COMENTARIOS A LA QUINTA LECTURA
Rm 8, 22-27 



1.
Continuación de la exposición paulina sobre la diferencia entre una vida conducida según los criterios humanos (la carne) y una vida vivida en comunión con Dios (el Espíritu) (vv. 12-13).

* * *

a) El Espíritu de Dios en nosotros no es un simple doctor de la verdad; mueve y anima todo nuestro ser (v. 27) y el mismo universo (v. 23). Su función tiene, pues, una resonancia ontológica que sólo puede percibirse mediante la participación en el misterio de la persona de Cristo y en su Pascua (v. 17). La obediencia de Cristo hasta la muerte es, efectivamente, el signo de su dependencia total de Dios, en la cual descubre su consistencia propia de criatura abocada al sufrimiento y al dolor. Pero esta sumisión de la criatura a su propia condición es, al mismo tiempo, en Jesús, la obediencia del Hijo único a su Padre; por tanto, tiene una resonancia eterna.

Ahora bien: el cristiano, en el espíritu, sin renegar de su condición humana y de su dependencia, se encuentra a su vez participando en la filiación divina y, por tanto, capaz de dar a su obediencia de hombre una dimensión cuasi-divina que le ennoblece. El Espíritu garantiza esta filiación y la resonancia divina de su obediencia (v. 16).

b) Después se ensancha el horizonte paulino: se considera al hombre en su solidaridad con toda la creación.

Después del pecado del hombre, la creación, que debería ser un espejo de Dios, se ha convertido en un pantalla, en un ídolo ("vanidad", v. 20), una representación vacía de contenido en que el hombre encuentra un alimento para su egoísmo y su voluntad de poder: "ha sido sujetada a la vanidad".

Pero con la redención del hombre, en virtud de la muerte y resurrección de Cristo, el universo no sólo recobra su transparencia y su finalidad en el plano divino. San Pablo afirma aquí, como hace en otros pasajes (v. g.: Ef 1, 10) -se trata de una afirmación de fe y no de una reflexión de orden filosófico o científico-, que la creación material, de la que forma parte el cuerpo humano, llamado a resurrección, será asociada, de modo misterioso y que nosotros no podríamos imaginar, a la condición de libertad y gloria de los hijos de Dios: "será liberada de la esclavitud de la corrupción".

La certeza de esta esperanza se hace ver en el sufrimiento -de acuerdo con la expresión bíblica (cf. Jer 13, 21)- no el dolor de agonía, sino el dolor de parto de un mundo transfigurado por el Espíritu.

c) Esta transformación de nuestro ser, sin embargo, está aún lejos de realizarse. Todo sucede de un modo "inefable" (v. 26), pero el Espíritu sabe dónde nos lleva, quiere hacernos llegar hasta el Padre. Inspira en lo más profundo de nuestro ser una oración incesante.

* * *

CARNE/ESPIRITU:E/CARNE: El binomio "carne" y "espíritu" es un dato fundamental de la antropología bíblica: indica que el hombre es, ante todo, considerado en su relación con Dios. El hombre, un ser libre, dispone de poder para ratificar o no esta relación. Si asume libremente su dependencia y se abre a la iniciativa divina, entonces es "espíritu" y participa en cierto modo en los bienes divinos, especialmente en el Espíritu de Dios. Al contrario, si intenta realizarse por sus propios medios y se niega a ratificar su vinculación a Dios, es "carne", debilidad y pecado.

Cristo es verdaderamente el primer hombre del que se puede decir que ha vivido perfectamente una vida en espíritu, y esto le ha dado el derecho a difundir el Espíritu sobre todos aquellos que acepten plenamente su dependencia de Dios.

Pero ¿existe alguna conexión entre la antropología bíblica y la antropología del ateo?. Ciertamente sí existe, en el sentido de que el hombre espiritual es, necesariamente, un hombre "de pie", consciente de su dignidad de hombre libre y de sus responsabilidades en la espiritualización del universo. Pero la divergencia entre las dos antropologías es esencial: el ateo rechaza toda referencia a Dios, porque la realización del destino humano se presenta como una tarea que no excede sus propias fuerzas.

