REFLEXIONES

 

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Con gritos de júbilo, anunciadlo y proclamadlo; publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: “El Señor ha redimido a su pueblo”. Aleluya» (Is 48,20).

Colecta (compuesta con textos del Veronense y del Gelasiano): «Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado; y que los misterios que estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras».

Ofertorio (textos del Veronense y del Sacramentario de Bérgamo): «Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor».

Comunión: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” –dice el Señor–. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros» (Jn 14,15-16).

Postcomunión (del Gelasiano): «Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas».

Ciclo B

La Iglesia, a través de su liturgia, trata de abrirnos y hacernos dóciles a la acción interior del Espíritu Santo, subrayándonos la necesidad que tenemos de Él para vivir con autenticidad nuestra condición de miembros de Cristo y de su Iglesia. San Pablo nos recuerda que la grandeza del cristiano arranca del amor de Dios, que nos eligió para derramar sobre nosotros su amor mediante el don del Espíritu Santo.

Hechos 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se derramará también sobre los gentiles. La acción santificadora del Espíritu Santo es la que da universalidad a la misión de la Iglesia, como sacramento de salvación para todos los hombres. Fue un caso importantísimo el hecho de la recepción en la Iglesia de Cornelio, oficial romano. Una intervención especialísima del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia, como el mismo Cristo lo había profetizado. Oigamos a San Jerónimo:

«Verdaderamente se ha cumplido en vosotros la palabra apostólica y profética: “Su sonido llegó a la tierra entera, y a los confines del orbe su palabra” (Sal 18,5). Porque, ¿quién pudiera creer que la lengua bárbara de los godos buscara la verdad hebraica y, mientras los griegos dormitan y hasta contienden entre sí, la Germania misma escudriña los oráculos del Espíritu Santo? La mano poco ha callosa de empuñar la espada y los dedos hechos a tirar del arco se reblandecen para el estilo y la pluma, y los pechos belicosos se vuelven a la mansedumbre cristiana. En verdad me doy cuenta de que Dios no hace acepción de personas, sino que cualquier nación que teme a Dios y obra la justicia le es acepta (Hch 10,34-35)» (Carta 106 a Sumnia y Fretela sobre el Salterio).

Con el Salmo 17 proclamamos: «Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, revela a las naciones su justicia, se acordó de su misericordia y de su fidelidad en favor de la casa de Israel –de la Iglesia, de las almas–. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad».

1 Juan 4,7-10: Dios es amor. «La caridad de Dios ha sido derramada sobre nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,5). Se es cristiano en la medida en que se responde al amor de Dios y a su mandato de caridad. San Agustín repite que Dios es Amor:

«Aunque nada más se dijese en alabanza del amor en todas las páginas de esta Carta; aunque nada más se dijera en todas las páginas de las Sagradas Escrituras y únicamente oyéramos por boca del Espíritu Santo: “Dios es Amor”, nada más deberíamos buscar» (Comentario a la Primera Carta de San Juan 7,5).

«La fuente de todas las gracias es el amor que Dios nos tiene y que nos ha revelado, no exclusivamente con las palabras, sino también con los hechos. El amor divino hace que la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, el Hijo de Dios Padre, tome nuestra carne, es decir, nuestra condición humana, menos el pecado,. Y el Verbo, La Palabra de Dios es la Palabra de la que procede el Amor» (De Trinitate 9, 10).

San Gregorio de Nisa dice a este respecto:

«...Con tales flores aquel Artífice de los hombres adornó nuestra naturaleza a su propia imagen. Y si se desea seguir encontrando otras, con las que se expresa la divina belleza, te darás cuenta de que, en nuestra imagen, se ha conseguido cuidadosamente la semejanza. En la naturaleza divina está el pensamiento y la palabra. Está dicho en la Sagrada Escritura que en el principio existía la Palabra (Jn 1,1). También los posee el hombre. En ti mismo ves que tienes palabra y mente inteligente, verdadera imagen de aquella inteligencia y palabra. Dios es también caridad y fuente del amor mutuo. Así lo dice el apóstol San Juan: “El amor viene de que Dios es amor” (1 Jn 4,7-8). También el Creador de todas las cosas imprimió esta nota en nuestro rostro, pues dice: “En esto conocerán de que sois mis discípulos, en que os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13,35). Por tanto, si este amor mutuo falta en nosotros, todas las notas de nuestra imagen se han alterado» (Tratado sobre la obra del hombre 5),

Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. La misión que Cristo transfiere a su Iglesia es, fundamentalmente, misión de amor salvífico. «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi Amor» (Jn 15,9). Por ello, el misterio del amor del Corazón de Jesucristo será siempre el centro de la Iglesia. Véase el Evangelio del viernes de la quinta semana de Pascua.

