EL ESPÍRITU SANTO EN LOS PADRES DE LA IGLESIA (6)
Gregorio
Taumaturgo
Atanasio
Tertuliano
Novaciano
·Gregorio-Taumaturgo Discurso XIV:
"Y todo esto lo dice no de otro modo, según yo mismo pienso,
sino por la comunicación del Espíritu divino, pues la misma facultad
han menester los que profetizan y los que oyen a los profetas; y
nadie puede oir a un profeta si el mismo Espíritu que profetizó no le
hace merced de sus propias palabras...".
Gregorio Taumaturgo, Discurso de agradecimiento a Orígenes
179-181:
"Y decía estas cosas no por otra razón, creo yo, que por la
comunicación del Espíritu divino; pues, de la misma facultad han
menester tanto los que profetizan, como los que escuchan a los
profetas; ya que nadie puede oír a un profeta si el Espíritu mismo
que profetizó no le diera la inteligencia de sus propias palabras.
También en las Sagradas Escrituras se encuentra esa misma
sentencia: únicamente el que cierra -se dice- abre, y ningún otro.
La Palabra divina abre aclarando los enigmas cerrados. Este
hombre (Orígenes), pues, ha recibido de Dios el mejor regalo y la
participación más grande del cielo: ser intérprete de las palabras de
Dios a los hombres; entender las cosas de Dios como si Dios mismo
hablara, y enseñarlas a los hombres como si los hombres mismos
las escucharan...".
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·Atanasio-san, Ep IV ad Serap 9-10:
"Por una parte, Dios Padre lo pervade todo y lo contiene todo; la
virtud del Hijo, en cambio, se extiende a los seres racionales, entre
los cuales se encuentran los catecúmenos y los griegos que todavía
no creen; el Espíritu Santo, en fin, se halla tan solo en aquellos que
han participado de El por el don del bautismo Si peca, en cambio,
quien ha sido bautizado, tal transgresión, dice, va dirigida contra el
Espíritu Santo, ya que ha pecado en su presencia.".
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Atanasio-san, _Epist-a-Serapión I,30.32:
"Pues donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde
está éste, también está su eficacia: Es lo que enseña Pablo: 'La
gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la caridad de Dios y la
comunicación del Espíritu Santo esté con todos vosotros'. La gracia
o don dado en la Trinidad, es dada por el Padre, mediante el Hijo
en el Espíritu Santo. Participando de aquélla, por tanto, tenemos la
caridad del Padre, la gracia del Hijo y la comunicación del Espíritu
Santo Es, pues, evidente por el unánime testimonio de las Sagradas
Escrituras, que el Espíritu Santo no es una creatura, sino el Espíritu
propio del Logos y del Padre. Así lo enseña la doctrina de los
santos sobre la Trinidad, siendo ésa la única fe de la Iglesia...".
........................
S. Atanasio, Epístola a Serapión I,22:
"El Espíritu es definido unción y sello. De hecho Juan escribía:
(cf. 1 Jn 2,27)...; en el profeta Isaías está escrito: (cf Is 61,1); y
Pablo dice: (cf. Ef 4,30). Las creaturas están selladas en él con un
sello y ungidas e instruidas en cada cosa. Si el Espíritu es la unción
y el sello con el cual el Verbo unge y sella todas las cosas...".
.......................
S. Atanasio, _Vida-de-Antonio 22,3:
"Por tanto, son necesarias la oración continua y la ascesis, para
que aquel que recibe por obra del Espíritu el don del discernimiento
de espíritus, pueda saber qué maquinan los demonios, cuáles de
ellos son menos malvados y cuáles más, por qué tipo de actividad
se interesa cada uno y cómo puede ser rechazado y alejado".
.......................
S. Atanasio, Epístola a Serapión I,23-24:
"Si nosotros nos hacemos 'partícipes de la divina naturaleza' (2
Petr 1,4) por comunicación del Espíritu, sería insensato quien
afirmara que el Espíritu tiene una naturaleza creada y no la
naturaleza de Dios. Pues es por El por quien son divinizados
precisamente aquellos en quienes está El. Si El diviniza, no cabe
duda de que su naturaleza es divina".
........................
S. Atanasio, _Oratio-ad-Arianos 3,24:
"No es que el Hijo participe del Espíritu para que de esta manera
poder estar también El en el Padre, ni tampoco se puede decir que
reciba El al Espíritu, sino que más bien es El quien lo comunica a
todos; y no es el Espíritu el que une al Verbo con el Padre, sino
más bien el Espíritu es el que recibe del Hijo... El es el que, como se
ha dicho, da al Espíritu, y cuanto tiene el Espíritu lo tiene del
Verbo".
