REFLEXIONES

 

1. TESTIGO/APOSTOL 

El hombre de hoy está necesitado de testigos: gentes de su misma condición y debilidad que no vengan con consejos, propagandas o palabras beatonas, sino que con la fuerza que aporta la experiencia, digan con sencillez al amigo: -He descubierto a Jesucristo, ¡Una maravilla! Ser enviado oficial de la Iglesia, requiere una preparación. También los dos discípulos habían de ser catequizados y pasar por la experiencia de la cruz. Pero la mejor prueba de haber dado un paso en la fe, es la espontaneidad con que puede hacerse ese anuncio tan elemental.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO B
Desclee de Brouwer BILBAO 1990.Pág. 39


2. OIR/ESCUCHAR 

Oímos demasiadas cosas. Es más, casi diría que el hombre moderno no sabe estar sin algo que oír:

-La entrada en el piso silencioso es para poner en marcha rápidamente el televisor, la radio o el tocadiscos.

-El silencio maravilloso del campo se altera de repente con el anuncio del más puro detergente o el capítulo trescientos del serial radiofónico de moda, porque los que han salido a pasar el fin de semana al campo no han dejado olvidado el transistor.

-Por la calle, la gente camina apresurada con el transistor al brazo para no dejar de "oír" el momento espléndido en el que el equipo favorito marque el gol de la victoria.

-En el café, te sacude de repente el grito estridente de la sinfonola. Oímos constantemente. Pero, ¿escuchamos? Porque oír es fácil, se hace sobre la marcha, sin esfuerzo. No requiere una especial atención. Oímos mientras nos arreglamos para acudir presurosos al trabajo, mientras nos dedicamos a otra cosa.. Oímos también, y en muchas ocasiones, al que habla junto a nosotros en ese ensayo de diálogo tan de moda.

ESCUCHA/ICOMUNICACION Oímos sí, pero ¿escuchamos? Esto ya es otra cosa. Quizá por esa especial propensión a oír al hombre actual se le está escapando la faceta que lleva consigo escuchar. Escuchar ya es más serio, requiere una cierta dosis de interés, de preocupación, de atención. Hay que pararse para detectar lo que oímos, para clarificarlo, para asimilarlo y para responderlo. Escuchar es un ejercicio humano de cierta categoría. Quizá por eso nos cuesta trabajo hacerlo y estamos perdiendo el hábito de conseguirlo. Hoy los hombres nos quejamos de incomunicación y estamos hablando más que nunca. Quizá sea por esto, porque oímos pero no escuchamos.

VOCACION/LLAMADA Y hay un Ser, un Ser que habla, que nos habla, con carácter personal y que exige también el esfuerzo de escuchar. Es Dios, naturalmente, Dios que nos llama por nuestro nombre para darnos el encargo máximo de nuestra vida, para descubrirnos, ni más ni menos, que nuestra vocación: ese modo especial de realizarnos, esa manera irrepetida de ser. Dios que tiene un proyecto para cada uno de nosotros y quiere que lo conozcamos. Pero escuchar a Dios supone esfuerzo, requiere cierto silencio interior, cierta serenidad de espíritu y, sobre todo, un gran deseo de oírlo.

CR/QUÉ-ES: Ser cristiano es ser discípulo de Cristo decíamos en el ya olvidado catecismo de antaño. Y ser discípulo es ser un hombre al que Jesús ha llamado para llevarlo consigo y hablarle, para descubrirle su doctrina, su misión en el mundo, su modo de hacer y de estar. Esto hizo Jesús con los discípulos y sólo cuando lo escucharon se quedaron con El y lo proyectaron al mundo.

Pero escuchar, cuesta ciertamente. Hay que pararse, aquietar el ánimo, esforzarse. Pero de ahí surge el enriquecimiento: Cuando escuchamos en el terreno humano nos enriquecemos siempre. Es entonces cuando el diálogo tiene sentido y cuando se establece entre los hombres una auténtica comunicación que los hace solidarios, que les lleva al conocimiento mutuo, a la comprensión y al amor.

Pues si todo eso pasa realmente cuando somos capaces de escuchar al otro, imaginad la espléndida realidad que se daría en nuestras vidas si fuésemos capaces de decir a Dios lo que dijo el pequeño Samuel: habla, que tu siervo escucha. Habla que te escucharemos en los signos de los tiempos, en las exigencias de tu doctrina, en esa especial moción apenas dibujado que sentimos dentro de nosotros mismos; imaginad qué dosis de riqueza alcanzaría el hombre que fuese capaz de escuchar a Dios en el silencio de la noche, de asimilar su mensaje y de lanzarlo luego al mundo que lo rodea.

