LOS MAGOS:
FULGORES, INCERTIDUMBRES
Y CUEVAS TAN SONORAS

Joaquín GARCÍA ROCA
Sacerdote diocesano
Profesor de Filosofía Social
Valencia

Vivimos un período de la historia que asigna nuevos lugares al deseo y al valor; cuando esto sucede, el universo parpadea signos emergentes para iluminar la nueva condición y actualiza claves simbólicas para construir la historia esperanzadamente.

El relato evangélico de los Magos, en el que «resulta difícil trazar la frontera exacta entre el hecho y el símbolo» 1, revela -a la vez que promueve- un modo de ser en la vida y de estar en la realidad que permite recrear las claves de una espiritualidad para nuestro tiempo.

Hay en el mundo y en la sociedad, en la naturaleza y en la historia, fulgores que parpadean aunque sean tan breves; los seres humanos están rodeados de señales, signos e indicaciones, de relatos y narraciones emergentes que traen noticia de Dios. Hay chispas en el interior de nuestra condición, aquí y ahora, que gesticulan su figura. El cántico espiritual de nuestro tiempo, como sugiere Jiménez Lozano, se abre con la pregunta «¿Adonde te escondiste, oh Dios, / que no dejaste / señal de tu figura, tu existencia? / Ni los árboles dicen, ni las rosas, / ni el río plateado / ni los montes, ni riberas, ni los bosques / noticia de ti mismo»; y se cierra con la pregunta: «¿Pero serás Amado, y podré verte / al alba o en la noche?» 2

Hay caminos sin trazos donde sólo la pregunta y la búsqueda se elevan a la condición de encuentro; no hay ingenierías del espíritu. sino tan sólo incertidumbres que el relato de los Magos eleva a la condición de hallazgo; no hay alamedas, sino desiertos donde la pisada del caminante es borrada por el viento. Hay signos de inquietud y de deseo a pesar de que se han fragilizado los mapas. Jesús de Nazaret es como ha intuido poéticamente Pedro Casaldáliga, «cosechador de riesgos y de dudas>> 3.

Hay cuevas tan sonoras que pueden orientar en la noche. La epifanía excepcional del rostro, en palabras de Emmanuel Levinas 4, ya no se produce como una atmósfera densa, plenitud del vacío o murmullo del silencio, sino en forma de una vigilia sin recurso posible al sueño que se contrae y se sustancia en un campo de fuerzas ante las cuevas de Belén y ante los cautiverios de la historia, en el reverso de la historia que estos días deambula por los Grandes Lagos del corazón de África y en el lado oscuro de la existencia que permanentemente nos acompaña. Sigue siendo sonoro el rostro del Otro cuando es acompañado por unos testigos que vienen de cualquier parte, conducidos por una estrella que parpadea y llevados por atajos y rutas poco convencionales. ¿Dónde están hoy los fulgores tan breves, los caminos sin trazos y las cuevas tan sonoras?

La sabiduría de los Magos

El saber del mago está hecho simultáneamente de información y de sentimientos, de razón y de afectos, de inteligencia y de emociones. «Sentipensantes» denominan los pobladores de la costa colombiana a esa rara y sorprendente habilidad que sabe cruzar datos e intuiciones «inteligencia emocional» que incluye el autodominio, el celo y la persistencia, y la capacidad de motivarse uno mismo, como lo ha bautizado el reciente libro de Goleman 5; a ciertas «corazonadas», como las que practican las madres con sus hijos, que no les faltan razones, pero tienen un superávit del que sólo el corazón dispone. El impulso, como instrumento de la emoción, es un saber que nos permite adentrarnos en la realidad sin perdernos, vivir en el interior de la turbulencia sin rompernos, captar los sonidos múltiples sin quedar ensordecidos. Los Magos disponían de un tacto especial para leer en la estrella un mensaje, para captar en la naturaleza una comunicación, para sentir en el aire una llamada.