........................
S. Atanasio, Epístola a Serapión I,20:
"Así como el Hijo, el Verbo viviente, es uno, así también la
actividad vital y el don con que santifica e ilumina debe ser uno,
perfecto y completo, del cual se dice que procede del Padre,
porque brilla y es enviado y es dado por el Verbo, quien a su vez es
del Padre".
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S. Atanasio, Epist. a Serapión I,30.32:
"Pues donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde
está éste, también está su eficacia: Es lo que enseña Pablo: 'La
gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la caridad de Dios y la
comunicación del Espíritu Santo esté con todos vosotros'. La gracia
o don dado en la Trinidad, es dada por el Padre, mediante el Hijo
en el Espíritu Santo. Participando de aquélla, por tanto, tenemos la
caridad del Padre, la gracia del Hijo y la comunicación del Espíritu
Santo... Es, pues, evidente por el unánime testimonio de las
Sagradas Escrituras, que el Espíritu Santo no es una creatura, sino
el Espíritu propio del Logos y del Padre. Así lo enseña la doctrina
de los santos sobre la Trinidad, siendo ésa la única fe de la
Iglesia...".
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S. Atanasio, Epístola a Serapión I,22:
"El Espíritu es definido unción y sello. De hecho Juan escribía:
(cf. 1 Jn 2,27)...; en el profeta Isaías está escrito: (cf Is 61,1); y
Pablo dice: (cf. Ef 4,30). Las creaturas están selladas en él con un
sello y ungidas e instruidas en cada cosa. Si el Espíritu es la unción
y el sello con el cual el Verbo unge y sella todas las cosas...".
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S. Atanasio, Vida de Antonio 22,3:
"Por tanto, son necesarias la oración continua y la ascesis, para
que aquel que recibe por obra del Espíritu el don del discernimiento
de espíritus, pueda saber qué maquinan los demonios, cuáles de
ellos son menos malvados y cuáles más, por qué tipo de actividad
se interesa cada uno y cómo puede ser rechazado y alejado".
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S. Atanasio, Epístola a Serapión I,23-24:
"Si nosotros nos hacemos 'partícipes de la divina naturaleza' (2
Petr 1,4) por comunicación del Espíritu, sería insensato quien
afirmara que el Espíritu tiene una naturaleza creada y no la
naturaleza de Dios. Pues es por El por quien son divinizados
precisamente aquellos en quienes está El. Si El diviniza, no cabe
duda de que su naturaleza es divina".
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S. Atanasio, Oratio ad Arianos 3,24:
"No es que el Hijo participe del Espíritu para que de esta manera
poder estar también El en el Padre, ni tampoco se puede decir que
reciba El al Espíritu, sino que más bien es El quien lo comunica a
todos; y no es el Espíritu el que une al Verbo con el Padre, sino
más bien el Espíritu es el que recibe del Hijo... El es el que, como se
ha dicho, da al Espíritu, y cuanto tiene el Espíritu lo tiene del
Verbo".
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S. Atanasio, Epístola a Serapión I,20:
"Así como el Hijo, el Verbo viviente, es uno, así también la
actividad vital y el don con que santifica e ilumina debe ser uno,
perfecto y completo, del cual se dice que procede del Padre,
porque brilla y es enviado y es dado por el Verbo, quien a su vez es
del Padre".
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·Tertuliano, _Apologético 18,2:
"Porque desde el principio envió al mundo a varones dignos, por
inocencia de justiciainundados de espíritu divino, por el que
predicaran que Dios es único, el que creó todas las cosas, el que
formó al hombre del humus...".
Tertuliano, Apologético 20,4:
"De ahí que también es firme entre nosotros la fe en las
realidades futuras, como ya probadas, como preanunciadas con
aquellas que se verifican cada día; las mismas voces resuenas, las
mismas Escrituras anuncian, el mismo Espíritu impulsa...".
Tertuliano, Apologético 21,11.14:
"En este Espíritu está la palabra cuando pronuncia, se hace
presente la razón cuando dispone y el poder preside cuando
remata la obra. Afirmamos que este Espíritu ha sido proferido por
Dios y generado por la acción de ser proferido; por lo mismo, es
afirmado Hijo de Dios, y Dios por la unidad de substancia; pues
también Dios es Espíritu... La carne forjada por el Espíritu se nutre,
se desarrolla, habla, enseña, actúa y es Cristo".
