DAR EL PASO

Pascua es siempre paso. Ya en la Pascua de Navidad celebrábamos el paso de un Dios  que se revela en la Palabra a un Dios que se hace carne: ahora, contemplamos y  celebramos el paso de un Dios torturado y ejecutado, a un Dios resucitado y vivo entre  nosotros. 

Seguro que esto lo sabemos desde hace tiempo. Seguro que también nos podemos  remontar a la Pascua judía; al paso del mar rojo, o a la travesía del desierto, y quizá  sepamos el significado profundo de todo ello. Ya. 

Todo esto, el conocimiento de los sucesos, es importante, fundamental diría más bien,  pero ¿es algo decisivo para nuestras vidas'? ¿Qué cosas cambian en nosotros? ¿Cuales  son nuestras actitudes, nuestros pasos? 

Sin duda, cualquier momento es oportuno para hacernos estas preguntas, más todavía lo  será en este tiempo en que celebramos dichos misterios. 

Que cada cual examine sus "actitudes pascuales", su grado de transformación, de  conversión; sus "pasos". A mi se me ocurre exponer tres tipos de comportamientos (sin duda  habrá mucho más, y de estos tres se derivarán muchos otros): serían estos.  Los que "Pasan de Pascua". No les interesa porque el asunto de la muerte y resurrección  es muy serio. Algunas veces lo han intuido y han visto que aquello podría "meterlos en líos",  desinstalarlos de sus comodidades, comprometerlos, y... ¡quita, quita! yo estoy con lo "mío"  y me basta. 

Los que "ven pasar la Pascua". Y no me refiero a los que ven pasar las procesiones,  aunque a lo mejor también; me refiero a los "contemplativos" que disfrutan con los "cirios  litúrgicos", con la estética de las celebraciones, y que incluso llegan a sentir una especie de  arrobo o "calorcillo" en sus entrañas en estos días tan señalados. Esperan estas fechas con  agrado, estrenan ropa, e incluso llegan a conmoverse de tanta cruz y tanto sufrimiento y a  alegrarse de la resurrección porque "gracias a Dios" los días de ayuno y luto han pasado.  Acaban incluso siendo felices porque el Señor vence, y porque el año que viene vencerá de  nuevo. 

Los que "celebran la Pascua". Los que tratan de abrirse al acontecimiento Pascual, y se  dejan inundar por su misterio. Rememorando y conmemorando, celebrando en definitiva el  paso como un presente que estamos hoy actuando, llevando a cabo. Junto a la perplejidad y  el asombro, se puede y se debe "dar el paso", esto es, incorporarse al acontecimiento y al  sentido de la Pascua. 

Desde esta perspectiva el "dar el paso" significa convertirse, incorporarse a una vida  nueva que supera toda muerte, lo cual nos urge a cambiar nuestro punto de vista, nuestro  compromiso con los demás, vencer nuestras limitaciones y cobardías e incorporarnos a la  utopia de Aquel que venció a la muerte. No sé. Cada uno sabrá los pasos que debe dar,  pero en definitiva no hay Pascua sin paso, sin un paso decisivo por nuestra parte que  transforme nuestra realidad y en consecuencia nuestro entorno, en una vida y un mundo de  Resucitados. 

J. Pérez Minguez