El mapa del corazón humano que desvela la sabiduría de los Magos desafía a todos aquellos que se adhieren a una visión estrecha de la inteligencia. Cierta racionalidad ilustrada, que impulsó el proyecto modernizador y ha convertido en hegemónico el propio desarrollo tecnológico, ha entronizado la objetividad, que para ser legítima tiene que prescindir de los afectos, ha enfatizado el ejercicio profesional, que para ser correcto tiene que anular los sentimientos, y ha estimado la inteligencia de espaldas a las emociones. Mientras la sabiduría del mago incorpora la experiencia vital, la racionalidad del técnico la reduce a simple experimento; mientras aquélla estima la emoción y el afecto como vehículos del conocimiento, la razón tecnológica los declara innecesarios y perjudiciales. La sabiduría de los Magos ha quedado fragilizada, cuando no aplastada, por el cálculo, el control y la previsión.

Los Magos del relato evangélico no perdieron la pasión por el saber exacto de la astrología, pero les resultó insuficiente para encontrar lo buscado; su gramática estaba repleta de signos, y su laboratorio fue la experiencia vital. Quizá el fulgor mayor de una nueva sabiduría que abre itinerarios espirituales en nuestra época sea el descubrimiento de que la mente emocional y la racional deben operar en ajustada armonía, entrelazando sus diferentes formas de conocimiento para guiarnos por el mundo.

Al revestirse de significados, la realidad se hace interesante, atractiva, repelente y, sobre todo, innumerable. Diecinueve mil lenguas habitan el aire enmarañado, y ni siquiera utilizándolas todas se podría enumerar lo que aparece. Las cosas transmiten a la escucha mensajes no entendidos. Todo está enredado de esperanzas y citas, ofensas y desaires 6. Si los Magos relacionan lo conocido con lo desconocido, la razón socialmente dominante intenta a la inversa, encerrar y encapsular lo desconocido en lo conocido, para de ese modo convertirlo en objeto de dominio. Hay una sabiduría, que ya no es del todo nuestra, que trae noticias de Dios, de igual manera que para el enamorado un nuevo objeto adquiere significado cuando logra traerle mensajes de su amada y aunque no levante el velo de la niebla, sin embargo deja entrever al menos la silueta de una ausencia.

Existe hoy un contencioso grave entre la sabiduría simbolizada en los Magos y la racionalidad funcional que se ha instalado en la civilización actual. Para el historiador, el Zaire es primariamente una antigua colonia; para el «tour operator», una oferta de safari, para el economista se trata de un país con una hiperinflación del 4.300 por 100 y el hundimiento constante de la producción de cobre y de cobalto; para el sociólogo, un país con un conflicto étnico... La sabiduría de los Magos abre todos estos conocimientos a la implicación personal, a la llamada ética, a la autentificación colectiva, a la empatía de un sufrimiento compartido.

Nuestro tiempo tiene un fulgor especial allí donde constata que lo esencial es invisible a los ojos, que no éramos tan soberanos ni autónomos como llegamos a creer, sino que nuestra acción resulta limitada y finita la razón; allí donde llega a creer que las razones se sentimentalizan; allí donde mira al ser humano singular y vinculado, allí donde fenece el antiguo paradigma que sostenía un ideal de razón liberado de la tensión emocional y nos obliga a armonizar cabeza y corazón 7.

La ideología del conquistador

Tres Magos salieron de casa, no para conquistar el mundo, sino para adorar la novedad histórica de un recién nacido. En los Magos se produce una inversión de la ideología del conquistador que siempre ha estado viva en la historia de la humanidad, en forma del guerrero antiguo o del actual ejecutivo.

El guerrero de ayer ha sido la gran figura de Occidente que convirtió el mundo en objeto de conquista, y a los otros en objeto de dominio. Nuestro tiempo también es prisionero de la ideología del conquistador en la forma del ejecutivo que se mueve por el afán de éxito y el deseo de acumulación, contabilizando su cuota de poder, su capacidad adquisitiva y su fama individual y sacralizando su ambición. La tendencia más generalizada de nuestro modelo cultural es la equiparación del sentido de la vida al éxito. Está impregnado por el «mito de la cima>>, que se plasma en la idealización de la hombría que celebra los atributos duros de la masculinidad, los esterotipos viriles, las imágenes provocadoras del macho bravío, cuya figura suele estar representada por el hombre agresivo, implacable, duro y despiadado, que se hace impermeable a la invitación tanto en forma de oferta como de gracia 8. Le gusta la propiedad, y de este modo siempre está encarado hacia sí mismo, lo cual le hace blindarse en su propio autismo. El símbolo máximo hoy de esta forma de pensar es la tarjeta de crédito, fruto de una conquista y de una acumulación 9. Atrapado por la productividad, la eficacia y la ganancia, se cierra a la experiencia de la gratuidad. Se le somete al permanente desgaste de la competitividad con todo y con todos. Obligado a ser más que los demás, ha cambiado la vinculación a las personas por la dependencia de un sistema monetario abstracto y burocrático, negando de plano la posibilidad de alimentarse de la gratuidad de la existencia. La norma es invertir siempre en nosotros mismos, para seguir compitiendo con ventaja, si es posible, sobre los demás.

