DÍA SEXTO
Jesús
es consagrado a Dios
1.
Canto para empezar
2.
Oración para todos los días
Como
en el primer día.
3.
Presentación del tema
María
y José llevaron al Niño al Templo de Jerusalén para consagrarlo a Dios. Lo
habían recibido de Dios y en manos de Dios lo ponían.
La
ceremonia fue sencilla. No hubo gastos extraordinarios. Ellos dieron la ofrenda
de los pobres: una pareja de tórtolas.
Un
anciano, llamado Simeón, había pasado su vida esperando el consuelo de
encontrarse con el Salvador, luz y gloria de su pueblo. Y su fe fue tan grande,
que lo consiguió. Para nosotros es modelo de la perseverante búsqueda del Señor.
Todo el que lo busca con constancia, lo encuentra siempre.
Simeón,
inspirado por el Espíritu Santo, le dijo a María cosas duras: el Niño estaba
destinado a ser "señal de contradicción" y motivo de conflictos;
ella misma se vería traspasada por un sufrimiento mortal. El esperaba la
salvación de Israel, pero, como creyente de experiencia, sabía que la salvación
sólo vendría a través del dolor.
Simeón
ve claro también que Jesús es el centro de la vida y de la historia. El Mesías-Luz
viene a liberarnos de la obscuridad de la opresión. O estamos con El o contra
El. Es señal de vida o de muerte; causa de caída o de vida plena. Bandera
discutida: uno puede estar a su favor o en su contra, pero nunca indiferente.
Ana,
una anciana que también les encontró en el templo, simboliza a todas esas
buenas mujeres serviciales que esperan sólo en Dios. Ellas merecen también,
como Simeón, encontrarse con Jesús como Salvador. Ana daba gracias a Dios y
hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de su pueblo.
Un
anciano y una anciana son los dos primeros que desde las profundidades de su fe
se dan cuenta de que aquel niño pobre es mucho más de lo que aparece por de
fuera: es el Salvador del mundo.
4.
Lectura del Evangelio: Lucas 2,22-38
Asimismo,
cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumpir el
rito de la purificación de la madre, llevaron al niño a Jerusalén. Allí lo
consagraron al Señor, tal como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito
será consagrado al Señor. Además ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley:
una pareja de tórtolas o dos pichones.
Había
en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era muy bueno y piadoso y el Espíritu
Santo estaba con él. Esperaba los tiempos en que Dios atendiera a Israel y sabía
por una revelación del Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al
Cristo del Señor.
Vino,
pues, al Templo, inspirado por el Espíritu, cuando sus padres traían al Niñito
para cumpir con él los mandatos de la Ley.
Simeón
lo tomó en brazos y bendijo a Dios con estas palabras:
Señor,
ahora, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como
le has dicho.
Porque
mis ojos han visto a tu Salvador
que
tú preparaste para presentarlo a todas las naciones.
Luz
para iluminar a todos los pueblos
y
gloria de tu pueblo, Israel.
Su
padre y su madre estaban maravillados por todo lo que decía Simeón del Niño.
Simeón los felicitó y, después, dijo a María, su madre: "Mira, este niño
debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel.
Será puesto como una señal que muchos rechazarán, y a ti misma una espada te
atravesará el alma. Pero en eso los hombres mostrarán claramente lo que
sienten en sus corazones".
Había
también una mujer de edad muy avanzada, llamada Ana, hija de Fanuel, de la
tribu de Aser. Tenía ochenta y cuatro años. Después de siete años de casada,
había perdido muy joven a su marido y, siendo viuda, no se apartaba del Templo,
sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones. Ella también tenía
don de profecía. Llegando en ese mismo momento, comenzó a alabar a Dios y a
hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
5.
Diálogo comunitario
a)
¿Esperamos, como Simeón y Ana, encontrarnos con Jesús? ¿Quién es Jesús
para nosotros? ¿Cuál es nuestra esperanza en El?
b)
¿Qué tipos de sufrimientos estamos dispuestos a pasar con tal de encontrarnos
con Jesús? ¿En qué consiste eso de sufrir por Cristo?
c)
A ejemplo de María, ¿sabemos guardar en el corazón todo lo que se dice sobre
Jesús?
d)
Los padres de Jesús ofrecieron a su Hijo a Dios, reconociendo con ello que venía
de Dios y era para Dios. ¿Sabemos también nosotros ofrecer de veras a Dios a
nuestros hijos?
e)
¿Mandamos a nuestros hijos a la catequesis? ¿Participamos los padres en la
catequesis?
6.
Oración comunitaria
-
Creemos que nuestro encuentro personal con Jesús es lo más importante que nos
puede pasar en nuestra vida.
-
Que nuestros ojos vean a tu Salvador, Señor
-
Tú eres, Jesús, la luz que ilumina a todos los pueblos.
-
Perdón, Jesús, porque muchas veces no nos importa demasiado el encontrarnos
contigo.
-
Te rogamos que, a ejemplo de Simeón y Ana, también nosotros sepamos hablar del
Niño a todos los que esperan la liberación.
-
A ejemplo de María y José, te ofrecemos y te consagramos, Señor, a nuestros
hijos.
(Se
pueden añadir las oraciones que cada uno quiera)
-
Padre Nuestro, Ave María y Bendito.
7.
Canto de despedida