EL ESPÍRITU SANTO EN LOS PADRES DE LA IGLESIA (7)
SAN HILARIO
La-Trinidad II, 31-34:
"Hay que considerar diligentemente de qué manera y por qué
razón se dijo lo que leemos en el Evangelio: `Porque Dios es
Espíritu' (Jn 4,24), pues toda afirmación se hace por algún motivo, y
por ello su sentido se deberá explicar a partir de la razón por la que
se hace, no sea que porque el Señor haya dado la respuesta: 'Dios
es Espíritu', se vaya a negar con el nombre del Espíritu Santo la
posesión y el don del mismo... Para los que van a adorar en el
Espíritu al Dios Espíritu, el primero tendrá una función, el segundo
recibirá el honor, porque no es el mismo aquel que ha de ser
adorado y aquel en el que se adora. Por lo tanto, el que se haya
dicho: 'Dios es Espíritu', no elimina ni el nombre ni el don del
Espíritu Santo... Así se ha manifestado claramente la naturaleza del
don y de aquel a quien se rinde el honor, puesto que Jesús enseñó
que el Dios Espíritu ha de ser adorado en el Espíritu; mostró así la
libertad y el conocimiento de los que adoran a Dios y la infinitud del
que es adorado, ya que el Dios Espíritu es adorado en el Espíritu.
Semejantes a éstas son también las palabras del Apóstol: 'El Señor
es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad' (2
Cor 3,17). Para hacer comprensible el significado de la frase ha
distinguido entre el que es (Espíritu) y el que es (el Espíritu) de
aquél, pues no es lo mismo poseer que ser poseído ni significa lo
mismo 'él' que 'de él'. Así, al decir: 'El Señor es Espíritu', muestra su
naturaleza infinita; cuando añade: 'Donde está el Espíritu del Señor
allí está la libertad', indica a aquel que es de Dios. Porque el Señor
es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.
No se han dicho estas cosas porque hubiera necesidad, sino para
que no quedara nada oscuro. Pues el Espíritu Santo es uno solo en
todas partes, él es el que ha iluminado a todos los patriarcas,
profetas y todo el coro de la ley; ha inspirado también a Juan en el
seno de su madre, ha sido dado después a los apóstoles y a los
demás creyentes para que conozcan la verdad que les ha sido
concedida. Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del
Espíritu Santo en nosotros (Jn 16,12-17; 14,16; 16,14)... Estas
cosas, sacadas de muchos lugares, se han dicho para abrir el
camino a la comprensión: en ellas se contiene la voluntad del
donante, y el sentido y las características del don; puesto que
nuestra debilidad no es capaz de entender ni al Padre ni al Hijo, el
don del Espíritu, con su función intercesora, ilumina nuestra difícil fe
en la encarnación de Dios. De lo anterior se sigue que debamos
escuchar ahora al Apóstol, que explica el poder y la función de este
don. Pues dice (Rom 8,14; 1 Cor 12,3; 12,4-11)... Tenemos, por
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su
poder".
S. Hilario, la Trinidad II,35:
"Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran
manera, pues el Apóstol, como ya antes hemos mostrado, dice:
'Pero nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el
Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que nos ha
sido dado por Dios' (1 Cor 2,12). Recibimos, por ende, el Espíritu
para poder conocer. Así como el cuerpo humano sería inútil si le
faltaran los estímulos en virtud de los cuales funciona..., igualmente,
la mente humana, si no ha recibido, por medio de la fe, el don del
Espíritu, tendrá la posibilidad de entender la naturaleza de Dios,
pero le faltará la luz del conocimiento. El don que está en Cristo,
siendo uno, está en su totalidad a disposición de todos. Y ya que no
falta en ninguna parte, se da en la medida en que cada uno lo
quiere recibir, habita en nosotros en la medida en que cada uno
quiera merecerlo. Este don estará con nosotros hasta el fin del
mundo, es el consuelo de nuestra espera; en la acción de sus
dones es la prenda de la esperanza futura, la luz de nuestras
mentes, el esplendor de nuestras almas. Este Espíritu Santo ha de
ser pedido, ha de ser merecido, y después ha de ser conservado
con el fiel cumplimiento de los divinos preceptos".
·Hilario-san, _Comentario-ev-Mateo, 9,6:
"En la imagen de la mujer (cf. Mat 9,20-22) se concede la
salvación a los publicanos y pecadores. Esta mujer, saliendo al
encuentro del Señor que pasaba, confía que con sólo tocar el
vestido del Señor quedaría curada de su flujo de sangre, a saber:
que estaba manchada con la suciedad de su cuerpo y deshecha
por la inmundicia de un vicio oculto se apresura a tocar con fe la
fimbria del vestido, es decir, (se apresura) a alcanzar en compañía
de los apóstoles el don del Espíritu Santo que como una orla sale
del cuerpo de Cristo y enseguida queda sana. De este modo la
salvación mientras se ofrece a uno se da a otra, cuya fe y
constancia alabó el Señor, porque lo que estaba preparado para
Israel, lo arrebató el pueblo de los gentiles".
S. Hilario, _Tratado-salmos 132:
"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan
importante: 'En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían
lo mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios:
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único" .
S. Hilario, la Trinidad XII,57:
"...que siempre me conserve fiel a lo que confesé en el símbolo
de mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo; es decir, que te adore a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo,
juntamente contigo, y que merezca tu Espíritu Santo, que procede
de ti por medio de tu unigénito...".
S. Hilario, la Trinidad I,21:
"Después de la exposición de este primer libro, el siguiente
enseña el misterio de la generación divina, de modo que los que
han de ser bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo no ignoren la realidad de los nombres y no
confundan con palabras su recta inteligencia, sino que comprendan
con claridad a cada uno de ellos como en realidad es y como es
llamado; y han de conocer con certeza, a partir de lo que se dice,
que ni su realidad es la de un nombre ni éste deja de expresar lo
verdadero".
