen que ya nada se puede conseguir realmente nuevo distinto de este (des)orden actual: para que el Evangelio les abra a la esperanza…

-Por todos los que sirven al pueblo de Dios con la palabra, los agentes de pastoral: predicadores, catequistas, educadores, escritores, teólogos, profesores: para que su palabra sea, como la de Jesús, comprometida y eficaz, encarnada y utópica…

-Para que llenos de entusiasmo nos decidamos con alegría a asumir nuestra misión de seguidores de Jesús, anunciadores de la Buena Noticia, constructores de un mundo de paz, de reconciliación universal y de esperanza...

-Por todos los que vivimos sin conflicto, para que nos preguntemos si ello puede obedecer a un incumplimiento de la misión de dar la Buena Noticia a los pobres…

Oración comunitaria
Oh Dios que en tantos pueblos y religiones has suscitado desde el principio de los tiempos, por obra de tu Espíritu, hombres y mujeres capaces de intuir tu amor liberador por los pobres, y que en Jesús nos has dado a nosotros el modelo perfecto; haz, te pedimos, que también nosotros "hoy", en nuestro día a día, demos cumplimiento al sueño de los profetas, sintiéndonos enviados a anunciar la Buena Noticia a los pobres y a todos los que necesitan convertirse a los pobres. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén


27. DOMINICOS 2004

Para comenzar una historia...

Cuentan una vez que un niño iba con su padre en el tren. El trayecto duraba unas cuantas horas. El padre se acomoda en el asiento y abre una revista y comienza a leerla. El niño le interrumpe: “¿Qué es eso papá?”El hombre se vuelve para ver lo que señala su hijo y contesta: “Es una granja hijo”. Al recomenzar su lectura otra vez una pregunta: “¿Ya vamos a llegar?”, y el hombre contesta que falta mucho. No bien había comenzado nuevamente a leer su revista cuando otra pregunta le interrumpe. Y así siguieron las preguntas, hasta que el padre buscando como distraer al chico, se da cuenta que en la revista aparece un mapa del mundo. Lo corta en pedacitos y se lo da diciéndole que es un rompecabezas y que lo haga. Feliz se arrellana en su asiento, seguro de que el niño estará entretenido todo el trayecto. No bien ha comenzado a leer su revista el niño exclama: “Ya terminé”.

“¡Imposible! ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo tan pronto?” Pero ahí está el mapa del mundo perfectamente compuesto. Entonces el padre le pregunta: “¿cómo pudiste recomponer el mundo tan rápido?” El hijo contesta: “Yo no me fijé en el mundo, detrás de la hoja está la figura de un hombre, recompuse al hombre y el mundo quedó arreglado…”

Comentario Bíblico

El Evangelio: Una Buena Noticia de Salvación

Iª Lectura: Nehemías (8,1-10): La identidad de un pueblo en la Ley

I.1. La primera lectura está tomada del libro de Nehemías (8,1ss) y se quiere poner de manifiesto que cinco siglos antes el escriba Esdras había inaugurado la praxis de leer la Palabra de Dios, en esta caso la Torah (el Pentateuco), que es lo que le dio identidad a este pueblo después del destierro de Babilonia. Este es un dato incontrovertible, el pueblo de Israel tiene su identidad en la fidelidad a la Torah y de ahí nacerá el judaísmo como religión que llegará a nuestros días. Es solamente después del destierro de Babilonia cuando se puede hablar de la Torah como elemento determinante. Ni siquiera en tiempos de Josías, con su reforma y el descubrimiento del libro del Deuteronomio en el templo podíamos hablar de que ya existiera

I.2. Es esto lo que ha creado el tópico de la “religión del libro” en el judaísmo que tiene su parte de verdad, aunque requiere sus matices. En el fondo, la descripción de la lectura de hoy es propia de una época que quiere exaltar un momento determinado. De hecho, si los sacrificios y holocaustos fueron muy importantes en la religión de Israel, la lectura y meditación de la Ley va a convertirse en el primer elemento de identidad de un buen judío. Esto sigue siendo hoy determinante. Y debemos decir que es una aportación religioso-cultural del judaísmo que tiene un gran valor. Es la espiritualización de una religión, donde ya no se ven de igual manera los sacrificios de animales, aunque se seguirá practicando hasta la destrucción de templo de Jerusalén por los romanos en el a. 70 de la C. E. Pero la identidad del nuevo pueblo no radica en la Ley, sino en el evangelio de Jesucristo, que es más liberador y más humano. Los cristianos leeremos el evangelio como identidad, no la Torah, porque entre una cosa y otra existe una diferencia profética.

IIª Lectura: 1Corintios (12,12-30): La diversidad vivida en comunión

II.1. La lectura segunda, vuelve sobre la 1ª Carta a los Corintios como relato continuo que se va a ir desmenuzando estos domingos. Para explicar la distribución de los dones y la necesidad de un buen funcionamiento de los diversos servicios y ministerios, recurre a un símil: la Iglesia, la comunidad, es como el cuerpo (sôma) humano, organismo que no puede subsistir mas que gracias a la diversidad de sus órganos y de sus funciones, y que a pesar de su multiplicidad, es una unidad inquebrantable en razón de sus misma diversidad: ¿quien quisiera estar sin manos, o sin pies, o sin ojos, o sin oído? Pues de la misma manera sucede con el cuerpo de Cristo, con la comunidad cristiana. La fuerza de su argumentación sobre la metáfora del cuerpo no es otra que la unidad y la pluralidad. Pues lo que sucede en el cuerpo, dice Pablo, “así es también en Cristo” para dar a entender la unión entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia debe estar en Cristo y es su “cuerpo”.

II.2. Unos valdrán más que otros; unos pueden estar más preparados que otros; algunos gozar de una mayor dignidad; pero todos unidos forman la unidad del cuerpo de Cristo. Eso significa que en la Iglesia no podemos prescindir de nadie. Porque, como en el cuerpo humano, si un miembro sufre, todos sufren y todos nos necesitamos. Ese pluralismo en la unidad –que no uniformidad-, debe ser tenido muy en cuenta a la hora de saber vivir la experiencia cristiana en la Iglesia. El “vosotros sois el cuerpo de Cristo” es una afirmación que tiene su sentido en el contexto en que está hablando Pablo: los distintos carismas, servicios y actuaciones en la Iglesia. Esto, a su vez significa que el papel que cada uno juegue en la comunidad cristiana no es para sentirse superior a otros. La pluralidad se cura en la unidad, sin llegar a ser unificación de vida o de ideas; y la pluralidad se cura, como veremos en otro momento (1Cor 13), con la caridad.

Evangelio: Lucas (1,1-4.14-21): La fuerza liberadora del evangelio

III.1. La lectura del evangelio se introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret. No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que, como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4, 14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea, donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.

III.2. Es ya significativo que el evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que, como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues, en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de esa buena nueva.

III.3. El relato de la sinagoga de Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is 61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres, excluidos o condenados de cualquier raza o condición.

III.4. Resaltemos, pues, que el texto que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto profético, aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura continua que se conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera lectura de hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los profetas que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo podemos ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas ha construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús era un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere subrayar en primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para ajustar su mensaje liberador y de gracia.

III.5. Incluso se va más allá, ya que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la salvación de Dios.

Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org

Pautas para la homilía

“Nuestro mundo ya no cree en grandes palabras”, solemos escuchar con bastante frecuencia. Es una manera de expresar el desencanto y la desilusión de nuestra época con los grandes ideales y proyectos. Nuestro tiempo ha asistido al fracaso de las utopías políticas. Prometiendo una sociedad más justa dieron lugar a regimenes totalitarios, tristes y grises. Ha visto con perplejidad la corrupción y el compadreo de políticos que habían prometido la regeneración social. Se ha desengañado con instituciones que parecían limpias y suscitaban confianza pero que tampoco estaban libres del engaño y la mentira. En definitiva hemos visto con horror las zonas más oscuras del alma humana y la devastación que provocan.

Como resultado de todo ello nos hemos hecho más realistas y desconfiados. Sabemos que nuestro mundo va mal. La gran mayoría de la humanidad vive en unas condiciones infrahumanas. La violencia nos envuelve. Desde la guerra, pasando por la amenaza terrorista, hasta la agresividad de las relaciones en la vida cotidiana. La cultura multimediatica es una cultura de la apariencia y de la imagen en la que escasea la verdad y la autenticidad de lo humano. Sabemos que nuestro mundo está roto. Pero apenas esperamos que se pueda recomponer.

En el evangelio de este domingo se nos dice que Jesús llega a la sinagoga, abre la Escritura y lee el sueño de un mundo nuevo del profeta Isaías. Un mundo de libertad. Un mundo de claridad, luz y verdad. Y Jesús después de leer el texto, dice solemnemente. “Hoy se cumple está Escritura que acabáis de oir”.

Las palabras de Jesús no se dirigen sólo a las personas que entonces le escuchaban en la sinagoga. También se dirigen a nosotros que ya no creemos en grandes palabras y nos hemos olvidado de los grandes sueños. A nosotros, hijos de la desilusión y el desencanto. A nosotros, Jesús nos dice que hoy, ahora, en estos momentos, se nos da la posibilidad de un mundo nuevo. La posibilidad de la libertad y de la verdad.

La recomposición del mundo no se alcanza con la facilidad de quien hace un puzzle. Tampoco se alcanza con grandes palabras. Pero el camino es el que se nos indica en la historia del comienzo. Si queremos cambiar el mundo tenemos que recomponer al ser humano. Jesús puede decir que hoy se cumple la palabra de la escritura. Que hoy comienza un mundo nuevo de libertad y de verdad porque con Jesús comienza la recomposición del ser humano. Jesús no viene a solucionar mágicamente los problemas del mundo. Viene a cambiar el mundo, cambiando la vida del ser humano. Hoy se cumple esta palabra, porque el ser humano puede cambiar su vida.

La raíz de la esperanza

En general, quejarse de las situaciones o de los otros no suele ser nunca un buen camino. Quejarse de los malos tiempos es simplemente perder el tiempo. No elegimos la época en la que vivimos. Dios nos la confía y nos la pone en nuestras manos. El tiempo se ha cumplido, dice Jesús. Es hora de comenzar un mundo nuevo viviendo y actuando de otra forma.

Pero ¿cuál es la fuerza que puede llevarnos a cambiar nuestra vida y a actuar de otra manera? Jesús nos dice creed en el evangelio. Acoged mi mensaje. El evangelio nos dice que Dios está cerca y está ahí para ayudarnos. El reino de Dios está llegando, su Espíritu nos acompaña para cambiar la faz de la tierra. Allí donde confiamos en el evangelio nos hacemos más libres unos para otros. Hacemos sitio a los extraños y extranjeros en nuestras mesas. Aprendemos a reconocer a los que ignoramos o despreciamos. Aprendemos a ser comprensivos en vez de exigentes y duros con los demás. Nos hacemos buscadores de la verdad y perseguidores de la autenticidad de lo humano.

Hace ya algunos años, en 1963, el pastor protestante Martin Luther King llegaba a Washington encabezando una marcha de la población afroamericana. A los pies del monumento a Liconn pronunció aquellas famosas palabras. “Tengo un sueño”. Soñaba que la humanidad comprendería algún día que estamos hechos para vivir juntos, en hermandad. Soñaba que cada uno será valorado por el contenido de su persona y no por el color de su piel. Soñaba que la fraternidad será algo más que una palabra bonita colocada al final de un sermón. Y decía que la única fuerza que había para cumplir es sueño era la fe.

Una fe que acogiendo el mensaje del evangelio, nos cambie la vida y nos mueva a actuar de otro modo. Hoy es el día. Es la hora de acoger el evangelio, cambiar la vida y actuar de otro modo.

Fr. Ricardo de Luis, OP
ricardodeluis@dominicos.org


28.

El domingo pasado vimos dos cosas importantes.

Primero, la promesa que Dios hace y el deseo vehemente que tiene de unirse amorosamente con la humanidad y por consiguiente, con cada uno de nosotros. Todo esto lo expresaba el profeta Isaías en lenguaje simbólico de enamorados y de matrimonio, porque no hay otro lenguaje y realidad de amor que mejor entendamos y que mejor lo exprese.. ¿lo recordáis? : "No te dirán más abandonada, ni llamarán a tu tierra desolada; a ti te dirán MI FAVORITA y llamarán a tu tierra desposada. Porque el Señor encuentra en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo: como se alegra un marido ante su esposa, así el Señor se alegrará de ti"

La segunda idea importante, que vimos también el domingo pasado, es que esa promesa de unión amorosa de Dios con el ser humano, es ya una realidad, no es algo futuro, sino presente, con la llegada de Jesucristo, hecho hombre, encarnado y que es el verdadero protagonista en las bodas de Caná. Él es el verdadero esposo. ¿Por qué? Porque la llegada de los tiempos mesiánicos o sea de la realización de las promesas: que son el perdón, la salvación y los esponsales de la humanidad con Dios, venían anunciados por los profetas en el marco de unas bodas y caracterizados:

1º, por la prodigalidad y la abundancia.

2º, por la calidad extraordinaria. Y así hemos visto como Jesucristo en el cuadro y ambiente de unas bodas, da su primer signo o señal con su pródiga generosidad y con la abundancia de los 600 litros de vino para manifestar quién es Él. Y su vino era de la mejor calidad, tan buena calidad, que hasta le extrañó al mayordomo del banquete, porque no sabía de donde había salido aquel vino excelente.

Ha llegado ya el momento en que las promesas de los profetas sean una realidad: Jesucristo, el Mesías, el Señor no nos promete, sino que nos invita ya a esa unión íntima y amorosa con la divinidad, donde toda nuestra existencia quedará transformada, porque "seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es", que nos dice San Juan. Los velos de su humanidad se esfumarán y contemplaremos la divinidad. Y así como el fuego transforma el carbón negro, oscuro y que mancha, en luminoso y cálido, así también nosotros seremos transformados en luz en contacto y unión con el fuego, la luz de la divinidad. Promesa, pues, y realidad actual. Dos ideas fundamentales del domingo pasado, que no debemos olvidar y tener muy presentes.

Y este domingo se nos vuelve a repetir el mismo esquema: una promesa y su realización ya presente y se nos da la clave para hacer realidad nuestra unión amorosa y transformante con Dios. ¿Cómo conseguir esa unión con Dios? Escuchando e interiorizando la misma Palabra de Dios, su Verbo, su decir, su manifestación, su querer. El decir de Dios, su decir es un necesario hacer. Dijo Dios, narrado en el libro del Génesis: hágase la luz y la luz fue hecha. Nuestro decir, nuestra palabra es solo descriptiva. Decimos lo que vemos, lo describimos, pero no lo creamos, no hacemos lo que decimos. Dios, en cambio, cuanto dice lo hace, su Palabra, su manifestación externa, "ad extra", su Verbo es creador de la realidad dicha.

