COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Is 52, 13-53, 12

 

1.

El libro de los Hechos de los Apóstoles (8, 26-40) nos presenta a un funcionario etíope leyendo el volumen de Isaías. Y a partir de un fragmento del "cuarto cántico del Siervo" Felipe le anuncia la Buena Nueva de Jesús, lo que conducirá al etíope a pedir el bautismo. El hecho quiere decir que muy pronto los cristianos encontraron en este último "cántico del Siervo" suficientes elementos como para poder aplicarlo a lo que había sucedido con Jesús de Nazaret.

El "cántico" está muy bien construido. Con una simplicidad aparente, consigue implicar al lector-oyente en la contemplación del Siervo. Con una descripción penetrante, pero alejada del sentimentalismo barato, nos lleva a sentirnos formando parte del "nosotros" que ocupa la sección central del "cántico".

En efecto, al inicio y al final es Dios quien habla de su Siervo, que "tendrá éxito, y subirá y crecerá mucho" porque "cargó sobre él todos nuestros crímenes", y así, "intercedió por los pecadores". Pero en el resto del "cántico" hablan unos "nosotros" que, al contemplar todo lo que le ha sucedido al Siervo de Dios, confiesan el propio pecado, por el cual el propio Siervo ha padecido hasta morir.

La imagen del cordero que, sin abrir la boca, es conducido al matadero, llevará a Juan a hablar, en su evangelio, de Jesús como el Cordero de Dios que quita (toma sobre sí y destruye) el pecado del mundo. El libro del Apocalipsis se referirá a menudo a Jesús victorioso de la muerte mediante la figura del Cordero que ha sido degollado pero que vive por siempre.

Hay que destacar también la pregunta: "¿quién puede creer lo que hemos oído?" Realmente la biografía del "Siervo" es increíble. Llega a la glorificación máxima a través de la humillación más total, a través de aquel sufrimiento que desfigura al hombre, que desdibuja la imagen de Dios hasta el punto de convertirse en repugnante y menospreciable.

En un momento en que fácilmente los cristianos tenemos la tentación de dejarnos arrastrar por el culto a la "imagen", es bueno recordar que este "cuarto cántico del Siervo" lo aplicamos a Jesús y, de rebote, estamos diciendo que es modelo para nosotros.

J. M. GRANÉ
 MISA DOMINICAL 1992, 6


2.

Esta lectura nos presenta al Siervo de Yahvé desfigurado por los pecados de los hombres. En el ambiente de viernes santo, ante el misterio de la cruz, adquiere un valor especial. El inocente puesto en lugar del culpable. El pecado es la causa de su humillación, pero el siervo acepta la misión y da a su vida un valor de expiación y se convierte en salvador. Ya en el desierto Moisés y Aarón expiaron las faltas del pueblo e intercedieron por él. El drama personal de Jeremías abrió el camino que conduce a la figura del siervo y Cristo, con su vida, pasión y muerte, ha realizado lo que el siervo figuraba. La finalidad directa de este texto no es ni la gloria ni la desgracia del siervo, sino el cambio de situación. Se subraya con fuerza el éxito del siervo. Las naciones tienen un doble motivo de asombro. La profundidad del anonadamiento y la gloria inaudita que la sigue. Al rostro desfigurado sigue la unción real que ilumina el rostro del Siervo.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 7


3.

Este cuarto cántico del Siervo prolonga el anterior, ofreciéndonos reflexiones mucho más profundas sobre su destino: a pesar de su inocencia, es condenado, pero al fin obtiene la glorificación después de su gran humillación. La disposición del material de este cuarto poema es muy sencilla, dejándose oír varias voces a lo largo de sus versículos.

-Comienza el cántico con un oráculo divino (52, 13-15), en el que se anuncia de antemano el éxito de su siervo. Éxito obtenido no por cálculos humanos, sino por su docilidad al Señor. El desfigurado por su dolor hasta causar espanto es admirado por reyes y pueblos después de su exaltación. "Yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza..." (Sal 22, 07ss). Y los que antes se espantaron de su figura, ahora deben permanecer callados en señal de admiración. Algo inaudito ha ocurrido en la historia de la salvación.

-En el cuerpo del relato (53, 1-11a), un grupo anónimo nos habla del nacimiento, sufrimiento, muerte, sepultura y glorificación del Siervo.

