Vigilia Pascual |
"Según
una antiquísima tradición, esta es noche de vigilia en honor del Señor (Ex
12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el evangelio (Lc 12,35-36),
deben parecerse a los criados, que con las lámparas encendidas en las
manos, esperan el retorno de su señor, para que cuando llegue los
encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa"
(Misal, pág. 275).
- El Sacramento:
Esta noche, después del camino cuaresmal y del catecumenado, se celebran,
antes de la Eucaristía, los sacramentos de la iniciación cristiana: el
Bautismo y la Confirmación.
Y luego se celebra sacramentalmente esa
misma salvación, con los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la
Eucaristía. A todo ello también se le antepone un rito de entrada muy
especial: se añade un rito lucernario que juega con el símbolo de la luz
en medio de la noche, y el Pregón Pascual, lírico y solemne. La oración al comienzo de las lecturas del Nuevo Testamento, invoca a Dios, que "ilumina esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor". En esta noche, con más razón que en ningún otro momento, la Iglesia alaba a Dios porque "Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado" (Prefacio I de Pascua). Pero la Pascua de Cristo es también nuestra Pascua: "en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección resucitamos todos" (Prefacio II de Pascua). La comunidad cristiana se siente integrada, "contemporánea del Paso de Cristo a través de la muerte a la vida". Ella misma renace y se goza en "la nueva vida que nace de estos sacramentos pascuales" (oración sobre las ofrendas de la Vigilia): por el Bautismo se sumerge con Cristo en su Pascua, por la Confnmación recibe también ella el Espíritu de la vida, y en la Eucaristía participa del Cuerpo y la Sangre de Cristo, como memorial de su muerte y resurrección.
Los textos, oraciones, cantos: todo apunta a
esta gozosa experiencia de la Iglesia unida a su Señor, centrada en los
sacramentos pascuales. Esta es la mejor clave para la espiritualidad
cristiana, que debe centrarse. más que en la contemplación de los dolores
de Jesús (la espiritualidad del Viernes Santo es la más fácil de
asimilar), en la comunión con el Resucitado de entre los muertos.
Este es en verdad "el día que hizo el
Señor". El fundamento de nuestra fe. La experiencia decisiva que la
Iglesia, como Esposa unida al Esposo, recuerda y vive cada año, renovando
su comunión con El, en la Palabra y en los Sacramentos de esta Noche. Pero la cera, a su vez, resulta ahora una criatura renovada. Se devolverá al cirio el sagrado papel de significar ante los ojos del mundo la gloria de Cristo resucitado. Por eso se graba en primer lugar la cruz en el cirio. La cruz de Cristo devuelve a cada cosa su sentido. Por ello el Canon Romano dice: "Por él (Cristo) sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros". Al grabar en la cruz las letras griegas Alfa y Omega y las cifras del año en curso, el celebrante dice: "Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo. Y la eternidad. A él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos. Amén".
Así expresa con gestos y palabras toda la
doctrina del imperio de Cristo sobre el cosmos, expuesta en San Pablo.
Nada escapa de la redención del Señor, y todo, hombres, cosas y tiempo
están bajo su potestad.
Se lo adorna con granos de incienso, según
una tradición muy antigua, que han pasado a significar simbólicamente las
cinco llagas de Cristo: "Por tus llagas santas y gloriosas nos proteja
y nos guarde Jesucristo nuestro Señor".
Termina el celebrante encendiendo el fuego
nuevo, diciendo: "La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las
tinieblas del corazón y del espíritu".
Tras el cirio encendido que representa a
Cristo, columna de fuego y de luz que nos guía a través de las tinieblas y
nos indica el camino a la tierra prometida, avanza el cortejo de los
ministros. Se escucha cantar tres veces: "Luz de Cristo" mientras
se encienden en el cirio recién bendecido todas las velas de la comunidad
cristiana. Hay que vivir estas cosas con alma de niño, sencilla pero vibrante, para estar en condiciones de entrar en la mentalidad de la Iglesia en este momento de júbilo. El mundo conoce demasiado bien las tinieblas que envuelven a su tierra en infortunio y congoja. Pero en esa hora, puede decirse que su desdicha ha atraído la misericordia y que el Señor quiere invadirlo todo con oleadas de su luz.
Los profetas habían prometido ya la luz:
"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande", escribe
Isaías (Is 9, I; 42,7; 49,9). Pero la luz que amanecerá sobre la nueva
Jerusalén (Is 60,1ss.) será el mismo Dios vivo, que iluminará a los suyos
(Is 60, 19) y su Siervo será la luz de las naciones (Is 42,6; 49,6).