El pueblo judío ha perdido el sentido de su vida, de su existencia, de su obrar, nos ha dicho el profeta Nehemías en la primera lectura. Caminan en la oscuridad de la desgracia y de la adversidad. Su vida es esclavitud. Hasta que el sacerdote Esdras trajo el libro a la asamblea de los hombres y mujeres y niños. Y la Palabra iluminó de nuevo su vida con sus promesas y encontraron de nuevo el sentido de su existir y caminar. Les había renacido la esperanza de poderse encontrar con Dios. Como en las bodas de Caná. Resucitar la esperanza de una promesa.. Promesa que se hace realidad en Jesucristo.

Así nos lo manifiesta hoy el texto evangélico, que hemos proclamado. Jesucristo vuelve a su pueblo, pueblo que le vio crecer. Su fama, su renombre se había extendido por toda la región. Todos le alababan. Era un seductor, dirán más tarde sus adversarios. Seductor nos hace pensar en un novio, locamente enamorado, no lo olvidéis.

Entró en la sinagoga el día de sábado, como era su costumbre, de judío fiel. Leyeron la primera lectura sobre la Ley (el Pentateuco) y la comentó un doctor de la Ley, como establecían las normas. La segunda lectura se tomaba de los profetas. La podía leer cualquier hombre, mayor de 30 años. La costumbre era confiar dicha lectura y su comentario a aquellos que tuvieran una cierta competencia, porque habían asistido a alguna de las escuelas de los rabinos. La fama de Jesús, sus discursos, que ya había proclamado por la Galilea, han hecho que le confíen hoy este ministerio.

Probablemente, de modo intencionado, escogió el texto de Isaías, donde revela el gran proyecto de Dios para toda la humanidad, bajo la acción del Espíritu, que es lo mismo que decir bajo la acción de la la plenitud del amor de Dios: "El Espíritu del Señor está sobre mí… para que dé la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos, la vista, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor". Este gran proyecto de Dios es una lluvia de beneficios para todos los desdichados y la liberación de todos los que sufren.

Esta Palabra de Dios si se la escucha, pues, si se la interioriza, si se la acepta, si en ella se cree y en ella se espera, inundará de gracia del Señor nuestro corazón. Y si así lo hacemos, si así nos comprometemos a vivir la Palabra de Dios cada día, cada semana, cada mes, no tendremos que esperar que se realice esta promesa, porque ya puede ser una realidad vivida en nuestro hoy, como el mismo Jesucristo nos lo anuncia: "hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir". En otra ocasión nos revelará que: "El Reino de Dios está ya dentro de vostros"

Todo esto, toda esta promesa "hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido esta Escritura, que acabáis de oír". Hoy, hermana, hermano. Ya. Ahora. No esperes a después, no pienses en el mañana. Hoy se ha cumplido. Poca fe tenemos, porque no vivimos la realidad de ese hoy. Auméntanos nuestra fe, Señor, en esta Eucaristía, para que vivamos ya con alegría el "hoy" que nos anuncias de tu gran promesa: vivir en intimidad amorosa con cada uno de nosotros.

Y así, a medida que nosotros le vayamos más y más conociendo, acabarémosle diciendo:

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de vero; -no quieras enviarme de hoy más ya mensajero –que no saben decirme lo que quiero.

Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, -y todos más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.

Y acabémosle, diciendo todos nuestros anhelos, todos nuestros amores, de conocedores de su amor:

¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no lo sanaste? –Y, pues me lo has robado, ¿por qué así lo dejaste y no tomas el robo que robaste?

AMEN.

P. Eduardo Martínez Abad, escolapio

edumartabad@escolapios.es


29.

Comentario: Rev. D. Bernat Gimeno i Capín (Barcelona, España)

«Para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido»

Hoy comenzamos a escuchar la voz de Jesús a través del evangelista que nos acompañará durante todo el tiempo ordinario propio del ciclo “C”: san Lucas. Que «conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido» (Lc 1,4), escribe Lucas a su amigo Teófilo. Si ésta es la finalidad del escrito, hemos de tomar conciencia de la importancia que tiene el hecho de meditar el Evangelio del Señor —palabra viva y, por tanto, siempre nueva— cada día.

Como Palabra de Dios, Jesús hoy nos es presentado como un Maestro, ya que «iba enseñando en sus sinagogas» (Lc 4,15). Comienza como cualquier otro predicador: leyendo un texto de la Escritura, que precisamente ahora se cumple... La palabra del profeta Isaías se está cumpliendo; más aun: toda la palabra, todo el contenido de las Escrituras, todo lo que habían anunciado los profetas se concreta y llega a su cumplimiento en Jesús. No es indiferente creer o no en Jesús, porque es el mismo “Espíritu del Señor” quien lo ha ungido y enviado.

El mensaje que quiere transmitir Dios a la humanidad mediante su Palabra es una buena noticia para los desvalidos, un anuncio de libertad para los cautivos y los oprimidos, una promesa de salvación. Un mensaje que llena de esperanza a toda la humanidad. Nosotros, hijos de Dios en Cristo por el sacramento del bautismo, también hemos recibido esta unción y participamos en su misión: llevar este mensaje de esperanza por toda la humanidad.

Meditando el Evangelio que da solidez a nuestra fe, vemos que Jesús predicaba de manera distinta a los otros maestros: predicaba como quien tiene autoridad (cf. Lc 4,32). Esto es así porque principalmente predicaba con obras, con el ejemplo, dando testimonio, incluso entregando su propia vida. Igual hemos de hacer nosotros, no nos podemos quedar sólo en las palabras: hemos de concretar nuestro amor a Dios y a los hermanos con obras. Nos pueden ayudar las Obras de Misericordia —siete espirituales y siete corporales— que nos propone la Iglesia, que como una madre orienta nuestro camino.


30. Un pasado eternamente presente

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Sergio A. Córdova

Reflexión

El evangelio de hoy tiene algo de “mágico” y de seductor. Mejor diré, de “místico”, de histórico y de poético a la vez. Trataré de explicarme.

Creo que a todos nos gusta remontarnos a nuestras propias “raíces”: recordar nuestra infancia, o que nuestros padres nos narren anécdotas y aventuras de cuando éramos pequeños. A quienes tienen un cierto aire de romanticismo, les fascina saber cómo, cuándo, dónde y en qué circunstancias se conocieron sus papás, cómo se enamoraron, cómo fue su noviazgo, su matrimonio, su luna de miel y cómo fueron llegando los hijos.

Más aún, a los que son más curiosos por naturaleza o tienen cierta vena poética, les encanta saber cómo eran sus papás de chiquitos, y piden a los abuelos que les cuenten de esas historias como para poder juguetear y reír con ellos cuando eran todavía infantes. Y, si se puede ir todavía más lejos –conocer la vida de los abuelos, de los bisabuelos, de la tierra natal, las costumbres de entonces, etc.— tanto mejor. Todo este mundo queda como envuelto por una atmósfera intimista y llena del calor familiar. Por eso alguien ha dicho que “recordar es como volver a revivir el pasado”.