Tertuliano, Apologético 21,17:
"Con estos prodigios mostraba que El es aquel Hijo predicado en
otro tiempo por Dios y nacido para la salvación de todos, aquel
Verbo de Dios primordial, primogénito, acompañado de poder y de
razón, sustentado por el Espíritu" ().
Tertuliano, Apologético 30,5:
"Estas cosas no puedo pedirlas a otro distinto del que yo sé que
he de conseguirlas; porque él es el único que las concede y a mí
me corresponde suplicar; a mí, que soy su siervo, el único que
cumple sus mandamientos; a mí, que soy asesinado por su ley, que
le ofrezco el sacrificio mejor y mayor, el sacrificio que él mismo
mandó: una oración que procede de carne casta, de alma inocente,
de espíritu santo".
Tertuliano, _El-bautismo III,2; IV,1.4:
"Mira, querido, ante todo debes respetar la vertustez de las
aguas porque son una estructura material antigua y después debes
venerar su prestigio porque, siendo la sede del Espíritu Santo, eran
entonces preferidas a todos los otros elementos... Santo era, sin
duda, el Espíritu y se cernía sobre un elemento santo; se podría
decir que el agua sostenía al Espíritu, y que de este Espíritu... que
volaba, recibía su santidad... He aquí por qué la naturaleza de las
aguas viene santificada por el Espíritu Santo y puede, después de
haber sido fecundada, convertirse en principio de santificación para
otros... de repente baja del cielo el Espíritu que se posa sobre tales
aguas santificándolas con su presencia; las aguas naturalmente se
santifican y se llenan de la potencia y de la capacidad de poder, a
su vez, santificar a otros".
Tertuliano, El bautismo V,7:
"De este modo el hombre es restaurado por Dios, según la
semejanza con él; antes existía ya según la imagen de Dios; a decir
verdad se piensa que la imagen de Dios consista en la figura
humana mientras que la semejanza con Dios miraría a la eternidad;
de hecho, ahora, el hombre recibe de nuevo aquel Espíritu de Dios
que entonces se le había infundido por el soplo divino y que él,
después, había perdido con el pecado".
Tertuliano, El bautismo VI,1:
"No sería exacto afirmar que precisamente en el agua recibimos
el Espíritu Santo, más bien el agua somos purificados por medio del
ángel y así nos preparamos para recibir el Espíritu Santo. También
en este caso podemos encontrar una antigua prefiguración; así
como Juan fue precursor del Señor y le preparó el camino, así el
ángel que preside el bautismo prepara el camino al Espíritu que
está para llegar eliminando los pecados. Pero es la fe con el sello
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que elimina los pecados".
Tertuliano, El bautismo VI,2; VII,1; VIII,1:
"... donde están las tres personas divinas, es decir, el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo, allí se encuentra la Iglesia que no es otra
cosa que la asamblea formada al menos por tres personas... He
aquí porque se nos llama 'christi', es decir, ungidos, y la palabra
griega `chrisma' quiere decir precisamente unción. También el
nombre del Señor, es decir, el nombre de Cristo, tiene la misma
derivación lingüistica; naturalmente en el caso de Cristo se trata de
una unción espiritual porque el fue ungido con el Espíritu por obra
de Dios Padre, como se lee en los Hechos: 'Se reunieron en esta
ciudad contra tu santo Hijo que tu habías ungido' (Hechos 4,27).
...Después se impone la mano con una petición de bendición para
invocar e invitar al Espíritu Santo".
Tertuliano, El bautismo VIII,3.4:
"En aquel momento el Espíritu verdaderamente Santo desciende
de buen grado del Padre para venir sobre aquellos cuerpos ya
purificados y bendecidos; reposa sobre las aguas del bautismo
como si reconociese en ellas su lugar originario, tanto más que
quiere descender sobre el Señor bajo la forma de paloma -animal
característico por la simplicidad e inocencia, y que no tiene hiel-
para revelar cuál es la naturaleza del Espíritu Santo... La paloma,
que es el Espíritu Santo, vuela hacia la tierra, es decir, hacia
nuestro cuerpo que está saliendo del agua del bautismo después
de una vida sumergida en el pecado, y trae consigo la paz de Dios,
porque ha sido enviada del cielo donde se encuentra la Iglesia, de
la cual el arca era una prefiguración".