S. Hilario, la Trinidad II,29:
"Acerca del Espíritu Santo, no debemos mantenernos en silencio,
aunque tampoco es necesario hablar. Pero no podemos callar a
causa de aquellos que lo ignoran; aunque no sería necesario
hablar de aquel que ha de ser confesado como procedente del
Padre y del Hijo. Ciertamente, pienso que no ha de tratarse acerca
de su existencia, pues existe, ya que es dado, es recibido, es
poseído. Y el que está unido a la confesión del Padre y del Hijo no
puede separarse en la confesión del Padre y del Hijo. No tenemos
un todo perfecto si le falta algo... (Gal 4,6; Ef 4,30; 1 Cor 2,12; Rom
8,9.11). Luego, puesto que existe, es dado, es poseído y es de
Dios, cesa la habladuría calumniosa...".
S. Hilario, la Trinidad II,29:
"... Nada se echará en falta en una perfección tan grande, en la
cual, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se hallan la inmensidad
en el terno, la revelación en la imagen, el gozo en el don. Pero por
los errores de los herejes y blasfemos, nos vemos obligados a
hacer lo que no es lícito, a escalar lo escarpado, a hablar de lo
inefable, a atrevernos a lo prohibido. Y aunque hubiera sido más
conveniente cumplir con la sola fe lo que está ordenado, es decir,
adorar al Padre, venerar con él al Hijo y tener en abundancia al
Espíritu Santo, nos vemos obligados a ampliar nuestro humilde
lenguaje hasta hablar de las cosas que son inexpresables; a causa
del error ajeno, nos encontramos forzados a exponernos al error,
de modo que aquello que hubiera tenido que quedar oculto en la
devoción de nuestros corazones, ahora ha de ser sometido a los
peligros del lenguaje humano"... Pues no es posible que en el
Padre no exista la paternidad, ni que le falte al Hijo la filiación, ni
que no sea propio del Espíritu Santo el ser recibido por nosotros...
niegan al Padre cuando privan al Hijo de la verdadera filiación,
desconocen al Espíritu Santo cuando ignoran su posesión por
nosotros y a aquel de quien proviene" (S. Hilario, La Trinidad II,1-4)
S. Hilario, la Trinidad VIII,25-26:
"Pero también con la expresión 'Espíritu de Dios' se designa al
Espíritu Paráclito; y no solamente lo garantizan los profetas, sino
también los apóstoles, cuando se dice: (Hechos 2,16ss.)... Y se
enseña que todo esto se cumplió en los apóstoles cuando, después
de ser enviado el Espíritu Santo, todos hablaron en las lenguas de
los gentiles... Y si se comprende que, por medio del Espíritu Santo,
está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser reconocido como
Espíritu de Cristo...".
S. Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 22,1:
"Preparó a los profetas que son algo así como un lagar, en los
que se vertería por decirlo así la abundancia del Espíritu Santo
bullendo como el mosto".
S. Hilario, Tratado sobre los salmos 118:
"El profeta habla en virtud del Espíritu de aquél, que una vez que
haya asumido un cuerpo había de hablar después".
S. Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 11,1.6:
"Juan detenido en la cárcel, ignora al Señor y tan gran profeta no
conoce a su Dios (cf Mt 11,2-3). Y sin embargo, como precursor
había anunciado al que había de venir, como profeta lo había
reconocido cuando lo tenía delante y como confesor lo había
venerado cuando estaba ya actuando. ¿Cómo pudo introducirse
subrepticiamente el error en su tan múltiple y amplio conocimiento?
Además, el posterior testimonio que de él hizo el Señor (cf Mt 11,9)
no permite que se juzgue así. Realmente no es posible creer que la
gloria del Espíritu Santo faltase al que estaba en la cárcel, cuando
estaba dispuesto a comunicar la luz de su fuerza a los apóstoles
cuando estuvieran encarcelados... El Señor muestra toda la gloria
de Juan, al decir que era más que profeta, porque sólo a él le cupo
en suerte profetizar y ver a Cristo".
S. Hilario, Tratado sobre los salmos 138,21:
"Cuando dice: A dónde iré lejos de tu espíritu (Salmo 138,7)
indica el tiempo aquel en que él como espíritu y antes de asumir al
hombre permaneció en el espíritu de la gloria paterna. En efecto, el
que es espíritu no puede ir a ninguna parte lejos del espíritu".
S. Hilario, La Trinidad IX,3:
"El mismo peligro hay en negar que Cristo sea Dios en cuanto
que es espíritu, como en negar que sea carne de nuestro cuerpo".
S. Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 2,6:
"En él quedan también patente la economía del misterio celeste.
En efecto, una vez que se hubo bautizado y se abrieron las puertas
del cielo, el Espíritu Santo es enviado y conocido visiblemente bajo
el aspecto de una paloma, y de este modo queda bañado por la
unción del amor paterno. Después una vez que venía del cielo se
expresa así: 'Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy' (Lc 3,22;
Salmo 2,7). Por medio de la voz y de la visión queda designado
como Hijo de Dios y al pueblo infiel y desobediente a los profetas se
envía de parte de su Señor el testimonio de la visión y de la
palabra, para que por aquello mismo que se estaba realizando en
Cristo conociéramos al mismo tiempo que, después del bautismo, el
Espíritu vuela hacia nosotros desde los cielos y que quedamos
bañados en la unción de la gloria celeste y que nos convertimos en
hijos de Dios por la adopción de la voz del Padre, dado que la
verdad ha prefigurado, por los mismo efectos de los hechos, la
imagen del misterio así preparado para nosotros".
Hilario, La Trinidad I,36:
"...pues, una vez hayamos rechazado las blasfemias de las
enseñanzas corrompidas que también se dan acerca del Espíritu
Santo, la autoridad apostólica y evangélica conservará entero e
incontaminado en la confesión de la fe salvadora el misterio de la
Trinidad que nos regenera. Y ya nadie se atreverá, con una
doctrina fundada en razonamientos humanos, a contar entre las
criaturas al Espíritu de Dios que tenemos que recibir como prenda
de inmortalidad y para llegar a la comunión con la naturaleza divina
e incorruptible".
