REFLEXIONES PARA LA MISA DE MEDIANOCHE


1. ANTÍFONA DE ENTRADA /SAL/002/07  Hch/13/33  NV/PAS

"De mis entrañas te engendré antes  que el lucero de la mañana" (/Sal/109/03). Antes que el lucero de la mañana, lo cual quiere  decir en la eternidad, antes de que existiese el mundo y el tiempo. Antes que el lucero de la  mañana, o sea, en esta noche, del seno de la Virgen. Antes que el lucero de la mañana, es  decir, en la noche de Pascua, del seno de la tumba. ¡Lenguaje divino de la Sagrada  Escritura! Con sólo dos palabras pone de manifiesto todo el misterio de Cristo, y la liturgia,  que lo comprende y lo pregona, lo hace realidad y vida en el sacrificio del altar, desde la  noche del nacimiento, que hoy celebramos, hasta la noche de la Pascua y de la  resurrección.

 NACIMIENTO/RS: Sí, también la resurrección; pues aun cuando como  solemnidad litúrgica se encuentre todavía muy lejos, viene incluida, sin embargo, en la  solemnidad de hoy, de la encarnación. Porque ¿acaso la resurreción no es, a su vez, un  nacimiento? Nacimiento de la tumba, que da plena perfección al nacimiento del seno de la  Virgen. Mucho mejor que al Cristo Niño que se encuentra en el pesebre convienen al Cristo  resucitado los salmos del introito, gradual y comunión que entonamos esta noche. El Apóstol  relacionó con el Señor resucitado las palabras del salmo profético: "Tú eres mi hijo, yo te  engendré hoy"; y con razón, ya que el segundo nacimiento de la tumba no hace sino  perfeccionar la generación del Hijo de Dios en esta tierra. Es la resurrección la que coloca al nuevo Adán en toda su perfección y gloria, divina y  humana, como Señor de la creación y punto central de todo el cosmos. En el Resucitado se  complace en contemplar el Padre celestial la imagen ya madurada de su idea más querida  en la creación: el hombre. Por eso es muy natural que la liturgia de esta noche, al celebrar  el primer nacimiento de Cristo, de la Virgen, evoque también la mística presencia de su  segundo nacimiento de la tumba. Detrás de la imagen del Niño, la Iglesia ve resplandecer la  gloria del Hombre y del Vencedor, y al tiempo que escucha la palabras de los pastores:  "Vamos a Belén", oye también la palabra del Señor: "Mirad, subimos a Jerusalén" (Lc 18,  31). Este es, pues, el "hoy vendrá y nos salvará". Viene a salvarnos.

BELEN/JERUSALEN:Por eso, en la solemnidad de esta noche debemos tan sólo pasar  por Belén y subir hasta Jerusalén. En Belén nace el Niño, contemplamos al que viene; más  en Jerusalén vemos al que sufre, al que obra nuestra salvación y al resucitado que lleva a  su perfección la gloria del hombre nuevo. El Niño del pesebre no nos fascinaría con una tal  seguridad de redención si no viésemos en El la belleza glorificada del resucitado.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 95 ss.


2.

¡Hemos venido a celebrar un nacimiento y resulta que nosotros mismos somos los recién  nacidos! "¡Ha aparecido la gracia" (Tt/02/11) y somos nosotros mismos lo que ella ha  salvado! ¡Somos el hombre salvado, en razón de haber nacido como hijos de Dios! A  nosotros llega la palabra pronunciada en la eternidad: "Mi hijo eres Tú, Yo te he  engendrado hoy" , y la Iglesia, comprendiendo que esto va a ella dirigido, hic et nunc, hace  que éstas sean las primera y las últimas palabras de la misa de medianoche.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 100


3.

La Misa navideña de medianoche celebra el alumbramiento de María, que da a luz al Niño. Pero, en un sentido más profundo, esta noche festeja ese otro alumbramiento más universal por el cual Dios, a. través de Jesús, hace que surja la luz de en medio de ls tinieblas.

Las tinieblas son la oscuridad que hay en el mundo a causa de la injusticia, el hambre, la pobreza; a causa de la opresión de unos hermanos sobre otros; a causa del orgullo del hombre, de su avidez de poder y de dominio. Todo ello constituye como una oquedad tenebrosa, como un seno estéril, como una tumba.

Hasta aquí desciende María y el fruto de su vientre, cuando tienen que refugiarse en la gruta abandonada, cuando tienen que someterse a las órdenes de un gobernador impuesto por potencias extranjeras y abandonar la propia casa. Hasta aquí ha descendido Israel, país pequeño, su patria chica, ocupado durante siglos por países más poderosos.

En medio de esa noche oscura nace Jesús, como niño inefable que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Dios ha suscitado del corazón de la noche la aparición luminosa y real de un hombre, hijo del hombre e hijo de Dios. Ha resonado la Buena Noticia, la alegría, la claridad de la aurora.

Dentro de unos años, pocos, volverá a brillar de nuevo la gloria, el esplendor de Dios, también a través de Jesús, cuando le resucita el Padre por haber sabido descender hasta la muerte en cruz y hasta la tumba ignominiosa de los ajusticiados, en favor de los hermanos.

El alumbramiento de la noche, no el oscurecimiento del día, es la palabra definitiva de Dios.