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H O M I L Í A S 

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SEMANA SANTA

VIERNES SANTO

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CZ/SV/SFT

"Desde la hora sexta la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz ¡Eli, Eli! ¿lema sabactani?": esto es, ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?"

El momento más terrible de la pasión de Jesús es, ciertamente, cuando exclama, en el más extremo sufrimiento de la cruz: "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?" /Mt/27/45-46

D/AUSENCIA: Es una frase de un salmo en el que Israel, doliente, torturado, despreciado a causa de su fe, le grita a su Dios su desgracia. Y este grito de oración de un pueblo al que su elección, su comunidad con Dios, lo ha convertido en una maldición, alcanza todo su significado en la boca de Aquél que es la misma cercanía salvadora de Dios entre los hombres. Si él se siente abandonado de Dios. ¿dónde podremos encontrar a Dios?

Y hoy resuena en nuestros oídos el eco redoblado de ese grito. Desde el infierno de los campos de concentración, desde la guerra de guerrillas, desde los barrios llenos de miseria, desde esos campamentos palestinos donde los hombres tienen que comerse los cadáveres de sus hermanos, se oye decir: "¿Dónde estás, Dios, creador de este mundo, en el que las más inocentes criaturas sufren terriblemente y son conducidas como corderos al matadero sin poder abrir la boca?

La vieja pregunta de Job se agudiza hoy más que nunca. Es una pregunta a la que no se puede responder con palabras y con argumentos, porque alcanza una profundidad que no puede medir por sí sola la razón.

Todos aquellos que creen poder dar una respuesta a esta cuestión con palabras e ideas inteligentes, están necesariamente abocados al mismo fracaso que los amigos de Job. La única solución es aguantar esta pregunta y sufrirla desde la fe con Aquél, y en Aquél que ha sufrido por todos nosotros. Y lo primero que debemos descubrir es que Jesús no afirma la ausencia de Dios, sino que la transforman en oración.

Si queremos integrar en el viernes santo de Jesús el viernes santo del siglo XX, tenemos que integrar el grito angustiado de nuestro mundo en el grito de Jesús en la cruz: cambiarlo en una oración dirigida a ese Dios y Padre que, a pesar de todo, sigue estando cerca.

Pero hay otra pregunta que nos lanzan todos aquellos que reniegan de Dios por los males del mundo.

¿Se puede rezar honradamente antes de haber hecho nada para enjugar la sangre de los que sufren y secar sus lágrimas? Lo curioso es que la idea de que Dios no puede existir, la desaparición total de Dios, se produce en aquellos que no son más que espectadores de los horrores que se dan, en aquellos que acomodados en su sillón, contemplan lo terrible del mundo y creen haber cumplido con su obligación y haberse defendido diciendo: "si existen tales horrores es que no hay Dios".

Pero la reacción de aquellos que verdaderamente sufren es frecuentemente la contraria; precisamente en su sufrimiento descubren a Dios. En este mundo la adoración sigue saliendo de los hornos de los que fueron quemados y no de los espectadores del horror. No es ninguna casualidad que el pueblo de la revelación, el pueblo que conoció a Dios y lo dio a conocer al mundo, haya sido el pueblo que más ha sufrido a lo largo de la historia, bastante antes de llegar a los hornos crematorios de los nazis.

Y no es ninguna casualidad que el hombre más torturado, el que más sufrió -Jesús de Nazaret- haya sido el revelador, mejor dicho, haya sido y sea la revelación misma.

FE/SUFRIMIENTO: No es ninguna casualidad que la fe en Dios provenga de un rostro lleno de sangre y heridas, de un crucificado, y que el ateísmo tenga su padre en Epicuro, en el mundo de los espectadores satisfechos.

De repente brilla en toda su claridad la seriedad misteriosa y amenazadora de unas palabras de Jesús: "Antes pasa un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el cielo": un rico , es decir, alguien a quien le va bien, que está saturado de bienestar y sólo conoce el dolor a través de la televisión.

Tomemos en serio estas palabras que nos amonestan precisamente en el viernes santo. Es cierto que ni necesitamos ni debemos buscarnos el sufrimiento y la angustia nosotros mismos. Dios manda el viernes santo donde quiere y cuando él quiere. Pero debemos tener siempre presente -no sólo teóricamente, sino en la práctica de nuestra vida- que la cruz es siempre don de Dios para nuestra salvación.