El mensaje de este cántico es tan inaudito que los oyentes no se lo creen (v. 1); y esta incredulidad nace ante la humana debilidad de la que nos hablan los vs. 2-9 (cfr. II Cor 12, 9). El nacimiento y crecimiento del siervo es oscuro como raíz en tierra árida (v. 2). Hombre desfigurado por el dolor, por el sufrimiento y abandonado por los otros hombres, dejado de lado por la sociedad como lo son todos los insignificantes de este mundo. Soledad, ostracismo, al que son condenados por este sociedad llamada civilizada. Este grupo anónimo considera su dolor como castigo por sus pecados (v. 3). Y aquí surge su sorpresa; ante su exaltación se pregunta: ¿No será él justo y nosotros los criminales? El pueblo se confiesa reconociendo que el sufrimiento del siervo tiene un valor salvífico para los demás; sus cicatrices tienen un valor curativo. El sufre, pero nosotros somos los pecadores (vs. 4-6). Un juicio y una condena injusta acaban con él en la sepultura (vs. 8-9) y la suma ironía consiste en reconocer su inocencia después de su muerte. Pero su muerte no ha sido inútil y el profeta presenta al siervo superviviendo de alguna manera (vs. 10-11a). Afirmar la resurrección sería forzar el texto, pero su muerte no ha sido algo inútil; el fracaso ha conducido al éxito, la muerte no es el punto final, sino que conduce a la vida.

-El oráculo divino de los vs. 11b-12 cierra el poema recordándonos que el siervo recibe el premio de sus sufrimientos, de su abnegación. El vive y dará la vida a una gran multitud. Debilidad y fuerza, inocencia y persecución, sufrimiento y paciencia, humillación y exaltación, constituyen una parte importante de la vida de Jesús. El desfigurado en su pasión y su muerte en la cruz es reconocido como el justo (Hech. 3, 13 ss). Su silencio impresiona a Pilatos; es humillado y acepta la humillación; después de muerto, el centurión reconocerá su inocencia. Dios lo exaltará a su derecha y le dará en herencia una multitud inmensa entre la que nosotros no contamos.

DABAR 1981, 23


4. /Is/52/13-15: /Is/53/01-12

El más largo y profundo de los llamados cánticos del Siervo de Yahvé es el cuarto, que se halla en los versículos de nuestra perícopa. A medida que el anónimo profeta del exilio, el Segundo Isaías, va analizando a este personaje misterioso, difumina sus trazos regios y destaca en mayor proporción los proféticos, hasta ofrecernos una imagen única en el AT. El texto empieza refiriéndose al siervo «glorificado», sin duda para significar que el cántico sólo puede entenderse a la luz del resultado de la obra del protagonista.

El cántico, que presenta rasgos parecidos a los de los salmos de lamentación, da detalles sobre los sufrimientos del protagonista: desprecio, enfermedad, desfiguración, cárcel, muerte entre malhechores, abatimiento, sepultura deshonrosa, etc. El profeta afirma insistentemente que el Siervo no sufrió por sus propios pecados, sino a causa y en favor de los de los demás miembros de su pueblo. El justifica a muchos, es decir, restablece las relaciones justas entre los hombres y Dios.

Interpretar los textos que se refieren al Siervo de Yahvé siempre ha constituido un problema, incluso dentro de la propia Biblia. Queda patente en la pregunta del eunuco al diácono Felipe: «Por favor, ¿de quién dice eso el profeta? ¿De sí mismo o de otro?» (Hch 8,34). La lectura colectiva fue ciertamente la más antigua (49,3: «Israel, tú eres mi siervo»). Pero los tres primeros cánticos parecen ya, por el estilo, el vocabulario y la ideología, la biografía del propio profeta. Con todo, estos poemas son el esbozo de algo y de alguien más grande, alianza y luz de los pueblos. El NT refiere los textos a Cristo. Como en el Siervo de Isaías, la cruz y la glorificación pasan a ser los hechos centrales para entender su persona. El sentido de la vida y de la muerte de Cristo radica en haber soportado hasta el fin el conflicto fundamental de la existencia humana: realizar el sentido absoluto de este mundo ante Dios a pesar del odio, de la incomprensión, de la falsía y de la muerte. Para el Siervo de Dios neotestamentario, el mal es algo que no ha de ser comprendido, sino asumido y derrotado por el amor. El hecho de que la muerte de Jesús no fuera un simple suceso acaecido en un insignificante lugar del Imperio Romano y se convirtiera en fermento de un cambio social y religioso significa que la alternativa del Crucificado sigue adelante, que los hombres se sienten afectados por ella y que la cruz de Jesús continúa siendo un acontecimiento decisivo para el hombre.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 571 s.