34 HOMILÍAS PARA EL IV DOMINGO DE PASCUA
1-9

1. ISRAEL: PUEBLO DE PASTORES. J/BUEN-PASTOR: /Ez/34/13.

Desde siempre había sido el pueblo de Israel un pueblo ganadero: "Nosotros, tus siervos, somos pastores desde nuestra infancia hasta hoy, y lo mismo fueron nuestros padres" (Gn 47. 3).

Pastores fueron muchos de sus héroes: Moisés, que "apacentaba el rebaño de Jetró" (Ex 3. 11); David, a quien Yahvé "sacó de los rebaños de ovejas para que apacentase a Jacob, su pueblo" (Sal 78. 70-71); Amós, que procedía de los pastores de Tecna (Am 1.1). Nada tiene de extraño que la figura del Mesías se dibujara preferentemente con tintas extraídas de la vida pastoril.

Las profecías habían ido acumulando rasgos que perfilaban claramente la imagen de quien iba a ser el gran Pastor de los tiempos venideros. Será "un pastor único", dice Ezequiel: "recogeré las ovejas de en medio de las gentes, las reuniré de todas las naciones y las llevaré a su tierra y las apacentaré sobre los montes de Israel" (Ez 34. 13). "Yo mismo congregaré las ovejas que quedan de todos los países en que las he dispersado, y las volverá a sus praderas, y crecerán y se multiplicarán" (Jr 23. 3). La solicitud del pastor se anuncia con acentos commovedores en Is 40. 11: "Apacentará a su rebaño como pastor, lo reunirá con la mano; llevará en su propio seno los corderos y cuidará de las paridas".

El mismo Pastor promete más aún en Ez 34. 16: "Buscaré la oveja perdida, traeré la extraviada, vendaré la perniquebrada y curaré la enferma". Jesús es ese Pastor prometido: "Yo soy el Buen Pastor". Ha venido al mundo para congregar el rebaño de Dios, para recogerlo de su extravío, para guiarlo, para defenderlo, para alimentar con su doctrina y con su vida, para conducirlo hasta el prado definitivo, junto a las aguas de la vida.

Cuanto estaba predicho en las minuciosas descripciones proféticas, Cristo lo ha llevado a feliz cumplimiento. Él es el Pastor único soñado por Ezequiel. Pero hay algo más, hay algo que los lectores de los viejos libros no pudieron jamás imaginar: tanto ama el Pastor a su hatajo, a su "pequeño rebaño", que va a morir por él. "El buen Pastor da su vida por las ovejas". Y él lo va a demostrar muy pronto, va a derramar toda su sangre para que el rebaño se ponga a salvo.

El rebaño y cada una de sus ovejas. Jesús asegura que conoce y llama a cada una de las ovejas "por su nombre". A-D/PERSONAL: El ardoroso pensamiento de ·Pascal-B: "la gota de sangre" derramada por el individuo Blas Pascal, encuentra aquí una base inconmovible. Pablo se había repetido ya muchas veces, en su intimidad, ese mismo pensamiento antes de decírselo a los Gálatas (/Ga/02/20): "Me amó y se entregó por mí". Por mí, por este hombre que soy yo, con mi apellido y mi historia, con mis miedos y mis alegrías, con esta voz mía que él distingue entre todas.

Yo sé que aunque me encontrase de noche malherido, disfrazado, medio sepultado en la nieve, entre otros mil combatientes moribundos, mi perro vendría hasta mí, sin pérdida, sin confusión posible. Yo sé también que, en el último cabo del mundo, perdido en medio de la muchedumbre, el Señor me reconoce, me llama por mi nombre, según la tierna clave que guarda en secreto. En este tiempo en que reina la técnica, en este tiempo de guerra fría, de la competencia a muerte y del desentenderse de los demás, un tal acento de ternura, unas tales promesas y una tal pureza de amor, parecen increíbles. Escuchad estas crueles palabras de un existencialista de nuestros días: "Hay dos clases de pastores: a los que les interesa la lana y los que se interesan por la carne. Ninguna de las dos clases interesa a las ovejas". Rompiendo este círculo infernal, Cristo grita a los hombres el amor del buen pastor, que da su vida por sus ovejas. "Todos los que han venido antes que yo son ladrones y salteadores" y todos los que vengan después de mí sin este espíritu de amor hasta la entrega de la propia vida. son igualmente ladrones y salteadores. Todos los que intentan convertirse en amos de los hombres, son ladrones y salteadores; sólo hay una manera de "apoderarse" de ellos, de tomar posesión de los hombres, servirlos hasta el sacrificio. El que se entrega, salva a los otros. El que utiliza a los otros, les da muerte.


2. 

A Jesús le gustaba partir de las costumbres y experiencias de sus oyentes para comunicar su mensaje. Este relato del buen Pastor es una de las mejores muestras de ello.

La imagen que Jesús presenta ahora "a los fariseos" supone un redil en el campo hecho con muros de piedra o con una simple empalizada de madera, en el que se guardaban por la noche las ovejas de varios pastores. Un guardián, que hacía al mismo tiempo el oficio de portero, velaba durante la noche para defender los rebaños de posibles robos, mientras los pastores solían retirarse a descansar a una tienda. Si los pastores tenían que ir al aprisco, entraban por la puerta que les abría el guarda; en cambio, el que iba para robar o para vengarse en las ovejas de su vecino, lo hacía calladamente saltando la cerca. Por las mañanas los pastores iban en busca de sus respectivos rebaños entrando por la puerta que les abría el vigilante.