Hilario, La Trinidad II,4:
"...Y así deshacen la verdad de este perfecto misterio inventando
una diversidad de sustancias donde reina una tan grande
comunión: niegan al Padre cuando privan al Hijo de la verdadera
filiación, desconocen al Espíritu Santo cuando ignoran su posesión
por nosotros y a aquel de quien proviene".
Hilario, La Trinidad XII,55-57:
"Me parece poco negar con mi fe y mi palabra que mi Señor y
Dios, tu unigénito Cristo Jesús, sea una criatura. Tampoco toleraré
que se aplique este nombre a tu Espíritu Santo, salido de ti y
enviado por medio de tu Hijo. Grande es la reverencia que tengo
por tus cosas... Según el Apóstol, tu Espíritu Santo investiga y
conoce tus profundidades, y como intercesor ante ti a favor mío, te
dice lo que yo no sería capaz de explicar; ¿y yo voy no sólo a
definir, sino incluso a ofender con el nombre de criatura la potencia
de la naturaleza que posee, que procede de ti por medio de tu
unigénito?... No hay ningún límite para el Espíritu, que habla
cuando quiere, lo que quiere y donde quiere tampoco diré nada
acerca de tu Espíritu Santo, sino sólo que es tu Espíritu. No quiero
una inútil lucha de palabras, sino la confesión constante de una fe
inamovible... Conserva, te ruego, inmaculado el sentimiento de mi fe
y dame, hasta el momento de la partida de mi espíritu, estas
palabras que expresan mi convicción, para que siempre me
conserve fiel a lo que confesé en el símbolo de mi regeneración,
cuando fui bautizado en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; es
decir, que te adore a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo, juntamente
contigo, y que merezca tu Espíritu Santo, que procede de ti por
medio de tu unigénito" .
Hilario, La Trinidad VIII,26.32.39:
"...Y como el Espíritu de Cristo habita en nosotros, al habitar en
nosotros el Espíritu de Cristo, no habita ningún otro Espíritu más
que el de Dios. Y si se comprende que, por medio del Espíritu
Santo, Cristo está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser
reconocido como Espíritu de Cristo... Pues si no quieres admitir que
este único Espíritu de su divinidad, por el misterio del nacimiento, es
el mismo en Dios y en el Señor, muestra qué Espíritu obra y nos
reparte esta diversidad de dones y en qué Espíritu se realiza esto.
Pero no podrás mostrar nada distinto de lo que pertenece a nuestra
fe...y ya que el Espíritu de Dios es el mismo que el Espíritu de Cristo
y en el ministerio del Señor y en la operación de Dios el único
Espíritu obra y reparte los dones, no pueden no ser una sola cosa
aquellos cuyas cosas propias son de uno solo. En el mismo Señor
Hijo y en el mismo Dios Padre, uno y el mismo Espíritu, repartiendo
lo dones en el mismo Espíritu Santo, lleva a perfección todas las
cosas ".
Hilario, La Trinidad II,33-35:
"Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del Espíritu
Santo en nosotros. Pues dice: Todavía tengo muchas cosas que
deciros, pero no podéis soportarlas ahora. Os conviene que yo me
vaya. Si me voy, os enviaré al abogado (Jn 16,12-17). Y otra vez:
Yo rogaré al Padre, y os enviará otro abogado, el Espíritu paráclito.
El me glorificará (Jn 14,16s+16,14). Y de nuevo dijo: Yo rogaré a mi
Padre, y os enviará otro abogado para que esté con vosotros para
siempre, el Espíritu de la verdad. El os guiará a la verdad plena.
Pues no hablará por sí, sino que dirá todo lo que oiga y os
anunciará lo que ha de venir. El me glorificará, porque tomará de lo
mío (Jn 14,16s.+16,13s.). Estas cosas, sacadas de muchos lugares,
se han dicho para abrir el camino a la comprensión; en ellas se
contiene la voluntad del donante, y el sentido y las características
del don; puesto que nuestra debilidad no es capaz de entender ni al
Padre ni al Hijo, el don del Espíritu, con su función intercesora,
ilumina nuestra difícil fe en la encarnación de Dios Tenemos, por
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su
poder. Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran
manera Recibimos, por ende, el Espíritu para poder conocer".
Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:
"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6),
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca Dios omnipotente y
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu
Santo, no haría temido la tortura".
Hilario, Tratado sobre los Salmos 132
"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan
importante: `en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios:
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único".
Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:
"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías El alude a
la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a
propósito del Señor: `El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11),
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de
esperar la perfección del fuego del juicio Jesucristo tenía una
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra
salvación Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la
adopción de la voz del Padre En el momento de la pasión, en la
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se
había realizado.
Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:
"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6),
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca Dios omnipotente y
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu
Santo, no haría temido la tortura"
Hilario, Tratado sobre los Salmos 132:
"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan
importante: 'en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios:
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único".
Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:
"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías El alude a
la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a
propósito del Señor: 'El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11),
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de
esperar la perfección del fuego del juicio Jesucristo tenía una
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra
salvación Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la
adopción de la voz del Padre En el momento de la pasión, en la
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se
había realizado.
Hilario, Comentario a Mateo XVI,8.9; XVII,3:
"El manda a los discípulos que no diga a nadie que él es Cristo.
Era necesario que otros fuesen testigos de su Espíritu, es decir la
Ley y los profetas, mientras que tocaba a los apóstoles ser testigos
de la resurrección. Y dado que ha sido mostrado la
bienaventuranza de aquellos que reconocen a Cristo en el Espíritu,
viene, a su vez, manifestado el peligro de aquellos que niegan su
humildad y su pasión... Así como es un don reconocer a Cristo
como Dios en el Espíritu, así también es obra del diablo no
reconocer a Cristo en el hombre... Ciertamente Dios, en la
eternidad del Espíritu, no tiene un cuerpo de esta carne, pero Cristo
por la salvación del hombre se encarnó en un cuerpo que ha
asumido del hombre... De hecho le había visto débiles al oír su voz:
ellos habrían sido testigos de hechos espirituales solo cuando
habían de estar llenos del Espíritu Santo".