Tertuliano, El bautismo X,4:
"... (Lc 3,2-3) La conversión es obra del hombre, por lo tanto
también el bautismo de conversión debía necesariamente ser una
obra del hombre; en caso contrario aquel bautismo si fuese algo
que venía del cielo, habría conferido bien el Espíritu Santo bien el
perdón de los pecados. Pero solo Dios puede perdonar los pecados
y donar el Espíritu (cf Mc 2,7; Lc 5,21)... El mismo Señor afirmó que
el Espíritu Santo no hubiese bajado si antes él no hubiera subido al
Padre".
Tertuliano, _Adversus-Prax. 4,1:
"Yo, que no hago descender sino de la sustancia del Padre al
Hijo, quien nada hace sin la voluntad del Padre, del que recibió todo
su poder, ¿cómo puedo en materia de fe destruir la monarquía
(divina), la cual, confiada por el Padre al Hijo, la custodio en el Hijo?
Estas palabras se consideren dichas también por lo que respecta a
la tercera sucesión, puesto que no creo que el Espíritu Santo derive
de otro sino del Padre a través del Hijo" (Tertuliano, Adv. Prax.
4,1).
Tertuliano, Adv. Prax. 25,1:
"Después del episodio de Felipe (Jn 14,8-11), el contenido del
(cuarto) Evangelio prolonga el mismo tipo de discurso, en el que el
Padre y el Hijo se muestran distintos en su peculiaridad. Cristo
promete pedir al Padre el Paráclito y enviarlo, una vez subido al
cielo. Aquél es evidentemente otro distinto...".
Tertuliano, Adv. Prax. 30,5-31,2:
"Por lo demás, Cristo mismo enseña, que 'El tomará de lo mío'
como yo lo he tomado del Padre. De este modo, el nexo del Padre
en el Hijo y del Hijo en el Paráclito forma Tres en conexión estrecha.
¡El Uno ligado con el Otro¡ Estos tres son Uno, no único, como ha
sido dicho... Antes de venir de nuevo sobre las nubes del cielo,
como había subido, fundió el don recibido del Padre, es decir, el
Espíritu Santo: el tercer nombre de la Divinidad y la tercera
secuencia de la Majestad, Predicador de una única monarquía e
intérprete de la economía salvífica para quien haya aceptado las
palabras de la nueva profecía, Guía para llegar a la Verdad total,
que se encuentra en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo,
según el misterio del cristianismo... Por lo demás, es propio de la fe
de los judíos el creer en una sola Divinidad, sin añadir a ella el Hijo
y el Espíritu Santo...".
Tertuliano, Adv. Prax. 31,1-2:
"El punto fundamental de la fe judía es: creer en un solo Dios
pero rechazando el añadir el Hijo, y después del Hijo el Espíritu.
¿Cuál es la diferencia entre ellos y nosotros sino es ésta? ¿Cuál es
el valor del Evangelio, cuál la substancia del Nuevo Testamento que
conserva inalterada la ley y los profetas hasta Juan, sino el añadido
de un Padre, Hijo y Espíritu que, Tres por la Fe, constituyen un solo
Dios? De este modo quiso renovar el misterio de la fe, de tal modo
que en manera nueva fuese creída su unidad por medio del Hijo y
del Espíritu Santo, de tal modo que ya fuera claramente conocido
con sus propios nombres y personas el que aún habiendo sido
antaño predicado por el Hijo y el Espíritu no era comprendido de
esa manera".
Tertuliano, Adv. Prax. 2,1-2
"Mas nosotros siempre, y ahora con mayor motivo, como mejor
amaestrados por el Paráclito, guía de toda la verdad (Jn 16,13),
creemos que hay un único Dios, más con esta distinción -que
denominamos 'oikonomía'-: que se reconozca también al Hijo del
único Dios, Verbo suyo, que procede de él mismo, por cuyo medio
fueron hechas todas las cosas y sin el cual no ha sido hecho nada
(Jn 1,1-3). Que éste fue enviado por el Padre a una Virgen y nació
de ella, hombre y Dios, hijo del hombre e hijo de Dios, y fue llamado
Jesucristo. Que padeció, murió y fue sepultado Que de allí envió al
santificador de la fe de todos los que creen en el Padre y el Hijo y el
Espíritu Santo". Que esta haya sido la regla desde el inicio de la
buena nueva, también antes que todos los herejes más antiguos,
por no hablar de Praxeas que es de ayer...
Tertuliano, Adv. Prax. 12,1-3
"Si todavía te escandaliza el número de la Trinidad, como si no
estuviera conexa en la unidad simple, te pregunto cómo el que es
único y singular habla en plural: Hagamos al hombre a imagen y
semejanza nuestra (Gen 1,26), debiendo haber dicho: Haré al
hombre a mi imagen y semejanza, en el supuesto de ser único y
singular. Pero también más adelante dice: He aquí que Adán se ha
hecho como uno de nosotros (Gen 3,22), con lo que nos engaña o
bromea, dado que siendo único y solo y singular, habla en plural.