Espabilaban a sus ovejas con sus llamadas características, y éstas acudían al reconocerlas. Era frecuente que las llamaran por sus nombres. Todavía en la actualidad hay pastores que dan nombres, al menos, a los principales animales de su rebaño. Una vez reunidas en torno suyo, las sacaba fuera y se ponía delante de ellas, a diferencia de Occidente, en que los pastores suelen ir detrás. De tiempo en tiempo les lanza un grito agudo para que ninguna se desvíe. Ellas, que conocen su voz, le siguen. Pero si un extraño lanza el mismo grito, se paran y levantan las cabezas alarmadas, al no conocer la voz del extraño... Los oyentes de Jesús tenían en la mente todo este cuadro cuando les contaba este relato .

-"El que entra por la puerta es pastor de las ovejas". A Jesús le preocupan las personas, vive para su servicio. Por eso es pastor legítimo. Vino a servir al hombre, jamás a servirse de ellos. Entrar por la puerta significa imitar el modo de actuar de Jesús, ser signo en el mundo de su presencia y de sus actitudes a través de un servicio desinteresado a los hombres.

El verdadero pastor de ovejas conoce a todas y a cada una de las suyas. Jesús parte de esta realidad para decirnos cómo es su relación con nosotros. Afirma que nos conoce a cada uno por el nombre, que tiene de nosotros un conocimiento amoroso. Nos conoce a cada uno de nosotros mejor que cada uno de nosotros se conoce a sí mismo. Un conocimiento amoroso que implica un profundo respeto hacia todos y cada uno de los hombres. "Conocer por el nombre" significa invitarnos a cada uno a desarrollar las propias capacidades y a ponerlas libremente al servicio de los demás.

La Iglesia, la comunidad cristiana no es una masa de gente anónima manejada por un "líder" lejano. Es un pueblo, una familia. En ella, las relaciones con Jesús y de unos con los otros tienen que ser personales para que sean verdaderas. Es nuestra vida entera, tal como es, la que debe entrar en relación con Jesús y con los demás. Una relación personal que nos hace personas responsables.

La sociedad tiende a convertirse y a convertirnos en una masa cada vez más anónima, dejándonos profundamente insatisfechos: no somos amados por nosotros mismos; somos una simple cifra en clase, en el trabajo, en la seguridad social... No existe la relación de amistad.

Jesús nos valora, nos ama y nos libera a cada uno de nuestra soledad y de nuestro individualismo. La Iglesia debe tender a convertirse en una comunidad de comunidades personales y personificadoras, en una familia de familias, si quiere ser fiel a su maestro. -"Y las saca fuera". Jesús quiere que salgamos de nuestra inmadurez y de todo lo que nos impide ser nosotros mismos. Por ello, su misión de pastor enviado por Dios consistirá en sacar de la institución judía a los que respondan a su llamada, para crear con ellos su nueva comunidad.

Una vez fuera, "camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz". El verdadero pastor camina delante, abriendo horizontes a los suyos, dando ejemplo. Es el primero en enfrentarse con el peligro, el primero en dar la vida cuando se trata del bien de los demás.

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J/PUERTA: Ante la incomprensión de los fariseos, Jesús les ofrece la explicación identificándose, en primer lugar, con "la puerta de las ovejas". Más adelante se dará el título de "buen Pastor".

Jesús se declara la nueva puerta, el único lugar de acceso legítimo a las ovejas. Sólo él da la posibilidad de pertenecer a la comunidad de los elegidos. Entrar por la puerta que es Jesús significa poner el bien del hombre como valor supremo y entregarse plenamente a procurarlo.

Entrar por la puerta es interpretar el oficio pastoral según los criterios de Jesús que nunca deben improvisarse; es llamar a cada uno por su nombre: ayudarle a ser él mismo, a desarrollarse como ser distinto de los demás, respetando su personalidad, su cultura...

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CR/QUE-ES: De lo dicho podemos deducir que ser cristiano no es creer en Dios a secas, sino en el Dios que se nos ha manifestado en JC. Este no creer en cualquier "Dios" nos puede ayudar a comprender las palabras de Jesús. Otros hombres también desean la vida, el reino o a Dios... Pero han escogido otros caminos. Lo que define al cristiano es el creer que la puerta -el camino- es Jesús de Nazaret. Es decir, creer en su determinada manera de vivir esta vida, este reino, a Dios.

En nuestro país -católico de toda la vida- hay un gran confusionismo cuando se trata de saber qué es ser cristiano. Parece que todos lo sabemos, pero de hecho se tienen imágenes desfiguradas, equívocas, no cristianas. En estos tiempos, en que crece el pluralismo de creencias y de ideologías, es especialmente importante tener muy claro que aquello que define al cristianismo es únicamente JC.

Jesús es "la puerta" de las ilusiones, esperanzas, alegrías... de los hombres. "Quien entre por él se salvará", al quedar liberado de sus opresiones, pecados y vacíos; "y podrá entrar y salir, y encontrará pastos": tendrá libertad de movimientos, pues Jesús hace andar a los inválidos (Jn 5.) y ver a los ciegos (Jn 9.), oír a los sordos y hablar a los mudos (Mt 15. 31; Mc 7. 34-37); será libre porque habrá entrado en la esfera del amor, y nada hay más libre que el amor cuando es verdadero; e irá descubriendo la respuesta plena a todas sus búsquedas y esperanzas... al haber convertido toda su vida en servicio a los hermanos. Jesús es la puerta hacia el Padre. Si para todos los cristianos es importante esta afirmación, lo es mucho más para los católicos, al darle más importancia al carácter jerárquico de la iglesia que las demás confesiones cristianas; con el riesgo evidente de exagerar la función de quienes detentan el oficio pastoral, en menoscabo de las comunidades.