Hilario, Comentario a Mateo XVI,8.9; XVII,3:
"El manda a los discípulos que no diga a nadie que él es Cristo.
Era necesario que otros fuesen testigos de su Espíritu, es decir la
Ley y los profetas, mientras que tocaba a los apóstoles ser testigos
de la resurrección. Y dado que ha sido mostrado la
bienaventuranza de aquellos que reconocen a Cristo en el Espíritu,
viene, a su vez, manifestado el peligro de aquellos que niegan su
humildad y su pasión... Así como es un don reconocer a Cristo
como Dios en el Espíritu, así también es obra del diablo no
reconocer a Cristo en el hombre... Ciertamente Dios, en la
eternidad del Espíritu, no tiene un cuerpo de esta carne, pero Cristo
por la salvación del hombre se encarnó en un cuerpo que ha
asumido del hombre... De hecho le había visto débiles al oír su voz:
ellos habrían sido testigos de hechos espirituales solo cuando
habían de estar llenos del Espíritu Santo".
Hilario, La Trinidad VIII,26.32.39:
"... Y como el Espíritu de Cristo habita en nosotros, al habitar en
nosotros el Espíritu de Cristo, no habita ningún otro Espíritu más
que el de Dios. Y si se comprende que, por medio del Espíritu
Santo, Cristo está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser
reconocido como Espíritu de Cristo... Pues si no quieres admitir que
este único Espíritu de su divinidad, por el misterio del nacimiento, es
el mismo en Dios y en el Señor, muestra qué Espíritu obra y nos
reparte esta diversidad de dones y en qué Espíritu se realiza esto.
Pero no podrás mostrar nada distinto de lo que pertenece a nuestra
fe... y ya que el Espíritu de Dios es el mismo que el Espíritu de
Cristo y en el ministerio del Señor y en la operación de Dios el único
Espíritu obra y reparte los dones, no pueden no ser una sola cosa
aquellos cuyas cosas propias son de uno solo. En el mismo Señor
Hijo y en el mismo Dios Padre, uno y el mismo Espíritu, repartiendo
lo dones en el mismo Espíritu Santo, lleva a perfección todas las
cosas ".
Hilario, La Trinidad II,33-35:
"Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del Espíritu
Santo en nosotros. Pues dice: Todavía tengo muchas cosas que
deciros, pero no podéis soportarlas ahora. Os conviene que yo me
vaya. Si me voy, os enviaré al abogado (Jn 16,12-17). Y otra vez:
Yo rogaré al Padre, y os enviará otro abogado, el Espíritu paráclito.
El me glorificará (Jn 14,16s+16,14). Y de nuevo dijo: Yo rogaré a mi
Padre, y os enviará otro abogado para que esté con vosotros para
siempre, el Espíritu de la verdad. El os guiará a la verdad plena.
Pues no hablará por sí, sino que dirá todo lo que oiga y os
anunciará lo que ha de venir. El me glorificará, porque tomará de lo
mío (Jn 14,16s.+16,13s.). Estas cosas, sacadas de muchos lugares,
se han dicho para abrir el camino a la comprensión; en ellas se
contiene la voluntad del donante, y el sentido y las características
del don; puesto que nuestra debilidad no es capaz de entender ni al
Padre ni al Hijo, el don del Espíritu, con su función intercesora,
ilumina nuestra difícil fe en la encarnación de Dios... Tenemos, por
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su
poder. Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran
manera... Recibimos, por ende, el Espíritu para poder conocer...".
Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:
"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6),
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca... Dios omnipotente y
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu
Santo, no haría temido la tortura...".
Hilario, Tratado sobre los Salmos 132:
"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan
importante: 'en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios:
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único"
Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:
"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías... El alude
a la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a
propósito del Señor: 'El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11),
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de
esperar la perfección del fuego del juicio... Jesucristo tenía una
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra
salvación... Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la
adopción de la voz del Padre... En el momento de la pasión, en la
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se
había realizado.
Hilario, Comentario a Mateo IV,17.27; V,15:
"El que calumnia a alguno, lleno del Espíritu Santo,... se
convierte en culpable delante del sanedrín de los santos y deberá
expiar con el castigo infligido por los santos jueces el ultraje al
Espíritu Santo... El nos llama, por una parte, a la herencia de Dios
y, por otra, a la imitación de aquel que dispensa a los buenos y a
los malos, mediante la venida de su Cristo, el sol y la lluvia en los
sacramentos del bautismo y del Espíritu... En lo que sigue el Señor
nos ha enseñado que solo la blasfemia contra el Espíritu no será
perdonada, mientras que Dios concede el perdón por todos los
restantes pecados. Ahora bien, el pecado contra el Espíritu consiste
en negar a Dios la potencia de la virtud y quitar la substancia de la
eternidad a Cristo, por medio del cual, porque Dios ha venido en el
hombre, el hombre a su vez gustará de la condición de Dios ".
Hilario, Comentario a Mateo X,2.24.25
"Evidentemente, el Señor siente compasión por una multitud
atormentada por la violencia del espíritu inmundo, que la tiene
esclavizada y enferma con el peso de la Ley, porque todavía no
tenía un pastor que le restituyese la protección del Espíritu Santo...
Y despojándonos del hombre viejo con sus pecados y su
incredulidad y renovados en el cuerpo y en el alma por el Espíritu,
debemos odiar nuestro modo de actuar según la costumbre
inveterada e innata... Y no es digno de Cristo el que rechazando
cargar con la porpia cruz, en la cual sufrimos, morimos, somos
sepultados y resucitamos con él, no sigue al Señor para vivir en
este misterio de fe mediante la novedad del Espíritu.