 

1.

Ser cristiano es, fundamentalmente, estar dispuesto a amar. Con eso sería suficiente y maravilloso, porque si 740 millones de católicos nos decidiésemos, de verdad, a vivir amando a Dios y a los hombres, el mundo recibiría un impacto superior al de la bomba atómica del Japón y, desde luego, de signo absolutamente contrario. Lo que pasa es que hemos recibido el mandato del Señor y lo hemos archivado conveniente- mente reduciéndolo a unas frases ampulosas tras de las cuales se esconden magras realidades. Es cierto que en la Iglesia hay maravillosas muestras prácticas de amor a Dios y a los hombres (yo estoy pensando, por ejemplo, en tantas leproserías, tanto hospitales, tantos asilos, tantos hombres y mujeres que han optado por los débiles, por los ignorantes, por los arrinconados, por los enfermos, por los que no tiene nombre, ni talla, ni cargo, ni nada) pero no menos cierto que muchos de nosotros, que vivimos confundidos con el mundo, lo estamos tanto que apenas se nos distingue porque vivamos amando a Dios y los hombres en los que intentamos ver sus rasgos.

Y, sin embargo, en este mandamiento de Cristo que hoy nos repite Juan en su carta y en su evangelio, seguramente porque recordaba la intensidad con la que había predicado Jesucristo, está el secreto del cristianismo y, sin duda, el secreto de que el mundo perdiera su terrible fisonomía para convertirse en un lugar de encuentro entre todos los hombres. ¡Lástima que desaprovechemos tanta energía!

ANA MARIA CORTES
DABAR 1985/27


2. V/CULTO

La Fe tiene que llevarnos a la Vida, y la Vida a la Celebración; nosotros hemos aprendido a dar el salto de la Fe a la Celebración, saltándonos la Vida, y nos hemos quedado tan tranquilos. Los datos nos confirman esta suposición: el interés por los ritos -no por la vida que nos lleva al rito-; los ritos hechos porque sí; cuantos más, mejor; sin buscar su contenido, su significado; con sentido mágico; lo que no hacemos en la vida, pretendemos que lo supla la "magia" (con el moribundo, con los sacramentos, con bendecir panes y aguas); y lo vemos y confirmamos esta falta de vida en lo llenas que están ciertas celebraciones -especialmente aquéllas que tiene algo especial, que les dan más sentido "mágico": fiestas de patronos con bendición de lo que sea, miércoles de ceniza, etc. -y en lo vacías que están las llamadas a un cristianismo comprometido con la realidad de la vida; y lo vemos en el rechazo de ciertas personas con sentido crítico, que ven lo que estamos haciendo los cristianos -al menos unas buenas mayorías- y lo encuentran ridículo; y lo vemos incluso en las encuestas -véase una encuesta realizada recientemente por CIS, sobre la religiosidad cristiana en España-, donde se nos viene a decir que son los mayores de cuarenta años, los menos cultos y los más conservadores los que se adhieren con mayor fervor a las enseñanzas de la Iglesia; algo muy doloroso, pero que ahí está.

Así que hay muchos cristianos de fe-teoria y ritos, y pocos de fe, vida y celebración; las consecuencias no pueden ser más evidentes. Y nuestra necesidad más apremiante tampoco: aceptar las palabras de Jesús, vivir amándonos unos a otros. Los cristianos de teorías y ritos son muchos, pero están desacreditados y van menguando. La solución es volver al auténtico estilo del Evangelio, y así podremos continuar realizando nuestra misión de ser sal y luz, de llevar una Buena Noticia a los hombres -que muchas veces no llevamos-; y el mundo, no lo olvidemos, está necesitando urgentemente esa Buena Noticia, esa Sal y Luz. Como tampoco podemos olvidar que el mundo actual, gracias a la ciencia y a la cultura, no "traga" -felizmente- con muchas de las cosas que ve en los ambientes religiosos -cosas que, si las analizamos, veremos que son religiosas, pero no evangélicas-, aunque, tristemente, el abandonarlas a veces sin sentido crítico, sin distinguir la paja del grano, abandona también el Evangelio. El mundo actual es muy sensible ante los problemas del hombre y se fija en y admira a todo lo que va en favor del hombre, e ignora y desprecia todo lo que va en contra del ser humano, como hacen muchas formas de "religiosidad", que pasan por alto lo humano y los problemas del hombre.

