COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Gn 11,1-9

 

ES TAMBIÉN LECTURA DEL VIERNES DE LA SEXTA SEMANA
TIEMPO ORDINARIO

 

1. P/DIVINIZACION:

EL PECADO DEL HOMBRE HA SIDO SIEMPRE EL QUERER COLOCARSE EN EL SITIO DE DIOS.EL HOMBRE NO PUEDE HACERSE SEMEJANTE A DIOS SINO QUE ES LA IMAGEN DE DIOS /Gn/04/17-22:/Gn/03/06.

BABEL: En el relato de la torre de Babel se han fundido dos tradiciones yahvistas. En el primero (vv. 1, 3, 4a, 6a, 8b, 9), los hombres quieren construir una ciudad a la que darán su nombre. Todos hablan la misma lengua, pero a Dios no le agrada esta empresa y baja del cielo para confundir su lengua. La construcción de la ciudad queda interrumpida y lo que ya estaba edificado recibe el nombre de "confusión".

En el segundo relato (vv. 1, 4b, 5, 6b, 8a), los hombres quieren construir una torre que llegue hasta el cielo, conforme al modelo de los zigurat babilónicos, y que pueda servirles de signo de referencia en cualquier punto de la tierra en que se encuentren. Dios confunde su propósito y les dispersa. En realidad, lo que pretendían los constructores no era subir al cielo, sino tener un punto de referencia que impida su dispersión.

Cabe pensar que el origen de esta tradición es un antiguo relato referente a la construcción de un zigurat babilónico. El folklore hebreo lo habría incorporado a otra tradición relacionada con Babilonia, la ciudad cosmopolita de varias lenguas, con lo que quedaría explicado el origen de la multitud de las lenguas y de los pueblos y de la falta de comunicación en el mundo.

El interés del relato es, evidentemente, religioso, y se relaciona con el sentido de la "técnica". Para el autor, que admite la leyenda sin preocuparse de verificar su historicidad, lo que importa es señalar los peligros de una técnica mediante la cual el hombre se promociona a sí mismo, en lugar de recibirlo todo de Dios, como el nómada. Construir una ciudad a la que se quiere poner el propio nombre (v. 4b), al estilo de los reyes y emperadores de la época, es querer dominar el tiempo y sobrevivir en el futuro, prerrogativas todas ellas que, según el autor, no le corresponden al hombre. Construir una ciudad con el betún y el ladrillo fabricados por la industria humana, en lugar de hacerlo con cemento y piedras proporcionados por la naturaleza (v. 3), equivale a afirmar que el hombre puede procurarse a sí mismo lo que Dios sirve y preferir el orden "artificial" y "técnico" al orden natural. Querer remontar la pendiente que lleva a la humanidad a la dispersión, construyendo una especie de punto de referencia (v. 4b), es una ambición universalista que solo Dios puede realizar.

El yahvista sigue siendo fiel a su propósito: demostrar que el pecado del hombre ha sido siempre el querer colocarse en el sitio de Dios (cf. Gn 3. 6). La técnica es para él como el medio diabólico que permite acometer ese proyecto (cf. también la maldición contra la descendencia tecnócrata de Caín en Gn 4. 17-22) Las apreciaciones del yahvista valen para nuestro tiempo: determinados fenómenos religiosos son ridiculizados hoy por los progresos de la técnica, a la que el hombre pide hoy lo que antes esperaba de Dios. Es cierto que la civilización moderna produce a veces la impresión de que el hombre está a punto de hacerse semejante a Dios; es también cierto que su esfuerzo le lleva con frecuencia al fracaso y a la "confusión" y construye un mundo incomunicado.

H/IMAGEN-SEMEJANZA-D: Sin embargo, el pesimismo de Gn 11. debe corregirse con la visión más optimista de Gn 1. El hombre no puede hacerse semejante a Dios, sino que es la imagen de Dios y ha recibido el mandato de irradiar esa imagen por la creación. La diferencia entre ser "semejante a Dios" y ser "a imagen de Dios" radica en el hecho de que el primero se atribuye la divinidad en busca de su propia promoción, y el segundo, si bien persigue la misma promoción, lo hace con referencia a Dios, a quien ha encontrado en puntos que no son precisamente una religión utilitarista: en la fe y en la gratuidad de la acogida y del diálogo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 267


2.

Este relato es el último eslabón de esa compleja cadena que la humanidad fue trenzando desde Adán hasta Abrahán: el hombre fue cargando con el peso de ese pecado que el diluvio no logró arrancar.

Pues bien, en Babel culmina el juicio emitido por la Biblia sobre la prehistoria humana donde la insolencia del hombre es la gran decepción de Dios. Parece como si a Dios le hubiera salido mal su ser predilecto.

En el Paraíso, Adán creyó que si comía el fruto, se haría Dios. Aquí el hombre piensa que si levanta una torre muy alta, podía introducirse en la mansión divina. La dinámica teológica es la misma en ambos relatos.