Ambos -el guerrero y el ejecutivo- ignoran el perpetuo y constante nacimiento de la vida, que sorprende incluso en una estrella fugaz o en un pesebre tan frágil, y en su lugar lo pueblan de objetos, salarios y mercancías. Ambos establecen con la naturaleza y con las personas una relación funcional, tratan las aguas, los bosques y los animales como «recursos» aptos para ser dominados o para integrarlos a la dinámica del mercado. Nada debe sentir el cazador de ballenas o el talador de árboles por aquellos seres singulares a los que considera simples objetos a manipular. Nada debe sentir el conquistador -bien sea el esclavista de siglos anteriores o el actual ejecutivo multinacional que pueda distraerlo de su objetivo único y grandioso: someter a los demás a su hegemonía política y económica 10. Nuestro tiempo tiene un fulgor especial en la gratuidad, en el gesto desinteresado, en las organizaciones que cuestionan y desacreditan la sagrada competitividad que fomenta la violencia y la frustración de los débiles, en los seres humanos que hacen de sus vidas un tejido marcado por asombros y abismos, en todos aquellos que han conquistado el derecho a deshabitar la rutina de la vida diaria para entrar en relación con mundos posibles.

El arte de viajar en la incertidumbre

El secreto del viaje de los Magos consistió en aprovechar a su favor las fuerzas que estaban en su contra; como el navegante que convierte las amenazas del mar en oportunidades para llegar al puerto, así los Magos se acercaron al palacio de Herodes. El arte de navegar consiste en hacer entrar el viento entre las velas, para así vencer al mar, y que salga por donde pueda, que es por donde el navegante quiere.

Propiamente, los Magos no conocieron los caminos trillados ni las rutas señalizadas, pero se mantuvieron a flote y llegaron a buen puerto. Y si pudieron sobrevivir, fue porque no desfallecieron ni se abandonaron. La pérdida del ánimo es la herida por donde sangra el alma. La actitud animosa, que preside la búsqueda de los Magos, incluye la energía para emprender y la disposición para mantener el empeño.

Desde la perspectiva de la inteligencia emocional que presidió el impulso de los Magos, abrigar esperanzas significa que uno no cederá a la ansiedad abrumadora, ni a una actitud derrotista, ni a la depresión, cuando se enfrente a desafíos o contratiempos 11.

El naufragio en el itinerario religioso se produce cuando se da por perdida la búsqueda, cuando nos abandona la confianza, cuando no aprendemos a interpretar las propias señales que te indican tus propios límites, cuando no superamos nuestro narcisismo y nuestra estructura existencial posesiva.

El relato simbólico de los Magos consagra el derecho a caminar y a buscar sin metas claras, sin controles previos ni predicciones lineales. Es posible ponerse en camino sin planos, con la sensibilidad abierta hacia lo impredecible. La meta nunca puede ser predicha con certeza, ya que siempre tiene un componente de regalo. La posibilidad del azar pertenece a la riqueza humana. Es el azar el que desata los patrones de alerta y de búsqueda. Los Magos consagran el derecho a encontrar sin reglamentar los pasos, a convivir con amplias zonas de incertidumbre.

El arte de viajar que practicaron los Magos tiene hoy una máxima actualidad cultural, ya que permite superar el determinismo y la impotencia que preside un cierto clima cultural, mantenerse en pie a costa del oleaje, engañar a las olas para avanzar hacia donde se quiere, plantar cara al aire encrespado... La invención y la creatividad triunfan sobre la necesidad, en un viaje donde la perplejidad de las metas obligaba a nadar contracorriente, a mantener el pulso con Herodes y a cambiar incluso el camino de regreso. El estatuto de los signos es titubeante: ni tan fuerte como para suprimir la libertad ni tan débil como para pasar desapercibido.