Es importante observar la poca importancia que dan los evangelios y demás escritos del N.T. a la forma concreta de gobierno dentro de la Iglesia. Las diversas comunidades cristianas se fueron organizando conforme a las costumbres de cada lugar, respetando siempre la primacía de los Doce.

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Es lamentable que sean con frecuencia los propios cristianos los que desean ser gobernados autoritariamente, para verse libres de toda responsabilidad personal. Es más fácil que sean otros los que piensen y decidan por nosotros: nos permite vivir tranquilos y desentendernos de los problemas de la propia comunidad y de los de la sociedad. Pero el precio que la iglesia ha pagado por ello es enorme: formar un inmenso rebaño, en el sentido más peyorativo de la palabra, en el que el seguimiento personal de Jesús brilla por su ausencia.

-"Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante". Jesús nos ha traído una esperanza de vida en plenitud, de vida para siempre. Cuando tantas cosas a nuestro alrededor nos hablan de muerte, Jesús nos ofrece la vida (Jn 11. 25), inseparable de la libertad, del amor y de la justicia. Es una lástima reducirlo todo a comer, dormir, trabajar y divertirse superficialmente; es una lástima no aspirar más que a "tener".

El modo de vida que llevamos normalmente los hombres esconde dentro de sí la muerte: egoísmo, incomunicación, placer... Jesús quiere que orientemos nuestra vida en otra dirección; que reflexionemos y nos demos cuenta de que merece la pena vivir en el amor y luchando por una vida más humana para todos; que es necesario morir a todo lo que nos destruye como seres solidarios para que nazca lo nuevo: la vida que él vino a comunicarnos.

J/PERSONALIDAD: Jesús se fijaba en todo, se maravillaba de todo, se alegraba y daba gracias por todo lo que deja indiferentes a nuestros rutinarios corazones; se enternecía ante todas las miserias, adivinaba todos los apuros... Se amor hacía brotar en las personas inquietas caminos de fe y de esperanza. Ante él, los oyentes medían mejor el vacío, el egoísmo, la ceguera de sus propios corazones. En presencia de Jesús comprendemos que es precisamente su amor lo que nos falta.

J/NATURALEZA: Jesús amaba la naturaleza, vivía inmerso en ella. Toda su vida está salpicada de actuaciones al aire libre y de largos recorridos por Palestina. Habla de ella como alguien que la ha observado con cariño, que conoce las señales del tiempo en el cielo, las reflexiones de los hombres del campo, la hermosura de las flores más vulgares, las costumbres de los pájaros del cielo... Es en medio de ella donde le gusta refugiarse y descansar después de una dura jornada enseñando y curando al pueblo marginado por los dirigentes. Es en ella donde con frecuencia se quedaba solo y rezaba al Padre durante horas y horas. Le gustaba sentarse a la orilla del lago, contemplar todo lo que le rodeaba... ¿En qué pensaba Jesús cuando dejaba correr su mirada sobre el agua? ¡Qué buena es el agua!; pero ésa no es todavía el agua verdadera. Soy yo el que da el agua de verdad, el agua que calma la sed para siempre, el agua que se convierte dentro del que la bebe en un manantial que mana constantemente (Jn/04/07-15). Veía los árboles, las viñas, y nos decía: yo soy la vid verdadera y mi Padre es el verdadero viñador. Vosotros sois las ramas, los sarmientos... (Jn 15. 1-2). Tocaba el pan... El pan es bueno. Pedidle al Padre el pan de cada día (Mt 6. 11)... Pero ése no es aún el verdadero. Yo soy el pan de la vida, el pan bajado del cielo (Jn 6. 32-35/48-51). Andaba los senderos, los caminos... Yo soy el único camino hacia el Padre (Jn 14. 6).

Observaba a los padres y a las madres, y los veía inmaduros, sin un verdadero conocimiento y amor hacia los hijos: no los amáis ni los conocéis en plenitud como el Padre del Cielo. Veía a los hijos tan egoístas e imperfectos... Él es el Hijo verdadero... En todas las cosas descubría Jesús, como por transparencia, las realidades divinas, a cuya imagen y semejanza habían sido creadas.

VE/DESEO-H: La vida abundante que nos trae es una amistad que lleva a contarlo todo (Jn 15. 15); una aspiración a conocerlo como él nos conoce, como él conoce a su Padre y el Padre a él y a nosotros (Jn 17. 3), para formar una verdadera comunidad (Jn 17. 21). Una vida que conduce a la plenitud y eternidad, porque nada que tenga límites o fin puede saciar el corazón humano, porque sólo lo eterno y pleno puede ser verdadero. Jesús, con su resurrección, nos abrió a esa plenitud y eternidad. Si la muerte fuera el final de todo, ¿para qué vivir?, ¿cómo explicarnos el desear una plenitud y eternidad inalcanzables? ¿Para qué las alas del pájaro si no puede volar?...

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET-3
PAULINAS/MADRID 1985.Pág. 194-201


3. PUERTA. PASTOR: /Sal/022.

Jesús es la verdadera puerta por la que se entra y sale del aprisco con facilidad. Es imprescindible entrar por esta puerta para salvarse y encontrar pastos abundantes. Quienes rigieron el pueblo antes de Jesús no entraron por la puerta, eran ladrones y bandidos. Las ovejas no encontraron acogida ni alimento ni defensa.

El salmo responsorial (22), como respuesta a la primera lectura es el típico salmo de la iniciación cristiana. De este modo se completa el tema de Jesús-Puerta con el de Jesús-Pastor. El salmo proclama como gozosa experiencia toda la Iglesia nacida de la Pascua: "El Señor es mi Pastor".