Pero hay una excepción muy importante. Adán comió el fruto. El hombre no construye la torre ¿por qué? Se lo impide Dios. Es como si Dios hubiera escarmentado, viendo lo que ocurrió con Adán al conseguir éste burlar su vigilancia. La historia del Paraíso no se debe repetir. Por eso Dios actúa antes que el hombre logre su propósito.

El pecado estimula al propio Dios. En el Paraíso no se inmutó ante la faena de Adán. ¿Razón? Aún no existía el pecado. Ahora, en cambio, reacciona con rapidez. ¿Por qué? Dios conoce lo que implica pecar. A causa del pecado se han desajustado sus planes creadores; la historia del hombre se ha convertido en una tragedia, la perversidad humana ha colmado su paciencia, siendo el diluvio incapaz de apagar el fuego del pecado. En una palabra, el pecado, una vez encamado no se puede arrancar, ni siquiera a base de castigos. ¿Qué hacer? Evitarlo. Y así lo hace Dios. Interviene no tanto para castigar al hombre a causa de su osadía, cuanto para evitar que tal osadía aboque a una catástrofe parecida a la provocada por la transgresión de Adán. En Babel aflora por supuesto la fuerza del pecado. Pero la pronta reacción de Dios evita que el hombre llegue a la situación extrema de rebeldía. ¿Cómo frena la impetuosidad del pecado? Confundiendo las lenguas. El relato parte del supuesto de que todos los habitantes de la llanura del país del Sinaar hablaban el mismo idioma. Esto equivale a decir: todos los hombres vivían en armonía, pues les unía la paz que fluye de la comprensión ¿Qué cosa les separó? Una sola: ¡su afán de ser dioses! La torre quedó así convertida en símbolo de su arrogancia, haciendo que Dios actuara rápido para evitar la catástrofe. ¿Qué hace Dios? Confundir sus lenguas. El castigo de Dios es tan certero como fulminante. La teología de este relato nos dice que los hombres quedaron condenado a la soledad existencial de la incomprensión.

H/CREATURA: La tragedia de Babel no es única. Se repite cuantas veces el hombre, cegado por sus absurdas pretensiones, se cierra en sí mismo hasta el punto de no comunicarse con los demás. Esto sucede siempre que rechaza aceptarse como lo hizo Dios, cuando rechaza su ser de criatura, aunque hable el mismo idioma que los demás, no consigue ni entenderlos ni ser entendido. ¡Qué triste para el hombre saberse incomprendido por quienes hablan un mismo lenguaje. Esta incomprensión es siempre debida a su actitud vital que lo impulsa a ser lo que no debe ni puede. Familiares que no se entienden y comunidades que no pueden convivir porque nadie acepta a nadie, porque cada uno exige que el otro sea como él.

El relato termina así: "El Señor los dispersó por toda la superficie de la tierra". Estas palabras explican maravillosamente por qué la humanidad está tan distanciada. Babel atestigua que los hombres, mientras den pábulo al pecado, no podrán permanecer juntos. De hacerlo, se destrozarían. Son como fieras salvajes que al meterlas en la misma jaula se descuartizan ¿Cómo convivir quienes no se acepten como son? ¡Imposible! Cuando la humanidad no se entiende no puede convivir. Cuando no se adora al verdadero Dios, las relaciones humanas se desintegran. Aunque hablen el mismo idioma, los hombres ya no se comprenden, porque no quieren comprenderse. Siguen unidos todavía en el NO contra Dios, pero cuando se pasa a la distribución de las tareas terrenas, la cohesión de los enemigos de Dios se desmorona, porque cada cual cree ser víctima de la prepotencia del otro. El motivo más profundo de la desunión entre los pueblos, es la desunión de la fe. El que reniega de Dios y del ordenamiento divino de la vida no puede edificar una sociedad duradera y feliz.

Al autor bíblico le interesa presentar a Dios como Señor de la historia y de todos los pueblos. Ante la grandeza y el poder de Dios, la empresa de los hombres que pretenden construir una torre "cuya cúspide toque el cielo", es simplemente ridícula, tan ridícula que Dios ha de "bajar" para "ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres". Cuando el escritor sagrado habla de una "bajada" de Dios, quiere simplemente contraponer la grandeza de Dios a la mezquindad de la obra humana. Las fuerzas de los hombres son tan pequeñas, que el Señor de los cielos, para poderlos ver, tuvo que bajar.

Es imposible captar todo el sentido del mensaje de Babel sin compararlo con la dinámica de Pentecostés (/Hch/02/01-11). Estos dos relatos son como las dos caras de una misma moneda. Babel indica que cuando impera el pecado, los hombres, aun hablando un mismo idioma, no logran entenderse. Por el contrario, Pentecostés garantiza que cuando el Espíritu del Señor muerto y resucitado conduce nuestra vida, los hombres aunque hablemos idiomas distintos logramos entendernos.

-La aceptación de sí mismo: Sal/130.