Tan poco convencional era la ruta y tan perpleja la intención que les llevó a Herodes, justo la parada que no procedía. Las estrellas desaparecen, y sólo queda la resistencia, ya que los signos no son transcribibles, sino que a veces van unidos al encubrimiento, a la apariencia, a la oscuridad. Como intuyó Kafka, «cuando oscurece, se enciende una candela; y cuando la candela acaba, entonces hay que quedarse sosegados, esperando en lo oscuro».

Cuevas tan sonoras

Los Magos representan en los relatos de la infancia la indicación de que ciertos acontecimientos llevan una estela de luz especial; son hechos que crean en su entorno un orden nuevo; situaciones que hacen señas y emiten no ya sólo fulgores, sino bramidos; hechos que lo vulcanizan todo detrás de la bruma y todo lo imantan sin dejar nada indiferente. ¿Qué acontecimiento son éstos? ¿Qué hechos poseen estas características? No resulta indiferente que los Magos no sean reyes sino astrólogos, actividad que en aquella época suscitaba recelo y hostilidad: circunstancia que los vincula al resto del escenario, especialmente a los pastores desheredados, desvalidos y despreciados 12.

Como ha cantado Pedro Casaldáliga, «la noche de los pobres está en vela / y el dueño de la tierra ha decretado / abrir todos los surcos y graneros / porque el eón del lucro ya ha pasado» 13. Con nosotros quedaron las cuevas tan sonoras, donde se oyen las voces de los que han muerto sin ayuda, se escucha el silencio de los pobres humanos con su vida tan breve, se oye a los empobrecidos con la mano tendida al cielo en actitud de súplica. Venidos del extranjero, convierten al otro y al diverso en una categoría salvífica y testimonial. El que está naciendo rompe la distinción entre los de dentro y los de fuera. No es indiferente que los evangelios apócrifos de la infancia de Jesús subrayen con énfasis la triple procedencia de los reyes de la /ndia (Gaspar), Arabia (Baltasar) y Melkon (Persia) 14. Hay testigos que vienen de fuera y deslegitiman así la posesion y la primogenitura. La cultura planetaria solicita una colaboracion con tintes ecuménicos, que sea producida por el conjunto de los seres humanos, sin distinción de razas, credos o culturas. La cultura en una sociedad mundial se despliega, de este modo, como un ejercicio que rompe el aislamiento de cada entidad, supera la fragmentación institucional y busca lo que une para la promoción de la vida digna. La baja intensidad que tiene hoy la preocupación por las poblaciones sobrantes exige buscar vinculaciones, alianzas, espacios de encuentro y zonas de convergencia, dentro de una diversidad cultural. Estas alianzas deben practicarse también entre religiones: o se producen alianzas entre las religiones o no habrá respuesta para los excluidos 15. El ecumenismo de lo social es la nueva agenda de las Iglesias. Significa asimismo recrear la interdependencia, no ya como lucha, según la interpretó la ideología darwinista, ni como la ha actualizado el neoliberalismo al consagrar la fuerza como raíz de la supervivencia, sino más bien como colaboración. La pregunta radical de las culturas ya no es contra quién luchas, sino con quién vives y de quién dependes. El actual nacionalismo europeo se está construyendo bajo la pregunta «contra quién luchas»: hemos de luchar, se dice. contra los tigres del Pacífico, contra la competencia de los paises del Sur... Si la pregunta fuese: «Con quién vives y de quién dependes», sabríamos que de los emigrantes, de los agricultores, de los mineros.

