SEMANA SANTA

TEXTOS

 

1.

SS/TURISMO: COGER LA VELA E IR EN LA PROCESIÓN

La "semana santa" ha llegado a nosotros cargada de historia y de tradiciones. Pero ha llegado más la historia y las tradiciones que lo santo. De ahí que, vaciadas de sentido y realismo, son una buena ocasión para vacaciones, para huir de la rutina y del trabajo, a la par que de la responsabilidad. En los alrededores de la "semana santa" abundan las reflexiones para todos los gustos: quién piensa que se pierde la tradición, que las cosas ya no son como antes; quién cree que estamos en un proceso de recuperación y que la cosa va a más. Depende del punto de vista.

Con todo, parece claro que son más los cofrades afiliados a las variopintas hermandades, que desfilan por las calles paseando las catorce estaciones del "via-crucis", que los hermanos enrolados en la gran fraternidad universal, dispuestos a sacar la luz y a impedir los vía crucis de tantos pueblos y de tantos hombres. A estas alturas y en estas latitudes no hay cristiano que no deteste y rechace la injusticia de aquel tiempo contra Jesús.

Pero a estas alturas y en estas latitudes no todos los cristianos están sensibilizados contra la injusticia que sigue oprimiendo a los pobres y condenando a inocentes. Bien está que recordemos en imágenes y divulguemos en procesiones la historia de la muerte de Jesús. Pero estaría muy mal que olvidásemos la pasión de los hermanos de Jesús. La memoria de la pasión y muerte de Cristo no puede ser para los cristianos una coartada histórica para apartar los ojos de la actualidad, ni menos pretexto piadoso para la irresponsabilidad pública. La memoria del Crucificado, el análisis pormenorizado en los pasos procesionales, debe actuar de revulsivo. Tiene que ser una memoria subversiva que nos empeñe en desmontar la injusticia del mundo y de los poderosos de turno. Que aunque no podamos evitar lo que sucedió en aquel tiempo, sí podemos evitar que siga sucediendo lo mismo y se repita la historia de sangre y de ignominia.

Lo santo de la semana santa es hacer que no se malogre la pasión de Jesús, que dio su vida para que todos la tengan. Y ese empeño, ese desafío que nos reta todos los años, esa otra procesión va por dentro. El que sea cofrade -¿No decimos que somos todos hermanos?- que coja su vela, que cargue con su responsabilidad, y que vaya a la procesión: el movimiento de liberación de todos los pueblos y de todos los hombres (hombre y mujer, ¡claro!).

EUCARISTÍA 1982, 17


2. DOLOR/A: CRISTO NO AMO EL DOLOR. AMO A LOS HOMBRES. EL INCOMPRENSIBLE DOLOR

Una de las muchas cosas incomprensibles para el hombre es el dolor. En vano tratamos de alejarlo de nuestra vida. Está ahí, como un duendecillo, hurgando en la muela, en el estómago, en la cabeza..., en el alma. Vuelve una y otra vez. En vano tratamos de confinarlo al recinto de los hospitales y clínicas. Está dentro de nosotros mismos. Y lo malo es que no acabamos de encontrar una explicación satisfactoria. Quizá lo más molesto del sufrimiento es su insignificancia (no su pequeñez, sino su falta de sentido). No sabemos por qué tenemos que sufrir. Nos parece que el dolor carece de sentido.

Pero, ¿de verdad que no tiene sentido el dolor? Hay, ciertamente, dolores sin sentido. Dolores sin mejor explicación que la crueldad de los hombres. Son el fruto de la ambición, del egoísmo, de la indiferencia o del refinamiento. Son muchos: el horror de las guerras, el sadismo de las torturas, el dolor de todas las violencias, el temor de las opresiones, el amargo salario de tantos trabajos, el costo sangriento de todas las desigualdades, discriminaciones e injusticias. Todos estos dolores no tienen sentido. Son intolerables. Hay también dolores sin otro sentido que la mala interpretación del Evangelio. Dolores que serían la complacencia de un "dios" inmensamente sádico, ávido de lágrimas humanas. Tal es el de aquéllos que erigen el dolor en algo bueno en si mismo, el dolor de todos los masoquistas del mundo. El dolor de los que trafican en lágrimas y "valoran" las cosas por su costo en sufrimiento. Y este dolor tampoco tiene sentido. También es injustificable. Sólo hay un dolor que tiene sentido. Y es el dolor que deriva (que no se busca pero se tolera con fortaleza) del servicio a los semejantes, de la fidelidad a la conciencia, del amor a nuestros hermanos, del amor a Dios. En todos esos casos no es el dolor lo que cuenta, sino el amor. El dolor es sólo síntoma, señal del amor. Y ese dolor sí que tiene sentido, porque, aunque aparece como dolor, es en realidad amor.

EUCARISTÍA 1973, 25


3. J/PASION/MARGINADOS:

"La pasión del mundo es lo que da realismo a la de Cristo; y la cruz de Cristo es lo que confiere radicalidad teologal a la del mundo.