DABAR 1976/12


3. DESEO-DE-D:

Frente a la hipótesis marxista de que la pregunta por Dios brota sólo en el hombre alienado, la teología enuncia la hipótesis opuesta, a saber, que esa pregunta (junto a otras con ella conexas sobre el sentido de la vida) no quedará disuelta en una sociedad modificada. El hombre experimenta deseos insaciables, que de una parte no son neuróticos y, de otra, ninguna mejora social, por revolucionaria que sea, puede colmar. Tales deseos, por los cuales escapa a la estrechez de lo finito, son la condición de posibilidad de una actitud humana original, la esperanza, y de una praxis específica, la oración, posibles y necesarias en cualquier estado de cosas. Dios es la cifra de lo que está siempre más allá del hombre. Avistado como un horizonte de promesa, Dios se halla en todo momento por delante del hombre y le llama. La promesa y el llamamiento divino suscitan, por un lado, una praxis ordenada al establecimiento del reino de Dios entre los hombres y, por otro, unos actos específicamente referidos al intervalo que siempre separa todavía del reino.

Dichos actos son básicamente la oración y la esperanza, que tienen por contenido principalísimo el "venga a nosotros tu reino". Este advenimiento es esperado como la gran revolución, la que crea nuevos cielos y nueva tierra. Pero ya la esperanza y la praxis a él orientadas actúan revolucionariamente, entrando en interacción con movimientos revolucionarios que operan en otros niveles de lo humano. La teología de la revolución es posible como comentario de una praxis y de una esperanza relativas al reino, praxis y esperanzas que accionan y reaccionan sobre los demás modos de acción humana y de proyecto".

ALFREDO FIERRO
"La fe contra el sistema", págs. 76-77


4.

Estamos en una especie de primera semana o semana inaugural de la actividades de Jesús (probablemente con ecos de la semana de la creación, según el Génesis; véase la consignación de los días: vv. 29.35.43; 2,1), que culmina en 2, 11: "Con éste inició Jesús sus milagros ("signos) en Caná de Galilea; así manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos".

JOSÉ M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1990/02


5. CR/DISCIPULO:

El punto central de la perícopa evangélica de Juan -anticipado ya por la primera lectura- es la figura del discípulo. Hay una imagen global del discípulo: Samuel, el muchacho dispuesto a escuchar a Elí, pero aún más dispuesto a escuchar como un siervo la Palabra de Dios; el salmista, dispuesto a hacer la voluntad de Dios, cuando éste le abre el oído; Juan Bautista, que cumple lo que Dios le ha dicho que tenía que hacer: señalar la presencia entre los hombres del que debe bautizar en el Espíritu: el Cordero de Dios (Jn 1,33-34; es el texto inmediatamente anterior a la perícopa de hoy); finalmente, los discípulos del Bautista que, fieles al maestro y a sus indicaciones, siguen al "Rabí" y ¡"se quedaron con él aquel día"! Este proceso de la imagen del discípulo es una magnifica descripción del discípulo de Cristo: a partir de una actitud de apertura espiritual se puede escuchar la voz de Dios, a pesar de que -de entrada- uno piense que son los hombres los que llaman (¡Samuel!); la atención a la Palabra de Dios no es un hecho transitorio, "puntual"-como decimos-, sino algo que coge a toda la persona: "Aquí estoy..." (salmista), y en este sentido, el mismo Cristo ha dado el testimonio supremo de "discípulo" del Padre (véase las repetidas expresiones de Jn 4, 34; 6;38... y Hb 10, 5-10): también es preciso el espíritu de búsqueda que permite estar atento a los acontecimientos para poderlos leer en la fe (discípulos de Juan).

J/MIRADA  Sin embargo el itinerario siempre culmina en el Maestro único: el Cristo (véase Mt 23, 8). Una vez encontrado, será preciso conducir a todo el mundo hacia El; así lo hace Andrés con su hermano Pedro. Y este encuentro transforma las personas, no sólo por la experiencia religiosa que supone, sino también porque el mismo Señor toma la iniciativa de conferir nueva personalidad al discípulo: "¡Tú te llamarás Cefas!" Juan destaca la absoluta gratuidad de esta voluntad de Jesús en relación al que tiene que ser el líder de los discípulos; la transformación viene después de la "mirada" de Jesús, casi como sin esperar el acto explícito de fe.

Importante, también, la referencia al "quedarse", tan típico de Juan. A los discípulos no les basta una salutación rápida, formal o curiosa; se trata de gastar tiempo, de ir a fondo, de escuchar, de dialogar... "Vieron... y se quedaron". Juan pondrá en labios de Jesús el ideal de los discípulos: "Quedaros conmigo, y yo en vosotros... Si no os quedáis conmigo, nada podréis hacer..." (Jn/15/04s). También el evangelio de Marcos, cuando hable del designio de Jesús sobre los discípulos, dirá que "designó doce, para que estuvieran con él..." (Mc/03/16).

-ACTUALIZACIÓN

Las características claras del discípulo: apertura espiritual para escuchar, fidelidad en el seguir al auténtico Maestro, disponibilidad para quedarse con él, no mariposear de maestro en maestro..., son un cuadro bastante expresivo que configura el proyecto de toda la vida cristiana. Quizás no sea fácil ser discípulo para el hombre que piensa saberlo todo, que habla de todo como si tuviera la última palabra, o bien "que por su prurito de oír novedades a medida de sus malas pasiones, se harán acopio de maestros. Y desviarán sus oídos de la verdad y los aplicarán a las fábulas" (2Tm/04/03-04). Por eso son necesarias la humildad, la paciencia, la esperanza, la confianza. Para aprender se requiere tiempo y atención. Los discípulos que siguieron a Jesús son un ejemplo: "vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día".