Jesús es en virtud de la muerte y resurrección la cabeza de toda la humanidad y de la creación y por ello es con derecho el guía y maestro de su pueblo. Los bautizados han recorrido el camino sacramental íntimamente unidos al Buen pastor. En Pascua todo el pueblo cristiano ha tenido la experiencia de que era conducido a las "verdes praderas" y "hacia las fuentes tranquilas" de los sacramentos de la vida. En la Eucaristía el Pastor-Cordero prepara la mesa y da su copa a rebosar. En el sacramento de la Penitencia ofrece su misericordia. Los cristianos en su vida saben que el Buen Pastor va con ellos y experimentan el sosiego de su cayado. Por eso a partir de esta experiencia sacramental y espiritual, su mayor deseo es habitar "en la casa del Señor por años sin término".

-Seguir las huellas del Buen Pastor.-Por correspondencia al amor, los bautizados deben volver "al Pastor y guardián de sus vidas" (1 P 2. 25). De este modo el evangelio de hoy y el salmo responsorial empalman con la segunda lectura. Padeciendo su muerte el Buen Pastor nos dejó "un ejemplo". Nosotros debemos recoger y apreciar su entrega total a los hombres. Se nos pide seguir "sus huellas"; esta es la tarea de todo bautizado y confirmado: apoyarse en las pisadas del Maestro para no perder el camino. San Pedro señala estas pisadas: "...no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca... no devolvía el insulto... no profería amenazas... se ponía en manos del que juzga justamente... cargado con nuestros pecados subió al leño, para que vivamos para la justicia".

RAMIRO GONZALEZ
MISA DOMINICAL 1987/10


4. J/IMÁGENES EVANGÉLICAS.

La Eucaristía de hoy está empapada de la presencia de Jesús bajo la imagen del Buen Pastor. En otras páginas del cuarto evangelio, san Juan nos presenta a Jesús -generalmente utilizando sus mismas palabras- bajo imágenes muy ricas y sugerentes: cordero inmolado que quita el pecado del mundo; camino, verdad y vida; luz que ilumina a los que están en las tinieblas; fuente de agua viva para todos los que tienen sed; pan bajado del cielo para dar vida a la humanidad... Hoy nos lo presenta bajo la figura del buen Pastor y de puerta del aprisco. Todas estas imágenes tienen su razón de ser y su explicación en esas últimas palabras del evangelio de hoy: "yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".

La parábola-alegoría del buen Pastor tiene un gran interés eclesiológico. La Iglesia de Cristo es como un rebaño espiritual, al cual todo el mundo está llamado. Conducido por un solo Pastor (Cristo), vive la misma vida sobrenatural (la gracia) y se alimenta en los mismos pastos (palabra de Dios y sacramentos).

Entre el Pastor supremo y guardián del rebaño y la ovejas, existe una mutua relación de simpatía y de amor efectivo, una vida íntima de familia. Todo el rebaño se beneficia de la muerte del Pastor que dio libremente su vida por las ovejas. Resucitado de entre los muertos, sigue influyendo sobre ellas, sirviéndose normalmente de otros pastores que, unidos sacramental- mente con él y subordinados a él, hacen presente y eficaz su acción redentora.

Estas figuras del evangelio de hoy (puerta y pastor) expresan la función salvadora y mediadora de Jesús y también su estilo de servidor sacrificado que da la vida por sus ovejas. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tm 2. 5); sólo a través de él la vida y la luz llegan a los hombres, y los hombres llegan a la salvación y al Padre. Jesús no admite ninguna concurrencia en esta función; todas las demás mediaciones -incluso la singular de María- son derivadas y analógicas.

JOSEP M. GUIX
Ob. de VIC
MISA DOMINICAL 1987/10


5.

-El itinerario del cristiano
Decíamos el domingo pasado que los apóstoles anunciaban el camino cristiano como "un camino de vida". Acabamos de escuchar en el evangelio estas palabras de JC: "Yo he venido para que TENGAN VIDA, y la tengan abundante".

El cristiano es un hombre cuya vocación es seguir este sendero de vida. JC -hemos leído también en el evangelio- "CAMINA ADELANTE". Es nuestro pastor, nuestro guía, la puerta que nos introduce en el Reino de Dios que es Reino de vida. Pero continuando, como en domingos anteriores, fijando especialmente nuestra atención en la lectura de los hechos de los apóstoles, hallamos hoy lo que podría titularse el ITINERARIO de este apuntarse al camino de JC. Como hace ocho días, hemos leído las palabras y los hechos de Pedro en el día de Pentecostés. Es como la inauguración de la marcha de la Iglesia y por ello es el prototipo de nuestra marcha. Sería equivocado pensar -estas lecturas de los Hechos de los apóstoles nos lo muestran claramente- que cada uno puede seguir a JC a su aire, según su capricho. Los seguidores de JC forman desde el momento de la Resurrección una comunidad. Y es en esta comunidad donde se van realizando los pasos de este itinerario del seguimiento de JC.

-Los pasos del itinerario
De ahí que pueda sernos útil repasar, examinando lo que leimos en el libro de los Hechos, cuáles son estos pasos iniciales pero que siempre es preciso renovar porque son el fundamento del camino cristiano.