Pues, sin temor a exagerar, yo creo que esto es lo que Lucas logra con sus narraciones. Nadie mejor que él nos transmite algunos hechos entrañables sobre la infancia de Jesús –sin duda, recuerdos y narraciones recogidas directamente de los labios de la Madre, la Santísima Virgen María—. Todavía hoy, a distancia de dos mil años, tienen toda esa frescura, ese candor y esa fragancia encantadora que brotan del corazón de una madre. Y, aunque en el pasaje de hoy no encontramos nada expresamente sobre la infancia del Salvador, con un poco de intuición podemos trasladarnos, de la mano del evangelista, a aquellos años maravillosos de la niñez y adolescencia de Jesús, y llegar con el espíritu hasta su pueblo natal.

“Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado –nos cuenta Lucas— entró en la sinagoga, como era su costumbre los días de sábado, y se puso en pie para hacer la lectura”. Es sabido que este “médico de almas” escribió su evangelio hacia el año 65 ó 70 de nuestra era. Eso significa que nos está relatando una historia ya pasada, pero muy entrañable para él y para la entera comunidad cristiana de los inicios. ¡Había que conservar por escrito el tesoro de esos recuerdos tan valiosos para que sirvieran de enseñanza a las futuras generaciones de cristianos! Pero, además, el evangelista está evocando algo que había sucedido veinte o veinticinco años atrás, cuando Jesús era todavía niño o adolescente, y María lo acompañaba a la “escuela” –a la casa del rabino o a la sinagoga— para que aprendiera a leer y a comprender las Escrituras, como todo israelita piadoso. ¡Qué sabroso imaginar al Jesús adolescente, al lado de su Madre, yendo a la sinagoga, allá en Nazaret, en su pueblo natal!

Bueno, pues llegado el momento de su vida pública, vuelve Jesús al lugar donde se había criado, y vuelve a hacer la lectura, como seguramente ya lo habría hecho cantidad de veces durante su vida. Y tal vez también su Madre acudiría, santamente orgullosa –como cualquier madre—, a escuchar a su Hijo a hacer la lectura y la explicación del texto sagrado. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido –comenzó a leer con voz clara y sonora—. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar un año de gracia del Señor”.

Palabras solemnes del profeta Isaías, promesas de Yahvé a su pueblo. Nos hablan de la llegada de un Redentor, del Mesías ungido por el Espíritu del Señor y de su misión: la liberación de Israel. ¿Podemos imaginar la profunda conmoción interior que experimentaría Jesús en su alma? ¡Estas Escrituras se referían a Él, por supuesto, y estaban para cumplirse en esos precisos momentos!... Jesús se sentó. Breves instantes de meditación personal. Sin duda ponderaba muy bien la solemnidad y la trascendencia histórica del momento. “Todo el mundo tenía los ojos fijos en Él” –nos refiere el evangelista—. Y enseguida comenzó a hablarles: “HOY se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. ¡Nadie mejor que Él podía explicar estas profecías y nunca mejor que entonces se aplicaban al pie de la letra!.. “HOY”, hoy se cumplen las promesas de Yahvé.

Pues también en el “hoy” de nuestra vida de cada día, a través de la Iglesia y de los sacramentos, se cumplen esas promesas de salvación. Es en los sacramentos y en la liturgia sagrada –la oración “pública y oficial” de la Iglesia— en donde esa maravillosa historia pasada se hace “eternamente presente”. En cada Santa Misa, en cada confesión, en cada Eucaristía, en la celebración de la liturgia se “actualiza” nuestra Redención. No son simples recuerdos o evocaciones de nuestra memoria o de nuestra fantasía, sino acontecimientos que vuelven a revivirse y a realizarse en el tiempo como si estuviesen sucediendo en el momento presente. Dios es eterno y para Él no hay tiempo ni distancias. Para Él existe sólo el “HOY”.

¡Ojalá que nuestra fe y nuestro amor nos ayuden a alcanzar los frutos benditos de la Redención que Cristo nos adquirió con su Pasión, muerte y resurrección, y que se actualizan en los sacramentos! Si sabemos aprovechar esas gracias, también hoy nos llega a nosotros la salvación de Jesucristo.


31.LECTURAS: NEH 8, 2-4. 5-6. 8-10; SAL 18; 1COR 12, 12-30; LC 1, 1-4; 4, 14-21

HOY MISMO SE HA CUMPLIDO ESTE PASAJE DE LA ESCRITURA QUE ACABAN DE OÍR.

Comentando la Palabra de Dios

Neh. 8, 2-4a. 5-6. 8-10. El judaísmo se forma en torno a la Ley, que no sólo es escuchada, sino que es aceptada en una ceremonia grandiosa convocada por Esdras, el sacerdote. Al Pueblo de Dios se le hace ver que no basta con escuchar la lectura de la Ley Santa de Dios, sino que hay que vivir alegres porque Dios está con su Pueblo. Pero hay que dar un paso más: hay que preocuparse de alimentar a los que nada tienen. Ya se vislumbra lo que ha de ser la Iglesia de Jesucristo: No basta con escuchar su Palabra, no basta con unir a Él nuestra vida; si en verdad queremos darle culto a Dios debemos convertirnos en testigos suyos, no sólo por hablar de Cristo a los demás, sino por convertirnos en un signo de su amor misericordioso para cuantos nos traten. Así la Palabra de Dios al mismo tiempo que nos une a Dios nos hace solidarios de las angustias, tristezas y pobrezas de todos los hombres no sólo para contemplarlas, sino para darles una solución a la medida de nuestras posibilidades. Así comprendemos que el hombre de fe no es alguien desligado de los asuntos temporales, sino que es el primer comprometido para construir la ciudad terrena como un signo del Reino de Dios entre nosotros porque en ella haya más paz, más justicia y más amor fraterno.

Sal. 18. Si Dios es el autor de la Ley debemos de concluir que es perfecta. Quien la acepta y la vive jamás tropezará. En ella no hay tinieblas, sino luz y alegría para quienes quieran vivir con rectitud. Llegada la plenitud de los tiempos Dios nos envió a su propio Hijo, nacido de Mujer; nacido bajo la Ley para rescatar a los que vivíamos bajo la Ley. Sólo en Cristo encuentra la humanidad su camino de salvación. Unir nuestra vida a Él es aceptar en nosotros la voluntad del Padre, que quiere que creamos en Aquel que Él nos ha enviado. Unidos a Cristo vivimos unidos al Dios-Amor y somos convertidos en amor que constantemente se alimenta de Él y que se expresa en un constante amor hacia nuestro prójimo. Por eso el mandamiento del amor más que un precepto es parte de la misma naturaleza de aquel que ha unido su vida a Cristo. Vivamos en conformidad con la fe que profesamos.

1Cor. 12, 12-30. El Espíritu Santo se ha derramado en la Iglesia con una diversidad de dones, que se han de poner al servicio de los demás. Y nadie puede reclamar para sí la única y total importancia dentro de la Comunidad de creyentes. Todos nos enriquecemos mutuamente, todos nos necesitamos mutuamente. Por eso no podemos propiciar en la Iglesia una dictadura religiosa, donde algunos quisieran imponer su palabra como la única válida. El único que tiene la razón total es el Espíritu Santo. Los Apóstoles y sus sucesores, a la luz de la plenitud del Espíritu Santo que han recibido, corresponde reconocer lo que viene del mismo Espíritu y lo que no viene de Él. Pero no pueden apagar la voz del Espíritu que se manifiesta con una diversidad de ministerios que el mismo Espíritu ha suscitado en la Iglesia, esposa de Cristo. Vivamos sin envidias; vivamos alegres porque todos tenemos mucho que aportar en la difusión del Evangelio; vivamos la comunión fraterna que ha de nacer como consecuencia del ser guiados por un sólo Espíritu.