El cristianismo "a lo antiguo" no tiene futuro; quedarán algunas cosillas como anécdota, folklore o tradición, pero nada más. Y la solución no es empeñarse en mantener todo eso a la fuerza; menos aún cuando la misma Iglesia dio todo eso por terminado, de forma "oficial". con el Concilio Vaticano II. Y aunque no faltan nostálgicos que desean volver al pasado, lo cierto es que nos queda muy por delante el alcanzar ese estilo de vida que esté basado en el mandato de Jesús: "amaos unos a otros; os lo repito: en esto conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis unos a otros" (Cf. Jn. capítulos 13 al 16).

LUIS GRACIETA
DABAR 1985/27


3.

La gran perversión de la fe cristiana ha estado -y sigue estando- en concebirla esencialmente como relación a Dios, de donde se deriva secundariamente la caridad hacia los demás. En este sentido resulta sorprendente que los tratados teológicos sobre la fe no hayan hablado para nada de su carácter comunitario. Este aspecto esencial de la vida cristiana se ha dejado para el tratado sobre la caridad, de la que los teólogos han hablado no en términos comunitarios de igualdad, sino en la forma abstracta de "hacer el bien". Y esto precisamente ha sido lo que más daño ha hecho al ideal comunitario del Nuevo Testamento. En otras palabras, lo que más ha pervertido, paradójicamente, el mensaje central del Nuevo Testamento ha sido la doctrina sobre la "caridad". Porque, al hablar de "hacer el bien" y no de "hacer comunidad", cada cristiano se ha sentido satisfecho con la sola práctica de la beneficencia o con los sentimientos bondadosos que abrigaba hacia los demás, pero no se inquietaba por el hecho escandaloso de la Iglesia tal como existe, marcada por diferencias y distancias irritantes.

JOSE MARIA CASTILLO
DABAR 1979/32


4.

Si hay algo claro en las lecturas de hoy es que para Dios no hay acepción de personas; que para Dios sólo hay hombres a los que ama profunda y totalmente porque son hijos suyos.

Y si hay algo claro en la historia de la Humanidad, es que es una historia de "apartados":

Los blancos separan a los negros y los eliminan de la vida pública.

Los ricos viven alejados de los pobres y los marginan.

Los inteligentes desprecian a los ignorantes.

Los poderosos sojuzgan a los débiles y los dejan confinados a sus estrechos límites. Los aristócratas no alternan con los villanos, a los que "desconocen" a todos los efectos.

Siempre ha sido así y lo es todavía porque, aun cuando dulcificadas y adaptadas al nuevo estilo, las barreras que separan a los hombres entre sí tienen hoy rabiosa actualidad.

Hay una explicación para este hecho: la falta de amor. El hombre no es capaz de amar al hombre por encima de los intereses económicos, políticos o de clase.

Pero entre las barreras que han sido y son, se me antoja que una es especialmente dolorosa y desde luego inexplicable: la que separa a los hombres por razón de su religión, sobre todo si esta religión es la cristiana.

DABAR 1976/32


5.

Date cuenta
de la energía creadora
que hay en tu corazón,
capaz de renovar la vida.
Date cuenta
de que eres dichoso en la medida
en que quieras serlo:
Basta sonreír, compartir, vivir.
Date cuenta
que el sol jamás se cansa de calentar
ni el agua de dar vida
ni la tierra de germinar.
Date cuenta
que mañana puede ser mejor:
puede haber más paz, más fraternidad,
más contento, más deseos de vivir.
Date cuenta
que todo es posible para el que cree
en las alondras, en los niños,
en los hombres, en uno mismo,
en Dios.