El catecúmeno que participa en esta
celebración de la luz sabe por experiencia propia que desde su nacimiento
pertenece a las tinieblas; pero sabe también que Dios "lo llamó a
salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa" (1 Pe 2,9).
Dentro de unos momentos, en la pila bautismal, "Cristo será su luz"
(Ef 5, 14). Se va a convertir de tiniebla que es en "luz en el
Señor" (Ef 5,8).
Luego, entona la gran Acción de Gracias. Su
tema es la historia de la salvación resumida por el poema. Una tercera
parte consiste en una oración por la paz, por la Iglesia en sus jefes y en
sus fieles, por los que gobiernan los pueblos, para que todos lleguen a la
patria del cielo.
Las lecturas de la Vigilia tienen una
coherencia y un ritmo entre ellas. La mejor clave es la que dio el mismo
Cristo: "todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y
salmos acerca de mí, tenía que cumplirse, y comenzando por Moisés y
siguiendo por los profetas, les explicó (a los discípulos de Emaús) lo que
se refería a él en toda la Escritura" (L,c 24,27). Segunda lectura: Gn 22,1-18: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Tercera lectura Ex 14-15,30 - Los israelitas
cruzaron el mar Rojo.
Cuarta lectura: Is 54,5-14 - Con
misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.
Quinta lectura: Is 55, 1-11 - Vengan a mí, y
vivirán; sellaré con ustedes una alianza perpetua.
Sexta lectura: Bar 3,9-15.32-4,4 - Camina a
la claridad del resplandor del Señor
Séptima lectura: Ez 36.16-28 - Derramaré
sobre ustedes un agua pura, y les daré un corazón nuevo.
Es importante subrayar este paso al Nuevo
Testamento: el Misal indica en este momento diversos signos, tales como el
adorno del altar (luces, flores), el canto del Gloria y la aclamación del
Aleluya antes del Evangelio. También se ilumina de manera más plena la
iglesia ya que durante las lecturas del Antiguo Testamento estaba
iluminada más discretamente.
Sobre todo es el Evangelio, tomado de uno de
los tres sinópticos. según el Ciclo, el que hay que destacar: es el
cumplimiento de todas las profecías y figuras, proclama la Resurrección
del Señor.
Evangelio
CICLO A: Mt 28.1-10 - Ha resucitado y va por
delante de ustedes a Galilea.
CICLO B: Mc 16, 1-8 - Jesús Nazareno, el
crucificado, ha resucitado.
CICLO C: Lc 24.1-12 - Por qué buscan entre
los muertos al que está vivo.
Como dice el Misal, si se trata de adultos,
esta noche tiene pleno sentido que además del Bautismo se celebre la
Confirmación. para quedar ya integrados plenamente a la comunidad
eucarística. El sacerdote que preside tiene esta noche la facultad de
conferir también la Confirmación, para hacer visible la unidad de los
sacramentos de iniciación. la letanía de los santos (si hay bautismo), según lo sugerido por el Misal; la bendición del agua más que bendecir el agua se trata de bendecir a Dios por todo lo que en la Historia de la Salvación ha hecho por medio del agua (desde la creación y el paso del Mar Rojo hasta el bautismo de Jesús en el Jordán), pidiéndole que hoy también a través del sígno del agua actúe el Espíritu de vida sobre los bautizados; el Bautismo y la Confirmación según sus propios rituales; la renovación de las promesas bautismales, si no se ha celebrado el Bautismo, (ya lo habrán realizado entonces, junto con los padrinos y/o bautizandos). Se trata de que todos participen conscientemente tanto en la renuncia como en la profesión de fe; el signo de aspersión, con un canto bautismal, como un recuerdo plástico del propio Bautismo. Este signo se puede repetir todos los domingos de la Cincuentena Pascual, al comienzo de la Eucaristía;
la Oración universal o de los fieles, que
es el ejercicio, por parte de la comunidad, de su sacerdocio bautismal
intercediendo ante Dios por toda la Hurnanidad.
Hoy es la fiesta de las fiestas y el día de
Cristo el Señor por excelencia. Hoy, Jesús vencedor de la muerte y del
pecado, se manifestó a los suyos; hoy se dio a conocer a sus dos
discípulos en el camino de Emaús por medio de la fracción del pan: hoy
confirió el Espíritu Santo a sus Apóstoles para la remisión de los pecados
y los envió al mundo para ser sus testigos. Como consecuencia de todo
esto, cantamos: "Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría
y nuestro gozo". (Salmo 117). |
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