Los Magos lo buscaron en palacio, pero lo encontraron en la cueva. Lo persiguieron por el salón de Herodes, y Él se les mostró en la periferia. En ese Niño tan débil y vencido, «en la oquedad de nuestro barro breve», está «la versión de Dios en pequeñez humana» 16. La estrella anuncia y señala hacia la fragilidad del Niño, no hacia el Dios metafísico como fundamento único, ni hacia la absolutez de su mostración como verdad única. Dios acontece como anonadamiento. No es voluntad de poder, sino vocación de abajamiento, y de este modo desmiente los rasgos naturales de la divinidad. La kénosis (Flp.2,7) no es negación de Dios, sino la forma propia de acontecer en la historia de Jesús. Lo frágil se convierte así en la revelación de Dios, que inaugura distintas moradas. La fragilidad ha quedado vinculada a la trascendencia como su perspectiva propia, que desmiente la potencia. Nuestro tiempo rastrea la experiencia de la trascendencia por los lugares de la fragilidad. Esta apelación adquiere incluso su fuerza heterodoxa cuando José Jiménez Lozano escribe su poema «Oración»: «¡Oh Dios.', te lo suplico: / envía al mundo al ángel / de tu izquierda, el que es jinete / y a su paso atropella mitras y tiaras / y hace cucuruchos con las Bulas papales / para que los niños transporten leche y miel, / ¡oh, Dios! y luego envía tu otro ángel, / cuyo nombre es Desolación, el que clausura las puertas de los templos, descuelga las campanas / y enmudece las bocas y Ios cantos. / Y al fin, baja tú mismo, como sueles, / con el disfraz que sueles, y arrastra nuestra gloria / por el barro y crucifica nuestros sueños. / ¡Oh Dios!, yo te pido / porque no sufro verte más con túnica de Rey, / ropas de seda y entre los triunfadores. / Está como encerrado en el salón de Herodes, / el lujurioso príncipe, y ya nadie / lee tu pasión y muerte»17.

Solidarios con los pobres y con los extranjeros, pero frágiles, con todo, son las estelas que indican también hoy la dirección del nacimiento. La solidaridad frágil, en expresión de Walter Benjamín, es como una especie de chispa mesiánica que explosiona en contacto con la exclusión, con la antihistoria y con la cruel inhumanidad; una chispa que se activa en contraste con los pueblos saqueados y en contacto con el reverso de la historia. Confiere a las culturas actuales una nueva sensibilidad frente al olvido que la cultura occidental ha tenido con respecto al sufrimiento humano, ya que ha pasado como de puntillas por todo el lado oscuro del ser humano y de la historia 18; este olvido ha tenido que pagar un alto peaje en los planteamientos de las políticas sociales cuando han tenido que acercarse a lo quebrantado, al sufrimiento humano o, en palabras de Antonio Machado, a los «lugares de sombra eterna».

Con este déficit de solidaridad, las prácticas sociales han sido erráticas y han soportado mal el sufrimiento humano. La severa admonición que Metz dirige a Habermas al advertir en él «muy poca paciencia con la negatividad, con la no-identidad, con la prohibición de imágenes y la teología negativa» 19, puede extenderse con razón a la cultura moderna, que carece a menudo de sensibilidad para captar lo irreductible del sufrimiento humano. El imperativo mayor que pesa hoy sobre la cultura actual, con sus políticas sociales, consiste en enfrentarse al sufrimiento humano. Su posición ante el mismo marca, en definitiva, la orientación de cada una de las políticas en acto. De suerte que la vigencia cultural del neo-liberalismo sólo se explica desde una determinada concepción del sufrimiento, que opera con conceptos y referencias genéricas y se incapacita para tomarse en serio la existencia individual.

La solidaridad es la cueva sonora de nuestro tiempo. a partir de la cual nuestra sociedad toma conciencia de sí misma y de sus disfunciones, y busca a menudo, con urgencia y confusión, soluciones a sus problemas 20. Su actualidad se sostiene sobre tres ejes que constituyen su radical novedad. En primer lugar, la irrupción del Tercer Mundo en la escena mundial no sólo ha ampliado las poblaciones marginalizadas del progreso económico y de la participación en los beneficios sociales. sino que solicita nuevos entoques en la órbita de la mundialización. Ya no se trata sólo de buscar los verdaderos problemas de la desigualdad social, sino de modificar las bases mismas de su respuesta a través del abajamiento de la sociedad del bienestar.