                                                         G. MATEU


6. A/DESCREDITO.

EL DESCREDITO DEL AMOR

Nuestro mundo está dejando de creer en el amor. El amor que circula, del que se habla y con el que se trafica, es sólo gato por liebre. Es un sucedáneo, un amor manipulado e instrumentalizado al servicio de los intereses. Y así el amor está perdiendo su fuerza social, su carácter de vínculo familiar, su exigencia de lealtad en las amistades. El amor romántico no es más que una ilusión temporal que pasa con los años y la experiencia.

Se dice y se repite hasta la saciedad que el amor no ha resuelto ningún problema social. Aunque está por ver y demostrar si la violencia y la guerra han resuelto algo y para quién lo han resuelto. El amor está siendo suplantado también en las relaciones de la pareja. Y no porque se haya introducido el divorcio, sino porque ha tenido que ser regulado por ley para salir al paso de la debacle familiar como consecuencia de la pérdida del amor. También aquí está siendo sustituido, con ventaja según algunos, por unas relaciones amorosas, efimeras, no vinculantes. Y se está retirando también de la amistad de los amigos, que usan y abusan unos de otros para sus intereses, sus negocios y sus ambiciones personales.

El amor ha perdido credibilidad, se ha degradado, devaluado. Y es que en una sociedad mercantilizada, donde privan los contratos y los pactos, los intercambios y el juego de intereses, no hay espacio para la gratuidad. En una sociedad planificada y superorganizada, donde se busca desesperadamente la seguridad, no hay sitio para lo sorprendente. En una sociedad abrumada de leyes y reglamentos, de estatutos y normas, apenas queda margen para la espontaneidad. En una sociedad donde el tiempo es oro y la vida un negocio, no hay lugar para lo superfluo, para el ocio.

Y el amor es así: gratuito y gratificante, sorprendente e imprevisible, espontáneo, superfluo, ocioso. Lo otro es rutina, cálculo, negocio, no es amor, sino un sucedáneo inoperante y que a nadie satisface.

Y ese amor, que estamos perdiendo, ese amor en el que ya no creemos, ese amor que estamos sustituyendo por cualquier producto del mercado, ese amor increible es la única fuerza en la que podemos creer, si de verdad creemos, por lo menos, en la vida.

EUCARISTÍA 1982/24


7. CR/QUE-QUIEN-ES

UN CRISTIANO DEL SIGLO II

"En cuanto al misterio de la religión propia de los cristianos, no esperes que lo podrás comprender de hombre alguno. Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres. En efecto, en lugar alguno establecen ciudades exclusivas suyas, ni usan lengua alguna extraña, ni viven un género de vida singular. La doctrina que les es propia no ha sido hallada gracias a la inteligencia y especulación de hombres curiosos, ni hacen profesión -como algunos hacen- de seguir una determinada opinión humana, sino que habitando en las ciudades griegas o bárbaras, según a cada uno le cupo en suerte, y siguiendo los usos de cada región en lo que se refiere al vestido y a la comida y a las demás cosas de la vida, se muestran viviendo un tenor de vida admirable y, por confesión de todos, extraordinario. Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne. Están sobre la tierra, pero su ciudadania es la del cielo.

Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se les desconoce y, con todo, se les condena. Son llevados a la muerte y con ello reciben la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Les falta todo, pero les sobre todo. Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra. Son calumniados, y en ello son justificados. Se les insulta y ellos bendicen. Se les injuria y ellos dan honor. Hacen el bien y son castigados como malvados.

Ante la pena de muerte se alegran como si se les diera vida. Los judíos les declaran guerra como a extranjeros y los griegos los persiguen pero los mismos que les odian no pueden decir los motivos de su odio".

CARTA A DIOGNETO
Texto castellano en Ruíz Bueno:
"Padres Apostólicos, BAC, Madrid, 1950


8. ES/VCR.

Faltan sólo quince días para terminar la cincuentena pascual.

Quince días de fiesta. El peligro que acecha ahora a la comunidad cristiana es el decaimiento o la merma de entusiasmo; el cansancio. Está resultando una fiesta larga, prolongada. Por eso, los pastores, al presidir a la asamble, deben pedir a Dios con todas sus fuerzas "continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado" (Colecta).

Por otra parte, hay que seguir motivando a la asamblea para que el clima de alegría no decaiga; para que el entusiasmo provocado por la resurrección del Señor no quede mermado. En ese sentido será bueno proclamar con el máximo vigor que la comunidad cristiana, inmersa en el misterio pascual de Cristo, está llamada a vivir con él en comunión de amor, animada por el Espíritu.