Lc. 1, 1-4; 4, 14-21. La obra de salvación que, a impulsos del Espíritu Santo, llevó a cabo Jesús, es la misma obra que, a impulsos del mismo Espíritu y por voluntad de Jesús, lleva a cabo la Iglesia en el mundo a través de la historia. Para poder ser fieles al Señor antes que nada lo hemos de conocer en su vida, en sus obras y en sus palabras. Mientras no estemos con Él como discípulos no podremos transmitir con autenticidad y eficacia su mensaje de salvación. Es en un ambiente de oración y de escucha fiel de la Palabra de Dios, como esa Palabra toma carne en nuestra propia vida y cómo nosotros podremos ser auténticos testigos del Señor para nuestros hermanos. Además hemos de tener la apertura suficiente al Espíritu Santo en nosotros, pues será Él quien impulse nuestra vida para que la salvación llegue a todos, especialmente a los pobres y a los pecadores, pues Dios ha venido como el Dios misericordioso, que se hace cercano a todos y a todos busca para salvarlos. El Evangelio de este Domingo nos presenta a Cristo, totalmente comprometido con nosotros, para que sepamos cuál es el camino que hemos de seguir no sólo quienes queramos adorarlo, sino quienes queramos ser sus discípulos y queramos cumplir con la Misión de anunciar su Nombre hasta el último rincón de la tierra.

La Palabra de Dios y la Eucaristía de este Domingo.

Elevamos a Dios el culto que le es grato. Le ofrecemos a su propio Hijo en este Memorial de su Pascua salvadora. Pero somos conscientes de que, por vivir unidos al Señor mediante la fe y el Bautismo, nosotros mismos nos ofrecemos, junto con Él, al Padre como un sacrificio de suave aroma. Hoy renovamos nuestro compromiso de tener la apertura suficiente al Espíritu Santo, que habita en nuestros corazones como en un templo. Hoy sabemos que el Señor nos ha escogido, nos ha ungido y nos ha enviado para proclamar su Evangelio de salvación a los pobres, y a liberar a quienes viven cautivos del pecado, y a proclamar el año de gracia del Señor. Pero antes que nada, venimos nosotros, conscientes de nuestras miserias y pecados, para pedirle al Señor que seamos nosotros los primeros en ser perdonados, pues no podemos ir al mundo como testigos falsos, que dan testimonio de su fe en el templo, pero que viven en el mundo como si no conocieran a Dios. Queremos ser sinceros en nuestra fe; por eso la Palabra de Dios se ha pronunciado sobre nosotros con toda su fuerza y el Espíritu Santo viene a impulsarnos como testigos de Aquel que es la Palabra del Padre. Ojalá y vivamos, con toda lealtad, la Comunión de Vida que decimos tener con Cristo.

La Palabra de Dios, la Eucaristía de este Domingo y la vida del creyente.

Quienes participamos de un sólo cáliz, de un sólo pan, de un sólo Espíritu y tenemos a un sólo y único Dios por Padre, tenemos como vocación vivir la unidad, como si fuésemos un sólo Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo. El Espíritu de Dios está sobre nosotros; y a cada uno de nosotros nos ha concedido desempeñar alguna función para bien de toda la Iglesia. Cada uno debe, por tanto, colaborar al bien de todos conforme a la gracia recibida. No podemos vivir con cobardías nuestra fe. Los laicos, unidos a sus Pastores, están llamados, de un modo especial, a consagrarle a Dios los diversos ambientes en que se desarrolle su existencia. Y esa consagración se llevará a cabo trabajando por la paz, por la justicia social, por el amor fraterno, por la solidaridad con los desvalidos y desprotegidos. Cuando todas estas cosas vayan tomando cuerpo en la sociedad, a impulso de los Cristianos, nos daremos cuenta de que el Reino de Dios se está haciendo realidad entre nosotros, pues estaremos guiados por el Espíritu Santo, quien nos ha enviado a evangelizar a los pobres, a preocuparnos por los enfermos y pecadores y a proclamar el año de gracia del Señor, liberando a los cautivos por el pecado para que regresen a su legítimo Dueño, que es Dios y que espera a todos como un Padre lleno de amor y de ternura para con sus hijos. Que esta Escritura, que la Palabra salvadora de Dios, que hoy se ha pronunciado sobre nosotros, se haga realidad entre nosotros y nosotros colaboremos, impulsados por el Espíritu Santo, para que así sea.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Que, fortalecidos con la Gracia del Espíritu Santo, colaboremos para que la salvación llegue a todos y todos podamos disfrutar de los dones de Dios ya desde ahora, para poder, algún día, disfrutar del Año de Gracia del Señor ya sin ocaso. Amén.

www.homiliacatolica.com


32.-33.-34. CLARETIANOS 2004

Nos adherimos a la CAMPAÑA DEL 0'7 y presentamos tres homilías todas inspiradas a las lecturas de este domingo y que tienen en común, como tema de fondo, la lucha contra la pobreza en el mundo

1.- EL SUEÑO DE GALILEA

Es el primer plano del ministerio de Jesús. En Galilea, donde comienzan los sueños, la utopía del Reino. “El sueño de Galilea” decimos; como existe el sueño del Vaticano II, el sueño de Medellín o el sueño del tercer milenio.

En medio de la sinagoga, las palabras de Jesús suenan a línea programática, a carta fundamental. Ungido por el Espíritu, se siente enviado a anunciar la liberación, a sanar y curar. Este es el sueño: que la Buena Noticia sea para los pobres, que los presos queden libres y que los oprimidos vuelvan a la libertad. ...Es un sueño tan humano y tan divino.

Y es un eco de las palabras del sacerdote Esdras en el Antiguo Testamento: constituye un día grande para el pueblo, dentro del marco de una celebración litúrgica, en la proclamación solemne de la Ley de Moisés; todo el pueblo es invitado: “Comed de lo mejor, bebed vino, invitad incluso a los que no tengan nada.”



2.- “HOY SE CUMPLE ESTA PALABRA"

Dicen que la homilía es mirar cómo la Palabra se cumple, se hace viva en las angustias y esperanzas de los hombres y mujeres de cada tiempo y lugar.

Un gran número de organizaciones cristianas quieren hacer vida esta palabra de hoy, en un nuevo sueño de Galilea. Es la Campaña del 0,7. Estos creyentes gritan, denuncian, piden que los países más prósperos, como España, cumplan lo que ellos mismos han prometido y rubricado en todos los foros internacionales. Que el 0,7 de los bienes y riquezas de las naciones más poderosas sea destinado para favorecer las condiciones de vida de los pueblos que se debaten entre el hambre, la miseria, la exclusión y la desesperanza. Sí, e incluso, aunque nos demos cuenta de que también entre nosotros habita gente necesitada y sufriente.

Todos quisiéramos que un día, no muy lejano, pudiéramos decir, como Jesús en la sinagoga de Nazaret: Hoy se cumple esta palabra, los más pobres de la tierra han recibido la Buena Noticia de que los poderosos han abandonado sus privilegios, de que han caído las causas de la injusticia, de que florece para todos la libertad y la dignidad, propia de los hijos de Dios.



3.- “¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO?”

Nos pregunta Dios, como a Caín.