La cruz es el instrumento elegido por el Padre -respetando la libertad de los hombres- para revelarnos su amor, para hacernos partícipes de su vida.

También los hombres están inventando continuamente caminos de salvación. Pero todos los partos de la razón humana: todas las filosofías e ideologías, todas los estrategias de este mundo, tienen siempre en común el rechazo de la metodología de la cruz, en cuanto en ellas siempre está presente la convicción de que la salvación pasa a través del poder.

La palabra de Pablo a los corintios es de una enorme actualidad: "Los judíos piden milagros -fuerza poderosa que salve a los hombres- y los griegos buscan sabiduría -la lógica de la razón-, nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; más para los llamados -sean judíos o griegos- fuerza de Dios y sabiduría de Dios".

"Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad divina más fuerte que la fuerza de los hombres" (1Co 01, 22-25).

Las injusticias, las opresiones, las luchas, las guerras, la pobreza, el paro, las violencias, existen y se multiplican porque todos quieren resolver los problemas humanos mediante el poder.

A pesar de todos los fracasos para resolver los problemas humanos, aún existe en el corazón del hombre la convicción de que esos "cinco cercos diabólicos de la muerte" de que habla un teólogo de nuestro tiempo:

- el cerco diabólico de la pobreza
- el cerco diabólico del poder
- el cerco diabólico del racismo
- el cerco diabólico de la destrucción de la naturaleza,
- y el cerco satánico del sin sentido de la vida y del abandono de Dios, pueden ser rotos solamente con la fuerza y la sabiduría de los hombres.

Y cae en ese "titanismo", en esa confiar en sus propias fuerzas, que siempre se convierte en un desafío contra Dios y, a la larga o a la corta, en una nueva forma de opresión del hombre. PODER/DBD/SV 

La verdadera alternativa es la metodología de la cruz. Esta metodología da testimonio exactamente de lo contrario: dice que la salvación total del hombre nace de la debilidad, no del poder, de la derrota, no de la violencia. Así aparece que el hombre no se salva por sí sólo, es Dios quien lo salva.

Este es el desafío que nos lanza el viernes santo ¿se puede salvar el hombre sin la cruz de Cristo, entendida no sólo como causa sino también como método? Pensad en esto, hoy, hermanos, ante la cruz de Cristo.

Porque todos nosotros creemos que la cruz, sí, es causa de nuestra salvación, y por eso vamos a adorarla, como instrumento de esa salvación que Dios nos concede.

Pero no creemos que la cruz es, además, para nosotros, método de salvación y por eso no la aceptamos en nuestra vida, no agradecemos la cruz que Dios nos ha concedido, y la rechazamos con todas nuestras fuerzas o nos desesperamos y la estamos maldiciendo continuamente. Por eso, hoy también se nos pide que al adorar la cruz de Cristo adoremos nuestra propia cruz. Que la aceptemos como muestra del amor de Dios a nosotros. Y pidamos a Dios el Espíritu de Jesús para que podamos extender con él y como él voluntariamente los brazos sobre nuestra propia cruz y ofrecerla a Dios como instrumento de salvación para nosotros y para nuestro mundo.

Termino con las palabras del principio: "Desde la hora sexta, la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la ahora nona". Así están los hombres de nuestro mundo, aplastados por esta densa tiniebla que les impide descubrir el sentido de la cruz en su vida. Pero todos estamos en la cruz sobre el calvario. Esas tres cruces es la cruz de todos los hombres de nuestro tiempo. La cruz del inocente, la cruz del arrepentido, la cruz del desesperado.

Nosotros, los cristianos, a través de esta densa tiniebla del viernes santo que dura hasta el fin de los tiempos, hasta el día de la resurrección universal, hemos recibido ese poderoso rayo de luz de la resurrección de Cristo, que nos hace descubrir el sentido de su cruz y de nuestra cruz.

Si aceptas hoy la cruz de tu vida y al besar ahora la cruz de Cristo besas tu propia cruz como gracia de Dios, también podrás escuchar esta palabra de Jesús: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Hoy se te puede conceder toda la felicidad que es posible recibir en este mundo.

 

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