-El Espíritu que anima a los Apóstoles.

A partir de la resurrección el Espíritu es el que mantiene unidos a los discípulos de Jesús, el que les da aguante para resistir y superar el miedo a los "judíos"; el que ilumina su corazón para reconocer al Señor "al partir el pan" y confesarle vencedor de la muerte y Mesías. Este mismo Espíritu les capacitará en la mañana de Pentecostés, para ser testigos de la resurrección, para anunciar el mensaje de salvación y proclamar a Jesús vivo y glorioso. Finalmente, el Espíritu les dará fuerza para denunciar el crimen de los judíos y seguir predicando a Jesús, contra viento y marea, hasta la entrega de su vida.

-Derramado también sobre los gentiles.

En realidad hay que atribuir al Espíritu la proyección misionera del mensaje cristiano. En un primer momento los Apóstoles limitaron su predicación a los de su raza, a los judíos. Fue el Espíritu quien les abrió los ojos y les hizo descubrir que "Dios no hace distinciones", que la salvación de Dios es una oferta universal, abierta a todos los hombres, judíos o gentiles, esclavos o libres. A esto hace referencia la primera lectura. Por eso nos dice Lucas que "los creyentes circuncisos... se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles".

-También nosotros hemos recibido el Espíritu en el bautismo.

Este mismo Espíritu es el que hemos recibido también nosotros inicialmente en el bautismo, y posteriormente, de manera más plena, al recibir el sacramento de la confirmación. Este Espíritu es el que nos mantiene en la unidad, el que hace presente al Señor en medio de nosotros, el que inspira nuestra oración y el que hace posible la confesión de nuestra fe.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985/10


9. PAS/FIESTA-LARGA.

-LA PASCUA, UNA FIESTA LARGA

La Cincuentena es larga. No estamos acostumbrados a que una fiesta dure tanto. Y sin embargo nuestro calendario cristiano nos invita a celebrar la alegría pascual durante siete semanas "como un solo y único día de fiesta". La Pascua es más importante que la Cuaresma para la comunidad cristiana.

La oración de hoy pide a Dios "continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo Resucitado".

La aspersión al inicio de la Misa, como recuerdo dominical del Bautismo, puede seguir siendo un elemento distintivo de este tiempo.

También hay otra clave para dar a las últimas semanas del Tiempo Pascual una cierta novedad: el recuerdo de la Virgen María, en el mes de mayo. Como Ella, sin quitar nada de centralidad al Señor, fue buena Maestra para que celebráramos bien al Adviento, la Navidad y la Epifanía, así también Ella, por su cercanía a Cristo en su camino de la Cruz, Resurrección y envío del Espíritu, nos puede ayudar a vivir mejor Cuaresma, Pascua y Pentecostés. Porque fue la mejor discípula, puede ser una buena Maestra para la comunidad pascual que se deja llenar del Espíritu.

Hoy, además, es el "día del enfermo" en España, bajo un lema significativo: "Jesús es la salud". Es una perspectiva que enlaza la Pascua con esta realidad tan palpitante del enfermo y de la cercanía de la comunidad cristiana a él en nombre de Jesús Resucitado. Una alusión en la monición inicial, y luego en la homilía, y un par de peticiones en la oración universal, darán a la celebración un oportuno tono de recuerdo y oración por los enfermos.

-PRIMERA CONSECUENCIA DE LA PASCUA: EL AMOR
A/FRUTO DE LA PASCUA

El mensaje de hoy, en el contexto de la Pascua, es claramente el amor, como aplicación a la vida de una comunidad seguidora del Resucitado. El amor es el mandamiento por excelencia, nunca del todo aprendido ni cumplido. En la segunda lectura se nos da la densa definición: Dios es amor. El es la plenitud del amor, el que primero ha amado y sigue amando. La iniciativa siempre es y sigue siendo de El.

Este amor de Dios lo hemos experimentado en Cristo, su Hijo.

"Como el Padre me ha amado, así os he amado yo". En Cristo, sobre todo en su entrega de la Cruz y en su Resurrección, hemos visto tanto el amor de Dios hacia la humanidad, como el amor de respuesta de nuestro mejor representante, Cristo Jesús.