Tantas veces lo hemos repetido que ya no deja herida en un corazón encallecido. Es la dialéctica cruel: El solo 20 por ciento de la humanidad disfruta del 80 por ciento de los bienes. Y más trágico es pensar que estas diferencias irritantes van en aumento cada día. En estos lugares de muerte, el comer es la desnutrición crónica; la vivienda, chabolas frágiles e inmundas; la salud es la ausencia de personas y medios para curar, en medio de plagas endémicas, como el sida; el saber y la cultura son una noche oscura. Hay estructuras de pecado. La deuda externa se hace eterna por la codicia y la corrupción de unos pocos. El tener y el ganar preocupa más que el llanto de un niño que muere. Un mundo de mercaderes va engendrando un genocidio económico. Todo puede estallar por tanta miseria.

Y es triste contemplar que la respuesta a esta situación no siempre es solidaria. Se multiplican, sí, los voluntarios, los que luchan por la justicia, y estos nos dicen que todavía abunda el amor entre los hombres.

Pero sigue la crueldad de los que ayudan sólo para matar, vendiendo armas; los que fijan precios abusivos; los que buscan más abrir mercados que procurar el desarrollo de los pueblos; los países ricos que –para su exclusivo provecho- mueven recursos y cambios políticos, en países pobres. Y tantas cosas más.

Hace siglos clamaba San Agustín: “Lo superfluo de los que mucho tienen es lo necesario a los que pasan hambre. Retener lo sobrante es retener lo ajeno”. Y en nuestro tiempo, el Papa Pablo VI: “Los pueblos hambrientos interpelan con acento dramático a los pueblos opulentos. Yo me veo obligado a denunciar estas miserias; quieran los responsables del mundo oírnos, antes de que sea tarde”.

FIN

Tantos hombres y mujeres, hundidos en la miseria, nos interpelan: ¿Qué hacéis con nosotros? Ojalá que estas manos abiertas, en actitud de súplica, no se cierren, un día, en puños de violencia. Los creyentes sabemos que Jesús nos mandó formar una familia cuya única ley es el amor. De esta raíz mística brota el grito de los cristianos en la Campaña del 0,7 que gritan a los poderes públicos -sociales y políticos-: es vuestro deber y obligación entregar el 0'7 del PIB a los más pobres. Así lo habéis firmado ante el mundo; así lo demanda el gemido de tanto sufrimiento.

La Eucaristía que estamos celebrando es un pan y un vino para todos. Y si somos iguales en la mesa de la Eucaristía, ¿por qué somos tan desiguales en la mesa del pan de cada día? En la Última Cena, nos dijo el Señor: tomad y comed, tomad y bebed. Qué bien lo interpreta hoy el poeta:

“Compartid cuerpo y sangre,
compartid tierra y agua,
compartid lucha y fiesta,
compartid entre todos”.

Amén.

Conrado Bueno Bueno, cmf
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“HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OÍR” (LC 4,21)
Un hoy que hace referencia a la actualidad, a nuestra situación personal y comunitaria. Hoy debe cumplirse lo que es la Buena Noticia. La palabra y los actos no deben presentar ruptura; y esa palabra es la Escritura: Palabra de Dios, leída por el que es la Palabra, que se debe escuchar y cumplir hoy y que tiene como esencia y mensaje la liberación de los excluidos, los pobres, los oprimidos, los ciegos y los cautivos.

Este hoy del que nos habla el Evangelio, nos sigue cuestionando. Si bien es cierto que la liberación de Jesús tiene un matiz de interioridad y afecta al corazón mismo de la persona, también es cierto, (como muestra San Lucas en este y otros episodios “Lc.7,22” “Decidle a Juan: los ciegos ven, los cojos andan...”), que esa liberación tiene un marcado acento social y político, que realiza y quiere hacer presente el Reino de Dios, negarlo sería negar prácticamente todo el Evangelio.

En este contexto se entiende lo que leemos, y así parece que lo entendieron los oyentes de Jesús: “toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él”(Lc 4,20).



“ME HA ENVIADO PARA DAR LA BUENA NOTICIA A LOS POBRES... PARA ANUNCIAR EL AÑO DE GRACIA DEL SEÑOR” (LC 4.18-19).

Desde hace unos años, muchos cristianos y no cristianos, (ONGs, grupos, Congregaciones, colectivos...), están pidiendo no sólo que se condone la Deuda Externa, sino que se busque una cooperación más eficaz con los países del Tercer Mundo, entre otras cosas, para que no tengan que emigrar, o simplemente que se cumpla con lo firmado por, al menos, los 22 países más prósperos a través de la ONU: dedicar el 0,7% de su PIB en ayuda al desarrollo. No cabe duda que si se cumpliera esto, sería una Buena Noticia para los pobres, un año de gracia, un nuevo milenio en el que lo que estaría más globalizado no sería la pobreza, como hasta ahora, sino la solidaridad.

Pero la situación no mejora, los ricos somos cada vez más ricos y los pobres más pobres. Las acampadas, las recogidas de firmas, acciones como la emprendida ahora a propósito de las próximas elecciones generales, sólo se traducen en promesas. Nuestro país que firmó el acuerdo en 1972, lo ha incumplido constantemente, incluso ha rebajado su aportación, siendo en el año 2002, el 0,25 %. Y eso que el 0,7 es una minucia; significa que de cada cien euros que gaste un país, setenta céntimos se den para la ayuda al desarrollo de los países pobres. En una separata de Agosto 2003, Cristianismo y Justicia nos ponía este ejemplo:

“Pensemos que nos damos una buena cena con cuatro amigos y la factura nos sale a 25 euros por persona, total 100 euros. Al irnos queremos dejar una propina, ¿dejaríamos 70 céntimos o nos parecería muy rácana la propina? El 0,7 es pues una propina miserable tras el festín de nuestros presupuestos”.

Hoy más que nunca podríamos acabar con el hambre con sólo quererlo, nos falta voluntad sobre todo política. Discusiones a parte sobre como se debe gestionar la ayuda, que en ocasiones no son más que otra excusa, (mirad el ejemplo de la Reunión de Donantes para Iraq), no nos quedemos en las ramas y vayamos a las causas. Vayamos nosotros, al corazón de Dios, al Evangelio, a la Palabra, a lo que significa el Reino. Hemos sido ungidos y enviados por el Espíritu para dar y anunciar Buenas Noticias a los pobres y esto debe cumplirse hoy.

Si no queramos evitar o pasar por encima de este Evangelio, de lo que es la Doctrina Social de la Iglesia, de los llamamientos constantes de Juan Pablo II, deberemos posicionarnos, y comenzando, por supuesto, por nuestra propia economía, las de nuestras instituciones, parroquias, organismos, etc. Pedir también a nuestros representantes políticos que cumplan lo firmado e incluso no votar a los que no incluyan en sus programas políticos este compromiso. Junto a esto tendremos que hacer también algo más profundo, intentar leer la historia y el mundo desde el lado de los últimos, desplazarse con los sentimientos, la razón y el corazón al lugar al que hemos sido enviados por el Espíritu.



“ ILUSTRE TEÓFILO: MUCHOS HAN EMPRENDIDO LA TAREA DE COMPONER UN RELATO DE LOS HECHOS QUE SE HAN VERIFICADO ENTRE NOSOTROS” (LC 1,1).