Esta realidad obliga a buscar un nuevo vínculo mundial, ya que el nexo con los pueblos dominados no fue considerado digno de ser teorizado, y ello ha servido secularmente para ocultar los derechos sociales y políticos de aquellos pueblos. Justamente, el que tales pueblos carecieran de Estado ha sido el argumento tanto para colonizarlos como para excluirlos de la teoría social moderna 21. Tras la globalización económica por la vía de los mercados, la interdependencia por la via ecológica, la internacionalización por la via tecnológica y la homogeneización por la vía social, está por nacer la mundialización cuyo norte y guía sea la creación de la única familia humana. Como advertía Juan Pablo II ante las Naciones Unidas, el concepto de familia de las naciones puede ser ese nuevo vínculo mundial que se necesita: «El concepto de familia evoca inmediatamente algo que va más allá de las simples relaciones funcionales o de la sola convergencia de intereses. La familia es, por naturaleza, una comunidad fundada sobre la confianza mutua, sobre el apoyo reciproco y sobre el respeto sincero. En una auténtica familia no existe el dominio de los fuertes; al contrario, los miembros más débiles son por su debilidad, doblemente escuchados y servidos»22.

De este modo se conmovió culturalmente el lugar de lo santo, que queda así vinculado a la inf'rahistoria, al lado oscuro de la realidad, a las víctimas de la historia, que andan como si buscaran un alfarero, mientras que los triunfadores lo hacen como si necesitaran una Desolación: comienzan así los itinerarios del «Deus absconditus».

Un fulgor tan breve

Junto a los bramidos de la solidaridad, que son hoy la estrella polar de la constelación de lo santo, amanecen también fulgores culturales en los que parpadea igualmente lo sagrado. En el interior de ciertos procesos culturales que se enuclean en torno a la vulnerabilidad social y a la fragilidad personal hay estelas que gesticulan. La significación de los Magos subsiste hoy en aquella tradición cristiana que vincula la encarnación a la fragilidad y en aquellas tradiciones culturales que disuelven lo sagrado como violencia simbólica, debilitan las estructuras fuertes y confunden el poder absoluto. «Es en el cristianismo -reconocerá el gran teórico de la posmodernidad Gianni Vattimo- donde encuentro el texto original de la ontología débil. E incluso es probable que haya llegado a ella a causa de mis raíces cristianas» 23. Desde todos esos procesos culturales, Dios gesticula y parpadea para nosotros.

Parpadea en el debilitamiento del sujeto como propietario. La aparición histórica del sujeto posesivo como última instancia de verdad y de valor desplazó los signos de lo sagrado para sustituirlo por el narcisismo del yo. En la actualidad, lo que parecía un pilar inconmovible de la cultura moderna y su última apelación, muestra grietas. Por el contrario, amanece una cultura que vincula al ser humano con la naturaleza, lo integra en la comunidad y lo muestra dependiente 24. La singularidad del ser humano, que se abre con fuerza en la cultura emergente, se mueve entre dos polos antitéticos y bien conexos: la dependencia y la singularidad. La crisis mayor de nuestro tiempo ha consistido en contraponer ambos tropismos hasta el extremo de vivirse de modo excluyente: la singularidad se afirma a costa de la dependencia, la libertad a costa de la vinculación, la autonomía a costa de la convivencialidad. El fulgor mayor de nuestro tiempo consiste en promover auténticos procesos de singularización y sólidos lazos de interdependencia. Gracias a la dependencia se mantienen las cadenas energéticas y tróficas de las que todos los seres vivos se alimentan; gracias a la singularidad se mantienen la diversidad de especies e individuos que aseguran la riqueza y la estabilidad del bioma 25.

Gesticula y parpadea en la mirada ecológica, cuya actualidad define las grandes propensiones de la cultura actual. Como los Magos, que se dejaron asaltar por las intensidades ambientales y mantuvieron un intercambio afectivo con la naturaleza, así la cultura actual descubre el ecosistema humano, es decir, la vinculación fundante que el ser humano establece con la naturaleza y con los otros. Se ha recuperado la reflexión ecológica como una forma de racionalidad surgida de una experiencia de finitud que experimenta conmocionada una cultura que había pensado no tener límites. Esta sensibilidad ecológica intenta recrear el valor de la tierra como hogar y como una realidad orgánica e integrada y reconstruir el medio ambiente interhumano, cuidando de no contaminar nuestras redes de dependencia afectivas y el entorno comunicativo; y finalmente, como señalaba Juan Pablo II en su mensaje a los artistas (octubre de 1986), «la sociedad contemporánea no sólo está amenazada por las armas nucleares y los desastres ecológicos; se hace necesario además, para beneficio del hombre, poner en práctica una ecología del espíritu». La eclosión ecológica ha puesto en entredicho tres de los grandes mitos de la era moderna: el mito de la soberanía de los estados, especialmente de los mas industrializados, el mito del crecimiento continuo de las economías -si todos los habitantes del globo vivieran según los patrones de consumo habituales en los países industrializados, la vida sería imposible sobre el planeta- y el mito del mercado como solución universal, ya que preservar el medio ambiente supone sacrificar alternativas económicas rentables a corto y medio plazo 26.