La consecuencia que Cristo saca de estas dos premisas es sorprendente en cierto sentido: en vez de pedirnos que le amemos a El o a Dios, nos pide: "que os améis los unos a los otros".

Incluso con la misma medida que El nos ha mostrado, dando la vida por los demás. La segunda lectura saca también la misma consecuencia: "amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios".

-APLICACIONES VIVENCIALES DEL AMOR PASCUAL

La Nueva Vida de Cristo y la acción del Espíritu Santo (protagonista que en las últimas semanas de Pascua aparece con frecuencia) nos invitan a nosotros, como a la primera comunidad, a cambiar el estilo de vida y a concretar este amor a los demás como respuesta al amor que Dios nos ha mostrado en la Pascua.

Nuestra vida, tanto en la familia como en la sociedad o en la comunidad religiosa, nos ofrece continuas ocasiones para ejercitar este primer mandamiento del amor, en la práctica, hecho detalle, cercanía, comprensión, perdón, ayuda generosa.

La primera comunidad tuvo una buena ocasión de ser "universal" en su amor y aceptación de las personas: el episodio de la familia de Cornelio, pagano, merece la pena de valorarse como prototipo de la actitud de acogida que tenemos que mostrar en nuestra vida.

El amor de Dios, en la Pascua de Cristo y en la donación de su Espíritu, se nos ha mostrado universal: por eso nuestro amor también lo tiene que ser. Jóvenes y mayores, cultos y menos cultos, clero y laicos, oriundos y emigrantes... tenemos muchas ocasiones de mostrar la "catolicidad" de nuestro amor.

El mundo de los enfermos, hoy de modo especial, es otro campo de actuación que más o menos a todos nos toca de cerca. Cristo Resucitado, salud total del espíritu y del cuerpo, quiere alcanzar a todos, también y de modo entrañable a los enfermos, y ahora lo hace a través nuestro, de la comunidad o de cada uno de los cristianos seguidores suyos. Ahora su cercanía, su mano que ayuda, su cara que acoge, su palabra que anima somos nosotros. El enfermo le experimentará cercano cuando nos vea a nosotros cercanos. Entonces sí seremos" pascuales": porque habremos asimilado una de las actitudes más características de Jesús: su cercanía a los enfermos.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991/08


10. A/SIGNO-RS.

EL SIGNO DEL AMOR (2ª lectura y evangelio)

-La presencia de Cristo resucitado en el mundo tiene lugar especialmente a través del signo del amor. Por eso el evangelio de hoy insiste en el mandamiento dado por Cristo a sus discípulos: "Permaneced en mi amor"; "Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros". Y la segunda lectura relaciona explícitamente el amor fraterno a la misma fuente divina de la que procede la fuerza de la resurrección: "Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios".

-Hay que tener muy presente que el amor fraterno sólo será signo claro de la fuerza de la resurrección de Cristo, cuando sea verdaderamente de Dios, es decir, cuando no se reduzca a una mera filantropía. Este origen divino del amor cristiano queda señalado en las dos lecturas que comentamos. En el evangelio, Cristo nos exhorta a mantenernos en el amor que él tiene para con nosotros, y su amor es el mismo con el que es amado por el Padre: "Como el Padre me ha amado, asi os he amado yo". Y la primera carta de san Juan lo dice de modo aún más diáfano" "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados".

-No obstante -y esto aparecerá más claro en la segunda lectura del próximo domingo-, todo amor sincero, aunque no presente explícita referencia a Dios, contiene ya un germen divino. Todo amor genuino se halla indisolublemente unido a la vida. El que ama, engendra vida; el que odia, causa muerte. Esta ley del amor ha recibido su consagración definitiva a través de la muerte y resurrección de Cristo. La causa de la muerte de Cristo fue el odio de sus enemigos. Pero también fue el fruto del amor de Cristo a los hombres. Como el amor es más fuerte que el odio, al fin la vida triunfa sobre la muerte. De este modo, la Pascua de Cristo ha transformado maravillosamente la ya maravillosa fuerza del amor. Desde el momento en que Cristo deshace con poder los lazos de la muerte, el amor, todo amor, recibe esta misma virtud de vencer el imperio de la muerte. Por ello, el fruto más deseable de la renovación pascual y el signo máximo de la presencia de Cristo resucitado es el aumento de amor entre los hermanos.