Una actualización de estas lecturas puede hacerse en función de la plegaria ecuménica. "Cristo fundó una sola y única Iglesia; sin embargo, son muchas las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; todos se profesan discípulos del Señor, pero piensan de modo diverso y siguen distintos caminos, como si Cristo estuviese dividido". (Vaticano II: Decreto sobre el ecumenismo, n.1). El camino ecuménico es claro: en el diálogo, en el respeto, en la plegaria sobre todo, "todos someten a examen su propia fidelidad a la voluntad de Cristo con respecto a la Iglesia y emprenden valientemente, como conviene, una obra de renovación y aún de reforma" (n. 4).

Todo cristiano es, fundamentalmente, discípulo de Cristo; ¡también Pedro! Sin embargo, es preciso tener presente el evangelio de hoy: "¡Tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)!".

Pablo VI decía: "¡Mi nombre es Pedro!" Y lo mismo dijo Juan Pablo II, en el mismo ambiente del Consejo Ecuménico de las Iglesias. El ecumenismo nos pide ser discípulos auténticos.

P. TENA
MISA DOMINICAL 1985/02


6. EXP/DOCTRINA   DESEO/BUSQUEDA 

Cada generación debe tener el valor de preguntarse en forma total y absolutamente nueva quién es realmente Jesús de Nazaret, qué es el cristianismo, qué es la Iglesia y qué debería o podría ser; qué es lo que cambió en el pasado y qué es lo que ha de cambiar. Debe ponerse en marcha para buscar siempre de nuevo a Jesús, a su propio Jesús de hoy. Y debe también tener el valor de dejarse preguntar a su vez por Jesús: ¿Qué buscáis? Aunque la respuesta pueda sonar de primeras bastante imprecisa y vaga y quede muy lejos del encorsetado formalismo eclesial: "Maestro ¿dónde vives?" Merece atención que el Jesús joánico no responda a la pregunta dando una dirección precisa y fija, no responda con un formulario teológico ni con un catálogo de dogmas, sino que apela a la experiencia personal: ¡venid y lo veréis! Venid y vedlo por vosotros mismos, recordad vuestras propias experiencias, vuestra propia vida, que os es perfectamente conocida; no os alejéis de esas experiencias, sobre todo de las incómodas y desagradables; poneos en movimiento, comprometeos; usad vuestros propios ojos, vuestros oídos, vuestras propia razón y vuestra sana razón humana; no os dejéis manipular; examinad la realidad tal como es. ¡Venid y veréis! Ocupaos personalmente de ese Jesús y atended a lo que tiene que deciros. Tomad su palabra como una palabra humana clara y simple; juzgad nuestra propia dirección humana y pensad lo que podéis iniciar con ella. Así empieza un encuentro auténtico con Jesús, y no con los machacones principios del catecismo "que hay que tener por verdaderos". Sólo desde la propia experiencia vital y en diálogo con quienes van a la búsqueda de la fe y se preguntan personalmente por Jesús puede surgir la fe.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN. 04/1A
HERDER BARCELONA 1983.Pág. 184


7.

Tras el Señor

Comenzamos el llamado Tiempo Ordinario, que comprende las más de treinta semanas del año litúrgico que no están comprendidas en los tiempos fuertes de Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua. Merece toda nuestra atención pues, como no está enfocado hacia alguna fiesta especial, tiene por objeto celebrar y alimentar la vida cristiana en cuanto centrada en la fe en Cristo muerto y resucitado.

En este tiempo litúrgico hemos de poner todo nuestro empeño en la celebración del domingo, el día del Señor, que es como un símbolo de la vida cristiana, pues, en él, recordamos a Cristo muerto y resucitado que se hace presente en la Palabra y en el Sacramento de la misa dominical.

Es un día distinto de los demás y nos advierte que nuestra condición de cristianos debe dejar un sello especial a nuestra presencia en el mundo.

Las lecturas de hoy nos pueden ayudar a descubrir el factor cristiano que debe marcar nuestra vida. San Pablo se dirige a la comunidad de Corinto, muy tentada de dejarse llevar por el libertinaje de aquella ciudad portuaria, y escribe una frase que nos da una clave importante para nuestra tarea: "No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros".

La lectura evangélica describe la escena entrañable y programática de la primera llamada que hace Jesús a sus futuros discípulos. En resumen, es el itinerario de todo encuentro con Cristo.

Puede ser provechoso que recorramos, en una actitud de oración, la sugerente serie de verbos que se acumulan en el diálogo entre Jesús y aquellos hombres: "Qué buscáis?... Maestro, dónde vives?... Venid y lo veréis".

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"