1) La narración sitúa en primer lugar EL ANUNCIO DE LA BUENA NUEVA: Dios ha resucitado a Jesús y le ha constituido Señor y Mesías, es decir, Guía, Pastor, Libertador, Piedra fundamental. La iniciativa, por tanto, no es nuestra. Nadie es cristiano por nacimiento, o porque le salga de dentro, o porque toque serlo (por el país, la familia o lo que sea). Lo primero es siempre una Palabra que se proclama, el anuncio de una realidad. La iniciativa es de Dios y el creer es siempre una gracia, un don, sobre el que nadie puede atribuirse ningún derecho. Y la consecuencia muy importante de todo ello es que siempre nuestra fe debe basarse sobre este anuncio de la Buena Nueva: cuanto más lejos esté nuestra fe de la Palabra de Dios, más lejos estará también de ser un camino de vida. Porque será más nuestro que de Dios.

2) En segundo lugar, es necesario que esta Buena Nueva nos "traspase el corazón". Y que así cause nuestra RESPUESTA. No una respuesta superficial, rutinaria, sino real, honda. Que -como quienes escuchaban a Pedro- el Evangelio nos traspase el corazón hasta hacernos preguntar incondicionalmente "¿qué tenemos que hacer?". Esta respuesta abierta a lo que sea, es la (CV/CONTINUA). Una conversión que no es de una vez para siempre, sino continua, progresiva. Porque significa seguir cada vez mejor el camino que nos señala JC.

3) Este sí del que se abre a la Buena Nueva y quiere apuntarse al camino de JC, se expresa desde el día de Pentecostés a través de UN SIGNO: EL BAUTISMO (BAU/SIGNO-CV). Ello es un aspecto de lo que decíamos antes: creer y seguir a JC es algo que se hace integrándose en la comunidad de los creyentes y seguidores. De ahí que se manifiesta a través de signos comunitarios, expresivos de la fe común. Pedro dice: "convertíos y bautizaos EN NOMBRE DE JC, para que SE OS PERDONEN los pecados, y recibiréis el ESPÍRITU SANTO".

Difícilmente podríamos hallar mejor síntesis de lo que expresa el bautismo: 1) bautizarse en nombre de JC, es decir, sumergirse (bautismo significa sumergirse) en aquello que es para nosotros Jc: abrirse a su anuncio de vida y comprometerse a seguirlo: 2) para el perdón de los pecados, o sea, para ser liberados de la esclavitud del pecado, dispuestos a luchar como JC contra todo mal; 3) para recibir el Espíritu Santo, es decir, para injertarse en la corriente de vida, en la fuente de vida, que es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús.

Esto es lo que significa nuestro Bautismo. No fue un acto rutinario que debe cumplirse cuando nace un niño. Fue el inicio de un camino, y el camino continúa si nosotros queremos continuar siguiendo a JC. Lo que hoy deberíamos preguntarnos es SI VIVIMOS COMO BAUTIZADOS. Lo que quiere decir: como hombres que han escuchado la alegre Buena Nueva, la han acogido, se han sumergido en ella luchando contra todo mal, siguiendo gracias a la fuerza del Espíritu de Dios el camino de JC que lleva hacia la vida. -Este es el itinerario del cristiano, desde el día de Pentecostés hasta nosotros. JC, nuestro Pastor, nos llama a seguirlo. A cada uno nos llama por nuestro nombre. Es una gracia y por eso juntos ahora damos gracias al Padre. Es un compromiso y por eso pedimos que nos continúe comunicando su Espíritu para avanzar por este camino de vida.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1975/09


6.

JESÚS ES EL SEÑOR: J/SEÑOR

La expresión y el lenguaje tiene más importancia de lo que puede parecer a primera vista. Que lo diga si no la moderna filosofía del lenguaje. Los apóstoles y los primeros cristianos expresaban su fe en la persona de Jesús llamándole Señor. ¿Qué querían decir con esta expresión? Cantidad de cosas, pero, ante todo, era una experiencia vital. Parece que la expresión originariamente está tomada del lenguaje social y político. La palabra castellana señor tiene detrás al "basileus", "kirios" griego, y el "dominus" latino y significan poder, grandeza, señorío. Algo que en el mundo oriental enlazaba con los dioses, con la divinidad. Recordemos que en algunas culturas y civilizaciones el rey o el emperador era considerado como dios. También hoy, entre nosotros, la palabra señor tiene este significado de poder humano y se suele aplicar al jefe, al dueño, al amo y al rico. ¿Qué sentido tiene esta palabra aplicada a Jesús? ¿Cómo es el señorío de Jesús? Jesús es el Señor, viene a ser como la primera profesión de fe, el primer Credo de la comunidad cristiana. Esta fórmula expresa, en primer lugar, el poder de Jesús. Un poder que viene respaldado por la resurrección, la cual ha desvelado de una vez para siempre quién es Jesús, su divinidad. La audacia de la fe de los primeros cristianos llegó hasta aquí. No cabe pensar en mayor grandeza. Grandeza muy superior a la de reyes o emperadores y señores de este mundo, muy superior y muy distinta.

Jesús es señor pero no como los de este mundo. Jesús es el Salvador, el único y verdadero salvador para todo hombre. Y salva no con el poder humano, sino con el servicio al hermano, con el perdón y la cruz. Salva con el poder de Dios que no se apoya en dinero, ni en el mando, ni en astucia, ni en la violencia o la prudencia humana. Es una salvación que viene por la debilidad, por la pobreza, por lo que dijo e hizo Jesús. Dios acaba de confirmar de manera rotunda y definitiva en la resurrección el camino de Jesús.

El señorío de Jesús es muy distinto al del rey o del amo. Va por otros caminos. El lenguaje no nos debe confundir, sería una trampa muy peligrosa. Este peligro de confundir el señorío de Jesús siempre acecha a los discípulos de Jesús y a su Iglesia. En la historia de la Iglesia se ha dado muchas veces, y en los responsables de las comunidades también. Esto es como una perversión, porque se cambia el poder de Dios por el poder humano.