Gesticula y parpadea en el debilitamiento del poder absoluto, que le despoja de su absolutez y le orienta hacia el servicio, hacia la no-violencia, hacia el diálogo, hacia la participación y hacia la cooperación. Las estructuras fuertes e impositivas se conmueven, y de su interior surge la voz de la estrella. Como ha escrito Gianni Vattimo, «la herencia cristiana que retorna en el pensamiento débil es también, y sobre todo, la herencia del precepto cristiano de la caridad y de su rechazo a la violencia». Se conmueven las estructuras sagradas de la sociedad cristiana, con el consiguiente alumbramiento de la laicidad del estado; de este modo nacen nuevas estrellas que conducen hacia la personalización de la fe y su expresión comunitaria. Asimismo, en la constelación de la moral hay estrellas ascendentes como la general reprobación del racismo, el rechazo de la idea de la guerra, la convulsión ocasionada por el empobrecimiento del Tercer Mundo, la humildad de la razón científica, la relatividad de la técnica para producir la felicidad... Se puede observar la general descalificación del autoritarismo y la vigencia del anonadamiento de Dios, que renuncia a su poder para llegar a ser amigo, que revela las cosas esenciales a los pequeños y los oculta a los sabios, que salva el alma a quien se le ha perdido.

La eco-ternura

El privilegio de abrazar al niño se reserva en la tradición cristiana a los Magos, no a los pastores que le adoraron y bailaron. Llegar después de tan largo periplo merecía una caricia, un contacto; la mano que acaricia es proveedora de ternura. Algo particular sucede en aquel encuentro que consagra el derecho a la ternura. No sólo hubo mirada sino tacto; no sólo hubo adoración, sino caricia. La ternura es el auténtico punto de encuentro entre el que busca y el encontrado; es abrirse al mundo y también a los abismos que nos surcan; es, de manera simultánea, símbolo de nuestra finitud y reafirmación del deseo inaplazable de ampliar las fronteras de la piel en busca de un éxtasis esquivo 27.

Si algo caracteriza a la ideología del conquistador y a la racionalidad funcional, es su incapacidad para sentir y su imposibilidad de amar, ya que se mueve en el mundo de lo impersonal. La sabiduría de los Magos y el talante del adorador es inseparable de la invocación cálida. Los Magos no encontraron al Absoluto hipostasiado, ni al Misterio abstracto, ni al Sagrado fascinante, ni a un «gran Otro», sino a un niño provisto de carnalidad. Si para ser guerrero o ejecutivo hay que mantenerse a distancia, para ser mago hay que recuperar el derecho a la ternura. Tanto la ideología del conquistador como la lógica del mercado o el dinamismo del universalismo abstracto mutilan o condenan al olvido el poder de la ternura.

Asistimos hoy a un nuevo fulgor cultural que recrea los dispositivos de la ternura. Tras la imposición epistemológica de la cultura, que silencia lo táctil en beneficio de lo visual, se esconde la tensión por generar un sujeto capaz de moverse en el territorio genérico de la abstracción, tal como conviene a la racionalidad occidental de la fábrica o del ejército. Si la ideología del conquistador homogeneíza los espacios que caen bajo su dominio, quien anida en la ternura está, de entrada, asaltado y derrotado, fracturado y tensionado. «Y cayendo de rodillas le rindieron homenaje...» La identidad prepotente se debilita, la potencia se agrieta. Lo único que no se permitirán los guerreros ni los ejecutivos, ni comprenderá siquiera la razón tecnológica, es el derecho a la ternura. A los guerreros de ayer, sólo después de alcanzar la victoria se les consentía la vivencia del cariño como la casa del guerrero; los ejecutivos de hoy han de tener la piel dura del elefante para triunfar; la racionalidad funcional lo convierte todo en prostitución general.