¿O acaso hablaba a los ángeles, como interpretan los judíos, ya
que tampoco ellos reconocen al Hijo? ¿O acaso porque él mismo
era Padre-Hijo-Espíritu, por eso se presentaba como plural y
hablaba consigo en plural? En absoluto, sino porque estaba junto a
él el Hijo, la segunda persona, su Verbo, y la tercera (persona), el
Espíritu en el Verbo, por eso dijo en plural 'hagamos' y 'nuestra' y
'de nosotros'. ¿Pues con quién estaba haciendo al hombre y a
quiénes lo hacía semejante? Sin duda que con el Hijo, que había de
revestir al hombre y con el Espíritu que había de santificar al
hombre. Hablaba como con ministros y mediadores en razón de la
unidad de la Trinidad".
Tertuliano, _Adversus-Marc., V,8,4:
"En este Cristo habría de reposar toda la substancia del Espíritu,
no como si hubiera de sobrevenirle después a él, que desde
siempre era espíritu de Dios, incluso antes de su concepción
carnal".
Tertuliano, Adv. Marc., V 8,4-9:
"Y ahora hablemos de dones espirituales, prometidos también
ellos por el Cristo del Creador... Había proclamado Isaías: 'Saldrá
un vástago de la raíz de Jesé, y una flor brotará del vástago y se
posará sobre él es Espíritu del Señor', enumerando sucesivamente
los aspectos: 'Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de
prudencia y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de religión, lo llenará
el Espíritu del temor de Dios'. En la figura de la flor muestra a
Cristo, destinado a venir del vástago salido de la raíz de Jesé, es
decir, de la Virgen de la estirpe de David, hijo de Jesé; Cristo, en
quien se depositaría toda la substancia del Espíritu de Dios, no
como si le hubiese sido añadida en un segundo tiempo... sino que,
desde que floreciese en la carne tomada de la semilla de David,
debería depositarse en él toda la actividad de la gracia espiritual
Escucha cómo el apóstol dijo, que vendrían los carismas después
que Cristo haya sido acogido en el cielo: 'El subió a la altura, (es
decir, al cielo), hizo cautiva a la cautividad (es decir, a la muerte y a
la esclavitud humana), dio dones a los hijos de los hombres' (es
decir, los dones que llamamos carismas). Elegantemente se dice 'a
los hijos de los hombres' y no 'a los hombres' en general,
mostrando que somos nosotros los hijos de los hombres, es decir,
de los verdaderos hombres, los Apóstoles... Por lo demás, con ello
se cumplió la promesa del Espíritu hecha por medio del profeta
Joel... Y, sobre todo, si el Creador prometió 'para los últimos días'...
la gracia de su Espíritu, y Cristo, administrador de las gracias
espirituales, apareció en 'los últimos días', es claro que esta gracia
del Espíritu se refiere al Cristo de quien la había anunciado.
Compara finalmente las clases del Espíritu según el Apóstol con la
de Isaías..., y verás que aquél concuerda con éste en la división de
un solo Espíritu y en la interpretación de varios tipos. Puedo, pues,
afirmar, que quien parangonó la unidad de nuestro cuerpo -en la
diversidad de sus miembros- a un 'Cuerpo' de diversos carismas,
muestra que el Señor del cuerpo humano es el mismo que posee el
Espíritu Santo...".
Tertuliano, _de-praescr. 22,7-8:
"(El Señor) dijo: 'Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero
no podéis con ello ahora', añadió: 'Cuando venga el Espíritu de
Verdad os guiará hasta la Verdad total', mostrando con ello que no
habían obtenido toda verdad gracias al Espíritu de Verdad, según
su promesa. Y sobre todo cumplió la promesa, puesto que los
Hechos de los Apóstoles atestiguan el descenso del Espíritu Santo.
Quienes no aceptan esta Escritura, tampoco pueden pertenecer al
Espíritu Santo, pues no son capaces de entender que éste fue
enviado a los apóstoles. Y ni siquiera pueden sostener de ser la
Iglesia quienes no pueden mostrar cuándo y en qué cuna se ha
desarrollado este Cuerpo...".