Tal vez la palabra pastor exprese bien el señorío de Jesús. Jesús mismo usó esta expresión, apropiada a un país agrícola y pastoril. En una cultura urbana e industrializada quizá diga menos. Sin embargo, es preferible a la de gobernante, dueño, amo, jefe o responsable.

El buen pastor está cerca de las ovejas, las conoce, las cuida, va delante de ellas. Vive entre ellas y por ellas. A las cojas y enfermas no las abandona ni remata, sino que las presta un cuidado especial. Busca a la perdida y está dispuesto a dar la vida por todas. El buen pastor no se entiende en términos de explotación o dominio, sino de vida, pastos y salvación. Al buen pastor se contrapone el mercenario y el ladrón, que saltan por la ventana y no entran por la puerta.

El buen pastor es el que mantiene unido al rebaño, el que hace comunidad. Si Jesús es pastor es porque hay ovejas, hay comunidad. El pastor sólo se entiende en función del rebaño, sin éste no hay ni se necesita pastor. Así es como en torno a Jesús nace la comunidad, la Iglesia, como algo lógico y espontáneo. Sin asomo de autoritarismo ni de paternalismo. El ser de Jesús, el ser del buen pastor los excluye, no se pueden dar. Hay unas relaciones en profundidad que son incompatibles con todo eso. Se excluye todo dominio.

La realidad y la salvación de Jesús se expresa en la palabra Señor y Pastor, lenguaje tomado de usos humanos, pero que tiene un significado nuevo y de mayor alcance. Quizá hoy, sin despreciar y abandonar este lenguaje, tendríamos que buscar o inventar otro nuevo capaz de expresar la salvación y señorío de Jesús de forma más acomodada al hombre de nuestros días, que le dijera más.

DABAR 1978/26


7.

Este cuarto domingo de Pascua y la semana que le sigue están señalados por el evangelio de San Juan y su imagen del buen pastor. Muchos se apresuran hoy a explicar dicha imagen de una manera moderna, a menudo también abstracta. ¿Quién conoce hoy o, al menos, está acostumbrado en la gran ciudad a ver a un pastor? A pesar de ello, y quizá haciendo un esfuerzo, podríamos retener por unos momentos este cuadro e incluso describirlo: imaginemos al pastor, a la cabeza de su rebaño, avanzando por la verde ladera del monte, con la flauta en los labios, llenando el valle con su melodía.

¡Una trasnochada ocurrencia! Puede ser. Pero quizá menos de lo que creemos, si recordamos las palabras figurativas del evangelio de Lucas: "¿Con quién podré comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién son parecidos? Se parecen a los niños que se sientan en la plaza del mercado y dicen a los otros: tocamos la flauta y no bailáis; cantamos lamentaciones y no lloráis".

La palabra de Dios se ha hecho carne como nosotros; se ha hecho así visible y escuchable. Aquellos a los que Jesús llama sus ovejas son los que han escuchado su voz. Esta voz fue para ellos más bella que la más hermosa flauta mágica. Y esta voz resuena todavía. Si se hubiera apagado, no habría ya seguidores. La comunidad de Jesús no sería ya más que un simple murmullo de dogmas petrificados; y su liturgia, una tartamudeante recitación de poemas sin contenido. ¿No es esto precisamente una desagradable impresión que nos asalta algunos días grises? Pero, ¿procede esta impresión de que la flauta del pastor se ha extinguido a más bien del hecho de que nosotros mismos no prestamos el oído y no abrimos el corazón a su melodía? Ya en el momento en que por primera vez resonó esa melodía hubo sordos que afirmaban no haber oído nada extraordinario. Las ovejas, sin embargo, "reconocieron" la voz del pastor. "Hablaba como quien tiene autoridad"; "todos se admiraban de su discurso...". Esto dicen los evangelistas en diversos lugares.

San Juan relata lo siguiente de la expresión de un funcionario: "Jamás hombre alguno habló como éste". Pedro alaba a Jesús diciéndole que tiene palabras de vida eterna... Todas estas admiraciones descubren la reverencia y la alegría de personas sorprendidas y que, en su interior, se hallan impactadas por una voz que nunca habían oído hasta entonces. ¿Qué tiene de especial esa voz? No cabe duda que Jesús anunció lo nuevo ("Habéis oído decir..., pero yo os digo"). No obstante, un atento análisis de su mensaje hace ver que muchas de sus palabras no son realmente tan originales como parecen a primera vista. Hasta el mismo pensamiento sobre el sábado (que está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado) podría haberse dicho ya anteriormente. ¿Acaso tuvo Jesús atractivos especiales como, por ejemplo, el de la alegría? Hay personas que impresionan simplemente por el timbre de su voz, hasta el punto de que en muchas ocasiones, sin importar tanto lo que dicen, son capaces de mover masas y ponerlas en vilo; pero quizá sólo mantienen el efecto mientras su voz llega a los oídos de sus admiradores. Si fuera éste el caso de Jesús, hace tiempo que el atractivo se hubiera difuminado totalmente, porque el sonido material de su voz naturalmente se extinguió hace mucho.

Cuando Jesús afirma que los suyos conocen y escuchan su voz y cuando en el curso de los siglos hay muchos que la oyen en toda la tierra, esto no significa otra cosa que las palabras del Maestro tienen una inmensa fuerza de penetración, entran hasta lo más profundo de los creyentes y, allí, desarrollan todo su sentido, al igual que un fruto maduro se abre de pronto y expande todo su aroma. El sentido de tales palabras revelan su auténtica voz, es decir, aquella llamada de atención y aquella conversión a un mensaje, que ante todo presentaba la inmediatez y presencia de una persona, en cuyo nombre hablaba Jesús: el Padre del cielo.