JOAN LLOPIS
MISA DOMINICAL 1973/02


11.

-EL DOMINGO DE LA EVANGELIZACION IMPULSADA POR EL ESPIRITU SANTO

Metidos ya en la segunda mitad del tiempo pascual, parece que la Iglesia no quiere que decaiga el ánimo en la celebraci6n de esta cincuentena y, enseguida de comenzar la celebración de la misa de hoy, en la oración colecta, pide a Dios "continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado". Un fervor que es también un grito misionero: "publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: el Señor ha redimido a su pueblo. Aleluya" (antifona de entrada). Estos sentimientos los expresaremos también en el Salmo responsorial: El Señor revela a las naciones su justicia. Podríamos decir que, en el tiempo Pascual, este sexto domingo es análogo al día de Epifanía dentro del ciclo de Navidad: un domingo en el que se nos presenta la acción del Espíritu Santo en la tarea evangelizadora universal.

El contacto con los gentiles planteó a los primeros cristianos la necesidad de adaptarse a ambientes culturales no judíos, sin por ello traicionar lo esencial del mensaje de Jesús. Los creyentes circuncisos tuvieron que aceptar que no tenian la exclusiva del Espíritu Santo (cf. primera lectura). Hoy día, en una nueva cultura como la que estamos, se nos plantea la necesidad de volver a las fuentes del Evangelio para reencontrarnos con lo esencial del mensaje de Cristo y ofrecerlo al hombre de nuestro tiempo, dejando a un lado lo que pudieran ser adherencias de otras épocas. Ello exige una tarea de discernimiento por parte de toda la Iglesia. Nos hace falta, pues, ayudar a los hombres de hoy a encontrarse con Cristo, asumiendo como preparaci6n evangélica, como obra del Espiritu Santo, todo lo bueno y positivo que hay en la propia cultura y estilo de vida actual para la persona humana.

Requiere, por nuestra parte una actitud abierta, de verdadero diálogo, de búsqueda en sintonía con el Espíritu, de fuerte comuni6n con una Iglesia con la que cuenta el Espíritu Santo para seguir actuando en el mundo de hoy.

-EL SACRAMENTO DEL AMOR

La salvación universal es obra del amor de Dios. Y la Eucaristía es la presencia viva de Dios que es Amor, que nos introduce en el misterio de su vida divina. De ello nos hablan hoy la segunda lectura y el evangelio: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Jesús, antes de dejarnos para subir al Padre, nos acaba de revelar quién es Dios y el camino para conocerlo: que os améis unos a otros como yo os he amado. Aqui está la clave de la vida de la Iglesia y todo lo que sea buscarla por otro lado será dar palos de ciego.

-ENVIADOS DESDE LA EUCARISTÍA PARA SER TESTIGOS DEL AMOR

Vivir siempre en esa actitud de entrega hasta dar la vida, no es fácil, ni puede hacerse sin la gracia de Dios. Comulgando, Cristo nos enrola en la dinámica de su vida entregada por amor. Por eso san Juan, hoy nos recordará muy bien que si podemos conocer a Dios amándolo, es porque él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados. Siempre que celebramos la Eucaristia el Padre nos está amando, sigue enviando a su Hijo y éste nos hace agradables a Dios. Y aqui nos sigue recordando que os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure: desde la Misa somos siempre enviados a ser testigos de que el Señor ha Resucitado, amándonos mutuamente.

-TENER EN CUENTA A LOS CANDIDATOS A LA CONFIRMACIÓN

Por el especial énfasis de la liturgia de hoy sobre el papel del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y de cada cristiano, los que se están preparando para la Confirmaci6n deberán tener una presencia cualificada en la celebraci6n, ocupando quizás un lugar reservado para ellos, teniéndolos presentes en las peticiones de la oración de los fieles y con referencias en la homilia que les ayuden a identificarse como miembros valorados y reconocidos por la asamblea. Algunos de ellos podrían hacer las peticiones y participar en la procesión de ofrendas.

