Vigilia Pascual
«Muerta la muerte»


En la Noche Santa de Pascua la Iglesia irrumpe con el cántico de Gloria y de Alleluya porque el Señor, «al tercer día, resucitó, acabada la fatiga, muerta la muerte» (san Agustín). Los catecúmenos amanecen a un nuevo día y todos los hijos de la Iglesia celebran el más grande acontecimiento de toda la Historia: «Ha aparecido vuestra vida, vuestra resurrección, vuestra luz, vuestra salvación» (Melitón de Sardes).

 

En la Noche Santa se rememora el primer día de la semana en que María de Magdala y la otra María corrían hacia el sepulcro y el ángel del Señor les salió a su encuentro para mostrarles la tumba vacía: «Las mujeres reciben el regalo de Cristo» (Pedro Crisólogo), pues se «vació un sepulcro donde antes habían visto poner el cadáver» (san Juan Crisóstomo). El mensajero del Señor «se mostró revestido de vestidura blanca para anunciar los gozos de nuestra festividad» (san Gregorio Magno); o, en palabras de san Jerónimo, «un ángel viene a custodiar la sepultura del Señor, y su vestido resplandeciente manifiesta la gloria del triunfador». Las mujeres madrugaron para visitar al que habían crucificado, y les sorprendió la buena noticia de que había resucitado. «Como madrugaras la mañana de la resurrección en compañía de la virginal aljofarada aurora, a ver salir aquel glorioso sol entre los alegres arreboles de sus llagas» (B. Gracián). La Noche Santa anuncia el amanecer de un nuevo día, «el día del origen de la vida, el principio de la luz, el autor de toda claridad, es decir, el mismo Señor Jesucristo» (homilía pascual del siglo II); «el día en que nuestra muerte cruel se estremeció» (Pseudocrisóstomo), «para que nadie sea jamás ni encarcelado ni carcelero» (Odas de Salomón). Después del grito de la cruz siguió el silencio, y al silencio siguió la victoria sobre la muerte, el sí de Dios a la vida: «La muerte es un no que no afecta ya a la Humanidad» (K. Barth). En la Noche Santa la Iglesia nos recuerda: «¿Dónde está la muerte? Búscala en Cristo; ya no existe, existió, pero murió allí» (san Agustín).

En la Santa Pascua «el Señor ha vuelto la noche toda festiva y resplandeciente con la luz de la resurrección» (Beda). Con la resurrección se aleja el miedo, arma de la muerte, porque el Resucitado «les quita el miedo para preparar el camino de la fe...; que nadie tema la muerte: la del Salvador nos ha liberado» (san Juan Crisóstomo). En la Noche Santa se nos invita «a tener los ojos fijos en la resurrección, puesto que el Señor ha engrandecido a su santo, hasta el punto de resucitarlo de entre los muertos y otorgarle en el cielo el honor de sentarse a su derecha» (san Agustín). En la Noche Santa nos alegramos porque celebramos que «la perfección está reservada para la resurrección de los muertos» (Clemente Alejandrino) y que «la luz del Padre acude a la carne de Nuestro Señor, y de su carne resplandeciente viene a nosotros, y se adentra así el hombre en la incorrupción, envuelto en la luz del Padre» (san Ireneo). La Noche pascual es la noche que anuncia el tiempo de la alegría eterna pues, como sentía la santa de Ávila, «de pensar la gloria que esperamos y el amor que el Señor nos tuvo y de su resurrección, muévenos a gozo».

+ Eugenio Romero Pose