Tertuliano, de praescr. 8,14-15:
"Dado que al final les encargó que fuesen a enseñar y bautizar a
los pueblos, habían de recibir enseguida al Espíritu Santo Paráclito
que había de encaminarlos hacia toda verdad -también esto sirve
para lo que estamos diciendo. Porque si los mismos apóstoles que
estaban destinados como doctores para las naciones habían de
recibir como doctor al Paráclito, con mayor razón las palabras
'buscad y encontraréis' no podían ir dirigidas a nosotros ya que la
doctrina nos había de llegar por medio de los apóstoles y a los
apóstoles por medio del Espíritu Santo'.
Tertuliano, Adv. Marc., III,23,2:
"Porque el Señor de los ejércitos retiró de Judea y de Jerusalén,
entre otras cosas, al profeta y al sabio arquitecto, a saber, el
Espíritu Santo que construye la Iglesia, esto es, el templo, la casa y
la ciudad de Dios".
Tertuliano, _de-anima 11,4:
"Porque aunque Adán profetizó enseguida aquel magno
sacramento relativo a Cristo y a su Iglesia: 'Esto es ahora hueso de
mis huesos y carne de mi carne; por esto el hombre dejará a su
padre y a su madre y se unirá estrechamente a su mujer y serán
dos en una sola carne' (Gen 2,23-24; Ef 5,31-32), eso le sucedió
por la irrupción del Espíritu, sobrevínole un éxtasis, la fuerza del
Espíritu Santo, fuerza que capacita para profetizar".
Tertuliano, Adv. Marc., IV,28,2:
"El profeta Balaam, según se narra en el libro de los Números,
hecho venir por el rey Balac para que maldijese a Israel (cf. Num
22,6), contra quien estaba a punto de entablar combate, quedó
lleno entonces del Espíritu Santo, y pronunció no la maldición para
la que había venido, sino la bendición que el Espíritu le sugería en
aquel instante (cf. Num 23,5-10), tal como ya antes había
anunciado a los enviados del rey y seguidamente al mismo rey, que
él solamente profetizaría lo que Dios le pusiese en la boca (cf Num
22,8.19.35,38)".
Tertuliano, de praescr. 28, 1-4:
"Supongamos que todas las iglesias hayan caído en el error; que
el mismo Apóstol se haya equivocado al dar testimonio en favor de
algunas. Resulta, entonces, que el Espíritu Santo no ha tenido
cuidado de ninguna para conducirla a la verdad, aunque para esto
había sido enviado por Cristo, para esto había sido pedido al
Padre, para que fuera doctor de la verdad. No ha cumplido su
deber el mayordomo de Dios, el vicario de Cristo, sino que ha
dejado que las iglesias entiendan a veces otra cosa, y crean otra
cosa que lo que él mismo predicaba por medio de los apóstoles.
¿Es verosímil realmente que tantas y tan importantes iglesias hayan
andado por el camino del error para encontrarse finalmente en una
misma fe? Muchos sucesos independientes no llevan a un resultado
único. El error doctrinal de las iglesias debiera haber llevado a la
diversificación. Pero sea lo que fuere, cuando entre muchos se
aprecia unanimidad, ésta no viene del error, sino de la tradición.
¿Quién tendrá la audacia de decir que se equivocaron los autores
de esta tradición".
Tertuliano, _Adversus-Iudaeos X,19:
"... Y de hecho después de la pasión de Cristo le tocó en suerte
también la prisión y la dispersión, pronunciada por obra del Espíritu
Santo".
Tertuliano, Adv. Iudaeos XIII,15-16:
"Sin lugar a dudas no acogiendo a Cristo, fuente del agua de la
vida, comenzaron a tener cisternas agujereadas, es decir,
sinagogas para la dispersión de las gentes, en las cuales jamás se
detiene el Espíritu Santo, como en el pasado se paraba en el
templo antes de la venida de Cristo que es el verdadero templo de
Dios. Y que ellos habían sufrido la sed del Espíritu Santo lo
pronuncia el profeta diciendo: (Is 65,13-15)...".
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Del tratado de Tertuliano, presbítero, sobre la oración (Caps.
28-29: CCL 1, 273-274):
La oración es el sacrificio espiritual que abrogó los antiguos
sacrificios. ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios?
-dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa
de cebones; la sangre de toros, corderos y machos cabríos no me
agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos? Lo que Dios desea,
nos lo dice el evangelio: Se acerca la hora -dice- en que los que
quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad.
Porque Dios es espíritu, y desea un culto espiritual.
Nosotros somos, pues, verdaderos adoradores y verdaderos
sacerdotes cuando oramos en espíritu y ofrecemos a Dios nuestra
oración como una víctima espiritual, propia de Dios y acepta a sus
ojos.