Estos son los hechos. La fe se asienta sobre el fundamento de un Cristo real, “que fue a Nazaret, donde se había criado”(Lc 4,16) , que vivió la historia con los hombres, que dijo cosas concretas para la vida humana, que se arriesgó en la lucha por los más necesitados. Un Cristo encarnado en la historia, que nos invita hoy y aquí a componer un relato que haga realidad el Reino.

En ese nuevo relato, el 0,7, no es más que otra manera de verificar que entre nosotros, lo que el profeta Isaías y Jesús nos trasmitieron, tiene continuidad. La misión evangelizadora de la Iglesia consiste en dar Buenas Noticias a los pobres, anteponer los hechos a las nociones. Las Noticias, Ilustre Teófilo y demás amigos, tienen que ser reales, visibles, palpables; tienen que tener valor de testimonio para que sean buenas y no falsas. La petición del 0,7, como veis, nos posiciona. El próximo domingo veremos las reacciones de los oyentes de la sinagoga ante estas palabras. De momento que este Evangelio nos sirva: “para que conozcamos la solidez de las enseñanzas que hemos recibido” (Lc 1,4) .

Julio César Rioja Bonilla, cmf
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AYUDA DEL DESARROLLO: ¡CUALITATIVAMENTE DEFICIENTE, CUANTITATIVAMENTE PEQUEÑA!

Hay días en los cuales nos sentimos más hermanos, más unidos. Los triunfos, los éxitos nos unen, nos llevan a abrazarnos, a mostrar nuestra alegría colectiva, a invitarnos unos a otros. Pero hay también otros días en los cuales la solidaridad y el amor mutuo tienen como fuente la conciencia de nuestra desgracia común, el mal que a todos nos amenaza. Este domingo tercero del tiempo ordinario nos ofrece esa oportunidad y podemos aprovecharla.

Sólo existe una humanidad. Aunque en ella veamos tantas diferencias (diversas razas, pueblos, lenguas, culturas, género femenino y masculino...), sin embargo, tenemos vocación de unidad. Lo nuestro es llegar a formar un solo cuerpo, a constituir un único pueblo, sin, por eso, tener que renunciar a la diferencias entre los miembros o las comunidades humanas. Ningún miembro puede salvarse sólo; puede tener la sensación de estar él muy bien en un cuerpo enfermo o moribundo, pero al final, también ese miembro -supuestamente sano- sucumbirá. Lo mismo ocurre con la humanidad entendida como comunidad de pueblos: el mal extendido en muchos pueblos afecta en última instancia a todos los pueblos. La insolidaridad no sirve de nada, porque al fin repercutirá en todos.

La revelación cristiana insiste mucho en este aspecto. Somos un solo pueblo de Dios, formamos un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo, pertenecemos todos a la única y misma humanidad. Somos copropietarios todos de este precioso "planeta azul" que es la tierra. Hoy es un buen día para sentir nuestra común pertenencia a la tierra, a la humanidad, al Pueblo de Dios, al Cuerpo.

Pero veamos la realidad. Vivimos en un tiempo de diversidades enfrentadas, de diferencias que no se reconcilian: hay pobres y ricos, excluidos y protagonistas, minorías poderosas y mayorías debilitadas, norte próspero y sur en desarrollo. 1.150 millones de personas malviven con menos de un euro al día. 800 millones pasan hambre y casi la mitad de la humanidad no puede cubrir sus necesidades básicas. África es un continente a la deriva, el gran olvidado y se muere poco a poco de SIDA. Hay millones de niños y niñas que no puede educarse, mientras gastamos cifras astronómicas en armamento.

El deseo de paz y unidad se ve frustrado constantemente por la falta de una justicia ecuánime, por la búsqueda de intereses particulares. Mientras tanto, el cuerpo de la humanidad se deteriora; los miembros no viven en armonía. Los particularismos nos privan de las riquezas de las naciones, de las personas. Cuando ponemos a toda la humanidad ante la mirada de Dios, ante su Palabra, como de forma paradigmática ocurrió en Jerusalén en tiempos de Esdras -primera lectura-, entonces descubrimos una voluntad "política" muy clara: ¡Dios quiere que su pueblo no haga duelo, ni llore! ¡Dios quiere que su único pueblo pueda comer, beber, compartir, disfrutar, hermanarse, solidarizarse! La voluntad de Dios -lo repetimos- es "política", transformadora, creadora de una ciudadanía nueva, integral, sin divisiones ni discriminaciones. Dios quiere la alegría, el gozo, el entusiasmo popular.

La alegoría del "cuerpo de Cristo" se interpreta, ante todo, como alegoría del Cuerpo que es la Iglesia. Pero no debemos olvidar que tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo, le entregó a la Iglesia. También la humanidad entera está llamada a ser Cuerpo, un solo Cuerpo, Cristo encarnado. La humanidad de los desplazados, de los excluidos, de los pobres, es la gran parte del Cuerpo de Cristo. Jesús quiere reconstruir la unidad en su Cuerpo, la Vida en su Cuerpo, la Salud en su Cuerpo. Tiene una especialísima sensibilidad ante los miembros más débiles o debilitados. Quiere establecer equilibrios de armonía y bienestar. Todos, judíos, griegos, esclavos y libres, mujer y varón, nos vemos agraciados con la efusión del mismo Espíritu de Amor, para formar un solo Cuerpo, todos bebemos del mismo Espíritu. Dios no quiere divisiones en el mundo. Quiere que nos preocupemos unos de los otros.

Esa es la buena noticia que Jesús vino a anunciar a todos: la llegada del Reino de Dios, del único pueblo, de la nueva Jerusalén. Sus milagros eran símbolos de la recuperación de los más débiles y enfermos y de su integración de pleno derecho en el pueblo de Dios.

¿Cómo ser cristianos, discípulas y discípulos de Jesús, sin esta sensibilidad hacia la unidad? ¿Cómo podemos llamarnos cristianos, sobre todo aquí en el primer mundo, y, disponiendo de tantos bienes, no compartirlos con los que menos tienen? ¿Cómo no preocuparnos por una nueva política mundial europea, española, autonómica, que haga cada vez más viable este sueño de Dios sobre la humanidad?

En este domingo queremos tomar conciencia de que podemos avanzar un poco, ¡sólo un poco!, en este camino, que está en nuestras manos una pequeña mejora. En este domingo queremos afirmar un pequeño compromiso, teniendo en cuenta lo que nos dicen hermanas y hermanos expertos que han estudiado muy bien este tema. Se trata del 0'7.

Las organizaciones de cooperación al desarrollo nos dicen que la situación injusta del mundo debe ser combatida con todos los medios posibles. Que, ante todo, hay que combatir las estructuras injustas que están a la base, el modelo de globalización económica que se está imponiendo. Nos dicen que erradicar la pobreza está en nuestra mano y es posible. Un paso importante hacia esa meta es cooperar al desarrollo. Y se coopera impulsando la solidaridad de la ciudadanía y obligando a nuestros gobiernos, nacional, autonómico y local, a destinar los fondos necesarios para luchar contra esas desigualdades mundiales. Nos dicen los expertos que nuestro Estado español no se distingue por ir -ni mucho menos- a la cabeza en esta ayuda. "¡Su ayuda es cualitativamente deficiente y cuantitativamente pequeña!". Nos dicen que no cumplimos los compromisos internacionales en materia de cooperación, en especial el de dedicar el 0'7% del productor interior bruto a una Ayuda Oficial al Desarrollo. Nos encontramos entre los países que menos fondos destinamos a los países más pobres y a los servicios sociales básicos. Por eso, debemos apoyar, como discípulos de Jesús que en el curso de la próxima legislatura alcancemos el 0'7% en todos los niveles, estatal, autonómico y local o municipal. Debemos pedir que esos fondos se canalicen hacia quienes más lo necesitan y dando prioridad a la educación básica, la salud básica, sexual y reproductiva, al desarrollo rural y a aquellos programas cuyo interés y objetivo directo es erradicar la pobreza.