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

¡Nueva Torre de Babel! 
Ver Biblia y Catequesis I, 180


3. /Gn/11/01-26:

El relato de la torre de Babel es la última narración yahvista de los orígenes. Apenas se aborda el texto, aunque sea a un nivel superficial, se percibe la complejidad de estos versículos (1-9), producida, sobre todo, por la acumulación de tres temas: el de la ciudad con la torre, el de la confusión de lenguas y el de la dispersión de los hombres. Este último es el menos arraigado en la narración y no parece que tuviera nada que ver, en un estadio más primitivo, con el de la ciudad con la torre. La diversidad de lenguas, en cambio, se relaciona con la dispersión de los hombres, y se la ha considerado, antiguamente, de modo diverso: como consecuencia del diluvio (Gn 10,31) o -éste es nuestro caso- como castigo

A pesar de la pluralidad de motivos, la concepción literaria del relato es unitaria, como puede constatarse a través de la disposición misma: la lengua única inicial (v 1) desaparece al final (9) como reacción de Dios a la acción de los hombres, los cuales actúan en la primera parte (2-4), mientras que Dios lo hace en la segunda (5-9). Se produce también un doble movimiento: de abajo arriba y de arriba abajo. Representa el versículo 6 el punto culminante de toda la narración, justificando la intervención divina. Si la construcción de la ciudad con la torre tenía como finalidad principal la de llegar al cielo y sobrepasar así los límites impuestos por el creador, vista la dispersión de los hombres después del diluvio en una multitud de pueblos y lenguas como efecto de la bendición divina, la supresión de esta multiplicidad podía comportar un peligro para la humanidad (prácticamente es el que coincide con la construcción de la ciudad con la torre). Según eso, los diversos motivos ayudarían a la idea fundamental, ya evidente en Gn 3 (aquí en singular), de que los hombres no pueden superar su condición de criaturas. Tender hacia el conocimiento («conocer lo que es bueno y malo») o buscar la fama a través de la construcción de grandes monumentos no atenta, de por sí, contra Dios. Pero el yahvista ve en estos afanes la posibilidad de traspasar los límites creacionales. Por eso, la intervención divina tiene un carácter preventivo. Los grandes edificios de Babilonia servían al autor como ejemplo o punto de referencia, al mismo tiempo que sitúan el relato en la época posdiluviana, en la confluencia de los orígenes con los tiempos históricos. El esfuerzo solidario de los hombres, el culto del número y de las masas, pueden amenazar, pues, el orden de la creación. La unión de la humanidad se rehará a través de la descendencia de Abrahán (Cristo, cf. Ga 3,16), el cual, enviándonos su Espíritu, facilita y sublima el entendimiento universal (Hch 2).

J. MAS ANTON
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 77 s.


4.

-Babel y la dispersión

La creación del mundo en la unidad no fue aceptada ni por Adán ni por los que le siguieron. En la 1ª lectura de libre elección se narra la dispersión de Babel. No carece de valor el haber hecho esta selección. Es el Espíritu, en efecto, el que reúne lo que está disperso. Tipológicamente el Espíritu está presente cuando el mundo es creado en la unidad; en el momento en que la Iglesia quiere celebrar el envío del Espíritu, es un recurso inteligente recordar la dispersión representada por Babel y su torre.

La descendencia de Noé no se condujo mejor que aquellos cuya muerte violenta decidió el Señor enviando el diluvio (Gn 6, 5). En el relato de la dispersión de Babel distinguen algunos dos relatos, uno de los cuales tendría por objeto la ciudad de Babel, y otro que se centraría en la torre que debía alzarse hasta el cielo. Es posible, pero también piensan los exegetas que el texto en sí no parece exigir con evidencia esta división, siendo el relato más bien único, si bien resultante de dos relatos previos.

El relato de la destrucción de Babel y de su torre, que sería uno de los componentes del único relato que leemos en la 1ª lectura propuesta para hoy abarca los versículos 2 al 5, 6b al 7a y 8 al 9 del capítulo 11 del Génesis. Este relato insiste ante todo en la dispersión. A la ciudad se la llamó Babel, Bâbilu, por haber sido llevados sus habitantes fuera de ella (ibbabilû, arrojado fuera) y dispersados por la superficie de la tierra. El autor se expresa con precisión: "Emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de mortero". El autor es palestino; en Palestina se construye con piedra y mortero, y él ha señalado la manera de construir propia de los habitantes de Babilonia. Estos fueron dispersados y dejaron de construir la ciudad.

El problema lingüístico era menos importante y acaso menos sentido por aquellas poblaciones como una desgracia, al ser considerada a veces por los egipcios la multiplicación de las lenguas como una especie de signo de riqueza proveniente de Dios. Para Lucas, en los Hechos, la torre de Babel se encuentra en el origen de la división más profunda entre los hombres; el Espíritu Santo viene a reparar aquel desastre, y de ello da una señal el día de Pentecostés, al oír cada uno en su lengua propia lo que dicen los Apóstoles (Hech 2, 4-8).

La elección de la lectura, por lo tanto, está claramente motivada por el deseo de recordar la primera creación en la unidad, la división originada por la culpa y la reconstrucción de la unidad por el Espíritu Santo.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 240-246