ÁNGEL GÓMEZ
MISA DOMINICAL 1994/07


12. J/NORMA

Señor, tú lo sabes.
las normas me ponen nervioso.
Francamente, no me gustan.
Prefiero metas hacia las que caminar.
Me va más el París-Dakar
que las carreras en pista marcada.
A ti también te gusta más
el espíritu que la letra.
Sé que hoy las circunstancias
son muy variables e imprevisibles.
Sé que las normas caducan
aún antes de publicarse.
Pero esto me afecta poco
porque Tú eres mi norma
y te llevo dentro de mí.
Gracias, Señor.

EUCARISTÍA 1995/24


13.

Consejos al visitar a un enfermo

ENFERMOS/VISITA

He aquí unas sugerencias que pueden ayudar a quienes visitan a los enfermos, escritas por dos capellanes de la Clínica Universitaria de Navarra, Miguel A. Monge y José Luis León. Ellos nos advierten que nuestra presencia puede dar alivio y consuelo, pero también puede molestar y añadir nuevo sufrimiento:

1. Al entrar en la habitación hay que mirar a la cara al enfermo. En un segundo entenderemos si molestamos o si nuestra presencia es grata.

2. En los casos de enfermos graves convienen hablar poco, en tono suave y trasmitiendo calma, serenidad, esperanza.

3. A los que han pasado por el quirófano, visítales dos o tres días después de la operación, a no ser que seas de mucha confianza.

4. Que la visita sea corta; se han de evitar las tertulias en la habitación del enfermo para no cansarle o fatigarle. Puede tener necesidades perentorias que no se atreva a pedir.

5. Mejor optar por el silencio escuchando sus penas, sus rebeldías y sus cansancios; comprende sus reacciones y no te escandalices de ellas; responde con una sonrisa sincera y una actitud bondadosa. Intenta sintonizar con sus sentimientos.

6. El calor humano, ponerse a su disposición para pequeños servicios, no dar sensación de prisa, no mirar al reloj, no referir nuestras obligaciones, un pequeño obsequioÉ son detalles que le pueden ayudar a abrirse.

7. El enfermo necesita alivio, no le satures con lamentaciones, penas, preocupaciones, problemas, desgracias o cosas negativas. Es él quien se tiene que descargar. Está prohibido hablar de enfermedades y de otros enfermos.

8. Distráele de sus preocupaciones y si te es posible, hazle reír y olvidarse de su dolor cuantas veces puedas.

9. No llores ante el enfermo, no necesita compasión, necesita tu comprensión y que le contagies confianza y esperanza. Infúndele ánimo y ganas de luchar.

10. Evita palabras vacías, frases hechas, sermones, broncas o consejos pesados.

11. Como los contemporáneos de Jesús, lleva al enfermo junto Jesús, ponlo a sus pies. Que escuche a Jesús.

12 Reza por el enfermo y, si lo desea, reza con él. Ayúdale a recorrer su camino hacia Dios y respeta su ritmo. Dios es el más interesado en que alcance la santidad.


14.

 En el amor de Cristo

Las lecturas dominicales del Tiempo Pascual son como oasis en el agotador tráfago de nuestra vida. En ellas bebemos las refrescantes aguas de una Palabra, que nos habla de dimensiones insondables para nuestras vidas.

El evangelio remonta el vuelo y nos lleva a una cumbre impensable para los pobres mortales. Primero nos descubre las dimensiones divinas del amor que Cristo nos tiene: "Como el Padre me ha amado, así os he amado". Después nos asoma a un abismo estremecedor para mucho de nosotros: "Permaneced en mi amor".

Hay una lógica aplastante en todo ello. Como dice von Balthasar: "Si Cristo ha compartido todo con nosotros, toda la insondable profundidad del amor de Dios y nos ha elegido para vivir en ella, ¿no es lo más natural que nosotros, nos conformemos con ese todo, fuera del cual no hay más que la nada?".

Pero Cristo no nos quiso asustar. Todo lo contrario, tanto dará de su parte que nos dice: "Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a su plenitud". Y, para cuando nos sintamos sin fuerzas en esta tarea de amor que impone la vocación cristiana, prosigue diciendo: "Soy yo quien os elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto... De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé".

Esta atmósfera de amor, en la que se convierte la vida cristiana según las palabras de Cristo, no es una evasión de falsos misticismos. Exige una prueba muy palpable: "Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado". Sólo está en la verdad quien se abre a estas anchuras, según Cristo: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando".

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
No. 207 - Año V - 4 de mayo de 1997