La Palabra de Dios nos reúne este domingo en muy diversos lugares y nos pide que sepamos escuchar la Voz de Dios y descubrir su santa voluntad respecto a nuestro mundo. La Palabra de Dios quiere que este sea un día de alegría y fiesta: el inicio de un compromiso serio, común, compartido, para ir erradicando poco a poco la pobreza, la exclusión que mata nuestro Cuerpo, que destruye nuestro Pueblo de Dios.

En este contexto resuenan de forma preciosa, en medio de nosotros, las palabras de Jesús: "El Espíritu de Dios está sobre mí y me ha enviado a anunciar buenas noticias a los pobres".

José Cristo Rey García Paredes, cmf


35. ARCHIMADRID 2004

C.S.I.

Cuando la vida da suficiente de sí, me gusta ver esta serie de televisión en que los investigadores del laboratorio de criminología resuelven casos a partir de pequeñas pruebas, de indicios que parecen invisibles y de un meticuloso estudio del lugar del crimen en el que interrogan hasta a los chinches. Sin duda ayuda a cuidar las cosas pequeñas y el orden pero también está el personaje – más o menos chulesco-, del director del equipo de investigación que conoce los resultados de todas las pruebas y análisis, intenta saber cómo son los sospechosos y las víctimas y es el que al final une las distintas piezas del puzzle y ofrece la solución del caso.

En algunas predicaciones o explicaciones de la Palabra de Dios me parece estar ante agentes del C.S.I.: hacen autopsia del texto, analizan cada paráfrasis, someten a prueba cada versículo…, como si tratasen con un cadáver, con una palabra muerta. La investigación bíblica es muy importante y nos ayuda a descubrir mejor el sentido y las circunstancias en que se va revelando el designio de Dios; pero no podemos olvidar que la Palabra de Dios es viva y eficaz como “espada de doble filo”, que no es una palabra para “ayer” que nos ayuda a ser más o menos buenos sino que es actual: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.” La Palabra de Dios se cumple en Cristo que es el mismo “ayer, hoy y siempre”, no es palabra muerta que analizar en busca de consejos morales o justificaciones de nuestra propia vida.

Si estás leyendo hoy domingo este comentario seguramente hayas leído antes las lecturas y hayas hecho un rato de oración con ellas, pero cuántas veces al asistir a Misa ha terminado el credo y ya se te ha olvidado cuál era el Evangelio, de qué iban las lecturas o qué hemos contestado en el salmo. No te preocupes, vuelve una vez más sobre ella y aprende a escuchar la Palabra de Dios, haz como el pueblo de Israel que se embebía escuchando la lectura del libro de la Ley, o la sinagoga que “tenía los ojos fijos en él (en Jesús)”, hazte uno más en la escena que relatan las lecturas, escucha a Dios que te habla a ti por medio del Espíritu Santo en la Iglesia, no quieras “pillar” a Dios en un renuncio o justificar tu vida ante Él arrojándole a la cara su Palabra. No es un alegato a la ignorancia, fórmate, estudia y cuanto más, mejor; pero no te vuelvas aséptico ante la Palabra de Dios, no hagas como los cirujanos que tapan completamente al paciente, excepto la zona a intervenir, sin importarles –y hacen bien- si operan a su padre, su hermano o al más feroz enemigo.

“Todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo” y todos regados por el flujo sanguíneo de la Palabra de Dios, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia que nos vivifica y nos hace sentirnos todos necesarios. Santa María ayúdame a tomar también en mis brazos la Palabra de Dios que tú meciste y viviste con tanto cariño.


36.- Jesús es el «hoy» de la salvación en la historia
Palabras del papa durante el Ángelus

Por Benedicto XVI

ROMA, 27 de enero de 2013 (Zenit.org) - A mediodía de hoy, el santo padre Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

A continuación las palabras del papa al introducir la oración mariana:

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¡Queridos hermanos y hermanas!

La liturgia de hoy nos presenta, unidas en sí, dos piezas separadas del evangelio de Lucas. El primero (1,1-4) es el prólogo, dirigido a un tal “Teófilo”; ya que este nombre en griego significa "amigo de Dios", podemos ver en él a todo creyente que se abre a Dios y quiere conocer el evangelio. El segundo pasaje (4,14-21), nos presenta a Jesús que "con el poder del Espíritu", se presenta el sábado en la sinagoga de Nazaret. Como buen observante, el Señor no se excluye del ritmo litúrgico semanal y se une a la asamblea de sus conciudadanos en la oración y en la escucha de las Escrituras. El rito consiste en la lectura de un texto de la Torá o de los profetas, seguido de un comentario.

Ese día, Jesús se levantó a leer y encontró un pasaje del profeta Isaías, que comienza así: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, / porque cuanto me ha ungido el Señor, / me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres" (cf. 61,1-2). Orígenes comenta: "No es una coincidencia que al abrir el libro, halló el capítulo dedicado a la lectura que profetiza sobre él, ya que también esto fue obra de la providencia de Dios" (Homilías sobre el Evangelio de Lucas, 32, 3). Jesús, por cierto, terminada la lectura, en un silencio lleno de atención, dijo: "Esta Escritura que acaban de oir, se ha cumplido hoy" (Lc. 4,21). San Cirilo de Alejandría dice que el "hoy", que se encuentra entre la primera y la última venida de Cristo, está relacionado con la capacidad del creyente para escuchar y arrepentirse (cf. PG 69, 1241).

Pero, en el sentido aún más radical, el mismo Jesús es "el hoy" de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de la redención. El término "hoy", muy querido por san Lucas (cf. 19,9; 23,43), nos lleva de nuevo al título cristológico preferido por el evangelista, es decir, "salvador" (sōtēr). Ya en los relatos de la infancia, está presente en las palabras del ángel a los pastores: "Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador; que es el Cristo Señor" (Lc. 2,11).

Queridos amigos, este pasaje nos interpela también "hoy" a nosotros. En primer lugar, nos hace pensar en nuestra forma de vivir el domingo: día de descanso y de la familia, pero ante todo un día para dedicar al Señor, participando en la Eucaristía, en la cual somos alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo y de su Palabra de vida. En segundo lugar, en este tiempo de dispersión y distracción, el evangelio nos invita a preguntarnos acerca de nuestra capacidad para escuchar. Antes de que podamos hablar de Dios y con Dios, se requiere escucharlo, y la liturgia de la Iglesia es la "escuela" de esta escucha del Señor que nos habla. Por último, nos dice que cada momento puede convertirse en un "hoy" propicio para nuestra conversión. Todos los días (kathēmeran) puede volverse salvíficos, porque la salvación es una historia que continúa para la Iglesia y para todos los discípulos de Cristo. Esto es el sentido cristiano del "carpe diem": ¡aprovechar el día en que Dios te llama para darte la salvación!

Que la Virgen María sea siempre nuestro modelo y nuestra guía en el saber reconocer y acoger, cada día de nuestra vida, la presencia de Dios, Salvador nuestro y de toda la humanidad.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.


37.- Orar en el Mundo Obrero