S. Hilario, Comentario a Mateo XXI,4:
"Con la paloma nosotros significamos, con el ejemplo de la
profecía, al Espíritu Santo, con la silla, la cátedra sacerdotal. El,
pues, arruina las sillas de aquellos que consideran al Espíritu Santo
como un don vendible, para los que la función confiada por Dios se
convierte en un comercio... No hay, con todo, que pensar que los
judíos de la sinagoga pudiesen comprar o vender el Espíritu
Santo".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,2:
"Esos quieren que, debido a la debilidad de la carne, la angustia
se apegue al Espíritu, como si la encarnación hubiese contaminado,
por la condición de su debilidad, la potencia de esta substancia
incorruptible, y la eternidad hubiese asumido la naturaleza de la
fragilidad".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXVII,4:
"El esposo y la esposa representan a nuestro Señor Dios en el
cuerpo: como el Espíritu es un esposo para la carne, así también la
carne es una esposa para el Espíritu (cf. Tertuliano, de resurrect.,
63,1)".
S. Hilario, Comentario a Mateo III,3:
"El mismo, de hecho, que era no solo hombre sino también Dios,
a pesar de abstenerse del alimento del hombre hasta el día de la
tentación, se alimentaba del Espíritu de Dios. Así muestra que se
debe esperar encontrar el alimento de la eternidad no en este
simple pan sino en la palabra de Dios".
S. Hilario, Comentario a Mateo X,14:
"El nos advierte todavía que cuando seamos entregados a sus
manos no debemos preocuparnos por responder, sino que
debemos esperar más bien lo que nos sugiere el Espíritu Santo. De
hecho nuestra fe, atenta a todos los mandamientos de la voluntad
divina, es instruida para saber responder".
S. Hilario, Comentario a Mateo XII,10:
"De su profecía ahora recordamos solamente esto: que él es el
predilecto de Dios, aquel en el que la voluntad del Padre ha
encontrado su complacencia, aquel sobre el que se posó el Espíritu
Santo, aquel que anuncia el juicio a los paganos".
S. Hilario, Comentario a Mateo XII,17 :
"El condena la opinión de los fariseos y la perversidad de
aquellos que piensan como ellos mediante una rigurosisima
discriminación, prometiendo el perdón de todos los pecados pero
negando el perdón a la blasfemia contra el Espíritu Santo, Porque,
si las otras palabras y las otras acciones son perdonadas con
generosidad, no hay misericordia para aquellos que niegan la
divinidad de Cristo... ¿Qué cosa, de hecho, es más imperdonable
que negar a Cristo que es de Dios y privarlo de la substancia del
Espíritu del Padre, cuando realiza todas las acciones en el Espíritu
de Dios, cuando él mismo es el reino de los cielos y en él Dios ha
reconciliado consigo al mundo?".
S. Hilario, Comentario a Mateo II,2:
"Advertidos en sueño, viendo el don del Espíritu Santo en los
paganos, le transmiten a éstos últimos a Cristo, enviado a Judea
pero proclamado vida y salvación de los paganos... El va a los
lugares desiertos de Judea, deshabitados de la presencia de Dios
no del pueblo, y vacíos de la habitación del Espíritu Santo (cf Rom
8,8-11; 1 Cor 3,16) no de los hombres, para que el lugar de esta
predicación expresase el abandono en el cual se encontraban
aquellos a quienes se le había dirigido la predicación".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXIV,11:
"Pero porque no han querido esto, su casa será dejada desierta
y vacía, es decir, serán indignos de la habitación del Espíritu Santo.
Esos, de hecho, son estancia para sí mismo, no para Dios... El
templo eterno era aquel consagrado para la habitación del Espíritu
Santo: el hombre, es decir, el digno de llegar a ser, por medio del
conocimiento del Hijo, la confesión del Padre, la obediencia de los
mandamientos, una morada para Dios".
Hilario, Comentario a Mateo IX,7:
"El mismo distribuye sus dones en el Espíritu, pero no se divide
en partes en sus dones".
S. Hilario, Comentario a Mateo XV,10:
"Los paganos no encuentran la salvación en la Ley y en los
profetas, pero reciben la vida por medio de la gracia del Espíritu,
cuyo don es septiforme, como enseña Isaías. Es la fe en el Espíritu
la que da la salvación a los paganos... Pero aferrados al origen de
los pecados de sus cuerpos, son llamados al don del Espíritu
septiforme... El hecho de que sean repletas siete cestos indica la
sobreabundancia y la multiplicación del Espíritu septiforme que
desborda de aquello que reparte y se hace siempre más rico y más
abundante después de habernos saciado".
S. Hilario, Comentario a Mateo XI,1:
"Ni se puede creer que la gloria del Espíritu Santo le haya
faltado, cuando estaba encarcelado, desde el momento en que el
Espíritu Santo había proveído la luz de su potencia a los apóstoles
en prisión".
S. Hilario, Comentario a Mateo, XXII,7:
"El hábito nupcial es la gloria del Espíritu Santo y el candor de la
vestidura celeste que, revestida en el momento de los
interrogatorios con una profesión de fe ortodoxa, es conservada
inmaculada e intacta hasta la reunión del reino de los cielos".
S. Hilario, Comentario a Mateo III,1
"El haber sido conducido al desierto indica la libertad del Espíritu
Santo que entrega su humanidad al diablo, concediéndole la
ocasión de tentarlo y de ganárselo, ocasión que el tentador no
habría tenido si no se le fuera estado concedida".
S. Hilario, Comentario a Mateo IV,1:
"Reunida una gran multitud, él subió a la montaña y comenzó a
enseñar: es decir, poniéndose a la altura de la majestad paterna
estableció los preceptos de la vida celeste. De hecho no habría
transmitido los principios de la eternidad si no estuviese situado en
la eternidad. Por esto se escribió: 'Abrió la boca y les enseñaba' (Mt
5,2). Hubiese sido más sencillo decir: comenzó a hablar. Pero como
había sido colocado en la gloria de la majestad del Padre y
enseñaba la eternidad, por este motivo la misión desarrollada por
su boca humana es presentada como el fruto de la obediencia a los
movimientos del Espíritu que hablaba en él".