Esta víctima, ofrecida del fondo de nuestro corazón, nacida de la
fe, nutrida con la verdad, intacta y sin defecto, íntegra y pura,
coronada por el amor, hemos de presentarla ante el altar de Dios,
entre salmos e himnos, acompañada del cortejo de nuestras
buenas obras, seguros de que ella nos alcanzará de Dios todos los
bienes.
¿Podrá Dios negar algo a la oración hecha en espíritu y verdad,
cuando es él mismo quien la exige? ¡Cuántos testimonios de su
eficacia no hemos leído, oído y creído!
Ya la oración del antiguo Testamento liberaba del fuego., de las
fieras y del hambre, y, sin embargo, no había recibido aún de Cristo
toda su eficacia.
¡Cuanto más eficazmente actuará, pues, la oración cristiana! No
coloca un ángel para apagar con agua el fuego, ni cierra las bocas
de los leones, ni lleva al hambriento la comida de los campesinos, ni
aleja, con el don de su gracia, ningún sufrimiento; pero enseña la
paciencia y aumenta la fe de los que sufren, para que comprendan
lo que Dios prepara a los que padecen por su nombre.
En el pasado, la oración alejaba las plagas, desvanecía los
ejércitos de los enemigos, hacía cesar la lluvia. Ahora, la verdadera
oración aleja la ira de Dios, implora a favor de los enemigos, suplica
por los perseguidores. ¿Y qué tiene de sorprendente que pueda
hacer bajar del cielo el agua del bautismo, si pudo también impetrar
las lenguas de fuego? Solamente la oración vence a Dios; pero
Cristo la quiso incapaz del mal y todopoderosa para el bien.
La oración sacó a las almas de los muertos del mismo seno de la
muerte, fortaleció a los débiles, curó a los enfermos, liberó a los
endemoniados, abrió las mazmorras, soltó las ataduras de los
inocentes. La oración perdona los delitos, aparta las tentaciones,
extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, recrea a los
magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las tormentas, aturde
a los ladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos, levanta a los
caídos, sostiene a los que van a caer, apoya a los que están en
pie.
Los ángeles oran también, oran todas las criaturas, oran los
ganados y las fieras, que se arrodillan al salir de sus establos y
cuevas y miran al cielo, pues no hacen vibrar en vano el aire con
sus voces. Incluso las aves, cuando levantan el vuelo y se elevan
hasta el cielo, extienden en forma de cruz sus alas, como si fueran
manos, y hacen algo que parece también oración.
¿Qué más decir en honor de la oración? Incluso oró el mismo
Señor, a quien corresponde el honor y la fortaleza por los siglos de
los siglos.
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·Novaciano, _La-Trinidad VIII,41.42:
"... introdujo en la tierra de la promesa a los descendientes de
los patriarcas, instruyó a los profetas con el Espíritu y por medio de
todos ellos prometió enviar a Cristo, su Hijo, y lo envió cuando
había prometido darlo. Por medio del cual quiso dársenos a
conocer y derramó sobre nosotros la abundancia de su
misericordia, dando a los pobres y a los menesterosos de la riqueza
de su Espíritu...".
Novaciano, La Trinidad, XXIX, 163-168:
"Mas el desarrollo lógico de nuestra exposición y la autoridad de
la fe, una vez expuestas ordenadamente las palabras y los escritos
del Señor, nos exhorta después de todo esto a creer también en el
Espíritu Santo, antaño prometido a la Iglesia y donado en el
momento oportuno prefijado. En efecto, el Espíritu fue prometido
por medio del profeta Joel, pero fue dado por medio de Cristo: 'En
los últimos días, dice, derramaré de mi Espíritu sobre mis siervos y
mis siervas' (Joel 2,28). Pero el Señor dice: 'Recibid el Espíritu
Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados,
y a los que se los retengáis les serán retenidos' (Jn 20,22-23). A
este mismo Espíritu Santo Cristo el Señor una veces lo llama
Paráclito, y otras afirma que es el Espíritu de la verdad. El cual no
es nuevo en el Evangelio, pero ha sido dado de manera nueva. En
efecto, este mismo por medio de los profetas acusó al pueblo, y por
los apóstoles ofreció sus asistencia a los gentiles. Porque aquéllos
que merecían la acusación, ya que habían despreciado la ley y, por
el contrario, aquellos que viniendo de la gentilidad creen, merecen
ser ayudados con el patrocinio del Espíritu, ya que desean
ardientemente llegar a la ley del Evangelio... Por tanto, un mismo e
idéntico Espíritu actúa en los profetas y en los apóstoles, salvo que
en aquéllos eventualmente, y en éstos siempre. Por lo demás, allí
no con el propósito de estar en ellos siempre, en éstos para morar
siempre en ellos. Y allí distribuido limitadamente, aquí en una total
efusión: allí otorgado con parsimonia, aquí concedido con largueza.