Como muestra la primera lectura de este domingo, a las personas que escucharon a Pedro el día de Pentecostés les llegó el sonido de la flauta del Pastor a través del discurso y de la actuación del Espíritu. "Estas palabras les traspasaron el corazón", dice el texto. Así es como quedan dispuestos para adherirse al "rebaño", ¿Qué es en realidad lo que han comprendido? No otra cosa que lo reseñado en la carta de San Pedro: "Sus heridas os han curado"; os han salvado de vagar como ovejas errantes; os han salvado de la sordera del corazón, al que se hace extraña la voz de Dios.

Y porque se trata de la voz del Pastor que da su vida por sus ovejas -una voz que no decepciona, una voz de amor humilde y verdadero, una voz que cumple lo que promete-, por eso obliga moralmente a escuchar con toda atención. No es otra que la voz de la "Eterna Palabra", la "flauta del Creador del mundo". Una voz que ha entregado su vida y que en el día de su resurrección vuelve a vivir y a lanzar su palabra firme, tan poderosa que nadie la podrá acallar.

Nosotros nos rendimos a esta evidencia una vez que las palabras del Maestro encuentran paso hacia nuestro entendimiento desconfiado y convencen a nuestro titubeante corazón. La necesaria y permanente conversión que nos exigen consiste precisamente en volver una y otra vez el oído a la flauta del Pastor, a la voz de Dios.

EUCARISTÍA 1987/23


8.

-El buen pastor:

El evangelio del buen pastor sólo puede proclamarse en un contexto pascual. Se trata, en efecto, de una buena noticia: "Yo soy el buen pastor", y no propiamente de un buen ejemplo. Por lo tanto, este mensaje tiene sentido sólo para los que creen que Jesús ha resucitado y reconocen en él al "pastor y guardián de sus vidas". En esta línea Jesús es irreemplazable y, en cierto modo, inimitable. No tiene sucesores, no los necesita, si es que él sigue viviendo. Los que se llaman pastores en la iglesia deberán reconocer abiertamente que ellos no son el buen pastor y, en todo caso, su papel no es otro que el de representarlo: esto es, el de hacerlo presente y en absoluto desplazarlo y ocupar su puesto. La conciencia de esta diferencia esencial es de todo punto necesaria en obispos y sacerdotes, en el papa y en todos los que tienen algún misterio dentro de la iglesia. Es la condición requerida para que no se conviertan en salteadores.

-La iglesia del libre seguimiento: La figura del pastor es equívoca. Si Jesús se apropia esa figura, no es para legitimar toda clase de autoritarismos sino para descalificarlos. Por eso elabora la comparación desde su mensaje, destacando todos aquellos rasgos de la realidad que le son convenientes, desechando los que pudieran oscurecerlo o desfigurarlo, e introduciendo otros utópicos e inverosímiles. Porque nadie ignora que los pastores, lejos de dar su vida por los que le siguen, que llama a cada uno por su nombre, que marcha delante de ellos abriendo camino y afrontando peligros, que los saca al campo abierto de la libertad y de la vida, porque ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Ha venido también a servir y no a ser servido. Por eso, superando todos los esquemas de una autoridad entendida y practicada como dominio, se hace cordero para ser así el buen pastor, no siendo lo uno sin lo otro.

Por otra parte, Jesús quiere que le sigan libremente y no bajo la presión de métodos coactivos. Le basta con su voz, con el testimonio de la verdad que nos hace libres. Los que son de verdad conocen su voz y le siguen. Pero vemos por desgracia cómo muchos que se llaman pastores, y a fe que lo son en un sentido menos metafórico que el Señor, corren el peligro de confiar más en los perros que en la voz y la palabra, olvidando que la iglesia de Jesús -no de ellos- es una iglesia del libre seguimiento.

-¿La virtud de la desobediencia?: Cuando los que mandan buscan su propio provecho, no parece que haya otra salvación para los mandados que el disenso, la crítica y la desobediencia. Claro que afirmaciones de este tipo inquietan y desazonan a los que ostentan la autoridad, pero en todos los órdenes y en todos los grupos y comunidades, en la iglesia y en la sociedad, es preciso advertir que la obediencia no está siempre libre de polvo y paja y que, a veces, lejos de ser una virtud, es un vicio. Los que exigen obediencia ciega o gregaria fomentan el aborregamiento y no pretenden otra cosa que tener muchas ovejas.

Jesús fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Pero fue obediente al Padre. Trasladar esa relación de obediencia a Dios y convertirla en modelo de obediencia a los que no son Dios, es evidentemente ilegítimo. Sólo a Jesús, el Hijo de Dios, que obedeció sin límites al Padre, debemos los creyentes una obediencia ilimitada. Sólo Jesús, el Señor, puede asumir ante Dios toda nuestra responsabilidad, porque sólo él ha cumplido indefectiblemente la voluntad del Padre. Los que le siguen, mientras le sigan, están a salvo, cumplen también la voluntad de Dios. Pero ningún otro hombre puede aliviarnos de la responsabilidad de nuestra obediencia o desobediencia. Ningún otro hombre puede estar seguro y puede asegurarnos que no se equivoca nunca. Por lo tanto, nadie puede seguir a otro hombre descargando en él toda su responsabilidad. Por eso, la desobediencia puede ser en ocasiones una virtud.