S. Hilario, Comentario a Mateo XIV,19:
"Aquellos que estaban presentes esperaban tocar los flecos de
su vestido para ser curados mediante la fe. Así como los flecos de
todo el vestido, así también la potencia del Espíritu Santo sale de
nuestro Señor Jesucristo. Esta, transmitida a los apóstoles, los
cuales por así decir salen del mismo cuerpo, conceden la salvación
a todos los que desean tocarle".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,3:
"Por esto en él está la angustia del dolor, el sufrimiento del
Espíritu unido al del cuerpo, el miedo a la muerte, de modo que
aquel que ha podido temer la muerte pudiese también morir y aquel
que ha podido morir, aunque si existirá en el futuro, no fuese
todavía eterno en el pasado gracias a aquel que lo ha
engendrado".
S. Hilario, La Trinidad IX,73:
"Pues el Espíritu Santo, que es Espíritu de Dios, no ha tomado
nada de las criaturas, como si pudiera parecer que ha recibido de
ellas porque todas son de Dios. Pero todo lo que es del Padre es
del Hijo en el sentido de que no hay que pensar que lo que el
Espíritu recibe del Hijo, no lo recibe también del Padre, dado que
todo lo que es del Padre ha de considerarse también del Hijo".
S. Hilario, La Trinidad VI,20-21:
"Y todos los restantes que han hablado movidos por el Espíritu
Santo,... Por todos éstos he sido enseñado en la fe que sostengo,
por éstos he sido instruido sin remedio. Y perdona, Dios
omnipotente, que en esto no me pueda enmendar y que con esto
pueda morir".
S. Hilario, La Trinidad II,3:
"Pues no es posible que en el Padre no exista la paternidad, ni
que le falte al Hijo la filiación, ni que no sea propio del Espíritu
Santo el ser recibido por nosotros".
Hilario, La Trinidad VIII,26.32.39:
"...Y como el Espíritu de Cristo habita en nosotros, al habitar en
nosotros el Espíritu de Cristo, no habita ningún otro Espíritu más
que el de Dios. Y si se comprende que, por medio del Espíritu
Santo, Cristo... está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser
reconocido como Espíritu de Cristo Pues si no quieres admitir que
este único Espíritu de su divinidad, por el misterio del nacimiento, es
el mismo en Dios y en el Señor, muestra qué Espíritu obra y nos
reparte esta diversidad de dones y en qué Espíritu se realiza esto.
Pero no podrás mostrar nada distinto de lo que pertenece a nuestra
fe... y ya que el Espíritu de Dios es el mismo que el Espíritu de
Cristo y en el ministerio del Señor y en la operación de Dios el único
Espíritu obra y reparte los dones, no pueden no ser una sola cosa
aquellos cuyas cosas propias son de uno solo. En el mismo Señor
Hijo y en el mismo Dios Padre, uno y el mismo Espíritu, repartiendo
lo dones en el mismo Espíritu Santo, lleva a perfección todas las
cosas ".
Hilario, La Trinidad II,33-35
"Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del Espíritu
Santo en nosotros. Pues dice: Todavía tengo muchas cosas que
deciros, pero no podéis soportarlas ahora. Os conviene que yo me
vaya. Si me voy, os enviaré al abogado (Jn 16,12-17). Y otra vez:
Yo rogaré al Padre, y os enviará otro abogado, el Espíritu paráclito.
El me glorificará (Jn 14,16s+16,14). Y de nuevo dijo: Yo rogaré a mi
Padre, y os enviará otro abogado para que esté con vosotros para
siempre, el Espíritu de la verdad. El os guiará a la verdad plena.
Pues no hablará por sí, sino que dirá todo lo que oiga y os
anunciará lo que ha de venir. El me glorificará, porque tomará de lo
mío (Jn 14,16s.+16,13s.). Estas cosas, sacadas de muchos lugares,
se han dicho para abrir el camino a la comprensión; en ellas se
contiene la voluntad del donante, y el sentido y las características
del don; puesto que nuestra debilidad no es capaz de entender ni al
Padre ni al Hijo, el don del Espíritu, con su función intercesora,
ilumina nuestra difícil fe en la encarnación de Dios... Tenemos, por
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su
poder. Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran
manera... Recibimos, por ende, el Espíritu para poder conocer...".
Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:
"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6),
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca... Dios omnipotente y
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu
Santo, no haría temido la tortura...".
Hilario, Tratado sobre los Salmos 132:
"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan
importante: 'en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios:
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único".
Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:
"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías... El alude
a la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a
propósito del Señor: 'El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11),
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de
esperar la perfección del fuego del juicio... Jesucristo tenía una
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra
salvación... Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la
adopción de la voz del Padre... En el momento de la pasión, en la
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se
había realizado.
Hilario, Comentario a Mateo IV,17.27; V,15:
"El que calumnia a alguno, lleno del Espíritu Santo,... se
convierte en culpable delante del sanedrín de los santos y deberá
expiar con el castigo infligido por los santos jueces el ultraje al
Espíritu Santo... El nos llama, por una parte, a la herencia de Dios
y, por otra, a la imitación de aquel que dispensa a los buenos y a
los malos, mediante la venida de su Cristo, el sol y la lluvia en los
sacramentos del bautismo y del Espíritu... En lo que sigue el Señor
nos ha enseñado que solo la blasfemia contra el Espíritu no será
perdonada, mientras que Dios concede el perdón por todos los
restantes pecados. Ahora bien, el pecado contra el Espíritu consiste
en negar a Dios la potencia de la virtud y quitar la substancia de la
eternidad a Cristo, por medio del cual, porque Dios ha venido en el
hombre, el hombre a su vez gustará de la condición de Dios ".
