REFLEXIONES PARA LA MISA DEL DÍA

 

1.

Hemos dado ya el paso completo y estamos en pleno día de fiesta, "iluminados con la nueva luz del Verbo encarnado" (Oración de la segunda misa de Navidad). La luz que en la aurora brillaba sobre nosotros (Is/09/02:Introito misa de la aurora) ha bajado a la tierra y se ha extendido sobre ella: "Un día santo nos ha amanecido" Y si relacionamos esto con la imagen de la creación y del paraíso que nos brindaba la misa de la aurora, es éste el primer día del mundo nuevo: las tinieblas desaparecen, la luz lo inunda todo, se separan noche y día y el sol ilumina el día.

Pero todo esto sucede de una manera sobrenatural y divina, pues el Verbo mismo es la luz y "esta luz resplandece en las tinieblas" (Jn/01/05), y Dios llama a las tinieblas noche -es decir, este mundo (Ver S. Ambrosio, a Lc 2, 6-7; octava lección de los maitines)-, y a la luz día -o sea Cristo, el "verdadero sol" y el "verdadero día" (S. Cipriano: De oratione dominica,35). "Y hubo tarde y mañana: día primero" (Gn 1, 5). Primero es la tarde; luego, al caer la tarde del mundo (Himno de vísperas de Adviento) viene el Verbo hecho hombre, a la luz del cielo, a disipar las tinieblas del pecado y de la muerte, y gracias a El aparece la mañana. Tarde y mañana: día primero: "Un día santo nos ha amanecido. ¡Venid, pueblos y adorad al Señor, porque hoy ha bajado una gran luz a la tierra!"(Versículo del aleluya). (...) "Un Niño nos ha nacido y un Hijo se nos ha dado" (Is/09/06). Este "nos" tiene un enorme significado. A nosotros, a esta Iglesia aquí reunida, nos ha nacido un Niño y se nos ha dado un Hijo.

Este día nos convierte en madre de Cristo. El Niño ha nacido no sólo para nosotros, sino para todos los que creen en Cristo, para los que en esta misma hora en los diferentes lugares de la tierra se reúnen en torno del altar del sacrificio: para toda la Iglesia. Y no sólo para ella; este Niño viene como "Salvador del mundo" (10), según nos decía ya la misa de la aurora.

¡Cómo crece el "Niño" ante nuestros ojos! Su nacimiento, su venida, dan cumplimiento a la espera de todo el mundo. Y lo mismo ahora que hace dos mil años, cada nueva generación humana que nace enferma por causa del pecado de Adán, se lanza hacia el Salvador, el médico celestial que trae la "salud divina", la "salud perdurable", la "salvación eterna". ¡Bajo cuántas figuras el antiguo paganismo, según se iba aproximando la "plenitud de los tiempos", iba suspirando cada vez con mayor anhelo por el Dios Salvador, a quien con frecuencia creía contemplar ya! Pues bien: en Cristo, todos esos espejismos del deseo cobraron realidad, fueron vida y aportaron realmente la salvación. Y hoy sucede lo mismo; mejor dicho, hoy es muy distinto, completamente distinto: el mundo, con mayor fuerza aúnque entonces, continúa clamando por un Salvador. Día tras día aumenta más esta necesidad, la desgracia es la que domina por doquier. Pero ¿es que no ha venido el Salvador? "En el mundo estaba y el mundo fue hecho por El, mas el mundo no le conoció"(/Jn/01/10). ¿Hay desgracia mayor que desconocer al Salvador enviado por Dios, al único Salvador? Debido a esta desgracia sigue clamando el mundo por un Salvador. Y viene el único que puede salvarle y lo rechaza y crucifica. Pero por ser la salvación personificada no puede morir. Y como es la Vida, y el Amor, no puede cesar de entregarse. Vuelve a venir continuamente. Dios nos lo manifiesta, nos lo envía a nosotros. Y he aquí que nos nace elSalvador. ¡Preocupémonos de darle a conocer ante todo el mundo con la divina robustez de nuestra vida cristiana! En nosotros abre hoy de nuevo los ojos el Salvador niño. ¡Démosle lugar para su crecimiento, para que se haga hombre en nosotros y miremos de colaborar con El en la salvación del mundo, procuremos que el mundo no decaiga más y convirtamos su postración en elevación! Nos ha nacido un Niño..., ¡que todos los rincones de la tierra puedan contemplar al Salvador! 