Abrirnos a la dinámica de la ternura parece ser el testamento de los Magos y es hoy el gran advenimiento de nuestra época, como ha subrayado el psiquiatra colombiano Luis Carlos Restrepo. Somos tiernos cuando abandonamos la ideología de los conquistadores, la arrogancia de la certeza y de la lógica universal, y nos sentimos afectados por el otro. Somos tiernos cuando nos abrimos al lenguaje de la sensibilidad, captando en nuestras vísceras el gozo o el dolor del otro. Somos tiernos cuando reconocemos nuestros límites y entendemos que la fuerza nace del compartir con los demás el alimento afectivo. Somos tiernos cuando fomentamos el crecimiento de la diferencia sin intentar aplastar aquello que nos contrasta. Somos tiernos cuando abandonamos la lógica de la guerra, protegiendo los nichos afectivos y vitales para que no se vean contaminados por las exigencias de funcionalidad y productividad a ultranza que pululan en el mundo contemporáneo 28.

JOAQUÍN GARCÍA ROCA
SAL TERRAE, 1996, nº 11, págs. 829-843


1. Ch-H. DODD. Le fondateur du christianisme, Seuil, Paris 1972 p. 37.

2. J. JIMÉNEZ LOZANO, Un fulgor tan breve. Hiperion. Madrid 1995, p. 33.

3. P CASALDÁLIGA, Sonetos neobíblicos precisamente, Nueva Utopía, Madrid 1996, p. 35.

4. E. LEVINAS, El Tiempo y el Otro, Paidós. Barcelona 1993, PP. 84-85.

5. D. GOLEMAN, La inteligencia emocional, Vergara Editor. Buenoc Aires 1996.

6. J. A. MARINA. El laberinto sentimental, Anagrama, Barcelona 1996, p. 17.

7. D. GOLEMAN, op cit., pp. 27, 49.

8. J. GARCIA ROCA. «Dificultades sociales para creer en el Dios de Jesús»: Iglesia Viva, 1996.

9. La libreta de ahorro, máximo orgullo de los moralistas, es para el psiquiatra L.C. RESTREPO una manera de endurecernos, momificarnos y hacernos impermeables a la gracia; cfr. El derecho a la ternura, Arango Editores. Bogotá 1994. p 153.

10. L.C. RESTREPO, op. cit., p. 45.

11. D. GOLEMAN, op cit., p. 113.

12. J. DUQUESNE, Jesús. Seix Barral. Barcelona 1996, p 48.

13. Ibid.. p. 65.

14. «Evangelio armenio dc la infancia de Jesucristo», en Evangelios de la infancia de Jesucristo. Obelisco. Barcelona 1987, p. 56.

15. Véase mi articulo «La exclusión como llamada»; Sal Terrae 81/5 (mayo 1993), pp. 327-341.

16. P CASALDÁLIGA, op. cit. p. 25 .

17. J. JIMÉNEZ LOZANO, op. cit., p. 27.

18. M.R. MATE. Prólogo a (J-B. Metz. E. Wiesel) Esperar a pasar de rodo. Trotta. Madrid 1996.

19. J-B. METZ - E. WIESEL, Esperar a pesar de todo, op cit., p. 42.

20. AA.VV, L'exclusion: l'état des savoirs, Serge Paugam - Ed. La Découverte. Paris 1996. pp. 7-9.

21. A. GONZÁLEZ «Orden mundial y liberación»: Estudios Centroomericanos 549 (1994), p. 637.

22. ASAMBLEA GENERAL DE LA ONU, 5-10-1995, «Discurso al cuerpo diplomático», en L'Osservatore Romano 14-1-998.

23. G VATTINO, Credere di credere, Garzanti, Milano 1996, pp. 69-70.

24. P. BARCELLONA. Postmodernidad y comunidad. Trotta. Madrid 1992, p. 107.

25. L.C. RESTREPO. Ecología humana. Una estrategia de intervención cultural, San Pablo. Bogotá 1996. p. 58.

26. A. GONZÁEEZ art. cit., p. 643.

27. Cfr. El derecho a la ternura, p. 84.

28. L.C. RESTREPO op. cit., pp. 139-140.