Hilario, Comentario a Mateo X,2.24.25
"Evidentemente, el Señor siente compasión por una multitud
atormentada por la violencia del espíritu inmundo, que la tiene
esclavizada y enferma con el peso de la Ley, porque todavía no
tenía un pastor que le restituyese la protección del Espíritu Santo...
Y despojándonos del hombre viejo con sus pecados y su
incredulidad y renovados en el cuerpo y en el alma por el Espíritu,
debemos odiar nuestro modo de actuar según la costumbre
inveterada e innata... Y no es digno de Cristo el que rechazando
cargar con la porpia cruz, en la cual sufrimos, morimos, somos
sepultados y resucitamos con él, no sigue al Señor para vivir en
este misterio de fe mediante la novedad del Espíritu.
S. Hilario, Comentario a Mateo XXI,4:
"Con la paloma nosotros significamos, con el ejemplo de la
profecía, al Espíritu Santo, con la silla, la cátedra sacerdotal. El,
pues, arruina las sillas de aquellos que consideran al Espíritu Santo
como un don vendible, para los que la función confiada por Dios se
convierte en un comercio... No hay, con todo, que pensar que los
judíos de la sinagoga pudiesen comprar o vender el Espíritu
Santo".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,2:
"Esos quieren que, debido a la debilidad de la carne, la angustia
se apegue al Espíritu, como si la encarnación hubiese contaminado,
por la condición de su debilidad, la potencia de esta substancia
incorruptible, y la eternidad hubiese asumido la naturaleza de la
fragilidad".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXVII,4:
"El esposo y la esposa representan a nuestro Señor Dios en el
cuerpo: como el Espíritu es un esposo para la carne, así también la
carne es una esposa para el Espíritu (cf. Tertuliano, de resurrect.,
63,1)".
S. Hilario, Comentario a Mateo III,3
"El mismo, de hecho, que era no solo hombre sino también Dios,
a pesar de abstenerse del alimento del hombre hasta el día de la
tentación, se alimentaba del Espíritu de Dios. Así muestra que se
debe esperar encontrar el alimento de la eternidad no en este
simple pan sino en la palabra de Dios".
S. Hilario, Comentario a Mateo X,14
"El nos advierte todavía que cuando seamos entregados a sus
manos no debemos preocuparnos por responder, sino que
debemos esperar más bien lo que nos sugiere el Espíritu Santo. De
hecho nuestra fe, atenta a todos los mandamientos de la voluntad
divina, es instruida para saber responder".
S. Hilario, Comentario a Mateo XII,10:
"De su profecía ahora recordamos solamente esto: que él es el
predilecto de Dios, aquel en el que la voluntad del Padre ha
encontrado su complacencia, aquel sobre el que se posó el Espíritu
Santo, aquel que anuncia el juicio a los paganos".
S. Hilario, Comentario a Mateo XII,17:
"El condena la opinión de los fariseos y la perversidad de
aquellos que piensan como ellos mediante una rigurosisima
discriminación, prometiendo el perdón de todos los pecados pero
negando el perdón a la blasfemia contra el Espíritu Santo, Porque,
si las otras palabras y las otras acciones son perdonadas con
generosidad, no hay misericordia para aquellos que niegan la
divinidad de Cristo... ¿Qué cosa, de hecho, es más imperdonable
que negar a Cristo que es de Dios y privarlo de la substancia del
Espíritu del Padre, cuando realiza todas las acciones en el Espíritu
de Dios, cuando él mismo es el reino de los cielos y en él Dios ha
reconciliado consigo al mundo?".
S. Hilario, Comentario a Mateo II,2:
"Advertidos en sueño, viendo el don del Espíritu Santo en los
paganos, le transmiten a éstos últimos a Cristo, enviado a Judea
pero proclamado vida y salvación de los paganos... El va a los
lugares desiertos de Judea, deshabitados de la presencia de Dios
no del pueblo, y vacíos de la habitación del Espíritu Santo (cf Rom
8,8-11; 1 Cor 3,16) no de los hombres, para que el lugar de esta
predicación expresase el abandono en el cual se encontraban
aquellos a quienes se le había dirigido la predicación".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXIV,11:
"Pero porque no han querido esto, su casa será dejada desierta
y vacía, es decir, serán indignos de la habitación del Espíritu Santo.
Esos, de hecho, son estancia para sí mismo, no para Dios... El
templo eterno era aquel consagrado para la habitación del Espíritu
Santo: el hombre, es decir, el digno de llegar a ser, por medio del
conocimiento del Hijo, la confesión del Padre, la obediencia de los
mandamientos, una morada para Dios".
Hilario, Comentario a Mateo IX,7:
"El mismo distribuye sus dones en el Espíritu, pero no se divide
en partes en sus dones".
S. Hilario, Comentario a Mateo XV,10:
"Los paganos no encuentran la salvación en la Ley y en los
profetas, pero reciben la vida por medio de la gracia del Espíritu,
cuyo don es septiforme, como enseña Isaías. Es la fe en el Espíritu
la que da la salvación a los paganos Pero aferrados al origen de los
pecados de sus cuerpos, son llamados al don del Espíritu
septiforme El hecho de que sean repletas siete cestos indica la
sobreabundancia y la multiplicación del Espíritu septiforme que
desborda de aquello que reparte y se hace siempre más rico y más
abundante después de habernos saciado".
S. Hilario, Comentario a Mateo XI,1:
"Ni se puede creer que la gloria del Espíritu Santo le haya
faltado, cuando estaba encarcelado, desde el momento en que el
Espíritu Santo había proveído la luz de su potencia a los apóstoles
en prisión".
S. Hilario, Comentario a Mateo, XXII,7:
"El hábito nupcial es la gloria del Espíritu Santo y el candor de la
vestidura celeste que, revestida en el momento de los
interrogatorios con una profesión de fe ortodoxa, es conservada
inmaculada e intacta hasta la reunión del reino de los cielos".