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 108 ss.


2. CLARETIANOS 2003

Y hemos contemplado su Belleza
¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad! Algo mágico nos envuelve desde anoche: todos estamos conmovidos, misteriosamente tocados por Amor. Una necesidad imperiosa de comunicación, de amor, de encuentro nos habita. ¿Qué nos ocurre? La Palabra de Dios que ahora escucharemos no solo es noticia y mensaje, ¡se ha hecho carne!.

Los villancicos que suenan y resuenan convierten nuestras ciudades y casas en algo así como un templo extendido. Las luces mueven nuestra fantasía y avivan nuestra nostalgia. Los alimentos navideños nos evocan sabores deliciosos. Los encuentros en medio del frío hacen que los amores renazcan y los lazos se estrechen. Nos duelen mucho más las divisiones y las enemistades. Enviamos mensajes de amor y felicidad en todas las direcciones. ¿Qué nos ocurre?

El Evangelio de Juan nos da la clave, pero nos resulta bastante inaccesible. Si yo pudiera decir lo mismo en términos más sencillos diría lo siguiente:

El niño Jesús, que nace en el portal de Belén es la manifestación del secreto mejor guardado. ¿Qué secreto? Habéis asistido a un espectáculo que nos ha emocionado y exaltado. Desfilan, al final, los actores por el escenario y nos roban los aplausos. Pero cuando parece que todo ha concluido, emerge de la oscuridad el autor de la obra, el gran protagonista, el creador. Así sucede el día de Navidad. El gran autor de la obra es el Dios, a quien nadie ha visto jamás. Pero ese Dios tiene un hijo. Todos pensaban que era un solo Dios, pero nunca pensaron en su fecundidad interna. Dios nos habla y nos crea a través de su Hijo, que es su Verbo, su Palabra. Y ahora, en este día de la Navidad, su Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros y hemos contemplado su Belleza. Al nacer y aparecer Jesús en la tierra, se hace presente entre nosotros el secreto mejor escondido, la clave para entender el universo, la humanidad.

Sin embargo, la luz vino a los suyos y los suyos no la recibieron, aunque a quienes la recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios.

¡Ese es el sentido más profundo de la Navidad! Que aparece entre nosotros aquel por quien todo fue hecho, en cuya palabra poderosa subsisten todas las cosas. Todo lo que vemos nace de la inspiración de Jesús, en ella está el verbo de Dios. No es necesario que Jesús nazca de nuevo, sino que nos sea concedida la experiencia de verlo nacer en cada rostro, en cada acontecimiento, en cada realidad. Cristo nace cada día a nuestra fe. Es lo mismo que contemplar de nuevo una obra teniendo ya presente al autor.

Con esta contemplación descubriríamos cómo todos somos hermanos, cómo todos procedemos de las mismas manos creadoras, cómo no debemos enfrentarnos por particularismos. Aquí lo importante no es ser de aquí o de allá, tener este sexo o el otro, ser de este partido o del otro…. Aquí lo importante es que todos hemos sido creados en Jesús, que todos somos parte del mismo cuadro. Por eso, sin darnos cuenta, la Navidad nos lleva a subrayar la fraternidad, la sororidad, el amor universal.

Es interesante ver cómo Jesús tiene un nombre previo al nombre que le impusieron sus padres María y José. Su nombre era Verbo, Palabra, en hebreo Dabar. Este término hebreo “dabar” significa que Jesús era la Palabra que hace realidad lo que dice. Jesús también hoy nos dice, nos afirma. Con él sí que nacemos y renacemos cada día.

José Cristo Rey García Paredes
 (jose_cristorey@yahoo.com)