Sin embargo, no se manifestó antes de la resurrección del Señor,
sino que fue donado por medio de la resurrección de Cristo. En
efecto, decía: 'Rogaré al Padre y os daré otro abogado para que
permanezca con vosotros eternamente, el Espíritu de la verdad' (Jn
14,16-17)...Y dado que el Señor se iba a marchas al cielo,
oportunamente daba a los discípulos el Paráclito para no dejarlos
en cierto modo huérfanos, lo que no convenía en absoluto, y para
no abandonarlos sin protector y, por así decirlo, sin tutor. Este es el
que fortaleció sus corazones y sus inteligencias; el que aclaró los
misterios del evangelio; el que iluminó en ellos las realidades
divinas y robustecidos por él no temieron cadenas ni cárceles por el
nombre del Señor. Más aún, incluso pisotearon los poderes del
mundo y sus tormentos, armados y fortalecidos ya por medio de él,
poseyendo en sí mismos los dones que este mismo Espíritu reparte
y distribuye como ornato para la Iglesia esposa de Cristo. En efecto,
éste es el que suscita profetas en la Iglesia, enseña a los maestros,
confiere el don de lenguas, realiza prodigios y curaciones, opera
obras maravillosas, da el discernimiento de los espíritus, da el
poder de gobierno, sugiere los consejos y organiza y distribuye
cualquier otro don carismático. De este modo hace a la Iglesia del
Señor perfecta y acabada en todo y por todo. Este es el que en
forma de paloma, después que Cristo fue bautizado, vino y
permaneció sobre él, habitando plena y totalmente sólo en Cristo,
sin merma de cantidad o parte alguna, sino dado y enviado
concentradamente con toda su superabundancia, de suerte que
todos los demás puedan obtener de él un cierto disfrute de gracias,
quedando en Cristo de modo permanente la fuente de todo el
Espíritu Santo, para que de él fluyeran los ríos de los dones y de
las obras (maravillosas), mientras el Espíritu Santo habita
sobreabundantemente en Cristo. De hecho, esto lo decía ya Isaías
al profetizar...".
Novaciano, La Trinidad XXIX,169-171; XXX,173:
"Este es el que de las aguas opera un segunda nacimiento,
siendo como semillas de generación divina y consagrante del
nacimiento celeste, prenda de la herencia prometida y especie de
garantía escrita para la salvación eterna. El nos hace templo de
Dios y nos convierte en morada suya. El interpela en favor nuestro
los oídos divinos con gemidos indecibles, cumpliendo sus deberes
de abogado y manifestando la tarea de su defensa, dado como
inhabitante de nuestros cuerpos y como realizador de la santidad.
Actuando así en nosotros, conduce nuestros cuerpos hacia la
eternidad y la resurrección de la inmortalidad, mientras por sí mismo
los va acostumbrando a mezclarse con la potencia celeste y a
asociarse con la divina eternidad del Espíritu Santo. En efecto, en él
y por él se instruye a nuestros cuerpos a progresar hacia la
inmortalidad, mientras aprenden a moderarse con templanza
conforme a sus mandamientos. Este es el que expresa deseos
contra la carne, ya que la carne se resiste contra él. Este es el que
refrena las concupiscencias insaciables, doma los deseos
inmoderados, apaga los ardores ilícitos, domina los impulsos
ardientes, rechaza las embriagueces, reprime la avaricia, evita las
bacanales, anuda los vínculos de la caridad, estrecha los afectos,
rechaza las sectas, aclara la regla de la Verdad, refuta los herejes,
expulsa a los malos y custodia los evangelios... Nadie que se
encuentre en el ámbito del Espíritu jamás dice: 'Anatema sea
Jesús', nadie ha negado a Cristo como Hijo de Dios o ha rechazado
al Dios Creador, nadie pronuncia palabra alguna contra las
Escrituras, nadie establece principios distintos y sacrílegos, nadie
prescribe normas diversas. Quien contra él blasfeme, no tendrá
perdón, no sólo en este siglo, pero ni siquiera en el futuro... Y lo
que hemos dicho brevemente acerca del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, lo hemos expuesto de modo conciso y ha quedado
desarrollado en una nada amplia disertación".