S. Hilario, Comentario a Mateo III,1:
"El haber sido conducido al desierto indica la libertad del Espíritu
Santo que entrega su humanidad al diablo, concediéndole la
ocasión de tentarlo y de ganárselo, ocasión que el tentador no
habría tenido si no se le fuera estado concedida".
S. Hilario, Comentario a Mateo IV,1:
"Reunida una gran multitud, él subió a la montaña y comenzó a
enseñar: es decir, poniéndose a la altura de la majestad paterna
estableció los preceptos de la vida celeste. De hecho no habría
transmitido los principios de la eternidad si no estuviese situado en
la eternidad. Por esto se escribió: 'Abrió la boca y les enseñaba' (Mt
5,2). Hubiese sido más sencillo decir: comenzó a hablar. Pero como
había sido colocado en la gloria de la majestad del Padre y
enseñaba la eternidad, por este motivo la misión desarrollada por
su boca humana es presentada como el fruto de la obediencia a los
movimientos del Espíritu que hablaba en él".
S. Hilario, Comentario a Mateo XIV,19:
"Aquellos que estaban presentes esperaban tocar los flecos de
su vestido para ser curados mediante la fe. Así como los flecos de
todo el vestido, así también la potencia del Espíritu Santo sale de
nuestro Señor Jesucristo. Esta, transmitida a los apóstoles, los
cuales por así decir salen del mismo cuerpo, conceden la salvación
a todos los que desean tocarle".
S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,3:
"Por esto en él está la angustia del dolor, el sufrimiento del
Espíritu unido al del cuerpo, el miedo a la muerte, de modo que
aquel que ha podido temer la muerte pudiese también morir y aquel
que ha podido morir, aunque si existirá en el futuro, no fuese
todavía eterno en el pasado gracias a aquel que lo ha
engendrado".
S. Hilario, La Trinidad IX,73:
"Pues el Espíritu Santo, que es Espíritu de Dios, no ha tomado
nada de las criaturas, como si pudiera parecer que ha recibido de
ellas porque todas son de Dios. Pero todo lo que es del Padre es
del Hijo en el sentido de que no hay que pensar que lo que el
Espíritu recibe del Hijo, no lo recibe también del Padre, dado que
todo lo que es del Padre ha de considerarse también del Hijo".
S. Hilario, La Trinidad VI,20-21:
"Y todos los restantes que han hablado movidos por el Espíritu
Santo,... Por todos éstos he sido enseñado en la fe que sostengo,
por éstos he sido instruido sin remedio. Y perdona, Dios
omnipotente, que en esto no me pueda enmendar y que con esto
pueda morir".
S. Hilario, La Trinidad II,3:
"Pues no es posible que en el Padre no exista la paternidad, ni
que le falte al Hijo la filiación, ni que no sea propio del Espíritu
Santo el ser recibido por nosotros".
Del tratado de san Hilario, obispo, sobre el salmo ciento veintiséis
(Núms. 7-10: PL 9, 696-697):
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los
albañiles. Sois templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en
vosotros. Éste es, pues, el templo de Dios, lleno de su doctrina y de
su poder, capaz de contener al Señor en el santuario del corazón.
Sobre esto ha hablado el profeta en el salmo: Santo es tu templo,
admirable por su justicia. La santidad, la justicia y la continencia
humana son un templo para Dios.
Dios debe, pues, construir su casa. Construida por manos de
hombres, no se sostendría; apoyada en doctrinas del mundo, no se
mantendría en pie; protegida por nuestros ineficaces desvelos y
trabajos, no se vería segura.
Esta casa debe ser construida y custodiada de manera muy
diferente: no sobre la tierra ni sobre la movediza y deslizante arena,
sino sobre sus propios fundamentos, los profetas y los apóstoles.
Esta casa debe construirse con piedras vivas, debe encontrar su
trabazón en Cristo, la piedra angular, debe crecer por la unión
mutua de sus elementos hasta que llegue a ser el varón perfecto y
consiga la medida de la plenitud del cuerpo de Cristo; debe, en
efecto, adornarse con la belleza de las gracias espirituales y
resplandecer con su hermosura.
Edificada por Dios, es decir, por su palabra, no se derrumbará.
Esta casa irá creciendo en cada uno de nosotros con diversas
construcciones, según las diferencias de los fieles, para dar ornato
y amplitud a la ciudad dichosa.
El Señor es desde antiguo el atento guardián de esta ciudad:
cuando protegió a Abrahán peregrino y eligió a Isaac para el
sacrificio; cuando enriqueció a su siervo Jacob y, en Egipto,
ennobleció a José, vendido por sus hermanos; cuando fortaleció a
Moisés contra el Faraón y eligió a Josué como jefe del ejército;
cuando liberó a David de todos los peligros y concedió a Salomón el
don de la sabiduría; cuando asistió a los profetas, arrebató a Elías y
eligió a Eliseo; cuando protegió a Daniel y, en el horno, refrigeró
con una brisa suave a los niños, juntándose con ellos como uno
más; cuando, por medio del ángel, anunció a José que la Virgen
había concebido por la fuerza divina, y confirmó a María; cuando
envió como precursor a Juan y eligió a los apóstoles, y cuando rogó
al Padre, diciendo: Padre santo, guárdalos en tu nombre a los que
me has dado; yo guardaba en tu nombre a los que me diste;
finalmente, cuando él mismo, después de su pasión, nos promete
que velará siempre sobre nosotros: Yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo.
Ésta es la protección eterna de aquella bienaventurada y santa
ciudad, que, compuesta de muchos, pero formando una sola, es en
cada uno de nosotros la ciudad de Dios. Esta ciudad, por tanto,
debe ser edificada por Dios para que crezca hasta su completo
acabamiento. Comenzar una edificación no significa su perfección;
pero mediante la edificación se va preparando la perfección final.