La tarea de la Iglesia actual es la de manifestar en qué sentido la relación filial con el Padre, lejos de alienar al hombre en su dignidad y sus responsabilidades, constituye la fuente primera de la fidelidad auténtica a la condición humana.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 270


2. /Rm/08/05-27

Pentecostés es una irrupción impetuosa del Espíritu de Dios, que hace saltar las cuatro paredes en que estaban todavía encerrados los testigos de la resurrección. Es también un momento dramático, porque se trata de salvar a todo un mundo pecador y darle, de parte de Dios, una respuesta sobre el escándalo de la cruz.

La presente lectura de la carta a los Romanos quiere subrayar el "sentir" del Espíritu, que nos rodea y se nos comunica. El Espíritu viene a ser la vida íntima de Dios: el pensamiento eterno, del que la creación y la historia entera no son más que un reflejo.

Para penetrar en la esfera del Espíritu no hay otro camino que desprenderse de la esfera de la carne, cosa que -con una frase incisiva- se expresa como «matar las obras del cuerpo». Seguiremos siendo «hombres de carne y hueso», pero tenemos que dejar de ser una «carne» (un «yo») que se mira a sí misma y se busca a sí misma, para ser una «carne» que mira a Dios y busca a Dios en todo lo que hace.

El Espíritu del que resucitó a Cristo de entre los muertos (se trata de anunciar que Cristo ha resucitado realmente) es el que hace posible esta resurrección de la carne, esta nueva vida del yo.

Se trata de ser verdaderos hijos de Dios que consideran que el momento en que, impulsados por el espíritu, exclaman «Abba, Padre» es el momento más importante del día. Gente que se preocupa de orar «como conviene» y busca en el Espíritu -de «gemidos inenarrables»- la orquesta que afinará su propia plegaria.

Pero eso no los hace insensibles al sufrimiento y a las esclavitudes que se viven en el mundo: les añade una esperanza activa para superar todas estas esclavitudes.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 230


3.

-El Espíritu intercede por nosotros

Pasemos ahora al Nuevo Testamento. San Pablo nos da una "teología" del Espíritu Santo. Presenta la realidad de la condición cristiana. Si su visión es concreta y no pretende atenuar las dificultades, sin embargo no es pesimista y abre las puertas a la esperanza. En este mundo roto hay que rehacerlo todo. La creación entera pregona su sufrimiento. Y nosotros también. Sin embargo, nosotros hemos recibido ya el Espíritu. ¿Cómo explicar entonces el desgarramiento profundo que se sigue dando en nosotros? San Pablo lo explica: Hemos recibido el Espíritu pero esperamos la redención de nuestro cuerpo. Fuimos salvados pero en esperanza. Esperamos lo que no vemos y lo esperamos perseverantemente. Sin embargo, seguimos estando en la indigencia. Ni siquiera somos capaces de clamar al Padre nosotros solos. Entonces interviene en nuestra ayuda el Espíritu; ejerce su papel de "defensor". La condición del cristiano es sin duda distinta de la del resto de los hombres; los cristianos han recibido ya el Espíritu pero siguen siendo débiles. Después de la redención, continuamos en una situación de debilidad desoladora que coincide con nuestra naturaleza (Rm 6, 19). Esta situación de desgarramiento nos acompañará hasta el momento de nuestra glorificación (Rm 8, 11).

Pero el Espíritu intercede por nosotros. Somos incapaces de pedir; el Espíritu lo hace en lugar nuestro. En realidad, esta oración del Espíritu en los que creen es realización del plan de salvación de Dios. "Su intercesión por los santos es según Dios". La oración en el Espíritu se resume, pues, en un "Fiat voluntas tua" que es verdaderamente aceptado y proclamado con toda autenticidad por el Espíritu en nosotros, con nosotros. Así pues, el Espíritu viene a ayudarnos a pedir que se realice el plan de Dios y que seamos capaces de colaborar en esa salvación que viene del Señor.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 240-246