-Testigos del evangelio: Lo que hoy se necesita urgentemente no es conservar un cristianismo convencional, basado en la costumbre, multitudinario, en el que los pusilánimes hallen una falsa seguridad a cambio de no sentirse ya responsables del evangelio ante el mundo. Lo que hoy se necesita es una comunidad de testigos, capaces de dar razón de su esperanza. Dejemos a los propietarios la complacencia en el número de cabezas. Nosotros debemos aspirar, no a la presión de la cantidad, sino al valor y al coraje del testimonio. Lo nuestro, como discípulos de Jesús, es anunciar fielmente el evangelio, practicando sin equívocos sus exigencias, para que el mundo "vea nuestras buenas obras y alabe al Padre que está e los cielos".

EUCARISTÍA 1981/23


9.

El pasado domingo dejábamos a los discípulos de Emaús alegres y en camino hacia Jerusalén para participar la Buena Nueva a sus hermanos. Hoy los textos nos indican cómo marcha la nueva criatura por la vida, cual será ya su conducta en la alegría, cómo ha de comportarse en la vida. Pasado el pesimismo y la duda un nuevo horizonte se abre. El horizonte de las obras concretas de nuestro existir. El existir cristiano válido y exigente para todo los tiempos, para todos los hombres y para todas las circunstancias.

Ante la noticia dada por un testigo, Pedro, de que el Cristo crucificado es el Resucitado el corazón de los oyentes queda conmovido. Queda en trance de conversión. Pero fijémonos en una gran diferencia: esta conversión tiene un carácter distinto de la que promovía Juan Bautista. Es la conversión que produce la noticia de Vida Nueva que Cristo ha alcanzado. Esta conversión mira más hacia adelante, al futuro y a la acción que hacia el pasado. Los errores, los pecados han sido borrados radicalmente por la sangre de Cristo. Sólo queda que lo aceptemos. Y esa aceptación de perdón se expresa patética- mente en esta pregunta: "¿Qué tenemos que hacer?".

Es la pregunta, por excelencia del que quiere recibir la salvación. Es la pregunta que ahora, aquí, cada uno de nosotros ha de plantearse desde el fondo de su corazón. Todo lo que estamos celebrando estas semanas no sería nada para nosotros, si no supiésemos preguntarnos lo que debemos hacer. Lo que tenemos que hacer es la gran cuestión de la salvación. Y es todo el programa de la Vida cristiana. Es un hacer concreto en el comportamiento, en la convivencia, en la construcción de una vida como obra de arte salvadora.

Los cristianos no somos unos filósofos, ni unos ideólogos. Somos unos hombres y mujeres que HACEN, que obran tras las huellas de Cristo con la práctica del bien, de la esperanza, de la verdad, de la justicia y de la belleza. El Reino de Dios está ya entre nosotros implantado por Cristo, llevado y animado por el Espíritu, bendecido por el Padre y cuyo signo visible es, en la historia, el comportamiento de los cristianos, de la Iglesia. Ahora hemos de ver en qué consiste ese hacer, ese "convertíos y bautizaos para ser perdonados y llenos del Espíritu Santo". Y la respuesta nos la encontramos siguiendo el hilo de las lecturas de hoy. El mismo Pedro en su carta nos pone delante la actitud que ha presidido la vida de Cristo y que ha de presidir la nuestra: "en su pasión no profería amenazas".

Aquí está la auténtica no-violencia del cristiano. Aquí está el temple de ánimo, la actitud ante la vida que requiere una fortaleza, una firmeza de fe y un autodominio como ninguna concepción del mundo, como ninguna ideología puede ni exigir, ni ofrecer. Cristo ha hecho posible la superación de la agresividad y del rencor, del "ojo por ojo y diente por diente". Cristo ha establecido una nueva forma de estar en el mundo, porque lo ha transformado y nos ha transformado.

Aquí hay una nueva "ética" que supera con mucho todos los principios éticos y nos pone en una justicia que va más allá de toda justicia, Perdonar y amar al enemigo, estar en silencio ante la pasión y la injusticia con fortaleza y gravedad. Pero este estar en silencio, este saber entregarse a los verdugos, este afrontar el dolor no es una pasividad. Es... como todo lo de Cristo una paradoja en la fe. Este no proferir amenazas, esta falta de agresividad, que es dulzura y mansedumbre, es el juicio más radical contra el mal. Y este juicio, por ser de Dios es inapelable. Muchas veces no lo comprendemos y fallamos ante este misterio. Buscamos una justicia inmediata y pretendemos arreglar las cosas por nosotros mismos. Es como si Cristo hubiera cedido a las tentaciones del desierto o hubiera llamado a una legión de ángeles para que le sacase de las manos de Pilato.

Ese no proferir amenazas encierra toda una actitud ante el poder de este mundo. Y es tan fuerte, tan profunda, tan misteriosa y paradójica que se nos escapa y la trivializamos. Sólo el correr de los años en fidelidad callada ante el misterio de la cruz puede iluminarnos y ponernos en otro plano, el de Cristo en su misterio redentor. Ni la postura de un Sócrates, ni la de un Gandhi llegan al abismo de amor que Cristo tuvo en su silencio ante sus verdugos. ¿Quién se alista en semejante "ejército de la salvación?" ¿Quién tiene ese positivo e inaudito valor? La tercera lectura nos da la respuesta: "Los que conocen su voz".

A un extraño no se le puede seguir. Pero el que sufre y muere por nosotros, no es un extraño. Para perdonar y callar como Cristo es preciso compartir el sufrimiento como El. Aquí resuenan para nuestra corrección estas palabras: "Anda, ve y haz tú lo mismo". Sufre con los que sufren y perdonarás como Cristo. El mártir tiene su mayor grandeza en que arranca de Dios el perdón para sus verdugos. Este es el misterio grande de la alegría exigente de la Pascua del Señor.

CARLOS CASTRO