COMENTARIOS A LA TERCERA LECTURA
Ez 37. 1-14

 

1.

Este pasaje hay que comprenderlo dentro del vocabulario y la óptica litúrgicos del profeta. La profecía, pronunciada en Babilonia hacia el año 585, está llena de alusiones a los rituales de ablución: los términos de mancha (v. 25) y de estiércol (que la Biblia de Jerusalén atenúa traduciendo "ídolos"), de santidad, profanación y ablución, suponen una preocupación por la pureza ritual.

* * *

a) Pero Ezequiel supera el ritualismo de la pureza. En un tiempo futuro no habrá que hacer baños de ablución, sino que se recibirán de Dios. El ministro es otro: el sacerdote o les fieles no se lavan a sí mismos, reciben de Dios el agua purificadora.

Quizá sea prematuro descubrir en este texto un anuncio del bautismo cristiano, pero, no obstante, se puede detectar en él la economía de los últimos tiempos, donde Dios se ocupará directamente de los suyos por medio de los sacramentos que manifestarán su acción y librarán al hombre de los ritos mágicos e inoperantes.

b) Esta acción divina se presenta como una nueva creación. Dios infundirá en el hombre su Espíritu, como lo hizo ya con Adán (Gén 2, 7). Se trata de un principio vital o de una fuerza nueva que permitirá al hombre hacer lo que hasta ahora le era imposible: obedecer espontáneamente la ley. De ahora en adelante, esta ley, que se le presentaba al hombre desde fuera, irá acompañada de un dinamismo interior.

La ablución de agua pura designa también la acción de Dios que causa en el hombre una pureza real, que lo lava de sus manchas y, sobre todo, le da un nuevo ser interior capaz de mantenerse en esta pureza recobrada.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 269


2.

-El Espíritu y la vida

La 3.ª lectura de libre elección expresa cómo el Espíritu es vida. La visión de Ezequiel es aplicada por el mismo Señor, en la segunda parte de la lectura de hoy.

El profeta marcha a un lugar desolado y lleno de huesos secos. En ese lugar fue colocado por el Espíritu. Y la voz del Señor le pregunta cómo podrán revivir aquellos huesos. La respuesta del profeta es una respuesta de fe: "Señor, tú lo sabes". En premio a su fe, recibe el profeta la orden de pronunciar un oráculo cuyas palabras le dicta el Señor. Es un mandato que se intima a aquellos huesos para que vuelvan a organizarse formando cuerpos. El profeta narra detalladamente cómo se realizó esto. Después, le ordena el Señor que conjure al Espíritu y que "profetice" (como es sabido, esta palabra no significa sólo predecir lo que va a suceder, sino también provocarlo). El oráculo del profeta se dirige, pues, al Espíritu: "De los cuatro vientos ven, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan". Y reviven.

Luego explica el Señor la visión: estos huesos representan al pueblo dé Israel desesperanzado. Y el Señor ordena al profeta que hable a este pueblo y le diga en nombre del mismo Señor: "Os infundiré mí espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor...". Este anuncio de la supervivencia de Israel y de su liberación para formar un pueblo nuevo, la Iglesia, previó en esta resurrección, que se conjetura haber sido situada en el valle de Josafat, la resurrección de los muertos. De ello hablan lo mismo Tertuliano que san Jerónimo. Sin embargo, se puede ir más y ver en el Espíritu al que da la vida y crea un nuevo pueblo, la Iglesia, que será así animada por la vida del Espíritu.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 240-246