Esta
Misa de Navidad nos convoca en la santa alegría de esta fiesta para proclamar la GLORIA A
DIOS EN EL CIELO, Y LA PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES, AMADOS DEL SEÑOR. Esto es, en
síntesis, la Eucaristía, sobre todo hoy, en Navidad: la glorificación de Dios y la
aceptación por parte de los creyentes de la paz, la comunicación al mundo de esta PAZ
mesiánica, que nos ha traído el Hijo de Dios que ha nacido, el Niño que nos ha sido
dado, el Príncipe de la Paz.
-La
Buena Nueva de Navidad.
Todos los años oímos esta NUEVA FELIZ, este EVANGELIO en su sentido más genuino de
BUENA NUEVA: "Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor". Cada año revivimos los creyentes el gozo de este Evangelio y, como los pastores,
acudimos a Belén, a contemplar este misterio de salvación: el Hijo de Dios que se ha
hecho hombre, la Palabra eterna de Dios que se hace carne y acampa entre nosotros.
"Contemplamos su gloria, gloria propia de Hijo único del Padre, lleno de gracia y de
verdad. Navidad, hermanos, es este Evangelio siempre nuevo y renovador, el mensaje que
hace dos mil años, desde el comienzo de nuestra era, los creyentes en Cristo transmitimos
a nuestro mundo. Este mensaje nos lo desarrolla la liturgia de Navidad diciendo que Dios,
"de modo admirable creó la naturaleza humana a su imagen y semejanza, pero de un
modo más admirable todavía, por Jesucristo, elevó nuestra condición humana": nos
hizo compartir la vida divina del Hijo de Dios que quiso compartir nuestra condición
humana.
-Revelación
de Dios y proclamación de la dignidad humana.
Este es el misterio que celebramos en Navidad: EL ENCUENTRO DEFINITIVO DE DIOS SALVADOR
CON EL HOMBRE. "Tanto amó Dios al mundo que nos envió a su propio Hijo", la
Palabra por la cual fueron creadas todas las cosas, reflejo de la gloria del Padre e
impronta de su ser, luz y vida verdadera: él compartió nuestra carne y nuestra sangre,
se hizo hermano nuestro, hombre en todo como nosotros menos en el pecado. Descendió hasta
lo más profundo de nuestra humanidad, hasta la misma muerte. Por eso Navidad es LA GRAN
PROCLAMACIÓN DEL AMOR DE DIOS Y DE LA DIGNIDAD, DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE. Para los
creyentes no existe un motivo mayor para valorar al hombre y propugnar sus derechos.
Navidad es REVELACIÓN
DEL DIOS INVISIBLE, que tantas veces hemos creído lejano, porque "el Hijo único,
que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer". Por eso confluyen en esta
fiesta, principio de nuestra salvación, la encarnación del Hijo de Dios y la
divinización del hombre.
-Paz
en la tierra.
Al ser conscientes de la divinización del hombre, gracias al misterio del Hijo de Dios
hecho hombre, los cristianos NOS COMPROMETEMOS A "HUMANIZAR" ESTE MUNDO, nuestra
sociedad, para que se vaya ajustando al ideal de Dios, al plan divino para la salvación
de los hombres. Nuestra felicitación navideña es un augurio y ha de ser UNA
COMUNICACIÓN DE PAZ, DE FELICIDAD que pregusta la del Reino de Dios, de fraternidad que
arranca de la que vivió el Dios hecho hombre, nuestro hermano.
En el hogar de los
hijos de Dios, compartimos ahora la alegría de nuestros hogares, de todos los hombres de
buena voluntad. Aquí nos acercamos a Belén, que significa "casa de pan", para
proclamar la salvación de Cristo que se inicia en Navidad y culmina en Pascua; el Niño
que hoy nos ha nacido, nos da su Cuerpo, pan de vida, para que todos participemos de su
vida, la de hijos de Dios, que hoy ha alboreado para los creyentes.
P.
LLABRÉS
MISA DOMINICAL 1977, 24
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