Cuando en las procesiones se saca en estos días al Cristo doliente, con Él van millones de seres humanos; cuando nos arrodillamos a besar la cruz, estamos besando el rostro de millones de crucificados".

MONSEÑOR OSCAR ROMERO

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"¿Qué hemos hecho para que estos pueblos estén crucificados? ¿Qué hacemos ante sus cruces? ¿Qué vamos a hacer para bajarlos de la cruz?".

IGNACIO ELLACURIA


4. CZ/A:

Decimos que la vida es cruz. Y decimos bien. Pero si no entendemos bien el verdadero sentido de la cruz, corremos el riesgo de caricaturizar el sentido de la vida cristiana. Hemos hecho de la cruz un hermoso remate para una hermosa tumba, pero quizá no hemos encontrado el sitio para poner la cruz en nuestra vida. La cruz nos parece sólo muerte, derrota, sufrimiento... En cambio, la cruz es vida, liberación, desafío. Hacemos de la cruz un refugio para nuestro miedo, en vez de un arma para nuestra audacia.

No deja de ser significativo el hecho de que cuando nos signamos -por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro- sólo expresamos el miedo a los enemigos. Y todavía es más significativa la explicación que solían traer nuestros viejos catecismos: nos signamos en la frente, para que nos libre Dios de los malos pensamientos; en la boca, para que nos libre Dios de las malas palabras; en el pecho, para que nos libre de los malos deseos. ¿Quién no ve en todas esas explicaciones una mal reprimida angustia ante la vida? ¿Por qué sólo pedir a Dios que nos libre de pensamientos malos, de palabras malas, de deseos malos? ¿No necesitamos tener pensamientos buenos, palabras buenas, buenos deseos? ¿Por qué no pedir a Dios que nos inspire audaces iniciativas, que nos dé valor para proclamar la verdad, que nos llene el corazón de amor a los enemigos? Se comprende así que, con este proceso de indoctrinación ya en nuestra tierna infancia, hayamos llegado a la madurez sin más visión de la cruz que la de un instrumento de suplicio y de muerte, sin más visión de la vida que un valle de lágrimas y una cárcel de sufrimientos.

No hemos querido contemplar en la cruz el trono del amor, la fuente de la vida misma. Se comprende así que el cristiano haya incurrido, sin poder evitar un solapado masoquismo, en una glorificación del dolor y del sufrimiento, cuando sólo tienen sentido como expresión límite del amor. La cruz no es la muerte, sino el colmo del amor: "El amor hasta la muerte".

EUCARISTÍA 1972, 22


5. MP/DEVOCION 

El misterio pascual no es objeto de libre devoción en la vida cristiana, como tampoco es una celebración excepcional en nuestra liturgia. Representa exactamente la ley misma de nuestra existencia cristiana, muerte y al mismo tiempo vida a través de la muerte y por la muerte. Es, en realidad, el centro de nuestra liturgia que, partiendo de él, va desarrollándose a través de todo el año.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 20-23


6. COMIENZA LA SEMANA SANTA

Con el domingo de Ramos comienza la Semana Santa, el período más intenso y significativo de todo el año litúrgico. En ella se celebra el acontecimiento siempre actual, sacramentalmente presente y eficaz, de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La Semana Santa, que culmina con el festivo "Aleluya" de Pascua, se abre con el episodio de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Agitando palmas y ramos de olivo se revive en la procesión el triunfo de Cristo. Pero estas aclamaciones de alegría durarán poco tiempo, pues enseguida resonarán las notas dolorosas de la pasión de Jesús y los gritos hostiles contra el, que a pesar de ser inocente, fue condenado a la muerte de cruz. Muchos de los que hoy gritan "hosanna" el viernes gritarán "crucifícalo".

Hoy comienzan de nuevo los días de la Pasión con los mismos papeles y actores que en el año 33: los espectadores indiferentes, los que se lavan las manos siempre, los cobardes que afirman no conocer a Cristo, los verdugos con sus látigos y reglamentos, y la misma víctima dolorida, infinitamente paciente y llena de amor, que dirige a todos su mirada de interrogación, de ternura, de espera. Y se siguen distribuyendo los papeles para que empiece el drama. ¿(Quién interpreta a Simón de Cirene? ¿Quién quiere ser Judas? ¿Quién va a hacer de Verónica?

La pasión no basta con leerla en el texto evangélico; hay que meditarla, asimilarla, encarnarla en la propia vida pudiendo ser el actor que queramos. El relato de la pasión nos hará ver al vivo los signos del sufrimiento de Cristo, que es traicionado, escarnecido, cubierto de esputos, flagelado y crucificado. Su ejemplo altísimo de docilidad a Dios y de cumplimiento de la voluntad divina es la más esclarecedora expresión y el gesto más profundo y auténtico de amor, que llega hasta derramar la última gota de sangre para salvar a todos.

Andrés Pardo


7. Para orar con la liturgia

Cristo, siendo inocente,
se entregó a la muerte por los pecadores
y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales.

De esta forma, al morir,
destruyó nuestra culpa
y, al resucitar, fuimos justificados.

Prefacio Domingo de Ramos